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Ecos del 68 (II)

Colaboración Especial

Por Leónidas Alfaro Bedolla

 

San José del Cabo, Baja California Sur (BCS). Desde que empezó a caer la tarde, por las diversas calles convergentes con la Plaza de las Tres Culturas, los grupos de estudiantes con expresiones festivas empezaron a llegar, entre ellos maestros y los líderes  pronto tomaron posiciones. Más tarde cuando el smog apenas permitía dar cuenta del sol, llegaron contingentes de obreros, muchos empleados, doñitas con su mandil, padres y madres con sus hijos. En el templete, José de Molina cantaba acompañado de su guitarra: Hay soldaditos de plomo y soldados de madera, los que matan a mi pueblo, son soldados de a de veras.

Curioso, pero la gente no aplaudía, algo empezó a enrarecer el ambiente y los comentarios se escuchaban en susurros —Se están acercando los soldados— una tanqueta con un pelotón está a dos cuadras, cerca de Reforma… Varios autos han bajado hombres con tipo de soldados… Llevan la mano derecha cubierta con un guante blanco… No pasa nada, esta es una manifestación tranquila, no traemos piedras, ni nada. S+olo la palabra, el reclamo de nuestras peticiones: libertad a los presos políticos, libertad de expresión, no más represión para nosotros y nuestros obreros, campesinos y empleados… No pasa nada. Cuando la noche cubrió el espacio, un líder alzaba la voz, el motor y las aspas de un helicóptero irrumpieron para lanzar una bengala…

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Elena Poniatowska (París, 1932), mexicana que quiso nacer allá, es nuestra periodista de siempre, se estremeció, igual que millones, por la matanza del 68. Pero lejos de sentarse a llorar, tomó su libreta y fue a buscar la verdad. Caminó por las calles, llegó a los departamentos de Tlatelolco, fue a las aulas del Poli y la UNAM, entrevistó a estudiantes, maestros, líderes, amas de casa, empleados, policías, soldados y hasta empresarios. Y escribió La noche de Tlatelolco, plasmó los testimonios desgarradores, las expresiones lastimosas y también algunos que opinaron que los estudiantes habían sido los culpables. Pero todo el mundo, incluyendo México, sabemos que los culpables estaban en Palacio Nacional, en el Campo Militar Número Uno, en las delegaciones policiales, en la Procuraduría General de la Nación; todos comandados por el que se parecía a los gorilas, dicho con perdón de ellos.

Carlos Monsiváis, al ver aquellas concentraciones convocadas por el México 68, alguna vez comentó: El país vuelve a contar con un espíritu nacional auténtico, no las proclamas y discursitos aunque la vileza, ha venido alimentando la megalomanía, sino el ánimo, el estilo renovadores de la solidaridad, de la creencia en el cambio, el afán nacional entendido como amor a la comunidad, no como amor al respeto ciego que una comunidad debe a sus gobernantes.

Desde México 68 hasta la fecha, son muchas las razones en las que nuestro pueblo ha dado muestras de ser una sociedad valiente, gracias a sus heroicas manifestaciones el país no se ha derrumbado, ha sabido llegar a tiempo, haciendo a un lado a los malos gobernantes que se empecinan en traicionar a la patria. El pasado primero de julio de este año 2018, dio una vez más muestra de esa reciedumbre, de ese heroísmo civil. La frase de AMLO: Sólo el pueblo puede salvar al pueblo, se consolida.

Memorial de Tlatelolco, por Rosario Castellanos

La oscuridad engendra la violencia y la violencia pide oscuridad para cuajar el crimen. Por eso el dos de octubre aguardó hasta la noche. Para que nadie viera la mano que empuñaba el arma, sino sólo su efecto de relámpago. ¿Y esa luz, breve y lívida, quién? ¿Quién es el que mata? ¿Quiénes son los que agonizan, los que mueren? ¿Los que huyen sin zapatos? ¿Los que van a caer al pozo de una cárcel? ¿Los que se pudren en el hospital? ¿Los que se quedan mudos, para siempre, de espanto? ¿Quién, quienes? Nadie. Al día siguiente, nadie. La plaza amaneció barrida; los periódicos dieron como noticia principal el estado del tiempo. Y en la televisión, en el radio, en el cine no hubo ningún cambio de programa, ningún anuncio intercalado ni un minuto de silencio en el banquete (pues siguió el banquete).

No busques lo que no hay: huellas, cadáveres que todo se le ha dado como ofrenda a una diosa, a la Devoradora de Excrementos.

No hurgues en los archivos pues nada consta en actos. Mas he aquí que toco una llaga: es mi memoria. Duele, luego es verdad. Sangre con sangre y si la llamo mía traiciono a todos.

Recuerdo, recordamos.

Ésta es nuestra manera de ayudar a que amanezca sobre tantas conciencias mancilladas, sobre un texto iracundo sobre una reja abierta, sobre el rostro amparado tras la máscara.

Recuerdo, recordamos hasta que la justicia se sienta entre nosotros.

Y aquí, seguimos esperando que sean aprendidos los que ordenaron la muerte de nuestro amigo y compañero JAVIER VALDÉS CÁRDENAS; nuestro reclamo es: ¡JUSTICIA! ¡JUSTICIA! ¡JUSTICIA!

Leónidas Alfaro Bedolla. Autor de la novela Golpe a golpe.




