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#UnDíaSinNosotras: el paro nacional y el destino de México

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La Última Trinchera

Por Roberto E. Galindo Domínguez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). México se va a detener si el 9 de marzo las mujeres logran un paro nacional, las pérdidas económicas serán exorbitantes, se va a desatar un cisma sin precedentes que recorrerá la nación de frontera a frontera. Será un acto apoteósico generado desde abajo, del pueblo para el pueblo; las mujeres son la mitad del nuestro y están demostrando la podredumbre social en la que sobrevivimos todos. Ellas han incrementado las protestas contra la violencia en los años recientes, han salido a las calles a protestar más que cualquier otro grupo o sector social, sobre todo durante la presente administración federal.

De acuerdo con las cifras de los últimos cinco años, reportadas por el  Secretariado Ejecutivo del Sistema de Seguridad Pública, sobre la violencia contra las mujeres tenemos que los índices de feminicidio no se han disparado durante el gobierno de la Cuarta Transformación (4T), como se maneja en las redes sociales y en algunos medios de comunicación por quienes interpretan los datos duros de manera sesgada o particularizando los conteos de algunos lugares, para después generalizarlos a nivel nacional. Al contrario, en esas cifras se aprecia una disminución considerable en cuanto al índice de incremento de los casos durante el año pasado.

 

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En el año 2015 se registraron 411 feminicidios, en el 2016 fueron 602, en 2017 se dieron 741, fueron 891 en 2018 y 976 en 2019. El aumento de un año a otro es el siguiente: 191 casos más del 2015 al 2016, 139 más entre 2016 y 2017, 150 fue la diferencia entre 2017 y 2018, para que en el 2019 fuera de 85 casos con respecto al año anterior, el menor número para los cinco años revisados. Si analizamos las cifras de homicidio contra mujeres: 1,735 casos en 2015, 2,190 en 2016, 2,536 para el 2017, 2,773 durante el 2018 y 2,819 en 2019, tenemos una disminución mayor en el índice de incremento de los casos para el último bienio en comparación con los otros.

Lo anterior demuestra que la campaña mediática que señala una abrumadora alza de los feminicidios y homicidios cometidos contra mujeres durante la administración de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) es falsa. El problema es añejo y desde la década de los noventa se incrementaron considerablemente los registros de mujeres asesinadas, sobre todo en Ciudad Juárez, Chihuahua; y desde entonces los crímenes perpetrados contra mujeres han aumentado en rancherías, pueblos y ciudades, por todo el país. Lamentablemente las cifras totales de estos delitos no han aminorado.

La disminución en los índices revisados entre el año 2018 y el año 2019 no es algo que podamos atribuir a la nueva administración, pues está claro que no hay una estrategia a corto plazo para atacar el problema. Así mismo, este decremento coincide con el aumento de las protestas feministas en la Ciudad de México, manifestaciones que se reproducen en menor medida y con menos agresividad en otras partes del país. Lo anterior se ha dado a la par de que en las redes sociales se han denunciado diversos delitos y conductas de violencia de género.

Es posible, y tal vez puede ser comprobado, que la baja en los índices analizados sea una consecuencia de las manifestaciones feministas, de las pacíficas y de las agresivas; puede ser que sean las mujeres, manifestándose de maneras antes inconcebibles para ellas, las que estén acotando a los feminicidas y a los homicidas.

Por otro lado, algunas de las respuestas de AMLO hacia los reclamos feministas han sido desalentadoras y vacuas, otras ofensivas para ellas y para la sociedad, aunque siga diciendo que él y su gabinete trabajan día a día para resolver el problema de la inseguridad y la violencia; ese cuyo manejo será el que permita continuar a la 4T más allá del 2024, ese que de no ser acotado y disminuido hará que cualquier transformación de nuestro país, por pequeña o grande que sea, no sea suficiente.

