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Juan González de Valdivieso, el primer alcalde en la Antigua California

FOTOS: Internet.

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Las noticias de la California siempre estuvieron rodeadas de fantasía y un toque de misterio. Durante los primeros años de la llegada de los europeos a lo que posteriormente se conoció como la Nueva España, se dedicaron a realizar exploraciones en sus ricas y vastas tierras, en ocasiones para descubrir, pero en muchas otras para confirmar, o no, si las leyendas que pululaban en la antigua Europa sobre personajes y lugares míticos eran ciertas y habían tenido, o no, su basamento en espacios reales, como lo era la virginal América.

Desde que Hernán Cortés tuvo conocimiento por parte de los capitanes que envió a explorar las tierras a las que recién había llegado (estamos hablando del año de 1521, cuando apenas había logrado el dominio de la imponente ciudad de Tenochtitlán), de que en las costas del sur se hablaba de la existencia de una isla la cual estaba habitada solamente por mujeres y en donde abundaba el oro, las piedras preciosas y las perlas, no se le quitó de su mente que probablemente fuera la mítica isla de California, de la cual hablaba el libro de Las sergas de Esplandián (Las proezas de Esplandián), escrito por Amadís de Gaula, y que era tan popular en aquellos tiempos. El viajar hacia aquellos lugares y ser el primero en reclamarlo para sí y para la Corona Española, le aseguraría, a él y a sus descendientes, riquezas incalculables para toda su existencia.

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Siendo Cortés hombre muy ambicioso pero también de un gran espíritu aventurero y empecinado, no quitó el dedo del renglón durante el resto de su existencia, para lograr colonizar y conquistar aquellas tierras. Para tal fin no escatimó en recursos económicos y humanos, gastando una incalculable fortuna en la construcción de naves, avituallamiento de las mismas y contratación de cientos de marinos y militares para que llevaran a cabo los viajes de exploración y colonización. Sobra decir que en vida, y a pesar de contar con Capitulaciones respaldadas por el mismo Rey de España, Carlos V, jamás recuperó un solo quinto del dinero invertido y antes tuvo que arrostrar acusaciones infundadas del maledicente de su archienemigo Nuño de Guzmán, los virreyes y la Audiencia de la Nueva España.

Para lograr culminar su obra de dominio sobre la mencionada isla, que a decir de los naturales de las costas de la mar del sur era Cihuatán o Ciguatán, pero que Cortés y muchos de sus hombres pensaron que estaban frente a la mismísima California de sus cuentos imaginarios, se enviaron 2 expediciones: la primera al mando de Diego Hurtado de Mendoza en 1532 y la segunda bajo las órdenes de Diego Becerra. Ambas expediciones obtuvieron resultados infructuosos, siendo la más desastrosa la de Diego Becerra, en donde murieron prácticamente todos, salvándose solo algunos marineros heridos y frailes que fueron abandonados en las costas de Nueva Galicia, cuando se consumó el motín de Fortún Jiménez, así como unos pocos que escaparon a la matanza en el sitio donde desembarcaron en California para surtirse de agua y hacer exploraciones.

Del testimonio de los marineros que llegaron a los territorios gobernados por Nuño de Guzmán se pudo saber que en el sitio donde habían llegado, no saben si era isla o península, había una gran cantidad de perlas de un excelente oriente. Uno de estos desafortunados marineros logró escapar de la prisión de Guzmán y llegó hasta la capital de la Nueva España en donde narró lo ocurrido al Marqués del Valle de Oaxaca.

Cortés, lejos de amilanarse ante las mayúsculas pérdidas económicas que esto representó, cobró nuevos bríos y decide él mismo capitanear la siguiente expedición. Para tal fin aceleró la fase final de construcción de tres grandes navíos: el San Lázaro, la Santa Águeda y la Santo Tomás, y con más de 300 hombres, entre ellos 37 que llevaron a sus esposas para fundar con sus familias el primer enclave de colonización en estas tierras promisorias, Hernán Cortés parte hacia las costas del noreste de la Nueva España.

