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Cuéntame una historia, Papá Conejo

FOTO: Cortesía.

Especial Día del Padre

Mención Honorífica en el concurso “Carta al Padre”

Por Ana Paola Suárez Uribe

 

Para Juan Antonio, quien me enseño a escribir, soñar, vivir y no sólo a sobrevivir.

 

Papá:

Este año no podré ir a casa para el Día del Padre. Vivir en este paraíso tiene sus desventajas, como el calor del verano y no poder estar contigo el día de hoy. Sin embargo, te quiero contar lo que me pasó hace un par de días y aunque parezca puro cuento, tú y yo sabemos que no lo es. El día 13 de junio (¡día de tu santo!) se me aparecieron dos conocidos tuyos y me pidieron entregarte esta carta justo el Día del Padre. Yo les dije que era más sencillo que ellos te la hicieran llegar porque yo no estaré en casa este año para felicitarte. Sin embargo, ellos insistieron y pues, aquí te va la carta, la historia y la foto.

Comienzo por la historia. ¿Te acuerdas de Dientitos y Don Orejón, los conejitos que aparecían entre tus dedos cuando éramos niñas para contarnos historias antes de dormir? Bueno, pues se me aparecieron justo cuando estaba por tomar el camión para ir a trabajar. Cualquier otra persona cabal y con la misma prisa que yo, los hubiera ignorado, pero como me parezco a ti –o eso dice la gente– decidí seguirlos. Aunque son casi de mi edad, iban tan rápido que casi no podía mantener el paso entre los callejones de la memoria. Pero utilizando los atajos de la nostalgia, logré dar con ellos frente a una imagen tuya escondida en el vaivén de una ciudad aún desconocida para mí. Fue entonces que me encomendaron la misión de hacerte llegar esta carta.

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Por favor no vayas a creer que estoy loca, y si es así, recuerda que lo saqué de ti.

Ahora sí, te dejo su carta.

Con cariño, Pao

 

Querido Papá Conejo:

Disculpa que aparezcamos hasta ahora, han pasado muchos años desde la última vez que nos vimos; las niñas ya crecieron y ahora se cuentan ellas solas sus propios cuentos para poder dormir. Pero no le hace, igual que tú, no somos sentidos y llegamos a las fiestas sin ser invitados, por eso hemos querido aparecer el día de hoy, en tu festejo del Día del Padre.

Desde hace varios días que estamos siguiendo a Paola. Siempre está de prisa y distraída, ya ves como es. Aún así, mantiene la misma mirada soñadora que tú, por eso decidimos embaucarla en esta misión y pedirle que te pasara este mensaje. Hoy no vamos a contar historias. Hemos aparecido simplemente para decirte que lo estás haciendo bien, Papá Conejo.

Quizá a estas alturas del partido ya esperabas nietos para contarles la historia de la hormiga Fufurufu que echa la flojera todo el día y sólo trabaja cuando la miran de cerca o la de Chunina, ‘animal del demonio, animal del mal’, quien quedó así por desobedecer a sus padres, buena táctica para convencer a los niños de hacerte caso. Sin embargo, no tienes que esperar a que lleguen más niños para contar tus fábulas: tus hijas aún necesitan escuchar tus historias.

Cuéntales, Papá Conejo, de tus sueños de la infancia, de tus viajes y aventuras de juventud; sobre tu abuelo y la vida en familia –¿no decías tú que tu abuela se unió a una banda de robo de autopartes al quedar viuda? Cuéntales sobre tu primer amor y del día en que supiste que querías casarte con su mamá. La historia del día que nacieron, esa sí ya la tienes muy choteada, pero pues ¡cuéntaselas otra vez!

Cuéntales también las otras historias, las de miedo y desilusión. Háblales de la vez que casi te obligan a renunciar de un trabajo por no encajar, del dolor de la pérdida del ser querido y de poner pausa a los sueños para ayudar a otros a volar. Tus hijas tienen que entender que, como decía el poeta, en esta vida todo pasa y todo queda y que nada es tan malo que no puedan contárselo a su papá.

Por eso, ahora que la edad te ha hecho sabio y que has cambiado la fantasía por filosofía, tienes muchas enseñanzas que seguir compartiendo con las niñas. En un mundo que vive de prisa y da todo por sentado, háblales sobre el tiempo en sus dos variantes –kronos y kairos-, para que valoren los días junto a ti y puedan siempre detener el paso y sentirte cerca, no importa si es a través de una pared en la que aparecen juntos y viajando hacia la luna en medio de la ciudad.

¡Hasta la próxima, Papá Conejo!

 




Mi padre y yo

FOTOS: Cortesía.

Especial Día del Padre

Carta ganadora del Segundo Lugar del concurso “Carta al Padre”

Por José Manuel Peralta Delgado

 

