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La violencia en Baja California Sur en 20 fotos

Disturbios al interior del Centro de Reinserción Social (CERESO), provocaron la movilización de fuerzas federales para controlar la situación y resguardar el perímetro. FOTOS: LUIS ROLDÁN.

Colaboración Especial

Por Luis M. Roldán G.

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Como reportero de la nota roja en La Paz, he llevado un registro —que aunque hay que aceptar que no es oficial y que podría haber margen de error, es decir, podrían ser más—, de que en tres años la presunta guerra entre bandas del crimen organizado en Baja California Sur ha dejado 883 muertos; el pasado mes de octubre ha sido el de más crímenes de alto impacto en la historia de la media península, dejando 119 ejecutados en La Paz y Los Cabos, entre ellos, 16 mujeres y un niño de un año, y la presunción, también, de víctimas colaterales.

CULCO BCS me invitó a participar con un fotorreportaje que ilustra, de manera gráfica, la actual situación de inseguridad que desde el 31 de julio de 2014 a la fecha, no ha parado en BCS, al contrario: ha crecido. Hago las siguientes aclaraciones: todas las imágenes corresponden a distintos eventos de violencia en La Paz en un periodo de tres años; para no vulnerar la identidad de las personas, se difuminaron sus rostros; la mayoría de las fotografías fueron publicadas en NBCS Noticias, aunque hay algunas inéditas; no apelamos al morbo, por lo cual no incluimos gráficos demasiado crudos, lo que se busca es dejar un testimonio visual de esta época con imágenes significativas.

La intervención policíaca

Un reporte de detonaciones de arma de fuego en la colonia Los Olivos puso en alerta a las autoridades, quienes localizaron en el lugar al menos 7 casquillos percutidos frente a un establecimiento de agua purificada. Un joven policía nunca dejó de tocar su arma.

Tres personas fueron atacadas a balazos en el interior de un domicilio ubicado en la colonia Santa Fe, cerca de las 21:40 horas, de las cuales dos de ellas fallecieron.

Las víctimas

Familiares de personas ejecutadas, forman parte de las víctimas que ha dejado esta guerra entre grupos delictivos en Baja California Sur. La mujer de rosa había intentado cubrir con una sábana blanca al un hombre recién asesinado, no la dejaron los policías, y ella, sintiéndose impotente de dejarlo en la tierra caliente, abrazó a otra mujer.

Una persona fue ejecutada a plena luz del día en la Privada Santa Teresa entre San Carlos y Colosio del fraccionamiento Misioneros, testigos aseguran que fue de al menos cinco disparos.

La mañana del 25 de enero del 2017, tres personas fueron ejecutadas con armas largas en las calles de Vicente Guerrero entre Revolución y Aquiles Serdán, entre las cuales se encontraba un joven de 25 años.

Dos personas fueron atacadas a balazos en la colonia Flores Magón, en las calles Margarita Maza Juárez y Sonora, dejando como saldo una persona lesionada y un ejecutado al interior de un vehículo.

La noche del 22 de octubre del 2017 un joven de 28 años de edad fue ejecutado en las inmediaciones de la colonia 8 de Octubre. Al parecer, había intentado cubrirse detrás de un tinaco, pero las ráfagas lo alcanzaron. Vecinos curiosos se preguntaban dónde estaba, pues la mayor parte del cuerpo, como se ve, no quedaba visible.

En la colonia Los Olivos fueron atacadas a balazos dos personas del sexo masculino, de las cuales una perdió la vida en el lugar y la otra minutos después en el Hospital General. Se presume que un comando iba a dispararle a un lavacoches, pero el joven que que llevaba el vehículo fue alcanzado por las balas.

Vecinos ven llegar una patrulla, una escena ya muy recurrente en cualquier colonia de La Paz; en ocasiones, las ejecuciones pueden parecer una espectáculo donde, algunos, salen con cámaras a grabar o tomar fotos; sin embargo, cada vez, los cercanos a un ejecutado también “vigilan” la actuación de los policías y reporteros en el lugar del crimen.

