1

Juan José Arreola, a un siglo de su nacimiento

FOTOS: Internet.

Colaboración Especial

José Leónidas Alfaro Bedolla

San José del Cabo, Baja California Sur (BCS). Y aquí estamos Patroncita del Tepeyac, igual que el año antepasado y el pasado, vinimos a darte gracias por estar vivos, porque lo que es con las aguas que nos has mandado, nos ha ido del carajo. Han arremangado con todo, siembra, animalitos y la troje… pero ahora este año, Patroncita, de al tiro nos fue pior, ora también se llevó el chinami y ai dentro estaba mi tata, todo tullido el pobrecito, no se pudo defender, y nosotros batallando con los chilpayates, ni cuenta nos dimos, cuando voltiamos a ver, el camastro con todo y tata se nos perdió entre el remolino de las aguas. Por eso te vinimos a pedir, que nos perdones, y que intercedas con nuestro señor todopoderoso, pa´que mi tata sea bien recebido allá en el santo sagrado del Siñor. …Sí Patroncita, he oído lo que me aconsejas, ya se lo he dicho al Remigio, pero el Patrón hacendado nomás nos ha estado engañando, nos dio ese pedazo de parcela en mero centro del arroyo, y lo poquito que logramos cosechar no alcanza pa pagarle, y como es compadre del Síndico, pues ni al caso de reclamar… sí Patroncita, ya le dije al Remigio que mejor nos regresemos pal´ cerro, al menos allá no tenemos peligro de que nos lleve la… corriente”.

Con este breve relato, intentando emular el estilo del grande de la narrativa que fue don Juan José Arreola (1918-2001), pretendo hacerle un homenaje con motivo del centenario de su nacimiento. De La Jornada Semanal, suplemento cultural del 23 de septiembre pasado, aparté algunos comentarios muy interesantes. Por ejemplo, Javier Perucho refiere lo siguiente: La Feria (1963), de Juan José Arreola, y Pueblo en vilo (1968), de Luis González y González; una micronovela y una microhistoria: los autores, uno de Zapotlán el Grande, Jalisco, y el otro de San José de Gracia, Michoacán: aquí se invita a la exploración de “las semejanzas, la confluencias y los caminos paralelos entre estos libros capitales de la literatura y la historia mexicana del siglo XX”. Asimismo, Perucho afirma: “El legado prosístico de Juan José Arreola se percibe en el cultivo del regionalismo de La feria, la brevedad a ultranza, el fragmentarismo, la novela como rompecabezas cuyas piezas se encuentran diseminadas a lo largo del relato, aunque enlazadas por una misma figura”.

También te podría interesar: ‘Baja Rock’, la única historia del rock sudcaliforniano. Entrevista con Paco Galván

Xavier F. Coronado se refirió a lo que se puede definir como literatura: “Resulta difícil ponerse de acuerdo lo que define la literatura y entender por qué una serie de palabras con sentido individual y de conjunto, armonizadas en estructuras, llegan a ser consideradas como tal […] Por su parte Juan José Arreola descubre el genio del lenguaje que poseemos, aunque se haya o se halle dormido entre nosotros”.

Enrique Héctor González, opina: “Con acierto y calidez de lector todavía entusiasmado, aquí se recuerda y se celebra a uno de los dos grandes Juanes de nuestras letras, consagrado sin duda en la novela La feria, las semblanzas de Bestiario y las narraciones de Confabulario, unido a nombres clave como Antonio Alatorre, Jorge Luis Borges, Carlos Onetti y Lezama Lima, entre otros grandes del gran boom que fueron y son”. Y sigue diciendo González: “Juan José es –fue siempre— una suerte de Juan Rulfo tan opuesto al autor de Pedro Páramo como convergente en un idéntico espacio, tiempo y singularidad creativa; la otra cara de la moneda”.

Juan Domingo Argüelles, expone: “La buena poesía no está solamente en verso. En este texto se repasa con atención la vena altamente poética de un prosista consumado, que también fue un memorista de versos y poemas, y traductor inigualable de poesía. Bestiario (1959) y Palíndroma (1971) dan muy bien cuenta de ello. Por la libertad de su imaginación y por su inteligencia, rasgos de la gran poesía, este mexicano, a decir de Borges, “pudo haber nacido en cualquier lugar y en cualquier siglo”.