Sobra decir que el gobernador de las tierras de Nueva Galicia, Nuño de Guzmán, intentó frenarlo en su empresa, sin embargo, Cortés poseía un salvoconducto como Capitán General de la Nueva España y tratar de detenerlo significaba meterse en graves problemas con el mismísimo Rey de España, por lo que Nuño, muy a su pesar, tuvo que replegarse e incluso ayudarlo dotándolo de avituallamientos para su viaje.

Finalmente un 18 de abril de 1535, Cortés partió del puerto de Chametla, con rumbo hacia el punto donde según sus informes había desembarcado su desleal y traicionero piloto Fortún Jiménez. A este sitio arribó el 3 de mayo de 1535, tomando inmediatamente posesión lo cual quedó ampliamente narrado en el proceso protocolario descrito en el Auto de posesión del puerto y bahía de Santa Cruz, levantado por el escribano Martín de Castro. Es probable que en el sitio desembarcó junto a Cortés un contingente de 350 personas: marineros, soldados, indios amigos y negros esclavos.

Es de suponer que en los primeros días se levantaron construcciones que pudieran proveerles de las comodidades básicas así como de frentes de defensa ante los probables ataques de los naturales, los cuales desde el primer momento en que pusieron pie en tierra, les mostraron que no eran bienvenidos e incluso los retaron a cruzar una línea que trazaron en el suelo, como símbolo de posibles hostilidades. Entre las construcciones levantadas se edificaron caballerizas, enramadas, pequeños cuartos para Cortés y sus capitanes, etc.

Fue en algún momento entre los días del 3 al 10 de mayo, que Cortés decide nombrar de entre su gente de confianza y más preparada, al que realizaría las funciones de Alcalde Mayor. Esta responsabilidad recayó sobre el médico Juan González de Valdivieso, el cual había sido contratado por Cortés desde los preparativos para este viaje con la obligación de cuidar de la salud de todos los que lo acompañaran en esta expedición. Al investir con este nombramiento a González Valdivieso queda asentado el más antiguo precedente de los actuales presidentes municipales de este puerto de La Paz, antiguamente, de la Santa Cruz. El día 10 de mayo de 1535, Cortés jura formalmente como Gobernador de Santa Cruz y de toda la tierra descubierta y por descubrirse en aquellos confines de la Nueva España.

Sobre datos de la vida de Juan González Valdivieso, sólo se conoce lo que consigna el historiador y cartógrafo Carlos Lazcano Sahagún en su libro La Bahía de la Santa Cruz. Cortés en California 1535-1536: “Casi nada se sabe sobre la vida de este personaje antes y después de su viaje en esta expedición de Cortés. Era médico y quizá esa fue la razón por la que Cortés lo incorporó a su entrada a California. Igualmente, debido a que era una de las personas más cultas de sus hombres, lo nombró alcalde. Se ignora cuál fue su actuación como alcalde, la cual seguramente combinó con su trabajo de médico, que seguramente lo tuvo mucho debido a lo trágico de los acontecimientos que se vivieron”.

Durante los siguientes 11 meses que duró esta incursión en la California, Hernán Cortés invirtió todas sus fuerzas y energías en tratar de hacerla prosperar, en descubrir, a través de más de 5 expediciones hacia el sur y norte de aquellas tierras, si era cierto, o no, que existían las ciudades construidas de oro, con calles de piedras preciosas. Aunado a lo anterior tuvo que sortear calamidades como el hambre y la búsqueda de sus naves, las cuales encallaron en diferentes lugares de las costas de Sinaloa y Nayarit, que durante su rescate estuvo a punto de perder la propia vida. Finalmente tuvo que abandonar esta ya desastrosa expedición para regresar a la capital de la Nueva España, y al poco tiempo los sobrevivientes que quedaron en el sitio fueron repatriados logrando huir de una muerte segura. Lo único cierto que Cortés trajo de aquella empresa de exploración y colonización fue que había territorios vírgenes e inexplorados en aquellas latitudes, que había placeres perleros abundantes y además una gran cantidad de naturales que podían ser convertidos a la fe católica.