Es el miedo a vivir en un país salvaje lo que puede unirnos como sociedad para exigir al gobierno que proceda con eficacia y para que cada uno actuemos desde nuestros ámbitos, pugnando por erradicar la podredumbre social que nos carcome desde hace décadas. Si a esta administración realmente le importan las mujeres en lo particular, dentro del panorama de la inseguridad y la violencia, deberá atender sus reclamos para de verdad procurarles seguridad. No podemos esperar a que las estrategias de fondo, las que atacan a la pobreza y a la desigualdad social, comiencen a paliar los crímenes contra las mujeres. Es urgente que el gobierno federal emplace estrategias de acción inmediata, así como ya lo hizo en cuanto a la corrupción, contra el huachicoleo y ante el desabasto de medicamentos provocado por algunas farmacéuticas; son necesarias acciones de campo que prioricen la integridad de las mujeres, así como también es imperante mejorar el proceder de las corporaciones de investigación policíaca y de procuración de justicia para la atención de las víctimas.

Parar el país un día será un acto histórico y renovador, pero desgraciadamente también puede ser desvirtuado por la injerencia de los partidos políticos de la derecha y por los detractores tozudos de la sin razón, esos que ahora esbozan una oposición. Será despreciable que quienes han sido generadores y perpetuadores de la violencia contra las mujeres y, en general, contra la población, se monten en la gesta feminista para obtener dividendos políticos; pero aún con esa hipócrita y oportunista intromisión, que ya se está dando, #UnDíaSinNosotras puede darnos una bocanada de aire fresco entre el tufo de parálisis gubernamental y social ante la crisis de violencia.

Las mujeres tienen la última palabra; si han excluido al género masculino de otras protestas, no dudo que puedan deshacerse de políticos, “intelectuales”, comentaristas y cualquier otro personaje mediático y taimado que quiera robarles la bandera de su lucha.

Si es necesario parar al país, cueste lo que cueste, que se haga, si eso es lo que se necesita para que el gobierno federal escuche con más atención el justo reclamo de las mujeres y que actúe en consecuencia, que así sea. Que se pare el país para que todos reaccionemos ante la crisis de violencia. Es tiempo de que AMLO encare de frente un problema heredado, sí, pero del que ahora es responsable como primer mandatario del país. No debemos aceptar más respuestas baladíes o decálogos sacados de la manga.

El presidente debe entender que una protesta de la magnitud que se avizora no es contra él, que es por el pueblo bueno y sabio que hoy no puede estar mejor representado que por las mujeres. AMLO debe comprender que de esta gesta, y de las acciones gubernamentales que se generen, dependerá en gran medida el destino de nuestra nación y debe tener muy presente que ya nadie toma en cuenta a los gobernadores para solucionar los problemas más importantes.

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AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




Las violentas feministas: odas, pétalos de rosa y diamantina festiva

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La Última Trinchera

Por Roberto E. Galindo Domínguez

 

Ciudad de México (CdMx). Se equivocan las mujeres encapuchadas al destruir las instalaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), pero lograrán su propósito; pues de acuerdo al nombre de la protesta Cacerolazo Separatista, que realizaron el pasado jueves 7 de noviembre en Ciudad Universitaria (CU), serán capaces de estigmatizar su movimiento, logrando separarse del grueso del movimiento feminista incluyente y de aquellas mujeres que no participan en éste.

Sus reclamos no son inválidos y no deben ser sobreseídos, pero de seguir el camino de la violencia, además de conseguir el rechazo social, van a encontrar una respuesta proporcional de aquellas personas (mujeres y hombres) a las que agredan en sus manifestaciones.

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No es la primera vez que las embozadas feministas causan destrozos a inmuebles públicos y privados, pero esta vez atentaron contra La Máxima Casa de Estudios y por ello contra toda la comunidad universitaria, además de que agredieron físicamente a varios estudiantes. Iniciaron su manifestación en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales; pasaron a la Facultad de Filosofía y Letras y en cuanto tomaron el Circuito Universitario empezaron a realizar pintas en banquetas y muros; en la Facultad de Contabilidad y Administración les cerraron las puertas, por lo que incrementaron el nivel de la protesta; al llegar a la sede de Trabajo Social rompieron los cristales de una caseta de vigilancia; más adelante, frente a la Facultad de Medicina cruzaron por las canchas deportivas y derribaron una portería, ¡gol para las feministas!, festejaron su triunfo con gran algarabía. Más enardecidas entraron a la Facultad de Ingeniería, en donde desbordaron la violencia: rompieron ventanales, mamparas, pizarrones, vitrinas, letreros, quemaron objetos, saquearon y destrozaron máquinas expendedoras y amenazaron a los estudiantes que las conminaron a no destrozar la biblioteca.