Argüelles también menciona: “Juan José Arreola, amó la poesía, la sintió y la comprendió, la intentó en verso, pero únicamente la consumó en prosa, lo mismo en sus ceñidos textos que escribió, deliberadamente con un propósito poético, que dentro de sus cuentos, narraciones breves y en La feria, esa novela atípica donde el protagonista es todo un pueblo. Sus poemas de circunstancias u ocasión, reunidos en 1996 en el brevísimo tomo Antiguas primicias, revelan a un buen hacedor de versos, pero no a un gran poeta. En esas pocas páginas hay, si acaso, dos o tres composiciones que poseen algo más que decoro, pero que no alcanzan jamás el nivel de calidad de su prosa narrativa y poética”.

“Tradujo magistralmente a Claudel, a Nerval y a otros poetas y sabía que le era imposible vivir sin poesía, aprendida de memoria y expresada en voz alta con maestría. Justamente al referirse a Claudel, escribió: “Hago mías sus palabras restándoles grandeza al repetirlas en mi pobre lenguaje de ciudadano común y corriente, porque no soy como él, un gran poeta”.

Sin embargo, muchos reconocemos a Juan José Arreola, como un gran poeta, lo fue –y lo sigue siendo-, porque interpretando lo leído, sintió la poesía hasta el fondo de su alma. Les recomiendo lean La Feria y El guardagujas, dos de sus mejores creaciones.

Entramos ya, a 17 meses de la terrible muerte de nuestro amigo y  compañero Javier Valdés Cárdenas, y los representantes del gobierno y la autoridad, siguen mostrando su ineptitud, es hora que no se sabe quienes ordenaron su muerte. Exigimos: ¡Justicia! ¡Justicia! ¡Justicia!




23 de abril, Día Mundial del Libro

IMÁGENES: Internet.

Colaboración Especial

Por Leónidas Alfaro Bedolla

 

San José del Cabo, Baja California Sur (BCS). El invento más grande de la humanidad es El Libro. Es la fuente del conocimiento. Se sabe que la historia del mundo se empezó a escribir esculpiendo la piedra. Los historiadores dan cuenta de una gran cantidad de escritos encontrados en culturas antiguas, de las más conocidas tenemos la Azteca; una muestra: con el calendario Azteca plasmaron la medición de el Tiempo. Las pirámides egipcias, también son otra fuente de sabiduría. De ahí nos podemos ir a los escritos  de los chinos que escribieron también en piedra, huesos, madera, seda y finalmente en papiros, origen del papel.

Fue en el año de 1440 cuando el alemán Joham Gutemberg (1399-1468), dio a conocer su invento: la imprenta moderna. Un aparato hecho de madera que producía escritos en papel en serie. En 1449 se produjo el primer libro: El misal de Constanza, aunque se ignora el nombre del autor. Fue hasta el año de 1452 cuando se imprimió en este sistema La Biblia, pues antes ya se había impreso de manera rudimentaria en papiros. Gutemberg produjo 150 ejemplares con el apoyo financiero del comerciante Johann Fust. Con esta producción la imprenta cobró relevancia en toda Europa, principalmente en la iglesia que era el bastión más importante en lo social y económico.

También te podría interesar: Conversación con Vargas Llosa. Un libro sobre literatura y dictaduras.

La imprenta llega a España en el año de 1465, venía de Italia, donde se ya habían Impreso los primeros libros en las ciudades de Florencia, Milán y Venecia. Fue en la ciudad de Segovia, donde Juan Park de Heidelberg, un comerciante de origen alemán, produjo una primera obra: El sinodal de la Águila Fuente, esto fue en el año de 1472, era un tratado reformatorio del clero. En Valencia, otro alemán de nombre Jacobo Vitzlán, produjo la que fue considerada la primera obra literaria popular: Troves en la hors de la verge María. Los valencianos fueron  los primeros en cobrar fama de buenos impresores, encuadernadores, ilustradores y curtidores de cuero, ya que forraban los libros con este material. Fue en Valencia donde se fundó el primer centro Editorial de España, de ahí que se les reconociera como “La capital mundial del libro”. La imprenta llegó a México el año de 1539, Fray de Zumarraga la trajo junto con un molino para industrializar papel. A Lima, Perú llegó en el año de 1584 y fue hasta en 1638 que llegó a los Estados Unidos.

