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Las palabras revoloteaban como las moscas… de Alejandro Aguirre Riveros

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El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

La Paz, Baja California Sur (BCS). Los jóvenes escritores de Baja California Sur están haciendo cosas importantes y destacan de modo sobresaliente, como es el caso de Alejandro Aguirre Riveros, quien ha creado un libro de cuentos bienarmados, pero sobre todo narrados con destreza e ingenio, y aun con agudo sentido crítico de la realidad, utilizando el sarcasmo como un vehículo de confrontación con el lector, que es al final quien decidirá los vínculos que más le agraden o que le impacten.

Y es que eso es lo que hace un libro con nosotros: nos revela, nos incomoda, nos hace vernos en el espejo del otro, en una especie de identidad momentánea de la que salimos cuestionados o fortalecidos. Tengo el prejuicio de que los libros que me hacen sentir bien son aquellos que están condenados al olvido porque no causan ningún escozor intelectual y difícilmente permanecerán en el estante de nuestra cotidianidad. Un buen libro es un soundtrack de por vida.

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Conocí a Alejandro hace unos años y de entonces a la fecha se observa la evolución literaria que ha permeado en él, pues ahora sus relatos están definidos sobre todo por la unidad al momento de contarnos una historia. Todo ocurre en Las palabras revolotean como las moscas alrededor de la mierda: el zumbido de sus alas era el de la rutina; título por demás extenso pero profundamente llamativo, que trata de hacer hincapié en los detalles de la vida diaria y de lo que sacude y trastoca.

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Eso constatamos en cada unos de los cuentos que nos ofrece el libro, cada uno es capaz de despertar la carcajada, la sonrisa irónica, pero también la repulsión a lo grotesco por asuntos que hoy en día nos trae desolación y miedo, como son el narcotráfico y los secuestros. Sin embargo, en el universo de Alejandro Aguirre Riveros las cosas no transcurren tal y como lo percibimos en los noticiarios o en el Internet, sino desde la visión inteligente y lúdica de un escritor que sabe erigir mundos imposibles que en realidad no lo son, desde pequeñas narraciones, a historias más desarrolladas, como son los de la segunda y tercera parte.

Al leerlo, uno se queda con la sensación de haber presenciado un mundo irreal, pero de pronto nos conectamos en ese acto de traer la fantasía a la realidad que, dicen, es superior a ésta. Cada una de las narraciones parecieran sacadas de la insólita manera en que muchos ven los acontecimientos sociales, e
incluso en aquellas viejas formas del surrealismo, el realismo mágico latinoamericano y o el realismo fantástico de Alejo Carpentier.

También para aquellos que alguna vez disfrutamos la vieja serie estadounidense La dimensión desconocida, podemos identificarnos y hallar lo insólito y desconcertante en este cuentario, pues lindan con universos alternos y metáforas incomodantes. Asimismo, para los ojos avizores de Alejandro no escapan los cuentos infantiles, convertidos en una cruel relación con los secuestros, como es el caso de la historia del hombre de negocios que fue abducido por un grupo criminal para pedir su rescate; y tal como ‘la gallina de los huevos de oro’, aquel hombre comienza a cagar dinero. O en esa otra de las pizzas y la querencia de un hijo.

Al hacer el recorrido completo, nos enfrentaremos a revólveres, adictos, dealers, dinero fácil, dinosaurios y un hombre que se hace gigante, una extraordinaria parábola del ego redimido en una época en que pareciera que más bien hay que ocultarlo.

Con este libro Alejandro Aguirre Riveros se abre calle muy bien armado, con una capacidad narrativa que ha madurado desde que tomara la decisión de aventurarse en las fangosos y nada rentables rutas de la literatura.

Un primer libro de cuentos brillantemente escrito, con la agilidad mental del cineasta que sabe trasladar en palabras las escenas justas, ni más ni menos, poniendo todo en su lugar para que las cosas sucedan ante nuestros ojos expectantes y ávidos por conocer los finales a veces sorpresivos, a veces anunciados. Sin duda que Alejandro Aguirre Riveros nos seguirá atrapando con su escritura, pues ya con Las palabras revolotean como las moscas alrededor de la mierda: el zumbido de sus alas era el de la rutina, se ha establecido como uno de los mejores escritores de su generación.




