Voltaire y el desprecio a los chúntaros de Los Cabos

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FOTOS: Cortesía.

Colaboración Especial

Por Xire Gal

 

Cabo San Lucas, Baja California Sur (BCS). Hay cosas en las que por varias razones no creo, pero que podría considerar posibles. No así darle crédito al destino como voluntad que de algún modo influye en los quehaceres diarios. Es respetable que algunas personas lo crean, pero por favor no se interprete de esa manera lo que a continuación voy a contar.

Motivado por el impulso que he venido sometiendo, de responder a una jugada de mala fe, buscaba en el Facebook viejas publicaciones sobre las fiestas que por tradición se realizan año con año en la cabecera y las delegaciones de este municipio de Los Cabos. Compulsivamente recorría los comentarios, en lectura rápida, y tomaba notas. Mi intención: recoger las voces ciudadanas. Entre tantos comentarios uno llamó mi atención haciendo que leyera pausadamente. Corregidos los errores ortográficos, se lee así: Pseudo-fiestas para chúntaros hediondos. Ja ja ja ja. Deben regresarse a sus puebluchos a morirse de hambre y dejar de contaminar nuestro pueblo. Y San Lucas jamás serán todos.

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Entré al perfil de quién lo escribió. Todo indica que es un perfil falso, lo que no me extrañó, el anonimato permite que se saque lo peor que hay dentro, protegiendo del juicio de los demás, no hay que olvidar que la moral es pública. El perfil no tenía una foto de que mostrara un rostro, no puede ser de otra manera: el odio no tiene rostro propio, esta injuria habla por muchos y por nadie.

Como tantos de los que habitamos estas tierras sudcalifornianas, vengo de fuera, soy un fuereño, un chúntaro. También, como muchos me he enfrentado a comentarios semejantes, con rostro y sin él. Por desgracia, el medio para hacerle frente casi siempre es con más odio, a través de su consecuencia práctica, la violencia.

Inquieto por la tempestad de ideas que me invadían, invite a un amigo para platicar. Acostumbro buscar las palabras de hombres y mujeres que considero ilustres, palabras que puedan encausar mi pensamiento a través del diálogo.

Lo cité en un pequeño café, a esas horas en las que no es habitual beber café (algo complicado en Los Cabos, aquí a todas horas se bebe). Al llegar me sorprendió que mi amigo ya estuviera esperándome en una mesa con dos tazas humeantes ya preparadas.

–Querido Voltaire, disculpa mi demora —dije, preocupado de que estuviera molesto.

Despegó la taza de sus labios. Sonrió levemente al tiempo que me hizo un ademán con la mano indicando que me sentara.

–No te preocupes. Dime ¿qué ocurre?

Hable de todo lo que había pasado; luego pregunté: en tu opinión ¿en qué estriba esta tendencia a odiar a aquellos que no se consideran parte del nosotros?

–Todos los hombres sería iguales, sino tuvieran necesidades. La miseria unida a nuestra especie subordina un hombre a otro; no se trata de la desigualdad, que es una desgracia real, se trata de la dependencia.

–Mucho se ha hablado, antes y después de ti, de esa miseria inmanente al ser humano. Que uses la palabra especie no es arbitrario, nuestras carencias inician en lo biológico y como tantas cosas después las (in)perfeccionamos. Tienes razón, eso que llamas miseria es el germen de nuestras pasiones, que traen consigo el fatuo juego del poder. En este juego, el que busca subyugar al otro reconoce esas miserias, sus carencias, “regresen a su pueblucho a morirse de hambre”, pero ¿reconoce las suyas? Sin duda lo hace, aquel al que intenta ponerle el yugo al cuello es su espejo, su rostro es el de las carencias que comparten. Me viene a la mente una líneas que le escribe Johannes a su amada Cordelia: Me dicen que sólo me amo a mí mismo. Y eso es cierto, pero tan sólo porque te amo a ti; al amarte sólo a ti, amo cuanto te pertenece y, en consecuencia, debo amarme a mi mismo. Pienso que para el sentimiento de odio sucede algo análogo, inversamente. Es decir, este reconocer la carencia propia en el Otro debería fomentar la idea de semejanza, de mismidad, entre ambos, mas ocurre lo contrario, lo que hace es acrecentar su desprecio, a toda costa se busca negar al otro y con él lo que le espejea. Se odia en el otro lo que se reconoce como parte de sí mismo. Sin embargo, de nuevo te pregunto ¿cómo librarse de esto?

–El género humano, tal y como es, no puede subsistir, a menos que exista una infinidad de hombres útiles, que no posean nada de nada; ya que, ciertamente, un hombre satisfecho no abandonaría su tierra para venir a trabajar la nuestra.

