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¿Qué “casi” no hay feminicidios en Baja California Sur?

 

marcha feminicidios la paz

FOTO: Roberto E. Galindo Domínguez

Hilo de media

Por Elisa Morales Viscaya

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). “Mamá, y ¿por qué no la mataron con ropa?” La pregunta, en la dulce voz de una niña de no más de 7 años que presenciaba con inocente candor algunas de las pancartas con imágenes de feminicidios en la marcha del #8M en La Paz, me heló la sangre. Esa es la marca de los feminicidios, asesinatos de mujeres firmados de violencia y saña, que conllevan la aplicación de la fuerza corporal para someter a la víctima, muchas veces de la mano de agresiones sexuales.

“Aquí no pasa nada” es una frase que escuchamos constantemente los sudcalifornianos cuando se trata de la violencia e inseguridad que hay en el resto del país; al respecto del feminicidio se dice lo mismo, que aquí, en Baja California Sur, no hay (casi) nada de eso.  Y quizá, al compararnos con otros estados históricamente más peligrosos, podamos creérnoslo. Sin embargo, ¿qué dicen las cifras?

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De acuerdo a la información presentada por el INEGI en el documento “Estadísticas a propósito del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer” presentada en noviembre de 2019, de las 283 mil 466 mujeres de 15 años y más que hay en el Estado, 55.4% ha enfrentado violencia de cualquier tipo y de cualquier agresor, alguna vez en su vida. Es decir, 156 mil 973 mujeres han sido sujetas a actos violentos y discriminatorios alguna vez, a lo largo de su vida.

A partir de esta información es posible afirmar que la violencia contra las mujeres en Baja California Sur es un problema de gran dimensión y una práctica social ampliamente extendida en la entidad; más de la mitad de las sudcalifornianas han experimentado al menos un acto de violencia de cualquier tipo.

De éstas, 44 mil 724 fueron sometidas a algún tipo de violencia sexual, que van desde señalamientos obscenos, que las hayan seguido en la calle para intimidarlas sexualmente, o bien, que directamente las hayan manoseado sin su consentimiento o hasta violado.

Ser una mujer joven, factor de riesgo

Las mujeres que se encuentran más expuestas a la violencia son las jóvenes de entre 20 a 24 años, ya que 64 de cada 100 mujeres de esas edades han enfrentado al menos un episodio de violencia o abuso. En cuanto a la violencia sexual, la edad desciende aún más: de entre las mujeres jóvenes entre 18 y 29 años, cuatro de cada diez han sido agredidas sexualmente.

Asimismo, las adolescentes de 15 a 17 años presentan niveles altos de violencia sexual, emocional y física; siendo menores de edad, ya han sido víctimas de abusos de diversa índole.

Feminicidios

En 10 años (2009-2018) se duplicó el número de mujeres fallecidas por agresiones intencionales, ubicándose en 184, en comparación con los 71 casos ocurridos entre 1990 y 2008.

Como se aprecia en la gráfica de INEGI, a partir de 2015 se observa un aumento significativo de los asesinatos hacía las mujeres. Del total de defunciones por homicidio de mujeres ocurridas en 2018, más de la mitad (52.2%) corresponde a menores de 30 años, mientras que entre los hombres de las mismas edades es de 38.4 por ciento. Es decir, las mujeres jóvenes son las más expuestas a morir violentamente, incluso más que entre los hombres de esa edad.

La saña feminicida

Mientras los homicidios contra los hombres han sido perpetrados en su mayoría con arma de fuego (75 de cada 100, en 2018), entre las mujeres, 44 de cada 100 fueron estranguladas, ahorcadas o sofocadas, ahogadas, quemadas, golpeadas con algún objeto o heridas con arma punzocortante.

Los datos muestran que las mujeres son asesinadas con mayor violencia y saña, utilizando medios que producen mayor dolor, con el fin de prolongar su sufrimiento antes de morir y, sobre todo, mediante la aplicación de la fuerza física para someterlas.

Estos son los datos que arroja INEGI en el reporte antes mencionado, sobre las muertes por agresiones intencionales (homicidios) de mujeres, desde la perspectiva de las estadísticas de defunciones, que registran el fallecimiento de una persona y la causa específica del deceso, registrado en el certificado de defunción. Pero, ¿qué dicen las autoridades encargadas de la procuración de justicia en Baja California Sur?

