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¿Qué “casi” no hay feminicidios en Baja California Sur?

 

marcha feminicidios la paz

FOTO: Roberto E. Galindo Domínguez

Hilo de media

Por Elisa Morales Viscaya

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). “Mamá, y ¿por qué no la mataron con ropa?” La pregunta, en la dulce voz de una niña de no más de 7 años que presenciaba con inocente candor algunas de las pancartas con imágenes de feminicidios en la marcha del #8M en La Paz, me heló la sangre. Esa es la marca de los feminicidios, asesinatos de mujeres firmados de violencia y saña, que conllevan la aplicación de la fuerza corporal para someter a la víctima, muchas veces de la mano de agresiones sexuales.

“Aquí no pasa nada” es una frase que escuchamos constantemente los sudcalifornianos cuando se trata de la violencia e inseguridad que hay en el resto del país; al respecto del feminicidio se dice lo mismo, que aquí, en Baja California Sur, no hay (casi) nada de eso.  Y quizá, al compararnos con otros estados históricamente más peligrosos, podamos creérnoslo. Sin embargo, ¿qué dicen las cifras?

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De acuerdo a la información presentada por el INEGI en el documento “Estadísticas a propósito del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer” presentada en noviembre de 2019, de las 283 mil 466 mujeres de 15 años y más que hay en el Estado, 55.4% ha enfrentado violencia de cualquier tipo y de cualquier agresor, alguna vez en su vida. Es decir, 156 mil 973 mujeres han sido sujetas a actos violentos y discriminatorios alguna vez, a lo largo de su vida.

A partir de esta información es posible afirmar que la violencia contra las mujeres en Baja California Sur es un problema de gran dimensión y una práctica social ampliamente extendida en la entidad; más de la mitad de las sudcalifornianas han experimentado al menos un acto de violencia de cualquier tipo.

De éstas, 44 mil 724 fueron sometidas a algún tipo de violencia sexual, que van desde señalamientos obscenos, que las hayan seguido en la calle para intimidarlas sexualmente, o bien, que directamente las hayan manoseado sin su consentimiento o hasta violado.

Ser una mujer joven, factor de riesgo

Las mujeres que se encuentran más expuestas a la violencia son las jóvenes de entre 20 a 24 años, ya que 64 de cada 100 mujeres de esas edades han enfrentado al menos un episodio de violencia o abuso. En cuanto a la violencia sexual, la edad desciende aún más: de entre las mujeres jóvenes entre 18 y 29 años, cuatro de cada diez han sido agredidas sexualmente.

Asimismo, las adolescentes de 15 a 17 años presentan niveles altos de violencia sexual, emocional y física; siendo menores de edad, ya han sido víctimas de abusos de diversa índole.

Feminicidios

En 10 años (2009-2018) se duplicó el número de mujeres fallecidas por agresiones intencionales, ubicándose en 184, en comparación con los 71 casos ocurridos entre 1990 y 2008.

Como se aprecia en la gráfica de INEGI, a partir de 2015 se observa un aumento significativo de los asesinatos hacía las mujeres. Del total de defunciones por homicidio de mujeres ocurridas en 2018, más de la mitad (52.2%) corresponde a menores de 30 años, mientras que entre los hombres de las mismas edades es de 38.4 por ciento. Es decir, las mujeres jóvenes son las más expuestas a morir violentamente, incluso más que entre los hombres de esa edad.

La saña feminicida

Mientras los homicidios contra los hombres han sido perpetrados en su mayoría con arma de fuego (75 de cada 100, en 2018), entre las mujeres, 44 de cada 100 fueron estranguladas, ahorcadas o sofocadas, ahogadas, quemadas, golpeadas con algún objeto o heridas con arma punzocortante.

Los datos muestran que las mujeres son asesinadas con mayor violencia y saña, utilizando medios que producen mayor dolor, con el fin de prolongar su sufrimiento antes de morir y, sobre todo, mediante la aplicación de la fuerza física para someterlas.