Consejo Editorial del ISC aprobará publicación de un libro al mes

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Consejo Editorial del ISC. De derecha a izquierda: Edith Villavicencio Garayzar, Olga Freda Cota Gándara, América Pineda García y Christopher Amador Cervantes. Fotos: Facebook.

La Paz, Baja California Sur (BCS). Ya se ha conformado el Consejo Editorial del ISC (Instituto Sudcaliforniano de Cultura), el cual tuvo su primera sesión el pasado viernes 7 abril, y entre los planes está que —a partir del 2018— cada mes se habrá de aprobar al menos un material, de manera que se estima publicar doce libros al año; Christopher Alexter Amador Cervantes, director general del ISC, reveló en entrevista exclusiva para CULCO BCS que lo más probable es que, tras un análisis de las necesidades en la literatura de BCS, se emitan nuevas convocatorias.

Fue a principios de marzo que la creación del Consejo Editorial del ISC quedó avalada por el Consejo Directivo del Instituto —ratificado por la SEP, Contraloría del Gobierno del Estado y por Cultura de los cinco municipios—, explicó Amador Cervantes. Es importante destacar —agregó— que para formar parte tendrían que ser “personajes que no tuvieran conflicto de intereses, que no tuvieran en ruta alguna publicación, que no encontraran una relación de conveniencia”; por ello, al preguntarle si eso significa que sus integrantes no podrían publicar sus propios obras por el ISC, dijo enfáticamente que no, si alguien quisieran hacerlo “tendría que separarse de su participación en el Consejo”.

Los integrantes del Consejo Editorial del ISC son el propio Amador Cervantes; América Pineda García, coordinadora de Fomento Editorial del ISC; representado a la sociedad civil, el poeta y promotor cultural independiente, Raúl Cota Álvarez; por los escritores de BCS, Francisco López Gutiérrez, presidente de la Asociación de Escritores Sudcalifornianos; por el sector educativo, la escritora y docente Edith Villavicencio Garyzar; por la literatura infantil, la escritora y maestra Olga Freda Cota Gándara; y representando el rescate del patrimonio intangible, Luis Domínguez Bareño, cronista del Municipio de La Paz. También estan presentes —con voz pero sin voto—, Ernesto Adams Ruiz, de la Red Estatal de Bibliotecas Públicas, y Brenda Sánchez, del Departamento Jurídico.

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De derecha a izquierda, América Pineda García, Christopher Amador Cervantes, Brenda Sánchez, Francisco López Gutiérrez, Raúl Cota Álvarez y Luis Domínguez Bareño.

“Hemos nombrado a este Colegio para demarcar el proyecto de la colección Baja California Sur a través de sus distintas categorías o colecciones: identidad y cultura, culturas populares, vida cotidiana, premios estatales, mirada de niño o pequeños creadores, primeros pasos, etcétera (…) Construir a partir del diagnóstico de la literatura de BCS, de sus atrasos y áreas de oportunidad, hacia dónde debemos dar nosotros el ordenamiento oportuno para que el 2021 estemos entregando una idea de proyecto un poquito más ambicioso y que sepamos diferenciar a dónde llevar estos productos a nivel municipal, regional e internacional”, dijo el Director del ISC.

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Este año, básicamente se trata de supervisar el cumplimiento del material pendiente —señaló que, actualmente, en Fomento Editorial están en cola tres libros por publicarse y seis correcciones de estilo—, y crearán el reglamento interno y los mecanismos de publicación, los que probablemente sean a través de convocatorias. Si un material no les parece publicable, orientarán al autor para que aumente la calidad de sus trabajos. También enfatizó que no se puede anunciar nada formal porque aún no saben con cuánto dinero se contará; además, las compras y todo lo relacionado al dinero ya no lo hará el ISC, sino Finanzas de Gobierno del Estado, por lo que al Consejo le tocará observar el proceso y que los libros cumplan con las características.

“El compromiso es estar publicando a partir de la programación presupuestal asignada, un título mensual (…) Los mecanismos los vamos a dar a conocer, entregaremos un ejercicio de derecho comparado para un anteproyecto y la presentación de un proyecto final; vamos a privilegiar los premios pero analizar los géneros que están suspendidos (…) Esa socialización no tendrá que ver sólo con lo que recibo, sino con lo que necesito desde la visión diagnóstico (…) Se tiene que garantizar al menos una publicación mensual, en promedio, habrá veces que se publiquen dos o tres, pero se estima que sean doce al año (…) Las compras y las asignaciones para sus impresiones no van a ser administradas ya por el ISC sino por Finanzas (…) Serán ellos que los que determinen los costos, nosotros vamos a proteger que se imprima con las características que necesitan”, dijo.