El 15 de noviembre de 1995, la Unión Internacional de Editores, propusieron a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), por sus siglas en inglés, se determinara el 23 de abril como: Día mundial del Libro, para celebrar y fomentar la cultura y la propiedad intelectual del Derecho de Autor, la petición se aprobó el 15 de noviembre de 1995. Se eligió aquel día, en honor de conmemorar la muerte de dos de los más grandes creadores de la literatura: don Miguel de Cervantes Saavedra y Williams Sakespeare.

Cervantes Saavedra nació en Henares, España, en el año de 1547 y murió en Madrid el 23 de abril de 1616. Siendo de origen pobre, tuvo una vida difícil, se enlistó para luchar contra los turcos, en la batalla de Lepanto perdió su mano izquierda, por esa razón se le endilgó el mote de “El manco de Lepanto”. Al regresar a su tierra empezó a escribir, en el año de 1585 publicó su primera obra La Galatea. Veinte años después, en el año de 1605 dio a conocer la primera parte de un libro de aventuras de caballerías: El Quijote de la Mancha, la obra la completó con una segunda parte el año de 1615, meses antes de morir. Desde aquel momento el legendario Hidalgo Don Quijote de la Mancha empezó a cabalgar en el mundo literario para no detenerse jamás. El editor Juan de la Cuesta lanzó 1,500 ejemplares en Valencia, aquel  año se repitió 6 veces la edición con igual número de ejemplares; luego salió  para publicarse en: Italia, Bruselas, Lisboa e invadió el territorio de Shakespeare.  Aquel portento de libro, cuyo contenido ha logrado conquistar a millones de lectores, no ha dejado de publicarse alcanzando cifras impresionantes en casi todos los idiomas existentes, pero también ha sido motivo de inspiración para música, danza, obras de teatro, poesía y cine.

Williams Sakespeare, es el escritor más celebrado de la lengua inglesa. “El Bardo de Avon”, nació el 23 de abril de 1564 y murió el mismo día de 1616. Vivió una vida muy convulsa, renegó de todo para dedicarse a la literatura enfocado a producir teatro. Sus obras más celebradas son: Romeo y Julieta, Otelo y Sueño de una noche de verano. Estas y muchas más de sus obras, han sido consideradas para producir múltiples versiones de la manifestación en danzas, óperas, diversas variedades musicales, cinematográficas y del universo cibernético. De su inspiración poética resaltan 154 sonetos, y sus poemas: Venus y Adonis y La violación de Lucrecia son las más celebradas. Todo ello ha sido traducido casi al total de los idiomas existentes, y la cantidad de reproducciones se pierden en la bastedad de millones.

Con estas dos celebridades de la literatura tendríamos para disfrutar el resto de la vida, sin embargo, muchas otras obras que también han alcanzado celebridad, nos esperan, como muestra: La Peste de Albert Camus, El viejo y el mar de Ernest Hemingway, Pedro Páramo de Juan Rulfo, Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, La señal de Inés Arredondo, Balún Canan de Rosario Castellanos,  etcétera.

Los que NO leen, jamás entenderán que la nobleza de los gobernantes debe manifestarse con la honestidad y aplicación de la ley. Nosotros seguimos exigiendo: ¡JUSTICIA! ¡JUSTICIA! ¡JUSTICIA! Para nuestro compañero y amigo JAVIER VALDÉS CÁRDENAS y los más de 130 mil asesinados en este sexenio.

Leónidas Alfaro Bedolla. Escritor: sus novelas “Tierra blanca” y “La agonía del caimán”, búsquelas en Librerías Educal.




Escribir es un combate: el escritor como maquila

escribir-literatura-dos

Escribir, escribir, escribir… los dilemas del escritor moderno. Foto: Internet.

