1

Feminicidios en México, la indiferencia de un sistema corrupto

FOTOS: Internet.

Sexo + psique

Por Andrea Elizabeth Martínez Murillo

La Paz, Baja California Sur (BCS). Me dueles, México. En fechas recientes, ha sido cotidiano leer en redes sociales el creciente malestar de las personas —en su mayoría mujeres—, sobre la violencia que vivimos día con día, una violencia que ha escalado todos los niveles del violentómetro y que parece no importar en ciertas esferas de nuestro país. Esta indiferencia ha provocado aún más indignación y las muestras del hartazgo no se han hecho esperar: marchas, pintas, grafitis, hasta la propuesta de un paro nacional, pero, ¿por qué sigue pareciendo insuficiente para generar empatía?

México es el primer lugar a nivel mundial en materia de abuso sexual, violencia física y homicidios de menores de 14 años, según datos de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE); tan solo en 2019, más de seis millones de mujeres sufrieron delitos sexuales ¡en sólo seis meses! Y pese a estas cifras, los medios de comunicación se suman a la revictimización y al escándalo de los feminicidios, exhibiendo los cuerpos de mujeres ultrajadas para el goce de los morbosos y de un país que compara a una mujer, madre, hija, esposa, con un carnero a las brasas.

También te podría interesar: Los mitos de la virginidad

“Es preciso aclarar que hay feminicidios en condiciones de guerra y de paz. El feminicidio es el genocidio contra mujeres, y sucede cuando las condiciones históricas generan prácticas sociales que permiten atentados contra la integridad, la salud, las libertades y la vida de las mujeres. En el feminicidio concurren en tiempo y espacio, daños contra mujeres realizados por conocidos y desconocidos, por violentos, violadores y asesinos individuales y grupales, ocasionales o profesionales, que conducen a la muerte cruel de algunas de las víctimas”, explica Ana Isabel Garita, experta del Programa de las Naciones Unidas para Poner Fin a la Violencia contra las Mujeres.

Y es que, por favor, hagamos un examen de conciencia, desde que tenemos uso de razón los estereotipos de género han grabado con fuego en nuestras mentes lo que debe de ser un hombre y una mujer. Al niño se le premia por ser valiente y a la niña por ser sumisa: este pequeño ejemplo nos ha acompañado desde siempre. Súmenle los recuerdos de su adolescencia y juventud, donde a las mujeres las llamaste putas por no hacerte caso; putas si eran mejores que tú; putas si no actuaban como tú querías; mujeres putas por existir y pensar por sí mismas. Este miedo disfrazado y alimentado por el odio, es lo que genera una sociedad homicida, misógina y podrida hasta la médula.

De los miles de feminicidios que ocurrieron el año pasado, de los que salieron a la luz, se leían comentarios como: se lo merecía, quien le manda andar a esas horas en la calle, porque estaba sola, o es que mira cómo iba vestida, entre muchos más, siempre culpando a la víctima en lugar de a su agresor. Pero, esta vez, el caso de la pequeña Fátima ha sacudido a todo México, porque los acusadores detrás de las pantallas de siempre, no la pudieron culpar a ella de lo que le pasó.

En palabras de Adriana Segovia, el caso de Fátima es un enorme ejemplo de todas las esferas de violencia y opresión de este asqueroso sistema. La mataron por ser niña, por ser vulnerable. Pero también la mataron las normas de las instituciones educativas públicas que sacan a las y los niños de la escuela al terminar el horario escolar. La mató la incompatibilidad de horarios con la extensa jornada laboral que no contempla ni comprende la maternidad en sus cuadrados estatus en medio de la precariedad. La mató la inseguridad en que vivimos. La mató la indiferencia de quienes la vieron y la supieron sola y no hicieron nada por acompañarla. La mató esa falta de red de apoyo que es fundamental en la crianza.

A las mujeres nos mata un sistema corrupto e indiferente. Sí, el perpetrador es un hombre, que es protegido por ese mismo sistema que archiva los casos de feminicidio, que se burla de las mujeres que quieren hacer su denuncia y que exhibe los datos personales y/o fotografías a los medios. Un sistema al que pertenecemos todos y que es momento de romper.

Y es verdad que no todos los hombres son feminicidas, pero sí los suficientes para que, en apenas mes y medio del 2020, ya se hayan registrado más de 265 feminicidios; no todos los hombres son pedófilos, pero sí los suficientes para que el algoritmo de Facebook recomiende “fotos sexys de menores de edad”; no todos los hombres acosan, pero sí los suficientes para que todas mis alumnas y conocidas hayan sufrido un acoso (Viñeta de Ariadna Moncada, Primera Vía). Los hombres que no son malos tienen la obligación moral de frenar las prácticas machistas que viven a diario.

Es momento de que los hombres que no son malos se cuestionen sus chistes, piropos, miradas y prácticas misóginas y le den cabida a una nueva masculinidad. No nos sirve de mucho que “nos quieran cuidar”, nos sirve más que dejen de acosarnos, que dejen de creer que son sólo bromas, que dejen de compartir las “nudes” y que dejen de creer que tienen poder sobre nuestro cuerpo. Que nos dejen en paz.

Ante toda esta ola de violencia contra la mujer, ¿cuál ha sido la respuesta de nuestras autoridades? En el panorama nacional, nuestro Presidente, al momento de ser cuestionado por los feminicidios mencionó No quiero que el tema sea nada más lo del feminicidio. Ya está claro, entre otras declaraciones, que solo evidencian la falta de empatía ante todo el dolor y el hartazgo de las miles de familias que tienen que levantarse con el corazón oprimido por la falta de su ser amado.