De manera que a partir del próximo año se publicará a los ganadores de los Premios Estatales y Regionales de Literatura 2017, y otros títulos analizados por el Consejo Editorial del ISC. Por cierto, el Director del ISC reiteró que este año, por problemas de presupuesto, no habrá concursos estatales de dramaturgia, ensayo, crónica y novela, sólo poesía y cuento; sí seguirán los Premios Regionales de Poesía y Cuento.

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¿Por qué no hubo Consejo antes?

A principios de marzo, CULCO BCS entrevistó a Sandino Gámez Vázquez sobre su despido como Coordinador de Fomento Editorial del ISC, quien en su momento era quien determinaba qué se publicaba y qué no; al preguntarle ¿por qué no hubo un Consejo Editorial?, declaró que hubo un reglamento aprobado en 2014, sin embargo, “fue retirado por el Director”.

Al cuestionar sobre este asunto a Amador Cervantes, éste dijo que ese proyecto “no fue socializado por las distintas fuerzas que componen la literatura en BCS, era un perspectiva de política cultural vertical, y nos interesaba socializarla, hacerla horizontal, mas bien dicho, al seno del Plan Estatal de Cultura y nuestro plan sectorial que hasta hace unas semanas se entregó (…) No la visión de un funcionario, no la visión del Director General del ISC, ni la de Coordinador del Fomento Editorial, sino el diagnóstico lector, el promedio, el estándar, la estadística, las voces de los que escriben y los que leen (…) No el que se preocupa por vender libros o porque tenga una buena apariencia para ser atractivo el mercado sino centrarnos en el Plan Estatal de Desarrollo, que obviamente no pudo estar en el 2015 sino hasta hoy (…) En ese momento se planteaba un reglamento que sonaba bien, sonaba profesional, como puede ser ‘cortar – pegar’ el proyecto editorial de la UNAM —por ejemplo—, pero ¿cómo lo insertas en la realidad de BCS, en las necesidades específicas, y cuáles son ellas? Esa composición sólo lo puede hacer un colegio de voces”.




“Inevitable” que surja la narcoliteratura en BCS: Eduardo Antonio Parra

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Eduardo Antonio Parra dio un taller de novela en La Paz. Fotos: Modesto Peralta Delgado.

La Paz, Baja California Sur (BCS). El novelista Eduardo Antonio Parra —uno de los autores más importantes en la literatura del México actual—, estuvo presente en la pasada Feria del Libro La Paz 2017CULCO BCS consiguió una entrevista exclusiva donde el escritor habló de lo inevitable que podría resultar la irrupción de la narcoliteratura en BCS, los planes de llevar a la pantalla grande su novela Nostalgia de la sombra, y sobre la potencialidad de los escritores sudcalifornianos que le ha tocado conocer y leer, entre otros temas.

Justo el día de la entrevista —el pasado 31 de marzo, cuando Parra daba un taller de novela en La Paz—, recibió un mensaje de un director de cine interesado en llevar a la pantalla grande su novela Nostalgia de la sombra, sin embargo, no quiso revelar su nombre; “durante un año y medio no supe nada, y ahora me acaba de llegar un mensaje telefónico de que se reavivó el interés, y a ver qué pasa, simplemente estaba a la expectativa (…) Fue justo hoy, el que mandó el mensaje es el que la quiere dirigir, pero anda buscando productor”, dijo.

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La cultura no es un lujo

Luego de que el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) fuera convertido en la Secretaría de Cultura federal, en su presupuesto para este año no dio nada en varios estados, incluyendo a Baja California Sur, que tuvo echar mano de recursos estatales. Le preguntamos a Parra su opinión al respecto, quien está ya poco sorprendido de esta carencia puesto que “estamos viviendo tiempos demasiado tristes en ese sentido con los presupuestos, se disminuyen, y lo primero que sale bailando, que sufre, es la cultura”.