El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Ser escritor en estos tiempos no es cosa fácil, y más en México. Se pasa la vida uno construyendo un nombre, pero nada de ventas, lo cual es el fin de obtener lectores. Y esa es una cosa horrible. Ser publicado por las instituciones no es cosa mala, porque de algún modo resulta un impulso, un motor de arranque. Pero no puede uno seguir a la espera a que nos publiquen los gobiernos cualquier cosa que escribamos. Eso sirve para caer en el olvido y que vivamos en el autoengaño. Daniel Sada decía que era la mejor forma de tirar a la basura miles de ejemplares que no se leerían jamás. El trabajo de escritor es un trabajo hormiga, de buscar aquí y allá una editorial que se interese por nuestros inéditos, sobre todo que sea rentable y lucrativo. Llegar a un producto de esa índole requiere años de oficio, de lecturas ininterrumpidas, diarias, o de plano gozar de una genialidad literaria que rompa los cánones de la noche a la mañana. No todos gozamos de esa suerte.

Si una editorial llega a interesarse en nuestros libros, ya tenemos el primer logro alcanzado; el siguiente es convencer a los lectores de lo que hicimos y que se vuelva viral, como ahora gusta decirse en términos de redes sociales. Ese primer libro va lleno de esperanzas, de entrega, de desvelos, de incertidumbre, de la mejor calidad literaria de que dispuso el escritor durante su creación. Me vienen a la mente varios títulos de libros que por la manera en que se construyeron pronto se convirtieron en clásicos de la literatura. Cien años de soledad es uno de ellos. Pedro Páramo es otro. Un asesino solitario, uno más.

También te podría interesar “La mujer ladrillo”, la nueva novela de Eduardo Rojas Rebolledo

Uno siempre está lleno de prejuicios en torno a lo que nos gusta y no nos gusta, cuyos valores provienen de nuestro modo de pensar, nuestra educación, nuestros condicionamientos familiares, religiosos y sociales. Así que nos llamará la atención aquello con lo que nos identificamos o aquello que maneja un cierto tipo de lenguaje, cualquiera que éste sea. Leer, sin duda, nos pone a funcionar la imaginación y las neuronas. Un buen libro nos invita a querer otro más bueno, hasta que se vuelve un hábito. Una mente con lecturas es una mente que tiende a ser más creativa. Por supuesto, no es regla general. Compramos libros porque el autor está de moda, porque alguien lo recomendó o por aventurarnos a autores desconocidos para nosotros. A veces ocurren maravillas, otras sentimos que nos estafaron. De este modo, un escritor puede hacerse de un buen número de lectores y hasta de un club de fans.

Sin embargo, ¿qué pasa cuando un escritor se convierte en un best seller (un más vendido) y gana millones en su primera entrega? Para la editorial esto supone un momento importante, porque comercialmente el libro es muy lucrativo, y claro está, el propio escritor, quien ha entrado a las ligas de los que sí venden. Para quienes gozamos del libro, uno esperaría con pasión algo mucho mejor. Gabriel García Márquez le declaraba a Plinio Apuleyo Mendoza en su famosa entrevista de El olor de la guayaba, que su gran temor era convertirse en esclavo de Cien años de soledad; es decir, que dado el éxito del mismo, los lectores estarían esperando Cien años de soledad 2. Este pasaje de la vida de este escritor se entiende cuando lanzó al mercado El otoño del patriarca, que no tuvo las ventas espectaculares del anterior, pero sí demostró que no se había casado con el estilo de Cien años, y experimentó con otra forma de narrar. García Márquez se negó a convertirse en maquilador de su propia escritura.

gabriel-garcia-marquez

Gabriel García Márquez. Foto: Internet.

La pregunta que nos viene a la mente es: una vez instalados en el compromiso, en el contrato con la editorial, ¿perderemos la libertad de escribir cuanto tema se nos ocurra? La respuesta, en la mayoría de los casos, es sí. A la editorial no le interesan tus necesidades estéticas, tus necesidades filosóficas, o tu imaginación cuestionadora, a la editorial le interesa ganar y vender, lo cual es un hecho natural del mercado, puesto que son una empresa que viven de eso. Pero, ¿y el individuo, el escritor, dónde queda? ¿Se convierte en un trabajador, un obrero, un maquilador de las letras? ¿Ve frustrado su talento para acomodarse a las necesidades del mercado? Muchos hemos constatado que el primer libro resultó una maravilla porque no estaba sujeto a las presiones editoriales, sino a su propia entrega, carisma y capacidad de escribir. No obstante, los siguientes libros comenzaron a parecerse entre sí, pero no al primero. Algunas editoriales optan por exigirle al escritor sagas de aventuras para determinadas edades y públicos, con el fin de crear demanda. Conocen su negocio, pues. Sin embargo, el escritor, ¿dónde queda?, ¿qué papel juega?