Estos son los datos que arroja INEGI en el reporte antes mencionado, sobre las muertes por agresiones intencionales (homicidios) de mujeres, desde la perspectiva de las estadísticas de defunciones, que registran el fallecimiento de una persona y la causa específica del deceso, registrado en el certificado de defunción. Pero, ¿qué dicen las autoridades encargadas de la procuración de justicia en Baja California Sur?

 

Sin registro

Sudcalifornia suele aparecer con uno de los registros más bajos en México de feminicidios, pero de acuerdo con el Programa Integral para Prevenir, Atender, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres 2019-2024 de la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia Contra las Mujeres (Conavim), presentado en septiembre pasado, Baja California Sur está entre las entidades donde menos existen mecanismos y procedimientos para frenar e incluso detectar los feminicidios. El no aparecer en los radares nacionales de este delito no se debe a que no existan, sino que ha sido por omisión en su registro.

A pesar de que a mediados del 2019 se tipificó formalmente el delito de feminicidio en Sudcalifornia (antes de eso, únicamente se encontraba como agravante del delito principal, homicidio), la Procuraduría General de Justicia del Estado de Baja California Sur (PGJEBCS) continuaba sin reportar los casos de feminicidio, siendo señalados de negarse a investigar bajo perspectiva de género. Finalmente, en 2019 se registraron dos casos de feminicidio en Baja California Sur. En 2020, no se ha registrado ningún caso.

 

¿Qué hacer?

De inicio, se requiere visibilizar el feminicidio en Baja California Sur, dejar de maquillar las cifras y obtener los datos fiables y confiables que permitan dimensionar la gravedad de la violencia feminicida para combatirla. Si no se registra adecuadamente el delito, es imposible hacer una investigación con perspectiva de género y esto favorece la impunidad.

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AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.

 




La discriminación en Baja California Sur

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Ius et ratio

Por Arturo Rubio Ruiz

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Este día el país está paralizado, en un ejercicio organizado por colectivos en contra la violencia y la desigualdad, que buscan la visibilización de los efectos de la victimización de que son objeto las mujeres. Es importante combatir los efectos, pero también lo es combatir las causas, y entre ellas, destaca la discriminación, que, como carga atávica, sistemáticamente se encuentra presente en todos los campos de interacción social en nuestra nación.

En esta lucha, que no es de hombres versus mujeres, sino de una sociedad informada combatiendo patrones de conducta equivocada, debemos hacer énfasis en erradicar la discriminación, en todas sus manifestaciones y en todos los ámbitos. Debe prevenirse, y en su caso, sancionarse.

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Contamos en la entidad con un marco legal que la sanciona, pero resulta inoperante, pues a la fecha, nadie ha enfrentado una sentencia condenatoria por el delito de discriminación. Sin sanción, la conducta no se inhibe. Habremos de analizar las causas por las cuales el asunto es letra muerta en nuestro Estado.

Entre las novedades que presenta nuestro Código Penal en vigor, destaca la reforma publicada el 10 de abril de 2019 relativo al delito de discriminación. En el título séptimo encontramos el capítulo de delitos contra la dignidad de las personas, donde se tipifica la discriminación en el Artículo 205, que establece una pena de uno a tres años de prisión o multa de 50 a 200 días y de 100 a 300 días de trabajo a favor de la comunidad, quien por motivo de género, edad, estado civil, embarazo, raza, procedencia étnica, idioma, religión, ideología, preferencia sexual, color de piel, nacionalidad, origen, posición social, trabajo, profesión, posición económica, discapacidad, características físicas, estado de salud o cualquier circunstancia que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o afectar los derechos o libertades de las personas, previendo seis hipótesis específicas:

  1. Provoque o incite al odio o a la violencia;
  2. Niegue a una persona un servicio o una prestación a la que tenga derecho;
  3. Veje o excluya a alguna persona;
  4. Niegue o restrinja derechos laborales.
  5. Niegue o limite un servicio de salud, principalmente a la mujer en relación con el embarazo; o
  6. Niegue o restrinja derechos educativos.