“Siempre los políticos piensan que la cultura es un adorno, o que dar dinero a Cultura es como para que la gente tenga con qué divertirse, cuando en realidad olvidan que lo que se está haciendo es una filosofía nacional, una idiosincracia, un conocimiento más profundo de lo que es ser un mexicano y un ser humano universal”; aunque de algún modo —explicó— celebra que los gobiernos de los Estados aporten, pues antes “se hacía patos porque la Federación era la que repartía”. Para el escritor, los tres niveles de gobierno deberían tomar conciencia de que “el apoyo a la cultura no es un apoyo a la diversión, tampoco es un lujo, tampoco es algo superfluo”.

Se dispara la narcoliteratura

Desde el 2012, Eduardo Antonio Parra ha viajado alrededor de siete veces a La Paz para dar conferencias o talleres. “Desde que la conocí, es una ciudad que hace honor a su nombre. Ahora con lo que me dices y he visto en los periódicos, de que ya hay más violencia, creo que era inevitable, porque también es un estado norteño, está en camino a los Estados Unidos, está dentro de la rutas del narcotráfico, de alguna manera ese había librado un poco, y yo espero que se vuelve a librar,  porque es una ciudad que no merece tal violencia, es una ciudad pacífica, hace honor a su nombre, es una ciudad hermosa, un paraíso; a mí me gusta caminar por el malecón y sentir que puedo caminar con seguridad”.

Y en sus visitas a esta capital, al leer a los jóvenes escritores sudcalifornianos ha podido apreciar que en las historias de éstos “está mucho más asimilada la violencia, el lado oscuro de la sociedad”. Al charlar con Parra, parecería claro que este tipo de literatura es una tendencia nacional, posiblemente sea una moda y no tarde en aparecer como tal en Baja California Sur.

“Es inevitable. Te voy a decir una cosa, ya se hablaba de narcoliteratura y no había nada, más bien había alusiones a las actividades criminales, ni siquiera la novela negra se metía con la narcoliteratura, pero últimamente sí ha habido bastante literatura dedicada a las actividades del narco y es inevitable, es un contexto nacional, no se puede eludir. Es como cuando la novela de la Revolución Mexicana, era algo muy parecido a lo que estamos viviendo ahorita, claro que ya quedó prestigiada por la historia y porque llegaron ideólogos a decir después que ‘ha sido para alivianar a los pobres’ y ese tipo de cosas, era un ambiente de ‘la bola’; yo creo que estamos viviendo un ambiente ‘de bola’, de lo mismo que en aquella época: no había ley, no había protección de ningún tipo, y eso tiene que quedar registrado de alguna manera. Ahora, de la manera en que lo registre cada escritor, eso depende de él: si quiere hacer historias de sicarios, historias de capos; a mí me parece mucho más interesante de cómo ésto repercute en la gente, en un clima de zozobra, de incertidumbre”.

Sin embargo, quizá tendría que pasar un par de décadas para que los literatos hayan asimilado con más calma la violencia del narcotráfico, qué es lo que está pasando, al igual que le ocurrió a la llamada literatura de la Revolución Mexicana. “Yo creo que eso es lo que va a pasar, la mayoría de los libros (sobre el narco) son periodísticos, eso es indiscutible (… ) pero para tener un panorama mucho más amplio tiene que pasar mucho tiempo. En la novela de la Revolución Mexicana, salvo la novela Los de abajo de Mariano Azuela —que sí se escribió en medio de los trancazos—, podemos decir todos los demás tardaron entre 15 y 20 años en escribirlas. Es lo que yo creo que tarda un narrador, un escritor de a de veras, en asimilar lo que esta ocurriendo”.

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Por último, al preguntarle a Eduardo Antonio Parra sobre su experiencia en los talleres literarios en La Paz, de qué escriben los escritores sudcalifornianos y cuáles podrían ser una promesa, comentó que “como en todos lados, se escribe de todo, he visto historias bastante intimistas y también de violencia. Ahora me tocó ver unas mucho más asimilando la violencia, el lado oscuro de la sociedad, escritores que ya los veo un poco mas formados, y lo seguirá si sigue habiendo talleres, ejercicios literarios (…) Y se mantengan los concursos y los premios. Esos concursos son los que hacen que los jóvenes se animen a escribir”.