En marzo del 2016 fue localizado el cuerpo sin vida de una persona del sexo masculino sobre un terreno baldío ubicado a la altura del bulevar Pino Payas. Hubo que tomar la fotografía de muy lejos, pues estaba en un sitio sin callejones, oscuro, hasta que paramédicos fueron lo que ingresaron a este predio donde habían tirado el cadáver.




Seguridad Pública, Fuerzas Armadas y Derechos Humanos

FOTOS: Luis Roldán.

Ius et ratio

Por Arturo Rubio Ruiz

La Paz, Baja California Sur (BCS). Los días 25 y 26 de octubre de 2017 se llevó a cabo la Conferencia Internacional Seguridad, Democracia y Derechos Humanos convocada por la Universidad Iberoamericana, Centro de Derechos Humanos “Miguel Agustín Pro Juárez”, Comisión Nacional de los Derechos Humanos, Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, Centro de Investigación y Docencia Económicas y Oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.

La Conferencia tuvo el objetivo de promover la construcción de políticas públicas de seguridad integrales, eficaces y respetuosas de los Derechos Humanos, conducidas por autoridades civiles y sujetas a rendición de cuentas; promoviendo con ello la desmilitarización gradual de las políticas públicas de seguridad.

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Conclusiones

1.- La actual política de uso preponderante de las Fuerzas Armadas (FFAA) en actividades de seguridad en BCS, no está en un plan o política definida, sin embargo lejos de ser una excepcionalidad se ha convertido en una regla. Los especialistas coinciden en que las definiciones tan amplias de seguridad interior contenidas en las iniciativas en la materia no son viables y representan un riesgo en el caso de habilitar poderes a las Fuerzas Armadas para participar en tareas de seguridad, normalizando con ello lo que debiera ser una excepción.

2.-La crisis de Derechos Humanos y de seguridad no puede seguir tratándose con modelos de procuración de justicia pre-transicionales. Estos modelos enfrentan varios obstáculos, entre ellos la fragmentación de normas y procedimientos, la falta de capacidades institucionales y de sistemas de información compartidos.

3.- La evidencia empírica acumulada hasta el momento permite concluir que el modelo de seguridad fundamentado en la punición y el papel preponderante de las FFAA en labores de seguridad pública no ha tenido un impacto positivo en la disminución de la inseguridad y la violencia en el país.

4.- Existe consenso entre la academia, la sociedad civil y los operadores del sistema de seguridad sobre la necesidad de adoptar un nuevo modelo con una visión integral, sistémica y de largo plazo, que privilegie la generación y empleo de información de calidad para la toma de decisiones, combata la corrupción y la impunidad y tenga a los Derechos Humanos y a la rendición de cuentas como ejes transversales.

5.- El paradigma prohibicionista de la política de drogas, de acuerdo con la evidencia, ha generado condiciones de militarización y violencia, de modo que debe ser objeto de revisión.

6.- La prioridad de la prevención y el fortalecimiento de las policías civiles son aspectos que requieren de atención urgente para tener condiciones que permitan el retiro paulatino, no inmediato, de las FFAA de labores de seguridad. La participación de las Fuerzas Armadas en estas tareas debe ser temporal, subsidiaria y sujeta a mando civil.

7.- El sector académico especializado en seguridad, así como las estrategias de gestión policial más avanzadas en el mundo, postulan que es imposible un modelo viable de seguridad sin evaluación y sin toma de decisiones con base en evidencia. Ello es posible con la alianza constructiva entre el sector académico y las autoridades civiles responsables de la seguridad.

8.- Es necesario generar reformas integrales, de carácter estructural, con perspectiva de derechos humanos y que partan de un diagnostico informado y que reconozcan la situación geográfica e histórica del país.

9.- La vida civil para un nuevo modelo de seguridad debe priorizar una reforma policial democrática, la prevención como eje sustantivo y la atención diferenciada a grupos en mayor situación de riesgo por condiciones socioeconómicas, de género, edad u origen étnico; contribuyendo así a la coproducción de mejores condiciones de seguridad y convivencia con la activa participación de la sociedad civil, poniendo al centro las experiencias de las personas vulneradas por la violencia criminal y víctimas de violaciones a los Derechos Humanos.