Hace décadas los escritores pensaban en función de su obra, de su arte, de su estética, de su filosofía de vida. Hoy no es así o al menos no enteramente así. La narrativa es distinta. Sería difícil que un joven Gabriel García Márquez funcionara en el mercado de hoy, que tampoco es regla, pero esa es la tendencia. Escribir hoy en día no es para nada el ideal romántico del siglo XIX o de lucha como a mediados del siglo XX, donde el escritor es un héroe, un rockstar o de plano un marginal con clase (¡ay, Henry Miller!). Escribir hoy en día es un trabajo arduo y difícil, que no halla su camino ni el éxito tan fácilmente, y algunos morirán y no lo tendrán, o quizá después de la muerte (!Oh Kafka, mi Kafka!). ¿Quién quiere ser escritor?, de los que están horas nalga, de los que investigan, de los que corrigen una y otra vez, de los que arman un proyecto, de los que creen en lo que hacen, de los que no andan tras la lana como mendigos de su propia profesión, quienes mandan a concursitos de jóvenes sus libritos insípidos, pero al que no pueden entrar por rebasar la edad y utilizan a alguien para conseguir sus fines. Escribir, la verdad, es un combate con la vida.

escribir-literatura




Literatura y transición: del libro impreso al digital

literatura-libro-digital

Hay ciertas comodidades y ventajas que proveen las tabletas electrónicas para leer. Fotos: Internet.

El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Hoy en día la humanidad vive una etapa importante, que dio inicio cuando se inventó la primera máquina que permitió el desarrollo de las civilizaciones. Esa primera invención lo cambió todo. A partir de ahí, comenzamos a evolucionar hacia diferentes rumbos y nos hicimos dependientes de los artefactos que poco a poco invadían la vida cotidiana, primero de las tribus, después de las familias y al final de los individuos. A partir de ese progreso, las cosas se tornaron tecnológicas, es decir, el estudio de mejores técnicas para facilitar la vida cultural y económica de los pueblos.

La tecnología surge como parte de la inteligencia: el pensamiento, la imaginación se vuelven concretas. De todas las actividades del quehacer humano, la que adquiere mayor relevancia es la militar, primero como un modo de defenderse contra otras tribus y después como elemento de sujeción y dominio sobre otros pueblos. Los nuevos inventos de inmediato debían tener una utilidad bélica, pues gracias a esas tecnologías, una sociedad podía crecer teniendo el control ejerciendo las guerras contra los débiles o contra los más fuertes, y con ello esclavizar, explotar y colonizar a quienes conquistaban. La tecnología se volvió la base de los imperios, puesto que con ella desplegaban su poder para sostenerse a través del tiempo. Ganadores y perdedores.

De ese modo la tecnología era soporte bélico, sí, pero también ha sido parte fundamental del proceso evolutivo que hoy conocemos. Digo, las cosas no han cambiado mucho, pues las guerras aún siguen sirviendo para lo mismo y su tecnología es más terrorífica. Pero, por otro lado, la tecnología incluso está al servicio de cuestiones más nobles, más humanas, sensibles, con capacidad de asombro que en efecto apoyan la cotidianidad. La ciencia, la artesanía, la agricultura, las telecomunicaciones, las artes en general, se han beneficiado para que la humanidad se vea a sí misma más allá de las guerras, que no son otra cosa más que negocios o empresas de sangre; ser una humanidad capaz de madurar y de dar el salto a lo nuevo, que sea su propio respaldo y no autodestrucción, hacer consciente su lugar en el universo.

En cada etapa se han dado esas mutaciones, transiciones en las que hemos dejado atrás viejos modos de producción, costumbres, tradiciones, manías, actitudes y por supuesto, artilugios que comenzaron a prosperar con más rapidez a partir de la Revolución Industrial, pero muy en especial a lo largo del siglo XX. El invento del automóvil supuso un cambio brusco, por ejemplo; el avión, el primer vuelo para desprendernos del ombligo del mundo; los cohetes espaciales, la pauta para buscarnos a nosotros mismos en las estrellas.

