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“La mujer ladrillo”, la nueva novela de Eduardo Rojas Rebolledo

 

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“La mujer ladrillo”, novela del escritor sudcaliforniano Eduardo Rojas Rebolledo. Fotos: Internet.

El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Las relaciones humanas son difíciles, universos encontrados, confrontados, que tratan de interactuar desde la personalidad, el carácter y el sentido individual de la vida. Todos somos eso. Cada uno de nosotros somos un intenso debate cotidiano por la supervivencia y el entendimiento de las cosas, que incluye la interrelación con nuestra especie. Cosa, repito, nada fácil.

Al vivir colectivamente, tenemos que convivir. Esa convivencia nos marca pautas, patrones de conducta, modelos a seguir para poder encajar lo más posible. No nos gusta ser diferentes y mucho menos que nos juzguen por eso. Rechazamos todo aquello que no se apegue a la norma social, que a veces se difunde machaconamente por los medios masivos de comunicación, en especial la publicidad comercial o la propaganda política. Pero lo cierto es que somos diferentes nos guste o no. El truco está en aceptarlo dentro y fuera de nosotros, así no habría tanto conflicto. Digo. Cada uno de nosotros carga en su historial genético y de vida los elementos que nos distancian de otro individuo. Claro, también hay puntos de alianza, puntos de coincidencia (y quizá ésos son a los que queremos aferrarnos con desesperación para no sentirnos solos o diferentes).

Recientemente estuvo en La Paz el escritor sudcaliforniano Eduardo Rojas Rebolledo para presentar su más reciente libro, La mujer ladrillo (publicada por el Fondo de Cultura Económica), cuya lectura nos ofrece un buen número de alternativas para ver la realidad. Alguna vez le dije a una amiga escritora que soñaba con escribir el libro más bello del mundo, o al menos que tuviera ese cariz, pero una vez que leí La mujer ladrillo creo que tendré que desistir de tal pretensión. ¿Por qué? Porque esta mujer ladrillo nos sumerge en un mundo totalmente maravilloso, que trastoca la realidad y nos pone de frente con lo disímil, con lo desconocido. El estilo, el lenguaje que utiliza Rojas Rebolledo nos guía de la mano con la emoción de enterarnos de un personaje entrañable y al mismo tiempo doloroso, una mujer que es capaz de despertarnos la sonrisa y también la compasión, en un sentido inteligente y muy humano.

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Eduardo Rojas Rebolledo. Fotos: Cortesía.

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De seguro otras lecturas, más académicas, podrán encontrarle reflejos o rescoldos de los grandes mitos de la humanidad, que son en esencia la respuesta a lo que el medio social provoca. Los mitos eran un modo de explicar el contexto y los temores de saberse conscientes. Pero Milagro, la mujer ladrillo, es un ser enclavado en su individualidad, con una naturaleza más sujeta a su cuerpo (nació sin piernas ni brazos) que a lo que pudiera resultar de ella como producto de las relaciones humanas. Son los personajes los que giran alrededor de Milagro y nosotros como lectores incluidos; Milagro gira sobre sí misma como un planeta lleno de vida, que orbita su sistema en silencio, pero que no deja indemnes a los demás, que sacude y los deja con las sensaciones a flor de piel. Milagro no sólo es un ladrillo libre de una pared, es una ficha de dominó capaz de transformarlo todo.

Eduardo Rojas Rebolledo ha sido responsable de crear desde la realidad de muchos este pequeño cosmos que nos habla de una mujer que fue abandonada del afecto de la madre, pero no del padre, con quien logra establecer un profundo vínculo que va más allá del amor: es la comprensión de lo que significan vida y muerte. El lenguaje con el que fue erigido este relato viene no sólo desde el oficio de un escritor con experiencia, sino también desde la ternura, desde la entraña misma del desgarramiento.