La California ancestral probó una vez más que no se entrega fácilmente a cualquiera, ni aun siendo el vencedor de tantas batallas y ostentar títulos nobiliarios. Esta tierra maravillosa sólo se entrega a aquellos que con tesón, trabajo y respeto la enfrentan y entregan su sudor y su sangre en garantía de las mieles que ahora disfrutan sus descendientes.

 

Bibliografía:

 

“La Bahía De La Santa Cruz. Cortés En California 1535-1536” – Carlos Lazcano Sahagún

Auto De Posesión Del Puerto Y Bahía De Santa Cruz. 3 De Mayo De 1535. Paleografía Y Notas, Eligio Moisés Coronado.

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Sebastián Vizcaíno llega al puerto de La Santa Cruz y le impone el nombre de La Paz

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Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El 3 de mayo de 1535, el español Hernán Cortés desembarca al mando de unos 300 soldados en una ensenada que se encuentra frente a la Isla de Las Perlas (así la nombró, aunque posteriormente se le conoció como Espíritu Santo), y por ser este día el que el santoral católico consagra a la Santa Cruz, tal fue el nombre que le impuso, al puerto y a la Bahía. Durante muchos años, los barcos que acudían a este sitio en busca de los placeres perleros le siguieron denominando de esta forma, hasta que en 1596 (61 años después) desembarca en el sitio un almirante de nombre Sebastián Vizcaíno, el cual venía con un encargo del Virrey de la Nueva España, Don Gaspar de Zúñiga, conde de Monterrey, para demarcar estas tierras, así como localizar las riquezas naturales que pudieran ser explotadas.

El mencionado Vizcaíno decide cambiar el nombre del sitio y renombrarlo con el de La Paz, bajo el argumento de que había sido recibido por los naturales que habitaban el puerto con grandes muestras de aprecio y en paz. Pasaremos a narrar cómo fue que este reconocido explorador llegó a estas latitudes, así como la importancia que tuvieron los dos viajes que realizó hacia estas tierras que hoy se conocen como California.

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Durante la primera década posterior a la conquista de Tenochtitlan, se procedió a realizar un recorrido por las costas del oeste de los territorios recién conquistados, con el propósito de identificar puntos que permitieran establecer puertos en los que construyeran barcos, los cuales buscarían como principal objetivo el llegar a las islas de especiería. La conquista de una ruta que les facilitara llegar a los valiosísimos recursos que se daban en aquellas tierras, se había convertido en un objetivo estratégico de la Corona Española. Es por ello que incluso el mismo Hernán Cortés despachó barcos con el propósito de encontrar una ruta consistente para llegar a estas islas. No fue sino hasta el año de 1565 en que tal anhelo se pudo consolidar, y dio paso no sólo a nombrar estas posesiones, que abrían las puertas del continente asiático a los españoles, y a las cuales denominaron Filipinas en honor del rey Felipe II el cual era el monarca en turno de aquel imperio, sino que se estableció lo que se denominó como El Galeón de Manila o Nao de China, como el encargado oficial para transitar por la mencionada ruta.

Algo que vino a apuntalar esta ruta ya mencionada, fue el descubrimiento de un fenómeno natural en el Océano Pacífico el cual se denominó como la corriente de Kurosivo. El viaje del mencionado galeón hasta las Filipinas se llevaba a cabo en un buen tiempo, considerando aquellas épocas, de tres meses, sin embargo el viaje de retorno era mucho más tardado, e incluso aún utilizando estas corriente de Kurosivo  recién descubiertas, el impulso a estos grandes navíos los cuales venían atiborrados de metales preciosos, especias, sedas, porcelana, etc. se hacía de manera muy lenta, por lo que al llegar a los dominios de la Nueva España (aprox. en el paralelo 41 o 42, más o menos), la tripulación venía en un estado de suma enfermedad, principalmente por el mal de loanda (escorbuto), el cual se produce cuando el organismo no consume por mucho tiempo la vitamina C, causando hemorragias y dolores intensos en las articulaciones que imposibilitan el movimiento del enfermo.