Por otro lado, en el panorama local, según el portal El Organismo, el director de Seguridad Pública y Tránsito Municipal de Los Cabos, el capitán Juan José Zamorano, propuso —ante la ola de abusos sexuales que se ha desatado en este municipio— que las mujeres no usaran cabello largo, poner atención a nuestros horarios y moderar la forma en que vestimos. O sea, nuevamente es la culpa de la mujer por “provocar” aquello que le pueda pasar.

¿Dónde está la condena y el repudio al agresor?, está en el pacto de silencio entre machos.

Es triste pensar que esta vez fue Ingrid, fue Fátima, pero que es sumamente probable que la próxima seas tú o alguien de tu familia o entorno. Nuestra realidad como mexicanas está jodida, y nos toca decir ya no más, ni una más. El pueblo no debería temer a los gobernantes, los gobernantes deberían temer al pueblo. Si es necesario acabar con todos los símbolos de un Estado misógino para evidenciar que nos están matando, pues tendremos que quemarlo todo. Se viene el paro nacional este próximo 9 de marzo, solidaricémonos con la causa.

__

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




Exhorta Mercedes Maciel a autoridades para prevenir violencia contra niñas y niños en BCS

FOTO: Internet

La Paz, Baja California Sur (BCS). El pasado martes 18 de febrero, la diputada por el Partido del Trabajo, Mercedes Maciel Ortiz, presidenta de la Comisión de las Niñas, Niños y Adolescentes en el Congreso de Baja California Sur, tomó la tribuna para pronunciarse por el feminicidio de Fátima, la menor que fue secuestrada y asesinada en la Ciudad de México, con tan solo 7 años de edad, al salir de su escuela.

En entrevista para este medio, aclaró que en Baja California Sur, así como en todas las escuelas a nivel federal y nivel local, sí existe un protocolo para la entrega de menores, sin embargo, no siempre se cumple a cabalidad, y hace un llamado a los docentes “creo que hay que revisar este protocolo, creo que hay que hablar aún más con los maestros, directores, para que hagamos más conciencia entre todos y lo cumplamos a cabalidad; hay muchos motivos por los que se va haciendo gelatinoso y no se cumple formalmente (el protocolo), hago un llamado a los maestros y maestras, sé que a veces tienen muchísimo trabajo, muchos niños y niñas a su cargo, pero esta es una cuestión de emergencia.”

Maciel Ortiz propuso exhortar al Gobernador y Presidentes Municipales de los cinco municipios de Baja California Sur, a promover reuniones con autoridades educativas y otras instancias, para hacer un frente con toda la sociedad en contra de la violencia contra las niñas, niños, y mujeres en sudcalifornia.

“Aun a pesar de que ya está tipificado el feminicidio, a pesar que hay castigos más fuertes cada día para la violencia contra la mujer, se siguen suscitando estos hechos, no estamos exentos en el Estado y creo que es importante que los Presidentes Municipales convoquen a una reunión con todos los directores y directoras de las escuelas, desde preescolares, primarias, secundarias, y busquemos acciones”, expresó la legisladora

Finalmente, se pronunció sobre la responsabilidad de la autoridad para supervisar y garantizar el cumplimiento de los protocolos, leyes y normas que previenen este tipo de ataques, sin embargo, destacó la importancia de la participación ciudadana “creo que no es una cuestión ya de las leyes o las normas, es el cumplimiento y la supervisión de ese cumplimiento por parte de la autoridad; a la autoridad tenemos que exigirle que haga su papel pero también nos incumbe a todos, necesitamos ver ¿cómo es posible que haya personas que cometan esos delitos? y tenemos que atacar. Los ciudadanos no podemos permanecer impasibles, tenemos que poner un granito de arena cada quien, necesitamos, la sociedad, participar más”, puntualizó la diputada.




¿Por qué están enojadas las mujeres que marcharon?

FOTO: Graciela López

Colaboración Especial

Por Andrea Elizabeth Martínez Murillo

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Al día de hoy, la marcha feminista del 16 de agosto en la Ciudad de México no ha quedado indiferente. Se puede estar a favor o en contra, tener argumentos para defenderla o atacarla, pero ¿en realidad sé por qué están tan molestas las mujeres que marcharon?

En redes sociales han circulado muchas imágenes que contienen información sobre el número de feminicidios en México, sin embargo, pese a que manejan cifras alarmantes, parte de un sector de la población no ha desarrollado la empatía esperada. Y es que los comentarios que más resuenan son del tipo “estas no son formas”, “ellas no me representan”, “que se manifiesten, pero de manera pacífica”, entre otras. Lo que nos habla de la profunda apatía por parte de estas personas al sufrimiento de familias enteras que han vivido la agresión sistémica, histórica, sociocultural y demás violencias “invisibles” de nuestra sociedad.

FOTO: Mariana Greif

También te podría interesar: Amar a más de uno a la vez. ¿El poliamor es una forma avanzada de relación?

En el artículo ¿Por qué a muchos enoja más una puerta rota que un feminicidio o una violación? en Plumas Atómicas  (2019), Karen dice que “se ejerce violencia sistémica cuando ante miles de feminicidios el Estado niega la gravedad del problema, y, encima es incapaz de asegurar la vida de las mujeres. Estos son crímenes más grandes e irreparables que no son resarcidos, no se enuncian y se excusan.”