10.- La importancia del tema de seguridad en la agenda nacional exige que las diferentes fuerzas políticas retomen recomendaciones y propuestas para un modelo de seguridad en democracia.

Esta agenda de trabajo será objeto de observación, análisis y propuesta por medio del Foro Mexicano para la Seguridad Democrática lanzado en este evento.

De manera paralela, se organiza desde la sociedad civil en Baja California Sur, el Foro Ciudadano de Seguridad Pública, en busca de generar acciones efectivas para recuperar la paz y armonía social en la entidad, a partir de los postulados apuntados, buscando su adecuación a las condiciones específicas de la media península.




Seguridad Pública de La Paz presenta programa de prevención del delito

FOTOS: Ayuntamiento de La Paz.

La Paz, Baja California Sur (BCS). A través de juegos y actividades recreativas enfocadas en la población infantil y juvenil, en donde se les informa de manera didáctica acerca de la seguridad pública, al tiempo que se les proporcionan herramientas para que puedan prevenir el delito, la Dirección General de Seguridad Pública, Policía Preventiva y Tránsito Municipal cumple con los objetivos requeridos por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Púbica, por medio de la aplicación del Programa FORTASEG LUDO-SEG, informa el Ayuntamiento de La Paz.

Lo anterior fue dado a conocer por Godofredo Contreras Figueroa, encargado de Despacho de Seguridad Pública Municipal, quien mencionó que el Programa LUDO SEG consiste en tres ejes rectores prioritarios: prevención de violencia y delincuencia en jóvenes, cuyo objetivo es tener un desarrollo físico y mental fomentando los valores con el fin de prevenir conductas antisociales a través de promover la valoración y respeto por la naturaleza, realizando actividades al aire libre como kayakismo, karate, senderismo y campamentos, entre otras.

Un segundo eje consistente en prevención de violencia y delincuencia en niñez y adolescencia, la cual se realizó en siete planteles educativos, y consistió en sensibilización ante conductas antisociales y delincuenciales; así mismo, señala el comunicado de prensa del Ayuntamiento de La Paz, un tercer eje como participación ciudadana, consistente en el establecimiento de un modelo de prevención del delito cuya característica principal es la unión de vecinos en forma coordinada y responsable buscando un cambio en la manera como los ciudadanos se relacionan entre sí y con una estrecha vinculación con la autoridad, logrando en este eje la conformación de doce comités de vecinos vigilantes.

Ante padres de familia, niños y jóvenes, autoridades y representantes de colonias donde se llevaron a cabo las actividades, el responsable del Programa LUDO SEG, Roberto Pacheco Petit, Jefe de la Unidad de Prevención del Delito y Proximidad Social, por su parte, mencionó que a la fecha han sido beneficiados un total de 2520 niños y jóvenes, tanto en las actividades realizadas en instituciones educativas como en aquellas desarrolladas en colonias y comunidades del municipio de La Paz, con lo que se supera la meta requerida por el SNSP.




Participación ciudadana en Seguridad Pública en BCS

FOTO: Luis Roldán.

Ius et ratio

Por Arturo Rubio Ruiz

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). De acuerdo con el Foro Latinoamericano de Profesionales en Seguridad, la seguridad pública es un servicio que debe brindar el Estado para garantizar la integridad de todos los ciudadanos y sus bienes. Implica que todos pueden convivir en armonía, cada uno respetando los derechos individuales del otro. El Estado es el garante de la seguridad pública y el máximo responsable de evitar las alteraciones del orden social.

Las fuerzas de la seguridad pública de los tres órdenes de gobierno, deben prevenir la comisión de delitos y reprimir éstos una vez que están en curso o se han producido, perseguir a los delincuentes y entregarlos a la Justicia, que será la encargada de sancionarlos.

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La seguridad pública depende, entre otros múltiples factores, de la eficacia de la Policía, de la correcta procuración y administración de justicia, de las políticas estatales y de las condiciones sociales que se generen a partir de la participación o apatía ciudadana en las labores de prevención del delito, teniendo como objetivo la tranquilidad y armonía social que se obtiene a través de la labor de prevenir, contener, combatir y sancionar las conductas socialmente lesivas.