Es así como el fundar un sitio en aquellos remotos dominios de la Corona Española se volvió una urgencia, para de esta manera tener un puerto donde pudieran llegar estos Galeones y dar atención médica y descanso, a efecto de recuperar la salud de la tripulación para que concluyeran su itinerario hasta el puerto de Acapulco. Es con este fin que el rey Felipe II ordena a Don Gaspar de Zúñiga, conde de Monterrey, y virrey de la Nueva España, que contrate a Sebastián de Vizcaíno para llevar a cabo la exploración y demarcación de aquellas costas de la Nueva España, las cuales ya empezaban a denominarse como la California, y ubique un puerto que sirva de refresco a la tripulación del Galeón de Manila.

La razón de que fuera Vizcaíno seleccionado para llevar a cabo este recorrido, fue porque ya llevaba varios años solicitando se le concediera la venia de explorar los placeres perleros de los que había tenido conocimiento en uno de los viajes que llevó a cabo a Filipinas, y que de regreso pasó costeando la California. Había recabado una gran información de que en estas tierras los indígenas portaban una gran cantidad de perlas en sus peinados, y que en sus costas había grandes cantidades de madreperla que proporcionaban un buen augurio de riquezas incalculables.

Fue en el año de 1593 que firma con el Virrey de la Nueva España el Asiento y capitulaciones para la jornada de las Californias, el cual incluía una serie de apoyos que le daría la Corona para llevar a cabo este viaje, así como también las condiciones de exploración y demarcación con las que tenía que cumplir. Al principio tuvo diversos tropiezos y no fue hasta el año de 1596 en que por fin pudieron salir del puerto de Acapulco las naves San Francisco, San Bartholomé y San Jusepe, bajo el mando del almirante Sebastián Vizcaíno.

Del derrotero que siguió a través de diferentes puertos del Pacífico hasta llegar al puerto de Santa Cruz, Vizcaíno levantó dos versiones de sus Relaciones. Es en estos documentos donde menciona que nombró (al puerto de Santa Cruz) como La Paz, por haberle salido a recibir muchos indios con regalos de pescados, frutas, conejos, liebres y venados. En ese sitio se construyó un fuerte en donde dejó la nave capitana y a la gente cansada (sic) al mando del capitán Diego de Figueroa. La fecha fue el 3 de octubre de 1596.

Después de una breve estancia en este sitio, deciden remontar al norte por el Golfo de California y llegan hasta los 27 grados. Durante una excursión que realizaron a tierra para surtirse de agua y bastimentos, tuvieron un desafortunado incidente con los naturales, los cuales los persiguen violentamente hasta hacerlos regresar al barco. En esta escaramuza perdieron la lancha, con lo cual se hizo imposible regresar, ya que era necesaria para desembarcar en busca de agua y alimentos. Al regresar al recién bautizado puerto de La Paz, los hombres que lo acompañaban le piden que los deje regresar a Acapulco, ya que varios de ellos estaban enfermos o heridos y sufrían de una gran hambruna por carecer de suficientes alimentos.

Vizcaíno accede a la petición y sólo se queda con cuarenta hombres y la nave San Jusepe. Fue el 28 de octubre de 1597 en que reanuda su viaje de demarcación y descubrimiento por el Golfo de California, logrando llegar a la desembocadura del Río Colorado (29 grados), sin embargo, sufren averías en el barco lo cual los obliga a retirarse de la California y regresar al puerto de Mazatlán.

Los resultados que consignó Vizcaíno y varios de los hombres que le acompañaron, en diferentes documentos o probanzas, dan cuenta de las grandes riquezas inexploradas de la California: placeres perleros inagotables, salineras abundantes y de sorprendente pureza, pescas de gran cantidad de excelentes especies que podían dar alimentos a miles de personas, bosques con árboles que podrían servir para la construcción de navíos y casas (seguramente en la parte septentrional de la California).

Pero lo más importante, fue la mención de decenas de miles de nativos de aquellas tierras que serían fácilmente evangelizados para servir a los intereses de la Corona.

Posteriormente, 10 años después, Vizcaíno realizaría un segundo viaje, el cual culminó con una exploración hacia el puerto de Monterrey, que ya había sido descubierto por Rodríguez Cabrillo poco más de 70 años antes, y que propondría para ser refugio de los cansados viajeros de la Nao de China.