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He escuchado a algunos lectores decir que gracias a este libro son capaces de entender a una persona con las características de Milagro. No quiero referirme a eufemismos políticos, médicos, no-discriminatorios —etiquetantes—, porque eso encierra en un concepto lo que erróneamente tratan de definir algunos grupos sociales. Una persona es una persona y punto. No hay que ser políticamente correctos para saberlo. Milagro sólo es una mujer, pero el relato de su vida nos pone de facto en lo que sucede día a día con personas que tienen otras maneras de ser. La mujer ladrillo es un libro que forma parte del escritor, sus demonios y fantasmas, pero inclusive su lucidez y sensibilidad. No me cabe duda, Milagro, es un milagro literario que despierta nuestras fibras interiores y nos invita a reflexionar más allá de nuestros conformistas, prejuiciosos modos de ver la vida.

Ahora bien, al leer nos queda una sensación de haber recorrido un libro de poemas enlazados, unas prosas llenas de palabras sorprendentes que nos arman la visión de un pueblo, de una familia, que puede estar en cualquier sitio de Baja California Sur. No hay forma de ubicarlo en algún género. Dice el poeta Rafael Márquez Meza que inauguró el género no-género. Quizá por eso La mujer ladrillo no sólo es diferente como personaje, sino también el universo en que se ubica. Por donde se le vea, este libro de Eduardo Rojas Rebolledo es luz ante el embate de la literatura inmediatista, oportunista (libros de temporada). Una brisa ante la violencia impuesta que nos agobia y que ya se trasladó al comercio de la literatura. Milagro, entre sus lectores, ya hizo lo suyo.

*Eduardo Rojas Rebolledo, La mujer ladrillo, México, Fondo de Cultura Económica, 2016, 122 páginas.

 




Literatura, locura y llamado; ¿por qué escribir?

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¿Por qué escribir? Imagen: Internet.

Colaboración Especial

Por Jorge Peredo

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). “Tal vez, habrá muchos que digan que sólo un niño o un loco piensa en escribir en México en esta época aciaga de desmoronamiento social, y pretende ser leído a la luz rojiza del incendio y estruendo de los cañones”. Aunque esto fue escrito por Juan Díaz Covarrubias en 1858, parece algo que cualquiera diría en estos días en los que el estruendo es de los cuernos de chivo… Entonces ¿por qué escribir? Primero, escribes porque experimentas esa “atracción inexplicable e irrefrenable” de la que Octavio Paz habla en el prólogo del primer tomo de sus obras completas y  “el llamado nace de una disposición innata que nos otorga, en proporciones variables, la capacidad de hacer las cosas. Además, nos da el goce de consagrarnos a aquello que amamos. El llamado es interior y puede ser instantáneo o paulatino; apenas se manifiesta, deja de ser una revelación, es decir, el descubrimiento de una afición oculta, para convertirse en una imperiosa invitación a hacer. La palabra central, el corazón del llamado, no es el conocer sino el hacer”.

El hacer del llamado es algo muy íntimo, dice Octavio Paz, que el hacer es buscar ser. El pintor es porque pinta y pinta porque es. En el caso de la literatura, yo pienso que escribes porque tu voz necesita de la pluma, porque necesitas de la pluma para tener voz, para convertirte en ella, que tus palabras necesitan vivir más allá de ti, sin ti, en el papel, en otros ojos, en otros corazones, en la mente; algo te dice que no eres nada hasta que te vacías en la hoja. Lo sabes porque lo amas.

Ese llamado llega ahora —como entonces— en tiempos aciagos y uno corre el riesgo de ser tachado de niño o de loco; de ser acusado de despilfarrar la mente y el alma: de doblar el lomo en nombre del desperdicio y todo lo que haces termina, ante los otros, pareciendo una locura. Escribir es absorber e intentar devolver por ósmosis inversa; adentro, en el corazón y en la mente alguna alquimia transforma lo real: lo concentra, lo tamiza; hay una concreción y si se puede lo depura —aunque dicen que el corazón no es una forja.