En el numeral siguiente, 206, se incrementa en un 50% la pena e impone destitución o inhabilitación para el desempeño de cualquier cargo, empleo o comisión pública por el mismo lapso de la privación de la libertad, cuando se trate de un servidor público que, por las razones previstas en el primer párrafo del Artículo anterior, niegue o retarde a una persona un trámite, servicio o prestación al que tenga derecho. Este delito se perseguirá por querella, salvo que se trate de grupos vulnerables.

Más adelante, el código le otorga a la discriminación el carácter de agravante en figuras típicas autónomas, como el homicidio y las lesiones, pues en los numerales 131 y 138 incrementa la penalidad hasta en un tercio, cuando dichos delitos sean cometidos por discriminación hacia la víctima.

La tipificación de la discriminación como delito en México, tiene su antecedente en la legislación penal de la Ciudad de México, en ese entonces Distrito Federal, que tras la reforma constitucional de 2008 estableció en su Código Penal, Artículo 206, una pena de uno a tres años de prisión o de 25 a 100 días de trabajo en favor de la comunidad y una multa de 50 a 200 días de salario mínimo a quien discrimine por edad, sexo, estado civil, embarazo, raza, procedencia étnica, idioma, religión, ideología, orientación sexual, color de piel, nacionalidad o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas.

Tipificar como delito la discriminación, en los términos planteados, implica una enorme dificultad técnica para su acreditación ante los tribunales, pues presenta elementos constitutivos de carácter subjetivo de difícil acreditación y, por otra parte, lo amplio del espectro dificulta la concreción de la conducta atribuible al indiciado.

Muchos que son discriminatorios no pueden perseguirse penalmente, porque no nos proporciona el legislador una definición certera de “dignidad humana”, concepto jurídico que debemos entender en su doble dimensión como derecho subjetivo y como derecho objetivo, y por otra parte, resulta casi imposible probar que se discrimina teniendo como objetivo “anular o menoscabar los derechos de las personas”.

Podemos concluir que es inoperante por inaplicable el tipo penal de discriminación y, a menos que se haga una correcta adecuación, seguirá siendo letra muerta.

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¿Dónde están las madres? Cuando acusan la ausencia de las mamás en una tragedia

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Hilo de media

Por Elisa Morales Viscaya

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). De sobra se ha hablado de la inseguridad que ahoga nuestro país: homicidios, infanticidios y feminicidios de los que dan cuenta los medios de comunicación. Cuando la víctima es un menor de edad, suelen saltar quienes esgrimen un ejército de dedos acusadores y preguntan airados ¿Dónde estaba su madre,que lo permitió? Y esto nos lleva a preguntarnos, realmente, ¿dónde están las madres?

En México, de acuerdo con cifras del cuarto trimestre de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) 2017, el porcentaje de hogares monoparentales sostenidos económicamente por una mujer ha ido en aumento, registrándose que al 2017, casi el 30% de hogares es mantenido por una jefa de familia.

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No es de sorprender entonces, que la participación de las mujeres que son madres en el mercado laboral es notoriamente más alta para las madres solteras (69%) y para las que son separadas, divorciadas o viudas (45.6%). Lo que no implica que las madres con pareja no estén en trabajando.

En total, de las mujeres económicamente activas, 73% tiene al menos un hijo. De estas madres ocupadas en el mercado laboral, de acuerdo con cifras del cuarto trimestre de la ENOE 2017, seis de cada diez trabajan en el sector informal. Es decir, un alto porcentaje de madres se ve en la necesidad de cruzar diariamente el umbral de su hogar para garantizar el sustento de su familia ante la imperante necesidad de salir adelante, por ellas mismas y por los suyos, con la culpa a cuestas; estas madres ejercen un rol laboral que muchas veces no permite que permanezcan al lado de sus hijos, y requieren de apoyo para garantizar sus cuidados.