Pero aquí pasó lo que era previsible desde sus primeras manifestaciones violentas en la Ciudad de México: hubo quienes a pesar de las amenazas de las encapuchadas decidieron hacerles frente; pocos estudiantes se interpusieron entre las agresoras y las vidrieras; ellas armadas con palos, tubos y extintores los agredieron, a algunos los agarraron entre varias y los jalaron hacia el colectivo, donde les propinaron una cascada de golpes al mejor estilo pandillero, lo que indica que están bien preparadas para la confrontación y a eso van, pues no sales a protestar embozada y armada con un tubo o un palo, si no es porque vas a generar violencia y a agredir a quien se interponga en tu camino. El valor de los primeros para enfrentar a la marabunta, como les gusta hacerse llamar a las violentas, infundió valor a otros y otras que se fueron sumando, hasta que una multitud de estudiantes logró echar de la facultad a las transgresoras.

No discuto sus motivaciones, ni minimizo la violencia de género que las mujeres padecen, ni el acoso de que han sido objeto en la UNAM, ni las violaciones que algunas mujeres han sufrido en La Máxima Casa de Estudios; esa es una realidad y debemos erradicarla. Son ellas las que minimizan sus demandas enarbolando la generación de violencia, que para su desgracia es lo que mediáticamente va a permear más en las audiencias opacando sus demandas. Marchan de manera estruendosa, golpeando el piso con palos y tubos y haciendo sonar los tambores, justo como hacen las tribus y las pandillas cuando van a guerrear y es que a eso salen a las calles y a eso fueron a la UNAM. Con su sartén y su cuchara, utensilios que en manos de una guerrera se convierten en armas, se lanzaron a atacar a quien se les interpuso en su camino. Era de esperarse que en alguna de sus violentas manifestaciones alguien les hiciera frente, y eso hicieron muchos estudiantes de ingeniería, mujeres y hombres, y fueron ellos los golpeados pues no estaban preparados ni armados para repeler el ataque de las feministas del vandalismo, pero ya hubo un grupo que se les interpuso y logró detenerlas.

Es seguro que en adelante los colectivos feministas violentos encontrarán una respuesta a sus ataques, y es muy probable que cada vez la réplica de los agredidos sea más fuerte. En la Facultad de Ingeniería los estudiantes se interpusieron entre las agresoras y las instalaciones, y haciendo un frente común y con los gritos de “¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fuera!” las echaron.

Pero ya hubo connatos de bronca generalizada, ya les arrojaron objetos en respuesta; aducen las embozadas que hasta vidrios les lanzaron los estudiantes, ¿qué esperaban, que les declamaran odas y les arrojaran a su paso pétalos de rosas y diamantina festiva, cuando entran a su casa lo rompen todo, lo incendian y además los golpean?

Se equivocan las mujeres al generalizar el machismo a todos los hombres, pero yerran burdamente al salir embozadas y armadas a destruir cosas y golpear gente, pues no falta mucho para que encuentren, en el campo de batalla que generan, una resistencia más allá de los gritos y las cadenas humanas, van a encontrar puñetazos, patadas y palos, pues no todos van a estar dispuestos a tolerar ser agredidos físicamente sin responder. Y eso va a ser lo más desafortunado porque de seguir enarbolando la violencia de esa manera, en alguna de sus protestas va a suceder una desgracia o ¿será acaso que están buscando esa desgracia con cada lance contra los hombres que encuentran a su paso, buscando convertirse en mártires, para justificar aún más violencia?; puede ser también que sean tan torpes como para idear otro tipo de protestas más efectivas que vinculen el amplio espectro del feminismo y a aquellas mujeres que siendo víctimas del patriarcado no son activistas. A la larga van a conseguir el repudio de la sociedad, minimizando su causa y segmentando la lucha feminista.