 

Sin registro

Sudcalifornia suele aparecer con uno de los registros más bajos en México de feminicidios, pero de acuerdo con el Programa Integral para Prevenir, Atender, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres 2019-2024 de la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia Contra las Mujeres (Conavim), presentado en septiembre pasado, Baja California Sur está entre las entidades donde menos existen mecanismos y procedimientos para frenar e incluso detectar los feminicidios. El no aparecer en los radares nacionales de este delito no se debe a que no existan, sino que ha sido por omisión en su registro.

A pesar de que a mediados del 2019 se tipificó formalmente el delito de feminicidio en Sudcalifornia (antes de eso, únicamente se encontraba como agravante del delito principal, homicidio), la Procuraduría General de Justicia del Estado de Baja California Sur (PGJEBCS) continuaba sin reportar los casos de feminicidio, siendo señalados de negarse a investigar bajo perspectiva de género. Finalmente, en 2019 se registraron dos casos de feminicidio en Baja California Sur. En 2020, no se ha registrado ningún caso.

 

¿Qué hacer?

De inicio, se requiere visibilizar el feminicidio en Baja California Sur, dejar de maquillar las cifras y obtener los datos fiables y confiables que permitan dimensionar la gravedad de la violencia feminicida para combatirla. Si no se registra adecuadamente el delito, es imposible hacer una investigación con perspectiva de género y esto favorece la impunidad.

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La discriminación en Baja California Sur

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Ius et ratio

Por Arturo Rubio Ruiz

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Este día el país está paralizado, en un ejercicio organizado por colectivos en contra la violencia y la desigualdad, que buscan la visibilización de los efectos de la victimización de que son objeto las mujeres. Es importante combatir los efectos, pero también lo es combatir las causas, y entre ellas, destaca la discriminación, que, como carga atávica, sistemáticamente se encuentra presente en todos los campos de interacción social en nuestra nación.

En esta lucha, que no es de hombres versus mujeres, sino de una sociedad informada combatiendo patrones de conducta equivocada, debemos hacer énfasis en erradicar la discriminación, en todas sus manifestaciones y en todos los ámbitos. Debe prevenirse, y en su caso, sancionarse.

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Contamos en la entidad con un marco legal que la sanciona, pero resulta inoperante, pues a la fecha, nadie ha enfrentado una sentencia condenatoria por el delito de discriminación. Sin sanción, la conducta no se inhibe. Habremos de analizar las causas por las cuales el asunto es letra muerta en nuestro Estado.

Entre las novedades que presenta nuestro Código Penal en vigor, destaca la reforma publicada el 10 de abril de 2019 relativo al delito de discriminación. En el título séptimo encontramos el capítulo de delitos contra la dignidad de las personas, donde se tipifica la discriminación en el Artículo 205, que establece una pena de uno a tres años de prisión o multa de 50 a 200 días y de 100 a 300 días de trabajo a favor de la comunidad, quien por motivo de género, edad, estado civil, embarazo, raza, procedencia étnica, idioma, religión, ideología, preferencia sexual, color de piel, nacionalidad, origen, posición social, trabajo, profesión, posición económica, discapacidad, características físicas, estado de salud o cualquier circunstancia que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o afectar los derechos o libertades de las personas, previendo seis hipótesis específicas:

  1. Provoque o incite al odio o a la violencia;
  2. Niegue a una persona un servicio o una prestación a la que tenga derecho;
  3. Veje o excluya a alguna persona;
  4. Niegue o restrinja derechos laborales.
  5. Niegue o limite un servicio de salud, principalmente a la mujer en relación con el embarazo; o
  6. Niegue o restrinja derechos educativos.

En el numeral siguiente, 206, se incrementa en un 50% la pena e impone destitución o inhabilitación para el desempeño de cualquier cargo, empleo o comisión pública por el mismo lapso de la privación de la libertad, cuando se trate de un servidor público que, por las razones previstas en el primer párrafo del Artículo anterior, niegue o retarde a una persona un trámite, servicio o prestación al que tenga derecho. Este delito se perseguirá por querella, salvo que se trate de grupos vulnerables.

Más adelante, el código le otorga a la discriminación el carácter de agravante en figuras típicas autónomas, como el homicidio y las lesiones, pues en los numerales 131 y 138 incrementa la penalidad hasta en un tercio, cuando dichos delitos sean cometidos por discriminación hacia la víctima.