Esta violencia es la que viven miles de mexicanas que día a día deben de enfrentarse a una sociedad machista, que ha normalizado la violencia a tal grado que no es capaz de diferenciar un “piropo” del acoso, o el hecho de que los quienes deberían de proporcionarnos seguridad, son quienes nos violentan.

La impunidad, la corrupción, la injusticia, el abandono, la falta de empatía, han sido algunas de las situaciones por las que un cúmulo de mujeres dijeron ¡Basta! Y estas mujeres han tomado las calles para exigir al Estado lo que por derecho corresponde: seguridad. Al grito “Ni una más” y “Vivas nos queremos” rompen no sólo el silencio, rompen con el estereotipo de lo que debe de ser una mujer y lo hacen con la conciencia de tomar las calles y recuperar los espacios públicos, esos en donde todos los días sienten miedo.

Sin embargo, el daño a estos espacios públicos ha generado más indignación que las miles de mujeres detenidas que han sido víctimas de violación por miembros de la Policía, del Ejército y la Marina, más que las 66 de cada 100 mexicanas que han sido víctimas de algún tipo de violencia, y todavía más indignación que los más de mil 800 feminicidios que van de enero a agosto del 2019, por sólo mencionar algunas cifras que aparecen en la Encuesta Nacional de Población Privado de la Libertad y la Encuesta Nacional Dinámica de las Relaciones en los Hogares, ambas de 2016, de INEGI.

Pero no es el daño al espacio público lo que en verdad incomoda, es que quienes lo hayan hecho sean mujeres, ya que muchas de estas paredes o monumentos son continuamente “graffiteados”, orinados y abandonados —en su mayoría por hombres—, sin levantar la más mínima molestia.

Y es que el ser mujer sigue siendo una desventaja en nuestro país, y esto se debe a la cultura machista que predomina en los hogares mexicanos, en donde el hombre tiene más libertades, de esta manera se premia al hombre que tiene múltiples encuentros sexuales, al que toma la iniciativa, al decidido, al independiente, mientras que estas mismas características en una mujer son mal vistas.

Por otro lado, es muy común escuchar frases como “calladita te ves más bonita”, “las señoritas se sientan con las piernas cerradas”, o “date a respetar”. Dejando la responsabilidad a la mujer de preservar su integridad, en vez de enseñar al hombre a no violentar a otra persona. Por lo tanto, bajo esta lógica, si es responsabilidad de la mujer —niña, joven o anciana— es su culpa si no lo mantiene así. Es por esto que cuando hay un feminicidio, violación, abuso o cualquier otro tipo de agresión, tanto las autoridades como la prensa cuestionan a la víctima y en muchos casos la culpan de lo sucedido, ya sea por provocadora, por salir a deshoras, por tener pareja o estar en casa.

En resumen, una mujer parece no estar segura en ningún lado, ni siquiera en su hogar, ya que el 70% de los agresores sexuales son familiares y todo esto bajo la mira de un Estado ineficiente e indiferente. De aquí la importancia de tomar los espacios públicos, ya que estos representan a una institución, y cuando estas no cumplen su función, intervenir esos espacios es también un reflejo de las carencias institucionales. Y si bien la violencia no es la solución, es muchas veces la única forma de ser visibles, de ser escuchadas y de lograr concretar acuerdos con mandatarios del gobierno.

FOTO: Galo Cañas

Además, lo medular de la marcha no es si estuvo bien o mal, como se ha querido reducir, sino visibilizar que toda la violencia que han sufrido las mujeres estalló, y mientras el Estado no sea capaz de garantizar su seguridad, las mujeres seguirán marchando y alzando la voz por ellas y por las que ya no están, porque aunque muchos no estén de acuerdo, estas mujeres están construyendo una nueva historia al grito de “Ni una más”.

__

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, esto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




Feminicidio en Baja California Sur. La violencia nuestra de cada día (III)

FOTO: El Universal.

Colaboración Especial

Por Lorella Castorena Davis 

 

“¿Por qué salió tan tarde, por qué andaba sola?”

“El Ministerio Público no hizo nada”

“No le gustó lo que preparó de desayunar”

“Se muere uno en vida”

“Me habló para decirme que iba a matar a Mariana”

“Quiero que caiga todo el peso de la ley”

“Lo primero que hicieron fue revictimizarnos”

“Le dije: debes sentirte contento, ya la mataste”

“Levantemos la voz y pidamos justicia para nuestras hijas”

Testimonios de madres de hijas víctimas de feminicidio,

publicado en El País. Marzo de 2017.

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Dedicaré esta tercera entrega a uno de los temas menos discutidos, comprendidos y difundidos en Baja California Sur, pero que forma parte sustancial de la violencia nuestra de cada día: los feminicidios entendidos como la expresión irreparable de la más terrible, profunda, denostada e ignorada violencia de género, esa que se origina en la misoginia, en la aversión y el odio a las mujeres, como primera causa del fenómeno.

Feminicidio y machismo

Cuando hablamos de feminicidio, lo primero que surge en la discusión es la incomprensión de la propia noción: ¿porqué feminicidio y no homicidio? ¿Qué de especial tienen los asesinatos de mujeres cuando se matan más hombres? La respuesta es relativamente sencilla: las circunstancias en que mujeres y hombres son asesinados son muy diferentes y, obedecen a razones también muy diferentes, aunque ocurren en el mismo contexto social y cultural. Las circunstancias primero: a ellos los matan otros hombres, generalmente con armas de fuego, en el espacio público y como resultado de una gresca provocada por una demostración de fuerza individual o colectiva para dejar bien asentado quién o qué grupo domina tal o cuál actividad. Los hombres matan a otros hombres, para demostrar su poderío.