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¿Por qué están enojadas las mujeres que marcharon?

FOTO: Graciela López

Colaboración Especial

Por Andrea Elizabeth Martínez Murillo

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Al día de hoy, la marcha feminista del 16 de agosto en la Ciudad de México no ha quedado indiferente. Se puede estar a favor o en contra, tener argumentos para defenderla o atacarla, pero ¿en realidad sé por qué están tan molestas las mujeres que marcharon?

En redes sociales han circulado muchas imágenes que contienen información sobre el número de feminicidios en México, sin embargo, pese a que manejan cifras alarmantes, parte de un sector de la población no ha desarrollado la empatía esperada. Y es que los comentarios que más resuenan son del tipo “estas no son formas”, “ellas no me representan”, “que se manifiesten, pero de manera pacífica”, entre otras. Lo que nos habla de la profunda apatía por parte de estas personas al sufrimiento de familias enteras que han vivido la agresión sistémica, histórica, sociocultural y demás violencias “invisibles” de nuestra sociedad.

FOTO: Mariana Greif

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En el artículo ¿Por qué a muchos enoja más una puerta rota que un feminicidio o una violación? en Plumas Atómicas  (2019), Karen dice que “se ejerce violencia sistémica cuando ante miles de feminicidios el Estado niega la gravedad del problema, y, encima es incapaz de asegurar la vida de las mujeres. Estos son crímenes más grandes e irreparables que no son resarcidos, no se enuncian y se excusan.”

Esta violencia es la que viven miles de mexicanas que día a día deben de enfrentarse a una sociedad machista, que ha normalizado la violencia a tal grado que no es capaz de diferenciar un “piropo” del acoso, o el hecho de que los quienes deberían de proporcionarnos seguridad, son quienes nos violentan.

La impunidad, la corrupción, la injusticia, el abandono, la falta de empatía, han sido algunas de las situaciones por las que un cúmulo de mujeres dijeron ¡Basta! Y estas mujeres han tomado las calles para exigir al Estado lo que por derecho corresponde: seguridad. Al grito “Ni una más” y “Vivas nos queremos” rompen no sólo el silencio, rompen con el estereotipo de lo que debe de ser una mujer y lo hacen con la conciencia de tomar las calles y recuperar los espacios públicos, esos en donde todos los días sienten miedo.

Sin embargo, el daño a estos espacios públicos ha generado más indignación que las miles de mujeres detenidas que han sido víctimas de violación por miembros de la Policía, del Ejército y la Marina, más que las 66 de cada 100 mexicanas que han sido víctimas de algún tipo de violencia, y todavía más indignación que los más de mil 800 feminicidios que van de enero a agosto del 2019, por sólo mencionar algunas cifras que aparecen en la Encuesta Nacional de Población Privado de la Libertad y la Encuesta Nacional Dinámica de las Relaciones en los Hogares, ambas de 2016, de INEGI.

Pero no es el daño al espacio público lo que en verdad incomoda, es que quienes lo hayan hecho sean mujeres, ya que muchas de estas paredes o monumentos son continuamente “graffiteados”, orinados y abandonados —en su mayoría por hombres—, sin levantar la más mínima molestia.

Y es que el ser mujer sigue siendo una desventaja en nuestro país, y esto se debe a la cultura machista que predomina en los hogares mexicanos, en donde el hombre tiene más libertades, de esta manera se premia al hombre que tiene múltiples encuentros sexuales, al que toma la iniciativa, al decidido, al independiente, mientras que estas mismas características en una mujer son mal vistas.

Por otro lado, es muy común escuchar frases como “calladita te ves más bonita”, “las señoritas se sientan con las piernas cerradas”, o “date a respetar”. Dejando la responsabilidad a la mujer de preservar su integridad, en vez de enseñar al hombre a no violentar a otra persona. Por lo tanto, bajo esta lógica, si es responsabilidad de la mujer —niña, joven o anciana— es su culpa si no lo mantiene así. Es por esto que cuando hay un feminicidio, violación, abuso o cualquier otro tipo de agresión, tanto las autoridades como la prensa cuestionan a la víctima y en muchos casos la culpan de lo sucedido, ya sea por provocadora, por salir a deshoras, por tener pareja o estar en casa.