La tipificación de la discriminación como delito en México, tiene su antecedente en la legislación penal de la Ciudad de México, en ese entonces Distrito Federal, que tras la reforma constitucional de 2008 estableció en su Código Penal, Artículo 206, una pena de uno a tres años de prisión o de 25 a 100 días de trabajo en favor de la comunidad y una multa de 50 a 200 días de salario mínimo a quien discrimine por edad, sexo, estado civil, embarazo, raza, procedencia étnica, idioma, religión, ideología, orientación sexual, color de piel, nacionalidad o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas.

Tipificar como delito la discriminación, en los términos planteados, implica una enorme dificultad técnica para su acreditación ante los tribunales, pues presenta elementos constitutivos de carácter subjetivo de difícil acreditación y, por otra parte, lo amplio del espectro dificulta la concreción de la conducta atribuible al indiciado.

Muchos que son discriminatorios no pueden perseguirse penalmente, porque no nos proporciona el legislador una definición certera de “dignidad humana”, concepto jurídico que debemos entender en su doble dimensión como derecho subjetivo y como derecho objetivo, y por otra parte, resulta casi imposible probar que se discrimina teniendo como objetivo “anular o menoscabar los derechos de las personas”.

Podemos concluir que es inoperante por inaplicable el tipo penal de discriminación y, a menos que se haga una correcta adecuación, seguirá siendo letra muerta.

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#UnDíaSinNosotras: el paro nacional y el destino de México

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La Última Trinchera

Por Roberto E. Galindo Domínguez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). México se va a detener si el 9 de marzo las mujeres logran un paro nacional, las pérdidas económicas serán exorbitantes, se va a desatar un cisma sin precedentes que recorrerá la nación de frontera a frontera. Será un acto apoteósico generado desde abajo, del pueblo para el pueblo; las mujeres son la mitad del nuestro y están demostrando la podredumbre social en la que sobrevivimos todos. Ellas han incrementado las protestas contra la violencia en los años recientes, han salido a las calles a protestar más que cualquier otro grupo o sector social, sobre todo durante la presente administración federal.

De acuerdo con las cifras de los últimos cinco años, reportadas por el  Secretariado Ejecutivo del Sistema de Seguridad Pública, sobre la violencia contra las mujeres tenemos que los índices de feminicidio no se han disparado durante el gobierno de la Cuarta Transformación (4T), como se maneja en las redes sociales y en algunos medios de comunicación por quienes interpretan los datos duros de manera sesgada o particularizando los conteos de algunos lugares, para después generalizarlos a nivel nacional. Al contrario, en esas cifras se aprecia una disminución considerable en cuanto al índice de incremento de los casos durante el año pasado.

 

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En el año 2015 se registraron 411 feminicidios, en el 2016 fueron 602, en 2017 se dieron 741, fueron 891 en 2018 y 976 en 2019. El aumento de un año a otro es el siguiente: 191 casos más del 2015 al 2016, 139 más entre 2016 y 2017, 150 fue la diferencia entre 2017 y 2018, para que en el 2019 fuera de 85 casos con respecto al año anterior, el menor número para los cinco años revisados. Si analizamos las cifras de homicidio contra mujeres: 1,735 casos en 2015, 2,190 en 2016, 2,536 para el 2017, 2,773 durante el 2018 y 2,819 en 2019, tenemos una disminución mayor en el índice de incremento de los casos para el último bienio en comparación con los otros.

Lo anterior demuestra que la campaña mediática que señala una abrumadora alza de los feminicidios y homicidios cometidos contra mujeres durante la administración de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) es falsa. El problema es añejo y desde la década de los noventa se incrementaron considerablemente los registros de mujeres asesinadas, sobre todo en Ciudad Juárez, Chihuahua; y desde entonces los crímenes perpetrados contra mujeres han aumentado en rancherías, pueblos y ciudades, por todo el país. Lamentablemente las cifras totales de estos delitos no han aminorado.

La disminución en los índices revisados entre el año 2018 y el año 2019 no es algo que podamos atribuir a la nueva administración, pues está claro que no hay una estrategia a corto plazo para atacar el problema. Así mismo, este decremento coincide con el aumento de las protestas feministas en la Ciudad de México, manifestaciones que se reproducen en menor medida y con menos agresividad en otras partes del país. Lo anterior se ha dado a la par de que en las redes sociales se han denunciado diversos delitos y conductas de violencia de género.