Pretendemos vivir en tranquilidad en un mundo loco: queremos normalizarnos, estar a gusto en un espacio pequeñito y familiar, como si una burbuja pudiera aislarnos de todo el desmadre; se nos olvida que las burbujas estallan al segundo de su nacimiento. Con cada golpe del teclado o mandoble de la pluma se revientan realidades. Tal vez buscamos aquella literatura que para el victoriano H.G Robinson abre “la región serena y luminosa de la verdad donde todos se encuentran y todos se espacian unidos más allá del ruido y el alboroto de una vida prosaica plena de preocupaciones, negocios y polémicas…”. En un mundo que amenaza con desmoronarse: en dónde no sabemos quién es quién, no conocemos sus políticas, ni sus leyes: nos dicen que son unas y todo el tiempo presentimos que son otras; el aspecto que aprehendemos de nuestra realidad corre el riesgo de ser una máscara. Todo el tiempo gente muere de forma violenta y hay razones, pero no tragamos nada, truenan los cañones y una guerra sin nombre ni motivos recrudece.

El escribir y la forma de interpretar el llamado varían. Unos gozan cuando escriben, otros sufren. Unos lo hacen por dinero otros porque lo necesitan otros como Flaubert y Vargas Llosa porque es “una manera de vivir”. Kafka escribía por  compulsión, era algo casi orgánico. De siete de la tarde a una de la mañana, Kafka entraba en una especie de trance y escribía sin parar. En ese estado K. escribe las cosas más raras e inesperadas: sobre legislaciones desconocidas y recintos ocultos desde las que seres sin rostro asistidos por un órgano burocrático inexplicable controlan las vidas de las personas siempre en pos de fines que nunca parecen tener sentido; escribe sobre la angustia y la desesperación de vivir en ese mundo prisión; escribe sobre máquinas de muerte y deshumanización y luego muere con los pulmones llenos de coágulos. Kafka tenía miedo de que su obra se conociera porque era pura neurosis, de cualquier modo el destino quiso que una parte fuera rescatada, lo demás fue destruido por un régimen totalitario que vio en sus letras una profecía.

El que escribe, debe enfrentarse a la neurosis de su era para encontrar sentido y tal vez nunca lo encuentre pero quizás logre iluminar a otros sobre el sinsentido de sus propias vidas; podríamos pensar que está en busca de la verdadera realidad. El escritor poblano José Luis Zárate dijo que “el papel del escritor y del artista en general, es el de ser el canario en las minas. El gas que hoy conocemos se le ha añadido productos que le proveen de un olor específico, cuando en realidad el gas no huele a nada y resulta mortal. Los mineros bajaban hasta las entrañas de la excavación acompañados de un pájaro, y si este moría, era  momento de salir corriendo de ahí antes de que el lugar explotara. Este es el trabajo del artista, que ha afinado su sensibilidad a tal grado que son los primeros en denunciar lo que acontece a su alrededor y evidenciarlo a través de su obra.”

Franz nunca debió ser ignorado, él fue el canario de minas de su tiempo, éste loco fue un sacrificio de la era, ahora lo sabemos y aun así, aunque decimos que no, preferimos ignorarlo. Existieron otros canarios, como Phillip K. Dick quien envenenó su cerebro sólo para poder decirnos que nuestra realidad es un simulacro; como Aldous Huxley que también fue un visionario psiconauta; como José Revueltas quien fue a prisión por atreverse a narrar la corrupción y el miedo; como Sade quién tras dejar al descubierto las vísceras hipócritas de la sociedad fue encerrado en el manicomio. Como muchos otros, lunáticos o no, raros o medio piratas que escribieron obras que en su tiempo carecieron de sentido pero que hoy en día nos dicen muchísimo sobre los miedos, las pasiones y los dolores de nuestra gente: en tiempos de guerra —¿existen otros tiempos?— el escritor es un canario que respira la locura.




Cuadernos de la Serpiente publicará antología; ¿inicia la narcoliteratura en BCS?

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Raúl Cota Álvarez en la presentación del número 31 de la revista Cascabel. A su izquierda el maestro Raúl Antonio Cota, su padre. Fotos: Modesto Peralta Delgado.

La Paz, Baja California Sur (BCS). La semilla en la voz, Cartografía poética de Baja California Sur es el título del proyecto más ambicioso de Cuadernos de la Serpiente, editorial independiente dirigida por Raúl  Cota Álvarez, el cual se publicará a mediados de este mes o de enero de 2017; en entrevista, el también colaborador de CULCO BCS, habló sobre la trayectoria de esta alternativa de difusión de literatura en BCS, y lo que parece ser inevitable: la narcoliteratura que habrá de surgir en cualquier momento en la entidad.