También te podría interesar Narcocultura y necropolítica. La violencia nuestra de cada día (II).

A ellas, también las matan los hombres para demostrar su poderío, pero sobre ellas. Las matan por lo general, en el espacio privado, sus parejas, exparejas, padres, hermanos, parientes y amigos, es decir, los hombres más cercanos a sus vidas, los que se supone las aman, cuidan y protegen. Las violan, acuchillan, apuñalan, asfixian, ahorcan, golpean, envenenan, queman, destrozan. Las matan por el sólo hecho de ser mujeres.

Y ello ocurre en un contexto social y cultural específico. Decía al principio, que feminicidio y violencia extrema contra las mujeres son de los temas menos discutidos, comprendidos y difundidos en nuestra entidad, pero que forman parte sustancial de la violencia nuestra de cada día. Entre las razones que explican esta situación, se encuentra, en primer lugar, el machismo, cuya definición resumiré así: se trata de un modelo negativo de masculinidad, una forma de relacionarse que se aprende desde la infancia y funge como modelo para todo intercambio personal, esto es, no se presenta sólo con relación a las mujeres, sino también hacia los otros hombres, los niños, las niñas y las personas subordinadas.

También te podría interesar A 3 años del inicio de la narcoviolencia en BCS. La violencia nuestra de cada día… (I)

Esta es la clave: se trata de una forma de relación en la que prima la desigualdad: alguien está arriba y para sostenerse en ese lugar, requiere que alguien esté abajo. Se trata de una pretensión de dominio que se ejerce especialmente sobre las mujeres, pero que también explica la rivalidad entre los hombres, la búsqueda interminable de conquistas sexuales y la necesidad de exhibir rasgos supuestamente viriles, tales como el valor, la indiferencia al dolor: los hombres son valientes, no lloran, son seductores y, sobre todo, desprecian los valores femeninos (Marina Castañeda en El machismo invisible regresa, 2007). Es precisamente en este desprecio que se originan la violencia, la discriminación y la explotación de las mujeres, todos mecanismos que terminan por desatar la violencia feminicida.

Todos los estudios sobre violencia contra las mujeres señalan que existe un continuo de violencia donde el feminicidio, la violación, el hostigamiento, la pornografía y el abuso físico a las mujeres y a las niñas, son expresiones de la violencia sexual masculina, esa que, al amparo del machismo, ejercen los hombres sobre las mujeres.

Ola de violencia en BCS. FOTOS: Luis Roldán.

Pandemia nacional

Cada 8 de marzo, con motivo del Día Internacional de la Mujer, y cada 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra las Mujeres, en los principales medios de nuestro país, se publican los datos que testimonian la tragedia que representa el feminicidio en México, donde siete mujeres son asesinadas cada día y sólo 25% de los casos son investigados como feminicidios (Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio, marzo 2017). El 9 de marzo de 2017, el periódico El País, dedicó un número especial al feminicidio en México, porque ocupamos el lugar 16 en asesinatos contra mujeres en el mundo.

Desde 2013, la representación de ONU Mujeres en México calificó a la violencia feminicida como una pandemia que provoca siete feminicidios al día, de los cuales, una cuarta parte se concentran en cinco municipios del territorio nacional, comenzando por Ciudad Juárez y Chihuahua, en Chihuahua, seguidos de Tijuana, Baja California; Culiacán, Sinaloa; y Ecatepec de Morelos, Estado de México. Baja California Sur se encuentra en la zona de influencia de dos de las entidades (Baja California y Sinaloa) donde la violencia feminicida ha alcanzado dimensiones epidémicas.

Cifras escalofriantes en BCS

Según el Estudio sobre Violencia Feminicida en México. Características, tendencias y nuevas expresiones en las entidades federativas 1985-2010 (Incháustegui, 2012), los asesinatos de mujeres por razón de género tuvieron un repunte entre 2007 y 2010, período en el que se presentó un incremento de 106.2% con relación a otros periodos. El mismo estudio demostró que entre 1985 y 2010 se registró un total acumulado de 36 mil 606feminicidios en México y, que Baja California Surocupaba el lugar 16 en defunciones femeninas con presunción de asesinato (a sólo una posición por debajo del Distrito Federal que ocupaba el lugar 15), con una tasa de 2.9, esto quiere decir que, en 25 años, ocurrieron un total de 92 asesinatos de mujeres en nuestra entidad, con un promedio anual de cuatro.

Según el estudio Violencia Feminicida en el Estado de Baja California Sur. Investigación Diagnóstica, 2007-2014, (Lorella Castorena, ISMujeres, 2015), para dimensionar la evolución del fenómeno en BCS, basta con señalar que en 1985 nuestra entidad ocupaba la posición 26 —una por encima de la vecina Baja California que ocupaba el sitio 27— y que 25 años después, ascendió al lugar 16, es decir, escaló 10 puntos en el rango nacional sobre feminicidios en el período 1985-2010.

Según el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Infromática (INEGI), en el período comprendido entre 2010-2016, en BCS ocurrieron 81 asesinatos de mujeres, con un promedio de doce mujeres asesinadas por año. La diferencia entre un período y otro es enorme: mientras en 25 años (1985-2010) se asesinaron 92 mujeres a un promedio de cuatro mujeres por año, en el período siguiente, que sólo abarca 6 años (1910-2016), fueron asesinadas 81 mujeres, a un promedio de doce por año. Esto significa que en BCS, en los 6 años más recientes, se triplicaron los asesinatos los asesinatos de mujeres.