Es posible, y tal vez puede ser comprobado, que la baja en los índices analizados sea una consecuencia de las manifestaciones feministas, de las pacíficas y de las agresivas; puede ser que sean las mujeres, manifestándose de maneras antes inconcebibles para ellas, las que estén acotando a los feminicidas y a los homicidas.

Por otro lado, algunas de las respuestas de AMLO hacia los reclamos feministas han sido desalentadoras y vacuas, otras ofensivas para ellas y para la sociedad, aunque siga diciendo que él y su gabinete trabajan día a día para resolver el problema de la inseguridad y la violencia; ese cuyo manejo será el que permita continuar a la 4T más allá del 2024, ese que de no ser acotado y disminuido hará que cualquier transformación de nuestro país, por pequeña o grande que sea, no sea suficiente.

Es el miedo a vivir en un país salvaje lo que puede unirnos como sociedad para exigir al gobierno que proceda con eficacia y para que cada uno actuemos desde nuestros ámbitos, pugnando por erradicar la podredumbre social que nos carcome desde hace décadas. Si a esta administración realmente le importan las mujeres en lo particular, dentro del panorama de la inseguridad y la violencia, deberá atender sus reclamos para de verdad procurarles seguridad. No podemos esperar a que las estrategias de fondo, las que atacan a la pobreza y a la desigualdad social, comiencen a paliar los crímenes contra las mujeres. Es urgente que el gobierno federal emplace estrategias de acción inmediata, así como ya lo hizo en cuanto a la corrupción, contra el huachicoleo y ante el desabasto de medicamentos provocado por algunas farmacéuticas; son necesarias acciones de campo que prioricen la integridad de las mujeres, así como también es imperante mejorar el proceder de las corporaciones de investigación policíaca y de procuración de justicia para la atención de las víctimas.

Parar el país un día será un acto histórico y renovador, pero desgraciadamente también puede ser desvirtuado por la injerencia de los partidos políticos de la derecha y por los detractores tozudos de la sin razón, esos que ahora esbozan una oposición. Será despreciable que quienes han sido generadores y perpetuadores de la violencia contra las mujeres y, en general, contra la población, se monten en la gesta feminista para obtener dividendos políticos; pero aún con esa hipócrita y oportunista intromisión, que ya se está dando, #UnDíaSinNosotras puede darnos una bocanada de aire fresco entre el tufo de parálisis gubernamental y social ante la crisis de violencia.

Las mujeres tienen la última palabra; si han excluido al género masculino de otras protestas, no dudo que puedan deshacerse de políticos, “intelectuales”, comentaristas y cualquier otro personaje mediático y taimado que quiera robarles la bandera de su lucha.

Si es necesario parar al país, cueste lo que cueste, que se haga, si eso es lo que se necesita para que el gobierno federal escuche con más atención el justo reclamo de las mujeres y que actúe en consecuencia, que así sea. Que se pare el país para que todos reaccionemos ante la crisis de violencia. Es tiempo de que AMLO encare de frente un problema heredado, sí, pero del que ahora es responsable como primer mandatario del país. No debemos aceptar más respuestas baladíes o decálogos sacados de la manga.

El presidente debe entender que una protesta de la magnitud que se avizora no es contra él, que es por el pueblo bueno y sabio que hoy no puede estar mejor representado que por las mujeres. AMLO debe comprender que de esta gesta, y de las acciones gubernamentales que se generen, dependerá en gran medida el destino de nuestra nación y debe tener muy presente que ya nadie toma en cuenta a los gobernadores para solucionar los problemas más importantes.

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¿Qué son los micromachismos?

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Sexo y psique

Por Andrea Elizabeth Martínez Murillo

La Paz, Baja California Sur (BCS). La cultura mexicana es machista, sin embargo, estamos muy acostumbrados a ver solo el machismo evidente. Imaginamos a un hombre soltando piropos inapropiados sobre el cuerpo de una mujer, utilizando su fuerza física para someter y violentar a alguien más débil que él, repitiendo frases del tipo mujeres a la cocina o mejor cállate y hazme un sándwich, entre muchas otras, sin embargo, ¿qué pasa con el hombre agradable, atento, pero que argumenta estar cansado para hacer las tareas del hogar (sin embargo, pasa dos horas sentado viendo televisión)? ¿o el que dice que ayuda a cuidar a sus hijos?, o ¿qué sentimos ante aquel hombre al que su pareja le reclama algo justo y éste alude a que es por el periodo menstrual de ella? Bueno, pues ellos también son machistas, solo que a este tipo de machismo se le ha denominado micromachismo.