En resumen, una mujer parece no estar segura en ningún lado, ni siquiera en su hogar, ya que el 70% de los agresores sexuales son familiares y todo esto bajo la mira de un Estado ineficiente e indiferente. De aquí la importancia de tomar los espacios públicos, ya que estos representan a una institución, y cuando estas no cumplen su función, intervenir esos espacios es también un reflejo de las carencias institucionales. Y si bien la violencia no es la solución, es muchas veces la única forma de ser visibles, de ser escuchadas y de lograr concretar acuerdos con mandatarios del gobierno.

FOTO: Galo Cañas

Además, lo medular de la marcha no es si estuvo bien o mal, como se ha querido reducir, sino visibilizar que toda la violencia que han sufrido las mujeres estalló, y mientras el Estado no sea capaz de garantizar su seguridad, las mujeres seguirán marchando y alzando la voz por ellas y por las que ya no están, porque aunque muchos no estén de acuerdo, estas mujeres están construyendo una nueva historia al grito de “Ni una más”.

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De la diamantina a los chingadazos

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La Última Trinchera

Por Roberto E. Galindo Domínguez

 

Ciudad de México (CdMx). Los grupos sojuzgados, agredidos y vilipendiados, han tenido que revelarse contra sus opresores. Las transformaciones sociales no son tersas, y como vimos en la manifestación feminista #NoMeCuidanMeViolan del 16 de agosto en la Ciudad de México, tampoco lo son en cuanto a las conductas sociales agresivas y criminales, sobre todo las que tienen que ver con la violencia de género que sufren las mujeres; y en este asunto los cambios requerirán por parte de las afectadas un largo batallar, pero también la participación de todos, pues como sociedad estamos involucrados en la reproducción de conductas violentas contra las mujeres. Y en ese batallar, que se gesta desde hace décadas, sólo hubo un paso de la diamantina a la violencia.

El 12 de agosto una mujer le arrojó diamantina al jefe de la policía Jesús Orta, durante una manifestación afuera de las oficinas de la Secretaría de Seguridad Ciudadana en la Ciudad de México, poco después un grupo de sus compañeras vandalizaron las instalaciones; esos actos se dieron en el marco de varias protestas de mujeres por la supuesta violación de una menor de edad por parte de cuatro elementos de la policía capitalina, en la alcaldía de Azcapotzalco.

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Tras esos primeros hechos violentos, las críticas y las opiniones a favor de la violencia ejercida por algunas mujeres no se hicieron esperar, muestras de apoyo y de repudio llenaron las redes sociales. Muchas mujeres dijeron que violentar autoridades, monumentos y propiedad privada no es nada comparado con violentar sus cuerpos y sus mentes, con las agresiones que ellas sufren; y sí, no lo es. Cabe resaltar que tras esos hechos no hablaron de infiltrados o infiltradas en su movimiento, se percibía a un amplio sector del género femenino solidario y orgulloso de la violencia que acababan de generar. Si es necesario que lo destruyan todo, que así lo hagan, dijeron en las redes otras y otros entusiastas de la violencia; otros, por supuesto, no compartíamos esa opinión.

Me queda claro que ninguna rebelión ha logrado grandes cambios sin infringir las leyes y el orden establecido por los grupos opresores, el mismo Gandhi tuvo que quebrantar la ley para ser tomado en serio por los ingleses. Es así que la indignación y la rabia de las mujeres encontró desfogue en la violencia, y es verdad que los daños a los monumentos históricos serán reparados; los daños materiales, públicos y privados, serán sufragados, y no se comparan en lo más mínimo con un solo feminicidio de los miles que debemos contabilizar en el país.

