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Descubren osamenta en El Conchalito. ¡Podría ser un entierro prehispánico!

Osamenta prehispánica encontrada en El Conchalito, en La Paz. FOTO: Internet.

SudcaliCiencia

Por Marián Camacho

La Paz, Baja California Sur (BCS). El pasado jueves 8 de junio, el doctor Ignacio Leyva, investigador del Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas (CICIMAR) del Instituto Politécnico Nacional, se encontraba en la playa conocida como “El Conchalito” —dentro de las instalaciones del CICIMAR—, realizando monitoreos con un vehículo aéreo no tripulado tipo dron para investigar la marea roja presente en la laguna de La Paz. El Dr. Leyva buscaba un sitio donde aterrizar el dron cuando, para su sorpresa, encontró expuesto lo que parecía ser un cráneo humano. Acertadamente, el investigador no hizo ningún movimiento en el área del hallazgo y reportó inmediatamente a las autoridades del CICIMAR, quienes, a su vez, dieron aviso a la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) y al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Ambas autoridades, PGJE e INAH, fueron convocadas para verificar el hallazgo, ya que el primer paso es decidir quién será la responsable de continuar la investigación. Si es una muerte reciente, correspondería a la PGJE; en el caso de que fueran restos antiguos, el INAH sería quien coordinaría. Al lugar de los hechos el primero en llegar fue el antropólogo físico Alfonso Rosales López del INAH, quien efectivamente, corroboró que, con base en las características físicas del cráneo y el reconocimiento previo de estar en una zona arqueológica, el hallazgo muy probablemente correspondía a un entierro prehispánico.

FOTOS: Marián Camacho.

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A partir de ese momento, la información del hallazgo se dispersó rápidamente en distintos medios electrónicos, y generó una lluvia de hipótesis de lo que pudo haber ocurrido en el sitio, hace por lo menos 300 años atrás. Para despejar dudas, su servidora decidió visitar el sitio de excavación para platicar con el antropólogo Alfonso Rosales López, quien muy amablemente compartió su conocimiento científico sobre este interesante descubrimiento.

El investigador del INAH es especialista en osteología antropológica, es decir, la interpretación del material óseo (huesos y dientes) para la reconstrucción histórica de individuos, grupos y/ o poblaciones. A partir del material óseo es posible conocer características de particularidad e individualidad como son: edad, sexo entre otros muchos rasgos, que incluyen condiciones de salud, vida y hasta costumbres que quedan marcadas a modo de cicatrices. En este sentido, el antropólogo nos compartió que en el hallazgo de “El Conchalito” no solo se encontró un cráneo, sino que al avanzar en el descubrimiento quedaron expuestas dos osamentas, al parecer completas. Con su experiencia científica pudo indicar, preliminarmente, que uno de los cráneos perteneció a un hombre adulto y, el otro, posiblemente a otro hombre más joven o a una mujer.

Es necesario precisar que, un rescate arqueológico completo de este tipo consiste en el descubrimiento total de las osamentas, el estudio en el lugar de los hechos, un posterior levantamiento para llevar las muestras a los análisis de laboratorio y, finalmente, su resguardo en los archivos osteológicos del INAH. De aquí deriva saber que la mayoría de los hallazgos no son expuestos en los museos y, en el caso de que esto ocurra, se utilizan réplicas de los huesos para su exhibición. El antropólogo Rosales López me comentó que estudiar los huesos y dientes, es aún más importante que exponerlos, por lo tanto, es necesario tener un resguardo de éstos que permita tenerlos a disposición cuando se cuente con los medios científicos y tecnológicos para analizarlos.

Un ejemplo de las muchas herramientas científicas que pueden utilizarse con las osamentas en El Conchalito, a través del avance tecnológico, son los isótopos estables. El análisis de estas formas de los elementos químicos presentes en los huesos puede indicar varias cosas muy interesantes, como su grupo de pertenencia —antiguos californios, mestizos o extranjeros—, y cuál era su dieta, entre otras.

Un dato que llama mucho la atención, de cualquiera que observe el hallazgo, es que ambas osamentas estaban enterradas juntas. De acuerdo con Alfonso Rosales, esto se debe a que los antiguos californios tenían en cuenta el momento de la muerte para elegir el tipo de entierro. Es decir, si murieron juntos, los enterraron juntos. En esta ceremonia ritual se observa que ambos cuerpos fueron enterrados boca abajo con las rodillas enrolladas, y después cubiertos y amarrados con una piel de animal, a modo de mortaja.

Finalmente, le pregunté al antropólogo que si es una tradición que los científicos les asignen un nombre a las osamentas que encuentran. Esto haciendo referencia a Lucy, el esqueleto de un homínido de la especie Australopithecus afarensis, de más de 3 millones de años de antigüedad descubierto en Etiopía en 1974. En ese caso, el nombre Lucy proviene de la canción Lucy in the Sky with Diamonds de The Beatles, que oían los investigadores en el momento del hallazgo. Mi pregunta fue recibida con una carcajada y respondida con una negativa. No es tradición asignar nombres, aunque algunas veces sucede.

Entonces querido Lector, ¿usted qué nombres sugeriría para nuestras osamentas recientemente descubiertas?




El costo de la venganza

Isidro Ibarra Morales, quien fuera Secretario General del Ayuntamiento de La Paz. FOTO: Youtube.

Ius et ratio

Por Arturo Rubio Ruiz

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Sin importar el color de la franquicia política que detente el poder en el Estado, ha sido una práctica reiterada en el presente siglo, despedir a los empleados del servicio público que abierta o vedadamente simpaticen con el grupo político de oposición. Cada vez que la administración pública ha cambiado de siglas partidistas, el grupo que entra priva de la fuente laboral a quienes desde las filas burocráticas no les apoyaron en la contienda electoral.

Al margen de la inmoralidad o el abuso de poder que en muchos de los casos resulta evidente, una de las consecuencias sociales más costosas, es el tener que enfrentar indemnizaciones y pago de salarios caídos, en los casos en los que los despedidos logran vencer en tribunales a la entidad pública cuyo titular resulta responsable de haber separado ilegalmente del empleo al afectado.

Suman a la fecha muchos centenares de millones de pesos que ha costado al erario del Estado el número de despidos injustificados. Dinero que bien pudo haberse aplicado a seguridad pública, salud, educación o cualquiera otra de las funciones propias del Estado, es destinado al pago de indemnizaciones y salarios caídos.

Y es que ya llevamos 17 años que inició la tendencia, y el gobierno no ha aprendido la lección. Siguen cometiendo los mismos errores al despedir empleados públicos, y somos nosotros, los contribuyentes, los que terminamos pagando sus errores, y en muchos casos, sus abusos.

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Sin importar si el empleado merece o no ser despedido, si la dependencia oficial no cumple con las formalidades del procedimiento, el despido siempre será injusto, y en consecuencia, habrá que pagar indemnizaciones y salarios caídos.

A la administración que realiza el despido, no le importa hacerlo de manera ilegal, pues sabe que no tendrá que asumir las consecuencias de su ilegalidad, lo único que tiene que hacer, es “alargar” el procedimiento, para que sea la siguiente administración la que enfrente el pago. Ello encarece enormemente el costo del procedimiento, pero no importa, porque para el titular de la dependencia que ilegalmente despide trabajadores, no hay ninguna consecuencia.

No hemos sabido de ningún caso en el que se finque responsabilidad administrativa o penal a quien abusando de su cargo, prive de la fuente de trabajo a un subordinado. Así las cosas, estamos en  presencia de un círculo vicioso donde el erario estatal es gravemente afectado, el empleado despedido vive un grave quebranto económico al perder su fuente de ingresos, y si no cuenta con la representación de un buen abogado, no podrá beneficiarse con una indemnización y el pago de salarios caídos. Perdemos los contribuyentes, pierde el servicio público y el acto de autoridad —cuando es abusivo—, queda impune.