Así, la Literatura (con mayúscula) también ha sufrido sus propias transformaciones, que comenzó con el invento de la imprenta. A partir de ahí, los libros se convirtieron en parte esencial de las culturas. Por supuesto que hay antecedentes de siglos atrás, e incluso milenios, de la necesidad de dejar huella del conocimiento adquirido, que no se perdiera la información. Pero es hasta la llegada de los libros que el conocimiento humano toma una directriz por completo diferente y se vuelve la razón de ser de la enseñanza y de la preservación de información destacada, nuestra visión de las cosas se amplía y poco a poco despertamos de la ignorancia: quitarnos la venda de los ojos y que nos deja darnos cuenta que nos han administrado la vida unos cuantos en beneficio propio, quienes garantizan así su estabilidad y privilegios económicos, políticos y religiosos.

libros-literatura

El poder de un libro es mucho y a veces no somos muy conscientes de ello. O más bien, como dice un clásico, la información es poder. De ese modo, los libros llegaron para quedarse desde la creación de la primera imprenta en 1444, más o menos. De entonces a la fecha el florecimiento de las distintas ramas del saber permitió un impulso exponencial que llega a nuestros días. Un artilugio da paso a otro más novedoso, más sofisticado. No hablaré de cómo las industrias han ido haciendo los aparatos domésticos más endebles para que duren menos y de inmediato se adquieran. La cosa es la ganancia y el negocio. Tampoco hablaré de parte de quién debe estar la tecnología, de cómo muchos filósofos la ven como un peligro en el proceso evolutivo de la razón y el pensamiento humanos. Hablo de la transición, lo que ocurre cuando dejamos atrás lo que ya no sirve y que requiere ser renovado.

Y la Literatura también ha sido partícipe de esos cambios, que creció con los libros, maduró, se reprodujo y hoy está ante la disyuntiva de si morirá o se fortalecerá como instrumento del saber humano. Ahí están los nuevos dispositivos electrónicos que nos sirven para almacenar bibliotecas enteras sin que tengamos que ocupar edificios, pues todo se reduce a un pequeño aparato. Pienso en los jeroglíficos de la cultura egipcia inscritos en las paredes de sus edificios más memorables o en las tablas de arcilla de los sumerios y su escritura cuneiforme: el espacio que tenían que utilizar y lo que los libros sustituyeron a partir de su aparición. Eso ocurre hoy en día.

Hace unos meses compré un dispositivo que me permitió guardar 300 libros electrónicos. No lo niego: lo he disfrutado enormemente porque facilita la lectura, no es cansado y sobre todo tiene aditamentos que nos dejan buscar conceptos desconocidos con sólo tocar la palabra en cuestión. El asunto a final de cuentas es leer para gozo intelectual, pero quizá me resisto a creer que el libro en papel desaparecerá. ¿El libro está agónico? No lo sé, lo que sí, es que la transición se está dando sin que se detenga. Quizá no quiero aceptar que tarde o temprano ese cambio se dará sin dudas, porque se hace necesario un control ecológico de las maderas, que es el origen del papel con que se hacen los libros.

Un dispositivo electrónico economiza, sintetiza, no genera más desperdicio de papel (aunque a corto y largo plazo los productos se vuelven desechables y por tanto en más basura), es más cómodo utilizarlo en más de una manera, pero también debemos estar conscientes de que su durabilidad no es eterna, que corremos el riesgo de perder la información si no respaldamos, lo cual es una locura porque siempre hay que estar haciéndolo. Por otro lado, y aquí es donde pienso que el libro en papel lleva ventaja, si no hay energía eléctrica, no sirve de nada el artefacto, que es como si no existiera; en cambio un libro no necesita enchufarse ni cargarse. Tal vez sea necesaria la generación de un producto sintético que sustituya al papel de origen vegetal para que su supervivencia se garantice.

La transición se está dando irreversiblemente, tal y como sucede con la televisión, que poco a poco ha sido sustituida por el Internet, pues la gente ahora puede decidir lo que quiere ver y no lo que de manera unilateral la vieja TV nos imponía y a la que no le podíamos replicar nada. Al tiempo, todo al tiempo, que más temprano que tarde llegarán las respuestas, en especial en esta era moderna en que todo cambia de un día para otro. Renovarse o morir. La transición está en medio de esos dos puentes.