En su proceso de ejercicio, la seguridad pública tiene distintas fases tendientes a evitar, combatir y sancionar los delitos:

Prevención: Programas de detección y erradicación de los focos generadores de conductas delictivas.

Disuación: Aquello que no se pudo prevenir, habrá que disuadir a los potenciales delincuentes, para que no lo hagan, trabajando en el ánimo del delincuente, para inhibir su intención criminal. Si pese al esquema de disuasión que se plantea por los cuerpos de seguridad, el delincuente decide llevar a cabo su delito, pasamos a la

Contención: Esquema de protección que pretende evitar la comisión del delito, utilizando para ello, la inteligencia policial, aplicando todas las herramientas tecnológicas que la modernidad y el presupuesto ponen al alcance de las corporaciones de seguridad pública, y —de ser el caso— haciendo uso de la fuerza, de manera racional y proporcional, en los casos que sea estrictamente necesario. Si la contención no es suficiente, entonces viene el

Combate: Aquí se da la flagrancia o cuasiflagrancia en la persecución del delito. Si recabamos en la investigación suficientes datos de prueba, pasamos a la

Persecución: Donde se integran las carpetas de investigación para reunir los medios de prueba necesarios para llevar el caso ante la autoridad judicial, buscando que el delincuente sea castigado, el daño reparado y la víctima protegida, a través de la salida alterna o la sentencia que imponga

Sanción: Al delincuente y en los casos en que se le castigue con penas de prisión, teniendo como objetivo que el reo, al cumplir su estancia carcelaria, alcance la

Reinserción Social: A efecto de que se incorpore a la sociedad de manera armónica, evitando que vuelva a delinquir.

Participación Ciudadana

¿En qué fase del proceso se incorpora la participación ciudadana en el tema de seguridad pública? Resulta determinante en la etapa de prevención, en tres actividades muy concretas, exigible a los particulares, con el apoyo y la directriz del Estado, a través de sus órganos de educación, salud y seguridad pública:

  1. Formativa: En el hogar, hacia el seno del hogar. Vamos a educar a nuestros pequeños con valores, inculcándoles los principios cuyo seguimiento garantizan un desenvolvimiento social saludable, complementando los programas oficiales de educación, salud, esparcimiento, recreación, tanto en los espacios privados como públicos destinados a la convivencia, haciendo énfasis en la cultura, el arte, el deporte y la conciencia ecológica, generando todas las oportunidades necesarias para el desarrollo integral y armónico de nuestra niñez y juventud.
  2. Correctiva: Toca a los padres corregir a los pequeños. Formar y corregir con el ejemplo. Ser congruentes con los valores que inculcamos, vigilar que los espacios de desenvolvimiento escolar social y familiar, se encuentren libres de factores de riesgo que propicien la violencia o las adicciones.
  3. Alertiva: Detectar y evitar los riesgos corremos frente al embate de la delincuencia, a través de organización vecinal, contando con el apoyo de los operadores de proximidad social y prevención del delito, de las instituciones de seguridad pública de los tres órdenes de gobierno, que deben implementar programas permanentes de orientación y apoyo a la ciudadanía. Esta fase es determinante en la prevención del delito, pues la participación activa de la ciudadanía en las organizaciones vecinales es el mejor inhibidor de las conductas delictivas.

Conclusión

Somos parte de la responsabilidad colectiva, específicamente en el campo de la prevención del delito, de la mano de las autoridades. El que el Estado no cumpla con su parte, no nos exime de nuestra responsabilidad en las tareas de prevención del delito, específicamente en ámbito familiar y social, atendiendo nuestra función formativa, correctiva y alertiva.

Sin soslayar nuestra responsabilidad, tenemos el derecho irrestricto de exigir al Estado, el diseño, implementación y seguimiento de programas y acciones eficaces de  prevención, disuasión, contención, combate, persecución y sanción del delito, con el más alto nivel de eficiencia, hasta recuperar la paz, armonía, tranquilidad social que nos han sido arrebatadas.