Parte de la causa generadora del problema, es la carencia de profesionales del derecho expertos en la materia, al servicio del Estado. No tenemos un servicio de consejería jurídica profesional de carrera. El gobernante en turno nombra a quien le viene en gana, sin que necesariamente reúna el perfil adecuado para el encargo. Eso y el afán de venganza se suman y generan una ecuación cuyo resultado es muy costoso para la ciudadanía, sin ningún castigo para quien toma la mala decisión de separar ilegalmente a un empleado público de su encargo.

El caso de los “desbasificados” en Los Cabos, es representativo. El Ayuntamiento perdió los juicios de amparo, y perderá los procedimientos en la vía laboral. Cientos de millones de pesos serán destinados a reparar el abuso del cuerpo edilicio, y no habrá sanción alguna.

Lo mismo ocurrirá en La Paz con el despido de quien fuera Secretario General de la actual administración municipal. Habremos de pagar una jugosa indemnización, y quienes realizaron el despido injustificado, los responsables del evento, no enfrentarán sanción alguna. Debemos terminar con esa costosa tendencia.

Ayuntamiento de La Paz. FOTO: El Centinela.

El Congreso de BCS debe intervenir y establecer un protocolo específico al cual deberán sujetarse todas las autoridades de la entidad, para asegurarnos de que todo despido de un servidor público, sea impecablemente apegado al procedimiento, y en casos de abusos o actuaciones indebidas, el funcionario responsable del despido injustificado sea sancionado, y se convierta en responsable solidario en caso de que la autoridad judicial resuelva en definitiva que el despido fue injustificado.

Que todo funcionario que lleve a cabo un despido injustificado, resienta en su bolsillo el resultado de su equivocación. Ya estuvo bueno de estar pagando justos por pecadores.




El Señor King

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Colaboración Especial

Por Estela Davis 

 

“Si en la lucha el destino te derriba
Si todo en tu camino es cuesta arriba
Si tu sonrisa es ansia insatisfecha
Si es mucha tu faena y vil cosecha
Si a tu caudal se contraponen diques
Date una tregua pero ¡no claudiques!”
Rudyard Kipling
 
La Paz, Baja California Sur (BCS). Escribir sobre el señor Francisco King es algo que siempre estuvo en mis proyectos, pero tuve que dejar correr el tiempo hasta que cicatrizara la herida que su muerte me produjo. Además, escribir sobre él no resulta fácil, para ello se requeriría de una pluma infinitamente mejor que la mía. Escribir sobre el señor King es también una responsabilidad muy grande, por eso he querido compartirla con su familia y algunos amigos, a quienes mucho agradezco sus aportaciones a este texto, que  no tiene más objeto que recordarlo como el ser humano excepcional, que de muchas maneras fue, y compartir algunos datos de su interesante vida para las generaciones que no tuvieron el privilegio de conocerlo.
Emprendo esta tarea diciendo que en 1989, año de su muerte, lo vi varias veces, pues a raíz de la quiebra un año antes de Aeroméxico, empresa de la cual era yo Gerente Distrital en Loreto, BCS, me había venido en busca de trabajo a La Paz, donde conseguí hacerme cargo de una modesta agencia de viajes por el rumbo de Madero y Degollado. Recuerdo que ese 29 de marzo, día de mi cumpleaños, Pancho llegó a verme a la agencia con un ramo de rosas en las manos, y recorriendo el local con la mirada me dijo: “¿Qué diablos está haciendo una mujer como tú en este cuchitril, mientras que en tu pueblo se están despedazando porque no tienen agua, ni vuelos, ni turismo? ¡Vete para allá, tu pueblo te necesita![1]”. Otro día cobré mi primer sueldo y era tan raquítico que no lo pensé más. Renuncié y me fui para Loreto.
Muy pronto supe que Pancho King padecía de un avanzado cáncer óseo, enfermedad que en unos cuantos meses lo postró en la cama. El 25 de agosto vine de Loreto para verlo, aunque me habían dicho que no recibía a nadie pedí que me anunciaran y me hicieron pasar a su cuarto: “Solamente te he recibido a ti y a Víctor Liceaga, me dijo desde el lecho”. Su cuerpo, de por sí muy delgado, se perdía entre la blancura de las sábanas y almohadas que Lupita, su compañera, acomodaba a su alrededor. Sentada a la orilla de la cama yo le sobaba las piernas: “No lo hagas, me molesta”, pidió viéndome con sus ojos infinitamente tristes, luego agregó: “Quiero que sepas que eres uno de los seres que más he amado en la vida”.

