Caníbales que desembarcaron en costas de la Baja California en el siglo XIX

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Lo que queda de la misión de Santo Tomás. FOTO: Internet.

California Mítica

Por Gilberto Manuel Ortega Avilés

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). La historia siempre es muy interesante, extraña, y a veces perturbadora, con acciones que sólo pensaríamos que se darían en un inestable tiempo moderno como en el que vivimos, pero en realidad muchos hechos históricos superan la ficción.

En diciembre de 1835, arribó a la bahía de Santo Tomás un buque, al parecer como los demás que llegaban por agua y a comprar víveres, así que los vecinos corrieron a las inmediaciones de la playa alistando reses, frutas y otras cosas que solían vender en tales oportunidades; lo extraño comenzó cuando los tripulantes del barco en lugar de encontrarse con los habitantes del lugar, se volvieron a subir al bote en que habían  llegado a tierra y regresaron como huyendo de las personas para subirse de nuevo a su buque.

Don José Domingo Saéz, quien iba a adelante y fue el primero en llegar al lugar donde estaban los marineros que acababan de escapar, comenzó a hacer señas a los demás, quienes al llegar observaron horrorizados el cadáver del indio Braulio, al que dichos tripulantes le habían arrancado el pecho y las costillas, cuyas partes habían asado y comido. Este indio Braulio, de la misión de Santo Tomás, era muy gordo y vivía generalmente sacando abulones y almejas para vender y guardar en su casa.

Los caníbales siguieron navegando al norte y en la playa del rancho El Rosarito. Frente a las islas Coronado, ahí desembarcaron y mataron se comieron dos indios gentiles de la tribu Jatiñil en la cañada donde hoy se encuentra la casa de dicho rancho.

Volvieron a embarcarse hacia el norte y en el puerto de San Quintín, la mañana del 23 de diciembre, a las 12 del día en el rancho San Ramón, donde se encontraba doña Ángela Espinoza y dos jóvenes de entre 13 y 14 años que la acompañaban. Como las noticias de lo sucedido en Santo Tomás y El Rosarito ya habían circulado por toda la región, los jóvenes al ver venir a los antropófagos corrieron a decirle a doña Ángela quien estaba lavando cerca, trataron de huir hacia la misión de Santo Domingo, pero los caníbales ya las habían visto y venían corriendo gritando y dando unos alaridos horribles como de animal. Afortunadamente doña Ángela vio venir a su hermano Juan Nepomuceno, a don Carlos Espinoza, su tío y a seis personas más, todos ellos armados con rifles; vieron a los antropófagos quienes huyeron de regreso para volver a embarcarse evitando así las balas disparadas por las personas que habían venido en auxilio de doña Ángela.

El barco continúo navegando al sur y aunque después salieron en su búsqueda en algunos cayucos (barcos que utilizaban los pescadores de nutrias) llegando incuso hasta isla Guadalupe, nunca los volvieron a ver.

Jamás se ha vuelto a saber desde entonces que arribe en ninguna costa de la península de Baja California otro buque similar tripulado por antropófagos, que según se tiene entendido procedían del noreste.

Esto no es una fábula ni una leyenda, es un hecho histórico que realmente sucedió y lo podemos leer, detallado en el libro Los Apuntes históricos de Manuel Clemente Rojo sobre Baja California Sur, el ejemplar consultado para esta reseña esta resguardado en el Archivo Histórico “Pablo L. Martínez”.

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Gilberto Manuel Ortega Avilés

Nació en 1981. Estudió Filosofía en la UABCS, y actualmente se dedica a la investigación paranormal, leyendas y hechos curiosos de Baja California Sur y el mundo. Se declara un fanático de los comics, anime, ciencia ficción y temas sobrenaturales.

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