Nuestra ciudad y puerto, que una vez fue conocida como La Santa Cruz, cambio de nombre por decisión de este marino español hace 423 años, y, a pesar de este importante suceso, no existe una calle con su nombre ni un monumento sobre el  hecho.

La Paz, que es con el nombre que actualmente se nos conoce, nos distingue a nivel mundial, no sólo por ser un nombre representativo y que pondera una de las grandes virtudes que más valoran los seres humanos, sino porque es divisa y característica con la cual nos definen los visitantes y motiva a los extranjeros para que vengan a conocernos. La paz que reina en La Paz.

 

Bibliografía:

 

Sobre el nombre California. Huella cartográfica de uno de los nombres más fascinantes de la geografía mundial – Carlos Lazcano Sahagún

SEBASTIÁN VIZCAÍNO Y FRAY ANTONIO DE LA ASCENCIÓN, UNA NUEVA ETAPA EN EL RECONOCIMIENTO DE LAS CALIFORNIAS NOVOHISPANAS: ESTUDIO SOCIO-HISTÓRICO – Maña Luisa Rodríguez-Sala

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Don Francisco de Ortega, el primer explorador submarino de las Californias

Campana de Domínguez. FOTO: Oficina Española de Patentes y Marcas.

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Hace unos días, leyendo el libro Obras de Miguel León-Portilla. Tomo VII La California Mexicana, encontré una referencia interesantísima sobre un explorador español que en los tres viajes que realizó a esta tierra californiana trajo consigo uno de los inventos más revolucionarios en la inmersión dentro del mar, “una campana de madera y plomo, artificio nuevo y traza del dicho capitán Francisco de Ortega, para que puedan ir una o dos personas dentro della a cualquier cantidad de fondo sin riesgo de ahogarse, aunque se esté debajo del agua diez o doce días…”.

Pero antes de pasar a describir este invento tan interesante hablaremos de la vida tan azarosa y fructífera, por lo menos para la California original, de este insigne español. Francisco de Ortega era natural de Villa de Cedillo, España. Probablemente nació a finales del siglo XVI, y a una edad muy temprana se trasladó de su tierra natal hacia la Nueva España, con el fin de hacer fama y fortuna. Muy pronto adquirió el oficio de “experto en construcción de navíos” y viajó a las costas de Nueva Galicia al mando de Melchor de Lezama para construir un barco con el que pretendía viajar hacia la California. Sin embargo la empresa se malogró quedando abandonado a su suerte en aquel lugar.

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Pero como siempre dicen, para un hombre ingenioso y con voluntad de salir adelante, no hay imposibles. Convenció a un grupo de amigos y durante 4 años se dedicó a construir el barco que había quedado en sus inicios con su antiguo empleador. Ya finalizada la empresa urdió una estratagema para poder viajar a la California, donde estaba seguro que encontraría una fortuna en perlas y oro y al fin vería recompensados sus afanes. Consiguió el permiso para partir hacia su aventura de manos del virrey Marqués de Cerralvo en el año de 1632. En este viaje y en los dos más que le siguieron siempre llevó consigo su singular invención, y a pesar de que no hay registro escritos de que la haya empleado, se desprende que sí lo realizó, ya que de otra manera no se explica el que la haya llevado en cada uno de sus viajes y dado el mantenimiento necesario.

El barco que construyó era una fragata y llevaba por nombre Madre Luisa de la Ascensión, navegando en ella recorrió las costas de la California bañadas por el Mar Bermejo. Desembarcó en una isla a la cual nombró Cerralvo. Tuvo contacto con los pericúes y guaycuras, con los cuales intercambió alimento, agua, pieles, perlas y a los que les entregó algunos cuchillos. En el segundo viaje que realizó visitó y nombró a las islas: la que hoy conocemos como San Francisco la bautizan con el nombre de San Simón y Judas. Más al norte descubre luego la isla de San José, de las Ánimas, y otras que bautizan con nombres que hasta hoy se conservan. Son éstas las de San Diego, Santa Cruz, Monserrate, del Carmen, Danzantes y San Ildefonso. Durante este segundo viaje que duró casi siete meses tuvo oportunidad de conocer y dejar escritos los rituales funerarios y demás costumbres de los grupos guaycuras, de sus guerras contra otras rancherías, las plantas de las que se alimentaban. Incluso llegó a enseñar a hablar español a un buen número de indígenas y él mismo aprendió el idioma de los guaycuras el cual consideraba como “fácil de aprender”.