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Intentamos platicar de diferentes cosas, soslayando el tema de la enfermedad y recuerdo que en un momento dado llamaron de Televisa para pedir la nota del día. Se trataba del incendio un día antes de uno de los transbordadores que hacían la ruta entre Mazatlán y La Paz. Pancho, haciendo un alarde en mi honor, quiso ofrecerme una lección póstuma de fuerza y voluntad, y se empeñó en pasar la nota personalmente, lo que viniendo de él no era extraño para mí. Con mucho cuidado para no lastimarlo, pues el dolor de su cuerpo era evidente, Lupita lo ayudó a sentarse en el sillón mientras le acomodaba las almohadas de diferentes maneras hasta que logró una posición más o menos cómoda. Inició la transmisión de la nota que le obligaron a repetir en numerosas ocasiones, hasta dejarlo exhausto. Con lágrimas en los ojos advertí que su potente voz se había debilitado a la par que su cuerpo. Después de besarlo y abrazarlo me despedí de él para siempre. Diez días después murió y no vine al sepelio. No podía soportar verlo muerto y preferí recordarlo en la lucha, como esa última vez.
Pancho ha sido una de las ausencias que más he lamentado porque fue el más entrañable de mis amigos. De él recibí las críticas más certeras y acerbas, pero también, si a su juicio era merecido, el elogio más honesto. Pero sobre todo, fue el amigo con el que conté siempre, en cualquier circunstancia. Con él aprendí también que la amistad entre un hombre y una mujer es maravillosamente posible.
De alguna manera, el no haber estado ni en su velorio ni en su entierro, y el hecho de seguir escuchando su voz en la radio: “XENT Radio La Paz, en la Colina del Sol, frente a las playas del Mar Bermejo…”, me hacían sentirlo vivo. Ahora, al no escuchar la fina música y las campanadas del reloj de la iglesia de Nuestra Señora de Loreto, que eran el sello distintivo de la estación, al escuchar sólo una sucesión de voces extrañas, tengo finalmente la certeza que antes me había negado a aceptar: Pancho King ha muerto, y la XENT la radiodifusora de los sudcalifornianos, apagó sus micrófonos para siempre. La voz de Óscar López Arvizu y sus Recuerdos compartidos ha sido sustituida por una de indefinible acento que conduce un programa de los que ahora abundan.
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Para la realización de este trabajo quise entrevistarme con Lupita Lucero, pero no se pudo, pese a que la llamé en repetidas ocasiones. También intenté entrevistarme con Óscar López Arvizu, concertamos una cita y posteriormente me la canceló por motivos de salud.
Pero si pude hablar con Consuelo Tonela, su viuda, mi querida amiga y comadre; ella y Pancho bautizaron a mi hija Lorella. Consuelo reside en Mexicali, BC, me ratificó algunos datos que mencionaré a lo largo del texto y me dijo: “Tienes mi autorización para escribir lo que quieras, incluso los motivos de nuestra separación que tú bien conoces…” Tuve también largas conversaciones con sus sobrinos, los hijos de Margarita King: Elsa King, Marcelo y Silvia Espejel King, con Raquel Bernáldez, hija de Edith Lucy King; con don Othoniel López Ortiz, compañero de escuela de Pancho; con sus amigos Carlos Cortés, Ángel César Mendoza, Celia Davis y Chema Espinoza, además, desde luego, de la vivencia personal.
Como dueño de la XENT, el señor Francisco King se las ingenió para que su negocio privado fuera al mismo tiempo la radiodifusora de y para el pueblo, como ninguna otra lo ha sido hasta ahora en Baja California Sur. La XENT era el refugio de la gente y el señor King la solución a la que recurrían, como bien dice Marcelo Espejel King, su sobrino: “…la gente que había sido abusada por las autoridades, despojada de sus ranchos y propiedades, abandonada en su desgracia, mi tío hacía público eso a través de su estación y emprendía la defensa de esta gente, (…) Él no se conformaba con sacar esto a la luz, plantearlo, exhibirlo y ventilarlo, no; él se asesoraba legalmente y analizaba la procedencia en cuanto a lo legal, en cuanto a derecho”.
Lo que dice Marcelo es incuestionable. Hace apenas unos días cuando escuchaba la ahora Radio Fórmula, habló una mujer a Contacto directo para hacer una denuncia y al final dijo: “Si el señor King viviera, otro gallo nos cantara.” En efecto, la labor social del “señor King”, además de incuestionable resulta inolvidable. La gente lo sigue recordando y su fe en él fue tan grande que aún ahora, después de muerto, sienten que los sigue ayudando, ya que incluso han dado en atribuirle la facultad de hacer milagros: según me cuenta Marcelo: “El otro día me encontré a alguien que me dijo: ¡Qué milagroso está tu tío últimamente! Me concedió un milagro…”
Por su forma de ser y por su físico, a Pancho King se le comparaba cariñosamente con El Quijote, personaje de cuya “triste figura” se dice que tenía una basta colección, que algunos amigos como Ángel César Mendoza se encargaron de hacer crecer. Era precisamente Ángel César uno de los amigos que lo comparaban con el inmortal personaje. Se hacían muchos chistes sobre la flacura de Pancho y él era el primero en hacerlos. Carlos Cortés recuerda la siguiente anécdota: “Estábamos el Dunchy[2] y yo con él en la alberca del Club de Vuelos:[3] ‘Soy un Charles Atlas’, dijo Pancho intentando hacer resaltar sus bíceps:” ‘Sí, pero disecado’, le contestó el Dunchy.” Se burlaba también de su nariz prominente. Siempre caminaba de prisa y se movía con agilidad: “Te gané por una nariz…” era su broma favorita.
Así pues, con todo y no ser nativo, este moderno Quijote, pionero de la radiodifusión en Baja California Sur, amó profundamente a esta tierra y fue plenamente correspondido por la mayoría de los sudcalifornianos, con todo y su acendrado regionalismo. Fue la gente del pueblo quien le otorgó el título de “Señor King”, que era como le llamaban todos, exceptuando los que fuimos sus allegados. En Baja California Sur no somos dados al trato formal y no a cualquiera le llamamos señor; entonces, ¿por qué “señor King”? Le preguntaba yo a Ángel César, que me respondió: “Es una forma de respeto, de reconocimiento, es como decir señor gobernador o señor presidente, nadie dice gobernador o presidente a secas, siempre se le antepone el titulo de señor”, y es verdad, coincido con Ángel César. Francisco King era un SEÑOR.
Cuando mi amigo Martín Avilés supo que pensaba escribir sobre él, me dijo: “Conozco a un señor que vive en El Centenario que fue compañero de escuela del señor King.” Días más tarde, me llevó a la casa de don Othoniel López Ortiz. Un lúcido caballero de 85 años (la misma edad que tendría Pancho si viviera), cuya existencia ha sido muy interesante y rica. Don Othoniel nació en Tenango del Valle, Estado de México, donde estudió la primaria; al terminar obtuvo una beca para estudiar el bachillerato como interno en el Instituto Científico y Literario[4] de Toluca. Ahí tuvo como compañeros de banca los 5 años a Pancho y Margarita King, pues la regla del Instituto era que se ocuparan los asientos por orden alfabético: “K”, “L”, etc… Dice don Othoniel que se hicieron grandes amigos. Recuerda que Pancho era un muchacho muy bueno y generoso. Con frecuencia le llevaba a regalar una torta comprada en el puesto de la esquina. Comparados con don Othoniel, Pancho y Margarita eran niños de buena posición, pues su madre manejaba un hotel que según los hijos de Margarita se llamaba “León de Oro”, pero según don Othoniel se llamaba Hotel King, en ese tiempo el más grande de Toluca. Al terminar el bachillerato Pancho se fue a la ciudad de México a estudiar una carrera, mas no sabe si siguió estudiando o no, porque no volvió a verlo. Con los años, don Othoniel vino a vivir a Baja California Sur con su familia; primero como gerente de CALIGAS en Ciudad Constitución y después como residente en La Paz desde hace más de 30 años. Aquí se reencontró con su amigo, con quien se visitaba de vez en cuando. Dice que Pancho lo invitó a trabajar con él en su “negocio”: “Ve a verme a la Colina del Sol” —le dijo—, “quiero que trabajes conmigo, acuérdate que me debes muchas tortas…” Pero don Othoniel no aceptó. Era militar y en ese tiempo se desempeñaba como mecánico de aviación, aparte de que atendía un negocio propio.
Mi amiga Raquel, hija de Edith Lucy, hermana menor de Pancho, y de Froilán Bernáldez, me cuenta algunas cosas de la época estudiantil de su padre y de su tío. Froilán, fue compañero de Pancho desde la escuela primaria y al terminar ésta, ingresaron al Instituto Científico y Literario, donde junto con Margarita y don Othoniel López cursaron el bachillerato. Pancho, tanto por su delgado cuerpo, como por su nombre “William Francis”, algunas dificultades con su acento y sus aires de niño bien, era fácil blanco de las bromas y burlas de sus compañeros toluqueños. De tal manera que Froilán, un muchacho corpulento y fuerte, se constituyó en su ángel guardián, propiciando que entre ellos naciera una gran amistad que con los años los convirtió en cuñados. Para cualquier niño debe haber sido muy complicado llevar un nombre extranjero en la Toluca de aquellos años; así que el niño King adoptó el nombre de Francisco o Pancho. Mary Olga, la madre, contaba al respecto: “Yo no soy William Francis, yo me llamo Pancho King”, decía el pequeño, y tenía toda la razón. Se quedó con el nombre de Pancho, aunque para los sudcalifornianos fue simplemente el “señor King”.
El lugar de nacimiento del señor King siempre fue un misterio, como muchos otros de los que él permitió que se tejieran a su alrededor. Se dijo que había nacido en la Ciudad de México, en Mexicali, e incluso en La Paz, (él solía decir que era nativo de Agua Verde, rancho de la familia Rondero). La primera versión nos la proporcionó Consuelo Tonela, su viuda, quien dice que Pancho nació en Sao Paulo, Brasil, el 11 de diciembre de 1918. Hijo del inglés William Augustus King y de Mary Olga Rondero Cotê. Raquel recuerda que su madre le contaba que Margarita y Pancho habían nacido en Toluca, y William Augustus los registró en la Embajada Inglesa como ciudadanos de Inglaterra, dado que él era de Barbados, antigua colonia británica independiente desde 1966, porque al antillano inglés no le gustaba tener hijos mexicanos.
La madre del señor King, Mary Olga, nació en la Ciudad de México, hija de un español y una francesa[5]; ahí conoció a William Augustus, que de modesto farolero llegó a ser alto ejecutivo de la Compañía de Luz y Fuerza. Se casaron, vivieron un tiempo en México, donde habría nacido Margarita la primera hija[6] en 1916. Luego se fueron a residir a Brasil donde William Augustus tuvo indistintamente la representación de la Burroughs y de la Metro Goldwyn Mayer. En Sao Paulo habrían nacido William Francis (Pancho) en 1918[7] y Edith Lucy en 1922. William Augustus murió en Brasil de un infarto, y Mary Olga regresó a México con sus tres hijos. Viajó de Brasil a Veracruz, de ahí a la ciudad de México y finalmente a Toluca[8]. Para entonces Pancho tenía 11 años.
Ya en Toluca, Mary Olga alquiló el hotel “León de Oro” e inscribió a sus hijos en la escuela para terminar la primaria e ingresar después al Instituto Científico y Literario, para cursar el bachillerato. Según el testimonio de don Othoniel López Ortiz, Pancho Ingresó al Instituto a los 13 años y a diferencia de Margarita, no se distinguía por ser un estudiante brillante.
El caso es que al finalizar el bachillerato a los 18 años, Pancho abandonó la casa familiar[9]. Se fue a la costa del Golfo de México y anduvo vagando un tiempo por el sureste del país. Vivía en cualquier parte y trabajaba en lo que se podía, llegando a robar plátanos en los muelles para comer. Se dijo incluso que había sido soldado, pero tanto Marcelo como don Othoniel coinciden en que se trata de un dato falso. Lo que si es cierto, es que después de vagar un tiempo, se embarcó en un carguero y se fue a Centroamérica. Según Marcelo lo hizo por el placer de viajar y conocer otros lugares, y afirma que en ese tiempo fue cuando le dio por el periodismo: “… mi tío era un desastre. Era un aventurero, un rebelde y yo creo que esa era la parte que entraba en conflicto con la abuela, porque ella era todo disciplina y orden y todo tenía que estar en regla”.