FOTO: Actitud Fem.

Invisibilidad

A partir de entonces y más específicamente desde 2014, las cifras publicadas sobre los homicidios de mujeres fueron opacadas por la ola de violencia generalizada que desataron los denominados “homicidios alto impacto” consignados así por la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE). De hecho, en el informe de occisos en eventos de alto impacto que se encuentra en la página oficial de la PGJE, se recogen los asesinatos ocurridos entre el 31 de julio del 2014, al 15 de abril del 2017, con un total de 560 personas asesinadas, sin que sepamos cuántos fueron hombres y cuántas mujeres, ni tampoco nada de las circunstancias en que éstos ocurrieron. Sólo un número y nada más, esto es opacidad.

Según la información registrada por INEGI relativa a las defunciones por homicidio según sexo entre 2007 y 2016, que se muestran en la siguiente gráfica, los asesinatos de mujeres —un promedio de diez por año— y los homicidios —asesinatos de hombres, un promedio de 35 por año— tuvieron hasta 2013 un comportamiento similar. Entre 2014-2016, el promedio de homicidios se elevó a 153 por año, en tanto que el promedio de asesinatos de mujeres se elevó a doce.

Hasta donde se puede reconstruir la información estadística con base en los datos de INEGI, Baja California Sur “contribuye” a la pandemia feminicida con el asesinato de una mujer al mes desde 2010. El feminicidio, es, ante todo, un crimen de odio, que consiste en el asesinato de una mujer por el hecho de ser mujer, que ocurre en un contexto social, cultural e institucional, en el que prima el machismo y donde la violencia de género contra las mujeres ha sido invisibilizada, transcurre normalizada y permanece impune.

No es asunto prioritario

Hasta la fecha y a pesar de un tremendo y profundamente machista “estire y afloje” entre el Congreso del Estado, el Ejecutivo Estatal y la sociedad civil observante —que sería objeto de un artículo completo—, en febrero del 2014, Baja California Sur fue la última entidad en reformar el Código Penal para incluir la figura de feminicidio, cuando se aprobó la adición del Artículo 256 Bis, que a la letra dice: “Artículo 256 Bis.- Homicidio Agravado por Feminicidio. Cuando el homicidio sea ejecutado sobre una mujer por razón de su género, se impondrá de veinticinco a cincuenta años de prisión y multa de trescientos a novecientos días de salario mínimo vigente, así como la pérdida del derecho a heredar que pudiera tener respecto a la víctima”.

“Existen razones de género de parte del sujeto activo, cuando concurra alguna de las siguientes circunstancias:

  1. La víctima presente signos de violencia sexual de cualquier tipo;
  2. A la víctima se le hayan infligido lesiones infamantes, degradantes o mutilaciones, previas o posteriores a la privación de la vida;
  3. Existan datos que establezcan que se han cometido amenazas, acoso, violencia o lesiones del sujeto activo en contra de la víctima;
  4. El cuerpo de la víctima sea expuesto, depositado o arrojado en un lugar público;
  5. Exista antecedente de violencia en el ámbito familiar, laboral, vecinal o escolar del sujeto activo en contra de la víctima; o
  6. La víctima haya sido incomunicada, cualquiera que sea el tiempo previo a su fallecimiento.”

A pesar de esta clara adición al Código Penal vigente, no existe en BCS un solo caso de los 71 homicidios de mujeres ocurridos desde entonces y hasta 2016, que hayan sido juzgados desde esta perspectiva. De hecho, priman la confusión, la resistencia y la ignorancia propias de una sociedad machista. Antes decía que la violencia contra las mujeres en general y la feminicida en particular, han sido opacadas por la violencia generalizada de los últimos años. Quienes se oponen a avanzar en este campo, han encontrado el argumento perfecto: hay otras prioridades.

Tipos de femincidio en BCS

Para terminar, incorporamos algunos resultados de nuestra investigación sobre el feminicidio en Baja California Sur, que están siendo actualizados con la finalidad de crear el Observatorio sobre Violencia Feminicida en nuestra entidad, como una iniciativa ciudadana y académica, sobre un problema urgente. Los datos corresponden a 73 feminicidios ocurridos en BCS durante el período 2007-2014. A finales de este año, tendremos procesada toda la información correspondiente a 2015-2017. Por lo pronto, lo que hemos avanzado se muestra a continuación.

En Baja California Sur predominan los feminicidios íntimos, esto es, los cometidos por hombres con quienes las víctimas tenían o habían tenido una relación o vínculo íntimo: marido, exmarido, novio, exnovio o amante. En este tipo, se incluye también al hombre que asesina a una mujer —amiga o conocida— que rechazó entablar con él una relación íntima.  En BCS, 30 de los 73 casos identificados corresponden a esta categoría, 24 de los cuales fueron perpetrados por la pareja de la víctima en solitario; en un caso el feminicida se hizo acompañar por dos amigos y entre los tres, golpearon y violaron a la mujer antes de matarla. En otro caso, la pareja estaba acompañada por la amante. En cinco de los 30 casos de feminicidio íntimo, el perpetrador fue la expareja.