“La editorial Cuadernos de la Serpiente nace como una opción, un cauce más para darle proyección a los escritores del estado. Vemos que tenemos una editorial institucional, que es la Coordinación de Fomento Editorial del Instituto Sudcaliforniano de Cultura (ISC); y un proyecto editorial en la Universidad Autónoma de Baja California Sur (UABCS); pero la demanda supera la oferta. Tenemos muchos escritores, hay tiempos que se sobrepasan por la producción literaria de nuestros creadores y buscamos la manera de hacer un proyecto que no le cueste al autor y que al lector le cueste muy poco, y ese costarle muy poco sea un ingreso que nos permita seguir adquiriendo material para editar al siguiente autor. Es un proyecto meramente sustentable para darle promoción y difusión, y nace exactamente en octubre del 2014”, recuerda Cota Álvarez.

El primer número: La ciudad y otros gatos, de Omar Murillo, pretendía publicarse en septiembre de 2014, sin embargo, el huracán Odile lo retrasó para octubre. Y desde entonces no han parado de promocionar a nuevos talentos en poesía y narrativa en Baja California Sur, sumando 12 títulos hasta el momento. En la presentación más reciente, Sabor a Soledad de Mike Olvera, se vendieron 96 ejemplares, un récord hasta el momento; sin embargo, el más vendido de toda la colección son los Cinco minutos de locura, de Jorge Peredo (Premio Estatal de Cuento “Ciudad de La Paz” 2016), que tuvo un tiraje inicial 300 ejemplares, pero hubo que hacer una reimpresión a petición de una maestra del Cobach que lo encargó como lectura para dos de sus grupos. Ha vendido 400 ejemplares.

El proceso de publicación

Cota Álvarez contó que Cuadernos de la Serpiente es una editorial de puertas abiertas, sin distinción de género, aunque la mayor parte hasta el momento ha sido poesía. Para que un autor pueda ser publicado, primero se pide un trabajo con una extensión de máximo 25 cuartillas. “Llega el manuscrito; lo revisamos en conjunto los miembros del consejo editorial; hablamos con el autor, inmediatamente después de haber hecho correcciones; se toman en cuenta consejos y lo que proceda; se imprime; se manda a costura; se manda a perfilado; y se empieza el proceso de promoción. Y finalmente se busca un recinto, generalmente las distintas bibliotecas de la ciudad”.

Los distintos títulos de la colección se pueden encontrar en la Casa del Libro Sudcaliforniano, en Altamirano entre 5 de Mayo y Constitución —en El Ágora—; en Cafebrería Camelbook, en Francisco J. Mújica y Colosio, en la planta alta de la  plaza;  y vía redes sociales en la página de Facebook de Cuadernos de la Serpiente o la del propio Raúl Cota Álvarez.

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La semilla más ambiciosa

A poco más de dos años de trabajo y 12 títulos en su haber, Cuadernos de la Serpiente presentará a mediados de diciembre, o a más tardar a mediados de enero próximo —“por cuestiones de maquila”, explica Cota Álvarez— la antología La semilla en la voz: cartografía poética de Baja California. Se trata de una obra “que nació de la sociedad civil, con recaudación de fondos con recompensas. Es un proyecto muy importante ya que no sólo presenta a los nuevos creadores de poesía del estado, sino que pretende ser el punto de partida de un fondo editorial independiente para seguir generando proyectos”.

“Sí, es el más ambicioso —subrayó—, porque estamos hablando de 28 autores, estamos hablando de autores de todo el estado y de un formato distinto al que manejamos; no tan austero, no tan artesanal, sino un formato totalmente comercial que tiene ya los formatos institucionales, que pudieran abordarse un formato más cómodo; con un diseño más elegante; con un tiraje de 500 ejemplares que pretende distribuirse en todo el estado. Es el más ambicioso pero también es como la puerta a una nueva etapa en la editorial que pretende avanzar en este sentido”. En su momento se darán a conocer los datos de su presentación, y se calcula que el costo del ejemplar ronde los 50 pesos.