Pancho se confesaba autodidacta y haber terminado apenas la primaria: “Todo lo que sé lo he aprendido en la escuela de la vida”, decía con un aire de jactancia. Desde luego, ya hemos visto que esto es inexacto, como muchas otras cosas que se dijeron del señor King y que si bien él, en lo general, no las alentaba, tampoco las desmentía. Por otra parte, su cultura, su letra, su ortografía y su forma de redactar no corresponden a una persona sin estudios[10].
Durante los años que Pancho estuvo lejos de su familia se casaron sus hermanas: Margarita contrajo matrimonio en 1936 con Rodolfo Espejel Jaimes, con quien procreó a sus hijos Alexis, Silvia, Marcelo, Elsa y Leda. Por su parte Edith Lucy se casó en 1943 con Froilán Bernáldez y procrearon a Sergio, Alejandro y Raquel. Edith Lucy murió en 1967 y Froilan volvió a casarse.
En su estancia en Centroamérica, Pancho que tendría unos 21 o 22 años, conoció a su primera esposa, una muchacha panameña llamada Elea. De esto y otras anécdotas habla Silvia: “Me acuerdo mucho de Elea, la primera esposa de mi tío y de Antonieta la hija de los dos. Ellos se pelearon y él se vino a México con la niña, la quisimos mucho, pero un día vino su mamá por ella, se la llevó y nunca la volvimos a ver. Mi tío, alguna vez quiso buscarla, pero se metió tanto en el trabajo que nunca lo hizo…”[11] “Mi tío trabajaba en Panamá en unas minas de oro. Ahí observó que los trabajadores, sus compañeros, se tragaban las pepitas de oro para después obrarlas y lavarlas. Entonces mi tío, que era un hombre extremadamente derecho, denunció a los ladrones y eso casi le cuesta la vida, pues al darse cuenta los malhechores que él había sido el delator, le prendieron fuego a la choza donde vivía. Logró escapar saliendo por el techo. Afuera lo esperaba su caballo, montó en él y huyó. ¡Párate!, le gritaban sus perseguidoras…”[12] Elsa por su parte, dice lo mismo, nunca se volvió a saber de la prima Tony, y que no estaba permitido hablar de ella, constituyéndose en uno más de los secretos de familia, la cual está llena de ellos…
Ya separado de Elea, Pancho se estableció en la Ciudad de México; consiguió un trabajo como corrector de pruebas en una editorial de revistas de modas y escribía cuentos de misterio para la revista Policía, lo que le llevó a descubrir que tenía bastante habilidad para escribir. Su primer trabajo como reportero lo obtuvo como suplente en el diario de la Ciudad de México Novedades. Posteriormente le encargaron la redacción de artículos para revistas noticiosas y de ahí dio el salto a la radiodifusión.
Según Marcelo hubo circunstancias que influyeron favorablemente en la carrera periodística de su tío, tal es el caso del siguiente episodio:
“Mi tío anduvo de la ceca a la meca y se dedicó al periodismo. Entre sus anécdotas como periodista recuerdo la siguiente: fue uno de los primeros que logró una entrevista con Lombardo Toledano. Este hombre era muy reacio a los medios, no los quería, sobre todo porque él vivió en una época en que el comunismo era un pecado. Entonces no aceptaba entrevistas de los periodistas, porque no lo querían y él no los quería a ellos, porque siempre distorsionaban lo que él decía ¿no? Mi tío que era un hombre muy arrojado se coló a la casa de Lombardo Toledano. Lo pescaron ahí, salió el hombre y lo vio tan jovencito que le tuvo lástima y le dio la entrevista…”[13]
Silvia a su vez, dice que uno de los grandes éxitos de Pancho como periodista fue que logró una entrevista con Henry Charriere Papillón,[14] reo francés que alcanzó la celebridad al lograr huir de la terrible prisión de Cayena[15] para llegar a refugiarse en Venezuela. Papillón escribió sus memorias y fueron publicadas en abril de 1970, con tanto éxito que en agosto del mismo año salía la vigésimo primera impresión.[16]
La década de los 40’s marcó el destino del señor King, pues en uno de sus frecuentes viajes a Centro y Sudamérica conoció al famoso productor mexicano de programas de radio Clemente Serna Martínez, dueño de Radio Programas de México, quien le ofreció trabajo en la XEW. Ahí laboró un tiempo, lo que le sirvió para obtener experiencia en los medios electrónicos. Se percató también de la importancia de la radio y la televisión, y llegó a manejar un programa noticioso. Según Marcelo, su tío trabajó con locutores de renombre como Pedro de Lille, Pedro Ferriz y otros más que no llegaron a brillar tanto como los mencionados. Pancho tenía una voz extraordinaria y estas gentes lo ayudaron a entrar a la radio. Ahí se quedó e hizo de la radio su vida. Al mismo tiempo escribía radionovelas y TV novelas. No obstante, pasados los años al recordar esta etapa de su vida diría con un dejo de tristeza: “Nunca tuve suficiente dinero para comer bien.” Eso me lleva a recordar lo que me dijo un par de años antes de morir: “Fíjate que extraña es la vida. Sin querer me volví millonario… Nunca fue mi intención hacerme rico ni con la radio ni con la televisión.” Los que lo conocimos sabemos que esto es cierto. Con frecuencia regalaba el tiempo de la radio para las causas sociales.
En ese tiempo, Clemente Serna Martínez y él se convirtieron en grandes amigos. Dice Marcelo que cuando Consuelo Tonela enviudó y quedaron sus radiodifusoras de Mexicali “al garete”, como eran estaciones afiliadas a Radio Programas de México, Consuelo le pidió a Serna Martínez que le recomendara a alguien para que fuera a regentearlas. Conociendo a Pancho King, Serna Martínez lo recomendó naturalmente, y Pancho se trasladó a Mexicali. Así fue como se conocieron él y Consuelo, se enamoraron y se casaron. El matrimonio procreó dos hijos: Bruma Patricia y Francisco.
Ya estando el señor King en Mexicali, Margarita se divorció quedándose con sus cinco hijos chicos. Inmediatamente Pancho se convirtió en el sostén de ellos y de la abuela, con quien fueron a vivir. En 1952, tal vez para facilitar la situación o para tenerlos más cerca y protegidos, Pancho invitó a Margarita a venirse a vivir a La Paz con los niños. Ella aceptó y como era una mujer de iniciativa y preparada (hablaba inglés, francés, alemán y portugués), se dio a la tarea de buscar trabajo y lo consiguió en Trans Mar de Cortés, la línea aérea de Mayo Obregón. Tiempo después volvió a casarse, esta vez con un sudcaliforniano: José Roberto Verdugo Garciglia, un hombre muy bueno y decente, que al decir de Marcelo todavía vive: “Viejito, pero fuerte”. De este matrimonio nació Mirtha quien radica en Guerrero Negro.
A pesar de que Margarita se trajo a su madre a vivir con ella, mientras vivió Edith Lucy, Mary Olga compartió su tiempo entre La Paz y la Ciudad de México. Falleció aquí en 1968, cuando pasaba de los 80 años. En 1983 le siguió Margarita que murió de 67. Los restos de ambas descansan en el panteón de los Sanjuanes.
Margarita siempre estuvo física y espiritualmente muy cerca de su hermano. El amor y la gratitud que sentía por él eran tan grandes que dedicó su vida a trasmitir a sus hijos estos sentimientos. De tal manera que Pancho se convirtió en la más fuerte influencia y en el mayor ejemplo a seguir por sus sobrinos, como afirma Marcelo:“Un padre. Fue como un padre. Aun cuando no nos llevábamos muy bien, aun cuando no vivimos juntos ni teníamos una intimidad, su actuación siempre influyó en mí. Te digo que aunque no era muy afín a mi tío, fui muy afín a mi madre y a través de ella aprendí a querer y admirar. Sueño mucho a mi tío, para mí fue mi padre, me apoyó mucho, me ayudó mucho de niña. Ya de grande, cuando mi divorcio, él me apoyó y me ayudó muchísimo…”
Silvia por su parte, relata lo siguiente: “Nosotros somos hijos de padres divorciados y para mi mamá mi tío era un héroe, lo adoraba. Yo le pregunté un día ¿por qué quieres tanto a mi tío? Lo quiero tanto como tú quieres a Alejandro (Alexis), me contestó. Y yo lo entendí, porque Alejandro es mi hermano adorado. Yo quise mucho a mi tío, sobre todo porque yo lo cuidé cuando se enfermó y en ese tiempo fue cuando realmente aprendí a conocerlo. Aprendí que mi tío era un hombre bueno y generoso. Un hombre lleno de amor y sensibilidad. Él tenía que ponerse una máscara de dureza… Por su trabajo, por lo que tú quieras. Siempre estaba trabajando. Recuerdo que un día le pregunté: tío, ¿por qué nunca te fuiste a viajar a Europa si tenías dinero? Y me contestó: ahora que me alivie lo voy a hacer…”
El hecho de que parte de su familia ya radicaba en La Paz, tal vez favorecieron las cosas para que Pancho pensara en la posibilidad de radicar aquí. De las diferentes versiones que existen recojo en este texto las de Carlos Cortés Verdugo y Marcelo Espejel King. Carlos, que vivió en Mexicali de 1952 a 1957, había hecho una buena amistad con Pancho King, quien aspiraba a tener su propia radiodifusora. Como todo buen sudcaliforniano, Carlos le contaba maravillas de Loreto y La Paz al grado que Pancho se entusiasmó y un día de 1954 le aceptó la invitación para vacacionar en Loreto: Salimos de Tijuana en uno de los aviones de Trans Mar de Cortés. Llegamos a Loreto, obviamente Pancho se hospedó en mi casa[17] Ahí le presenté al Dunchy q.e.p.d. y se hicieron muy amigos. Los tres nos pasábamos el día juntos. De ahí Pancho se fue unos días a La Paz. Se enamoró de la ciudad y especialmente de la “Colina del Sol”, que le pareció el lugar ideal para vivir y poner la radiodifusora. Se fue a ver al General Olachea para plantearle el proyecto y concertar la compra del terreno. El general no puso objeciones y le vendió el predio que hasta hoy ocupan las instalaciones, pues el resto era propiedad de otra persona.[18] Cuando Pancho regresó a Loreto, el Dunchy se lo llevó al Hotel Club Deportivo de Vuelos del cual era Gerente. Me acuerdo con que entusiasmo nos hablaba de su sueño y hacía planes para la futura radiodifusora. En esos ratos pasados alrededor de la alberca, platicando y bromeando, compartiendo sueños y proyectos surgió el slogan de la radio: “En la Colina del Sol frente a las playas del Mar Bermejo…”
La siguiente versión es la de Marcelo: “Él vino la primera vez, debe haber sido entre 1953 y 1954, invitado por Antonio Ruffo. Vinieron a pescar y se enamoró de la Colina del Sol que era de un señor Díaz Encinas[19] (…) Cuando vio la colina, vio su estación y se enamoró de su sueño. Y pasaron muchos años, muchísimos.[20]  El siguió trabajando en Mexicali y comprando equipo, poco a poquito, hasta que lo logró y realizó su estación. Previo a esto, pues hubo todo un periodo de mucho trabajo, porque mi hermano y yo estábamos involucrados muy íntimamente. Hacíamos el trabajo más que con medios, con ganas. Nos tocó…, había una brechita de subida a la loma, pero estaba en pésimo estado, pues nos tocó arreglarla y ahí estábamos cavando…”
El 15 de junio de 1956 nació la XENT. Marcelo lo recuerda así: “Se estableció la estación, y ya no me acuerdo con quien, si fue con un amigo o con un cliente potencial, pero mi tío había hecho una apuesta con alguien que iba a salir al aire en tal fecha. El caso es que cayó un vientazo y tumbó la antena. Pero el tío, que era imbatible, algo que nos enseñó y fue la mejor herencia que hemos tenido, nos mandó colgar un cable desde la colina hasta abajo, donde estaba la antena anteriormente. Tendimos desde ahí un cable y en efecto, empezó a trasmitir en la fecha que él había dicho. Luego repararon la antena y no sirvió, el caso es que por algún tiempo la XENT estuvo trasmitiendo sin antena”.
