La Llorona. Las leyendas de La Paz y Santa Rosalía

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FOTO ILUSTRATIVA: Internet.

California Mítica

Por Gilberto Manuel Ortega Avilés

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). La Llorona es una de las leyendas mexicanas más conocidas del folklore mexicano. Como toda leyenda, tiene muchas versiones, aunque la más recurrente la ubica en una joven en la época de La Colonia, quien sin escrúpulos tira en un lago —al parecer en el de Chapultepec— a sus hijos, pero no mucho después se arrepiente y comienza a vagar por las calles llorando su perdida y diciendo ¡Ay mis hijos!

Por norma general de la leyenda, la aparición de la espectral mujer es  más recurrente cerca de cuerpos de agua, ya sea ríos y lagos; según testigos, los ladridos de los perros anuncian su llegada, y si la escuchas cerca es que está lejos, pero si la escuchas lejos es que esta cerca. Existen relatos muy similares en Baja California Sur, sin duda inspirados en esta leyenda.

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La Taconuda

(Leyenda del Barrio de El Manglito; del Blog de Manuelita Lizarraga La Paz que se perdió)

A la tenue luz de los faroles, alrededor de las lumbreantes hornillas, contaban los mayores que por el popular barrio El Manglito… Barrio de pescadores por tradición, en el solar de los Abaroa se aparece La Taconuda. A través de los años fueron muchas las personas que se han espantado en el barrio. Cuenta la leyenda que desde la época de La Colonia, en noches plateadas por la orilla del mar, donde ahora es el astillero y donde siempre se ha llamado El Palmar de Abaroa, de entre los palmares salía quejándose lastimeramente una mujer altísima volándole al viento la  cabellera tan larga y tan negra como la noche, vestida de largos ropajes blancos y zapatos de altos tacones, quien caminaba lentamente recostándose de trecho en trecho sobre la empalizada de la cerca de la familia Abaroa, y quienes la escucharon, dicen que decía con voz de ultratumba, quejándose lastimeramente… Ayyy… Ayyy… Se fueron y me dejaron… El navío levó anclas… Ay que será de mi.

Cuentan que fueron varios los osados que se atrevieron a preguntarle qué le pasaba y si podían ayudarla, creyendo que era cosa de este mundo… Pero que la joven continuaba muy altiva su camino como si no los hubiera visto… Entonces se daban cuenta que era una alma en pena y corrían despavoridos.

En época revolucionaria, cuentan que elementos de la tropa, así como del partido contrario, fueron varios los desconcertados al ver pasar de repente entre los dos bandos, al fragor de la artillería a la misteriosa mujer de altos y ruidosos tacones que hasta polvo levantaban en el camino, y de repente perdía el suelo, como elevándose a la vez que desaparecía. Quienes tuvieron el infortunio de toparse con La Taconuda, dicen que nunca le vieron el rostro, que iba vestido de largos ropajes blancos y calzaba zapatos de altos tacones, con lo que hacía mucho ruido. La Taconuda, decían los que la vieron, que subía por la calle Encinas partiendo casi desde  la orilla del mar, daba vuelta por la calle Abasolo recostándose sobre el cerco de la misma manzana y se metía precisamente por el zaguán de Doña Quico Abaroa (q.e.p.d.) y se pasaba por los otros solares y paredones hasta bajar por “El Palmar del Manglito”, perdiéndose entre las pangas de los pescadores.

La Taconuda era el tema en las tertulias familiares y el era “el coco” para los niños y adultos a quien toda la vida en diferentes épocas del año la vieron, principalmente en las noches de  plenilunio, casi casi después de escucharse el lastimero llanto de La Llorona… Y dicen que, tenían que tomarse té de palo de brasil para el mal de espanto. La Taconuda por el barrio de El Manglito, a través de los tiempos ha sido la leyenda que ha circulado entre las familias de ese pintoresco barrio de pescadores. En aquellos años, cuando los jóvenes salían a los bailes, a las tardeadas en el kiosco del malecón y la plazuela amenizadas por las orquestas de don Rafael Castro y don Luis González, entre otros músicos de la época, tenían que regresar temprano a sus hogares, y venían con el Jesús en la boca, no fueran a encontrarse de repente con La Taconuda o a escuchar el lastimero grito de la Llorona, como a muchos les había pasado ya. Fueron varios los pescadores que en las madrugaditas aquellas se toparon con La Taconuda entre los palmares, principalmente en noches de luna. Cuentan los antiguos que no hace mucho tiempo volvió a las andadas… Varias personas la vieron, si no que le pregunten al Guilo.