 Según Bonino —creador de este término en 1990—, se trata de comportamientos masculinos que buscan reforzar la superioridad sobre las mujeres. “Son pequeñas tiranías, terrorismo íntimo, violencia blanda, suave o de baja intensidad, tretas de dominación, machismo invisible o sexismo benévolo”.

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Lo peligroso de ellos es su sutilidad, lo asumidos que están en la socialización de hombres y mujeres y lo imperceptibles que resultan. “Producen un daño sordo y sostenido a la autonomía femenina que se agrava con el tiempo”, señala Bonino. Con ellos los hombres buscan imponer y mantener su dominio, reafirmarse y resistirse al aumento de poder personal de la mujer, así como aprovecharse del papel de cuidadora que tradicionalmente se les asigna a ellas.

Muchos de estos comportamientos no son intencionales o siquiera conscientes, sino que son mecanismos mentales y corporales incorporados y automatizados en el proceso de hacerse hombres, como hábitos de funcionamiento frente a las mujeres. Otros en cambio sí son conscientes, como el Gaslighting, que consiste en hacer dudar a una persona sobre su realidad para así someterla a los deseos del agresor.

Bonino clasifica los micromachismos en cuatro tipos:

Utilitarios. Afectan principalmente al ámbito doméstico y a los cuidados hacia otras personas, abusando de las supuestas capacidades femeninas de servicio y la naturalización de su trabajo como cuidadora. Por ejemplo: no responsabilizarse sobre las tareas del hogar argumentando estar muy cansado (o ni siquiera considerar que son parte de su responsabilidad), delegar el trabajo del cuidado de los hijos, padres o enfermos de la familia a la mujer porque son mejores para eso, no ayudar a los hijos con las tareas manuales porque eso es de mujeres, no considerar el trabajo doméstico como un trabajo, mencionar que ayuda a cuidar a los hijos cuando es parte de su responsabilidad, entre otros.

Encubiertos. Son muy sutiles y buscan la imposición de las verdades masculinas para hacer desaparecer la voluntad de la mujer, que termina coartando sus deseos y haciendo lo que él quiere. Hay micromachismos en los silencios, en los paternalismos, en el ninguneo y en el mal humor manipulativo. Por ejemplo: utilizar dobles mensajes del tipo: nadie te va a amar más que yo, por eso debes de hacerme caso, no tienes a nadie más que a mí, soy el único que en verdad te ama. También se encuentra la manipulación emocional que busca que la mujer interiorice la culpa y termine por ella misma auto limitarse para evitar conflictos con su pareja, sembrando en ella pensamientos tipo: no puedo salir con mis amigas porque se enoja mi pareja, si quiero usar condón me insinúa que no lo amo o que salgo con otros hombres.

De crisis. Aparecen para restablecer la relación de desigualdad en cuanto las mujeres empiezan a ganar más poder personal, económico o social y el hombre empieza a perder su superioridad y el dominio sobre su pareja. Se pueden reconocer en las frases: tú sabrás qué hacer, si te vas me mato, ¿de qué te quejas si así me conociste?, ya no tienes tiempo para mi…

Coercitivos. En ellos el hombre usa la fuerza moral, psíquica o económica para ejercer su poder, limitar la libertad de la mujer y restringir su capacidad de decisión. Se observan en quién ocupa el mejor sillón de la casa, quién controla lo que se ve en televisión, en cómo un hombre abre las piernas y reduce el espacio de una mujer en un vagón de metro, controlar en exceso los gastos y exigir el detalle de las cuentas, exigir mantener relaciones sexuales aunque la pareja haya dicho que no, entre otros.