Sin embargo, ¿existen estos apoyos? Como ya vimos, existe una alta participación de mujeres en empleos informales, lo que se refleja en un bajo nivel de acceso a beneficios laborales: están expuestas a salarios inferiores, a condiciones de inseguridad laboral y suelen darse sin acceso a prestaciones sociales como las pensiones, la licencia por enfermedad, el seguro de salud, y, en específico, al cuidado y atención infantil como prestación laboral, entre otras (ONU Mujeres, 2017).

¿Quién los cuida?

Del total de mujeres solteras con al menos un hijo y que trabajan, sólo 11.4% tiene el beneficio de cuidado maternos por parte de su trabajo y, de acuerdo con cifras del primer trimestre de la ENOE 2017, apenas el 12.5% tiene la prestación de guardería para sus hijos.

La mujer trabajadora se encuentra en la encrucijada terrible de necesitar salir por el sustento de sus hijos sin que existan, ni por asomo, suficientes espacios otorgados por el Estado para garantizar que los menores queden a buen resguardo.

En consecuencia, en México hay cerca de 3 millones de niños que son cuidados en casas y, de estos, el 61% es cuidado por sus abuelos, que seguramente ejercen estos cuidados con mucho amor, pero no necesariamente se encuentran en las condiciones físicas, emocionales y económicas de afrontar la responsabilidad de guiar el desarrollo de los nietos, sin contar con que ellos ya han cumplido este rol con sus propios hijos.

Baja California Sur

En BCS, hasta el 2017 existían 33 mil 627 hogares monoparentales encabezados por una jefa de familia, de las cuales el 46.6% trabajan en actividades informales, con las desventajas que ya hemos planteado. Al respecto de los servicios de cuidado infantil en el estado, existen, por parte del ISSSTE, cuatro estancias infantiles; así como 14 guarderías por parte del Instituto Mexicano del Seguro Social, con atención a dos mil 408 menores en un horario de 7:00 a 16:00 horas. Un fuerte sostén para las madres con empleos informales o carentes de esta prestación, lo fueron las llamadas guarderías Sedesol, que contaban con un subsidio que permitía que el costo del servicio fuera accesible, desafortunadamente, con los recortes del gobierno federal a este apoyo, de las 74 que trabajaban en el 2017 solo sobreviven 60, y, de éstas, en casi todas se ha desplomado la matrícula hasta en un 50 por ciento.

¿Conciliación de horarios?

Cuando los menores ya están en edad escolar, el panorama puede parecer menos sombrío. Las horas que los hijos pasan en la escuela suelen ser las que las madres ocupan trabajando, sin la necesidad de procurar un tercer cuidador. Desafortunadamente, los horarios, días feriados, vacacionales y asuetos escolares, pocas veces empatan con la oferta laboral a la que se tiene acceso. Y nos enfrentamos entonces de nuevo a la acusación inclemente contra la madre que se retrasa a la salida de la escuela, la que manda al hermano mayor a recoger al menor, la que llega rápido por el niño y nunca para a averiguar de festivales o tareas, porque apenas tiene media hora para recoger a su hijo y dejarlo en casa de la abuela, antes de volver a trabajar.

Y ha sido ahí, en esos espacios de inseguridad que las necesidades económicas generan en muchas familias mexicanas, donde niños y niñas quedan expuestos a monstruos disfrazados de personas, que violan, que matan, que descuartizan.

Es urgente que nuestras autoridades fomenten puntos de encuentro para reflexionar sobre la posibilidad de adecuar y conciliar condiciones y horarios laborales y escolares, para proponer medidas y políticas concretas en favor calidad de vida de los 6.9 millones de hogares que se encuentran bajo la responsabilidad de una mujer y los casi 12 millones de niños en edad escolar que viven en pobreza.

¿Qué hacer entonces?