Dado que ocho de las 73 mujeres víctimas de feminicidio eran menores de 15 años, incluimos al feminicidio infantil y feminicidio familiar, que es el asesinato de una niña hasta los 14 años cometido por un hombre solo o en complicidad con otro u otra, en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder que le otorga su situación adulta sobre la minoría de edad de la niña y que se produce en el contexto de una relación de parentesco entre víctima y victimario/a. El parentesco puede ser por consanguinidad, afinidad o adopción. En el caso de BCS, se han cometido ocho feminicidios infantiles, todos ellos consumados en su entorno familiar: tres por la pareja de la madre, uno por la expareja de la madre, dos por el padre, uno por padre y madre y, uno por la pareja de la madre y la madre.

Otro tipo identificado fue el feminicidio por conexión que se comente cuando una mujer es asesinada “en la línea de fuego” de un hombre que intenta o mata a otra mujer. Puede tratarse de una amiga, una parienta de la víctima, madre, hija u otra; o una mujer extraña que se encontraba en el mismo escenario donde el victimario atacó a la víctima. En BCS esto ocurrió en un caso en que la víctima fue asesinada por la pareja de su amiga, un exmilitar que previamente había matado a su amiga.

Identificamos también un caso de feminicidio por prostitución que consiste en el asesinato de una mujer que ejerce la prostitución cometido por uno o varios hombres. Entran en esta tipología los casos en los que él o los victimarios asesinan a la mujer motivados por el odio y la misoginia que despiertan en estos la condición de prostituta de la víctima. Los casos también conllevan la carga de estigmatización social y justificación del feminicidio por prostitución en la mente de los asesinos: “se lo merecía”; “ella se lo buscó por lo que hacía”; “era una mala mujer”; “su vida no valía nada”. En el caso ocurrido en BCS se trataba de una sexoservidora y bailarina de espectáculo nocturno cuya pareja la asesinó porque ella ya no quería prostituirse.

Cuatro casos pueden identificarse como feminicidio no íntimo, uno, el que se refiere al que fue cometido por un hombre desconocido con quien la víctima no tenía ningún tipo de relación, pero que previamente fue agredida sexualmente hasta morir a manos de un extraño. En este tipo se considera también el caso del vecino que mató a su vecina, sin que existiera entre ambos algunos tipos de relación o vínculo. En esta categoría entrarían cuatro de los 73 casos identificados en nuestra base de datos.

Finalmente, el colectivo Femincidio.Net propone la noción de feminicidio sexual sistémico para explicar el asesinato de mujeres que son secuestradas, torturadas y violadas. Sus cadáveres, semidesnudos o desnudos son arrojados en las zonas desérticas, los lotes baldíos, en los tubos de desagüe, en los tiraderos de basura y en las vías del tren. Los asesinos por medio de estos actos crueles fortalecen las relaciones sociales inequitativas de género que distinguen los sexos: otredad, diferencia y desigualdad. Al mismo tiempo, el Estado, secundado por los grupos hegemónicos, refuerza el dominio patriarcal y sujeta a familiares de víctimas y a todas las mujeres a una inseguridad permanente e intensa, a través de un período continuo e ilimitado de impunidad y complicidades al no sancionar a los culpables y otorgar justicia a las víctimas. Se divide en las subcategorías de organizado y desorganizado y toma en cuenta a los posibles y actuales victimarios.

En la categoría de feminicidio sexual sistémico desorganizado, se considera al asesinato de mujeres que está acompañado —aunque no siempre— por el secuestro, tortura, violación y disposición del cadáver. Los asesinos, presumiblemente, matan por una sola vez, en un período determinado; y pueden ser hombres desconocidos, cercanos o parientes de las víctimas que las asesinan y las depositan en parajes solitarios, en hoteles, o en el interior de sus domicilios.

En tanto que el feminicidio sexual sistémico organizado, se refiere al asesinato de mujeres que está acompañado por secuestro, tortura, violación y disposición del cadáver. Los asesinos pueden actuar como una red organizada de feminicidas sexuales con un método consciente y sistemático a través de un largo e indeterminado período, dirigido a la identidad de sexo y de género de las niñas y mujeres.

Con base en todos los datos aportados por nuestras fuentes, podemos afirmar que en Baja California Sur se han cometido en siete años 73 feminicidios —poco más de diez por año—, de los cuales al menos 34, podrían considerarse feminicidio sexual sistémico desorganizado, en tanto que ocho feminicidas entrarían en la categoría de perpetradores de feminicidio sexual sistémico organizado.

FOTO: Puebla Roja.

Crece la brutalidad

Algunas hipótesis vienen a la mente cuando vinculamos el hecho de que la violencia en México se ha disparado a partir del 2006 a niveles de barbarie y brutalidad terrorífica, violencia que, sumada al machismo y misoginia característicos de la cultura mexicana, ha terminado por convertir a las mujeres en botín de guerra y por naturalizar e invisibilizar aún más —si se puede— la violencia contra las mujeres y los feminicidios.

Hoy sabemos que las víctimas de la violencia de género son cada vez más jóvenes y que la saña con se cometen los feminicidios se ha incrementado: cadáveres de mujeres que han sido previamente torturadas, violadas y luego descuartizadas y desmembradas son tirados cada vez más cerca de la vista de todos, en desagües, ríos o parques públicos. Para Ana Güezmez García, representante en México de ONU Mujeres, México vive una situación similar a la de países que padecieron conflictos armados como Guatemala o Colombia, donde las mujeres quedaron a merced de los bandos en conflicto y la violencia de género se normalizó, a tal grado que todos los días desaparecen decenas, cientos de mujeres jóvenes que a menudo son víctimas de redes de explotación sexual, otro de los grandes negocios de los cárteles de la droga que además, trafican armas e inmigrantes, extorsionan y secuestran.

