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Crítica: ¡Madre!

 

Kinetoscopio

Por Marco A. Hernández Maciel

Sin calificación

 

Nota: Esta reseña tiene muchos spoilers que pueden estropear la experiencia cinematográfica, así que recomiendo ver la película y después venir por acá a sumarse al debate.

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Alguien termino de ver ¡Madre! y creyó que era buena idea preguntarme qué era lo que acababa de ver, y con toda la responsabilidad que de repente cayó en mis hombros —y con el título de ser un reseñador de cine y el peso que eso implica—, tengo que confesar que aún no tengo una respuesta. Sé que puedo interpretar algunas imágenes y en este momento quizás empiece a recordar algo del catecismo y de los libros que componen La Biblia, pero más allá de un entendimiento, el nuevo filme de Darren Aronofsky es sensación pura.

Así, esta película se parece más a una obra musical o a una pintura, que a un filme, porque te arranca sensaciones que quizás nunca habías experimentado en tu vida. No es horror, no es comedia, no es tristeza, pero tampoco puede haber indiferencia alguna ante esta obra. Por eso, no es casualidad que me haya sido imposible catalogarla con una o tres o cinco estrellas. El golpe ha sido fuerte y aún estoy en periodo de cicatrización.

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Por medio de imágenes y de un punto de vista cuasi subjetivo del personaje de Jennifer Lawrence, nos metemos en su mundo que no es más que una casa en reparación donde viven ella y su esposo Javier Bardem —uso los nombres de los intérpretes porque nunca nos dicen el nombre de su personaje—, quien es un poeta con un bloqueo creativo que le impide seguir con su obra. Hasta ahí, pensamos que estamos ante una puesta en escena que girará en torno a la vida familiar y las nuevas responsabilidades y cánones que el mundo nos presenta. Pero entonces aparece Ed Harris moribundo con una sospechosa herida en su espalda, como si alguien le hubiera intentado quitar una costilla, sólo para dar paso a la aparición de Michelle Pfeiffer que rompe con la aparente tranquilidad del matrimonio protagonista, solo para ir al cuarto prohibido y tocar y romper el único objeto que el poeta no quería compartir. Y entonces los expulsan de esa casa, sólo para regresar con sus hijos, que se odian, donde uno termina matando al otro, con un poeta que se regocija con ellos en el funeral mientras su esposa que le preocupa ese mundo que apenas está construyendo y que los invitados que se multiplican en decenas destruyen sin importarles un comino lo que provoquen con ello.

Y de ahí se arma el caos, con simbolismos y escenas que te revuelven el estómago por ridículas como soeces, para después darte cuenta estamos viendo referencias a algunos dogmas religiosos pero representados de manera brutal. Entonces, ¿es ¡Madre! una película que critica la religión por medio de absurdos viles y atroces? No lo sé, quizás una parte sí, pero quizás no. ¡Madre! es un piquete de ojos, un golpe a los testículos, una diarrea crónica y una náusea mortífera. Es una obra surrealista, o quizás hiperrealista. Es una pesadilla, pero que también fue un sueño. Es la creación de un Dios con un enorme poder pero aburrido, y que le gusta morder el polvo y revolcarse con sus creaciones para sentirse vivo porque no puede morir, y que no le importa ofrendar su propia herencia con tal de seguir siendo idolatrado.

¡Madre! es la gran broma de nuestra existencia, que sólo somos un holograma formado en las neuronas de un creador sin mucho queé hacer, palabras escritas en páginas de una novela interestelar a punto de ser arrugada y tirada al bote de basura para iniciar una historia nueva, que al final vamos a arder y nadie se acordará que alguna vez estuvimos aquí. O quizás no es nada de esto.

Quizás es solamente una muestra arrogante de un cineasta que se cree filósofo, que se cree profeta y pretende decir su verdad ante una sociedad desarraigada, globalizada, con dudas de identidad y sin raíces. O quizás es una apuesta honesta que cree que podemos buscar aún nuestra redención, salvar nuestro hogar, ese que tantas señales nos da, que nos grita al oído que le causamos dolor, que tiembla de coraje al no sentirse apreciado, que nos echa millones de gotas de agua para que busquemos despertar y nosotros, arruinados por ese creador que está más entregado al placer que al compromiso, no hacemos caso de ninguna advertencia con lo que minuto a minuto nos estamos ganando una efectiva y brutal aniquilación por llamas. O quizás es una simple metáfora sobre el proceso creativo del mismo Aronofsky y su lucha interna que lo obliga a ser ególatra con tal de dar a luz una obra nueva.