 

A continuación se citan algunos ejemplos cotidianos de los micromachismos1:

  • Atemorizar mediante el tono de voz, la mirada o los gestos
  • Tomar decisiones importantes sin contar con ella / Anular las decisiones que ella ha tomado
  • No respetar sus opiniones o derechos / No respetar sus sentimientos
  • Obtener lo que se quiere de ella por cansancio, ganarle por agotamiento
  • Controlar su dinero o sus gastos
  • Invadir su intimidad (leyendo sus mensajes, escuchando sus conversaciones telefónicas, revisando sus redes sociales)
  • No expresar los propios sentimientos, cerrarse emocionalmente de forma habitual
  • Controlar sus horarios, sus citas o sus actividades
  • Enojarse porque salga o se relacione con su familia o amistades
  • Poner en duda su fidelidad
  • A través de insinuaciones o chantaje emocional, provocar inseguridades o sentimientos de culpa
  • Enfadarse o hacer comentarios bruscos o agresivos por sorpresa y sin que se sepa la razón
  • Interrumpirla, no escucharla, no responderle o manipular sus palabras
  • Considerar que es como una niña que necesita ser cuidada y protegida
  • Engañar, mentir o no cumplir los acuerdos
  • Amenazar con abandonar la relación o con iniciar una aventura con otra
  • No valorar o no dar importancia a las tareas o actividades que ella realiza
  • Dar lastima con frases del tipo: sin ti no sé qué hacer”, si tú no estás me pasará algo malo
  • Considerar que su papel fundamental en la vida es ser madre
  • Poner excusas para justificarse: yo no quería, no me di cuenta, ha sido por culpa de mi trabajo
  • Desanimarla o impedirle que estudie o trabaje
  • No asumir su responsabilidad en las tareas de la casa, del cuidado de los/as hijos /as

Estos por nombrar algunos. Como se mencionó en párrafos anteriores, lo peligroso de estos comportamientos es la afectación a largo plazo que tienen sobre sus víctimas, es tanta la guerra psicológica y emocional que estas muchas veces se dan por vencidas y terminan cediendo o alejándose de su familia y círculos de apoyo.

Es de suma importancia que, tanto mujeres como hombres — en especial estos últimos —, reconozcan en sí mismos y en sus pares este tipo de comportamientos, para favorecer un ejercicio de autocrítica sobre las conductas violentas que son permitidas y en muchas veces premiadas en nuestra sociedad.

Así mismo, es preponderante que las mujeres amplíen su registro perceptivo y por tanto la posibilidad de resistencia hacia la violencia ejercida sobre ellas.

 

Bibliografía

  • Ferrer, V., Bosch, E., Navarro C., Ramis, C. y García E. (2008). Los micromachismos o microviolencias en la relación de pareja: Una aproximación empírica. Anales de Psicología, vol. 24, núm. 2, pp. 341-352. Universidad de Murcia
  • Bonino, L. (1990). Micromachismos, el poder masculino en la pareja “moderna”. Voces de hombres por la igualdad.
  • Gómez, L. Micromachismos, un machismo silencioso y sutil. Tinta libre.

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Las violentas feministas: odas, pétalos de rosa y diamantina festiva

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La Última Trinchera

Por Roberto E. Galindo Domínguez

 

Ciudad de México (CdMx). Se equivocan las mujeres encapuchadas al destruir las instalaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), pero lograrán su propósito; pues de acuerdo al nombre de la protesta Cacerolazo Separatista, que realizaron el pasado jueves 7 de noviembre en Ciudad Universitaria (CU), serán capaces de estigmatizar su movimiento, logrando separarse del grueso del movimiento feminista incluyente y de aquellas mujeres que no participan en éste.

Sus reclamos no son inválidos y no deben ser sobreseídos, pero de seguir el camino de la violencia, además de conseguir el rechazo social, van a encontrar una respuesta proporcional de aquellas personas (mujeres y hombres) a las que agredan en sus manifestaciones.

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No es la primera vez que las embozadas feministas causan destrozos a inmuebles públicos y privados, pero esta vez atentaron contra La Máxima Casa de Estudios y por ello contra toda la comunidad universitaria, además de que agredieron físicamente a varios estudiantes. Iniciaron su manifestación en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales; pasaron a la Facultad de Filosofía y Letras y en cuanto tomaron el Circuito Universitario empezaron a realizar pintas en banquetas y muros; en la Facultad de Contabilidad y Administración les cerraron las puertas, por lo que incrementaron el nivel de la protesta; al llegar a la sede de Trabajo Social rompieron los cristales de una caseta de vigilancia; más adelante, frente a la Facultad de Medicina cruzaron por las canchas deportivas y derribaron una portería, ¡gol para las feministas!, festejaron su triunfo con gran algarabía. Más enardecidas entraron a la Facultad de Ingeniería, en donde desbordaron la violencia: rompieron ventanales, mamparas, pizarrones, vitrinas, letreros, quemaron objetos, saquearon y destrozaron máquinas expendedoras y amenazaron a los estudiantes que las conminaron a no destrozar la biblioteca.