Con el nacimiento de la radiodifusora, la familia King – Tonela llegó a radicar a La Paz y la sociedad de la capital del territorio los recibió con los brazos abiertos. Pancho era un hombre que parecía estar predestinado a rodearse de mujeres maravillosas. Con él estaba Margarita, la hermana mayor que fue su brazo derecho y su consejera cuya sólida preparación coadyuvó a la realización de sus planes, y por otro lado estaba Consuelo, su esposa, quien además de ser toda una dama, elegante y hermosa, fue una gran anfitriona y una cocinera excepcional [21], cualidades que mucho favorecieron el desarrollo de los negocios del señor King. Las comidas y las cenas en casa de los King eran famosas, a pesar de que según Marcelo “para entrar a la casa de mi tío, primero tenías que haber entrado en su corazón. A menos que tuviera que atender o agradar a alguien por compromiso.” Y quizás fue por esto último, pero me consta que por su comedor desfilaron personalidades, tales como presidentes, gobernadores, ministros y artistas[22], además desde luego, de la mejor sociedad de La Paz.
Los inicios de la XENT, Marcelo los recuerda así: “De aquella época puedo decirte que comenzamos… y digo que comenzamos porque yo también andaba por ahí dando lata, con dos tornamesas, una consola chiquita, de llaves todo, no de botones y teníamos una sola grabadora. Así es que en la noche, una vez que se cerraba la estación se hacía la grabación de todos los spot que se iban a cambiar; es decir, primero se hacía la grabación y luego la edición, esto es ir contando e intercalando la cinta con los nuevos spot grabados, de tal manera que el operador al día siguiente pudiera estar pasando la publicidad dentro de lo que era la carta de continuidad, que no era otra cosa mas que la programación en tiempo de lo que iba a trasmitirse. Una de las responsables era mi madre. Ella se encargaba de distribuir los espacios, de distribuir los spot de tal manera que ninguno coincidiera con otro similar de otra marca…”
El tío tenía un lema al que fue siempre fiel y era que jamás anunciaría nada que no fuera cierto y nada fuera de lugar… Todo anuncio tenía que pasar por el tamiz del tío, en cuanto a la calidad del producto y que la calidad correspondiera a la publicidad que se estaba haciendo. Tampoco aceptaba anuncios estridentes ni “fuera de orden”.
En los micrófonos de la XENT , además de una música selecta, se escucharon por primera vez en el territorio las voces del propio Pancho King, Margarita King desde luego, Rubén García, Armando Trasviña, Jesús Murillo, Eligio Moisés Coronado, Oscar López Arvizu, Raúl Zavala, Román Pozo, Antonio Manríquez, Julio César Saucedo y Pedro Masón, entre otras.
Algunas de estas voces desaparecieron del aire por conflictos con el señor King, pues como jefe no era una persona de fácil trato, como le consta a la que esto escribe y a la misma Elsa King, quien se desempeñó como su secretaria muchos años. Recuerdo que cuando iba a trabajar con él, me advirtió: “Quiero que sigas siendo una rebelde, que no te dejes de mí, porque si te dejas te voy a convertir en una autómata que no va a servir para nada. No permitas que te eche a perder como lo he hecho con otros empleados…”
Otro de los coadyuvantes a la realización de la XENT, fue desde sus inicios, Roberto Verdugo, que según Consuelo fue el gran “todólogo”. Sus tareas iban desde levantar una antena, cargar una cámara, reparar un equipo, hasta conducir un vehículo. Estuvieron también Federico Verdugo, Alexis y Marcelo Espejel King, Raúl Aréchiga, Santos Carlos León y muchos más.
A los doce años de haber iniciado trasmisiones con la XENT, Pancho King abrió el Canal 10, el 3 de junio de 1968. Pero según Marcelo, el señor King ya lo traía en la mente desde tiempo atrás: “La primera acción del tío, aunque obviamente ya tenía todo planeado, fue lanzarse a la calle para vender la idea. Se entrevistó con Alfredo Almada, Marco Antonio Núñez en el Valle, con Carlos McFarland, aquí en La Paz con varias personas adineradas como los Scholnick. No todos quisieron entrarle, me temo que fueron muy pocos. Pancho King no desmayó y buscó el apoyo una vez más de su amigo y padrino, Clemente Serna Martínez, sólo que en esta ocasión quien lo apoyó fue el hijo pues el padre ya estaba muy viejo.”Mi tío era un vendedor extraordinario, porque era un hombre muy convincente, tenía la capacidad de convencer… Sin embargo, no todo mundo quiso entrarle a este sueño.”[23] Precisamente por el Canal 10 se trasmite todos los jueves El reportaje que hace historia, como un homenaje al trabajo del señor King. Esto de los reportajes me lleva a recordarlo filmando en Cabo San Lucas. Ahí se encontró a Víctor Castorena, mi hijo, que al salir de la prepa se había tomado un año para dedicarse a las actividades del mar, antes de ingresar a la Facultad de Economía de la UNAM. Víctor era un gran buzo[24] y Pancho lo invitó insistentemente a trabajar con él. Le proponía hacer reportajes submarinos, sugiriendo que podría llegar a ser un Jacques Costeau, y que eso desde luego, era mejor que ir a la Universidad. Cuando ya casi lo había convencido le dijo: “No, mejor vete a estudiar, porque tu padre no me va a perdonar nunca que un Castorena se quede sin carrera por mi culpa”.
El señor King era muy aficionado al deporte. Practicaba la natación, el tenis y la equitación[25]. Seguramente que muchos paceños lo recuerdan en sus viajes cotidianos al Coromuel, o montando a caballo, a veces vestido de charro, un traje por el que sintió fascinación desde niño. No era raro que con este ajuar y a caballo llegara a visitar a algunos amigos que vivían por el malecón, como don Ignacio Ayala o don Miguel Cornejo.
Ser amante del tenis, un deporte que practicó toda su vida hasta poco antes de caer en cama, le valió tener muchos amigos con los que formó un club, donde se daba especial atención a las nuevas generaciones, inculcándoles el gusto por este deporte. Pero sin duda que lo más relevante de sus actividades fue lo relacionado con las causas de los sudcalifornianos, especialmente las que se relacionaban con las cuestiones políticas, como lo fue la lucha por un gobernador civil en 1965. Lucha en la que el señor King no sólo participó activamente, sino que convirtió a la radiodifusora de su propiedad, en la voz de los integrantes del FUS (Frente de Unificación Sudcaliforniano), que presidía otro luchador inolvidable, el doctor Francisco Cardoza Carballo. Seguramente que muchas personas de mí generación no olvidan las grandes concentraciones en lo alto de la Colina del Sol, y las arengas de todos los que veníamos desde los diferentes puntos del entonces territorio. Recordemos que el FUS pugnaba por un gobernador civil, dado que desde tiempo inmemorial la entidad había estado gobernada por militares enviados desde el centro. Por su gran apoyo a través de la radio y otros medios a esta lucha y a otras, el señor King se hizo de enemigos, y no fueron pocas las ocasiones en que sufrió amenazas. Al respecto Silvia relata lo siguiente:
“Cuando lo del FUS, ya ves que gobernaba el general Salinas Leal y se pedía que fuera un gobernador civil, por lo mismo mi tío tenía muchos enemigos en el ejército. En ese tiempo se acercó a él un militar, el mayor Juárez Floriano, se hizo su amigo y en una ocasión lo invitó a sobrevolar la Bahía de La Paz para tomar fotos. Mi tío aceptó y se fue con él, cuando estaba sobre el mar, ya bastante lejos, el mayor sacó una pistola y le dijo: “Traigo órdenes de matarte y arrojarte al mar”, luego guardó la pistola y agregó: ‘Pero yo no mato a los valientes como tú’.”
Efectivamente, esta anécdota nos la contó Pancho King a muchos de sus amigos. Lo que yo sé es que después de ese incidente, la relación entre él y el mayor Juárez se convirtió en una amistad entrañable y se trataban como hermanos. Uno de los recuerdos más vívidos que tengo de ellos dos, es ver al mayor Juárez cortándole el cabello a Pancho, cuidadosa y afectivamente, allá en la XENT.
Sin reparar en obstáculos, el señor King siguió adelante sin dar gusto a sus detractores y enemigos. Sin lugar a dudas la labor más importante, reconocida por el pueblo, fue su participación en las causas comunes. Su verdad, que no siempre era compartida por las autoridades gubernamentales de cualquier nivel, fue sin embargo, respetada. Su pugna por lograr beneficios para las clases más necesitadas le ganaron un lugar en el corazón del pueblo. Fue también un promotor de las actividades culturales, especialmente las que tenían que ver con los niños.[26]
Comentando con Marcelo acerca de los amigos de Pancho King, concluimos que sus relaciones fueron variando según la época, pues a raíz de la lucha del FUS y otras, se enfriaron algunas amistades, por ejemplo las que resultaron partidarias de Salinas Leal, aunque también nacieron otras, más firmes y duraderas, como la que tuvo con el doctor Francisco Cardoza, Chito Geffroy, Fernando Jordán, Chema Espinoza y Ramiro Mendoza, por mencionar algunos.
El trágico deceso de Fernando Jordán, interrumpió la amistad de ambos, pero mantuvo hasta la muerte una magnifica relación con Ángel César Mendoza: “hermano Sagitario” se decían el uno al otro, pues ambos nacieron bajo este signo. Pancho el 11 y Ángel César el 15 de diciembre. Otra de sus grandes amigas fue María Luisa Ayala, quien a pregunta expresa me respondió: “Sí, fuimos muy amigos, pero no sé nada de él, así que ni me preguntes.” En efecto, no le pregunté porque se lo creo. En lo general los amigos de Pancho sabíamos muy poco de él, pues era extremadamente celoso de su intimidad. Respecto a la amistad que mantuvo con Fernando Jordán, Marcelo hace una remembranza: “Mi tío y él se identificaban porque ambos eran muy idealistas. Fernando siempre soñó con un México ideal, con un México mejor, y mi tío también. Creían mucho en la igualdad, en la democracia, en el derecho de todos a ser felices. Yo hasta la fecha sigo creyendo en ello, lo digo cada vez que alguien me escucha, es algo que aprendí a mi tío, a mi madre…”
Segura de haber ocupado un lugar importante en los afectos de Pancho King, comparto algunas anécdotas de nuestra relación: Un día fue a Loreto y pasó a saludarme. Me encontró en las peores fachas, regando el patio, sin zapatos, con el vestido empapado y los pies enlodados. Ni hablar del peinado y el maquillaje. Esa mañana no había visto el peine y mucho menos el espejo. Debo haberlo decepcionado, porque se me quedó viendo y me dijo: “Una mujer como tú[27] no tiene derecho de andar en esas trazas.” O tal vez lo avergoncé…, porque no iba solo. Lo acompañaban el director de cine Roberto Gavaldón y el dramaturgo Emilio Carballido [28]. Así, los atendí, naturalmente, claro después de enjuagarme los pies con la manguera.
Trabajaba con él vendiendo publicidad en Los Mochis. Un día me quejé diciéndole que los clientes que visitaba me coqueteaban y me invitaban a salir: “dales atole con el dedo”, me dijo, sin darle mayor importancia al asunto. De todos modos no tuve que preocuparme porque muy pronto le renuncié. “Eres muy veleta”, me dijo esa vez.
En una ocasión comimos juntos en la ciudad de México, donde yo vivía y trabajaba entonces. “¿Qué estás haciendo aquí?” —me preguntó—. Aquí no eres nadie. Eres como un granito de arena en la orilla del mar. En cambio en tu tierra eres Estela Davis. Regresa allá y ponte a trabajar por tu tierra”. Ya comenté que me pidió que siguiera siendo rebelde, y lo seguí siendo. Un día me dijo: “Ponte a escribir, yo te voy a enseñar”. —No escribo por órdenes de nadie ni necesito que me enseñen. —Le contesté, la muy malagradecida—. “Bueno, hagamos una cosa. Yo escribo y tú nomás firmas y se lo mandas a Pagés [29], al cabo que te publica cuanta cosa le mandas, cosas que yo no publicaría.” —Pues sí, pero son mis cosas no las tuyas, así que no, muchas gracias. Quizás sea una porquería lo que escribo, pero es muy mío. (Supongo que en ese tiempo estaba convencida de que escribía muy bien.)
 