IMAGEN: Museo Naval de Madrid “Colección Navarrete”, Tomo XIX.

Mapa de Islas nombradas por De Ortega. IMAGEN: Navegante Californio.

Es probable que en este viaje, que duró mucho tiempo, De Ortega tuvo la oportunidad de emplear su famosa “campana de madera y plomo”. Esta “máquina” consistía precisamente en un estructura de madera, perfectamente calafateada, para evitar que entrara agua y se fugara el aire que se inyectaba, la cual contaba con herrajes de plomo con el propósito de hacerla pesada y que se pudiera sumergir, llevando en su interior hasta a dos personas, las cuales podían durar varias horas bajo el agua sin peligro de muerte. Mientras esto pasaba, las personas sumergidas podían explorar el fondo marino y recuperar las ansiadas “madreperlas” con su valioso producto, las perlas.

Es muy probable que Francisco de Ortega haya oído hablar de este invento a través de la siguiente historia ocurrida en los primeros años de su llegada a la Nueva España: en 1622 se hundieron en la península de la Florida dos galeones con un importante cargamento de oro y plata. Tras infructuosos intentos de rescate, Francisco Núñez Melián dice tener un invento secreto con el que puede sacar del fondo de las aguas tesoros con gran facilidad. Este ingenio consistía en una campana de bronce de unos 300 kg., fundida en La Habana, provista de un asiento y una ventana para proporcionar iluminación. Con ayuda de este invento se pudo rescatar una parte importante del cargamento. Gracias al ingenio de Ortega no le fue tan complicado inventar su propia versión de “campana” con los materiales de que disponía.

Tonel. FOTO: Biblioteca Nacional de España.

El último viaje que realizó De Ortega fue en el año de 1636. Al arribar a la isla Cerralvo, su acostumbrado punto de llegada a la California, fue recibido por un violento e inesperado temporal que arrojó su fragata contra las rocas y la hizo pedazos. Afortunadamente no hubo pérdidas de vida, pero sí de alimentos y casi todo lo que llevaba para realizar su ansiado viaje. Sin embargo, esta situación que podría haber destrozado el ánimo a cualquier hombre, no lo logró con don Francisco de Ortega, era un hombre de gran temple y sobre todo vasto ingenio. De inmediato puso a su tripulación a recoger la madera que se salvó del naufragio y con ella, en un tiempo récord de 46 días, logró construir un modesto y funcional barco “mastelero” que le permitió trasladarse a tierra firme, al lugar que hoy conocemos como La Paz. Una vez repuestos de la tragedia decide embarcarse con algunos de sus hombre y continuar el recorrido por la costa de la California llegando en esta ocasión a la isla de San Sebastián, conocida hoy como de San Lorenzo, cercana al “canal de Salsipuedes” a unos 28.5 grados norte.

Sin armas, alimento suficiente y con un barco que si bien era funcional, no ofrecía la seguridad de una fragata, decide regresar a Sinaloa para dar los informes requeridos a la Corona. Durante varios años intentó conseguir autorización y capital para viajar a la California pero nunca se le concedió.

Y es así como finaliza una de las hazañas más interesantes de los primeros 100 años de la posesión de estas tierras por Hernán Cortés. La vida y obra de Fernando de Ortega son poco conocidas, pero no por ellos menos importantes. Con su ingenio y perseverancia contribuyó a que se conociera la forma en que vivían los indígenas en esta parte tan alejada del Virreinato de la Nueva España, que se supiera de sus inigualables playas y costas, y de las riquezas que encerraba. Así fue como se dibujó la leyenda de la tierra de Calafia.