Estaba a punto de beber de mi taza cuando escuché estas últimas palabras, fueron un golpe doloroso. Es una constante en los reproches que se nos hace a quienes venimos de fuera, esas palabras contienen el “San Lucas nuca serán todos” del comentario anónimo. El fuereño, por mucho que se esfuerce no se apropia de la tierra a la que la necesidad lo obligó a huir, y el nativo no puede dejar de sentirlo ajeno a una tierra que en realidad sólo existe en sus memorias. El insulto tiene un doble fin, recordar que nunca será la tierra del que viene de fuera y ayuda a creer que sí es la del nativo. Lo que duele en insultos de esa calaña es que efectivamente el que deja su tierra lo hace porque no se estaba satisfecho, hubo que dejar lo que no se tenía en busca de tener algo. Por mucho que duela, el insulto revela esa verdad, y tiene fundamentos. Desarticula y acorrala, y ¿qué animal —incluidos los racionales— acorralado, no responde con agresividad?

Tranquilamente pregunté:

–Esta insalvable diferencia entre el que es de aquí y el que es de allá, entre el nativo y el de fuera, las añoranzas arraigadas y desarraigas de ambos, ¿justifican las manifestaciones de odio que uno y otro se dirigen?

–Está claro que todo particular que persigue a un hombre, a su hermano, porque no es de su opinión, es un monstruo.

– ¿Cómo ver al Otro como hermano, o siquiera como amigo?

–La amistad es un contrato tácito entre dos personas sensibles y virtuosas. Digo sensibles, ya que un monje, un solitario puede no ser malvado en absoluto y vivir sin conocer la amistad. Digo virtuoso, ya que los malvados no tienen más que cómplices… Los negociantes tienen socios… Los príncipes tienen cortesanos, sólo los hombres virtuosos tienen amigos —prosiguió Voltaire.

–Te sigo en lo que dices. La verdadera amistad, o cualquier otro tipo de vínculo amoroso, sólo es posible cuando la relación deja de tener un carácter instrumentalista, cuando el otro dejar de ser un medio para cubrir una necesidad. Ojalá la cosa fuera tan fácil como se dice, la verdad es que el proceso de humanizar al otro para entenderlo como parte del nosotros trae consigo una multiplicidad de complicaciones éticas, psicológicas, pragmáticas… E incluso estéticas. Yo empezaría por buscar erradicar la perversión que busca hacer del nosotros un yo – yo, cuando debe ser un yo – tú. Es poco productivo querer hacer al otro un igual.

–La igualdad es, pues, a la vez la cosa más natural y al mismo tiempo la más quimérica.

–Si algo enriquece este mundo es la diversidad. Muchos discursos en la actualidad predican partir en la búsqueda de una falsa igualdad en lugar de partir de reconocer nuestras diferencias. La consecuencia, cuando no se encuentran las igualdades se responsabiliza al otro por no ser como yo.

–La discordia es el gran mal del género humano, del que la tolerancia es el único remedio.

Justo iba a hablar cuando el vecino de la mesa de junto se disculpó por estar atento a lo que platicábamos, lo que calificó de grosero, por lo que se disculpo por segunda vez. Dijo llamarse Karl Popper y nos pidió que le permitiéramos decir algunas palabras sobre la tolerancia.

–Hay una insensatez, la intolerancia, difícil de tolerar. En realidad, es aquí donde encuentra su límite la tolerancia. Si concedemos a la intolerancia el derecho a ser tolerada, destruimos la tolerancia.

Pensé para mis adentros. Cuánta verdad, el ejercicio de la tolerancia tiene un límite. En este proceso de integración entre los que son de aquí y somos de allá nos encontraremos con situaciones difíciles de reconciliar. Unos y otros debemos tolerarlas. Lo que no debe permitir ninguna de las partes es tolerar a los que no tienen intención de razonar y que sin importarles en lo más mínimo su prójimo lo trasgreden, violentan, niegan, ningunean, y hasta aniquilan. Agradecido por las enseñanzas, no me quedó otra que pagar nuestra cuenta y la de ese buen hombre.

FUENTES:
VOLTAIRE. Diccionario Filosófico. 2010. México D.f. Editorial Fontamara. Pág. 340
KIERKEGAARD, Sören. Diario de un seductor. 2014. México D.F. Gandhi ediciones. Pág. 144.
POPPER, Karl. Tolerancia y Responsabilidad Intelectual.
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Xire Gal

Nacido en Michoacán, pero de sangre y cultura guerrerense. Licenciado en Psicología, con estudios de posgrado en Educación. Profesor universitario del área de Humanidades, impartiendo materias de Filosofía, Lógica, Psicopatología, Psicodiagnóstico, Psicología Educativa y Pedagogía, entre otras. Lector omnívoro, y a consecuencia de este placer por la lectura, se arriesga a escribir.
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