En México y en Baja California Sur, la violencia feminicida se ha acentuado y brutalizado desde la expansión del crimen organizado y la impunidad. Es terrible e indignante que, a pesar de las evidencias, la barbarie y la brutalidad, la violencia contra las mujeres apenas existe en la agenda del Gobierno Estatal y del Poder Legislativo, que se niegan a reconocer el problema, no terminan por ajustar la legislación y se resisten a declarar las alerta de género, escudándose en argumentos legaloides y lo que es peor, al negarse a reconocer que hemos llegado a límites impensables, no existe costo político ni condena social, ni legal para las autoridades que no actúan conforme a la ley. Si ante la violencia social y la provocada por el crimen organizado y desorganizado impera la impunidad, frente a la violencia de género y el feminicidio, se suman la negación e invisibilización de una realidad que cada día nos cercena lo que nos resta de dignidad.




A 3 años del inicio de la narcoviolencia en BCS. La violencia nuestra de cada día… (I)

FOTOS: Luis Roldán.

Colaboración Especial

Por Lorella Castorena Davis

 

“¿Cómo es posible que en México encontremos 253 cuerpos en fosas clandestinas y la gente no reaccione?”    Madre del Colectivo El Solecito.

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Entre 2007 y 2008 irrumpió en nuestro país la violencia que desde entonces aflora, azota, asola, irrita y descoloca nuestra vida cotidiana. En México, hemos vivido ya un decenio de violencia que Eduardo Rodríguez Gutiérrez (Un decenio de violencia en Nexos, 1 enero, 2017) ha reconstruido a partir del 11 de diciembre de 2016, cuando Felipe Calderón puso en marcha la llamada Operación Conjunta Michoacán que marca el inicio de la década más violenta y sanguinaria que hayamos visto en la historia contemporánea de nuestro país, la misma que desde 2014 se ha asentado en Baja California Sur. Durante estos años, ha desfilado ante nuestros ojos una galería de crímenes cada vez más terribles; diseminados por todo el territorio mexicano, legiones de hombres armados asesinan, secuestran, mutilan, torturan, trafican y desaparecen en fosas clandestinas a miles de personas.

También te podría interesar Represión, fabricación de delitos y mentiras oficiales en BCS.

Según el Director Ejecutivo de la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM), las redes de crimen organizado han reclutado al menos 30 mil jóvenes entre los 14 y 17 años, muchos de ellos de manera forzada. Ser joven, implica que tienen 30% más de posibilidades de ser asesinados que los adultos y si son mujeres adolescentes, tienen más probabilidades de ser víctimas de feminicidio o desaparición forzada que las mujeres adultas. Y no sólo eso, según la REDIM en México ser joven implica ser criminalizado por el sólo hecho de serlo (La Jornada, 11 de mayo del 2017). En el informe Violencia, niñez y crimen organizado presentado en Washington por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en abril de 2016, se constata que estos niños y jóvenes mexicanos trabajan para la delincuencia organizada en actividades que van desde la extorsión y el tráfico de personas, hasta la piratería y el narcotráfico. Las organizaciones criminales les reclutan a partir de los 10 y 11 años, ya sea para traficar productos ilícitos (drogas o armas), personas (‘burreros’) o para realizar asaltos, agresiones y secuestros.

Según el reporte sobre fosas clandestinas, titulado Violencia y terror, hallazgos sobre fosas clandestinas en México, realizado por la Universidad Iberoamericana (UIA) de la Ciudad de México y la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de Derechos Humanos (CMDPDH), entre 2007 y 2016 se han localizado un total de 1,075 fosas clandestinas con 2 mil 14 cuerpos, distribuidas en 19 entidades del país. En este estudio, en Baja California Sur sólo se había reportado una, sin embargo, con base en datos periodísticos, hemos identificado una más. No puedo decir si fue la ubicada en 2013 en la colonia Tabachines o, la segunda, localizada en 2015, en El Comitán. Como quiera que sea, este año se encontró una fosa clandestina con 18 cadáveres (13 hombres y 5 mujeres) en la carretera costera Rincón de La Playa-Zacatito, en Los Cabos.

Violencia y terror, nunca mejor dicho. En torno a esta violencia que nos asola y despoja, hay muchas preguntas y pocas respuestas sistemáticas que nos permitan comprender lo que nos ocurre tanto en México, como en BCS. En estas entregas, intentaré ofrecer tanto un marco de interpretación, como la sistematización —siempre insuficiente y poco clara—de datos estadísticos que dan pie a un análisis empírico básico, siempre insuficiente para el análisis de coyuntura tan importante en un país donde el fenómeno de la violencia se desplaza geográficamente con gran rapidez y eficacia en el proceso de ocupación tanto de nuestro territorio, como de nuestra cultura colectiva.

Quiero dejar clara una cuestión: la violencia en México y en Baja California Sur no es tanto un asunto de datos o números sobre las incidencias delictivas, que las hay, sino de personas y sus historias, de cientos de miles de hombres, mujeres, niñas y niños que desde sus diferentes adscripciones de género, clase, etnia y adscripción identitaria, cada día suman una cifra a las historias que ocultan una tragedia humanitaria. Medir la violencia a partir de los homicidios, da como resultado un índice de una realidad más compleja: en México nos matan, porque se puede. Pero no sólo nos matan. Nos violan, criminalizan, persiguen, hipersexualizan, esclavizan. Nos trafican, mutilan, alquilan, venden. En México nos matan, porque el consumo de drogas, armas, personas, vientres, cuerpos y una lista que no puedo siquiera escribir, representan grandes negocios. En México nos matan, porque los emporios del entretenimiento naturalizan la violencia.  Nos matan, en fin, porque se puede, y atender las causas por las cuales nos matan no es una prioridad para el Estado.