Se asoma la narcoliteratura a BCS

Al preguntarle a Cota Álvarez si no le han llegado textos con temática que giren alrededor del narcotráfico, respondió que “en textos sueltos sí. Sí  hay minificciones, Jorge Arce Gálvez ha incursionado en ello; José Luis Gómez también; y pues ya hay un libro publicado por el ISC, Cuentos cortos de narcotienditas de Amado Malváez. Pero en sí, que nos haya llegado material específico o material que dentro de los temas trate éste, para edición de la editorial, todavía no lo tenemos”.

Sin embargo, al preguntarle su opinión del posible arribo o conformación de la narcoliteratura en Baja California Sur, lo ve como algo prácticamente inevitable. “Lo leía hoy mismo en La Jornada, una plática que tuvieron Elena Poniatowska y Paco Ignacio Taibo II en la Feria Internacional del Libro. Ellos dicen que quisieran hablar de su familia, de temas más agradables, pero la realidad los rebasa, los aturde, los contamina. Yo creo que aunque nos desagrade, nos entristezca, quisiéramos evadirlo, y luchemos de manera paralela por generar otro tipo de entorno, nos absorbe, y también, tenemos que hablarlo. No hacer una exaltación de esta situación, pero sí sembrar un panorama, cómo nos está afectando, cómo podemos verlo de otra manera, a lo mejor para anestesiarnos, o por menos enfrentarlo desde otra óptica que no sea tan cruda”.

Mientras tanto, los jóvenes literatos publicados en esta editorial aún escriben —en general— sobre temas de la región. “La temática es la de los jóvenes creadores. Tenemos la soledad, el desamor, la locura, o la percepción que tenemos del entorno y que pensamos que es totalmente distinta a lo que se percibe naturalmente y lo etiquetamos así, como una locura de nuestra parte, que viene siendo la creación misma de la literatura. En narrativa, en poesía predomina el entorno, el canto al mar y al desierto, el terruño, la regionalidad.

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Finalmente, al cuestionar la promoción de la literatura en la media península —desde las editoriales institucionales a las independientes— de hoy comparada a unos tres años atrás, Cota Álvarez cree que hay que voltear más a lo que se hace más al interior del país, entrarle más como sociedad civil y no temerle a la iniciativa privada.

“Va creciendo, si bien es cierto que la UABCS ha ralentizado la aparición de sus libros pues es porque tienen un consejo editorial exigente que ha filtrado en demasía las propuestas; el ISC tiene muchas más publicaciones, ha diversificado los temas, los formatos, y los abordajes, ha llegado a nuevos públicos. Aparece Cuadernos de la Serpiente como una opción independiente. Hay editoriales que se están formando como Insomnia, que es una editorial de unos chavos de la UABCS que están preparándose para lanzar un proyecto cartonero; apareció Átropos, que es una editorial que acaba de publicar el primer título en el Encuentro de Escritores Lunas de Octubre. Tenemos propuestas, nos estamos dando cuenta como sociedad que tenemos que dar proyectos desde la sociedad civil de tener opciones independientes además de las institucionales, además de la iniciativa privada. Creo que tenemos que voltear mucho al interior del país (…) Las salas de lecturas son muy importante en este proceso que tenemos, porque volteamos más a ver los libros, buscamos más opciones”.




Juan Pablo Rochín, el poeta más galardonado de Baja California Sur

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Juan Pablo Rochín Sánchez. Fotos: Cortesía.

La Paz, Baja California Sur (BCS). Con 39 años de edad, Juan Pablo Rochín Sánchez —nacido en La Paz, BCS, el 5 de mayo de 1977—, acaba de obtener el Premio Estatal de Poesía “Ciudad de La Paz” 2016 por su trabajo La tumba de poeta. Ésto, luego de que el año pasado ganara el Premio Regional de Poesía, y habiendo ganado en años anteriores el estatal de ensayo y el regional de cuento, lo que lo convierte en uno de los más galardonados en estos ya tradicionales concursos literarios que otorga el Instituto Sudcaliforniano de Cultura (ISC).