Dijo que “básicamente lo que veo son obras en formación, espero que de repente cuajen bien. Me llama mucho la atención Alejandro y Jorge, ya se ven mucho más formados, a uno de ellos me ha tocado verlo desde el principio y se ve prácticamente su evolución”. Parra se refiere a Alejandro Aguirre Riveros, autor de Las palabras revoloteaban como las moscas alrededor de la mierda; el zumbido de sus alas era el zumbido de la rutina, Premio Estatal de Cuento “Ciudad de La Paz” 2015, y a Jorge Peredo, autor de En pedazos, ganador del más reciente Premio Estatal de Cuento.




“Perlas negras”, el primer libro de Luis Fernando Gómez Cota

 

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El poeta Luis Fernando Gómez Cota. Foto: Ramón Cuéllar Márquez.

El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). No todos los poetas tienen el aliento. No todos los poetas enloquecen con sus lauros obtenidos o persiguiéndolos para inflar sus egos. No todos los poetas navegan con una poética (que sí, hombre, entiéndanlo, lo que escriben es su poética aunque digan lo contrario) clara, definida y estructurada. Hay poetas a los que uno admira de siempre, de donde abrevamos para lanzarnos al vacío de los versos, a los que tenemos la oportunidad de convivir junto a él o ella en carne viva. Luis Fernando Gómez Cota es uno de esos poetas.

Conocí a Luis Fernando Gómez Cota en el taller de poesía de los sábados que dirigía Héctor Domínguez Ruvalcaba, uno de los mejores de su tiempo, cuyas bases cimentaron a un buen número de entusiastas versificadores que hoy continúan en activo y muy presentes. La particularidad del taller de Héctor era que la visión de una poética sobresalía por sobre todas las cosas, lo que importaba era el goce estético y la euforia de conseguir imágenes y metáforas extraordinarias. Nada más. La interacción nos iba formando no sólo como interesados en el arte, sino en las relaciones de amistad que aún hoy perviven y son muestra de que lo vivido fue fructífero. Había competencia, sí, pero no era desleal, ni nadie exigía a nadie, ni siquiera el tallerista, quien también se exponía en sus propios poemas. Todos sugeríamos, comentábamos y criticábamos (a veces ácidos, a veces justos). Fue un tiempo fenomenal e insólito.

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Y justamente de ese tiempo recuerdo que de los poetas que yo más admiraba era Luis Fernando Gómez Cota; bueno, para decirlo con otras palabras: yo envidiaba sus versos y llegué a imitarlos en alguno de mis poemas. Yo quería escribir como él. Me parecía uno de los muchachos más honestos y sinceros a la hora de construir, tenía la capacidad de deslumbrarme con sus contundentes imágenes breves, que parecían salidas de lo más profundo. Aquel taller de la Preparatoria Morelos sí hizo fuerte y siempre éramos llamados para hacer lecturas en la ciudad. En una de esas presentaciones Héctor dijo que estaba sorprendido de lo que hacíamos, que las imágenes de los chicos lo asustaban por la forma tan brillante en que las escribían. Con nosotros ocurría que nos asumíamos como poetas, que en verdad nos creíamos eso de que el arte era lo más importante. Cómo olvidar los versos de Alejandra Manríquez, Angélica Vega, Eduardo Rojas Rebolledo, Esteban Beltrán, Óscar Joel Mayoral y Rubén Rivera. Todos ellos talentosos y brillantes. Una generación que no sé si se repita. Y en ese tiempo Luis Fernando Gómez Cota convivía con nosotros, nos seducía con sus poemas, que provenían de los impactos de la vida cotidiana.

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Presentación de “Perlas negras”, al lado del Gómez Cota, otro reconocido poeta: Rubén Rivera. Foto: Facebook.

En días recientes salió una plaqueta de poemas de su autoría. Hacía falta que sus poemas (que ya deben sumar cientos) se juntaran en una publicación dedicada exclusivamente para él. Perlas negras se llama. Es una colección de poemas que hablan de su oficio, que no ha olvidado la vena que lo movía, que su cualidad para nombrar los instantes de su vida, o de la familia o de lo divino o de un café o de un palacio gigante, todo compendiado entre versos vivos, sin ataduras de un lenguaje sinfónico, libre de decir con certera efectividad aquello que lo inquieta, siguen ahí latiendo como siempre. Si no vean:

Escuché

un murmullo de rebozos

livianos alejarse,

así como el agua

entre las piedras

y la huella de la luna

al atravesar tu cama.