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Los hijos de los King crecieron, bellos y mimados. Pero quiso la fatalidad que cayeran en las garras de las drogas y se fueron de la casa. Consuelo, al fin madre, fue tras ellos para rescatarlos y el matrimonio terminó por desintegrarse. Ella después de vivir un tiempo en la Ciudad de México, regresó a Mexicali con sus hijos y sus dos nietecitos. Esta mujer admirable, crió a los pequeños desde darles el biberón y cambiarles el pañal hasta entregarlos a la sociedad convertidos en magníficos seres humanos y profesionistas. Este compromiso de amor, asumido en la madurez de su vida, le ha permitido a Consuelo, seguir siendo a los 85 años, una mujer lúcida y fuerte. Es la misma dama guapa y elegante de siempre. Adorada por sus hijos, venerada por sus nietos, respetada y admirada por quienes tenemos el privilegio de conocerla.
A raíz del problema de sus hijos, el señor King inició una larga y apasionada campaña en contra de las drogas, alertando a los padres sobre este problema que tanto daña a la juventud. Así continuó en La Paz, librando y ganando batallas hasta que finalmente perdió la última, esta vez con la muerte; a los 72 años, atendido por la compañera de sus últimos años, Lupita, y por la dulce Silvia, su sobrina. La entrañable Margarita a través de su hija lo cuidó hasta el día de su muerte. “No encuentro las palabras para expresar en estas líneas el profundo pesar por la desaparición de uno de los puntales del periodismo y la radio. Un hombre que se supo ganar a pulso un lugar en la historia del Estado por luchar por su verdad, una verdad que se identifica con el grueso de la población y que a raíz de ello se identificara con el Quijote de Sudcalifornia.”[30] “Lo mismo en La Paz, que en Mulegé, Loreto, Comondú o Los Cabos, Pancho King ocupa un lugar especial en el corazón de los sudcalifornianos. Los humildes, los desposeídos, los marginados, fueron arropados por su singular espíritu y jamás intentó el fraude social tan común en nuestros días.”[31]
 