Es importante que los ciudadanos asumamos un rol proactivo en el tema de seguridad pública, participando en las organizaciones vecinales e incorporándonos a la Contraloría Ciudadana*  de reciente integración en el Estado, o cualquier otro espacio de participación desde la sociedad civil organizada, que nos permita ser severos escrutadores del quehacer público. Necesitamos pasar de simples espectadores vulnerables a celosos escrutadores del quehacer oficial en materia de seguridad pública.

Ya no queremos falsas promesas, ni pretextos, ni reparto de culpas. Queremos resultados, y debemos exigirlos.

*  Contraloría Ciudadana, La Paz, BCS.




Leer a Albert en tiempos del narco. Amar a Camus en tiempos de guerra

Albert Camus. Fotos: Internet.

La Paz, Baja California Sur (BCS). ¡Qué fácil es matar hoy en día! Por tres o cinco mil pesos una tarde secuestran a un hombre, lo torturan toda la noche, literalmente lo destrozan, y por la madrugada lo tiran en partes dentro de bolsas para la basura en algún callejón. No habrá detenidos, no pasará nada. Los verdugos no irán a la cárcel, aunque saben que es muy probable que acaben como las víctimas. Es el eterno retorno de la narcoviolencia. Los psicópatas —insensibles al dolor, creídos cabrones y valientes— pululan libremente en las calles de nuestras ciudades. Y cuando en medio de este narcoterror se atraviesa un inocente, o por error se asesina a quien no era, da exactamente igual. Los crímenes quedan impunes. No hay juicios, aunque en tiempo de redes sociales, sentados desde un escritorio, ciudadanos estigmatizan al muerto: “por algo fue” —decimos—, y no importa si no fue por nada, si fue una víctima colateral, de todos modos enjuiciamos que “algo hizo”. Sí, vivir. Vivir —hasta donde la suerte lo permita— en ciudades sin ley. El gobierno está doblemente maniatado para no hacer nada por parar las ejecuciones: una enraizada corrupción en todas las esferas y una incapacidad brutal. Sólo harán realmente algo cuando ocurra una sola cosa: que toquen a uno de ellos. Mientras, no harán nada. Y los altos funcionarios están seguros de que eso es difícil, porque además de ganar unos sueldazos, cuidan estar bien custodiados porque ellos son ciudadanos de primera, el resto, simples mortales abandonados a su suerte.

Hombres roban sin ser detenidos, o están sueltos al siguiente día; comienzan o comenzarán los secuestros y el “cobro de piso”: los criminales reinan donde la justicia es una ficción que los ciudadanos aceptamos, con el leve espejismo de una civilidad a la que nos esperanzamos pero que parece perdida. La gente que trabaja honradamente está en la mitad de un sándwich, entre bandas criminales que matan y delinquen sistemáticamente, y entes gubernamentales a las que no les importa la seguridad, sólo llevar agua para sus molinos. Esto es la narcocultura. No sólo un asunto de canciones o películas. Una cultura, como una visión de la vida, estilo o forma de vida, en donde, precisamente, la vida no vale nada y donde los delincuentes tácitamente mandan.

Los que matan no quieren la vida del otro —si no vale la propia, qué va a valer la de los demás—, quieren enviar un mensaje de poder. En Baja California Sur medio millar de vidas han sido despojadas en años recientes, el lapso históricamente más violento en toda la historia de la entidad; no sólo matan, matan con crueldad y con la garantía de la impunidad; no sólo es “entre ellos”, sino que una sola vida inocente, un solo error, bastaría para indignarse —aunque eso ya tampoco tenga valor ni sirva de nada. Y esto produce en los ciudadanos comunes y corrientes un abanico de emociones que van desde el pánico y la pesadumbre hasta la indiferencia por la costumbre y el humor negro. De pronto, aceptamos la violencia diaria. Los asesinatos son sistemáticos, metódicos, masivos e impunes. No son legales, pero casi, al dejarlos seguir descontroladamente.