Organismos internacionales resaltan la necesidad de impulsar políticas dirigidas a reconciliar al trabajo y a las familias y, ante la creciente incorporación de las mujeres al ámbito laboral, citan políticas que alienten a las madres trabajadoras, cómo dar tiempo para el cuidado de los infantes después del parto, la seguridad social universal, apoyo con horario flexible que permita organizar su vida en familia y el cumplimiento de todas sus obligaciones laborales sin afectar salarios y derechos (ONU Mujeres, 2016), por ejemplo:

  • Incentivos fiscales a las empresas que implementen jornadas continuas con flexibilidad horaria de entrada y salida.
  • Incentivos a las empresas que permitan el trabajo desde casa
  • Regulación y financiación de un sistema de permisos remunerados parentales, así como la implementación de excedencias y reducciones de jornada por cuidado de hijos pequeños
  • Ampliación del permiso de paternidad, para favorecer la corresponsabilidad del cuidado de los hijos, y
  • Por supuesto, ampliar la cobertura y alcance de los servicios de cuidado infantil.

No basta con las buenas intenciones de una clase política que se esconda tras el discurso y haga proclamas en pro de la mujer trabajadora. Exijamos a nuestros gobernantes acciones reales que permitan conciliar la esfera pública y privada, congruente con las necesidades y responsabilidades de las madres trabajadoras.

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La doble discriminación contra la mujer lesbiana

 

FOTOS: Internet.

Sexo + psique

Por Andrea Elizabeth Martínez Murillo

La Paz, Baja California Sur (BCS). Este lunes ocho de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer, una fecha que busca reivindicar la lucha de las mujeres por la equidad de género. Este largo caminar tiene ya varios años de existencia y es gracias a las redes sociales que encontramos cada vez más cobertura y expansión. Ahora ya es común leer y escuchar el grito de Ni una menos y ni una más, de mujeres manifestándose y exigiendo lo que por derecho es propio: seguridad y una vida y trato dignos. Y, aunque suene obvio, este grito desesperado engloba a todas las mujeres, lesbianas, bisexuales y mujeres trans, a todas aquellas que siendo mujeres no son reconocidas por sus mismos grupos de apoyo o por nuestra sociedad. Pero, ¿de dónde viene esta invisibilidad?

Para abordar el tema, recordemos que las mujeres lesbianas son aquellas que experimentan atracción sexual, romántica o emocional por otras mujeres. El término lesbiana es mucho más adecuado que homosexualya que tiene un componente político de visibilización de las mujeres que gustan de las mujeres. Es importante mencionar que el lesbianismo es una orientación sexual, así como la homo y heterosexualidad y es diferente de la identidad de género, que es el grado en que cada persona se identifica como masculina o femenina. Es por esto, que encontramos a mujeres lesbianas que son muy femeninas y otras que no se apegan a este concepto, lo que no significa que se crean o se sientan hombres.

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Ahora bien, históricamente, las mujeres lesbianas han sufrido múltiples discriminaciones:

  1. Por ser mujeres y vivir en una sociedad heteropatriarcal, que las obliga a vivir bajo la sombra de un hombre y les impone roles muy específicos como el de madre, cuidadora y dedicada al hogar. Menciona Josefina Lyon “la mujer no se ve como una sujeta deseante y se entiende que la lesbiana, como no es madre o no tiene hijos, no tiene sexo”. En el imaginario social, la mujer que no sirve para tener hijos, se convierte automáticamente en la cuidadora, ya sea de los padres o de los hijos de hermanos/hermanas y agregados, abnegadas y prohibidas en su sexualidad. La única mujer que tiene permitido no tener hijos es aquella que se va al convento y le sirve de por vida a otro hombre”.
  2. Por tener una orientación sexual considerada como inexistente o desvalorizada, a diferencia de la homosexualidad masculina — que no ha sido aceptada pero si reconocida—. Se mantiene la creencia de que, lo que las hace lesbianas es que no han probado a un buen hombre, pensamiento que ha provocado la realización de prácticas barbáricas como las violaciones correctivas con el objetivo de cambiar la orientación sexual de la víctima o curarlas de su lesbianismo. Lo terriblemente preocupante de esto, es que, en muchas ocasiones, es la propia familia la que organiza esta violación para enderezar a la mujer, como lo señala la investigación “Estado de violencia: diagnóstico de la situación de las personas LGBTIQ”, donde se expone que, en el 75% de los casos de violencia familiar, se utiliza la heterosexualidad obligatoria como mecanismo de control.  Aquí también se moviliza una herida narcisista en los hombres: ¿cómo no le voy a gustar?, o la distorsión cognitiva de yo la voy a hacer mujer, como si un pene definiera lo que es ser mujer.
  3. Por su identidad o rol de género que se aleja del típico concepto de feminidad. Existen lesbianas con roles de género tradicionalmente masculinos, donde se visten y actúan como los hombres de nuestra sociedad, sin embargo, esto no significa que se sientan hombres, simplemente prefieren ese tipo de ropa y forma de actuar.
  4. Por pertenecer a un colectivo que, en el fondo, sigue siendo machista. Una de las grandes quejas de las mujeres lesbianas es que en el movimiento LGBTTTIQALesbianas, Gay, Bisexuales, Travestis, Transexuales, Transgénero, Intersexuales, Queer y Asexual— son solo la pura letra, ya que no están visibilizadas como voceras de los movimientos, como mujeres que tienen organizaciones propias y que siguen luchando para que desde ambos lados se respeten sus derechos.

Todo esto es dado por una sociedad que no concibe la posibilidad de que existan relaciones sexuales y/o emocionales en donde no haya un hombre o un pene de por medio, incluso, es sumamente frecuente escuchar preguntas del tipo “¿y quién es el hombre de la relación?”, “¿quién lleva los pantalones?”, o “¿quién es la activa?”. Para empezar, esas preguntas no se le hacen a las parejas heterosexuales, es como preguntar en el primer encuentro si te gusta que te metan el dedo en el ano, es algo sumamente personal que no le debería de importar a los demás; por otro lado, se sigue reproduciendo la idea de que una de las dos tiene que ser el hombre y esto no es así, el lesbianismo es reconocer que eres mujer y te gustan las mujeres. Y no, no se da porque un hombre les haya roto el corazón o se hayan llevado muchas decepciones, es una orientación sexual al igual que la heterosexualidad.

Gran parte de esta invisibilidad se debe a que la sexualidad de las mujeres a lo largo de la historia ha sido construida en su mayoría por hombres, que han estudiado estos movimientos con todos los prejuicios, ignorancia e indiferencia que su machismo les permite ver. Y es que, hablar de ellas, las lesbianas, significa dar por hecho que hay otras formas de vincularse con las personas que no es la heteronormada, hay matrimonios, parejas, triejas lésbicas que funcionan, son estables y llevan la crianza de forma adecuada, porque la orientación sexual no tiene nada que ver con la capacidad de formar lazos afectivos o de criar a hijos propios o ajenos.

 

También es aceptar que los hombres no son indispensables para el goce sexual femenino, lo que al parecer los ha puesto a temblar. Como muestra, tenemos las reacciones tan curiosas que se despertaron en torno al uso de un succionador de clítoris en el mercado, en donde varios hombres se sintieron intimidados por la respuesta tan alegre de las mujeres por este nuevo compañero sexual.

Son por todas estas razones y varias más, que las mujeres lesbianas siguen siendo relegadas de la vida pública, perseguidas y atormentadas por una sociedad que, dentro y fuera de los colectivos LGBTTTIQA, no las ha terminado de entender y mucho menos de aceptar. Es momento de parar la lesbofobia — discriminación, odio y/o rechazo hacia las lesbianas — y aceptar que son personas con una orientación sexual diferente a la norma y que eso está bien. Aprovechemos la coyuntura que nos brinda este próximo ocho de marzo: grita, lucha, alza la voz por todas las mujeres, no solo las que son convenientes para esta sociedad.

Bibliografía

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Concepción Mendizábal, la primera mujer ingeniera de México

FOTOS: Acervo histórico del Palacio de Minería.