*  *  *
 
Baja California Sur ha perdido a un gran hombre, don Francisco King Rondero, aquejado por su padecimiento desde hace algunos meses, el destino quiso arrancar a la historia de la entidad a este hombre, que hasta los últimos minutos de su existencia hizo patente su sencillez y humildad: “No quiero que se aflija a la gente con mi muerte que ya bastantes pesares tiene”, dijo a uno de sus colaboradores poco antes de dejar nuestro mundo a las 09:30 horas del martes 5 de septiembre de 1989, a los 71 años, en su hogar de la Colina del Sol, “frente a las playas del Mar Bermejo”, como solía decir.[32]
El día del sepelio, la XENT pasó al aire el último mensaje del señor King. La voz querida, débil y apagada, dijo: “Muero tranquilo, porque amo a Baja California Sur. Luché con honor, con la verdad en la mano; luché con honestidad y agradezco ese respaldo magnífico que me han dado. Que mi espíritu siga proliferando fe y que todos los que estén escuchando mis palabras sepan que el mejor camino es el de la verdad, de la justicia, de la rectitud. No podemos alcanzar una vida placentera haciendo bribonerías; sepan ustedes que la honestidad es la mejor virtud del hombre…”[33].
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[1] Se refería a una intensa lucha social que se denominó “31 de Marzo”, que en 1989 nos movilizó a los loretanos que exigían al gobierno la solución al problema del agua potable y a la falta de vuelos, como consecuencia de la quiebra de Aeroméxico en 1988. Pancho King le dio voz a este movimiento a través de la XENT.
[2] Dunchy, era el apodo de Ildefonso Green Garayzar q.e.p.d.
[3] Este hotel, pionero de la industria turística del entonces territorio, era de Eduardo Tabor y ya no existe.
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NOTA DEL EDITOR: Agradecemos las fotografías que se nos hicieron llegar por parte de Cuauhtémoc Morgan.



Alfonso Álvarez Bañuelos cumple 30 años haciendo teatro en La Paz (I)

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Alfonso Álvarez Bañuelos. Fotografías: J. R. Fernández.

La Paz, Baja California Sur (BCS). Fue el 7 de mayo de 1987 que el maestro Alfonso Álvarez Bañuelos inició su primer proyecto de teatro en La Paz: la puesta en escena La jojoba y la ballena, de Heriberto Parra, en el recién estrenado Teatro de la Ciudad; 30 años han pasado desde entonces, y para este 2017 pretende montar su puesta en escena número 100, con lo que se convierte en el director de teatro más prolífico de Baja California Sur. Celebrando este aniversario, el también dramaturgo, concedió una entrevista exclusiva a CULCO BCS.

Desde su natal Guanajuato, y a muy corta edad, tuvo contacto con el teatro. “Hubo una función que recuerdo yo cuando era niño, en Guanajuato, Las tentaciones María Egipciaca, con María Douglas, que me dejó totalmente fascinado”; también recordó las obras de Abraham Oceransky, Julio Castillo, Hector Méndoza y Luis de Tavira. “Siempre quise ser director, no actor de teatro”, afirmó.