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¿Exagero? Tal vez. Así me quedé, hace unos diez años, cuando leí por primera vez a Albert Camus, en el ensayo El hombre rebelde, que inicia hablando del asesinato masivo y sistemático, en el contexto de la recién pasada Segunda Guerra Mundial. Su forma de entrar al tema del asesinato como algo cotidiano, chocó conmigo. Las palabras me atrajeron, pero sentía demasiado lejano de mi realidad el crimen como forma de vida —por paradójico que suene. A los años, la violencia que florece y se expande por el narco en México y en BCS produce —puede producir— una empatía con la temática de este autor africano. Este ensayo, junto con El mito de Sísifo, son el extracto de la filosofía existencialista de Camus, y la idea de que la vida es un absurdo sin sentido, pero que al final, vale la pena vivirla.

Lo que vino a empujar sus conceptos fue su tiempo, la resaca de la Guerra Mundial, ¿de verdad los seres humanos fuimos capaces de asesinar a millones de seres humanos, de las formas más despiadadas y con un sentido racional? Yo ahora me pregunto, si ejecutaran a un vendedor de droga, suponiendo que sea sólo por eso en medio de esta guerra entre bandas delictivas, ¿merece por eso la muerte?; la sociedad, ¿consiente la pena de muerte al juzgar al asesinado “por que por algo le pasó eso”? El asesinato sistemático debiera tener un fundamento, como todas las guerras, y ese “debiera” es encontrarle una razón a algo que a todas luces es irracional. Un ejemplo, ahora sabemos y pensamos que la esclavitud es inhumana y no merece una sola razón para justificarse, pero en su momento, cuando fue un gran negocio intercontinental, fue completamente aceptado. La ola de crímenes producto del narcotráfico tiene el objetivo claro de adueñarse del mercado de las drogas —además de abrirse paso a otros negocios y dominar el territorio, de la misma forma en que los perros y gatos orinan las orillas de ‘su’ territorio. Sí, el objetivo es claro, pero no es válido. Pero ha resultado tan doloroso e inusitado, que pasamos de la consternación a la normalización del fenómeno. A veces, a través del humor negro o de la más asombrosa indiferencia, ya que nos volvemos insensibles. Pero resulta que una nueva balacera cerca de nosotros, un muerto que era conocido, o el chismorreo del nuevo asalto a un lado de la casa, despierta —de nuevo, también— aquella preocupación primigenia. Un terror mezclado con depresión. Este texto va dirigido a aquellos que no la han normalizado, y cuyas emociones se han visto trastornadas alguna vez a causa de la mayor crisis de inseguridad en el país y en nuestro Estado. Al ciudadano común. No imagino que un político o un sicario llegando hasta estas líneas, pero me conformo con que una sola persona abra un libro de este argelino y medite sobre el asunto.

Albert Camus (1913-1960) nació en Argelia —al extremo Norte de África— pero se naturalizó francés. Tiene una biografía muy interesante, de esas que se mueven en los extremos. Nació en la miseria, huérfano de padre, a quien visitaría en su tumba cuando el escritor era más grande que su progenitor; fue criado por su madre, una trabajadora analfabeta, la única que no leería a uno de los más jóvenes en ganar el Premio Nobel de Literatura (en 1957); y murió joven, en un accidente automovilístico, entre hierros retorcidos donde encontraron el manuscrito de su última novela. Su obra más famosa fue la novela El extranjero (1942), aunque escribió teatro, ensayo y periodismo. Junto a Jean Paul Sartre, constituyeron la mejor dupla del existencialismo, aunque se enemistaron cuando el primero criticó fuertemente al segundo por la publicación de El hombre rebelde; pero a diferencia del primero, Camus era un tipo no sólo inteligente, sino atractivo y con aire de James Dean. Y a pesar de que su temática —aparentemente— estaría lejos del optimismo, en el fondo de algunos de sus textos, hay esa vitalidad nietzschezana que rendía un tributo a la vida. Aquí conectamos el tema con nosotros, su pertinencia y actualidad.