Explicaciones Constructivas

Por Noé Peralta Delgado

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En estos tiempos que tanto se ha hablado de los manifestaciones feministas, y que muchos sectores de la sociedad han despertado y se suman a ellas en solidaridad con la búsqueda de mejores condiciones de vida para las mujeres, reconociendo que deben gozar de los mismos derechos que los hombres, hay también personas (hombres y mujeres) que denigran a estos movimientos sociales en México y en el mundo.

Hablar de las mujeres en el transcurso de la historia del ser humano, para muchos, suele traducirse como hablar de la compañera del hombre, comparsa de todo lo que este realice, omitiendo reconocer que la mujer es equiparable, y en ocasiones superior, al hombre, en conocimientos y destrezas; aunque, salvo por contadas excepciones, la fuerza física del varón llegue a ser superior. Desde la antigüedad, en el mundo ha habido mujeres que sobresalieron por su inteligencia y sus aportes a la ciencia y al conocimiento, y creo que el mérito al nombre más destacado de la mujer científica se lo llevaría la gran filósofa y maestra Hipatia de Alejandría, que hizo aportaciones en diversas áreas del conocimiento, pero sobre todo en las matemáticas y la astronomía.

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Por ser una ferviente crítica de la religión, y con razón, Hipatia tuvo de enemigos a los principales jerarcas religiosos de ese tiempo, que hicieron hasta lo imposible para bloquear sus descubrimientos y aportaciones científicas, al grado que murió de una manera muy cruel a manos una turba dirigida por el obispo Cirilo, quien posteriormente fue declarado Santo por la iglesia romana. Una frase muy acertada de Hipatia, aplicable a estos tiempos es la siguiente: Defiende tu derecho a pensar, porque incluso pensar de manera errónea es mejor que no pensar.

Las mujeres han sido capaces de igualar al hombre en el conocimiento de la ciencia, pero inmersas en una sociedad machista se enfrentan a obstáculos y escollos que en ocasiones no les permiten explotar todo su potencial, por las razones mismas de la sociedad regulada por el varón; sin embargo, en el siglo antepasado, sobre todo en Europa, iniciaron los movimientos feministas con la concientización de una sociedad más justa para las mujeres, estas expresiones lograron incentivar a muchas mujeres a estudiar y salir adelante, liberándose de la tradicional dependencia económica, ya no se diga en cuestión de derechos políticos. En México, llegaron un poco tarde las ideas feministas, fue hasta después del movimiento revolucionario que sufrió el país que se abrieron las puertas de las universidades a las mujeres con intenciones de estudiar.

La rama de la ingeniería fue de las que más necesitaba jóvenes interesados en ejercerla, por las necesidades del México moderno ya pacificado, y precisamente fue donde, inspirada por el espíritu por las matemáticas y animada por su padre, se reconoce a Concepción Mendizábal Mendoza como la primera mujer mexicana en obtener el título de ingeniera civil.

En el año de 1782 fue creada la Escuela Nacional de Ingenieros (ENI), la cual funcionaba en el Palacio de Minería de la Ciudad de México; con esto, México se convirtió en el primer país de Latinoamérica en fundar una facultad dedicada esta rama del conocimiento. Históricamente, desde su fundación hasta la época post-revolucionaria, esta facultad únicamente admitía hombres, situación que cambió a raíz de la Constitución en 1917. Para 1921, se tenía registro de 4 mujeres estudiando, incluyendo Concepción Mendizábal.

Al buscar la titulación y, con ella, el reconocimiento a su formación profesional, la situación de Concepción Mendizábal fue más difícil que la de sus otras compañeras, ya que, por razones que se desconocen, no había realizado sus estudios de bachillerato; así, a pesar de haber obtenido unas excelentes calificaciones probando su capacidad, se le negó el proceso de titulación que lo acreditara formalmente; esta situación no la frenó en su afán de conseguir el tan ansiado título, ya concluidos sus estudios en ingeniería civil, Concepción regresó a estudiar el bachillerato, algo irónico, porque me atrevo a asegurar que igualaba en conocimientos a varios de sus profesores, regularizando su situación académica de forma extraordinaria.