Sabemos que en muchas protestas ciudadanas hay infiltrados que buscan reventar  y desacreditar los movimientos, a veces los envían las autoridades, otras veces partidos políticos antagonistas,  o empresarios y líderes sindicales. Los infiltrados, vándalos y golpeadores, van disfrazados de anarquistas, militantes o manifestantes, en su mayoría son jóvenes que desatan el temor y la violencia arrojando petardos, rompiendo vidrieras, haciendo correr a la multitud para permitir a los policías encapsular manifestantes y aprehenderlos; los he visto trabajar en coordinación con los cuerpos policiales, en especial con el extinto grupo de granaderos. En la marcha del 16 de agosto no sucedió así.

También sabemos que, a veces, los que generan la violencia son miembros de los grupos que se manifiestan, pero son los más radicales y aprovechan el anonimato del tumulto y la rabia colectiva; en ocasiones esos individuos alientan a otros que se entregan a la agresión. De la marcha del 16 de agosto ya se han identificado a algunos infiltrados, sobre todo los sujetos relacionados a la agresión del periodista de Canal 40, ahora habrá que determinar quienes los mandaron y por qué.

Así mismo, hubo mujeres vandalizando, agrediendo, golpeando, arrojando objetos contra otros ciudadanos y puede que algunas de ellas fueran también infiltradas, y eso sería lo peor, pues estaríamos hablando de violencia ejercida por mujeres contra mujeres, pues estarían intentando reventar una manifestación cuyos reclamos son fundados y justos; pero la bajeza de la condición humana no es privativa de los hombres. También puede ser que muchas de ellas sean feministas radicales o, simplemente, legítimas manifestantes que al estar en el alboroto callejero también ejercieron la agresión, y de ser así sería la reacción lógica de un movimiento que busca una reivindicación social, que pelea la supervivencia de muchas de sus integrantes.

Es en parte debido a la violencia de las manifestaciones de la semana pasada, que la terrible situación de las mujeres mexicanas ha sido visibilizada nacionalmente y a nivel mundial, y eso deberá provocar que la autoridades tomen acciones efectivas para solventar sus legítimos reclamos. Desafortunadamente, la violencia desbordada genera otros daños, incluso a las mismas mujeres. El llanto de una mujer ante la impotencia de ver destrozado el vehículo en el que se trasladaron ella y su colectivo desde el estado de Guerrero, con el propósito de apoyar la marcha feminista, da cuenta de cómo la violencia ejercida por muchas de las manifestantes incluso afecta a sus compañeras.

También hubo mujeres que agredieron a mujeres reporteras, a mujeres policías y a bomberos. La violencia no es la ruta deseable para solventar las abismales diferencias entre los géneros, las injusticias, ni los crímenes; pero a veces parece que no hay otra salida; aunque también ha habido otros movimientos y otras manifestaciones que no han tenido que desbordar la violencia para conseguir sus metas.

La violencia no puede ser la única manera de detener la violencia. Tan sólo imaginen que el gremio periodístico, ese sí, una minoría en el país, saliera a golpear transeúntes y vandalizar cada que uno de sus miembros es agredido o asesinado; o que los luchadores sociales y ambientales hicieran los mismo, y que cada grupo que reclama algo siguiera ese camino; la sociedad sería caótica. Y el que no vea que la violencia nos desborda ya, es que no habita nuestra realidad.

Los cambios que requiere nuestra sociedad para lograr la integración de hombres y mujeres desde una perspectiva de igualdad y de equidad no se van a dar tan rápido como queremos, por desgracia, en el proceso se van a dar manifestaciones feministas violentas, y lo peor de todo es que hay quienes alientan esa canalización de la furia de las mujeres, cuando lo que deben buscarse son canales de comunicación con las autoridades. No se ha mencionado el actuar de contención de los grupos policiales de la Ciudad de México, de las agentes que participaron en los operativos; y se debe resaltar que no agredieron, o se llevaron a alguien, como sí se hizo en muchas otras manifestaciones de protesta durante otras administraciones capitalinas.