Nos referiremos especialmente a El mito de Sísifo (puede leerse en este enlace), que comienza con la poderosa frase “No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena de vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía”. El suicidio es un tema abundante que no alcanzaríamos a tratar aquí, pero viene al caso la sensación de batallar tanto para nada. El mito referido lo ilustra perfecto: Sísifo es condenado a subir una piedra a un risco y soltarla y volverla a subir… eternamente. ¿No es algo absurdo? Esa fue la conclusión de Camus. La vida no es fácil. Y tras el horror de las guerras mundiales —que comparo en este punto con la narcoviolencia, en el sentido de ser homicidios sistemáticos y avasalladores—, queda una sensación de que no hay Dios que escuche parar la matanza, ni Estado que pueda o quiera controlarla, e invade una sensación de que la vida no vale nada, y que no tiene caso tratar de ser una persona buena, pues aparentemente los malos gobiernan y tienen el poder de aplastarnos. Y a pesar de todo, tenemos que seguir, aunque llega un momento de hartazgo en que pensamos, ¿seguir a dónde y para qué? En ese momento nos encontramos en el sentido absurdo de la vida, y desde ese pozo, Camus nos llama a reflexionar.

La fatalidad de encontrarnos con medio millar de muertos producto de la guerra entre bandas delictivas —sólo en BCS—, en donde el gobierno no puede y pareciera no querer detenerlo, y que acentúa el delito ante leyes ineficaces, nos ha tomado por sorpresa pero poco a poco nos hemos acostumbrado. La paleta de colores de las emociones ha ido del pánico al humor negro. Cuando nos encontremos paralizados por el terror o impotentes ante la muerte de inocentes; cuando llegue la angustia y la depresión; cuando internalicemos la demencia en que se ha convertido nuestra cultura y civilización, estaremos en ese pozo. Cualquier tipo de ayuda será agradecida, y una de ellas es la meditación que se da a través de ciertas lecturas como las de este autor. Leer no es la respuesta, sino pensar a través de lo que mentes brillantes no han legado; y traducirlo a nuestra vida y transmitirlo. Todo está a nivel mental, digámoslo también, a nivel moral y espiritual. No siempre es fácil acercarnos a este tipo de literatura y verlo como opción; y es que lo que llamamos “promoción de la cultura” —llámese arte o ciencia— es el renglón en el que menos les interesa invertir a los gobiernos, y lo que desdeñan como parte de una solución integrada al problema de la violencia: porque les conviene tener ciudadanos atemorizados, desorganizados y sin conciencia social. Atrapados entre los delincuentes de cuernos de chivo y los delincuentes de cuello blanco, aún hay la forma de salir de la depresión, la crisis y la deseperanza.

Lo insólito en Albert Camus es que, a pesar de que la filosofía existencialista pareciera caracterizada por complicarse la vida, por ver las cosas con pesimismo y con la premisa de lo absurdo, resulta que se trata esencialmente de dos cosas: aceptar la vida así como es, con todo y sus injusticias sociales y los peligros inherentes, y apreciarla más, es decir, querer vivir más y experimentar más.

¿Quiere decir que ya estábamos bien divirtiéndonos con el Internet y la televisión, y que todo esto es una perorata? No. No se trata de llegar a la frivolidad sino a la toma de conciencia, ni precisamente al placer por sí mismo, sino como uno de los sentidos que le podemos dar a la vida. Y que nada, nada justifica asesinar. Estamos en un mundo que nos ha dado más facilidades que en cualquier otra época de la Historia, y eso nos ha hecho desvalorizar el esfuerzo, y si le sumamos que ante la pobreza una opción es ganar mucho dinero aunque se viva muy poco, resulta entonces que matar es fácil. Demasiado fácil. Y no se interprete tampoco como una pasividad ante el asunto, nada más lejos de la filosofía de este autor, que lo aborda con amplitud en el ensayo El hombre rebelde (puede leerse en este enlace), pero que haría extendernos demasiado.

Entonces, lo insólito es que a pesar de tanto y todo, se puede elegir valorar la vida y vivir lo más posible, como una especie de venganza a la muerte pronta y sin sentido que ya se ha vuelto parte de nuestra cultura y, por tanto, de la forma normal de ver nuestra vida. “Uno debe imaginarse a Sísifo feliz”, concluye Camus, para sorpresa de muchos que veían venir cualquier cosa menos una actitud positiva. Entonces, si es tan fácil que puedan matarnos, debemos reivindicar el sentido de nuestra existencia y valorar la vida. Una forma de vengarse de esta crisis, entonces, es haciendo cosas que nos hagan ser felices.