Si bien, nombres como Leonardo Varela, Ramón Cuéllar Márquez, Christopher Amador Cervantes y Edith Villavicencio figuran entre los máximos ganadores de estos certámenes, Rochín Sánchez ha despuntado en años recientes, “barriendo” en prácticamente todos los certámenes de poesía en Baja California Sur. En entrevista para CULCO BCS, el autor habló sobre los libros que marcaron su vida, cómo llegó la poesía a su vida —cómo es que no se consideraba a sí mismo un poeta—, y su opinión en algunas controversias concernientes a los concursos literarios en la entidad.

Primero que nada, háblanos del trabajo que acaba de obtener el Premio Estatal de Poesía 2016.

El poemario lo titulé La tumba del poeta. ¿Sabes? Se me ocurrió primero el título, cosa rara. Entonces me puse a buscar en Internet qué había que se llamara así y no encontré más que referencias de poetas fallecidos. Por ejemplo, la tumba del poeta de Vicente Huidobro, y biografías, y así varios más, pero ningún libro, mucho menos de poesía. Ya con el título pensé en qué cosas podrían ser la tumba de un poeta, actual, o yo mismo. Me quedé entonces con dos opciones, por resultarme experiencias cercanas: el silencio, es decir, cuando el poeta se calla cosas que tenga que decir; y dos, el trabajo en oficina, con horarios que atrofian riñones, en resumen, yo. Me refiero a un poeta detrás de un escritorio inventariado, al que nadie toma en cuenta por su nombre real, ni cualidades, sino cuando lo hace con seudónimo. Éste, “Gila”, es un reptil tipo cachorón, del desierto sonorense, de mordida venenosa, por virulenta. En realidad el seudónimo lo he usado desde hace varios años, incluso tengo un libro de ensayos llamado El anarkista roto, el cual firmo como Gila como autor, y dentro hay un ensayo que se llama El Hombre de Gila (Elogio al lector  hipotético). Es un crítico literario que vive de consumir la carroña del lenguaje. Es un tanto una broma para mí mismo, jeje.

Algunas veces te hemos escuchado decir que te consideras más un narrador que un poeta, pero luego de ya algunos premios en poesía, ¿cómo te defines como escritor?

Mira, mi caso, porque lo había dicho muchas veces antes, del 2000 hasta el 2010 escribí básicamente cuento y ensayo. Jamás poesía. Luego entonces, no era poeta. Lo había intentado pero no me salían más de tres miniversos. Entonces dije, a los cuatro vientos “no puedo escribir poesía, no es lo mío, es lo más difícil del mundo, no se me da, no paso de tres versitos chafas. No doy más. Soy narrador, soy cuentista y ensayista”. Entonces ocurrió, por ahí de agosto del 2010 que quería escribir algo acerca de la muerte de mi papá. Un día, libreta en mano, tomé la pluma y no la solté hasta terminar un poema extenso de 17 cantos, que después titulé El hombre de las manos de nube. Te cuento que antes no sabía qué era lo que iba a salir, y lo que fue es que encontré en la poesía. Y de largo aliento. De ahí en adelante me solté, como si ya supiera. Ese mismo año fue benéfico porque escribí tres libros. De entre abril a mayo, El anarkista roto, sobre las injusticias laborales —resultado de mis tres libros de cabecera preparatorianos: el Manifiesto comunista, La moral anarquista y El anticristo—; en agosto escribí ‘El hombre de las manos de nube’, y en septiembre, octubre, Cuentos vagamundos. En enero del 2011 me premiaron con la Mención Honorífica del Premio Nacional de Poesía Mérida 2011. Tres días después nace mi primogénito. “Traía torta”, como se dice. Sin embargo, no fue sino después de entrar al taller de poesía en casa de mi camarada Raúl Cota Álvarez, hace dos años. Ahí, la palomilla me dio su verdadera visión de mis intentos escriturales. No sé. Le hallé el hilo a cómo leer con ojos críticos a los demás y cómo corregir los propios. Fue la banda, y exponer mis trabajos, quienes desempolvaron mis ideas y las encaminaron. Estoy convencido de que fue a partir de ahí que le agarré la onda. Por fortuna.