Cuenta Polencho El Pescador, que él ha pasado muchas experiencias de este tipo de aparecidos, pero que nunca se había espantado tanto como cuando una madrugadita de aquellas, como era su costumbre iba al mogote a pescar, que de repente se soltó un aguacero, y salió de prisa de entre las pangas La Taconuda, quien  se quedó metida entre los palmares, pues no pudo salir a que se escucharan el fuerte taconeo de sus zapatos debido a la lluvia, él ya había escuchado de esta leyenda, y por curiosidad le buscaba el rostro pero por más que lo intentó no pudo vérselo, ya que la larga y negra cabellera la cubría casi toda, chorreándole el agua de la lluvia entre los cabellos y los largos ropajes, que eran como una etérea visión,  que mejor se hizo como que no la había visto, pero que llevaba el corazón en un hilo.

…En las noches de luna… En el Barrio El Manglito, puede aparecer en cualquier momento, con su triste lamento y el ruidoso taconeo de sus zapatos…La taconuda, con sus largos ropajes blancos y negra cabellera al viento.

*Esta crónica fue publicada hace más de 15 años en el periódico sudcaliforniano, revista compás, en el programa de radio contacto directo XENT Radio La Paz por Manuelita Lizarraga*

La Llorona de Santa Rosalía

Una historia real y triste, verificada no sólo en testimonios, sino en documentos que avalan la existencia de los personajes, los cuales probablemente aun vivan, así que omitiré nombres y fechas.

Era la época que aun El Boleo era próspero, una joven pareja de novios no disimulaban su amor, y se les veía felices con un futuro envidiable juntos. Pero la felicidad de unos en muchas ocasiones se vuelve envidia de otras personas; fue el caso de una señorita de dinero acostumbrada a tener todo en la vida que se propuso acabar con esa relación y quedarse con el apuesto novio.

Después de mucho insistir y utilizar artimañas que sólo el dinero permite, logró destruir esa relación y quedarse con el novio. El joven se casó con la chica rica y se fue a vivir con ella. Por otro lado la joven humilde cayó en una depresión terrible no salía de casa, y como el alcohol de consejero, ideó un plan para vengarse. Consiguió ropajes blancos, y un velo blanco que le cubría el rostro, combinado con su rostro lleno de sincera tristeza, se convirtió en un verdadero fantasma viviente.

Cada noche salía por todo el malecón de Santa Rosalía llorando y gritando “Ayy de mi amor perdido, maldigo a quien me lo quito”; este falso espectro comenzó a causar temor, incluso se iba a “espantar” enfrente de la casa donde ahora vivía su antiguo novio con su nueva esposa.

FOTO: Modesto Peralta Delgado.

Los habitantes del pueblo ya no querían salir de noche, en una ocasión unos policías hablaban del suceso, cuando se aparece el espectro, rápidamente los policías apuntan sus armas en contra del ser de ultra tumba, rápidamente la joven menciona su nombre diciendo que no era un fantasma, los policías entre gritos le decían que no le creían, este escándalo atrajo mucha gente incluyendo a la pareja de esposos de los que pretendía vengarse.

Los policías le gritan “Si no quieres que te matemos comprueba que no eres un fantasma, hazte pipí (refiriéndose a que se orinara encima)” llorando cumplió la orden, inmediatamente los policías le dicen a ver ahora “Hazte popo (refiriéndose a que defecara)” lo cual también hace llorando por el miedo y la pena que todo el pueblo la estaba viendo.

Después de las exigencias de los policías y de comprobar que no era un espectro, comienzan a golpearla y se la llevan presa. Tiempo después sale de la cárcel, pero nunca vuelve a salir de su casa por la vergüenza de aquel suceso, y además que la tristeza del amor perdido seguía vigente. Un día llega un familiar desde Mazatlán por ella, y le dice que no tiene nada porque quedarse en ese lugar, ella acepta y se va para siempre de Santa Rosalía.

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California Mítica

Gilberto Manuel Ortega Avilés

Nació en 1981. Estudió Filosofía en la UABCS, y actualmente se dedica a la investigación paranormal, leyendas y hechos curiosos de Baja California Sur y el mundo. Se declara un fanático de los cómics, anime, ciencia ficción y temas sobrenaturales.

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