Ecos del 68 

FOTO: Internet.

San José del Cabo, Baja California Sur (BCS). La vi caminar entre los estrechos pasillos de los conjuntos habitacionales de Tlatelolco, me llamó la atención porque su mirar era imperativo, desesperado. Cuando miraba a un joven, lo seguía con la vista hasta perderlo, sacudía la cabeza y seguía con su lento andar. Casi al oscurecer la volví a ver, con la vista gacha, sentada sobre las baldosas de la escalinata del centro ceremonial.

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—Buenas noches, disculpe, ¿es usted de Sinaloa? –Usted… ¿¡Quién es!? ¿Es de Gobernación? –No, no, cálmese. —Mire, dije mostrando mi credencial de elector, -yo también soy de allá. —¿De dónde allá? –De Sinaloa. -¿Usted también busca a alguien? –Sí, a mi compañero de prepa. -¿Cuántos años tenía? -18, nos decíamos cuates porque habíamos nacido en la misma fecha. —¿Y también desapareció? –Sí. Aquella tarde, en la refriega nos perdimos. Yo alcancé a meterme debajo de un auto, arrastras salí y logré escapar. -¿Cómo se llamaba? —Él, se llamaba Pedro. —¡Pedro! —¡Era mi hermano!…

Historias como estas, existen por cientos, porque cientos, tal vez miles, fueron los muertos y desaparecidos en aquella masacre del 68, que el Estado Mexicano ordenó, por el mismo presidente Gustavo Díaz Ordaz; cínicamente lo declaró. Y ahora nos enteramos que también era agente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), de los Estados Unidos, lo que ratifica su traición a la patria, pues es posible haya recibido órdenes de aquellos.

El próximo 2 de octubre, de este año 2018, se cumplirán 50 años, 5 décadas, de aquella nefasta y terrible matanza. Fecha que quedó marcada con un crespón negro, en señal de luto por los muertos, y, a partir de ese acontecimiento, el Gobierno Federal, apoyado por la mayoría de los gobernadores de los Estados, continuaron con una escalada de detenciones, desapariciones, torturas y encarcelamiento de miles de estudiantes, obreros y campesinos, cuyo único delito era serlo, es decir, ser pobre, ser estudiante; para el gorilesco presidente y sus lacayos, suficiente motivo para ser reprimido. Miraban en cada uno de ellos a un posible enemigo, un manifestante en potencia que podría alzar la voz y reclamar libertad, justicia y mejores condiciones de vida.

Muchos fueron los perseguidos, torturados con horrendos castigos, y asesinados que servía “al sistema” para aterrorizar a la población y seguir sosteniendo el unipartidismo en el poder. Son muchos los  nombres de los héroes, pero más de los que murieron, la mayoría sin causa justificada. Gobierno bestial, amparado con la llamada Dictadura Perfecta.

Desde el primero de agosto pasado, se empezaron a desarrollar algunos eventos, no nada más para conmemorar, sino para seguir manteniendo viva la llama de la protesta, y para seguir alentando el recuerdo de todos aquellos que dieron su vida por tener el derecho de alzar la voz.

El ciudadano Enrique Graue Wiechers, rector de la Universidad Autónoma de México (UNAM), declaró hace unos días a la prensa nacional: “Con más de un centenar de actividades en diversas sedes, un fuerte programa editorial, la renovación del Memorial del 68 en Tlatelolco y la creación de un repositorio con los principales movimientos ciudadanos que han mejorado nuestro régimen de libertades, la UNAM conmemorará los 50 años del M68”.

Será una intensa actividad conmemorativa cultural, donde se expresaran testimonios de algunos actores que aún viven y se conservan en pie de lucha. Habrá también manifestantes extranjeros, sobre todo de América Latina y algunos países europeos. Todo ello en necesario y justo, sobre todo ahora que el pueblo mismo ha dado una muestra contundente de su sentir con relación a la gobernanza que hemos tenido en las últimas tres décadas. Los 133 periodistas inmolados, los más de 440,000 muertes provocadas por una guerra injusta y estúpida, y los más de 200 mil desaparecidos, todo en tres décadas, en las que además, el país ha ido en retroceso en cuanto a desarrollo económico, educativo y cultural.

Otras instituciones académicas como el Instituto Politécnico Nacional (IPN), el Colegio de México (Colmex), la Universidad Iberoamericana (UI), la Universidad Autónoma de Chapingo, así como diversidad de agrupaciones civiles, tendrán participación. Seguro ocuparan los estrados muchas personalidades que tomaran la palabra para exponer pasajes de aquella historia negra, y es posible que se develen algunos hechos, como los expuestos recientemente en la revista Proceso por el comentaristas y escritor Sergio Aguayo, donde nos da a conocer nombres que aparecen en la lista de la CIA, no cualquier nombre, sino precisamente de ex presidentes y algunos integrantes de las más altas esferas, que ahora también se les identifica como: La mafia del poder.

No, no se nos olvida, porque  el espacio de nuestro compañero y amigo JAVIER VALDÉS CÁRDENAS   jamás nadie podrá ocuparlo, por eso seguimos exigiendo sean detenidos los que ordenaron su asesinato: ¡JUSTICIA! ¡JUSTICIA! ¡JUSTICIA!

Leónidas Alfaro Bedolla. Escritor de la novela: En el casi ombligo del mundo.