¿Cómo llega la poesía a tu vida; qué poemas o poetas te han inspirado a escribir versos? 

Siempre he leído poesía. Desde mi casa, en los libreros, ya tenía un Los días de aquel tiempo, cuento largo que considero el mejor trabajo de narrativa escrito por un sudcaliforniano; y Refugio de ballenas, de Raúl Antonio Cota, así como Tierra final, de J. Ruiz Dueñas, o Levántate, guaycura, de José Alfredo no recuerdo qué. Me impresionaron. Antes yo era dibujante, hasta que descubrí que la literatura era también arte, pero con palabras. De ahí para delante. Leer, leer y leer. Después llegaron un Sabines, un Manuel Acuña, un Dario, un Lorca. El día que yo escriba un Casada infiel, me retiro, jajajaja. Bueno, quizá no; pero me consagraría por toda la eternidad.

Eres uno de los sudcalifornianos con más premios, sin embargo, seguro has perdido. ¿Cuántas veces has competido; crees que se generen envidias luego de ganar en varios concursos?

Has puesto el dedo en la llaga. Mira, la primera vez tuvo una honrosa mención en el 2 de noviembre del 2000, Festival de Día de Muertos. Después en 2005, ganamos en cuento. En la universidad obtuve premio de cuento, poesía y ensayo. Los tres al mismo tiempo, creo. En 2006 gané el estatal de ensayo. 2007, regional de cuento, así como el de cuento de Todos Santos el mismo año. 2011, Mención en Mérida; 2013 y 2015, los Juegos Florales Nacionales del Carnaval La Paz; 2015, Regional de Poesía; y 2016, Estatal de Poesía. Además de esto, he participado diez años casi consecutivos en el que es mi fuerte, el estatal de cuento, el cual nunca he obtenido. Snif (…) Envidias, no sé. No creo. Tal vez recelo, últimamente, debido a que laboro en la institución convocante. Pero a mi favor te digo que he solicitado apoyo y me han dicho, un par de veces, que no, que no apoyan a trabajadores. Entonces, las convocatorias no me excluyen —y participo con seudónimo, así que nadie sabe. Así es como he obtenido reconocimientos, mediante falsos nombres. Yo no hago las convocatorias, ni las hago a mi favor. Sólo he solicitado apoyo como creador, que lo soy; no como amigo o compañero de trabajo. Pero los demás no lo saben. Creen quizá que hice trampa. Nada de eso. Les gané en las mismas circunstancias que ellos compitieron. Lo siento. También te digo que conozco cómo escriben la mayoría de mis conocidos, y creo que falta mucho trabajo. No soy altanero, mamón o grosero, pero soy lector exigente. Y no hay mucha tela de dónde cortar mangas (…) En pocas palabras, en cuento he participado diez veces, diez años; nunca lo he ganado. En los demás, los premios han sido primer intento, casi todos.

¿Qué valor le das a obtener un premio literario; qué le dirías a aquellos que compiten y no han ganado hasta ahora; un reconocimiento o publicación te dan cierto estatus?

Definitivamente de aquí no se gana dinero, sino es ganando un certamen. El resto del año, o de los años, se trabaja por amor al arte. Es increíblemente maravilloso ganar. Te sientes chingón. En mi caso, sinceramente, no me siento más que nadie. Y no veo ninguna otra manera de que te publiquen que ganando las convocatorias. Por mi nombre y llevando yo mis manuscritos a equis o ye editorial, me han rechazado (…) ¿Consejos? Leer más de lo que se escribe. Leer siendo crítico severo, pero también por placer. A estas alturas ya no tengo mucho tiempo para leer por gusto, pero lo hago en los peseros o caminos, de ida al trabajo o de regreso, algunos minutos. De esta manera ya he leído kilómetros y kilómetros de tinta (…) Estatus no sé. Reconocimiento, a medias. Entre los amigos o familia. Y créeme. No tengo muchos amigos. No paso de un puñado de “likes”, jeje.