Prioridad es la cuestión: la erradicación de la violencia en general y de todas las otras violencias, debería ocupar un lugar central en la definición de las políticas públicas tanto en el país, como en BCS. Sin embargo, la generalización de la violencia en México es más que una dolorosa realidad.

Según datos preliminares del INEGI, en 2016 se registraron 23,953 homicidios en el país, la cifra más alta reportada durante los primeros tres años de gobierno de la administración del presidente Enrique Peña Nieto. El INEGI señala que BCS se encuentra entre las entidades donde el fenómeno de la violencia se ha recrudecido como resultado del desplazamiento de la violencia hacia entidades que históricamente mantenían una tasa baja de delito, como Yucatán y Oaxaca. Como se observa en las gráficas 1 y 2, que representan la evolución de los homicidios según sexo a nivel estatal en la última década (2007-2016), la violencia expresada en el número de homicidios se disparó a partir de 2014 y desde entonces se ha incrementado significativamente y la tendencia, indica que estamos muy lejos de la otrora vida pacífica en nuestra entidad.

Según la gráfica 2, donde se expresan los homicidios por municipio, es en La Paz y Los Cabos donde se concentra el mayor número de crímenes.

Esta situación de violencia generalizada ocurre en un contexto también generalizado, de impunidad y corrupción. Según el IGI-MEX, 2016, menos del 1% de los delitos en México, son castigados, por lo que impunidad entendida como delito sin castigo, alcanza 99%. Baja California Sur se encuentra entre las entidades con niveles críticos de impunidad en el sistema de impartición y procuración de justicia, con un proceso activo, pero lento y rezagado, de transición al Sistema Penal Acusatorio, con pobres avances en la armonización legislativa en materia de derechos humanos en general (IGI.MEX, 69:2016). Según la ENVIPE 2015, las dos principales razones que esgrimen las personas para no denunciar un delito son la pérdida de tiempo y la desconfianza en la autoridad. Desconfianza que se origina en los profundos problemas estructurales y funcionales que priman en las instancias de seguridad, justicia y derechos humanos.

Sólo como ejemplo, tomamos los criterios empleados para la elaboración del Índice General de Impunidad (IGI-MEX, 2016), en el que no fue posible aplicar la metodología completa de Cingranelli-Richards (CIRI) utilizada para el IGI 2015 (IGI-MEX, 32:2016). Esta metodología, tiene como intención generar un modelo estadístico capaz de medir tres dimensiones —estructural, funcional y derechos humanos—, en dos áreas de gestión administrativa cruciales para que el Estado Mexicano cumpla con su obligación de impartir y administrar justicia.

Debido a las dificultades para incorporar la dimensión derechos humanos (*) con el rigor estadístico necesario (IGI-MEX, 32:2016), la dimensión derechos humanos fuese sustituida por la dimensión ‘cifra negra’, que, desde nuestro punto de vista, es una representación del profundo estado de impunidad generalizada que domina nuestro país.

Del informe del IGI-MEX-2016 puede inferirse que, la ausencia de información respecto a violaciones sobre los derechos humanos en las entidades federativas se explica tanto por los castigos (IGI-MEX, 32:2016) impuestos desde la Federación, como de los propios gobiernos estatales, que ven mal para el desarrollo general del país y sus estados reconocer la generalización de la violencia. Según datos de la Procuraduría estatal, desde junio del 2014 y hasta abril del 2017, han ocurrido 560 muertes provocadas por eventos de alto impacto y según datos periodísticos, esta cifra se eleva a casi 700 hasta el momento en que escribo estas líneas. Si estos datos no nos concitan a investigar con mayor profundidad sobre las causas y alcances de la violencia generalizada, no estaremos cumpliendo con nuestra obligación de describir para comprender, nuestra realidad. En las siguientes entregas, profundizaré sobre los aspectos sociales y culturas de la violencia nuestra de todos los días.

___

(*) El respeto a los derechos humanos es un elemento fundamental para el funcionamiento de cualquier sistema de gobierno, ya que habla del respeto que tiene el Estado por sus propios ciudadanos y por el contrato social que lo vincula con ellos. El fenómeno de la impunidad no estaría documentado plenamente si no se considera la violación a los derechos humanos de la población, cuando los responsables, es decir, agentes del Estado, quedan en libertad. Esta práctica contribuye únicamente al detrimento del Estado de Derecho, al menoscabo de la confianza en las instituciones y a romper el principio de protección a la población que es facultad exclusiva del Estado. Es por eso que se considera fundamental la incorporación de esta dimensión en una medición integral de la impunidad. Sin embargo, en el modelo que se presenta, fue necesario excluir esta dimensión del análisis. La ausencia de datos consistentes en la materia que pudieran ser desagregados por entidad federativa dificultó la incorporación de esta dimensión de la manera en que originalmente se había considerado, similar a lo que se realizó en el Índice Global de Impunidad. Esta dimensión mide el rango de denuncias de violaciones a derechos humanos frente a organismos públicos. (IGI-MEX, 32:2016).