 

O este otro:

 

¿a qué juega el café en nuestros labios?

a florecer nuestros lutos

en perlas del rosario.

 

Perlas negras es un manojo de poemas que sacuden e invitan a la delicadeza, pero también a detenernos en las partes esenciales de la palabra, de cómo todas ellas son células que conforman el sentido. Cada verso libre es muestra de que no es fácil escribir bajo ese estilo. Escribir verso libre no es hacer una lista del mandado ni ocurrencias alegres que suenan bien, pero que no funcionan; o como decía el gran Óscar Joel Mayoral: “Es bonito, más no bello.”

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Un merecido homenaje a este poeta que se ha destacado por su incansable labor cultural en pro de la lectura. Perlas negras es un repaso, una síntesis del oficio de un poeta que aspira a los latidos vivos de sus criaturas, que para nada tiene que pedirle nada a las latitudes e inquietudes de otros poetas; antes bien, nosotros a él. Con este libro confirmo mi admiración por un poeta que recién entra al mundo de las publicaciones, pero que siempre estuvo codo a codo combatiendo con sus delirios, sus fantasmas, sus imágenes increíbles, seguro de que el arte es curativo y revolucionario, una necesidad fundamental, un bálsamo para lo cotidiano, una terapia colectiva de la que podríamos salir fortalecidos y más humanos. Luis Fernando Gómez Cota es un poeta mayor.

*Luis Fernando Gómez Cota, Perlas negras, La Paz, BCS, Cuadernos de la Serpiente, Poesía, 2017, 24 páginas.




Cómo escribir mejor que tu abuela

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¿Escribir mejor que la abuela? Los interminables recovecos de escribir Literatura. Imágenes: Internet

Colaboración Especial

Por Octavio Escalante

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Al ver a mi abuela de 72 años agregarme a Facebook para que le diera like a su página sobre un libro que escribió, de prosa poética contra las telenovelas, me doy cuenta que los géneros literarios todavía tienen mucho qué ofrecer. Algunos se han opacado, otros irán apareciendo. Uno de ellos, antiquísimo, persiste a pesar de no tener éxito comercial como las novelas. Ese género (o subgénero) es la poética.

Ha existido desde los griegos. No es la poesía, sino un tipo de manual en el que se trata de ofrecer al aspirante de poeta-escritor, consejos para lograr una efectiva obra literaria, sin grandes tropiezos, y con la mejor expresividad.

La poética de Aristóteles y la de Horacio son ejemplos clásicos de este asunto. En ellas se establecen las pautas que hay que atender para que no se nos destartale a medio camino la epopeya o la tragedia. Sorprende que entre sus tips para escribir bien se hayan colado algunos otros buenos tips para cocinar papa, para aprovechar el aceite de ballena y para fabricar mermelada basada en betabel. Más allá de esos detalles gastronómicos, los textos se concentran en la escritura.

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Con el paso de los siglos encontramos poéticas que, como en el caso de Horacio, no iban dirigidas al público en general, sino que eran cartas enviadas a destinatarios específicos, como los Pisones, o al joven poeta y soldado que milenios después mantuvo correspondencia con Reiner María Rilke. El género de la poética o arte de creación literaria no es ejercido solamente por los buenos autores. Habemos muchos a los que nos gustaría hacer nuestro propio decálogo sobre cómo escribir, sin por ello ser buenos aprendices. Mi hipótesis al respecto es que, después de tantos intentos, hemos identificado muy bien los consejos que quisiéramos seguir y que, no obstante, nunca cumplimos con disciplina.

La idea de un manual de escritura repele casi a cualquiera. En lo personal, me he dado cuenta con el tiempo que la repugnancia que me causaban dichos manuales era resultado de mi falta de experiencia. He encontrado que si bien algunos preceptos de poética podemos pasarlos por alto, hay otros que dan en el clavo, y que su estancia en el librero de los libros empolvados de la humanidad no ha sido fortuita, sino basada en una constante revisión por los autores modernos que encuentran en ellos elementos eficaces hoy, aplicables hasta en las redacciones más experimentales.