¿Qué opinión te merecen los concursos literarios, en particular, los estatales y regionales que convoca el ISC, en cuanto a sus procesos y entrega de premios; harías alguna propuesta?

Tienen pros y contras. A favor, es que la oferta se ha ampliado para la comunidad que escribe, que sí son muchos. En contra, tardan más de dos años en publicar los trabajos premiados. En fin, una de cal por las que van de arena. Por lo menos aseguras que algún día te publicarán. En esta ocasión, por ejemplo, cambiaron la fecha de entrega de reconocimientos, o premiación en público, para marzo del 2017. Es decir, cinco meses después de dar los fallos. Me parece increíble, pero lamentablemente ha sido la tónica de los últimos tres años. Mejor me callo la boca. No me interesa ni quiero opinar sobre mis compañeros de oficina, no vaya a ser que la embarre. Hacen su chamba. Yo la mía. Punto. Nadie se mete con mis obligaciones, yo tampoco con los demás.

¿Cuál considerarías tu mejor texto?

Pregunta harto difícil. Muchos textos me gustan. Son mis hijos de papel, ni modo. Todos tuvieron su momento y situaciones diversas de gestación. Amo la poesía, el ensayo y mis cuentos. Creo, pues, que los más recientes tienen mejor factura. Te hablo de ‘Cuentos vagamundos’, ‘El anarkista roto’, ‘El perro es ahora el señor de la casa’, ‘La tumba del poeta’, y algunos inéditos y en proceso, como son La casa con olor a thiner (poesía), Next post (poesía) y mero trance creativo, que tentativamente llamo Mi madre, mujer de las manos tenues, también poesía. Por ahí anda la cosa.

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Poemas inéditos de Juan Pablo Rochín

Hay en el teléfono un monólogo de prisas.

Escucho una voz como lejana.

Como agua caediza por las ranuras del tejado.

Allá, la hoz cercena cuanto callo.

Silencios. Sollozos. Bendiciones.

La memoria se estrella cotidiana.

Algo dice de la sangre que corre en el pasillo.

Que estalla y pide y ríe y cambia los canales de la tele.

Se entusiasma con sus nietos al oírlos.

Atrás quedan las transfiguraciones del día.

Los recuerdos. Los fantasmas. Navidades. Años nuevos.

Las ventanas pletóricas de ojos inculpables.

Es tan fácil olvidar a los caídos en guerra.

A los que ya no hoyan las hojas este otoño.

Al padre ocurrente que fue nuestro poeta guía.

Su rezo ayuda a escapar tantito al marido que todo lo sabe desde el cielo.

Desde las nubes de un eterno cotidiano.

Ella vigila concisamente se cumplan las leyes de la fe. De las creencias.

Habla entonces de repulsas, aborrecimientos y lecciones

que nos ajustan la desidia y los confines de los dientes.

Sobre la mesa se ciñe artificiosa la meta del dolor.

Mi madre, convertida a fuerza en inmigrante,

descubrió la sequedad de la carretera hace diez años.

Hay en el teléfono un monólogo de prisas y de adioses y te quieros que atragantan y que asfixian.

 

***

 

Abres los ojos

con la ansiedad vestigial de todo el mundo

dentro del pecho

y la luz del alba transpirando allá afuera

entre ramas de gorriones cantadores.

Te levantas, sin coartada, esa mañana.

 

Tiemblas, puntual

en vilo frente a la ducha

después de una batalla épica

contra Morfeo          [al que dejaste herido

de muerte imaginaria].

Por más que respiras

desplumándote los ojos

el porvenir te tantea vehemente la cabeza,

escurre por los hombros el impulso

—entumecido aún, enjabonado

lleno de umbrales—

: un bostezo voraz te resucita

y el agua —humeante—

despelleja, dülce, tu abandono.

 

Tiemblas

[todavía bajo el agua

a pesar de la contemplación

inaudita de tus manos y tu historia

a punto del ahogo.

Tiemblas,

[previo suplicio

sin poder decir palabra alguna

con la crisis y esta rabia que te incitan a escribir

nervios adentro

: la encía sangra

y sabe a amnesia.