Pero aquí pasó lo que era previsible desde sus primeras manifestaciones violentas en la Ciudad de México: hubo quienes a pesar de las amenazas de las encapuchadas decidieron hacerles frente; pocos estudiantes se interpusieron entre las agresoras y las vidrieras; ellas armadas con palos, tubos y extintores los agredieron, a algunos los agarraron entre varias y los jalaron hacia el colectivo, donde les propinaron una cascada de golpes al mejor estilo pandillero, lo que indica que están bien preparadas para la confrontación y a eso van, pues no sales a protestar embozada y armada con un tubo o un palo, si no es porque vas a generar violencia y a agredir a quien se interponga en tu camino. El valor de los primeros para enfrentar a la marabunta, como les gusta hacerse llamar a las violentas, infundió valor a otros y otras que se fueron sumando, hasta que una multitud de estudiantes logró echar de la facultad a las transgresoras.

No discuto sus motivaciones, ni minimizo la violencia de género que las mujeres padecen, ni el acoso de que han sido objeto en la UNAM, ni las violaciones que algunas mujeres han sufrido en La Máxima Casa de Estudios; esa es una realidad y debemos erradicarla. Son ellas las que minimizan sus demandas enarbolando la generación de violencia, que para su desgracia es lo que mediáticamente va a permear más en las audiencias opacando sus demandas. Marchan de manera estruendosa, golpeando el piso con palos y tubos y haciendo sonar los tambores, justo como hacen las tribus y las pandillas cuando van a guerrear y es que a eso salen a las calles y a eso fueron a la UNAM. Con su sartén y su cuchara, utensilios que en manos de una guerrera se convierten en armas, se lanzaron a atacar a quien se les interpuso en su camino. Era de esperarse que en alguna de sus violentas manifestaciones alguien les hiciera frente, y eso hicieron muchos estudiantes de ingeniería, mujeres y hombres, y fueron ellos los golpeados pues no estaban preparados ni armados para repeler el ataque de las feministas del vandalismo, pero ya hubo un grupo que se les interpuso y logró detenerlas.

Es seguro que en adelante los colectivos feministas violentos encontrarán una respuesta a sus ataques, y es muy probable que cada vez la réplica de los agredidos sea más fuerte. En la Facultad de Ingeniería los estudiantes se interpusieron entre las agresoras y las instalaciones, y haciendo un frente común y con los gritos de “¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fuera!” las echaron.

Pero ya hubo connatos de bronca generalizada, ya les arrojaron objetos en respuesta; aducen las embozadas que hasta vidrios les lanzaron los estudiantes, ¿qué esperaban, que les declamaran odas y les arrojaran a su paso pétalos de rosas y diamantina festiva, cuando entran a su casa lo rompen todo, lo incendian y además los golpean?

Se equivocan las mujeres al generalizar el machismo a todos los hombres, pero yerran burdamente al salir embozadas y armadas a destruir cosas y golpear gente, pues no falta mucho para que encuentren, en el campo de batalla que generan, una resistencia más allá de los gritos y las cadenas humanas, van a encontrar puñetazos, patadas y palos, pues no todos van a estar dispuestos a tolerar ser agredidos físicamente sin responder. Y eso va a ser lo más desafortunado porque de seguir enarbolando la violencia de esa manera, en alguna de sus protestas va a suceder una desgracia o ¿será acaso que están buscando esa desgracia con cada lance contra los hombres que encuentran a su paso, buscando convertirse en mártires, para justificar aún más violencia?; puede ser también que sean tan torpes como para idear otro tipo de protestas más efectivas que vinculen el amplio espectro del feminismo y a aquellas mujeres que siendo víctimas del patriarcado no son activistas. A la larga van a conseguir el repudio de la sociedad, minimizando su causa y segmentando la lucha feminista.

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