Ya se oyen voces diciendo, sin pruebas y estúpidamente, que es el mismo gobierno quien mandó a los infiltrados; no creo que a los gobiernos morenistas les convenga una ciudad inmersa en disturbios y protestas. En ese sentido será indispensable que se identifique a los agresores infiltrados, a todos, y a los que los mandaron. Además, tenemos que tener claro que los grupos opositores a los gobiernos capitalino y federal intentarán desacreditar y tergiversar sus acciones.

Pero queda una pregunta por responder ¿Qué van a hacer las autoridades con las feministas que rompieron cristales, que pintaron monumentos, que causaron incendios, que dañaron propiedad privada, que golpearon incluso a adultos mayores? En el tamaño y en el rigor de la respuesta se verá si el gobierno de Claudia Sheinbaum es como el de muchas de las administraciones pasadas, represor y autoritario. Aunque debería seguir las carpetas de investigación y castigar a todos los que infringieron la ley, incluidas las mujeres que participaron de la violencia, pues nadie debería quedar impune, pero no procederá contra las infractoras, pues sería topar de frente con un movimiento amplio y cada vez más grande y eso sólo agravaría el conflicto; aún a riesgo de que en las siguientes manifestaciones se desborde más la violencia; por lo que les tocará a los grupos feministas prever la participación de infiltrados y contener la furia de sus manifestantes, si es que quieren entablar un diálogo con las autoridades.

La realidad para las mujeres mexicanas es terrible, tan sólo en el primer cuatrimestre de este año, se contabilizaron 1199 feminicidios; y ellas no representan a un grupo minoritario, constituyen más del 50% de la población, y aún así son vulneradas y asesinadas en una sociedad históricamente machista, pero en la que, contradictoriamente, muchas mujeres reproducen el machismo desde el núcleo familiar. En nuestro país la mayoría de las víctimas femeninas permanecen anónimas, sin acceso a procesos legales válidos y a la impartición de justicia, eso cuando denuncian las agresiones; en muchos otros casos las víctimas ni siquiera llegan a esas instancias.

En este sentido, el esclarecimiento a cabalidad de la supuesta violación de la menor por parte de los uniformados será indispensable, pues uno de los reclamos de las mujeres es la aplicación de las leyes y la impartición de justicia. Si hay culpables deberán ser castigados, el crimen de comprobarse no deberá quedar impune, para eso es imperante que la joven que acusó a los policías se presente, acompañada de sus padres, a continuar el proceso legal, más aún cuando el país entero está al pendiente, pues eso garantizará que su denuncia, de corroborarse, no quede sin una respuesta efectiva.

Y aunque en México la realidad para muchas mujeres es atroz, eso no avala que de la diamantina pasen a los chingadazos generalizados, pues no todos los hombres son agresores, no todos son violadores y muchos apoyamos su lucha; y aunque no concordemos con su violencia, a veces el fin justifica los medios.

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Instituto Municipal de la Mujer dio cursos en Villas de Guadalupe, en La Paz

FOTO: Ayuntamiento de La Paz.

La Paz, Baja California Sur (BCS). El Instituto Municipal de la Mujer (ImMujer) de La Paz llevó a cabo el taller de decoración de tejas y retablos, en donde 17 mujeres de la colonia Villas de Guadalupe, se vieron beneficiadas con esta capacitación que servirá como base para emprender sus propios negocios, dijo su directora, María Concepción Amador Hirales.

La titular del ImMujer de La Paz destacó que se cumple con uno de los compromisos que se planteó el presidente municipal, Armando Martínez Vega, en su reciente gira por esta colonia, se da a conocer a través de un comunicado de prensa del Ayuntamiento de La Paz.

Este tipo de talleres se estarán llevando a más colonias del municipio paceño —dijo—, como el caso del fraccionamiento Las Vinoramas, en donde se está llevando a cabo el taller de sandalias. “El interés y objetivo por obtener mayores ingresos vendiendo sus productos en beneficio de su economía familiar”, dijo la responsable del Instituto Municipal de la Mujer en La Paz.

Para finalizar, Amador Hirales añadió que de igual manera, a las mujeres de esas colonias de La Paz se les brinda asesoría con especialista en temas de psicología, autoestima y derechos de las mujeres.