Alguien que influyó de manera notable en Concepción fue sin duda su padre, el también ingeniero Joaquín de Mendizábal y Tamborel, quien fue un destacado topógrafo de reconocida inteligencia, que, egresando como ingeniero topógrafo de su Estado de Puebla, prosiguió sus estudios como ingeniero militar en la Ciudad de México y, más adelante, recibió el primer título de ingeniero geógrafo en la República Mexicana. Concepción, desde muy pequeña tuvo una gran facilidad para aprender las matemáticas, razón por la cual don Joaquín la fue animando para que ingresara a la difícil carrera profesional para mujeres en la Escuela Nacional de Ingeniería.

Joaquín no pudo ver a su hija terminar sus estudios de ingeniería en 1927, ya que falleció de manera sorpresiva un año antes; tal vez fue en honor a su padre, quien tanto la incentivó en la ingeniería, que Concepción se mantuvo tenaz y firme en su objetivo para, finalmente, a la edad de 36 años, realizar su examen profesional y graduarse con la tesis: “Proyecto de una torre elevada de concreto armado para 300 m3 de agua, de 20 metros de alto con un mirador en la parte superior; desarrollando los principales detalles de la construcción.

Fue así como el 13 de febrero de 1930, enfrentándose a sinodales sumamente exigentes, Concepción Mendizábal presenta y defiende su tesis, aprobando el trance por unanimidad, logrando ser la primera mujer ingeniera (ingeniera civil) de México, sin duda un gran suceso para un país que poco a poco iba restaurando la paz tras las épocas violentas derivadas de la revolución armada, y que tanta falta hacía para el progreso del país; sus otras compañeras de generación no lograron titularse.

Concepción Mendizábal nació en la Ciudad de México el día 4 de marzo de 1893 y se graduó a la edad de 36, casi 37, años; a partir de su titulación, siguió ejerciendo tan noble profesión para ella, ya que después del sueño de construir carreteras y canales se especializó en topografía e hidrografía (como su padre), y se dedicó hasta sus días finales a la enseñanza; también formó parte de la sociedad científica ¨Antonio Alzate¨, que su padre creó.

Como ella misma comentó en una entrevista posterior a un diario de alta circulación nacional: …fui testaruda y perseverante y por eso logré el sueño de estudiar la profesión de la dureza de los materiales y la rudeza de los hombres.

El final le llegó a Concepción Mendizábal el día 23 de noviembre de 1985, quien fallece a la edad de 92 en la Ciudad de México; nunca se casó, ni nunca tuvo hijos, al contrario de sus primeras compañeras de generación, pero sin duda alguna hizo lo mejor podía haber hecho en vida, decidir por sí misma y dedicarse a su pasión: la ingeniería civil, pasión que la llevó a ser la primera ingeniera mexicana en titularse y, con esto, abrir paso a las mujeres mexicanas en un ambiente dominado por los hombres, demostrando que estudiar una ingeniería si era posible para una mujer, aún dentro de una sociedad machista.

En su momento nadie creyó posible que una mujer pudiera terminar y titularse en la ingeniería civil, debido al preponderante ambiente de “super masculinidad” en estas facultades, en las que se manejan prácticas hostiles como novatadas que han llegado a ser violentas; incluso hoy, se estima que solo 3 de cada 10 mujeres estudian ingenierías (eso sí, en la actualidad hay más variedad de ingenierías), y, desafortunadamente, en la ingeniería civil, muchas veces algunas personas de ideas retrogradas, incluso albañiles, se rehúsan a trabajar con mujeres, lo que lleva a limitarlas en su capacidad dentro de las constructoras a trabajos meramente de oficina.

Que la historia de Concepción Mendizabal nos inspire y nos recuerde que la capacidad no tiene género.

 

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