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25 Aniversario de ‘Automatic For The People’. La extrema melancolía de R.E.M.

FOTOS: Internet.

Por Modesto Peralta Delgado

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Cuando descubrí, y cuando me grabé casi de memoria todas las canciones de Automatic For The People, fue alrededor de 1995, en prepratoria. El recuerdo más grato —de sabor ambarino—, fue haber puesto el cassette mientras un hermano, un amigo y éste que escribe, tomábamos unas cervezas en la azotea de un hotel en Ciudad Constitución. La noche caía sobre la polvorienta ciudad en la que hasta entonces, según mi memoria, jamás se habían cometido una ejecución o un secuestro. En los noventa y tantos, en esa ciudad pequeña del Norte Mexicano, sólo un puñado de jovencitos sabíamos la existencia de R.E.M.

Ese grupo de rock había dado el salto al estrellato con Losing My Religión. En 1991, hasta en las discotecas, todo mundo tarareaba este sencillo extraído de Out Of Time, considerado el más LP famoso de la banda de Athens, Georgia, y sin duda, hasta la fecha, puede pasar por el más representativo. ¿Por qué al año siguiente de ese enorme paso, con ese peso a nivel mundial, sacaron un disco que desde la portada y el primer sencillo —Drive— parecía un suicidio comercial? ¡Vamos, con un álbum tan oscuro y lúgubre, tuvieron que tener mucha confianza en la trayectoria de esta banda! Pero así fue: acabó vendiendo 20 millones de copias, según  la recomendable reseña de MondoSonoro.

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Fue el 5 de octubre pasado, cuando el Facebook me recordó que hacía 25 años se había publicado Automatic For The People. Y hay mucho que agradecer. No se trata sólo de un recuerdo personal de preparatoria, claro, vendiendo esa cantidad de copias, significa que en millones de hogares se dio acogida a ese álbum extravagante. ¿Sabías que el nombre el título del álbum se refiere al lema de un restaurante de Georgia, y esa cosa extraña de la portada, que parece estrella o piñata, es el logotipo de un hotel de Miami? Entonces, el grupo lo conformaban cuatro: Michael Stipe, en la voz; el guitarrista Peter Buck; el bajista Mike Mills; y el baterista Bill Berry. (Hay que anotar que hasta hace febrero de 2016, Peter Buck tuvo su residencia en Todos Santos, hasta que implicado en protestas contra el proyecto Tres Santos, salió de Baja California Sur).

Por supuesto, a 25 años, todo lo que las primeras impresiones pudieron haber causado, se sabe que no disminuyó en nada su calidad ni sus ventas. Sin embargo, es de destacar que sí se trató de un trabajo arriesgado y diferente a lo que habían hecho. Y eso es lo que hacen los verdaderos artistas, como Radiohead, que hacen literalmente lo que les da la gana con su música. R.E.M. entregó aquí doce canciones que permitieron un diálogo íntimo entre su audiencia y esas estrellas del rock.

Automatic For The People es un álbum —del que, por cierto, Bono, de U2, dijo que era “el disco de country más grande jamás hecho”— personal, íntimo, con una instrumentación y melodías acústicas y llenas de melancolía, y algunas deliciosamente depresivas como Everybody Hurts, probablemente la canción más conocida del disco y una de las populares de R.E.M.

Además, Man On The Moon, otro de los sencillos, vino a decantar en un maravilloso proyecto cinematográfico de la mano del director Milos Forman y un virtuoso Jim Carrey en la película del mismo nombre, contando la historia del comediante Andy Kaufman.

No hay mucho más que agregar de uno de los mejores —o quizá el mejor— álbum de una de las bandas de culto más famosas del rock, y que además no pueda leerse o verse en Internet; sólo nos sumamos a la nostalgia que nos despierta a los que en los 90’s descubríamos con ojos de jovencitos el mundo, y que lo hizo desde que lo pusimos en cassete o CD, pues Automatic For The People nació con melancolía.

 




20 años de ‘OK Computer’. Cuando Radiohead puso melodía a la depresión

Thom Yorke, líder y cantante de Radiohead. Fotos: Internet.

La Paz, Baja California Sur (BCS). El 21 de mayo de 1997 fue lanzado OK Computer, el tercer álbum de Radiohead. Para entonces, quien esto escribe, ni cuándo oírlo. Para mí, ellos sólo habían sido “la banda británica que cantaba Creep“. ¡Pfff, qué vergüenza! Seguramente escuché aisladamente alguna que otra canción de este álbum —que desde la portada, me parecía bastante fea, y con un título incomprensible— pero nunca me llamó la atención ni fui un seguidor entusiasta. Aquí escribo un poco de la historia de cómo llegó a mí y se convirtió para siempre en parte del soundtrack de mi vida, y con ello no sólo rindo un sencillo homenaje, sino que puedo hermanarme con quienes encuentren en esta música una píldora de placer… o de acompañamiento para la depresión.

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Yo había llegado a La Paz hacía diez años, en 2007, solo, con sólo 200 pesos que mi padre me dio para venir a buscar trabajo, luego de varios meses sin uno estable. Mi amigo Erik me prestó su vivienda en una zona al sur de esta ciudad, bastante retirado de la mancha urbana. Por ese periodo de tiempo trabajé en un restaurante, y por las mañanas dejaba solicitudes en todos lados; no me llamaban de ningún lado y yo tenía que lavar platos; así que llegaba agotado, de madrugada, a una casa semivacía y frecuentemente con unas cervezas, lo que constituía mi única compañía. Semanas pasaron en la misma situación, y junto a la grabadora de mi amigo encontré algunos CDs de Lucho Dalla, Joaquín Sabina, y el OK Computer de Radiohead, que pude escuchar de cabo a rabo, con un poco de escepticismo y un creciente deleite.

