Kurt Cobain y la nostalgia de los Chavorrucos

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Kurt Cobain. Fotos: Internet.

La Paz, Baja California Sur (BCS). Era el muy esperado MTV Unplugged In New York de Nirvana en 1993 —uno de los más inolvidables de la historia, un auténtico concierto desenchufado—, y nunca se tocó ese himno de los 90’s: Smell Like Teen Spirit, pero en la última línea de la canción Where Did You Sleep Last Night, el cantante lanzó un terrible alarido y escupió una mirada de rencor y auxilio que captó la cámara: ese era Kurt Cobain, el rockstar maldito, el que alcanzó la cúspide de la fama mundial y se dio un tiro en la cabeza a los 27 años. El 5 de abril se cumplieron 23 años de su muerte. Y el pasado 20 de febrero, hubiera cumplido 50.

Su servidor pasó la preparatoria en Ciudad Constitución, BCS, con viajes intermitentes a La Paz, y la universidad en Mexicali, BC, y en el transcurso de ese tiempo fuimos seguidores de Nirvana. Estoy en esa edad de los que se autodenominan Chavorrucos: treintañeros y cuarentañeros, y aunque, por supuesto, está lejos de ser un texto representativo de una generación, seguro que varios podrán apreciar ciertos recuerdos y lo que significó esta banda grunge en su momento, cuando nuestros cuerpecitos andaban por los veintitantos.

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A través de un amigo de la preparatoria me llegó el Nevermind en cassette. Ahí estaba el bebé persiguiendo el dólar, que según mi amigo, significaba “la pérdida de la inocencia”. Mis oídos quedaban aturdidos en el walkman por la potencia de esas guitarras, batería y bajo, con ese característico toque cutre de dejar grabados los chirridos de los aparatos. Tanto en el cassette como en el CD, si lo dejabas tocando luego de la última rola Something In The Way, aproximadamente a unos 20 minutos te sorprendía escuchar una más que parecía sacada del infierno. ¡Nadie me creía cuando lo contaba! No era brujería alguna, es que estaba “escondido” el tema Endless, Nameless —lo supe años después.

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Intenté tocar la guitarra, y me grabé de memoria el riff de Come As You Are, increíblemente fácil y pegajoso, aunque hay que admitir que a los dos minutos que no podía salir de ahí, daban ganar de quebrarme la lira en la espalda, como los Nirvana destruían sus guitarras en los conciertos. Y con un “Guitarra fácil” acompañé algunas pedas con amigos: los acordes acústicos son bastante sencillos, y en medio de las cheves, ¿quién se atrevería a juzgar nuestro incipiente inglés en medio de berridos inhumanos? En esas borracheras no faltaba la música de Kurt Cobain, Kris Novoselic y Dave Grohl: junto con los Caifanes estaban siendo las bandas representativas de nuestra generación, la música de fondo de la prepa y la universidad.

Era la época buena del MTV, cuando era de verdad música y no un aburrido canal de realitys. Aquel video de Smell Like Teen Spirit, nadie que se precie de ser conocedor de música podrá desconocer: las porristas y el viejito con el trapeador se hicieron icónicos. Y no exageramos al decir que el MTV Unplugged In New York de Nirvana sea de los más recordados, pues tuvo amplias significaciones: no sólo fue un auténtico concierto acústico, además, sorprendió dejando a un lado ese himno generacional ya dicho, y tocando casi la mitad de ese repertorio música de otros, invitando al escenario a los Meat Poppets con las que, para mí, fueron las mejores canciones: Plateau y Oh Me. Además, dejo al descubierto la sensibilidad de estos artistas que aparentaban no bañarse, y —¡oh señores!— la melodía que existía detrás del ruidajo que, para muchos, sólo era lo que hacía el grupo de Seattle.

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Llegó la muerte de Kurt Cobain en 1994, y el efecto fue abrumador en su momento. Era increíble. Aunque parecía —por decirlo de alguna forma pero sin pizca de burla— coherente con la trayectoria: alguien que se convirtió en vocero de una generación se cansó de ser un rockstar y en una de sus muchas depresiones, se suicidó dándose un tiro en la cabeza. Tenía la edad para ingresar al Club de los 27. Un amigo de la uni, en aquel momento, me dijo que el artista, una mañana se preguntó cómo podía ser todavía más famoso y convertirse en inmortal, y se mató. Hoy todavía sigue la suspicacia si en realidad fue un suicidio, y Courtney Love ha tenido que cargar con el estigma.

Lo cierto es que sí fue un vocero de una generación. Desde su atuendo de leñador, como le llamaban, hasta esa desaliño interpretativo, Kurt Cobain y Nirvana proyectaron una sinceridad aplastante: que había jóvenes crecidos entre el divorcio y las drogas —una realidad en Estados Unidos, y por supuesto, en Latinoamérica—, y que nada parecía tener valor en un mundo que apesta —aunque, como suele pasar en el negocio de la música, nada aportaría más millones que explotar esa honestidad. Nirvana le puso ritmo a la desesperanza, al valemadrismo, al hartazgo; y no tenían que ser oscuros y demoníacos, ni mucho menos glam, al contrario, rompieron el decorado de lo que parecía un rock acartonado y se consagraron con esa actitud de que ya nada importa, pataleando todo a su paso y hundiéndose en el absurdo que nos ha tocado como destino. Al fin y al cabo, eso es todo lo que somos.

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Escritor y periodista. Nació en Ciudad Constitución, BCS, el 26 de febrero de 1978. Licenciado en Cs. de la Comunicación, por la UABC, en Mexicali, BC, en 2002. Autor de “Prólogos a la muerte”, Premio Estatal de Cuento “Ciudad de La Paz” en 2013, y de “Caperucita Roja, muy roja”, Estatal de Dramaturgia en 2015. Fue reportero web y editor de medios digitales. Es director y fundador de CULCO BCS.

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