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“Mi primera vivencia que yo recuerdo, cuando era niño, que tenía 5 años, fue que salí en una obra de teatro infantil que se llamaba La gallina de los huevos de oro, yo salí de uno de los duendes (…) La primera cosa que recuerdo yo de mi vida es una imagen del Teatro Juárez —de Guanajuato—, de la parte de atrás, tras bambalinas, de pronto: la sensación de cuando se abre el telón y se ven las luces”, dijo. ¿La primer obra de teatro que leyó? Los cuervos están de luto de Hugo Argüelles, a quien conoció y con quien trabó amistad años más tarde.

Alfonso Álvarez Bañuelos estudió en la Escuela de Arte Teatral en la Ciudad de México, aunque subrayó que una de sus mayores experiencias fue haber formado parte del “Laboratorio de Artes Escénicas” que dirigía el actor Sergio Bustamante, donde estuvo con teatreros del nivel de Hugo Argüelles, Abraham Oceransky y Juan Felipe Preciado. Todo ello ocurrió a finales de los 70’s y principios de los 80’s. Sin embargo, su mejor escuela de teatro ha sido la práctica: “sobretodo, el teatro lo he aprendido viéndolo, leyéndolo y haciéndolo”.

Nunca ha participado en televisión, y sólo una vez en cine, aunque no mencionó el nombre de la cinta donde interpretó el papel de un director de teatro; fue una película protagonizada por Martín Lasalle y Julieta Egurrola. También contó que le llegaron a ofrecer el papel de “Felipe Montero”, cuando hubo un proyecto para filmar Aura, la famosa novela de Carlos Fuentes, sin embargo, esa película no se realizó.

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Modesto Peralta Delgado entrevista a Alfonso Álvarez Bañuelos.

Y se quedó en La Paz

Un poco fastidiado de la Ciudad de México, Álvarez Bañuelos fue invitado a venir a trabajar en el recién estrenado Teatro de la Ciudad, en La Paz, cuyas raíces con esta ciudad le vienen por el lado materno. Venía “por un tiempo”, pero ‘ese tiempo’ se extendió a 30 años haciendo teatro en La Paz. Contó que duró 8 años dando clases gratuitas de actuación en el foso del flamante recinto, donde llegó a tener más de cien alumnos. El primer producto de su estancia en esta ciudad fue La jojoba y la ballena, un musical infantil, que —asegura—, hasta la fecha es muy recordado. “Curiosamente muchas personas se acuerdan de la puesta en escena, como Christopher Amador, quienes estaban en el kinder o la primaria, y todavía dicen, ‘¿cómo hiciste el efecto de las olas, de la ballena?’. La montamos en ese año y luego se hicieron dos temporadas”.

Pasó una década para que el maestro se integrara al Patronato del Teatro Juárez —recinto con más de 100 años de historia, ubicado en el Centro Histórico de La Paz—; y hacia 1997, se encarga, junto con otros interesados, en su restauración —que por cierto, recibió su más reciente remodelación el año pasado. Ahí, actualmente —y desde hace 13 años—, es donde da el taller de teatro de la UABCS, el que en este primer semestre cuenta con once alumnos y con el que montará su obra número 93 en La Paz, el siguiente semestre la 94, y antes de fin de año la 95, con su grupo de teatro Altaira. Sumando las cinco puestas en escena que hizo en la Ciudad de México, Álvarez Bañuelos llegaría este año a dirigir su obra de teatro número cien.

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No te pierdas la segunda parte de este artículo dedicado al maestro Álvarez Bañuelos, donde habla sobre la trayectoria del grupo de teatro Altaira, las obras de teatro gay y a quiénes admira en el teatro y el cine.

 *Fotografías exclusivas de J. R. Fernández.




Pablo L. Martínez y la quinta fundación de La Paz

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Kiosco del malecón de La Paz. Fotos: Modesto Peralta Delgado.

Colaboración Especial

Por Manuel Lucero

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En 1950, en el número 2 de la revista B. C. Sur, Pablo L. Martínez publicó un artículo titulado La fundación de La Paz, B. C. S. Dicho texto fue editado por el Archivo Histórico en 1984 con el título Las cinco fundaciones de La Paz, B. C. S. En ese texto brevísimo, el viejo profesor menciona, a vuelo de pájaro, los frustrados asentamientos que intentaron, según él, los navegantes Hernán Cortés, Sebastián Vizcaíno e Isidro de Atondo y el misionero jesuita Jaime Bravo entre los siglos XVI y XVIII. Asimismo, se refiere a la quinta fundación como la definitiva, y se la atribuye a un soldado de la guarnición del mineral de San Antonio llamado Juan José Espinoza, quien se estableció aquí a comienzos del siglo XIX. Sin embargo, tiene cuidado el autor en señalar que, “por primordial y dramática”, la llegada del conquistador de México, ocurrida el 3 de mayo de 1535, debe considerarse “como la verdadera y legítima” fecha de fundación de La Paz.

No sé en qué momento su propuesta fue aceptada por las autoridades en turno y comenzaron las celebraciones oficiales de esa fecha. Hoy forman parte del ceremonial cívico, el cual se realiza sin ningún rubor. De vez en cuando me pregunto cómo pudo aceptarse esa idea, sabiéndose, como se sabía, que La Paz era una ciudad del siglo XIX, sin ningún rastro de un pasado colonial que jamás tuvo, salvo los efímeros intentos de Atondo y Bravo, con casi cuatro décadas de distancia entre uno y otro. Aun así, este 2017 se anuncia con bombo y platillo el 482 aniversario de la fundación de La Paz. Vivimos pues, según la celebración oficial, en una ciudad con cerca de cinco siglos de existencia. Nada más alejado de la verdad, me temo. Confieso que me hubiese gustado que fuera cierto. Que alguna vez aquí, en estas playas, desembarcó el mismísimo Hernán Cortés y fundó un poblado que perduró y se convirtió en esto que hoy es este puerto. No fue así, y lo lamento.

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Nada en los documentos de la época nos indica con certeza que en esta ensenada, frente a esa lengua de arena que llamamos El Mogote, fue donde el Marqués del Valle estableció su campamento al que nombró Santa Cruz. Algunos señalan que se ubicó en la ensenada de Pichilingue, otros que en una pequeña bahía frente a la isla Cerralvo, en un lugar que hoy se llama Las Cruces pero que todavía en 1912, el año en que el explorador francés León Diguet publicó su libro sobre la península, se llamaba Santa Cruz.

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Cuando don Pablo escribió su artículo, La Paz era un pequeño puerto de 13 mil habitantes que no podía competir en tradición con la vieja Loreto, la antigua Capital de las Californias, fundada a fines del siglo XVII por el misionero jesuita Juan María de Salvatierra. Esa competencia no resultaba fácil para una población cuya apariencia era la de un asentamiento de fines del siglo XIX y principios del XX. Loreto, en cambio, podía presumir algunas construcciones de por lo menos dos centurias. La diferencia es muy simple: la antigua capital californiana ha sido habitada de manera permanente desde el 26 de octubre de 1697, mientras que en La Paz sólo ha vivido gente de manera ininterrumpida a partir de la tercera década del siglo XIX.

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No busco aquí denostar a nuestro “sudcaliforniano ilustre” ni pretendo que se modifique el calendario cívico ni tampoco deseo parecer un aguafiestas. Mi afán es documentar un poco más los varios intentos fallidos por establecer asentamientos humanos no indígenas en esta parte de la península, que son finalmente “una historia de encantos y desencantos”, como bien lo dijo ya el doctor Ignacio del Río, historiador de la Antigua California.

Veamos pues cada uno de esos intentos de colonización, sus circunstancias y desenlaces, y en qué medida cada uno de ellos corresponde al pasado mítico o histórico de este conglomerado humano que es hoy la ciudad y puerto de La Paz.

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*Este texto forma parte de un libro en preparación, el cual llevará por título Navegantes, misioneros y comerciantes en la fundación del puerto de La Paz, 1535-1830, mismo título de la conferencia que el Dr. Manuel Lucero impartirá este miércoles 3 de mayo a las 19:00 horas en Cafebrería Camelbook, en esta ciudad.