No soy un erudito en música, pero sí un apasionado del rock. Y sabía que dicho álbum estaba considerado entre los mejores en cualquier listado de la historia del rock. Sin embargo, con Thom Yorke y compañía me pasó lo que con Julio Cortázar: en los primeros acercamientos —más por una cuestión de que ‘había’ que conocerlos como un referente, que por auténticas ganas— no me impresionaron, no me convencían, incluso, me parecían sobrevalorados. Su material era poco entendido por mí y no lograban conectarme. Y al tiempo, tanto el escritor como los músicos, habrían de formar parte indisoluble mí. Y no me tuve que obligar a nada, llegaron en el tiempo adecuado, y tocaron las fibras más íntimas cuando se necesitó. Me parece un cliché bastante petulante decir que ciertos autores o bandas “no son para cualquiera”; creo que a veces, con algunos, se da un clic emocional/espiritual en ciertos momentos y es todo, pero cuando sí, su permanencia puede ser para siempre.

Radiohead, para mí, es un estado de ánimo, y en particular su OK Computer. Y por cierto, deprimente. No es la idea promover u orgullecerse de ciertos trastornos emocionales —otro cliché petulante el de aquellos que presumen sus enfermedades—, pero para nadie es un secreto que la banda británica posee esa peculiaridad. Su música no es, ciertamente, optimista. Sería un poco loco decir que este álbum está lleno de ‘baladas’; si bien, hay un par de momentos muy rítmicos, el álbum es predominantemente deprimente, nostálgico, denso y oscuro. Seamos francos: quienes lo han oído y no les gusta lo tildan de aburrido.

¿Qué tiene de especial este disco valorado mundialmente como uno de los mejores de la historia? Olviden que dije que la portada era fea y el título poco entendible. Cuando te conviertes en un apasionado y le navegas un poco en Internet, comprendes mejor las cosas: te apropias de la obra de arte. El diseño de portada e interiores buscaba reflejar la alineación en la tecnología, con un toque futurista de deshumanización. Y el ‘OK Computer’ —declaró Thom Yorke—, fue el grito que lanzó un chico japonés en una tienda de discos, y sonaba como una “aterradora frase”. Se sabe también que el álbum fue grabado en una zona rural en Inglaterra, lejos de los estudios de las grandes ciudades, producido por ellos mismos, lo que le dio no sólo el toque indie sino quizá el ambiente místico idóneo, para finalmente crear el disco que los catapultó a la fama mundial, y que les ha valido el reconocimiento como los genios de la música que son.

Los ‘cabezas de radio’ pueden hacer tranquilamente lo que quieran: el álbum de casi una hora de duración obtuvo discos de platino en Estados Unidos e Inglaterra, y es considerado de los mejores de la historia, comparado con los trabajos de The Beatles. Probablemente, junto con el Nevermind de Nirvana, OK Computer sea una de las obras maestras monumentales del rock de las últimas décadas. Pero todo esto es ‘apenas’ el producto y sus resultados. ¿Qué hay de sus canciones? ¿Porqué ha logrado conmover a millones de personas en el planeta, incluyendo a los de habla no inglesa, que quizá a veces no podemos analizar sesudamente las letras, pero el conjunto de su obra nos sedujo?

No es éste un minucioso de análisis, y ya que confesé no ser un erudito —éstas líneas son más producto del gusto y el amor que del conocimiento—, he de decir que Radiohead me conquistó hace diez años en esa etapa de desempleo, desamor y soledad. Así, en resumidas cuentas. Creep ya no es, de hecho, para su servidor, ni la mayor referencia ni su mejor canción. La primera que me embrujó de este álbum fue No Surprises; luego repetía y repetía en la grabadora, boquiabierto, ¡lo que se habían logrado estos virtuosos en Paranoide Androide!; y después —y hasta la fecha—, escribo una historia de ficción donde Let Down formaría parte si algún día llegara a trasladarse a un guión de televisión o cine; y ¿qué decir de Airbag que arranca el disco con una rabiosa guitarra para hablarnos de que una bolsa de aire nos salvó de morir aplastado en un accidente de auto?

Y esta producción me llevó a oírlos disco por disco, ignorando la fama de ciertos sencillos, para redescubrir sus primeros trabajos y encontrar una constante exploración en los posteriores —como suele pasar en la relectura de libros chingonsísimos. Por cierto, he leído recientemente que In Rainbows, otro disco excelente, pudo haberse gestado con el disco del que hablamos, es decir, pudo haber sido originalmente un álbum doble, pero hubieron de esperarse diez años para lanzarlo. No suena tan descabellado. De cualquier modo, el disco referido que cumplirá 20 años este 21 de mayo, fecha oficial de su lanzamiento, es una verdadera joya de la música contemporánea. Radiohead logró lo que sólo los grandes artistas pueden: dar voz —y ritmo— al sentir de una generación; OK Computer le puso melodía a la depresión y a la preocupación por el lado oscuro de la tecnología.