Y entre toda esta oleada de posibles explicaciones, ¡Madre! es un filme que deja huella, que golpea fuerte y provoca un moretón doloroso y una cicatriz indeleble. Es una película que puede ser una obra maestra o la peor tontería proyectada jamás en una sala de cine. Yo aún no lo decido, pero sigo pensando y quizás ese sea el aporte más valioso que tengamos de este suceso fílmico: apagar el celular, perder nuestra en la nada, colocar la mano en la barbilla y preguntarnos: ¿qué chingados es lo que acaba de pasar? Quizás nunca encontremos la respuesta, pero eso no es lo más importante.




Pasajeros: viaje sin retorno a la mediocridad

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“Pasajeros” ya está en las salas de cine de La Paz. Fotos: Internet.

Kinestoscopio

Por Marco A. Hernández Maciel

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En 2014, el director noruego Morten Tyldum sorprendió al mundo con la película El Código Enigma, misma que le consiguió su primera nominación al Oscar y lo trasladó al reconocimiento mundial de inmediato. Si a ello le sumamos una pareja protagonista del calibre de Jennifer Lawrence y Chris Pratt con una historia que promete suspenso a bordo de una nave espacial algunos años en el futuro, el resultado debería ser algo memorable. Pues no, estamos ante una tremenda decepción que funciona solamente por la presencia de los protagonistas, pero que sin ellos se queda sin ningún valor que pueda ser aprovechable de este film.

Y hablamos solamente de presencia porque es lo único rescatable que existe por parte de los actores; no su interpretación, ni sus diálogos, mucho menos su desarrollo de personaje. Este filme se ancla en esos fotogénicos rostros populares, con unas dosis de atractivo visual centrado en el bikini de Lawrence y el trasero de Pratt. Con un Chris Pratt demasiado encasillado en sus papeles de tipo alivianado y cómico y que nunca puede salir de ese rango aunque haya derramado lágrimas que en gravedad cero resbalan alegremente por su mejilla. Y después Jennifer Lawrence que le dota un poco de profundidad a la historia y en momentos parece que puede detonar en una travesía interesante, pero pronto cae envuelta sin remedio en  la mediocridad de la cinta que denota un hastío bárbaro hacia el final de la misma.

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Por otro lado el guión de Jon Spaihts (Prometeo, Doctor Strange) no muestra ningún respeto por el espectador. La historia intermitentemente navega entre el suspenso, acción, comedia y romance por lo que nunca logra afianzarse y se diluye hacia un final completamente irracional. Sin dejar de lado todos los datos inverosímiles que van derrochando minuto a minuto, convirtiendo esto en un festival de incoherencias que provocan querer abandonar la sala mucho antes del predecible final. Si, la mayoría de las producciones fílmicas de viajes espaciales no se acercan mucho a la realidad científica, pero cuando la historia no conecta en su nivel más básico de empatía con los personajes, estos detalles hacen insoportable la experiencia.

Eso sin mencionar la música de saxofón que parece sacada de una grabación bancaria que eligieron para recrear algunas escenas en el espacio; o la absurda insistencia de llenar la sala con el sonido de los supuestos movimientos robóticos de un androide interpretado por Michael Sheen, que increíblemente tiene los mejores diálogos de la historia.

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La premisa era una aventura prometedora, pero el mal hollywodense de hacerlo todo más grande, más brillante, más alto, más caro convirtieron esto en un circo espacial que nadie puede tomar en serio. La cultura del super size hace su brutal aparición en un filme que quiere abarcar todo, y al final no rescata nada. Una historia centrada la desesperación y necesidades de dos personajes en una situación aún desconocida por el ser humano, que fue atiborrada de excesos y cursilerías que son un lastre para el resultado final. Sin toda esa carga extra, la nave de los Pasajeros quizás no se hubiera perdido sin remedio en el universo de la intrascendencia y la mediocridad.