Por otra parte, ni los diez mandamientos, ni las señales de tránsito, ni la ley de ingresos para el ejercicio fiscal, son reglas que se tengan que seguir al pie de la letra. De vez en cuando podemos pasarnos un semáforo en rojo, evadir nuestros impuestos o no santificar las fiestas sin que por ello caiga necesariamente sobre nosotros el rayo destructor de Jehová. Lo que no podemos dejar de hacer es estar conscientes de que, aunque Jehová esté muy ocupado rodeado de su corte de ángeles y arcángeles, decidiendo quién será el próximo delegado del planeta, otros agentes pueden caer sobre nosotros como un rayo, por ejemplo Hacienda, un fanático o un auto que se nos estampa porque para él la luz sí estaba en verde.

El destino de los individuos es misterioso y el de la humanidad entera en cada época da muestras de ser atroz e irreversible.

De vez en cuando aparecen miles de libros, también atroces e irreversibles, que provocan la destrucción de grandes bosques alrededor de la Tierra, tan fatales como la producción de aceite de palma o las mineras. Las glorias literarias actuales, como las musicales, están muy por debajo de las glorias de la música clásica (el año pasado Mozart vendió más discos que nadie) o de El Quijote, si las midiéramos por su éxito comercial. No se trata de que nos quedemos en una parálisis que sólo mira al pasado y lo imita de forma lamentable. Pero ya que no somos como los venados o casi cualquier fauna, que al nacer aprende lo que debe hacer el resto de su vida como si se hubiese levantado de un sueño y no del vientre materno, necesitamos echar un ojo a lo que nos precede, que encierra tanta riqueza, a la que por buena fortuna hoy podemos acceder a través de Internet, o de esos asilos de ancianos que los antiguos llamaban bibliotecas.

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En numerosos escritores canonizados encontramos confesiones íntimas, diarios o decálogos sobre consejos para escribir. Algunos intentan persuadir de que se pueden llegar a escribir 14 cuentos a la vez, poco a poco, pero simultáneamente. Otros dan consejos tan devastadores como dejar de escribir si la escritura no te somete, te obliga y quiebra tu alma. Otros más sobrios, hablan sobre no dejar de escribir al menos una frase al día, con la intención de ir formando la propia voz, como suelen decir, y que no es otra cosa que un acento muy bien trabajado, que sólo puede aparecer después de muchas correcciones, documentos en la papelera de reciclaje, desempleo, divorcios, problemas con la policía, sentimientos de culpabilidad, complejos de inferioridad, delirios de grandeza, robo en supermercados y otras cosas por las que pasan los escritores antes de escribir un libro breve y aceptable.

Hoy en día tenemos a nuestro alcance conversaciones videograbadas sobre el oficio de escribir, donde nos habla gente que a todas luces es común y corriente, pero que se ha dedicado con disciplina e intentado comprender las entrañas de la literatura hasta donde su capacidad lo permite. Es gente tan común y corriente como tú y yo que, a veces, al verlos, uno se desencanta de la imagen poco pintoresca del escritor actual. Pero el cambio de esa imagen poco singular de los escritores de hoy tienen ciertas ventajas que no se tenían en el pasado, como el usar condones de látex, y no de tripa de cerdo, ni tener que posar más de una hora para que les tomen una foto; tampoco tienen que soportar mucho tiempo la sífilis, entre tantas otras cosas, como la peste, la carencia de medicamentos y la brevedad de la vida, aun mayor en aquellos tiempos que ahora. Teniendo en cuenta las aflicciones de los escritores del pasado, no resulta tan decepcionante parecer un personaje de comedia gringa y al mismo tiempo ser escritor.

Mis únicos consejos respecto a la escritura es leer todo lo que se pueda, leer también a los clásicos, revisar en Internet los programas de estudio de las carreras de Letras y echarle un vistazo a los autores que estudian. Ver entrevistas sobre esos escritores, escucharlos hablar sobre su trabajo, oír sus opiniones y escribir lo más que se pueda, todos los días, dejar reposar lo escrito, releerlo y no publicarlo nunca, hasta que alguien por error o una casualidad misteriosa lo lea y te suplique que lo publiques, ¡por el amor de Dios, mándalo a una editorial, dejaste tus tripas ahí!; luego comprarte un automóvil usado, comenzar a salir con alguien, beber más cerveza en bares y menos en los parques, aprender a cocinar cosas raras, aceptar el abandono de tu nueva pareja, y volver a escribir.