No fueron fáciles mis años de infancia a su lado. Hubiera querido que mi padre hubiera sido más expresivo, demostrativo y cariñoso. Pero la parte de su carácter que mostraba era más bien seco, poco expresivo e intimidante. Le costaba trabajo demostrarme su afecto, pero demostraba un talento especial para hacerme sentir su malestar, cuando yo cometía alguna maldad o travesura. Los expertos aconsejan que en la educación de los hijos debe hablarse con ellos, dejando en claro qué es lo que está bien y qué lo que está mal. Con él no era así. Generalmente era mi madre la que me acusaba, y mi padre el que me aplicaba el castigo sin decir ‘agua va’. Experimenté una variedad de materiales de castigo, sobre todo el cinto, una manguera, una banda de carro, la tabla de madera y la mano limpia. Como menciono, en ocasiones el motivo del castigo era desconocido para mí. Por poner un ejemplo en una ocasión lo vi trabajando con un azadón, haciéndole cazuelas a los árboles. Tuve curiosidad por ver su habilidad para manejar aquel instrumento con fuerza y decisión. Acerqué una silla para verlo, pero él, enfurecido y sudoroso, me corrió de allí a cintarazos. Mucho tiempo percibí el cosquilleo del temor dentro de mí, al escuchar el sonido de su cinto saliendo presuroso de su pantalón. Era un sonido familiar, aunque poderoso y terrible. Experimenté entonces la rebeldía, y con la que solía desquitarme era con mi madre, cuyo recurso final y contundente era decirme: “vas a ver cuando venga tu papá”. Pasé por un tiempo atascado en un círculo vicioso. Yo desobedecía y molestaba a mi madre, ella me acusaba cuando mi padre regresaba cansado del trabajo. Él descargaba su coraje castigándome, yo experimentaba el dolor junto con un temor atroz. Luego la calma después de la tormenta, para después experimentar un coraje y rebeldía más intensos, que me llevaban de nuevo a hacer lo incorrecto, y todo volvía a empezar. No, no fueron fácil aquellos años. Creo que mi carácter tímido y retraído requería de un padre más comunicativo y tolerante, que se hubiera ganado mi confianza, que le hubiera podido revelar mis miedos, traumas, ira contenida.

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Los años de adolescencia para mi fueron el despegue hacia una vida diferente. Buenos amigos y maestros me ayudaron a creer en mí mismo y mi capacidad. Vi en el estudio la forma de conseguir el anhelado reconocimiento, la posibilidad de ser valorado. Fue entonces cuando inicie una relación diferente con mi padre. Entendí que mi esfuerzo y desempeño escolar no le pasaban desapercibidos, que él también necesitaba un motivo de orgullo.

En una ocasión recuerdo que veníamos de La Paz, donde estudie el bachillerato, en su camión, solos él y yo. Sentí la necesidad de un acercamiento, de decirle que estábamos en el mismo equipo, trabajando por un mismo propósito. Sabía que esperar un acercamiento de su parte era imposible, así que, venciendo el temor, le pedí permiso para dejar de hablarle de usted, y empezar a hablarle de tú. Aún ahora recuerdo el valor que tuve que encontrar para lograrlo, porque para mí su figura paterna era imponente. Ese fue un momento decisivo, que marco un cambio en mi relación con él.

Después los estudios me llevaron a la Ciudad de México. Como hijo mayor llevaba sobre mis hombros el compromiso de terminar mi carrera, Medicina, para después regresar y apoyar a mi padre con el estudio de mis hermanos menores. En mi vida, como en la mayoría de los estudiantes que salen de casa, la principal dificultad que tuve que enfrentar, fue la soledad. Recuerdo un día que mi padre me visitó, y sentí la confianza para platicarle de una amiga que me gustaba, prospecto de novia. Me hubiera gustado escuchar de él una palabra de ánimo o entendimiento, ya no de aprobación. Pero su acre comentario me ubicó en un instante en la dureza de su personalidad, “no viniste aquí a perder el tiempo con noviecitas, viniste a estudiar”. Desde luego la amistad con aquella muchacha terminó y fue parte de la experiencia de amores y desamores, en la vida de un estudiante que, como yo, apenas si podía sostenerse a sí mismo. Después encontraría una relación que me brindó la posibilidad de crecer y adquirir confianza en mi propio valor y capacidad. Desde luego él no fue partícipe de eso.

Aún con inquietantes dudas, acerca de cuál sería mi futuro, terminé mi carrera. Regresé entusiasmado a mi tierra, satisfecho de haber superado de forma satisfactoria el reto del estudio. Conocí entonces a un padre diferente, que me convirtió en su motivo de orgullo, la justificación de sus afanes y disciplina, aunque yo no estaba muy de acuerdo, jamás me atreví a opinar lo contrario.

Gracias a Dios pronto pude encontrar un buen trabajo, lo que me permitió adquirir esa seguridad y satisfacción tan preciada en la vida de las personas. Vinieron años de lucha, pero entre mi padre y yo fuimos sacando adelante a mis numerosos hermanos, uno a uno, como si los hubiéramos sacado de un pozo, del pozo de la mediocridad. Todos mis hermanos son excelentes profesionistas, personas honorables y productivas. Somos su mayor orgullo. Él platica de sus muchachos y las peripecias que tuvo que hacer para que terminaran sus carreras. Su trascendencia la consiguió a través del éxito profesional de sus hijos.

En mi vida amorosa cometí algunos errores, fruto de la inexperiencia. Mi padre siempre estuvo a mi lado para orientarme, aunque a su manera. A la fecha puedo decir que goza contando anécdotas de mis desatinos amorosos. Él es así, aprendí a conocerlo, y después de tantos años, sé que detrás de esa apariencia dura y desconfiada, hay un hombre sabio y bueno.

He ido descubriendo gradualmente facetas de mi padre que han terminado de derrumbar la barrera impenetrable que hubo alguna vez entre él y yo. En mis tiempos de estudiante conocí las teorías del comunismo y acepté la versión de que Dios era un invento de los hombres, para explicarse aquello que su ignorancia no le permitía entender. Él me expuso a su manera la necesidad de creer en Dios, cuando yo todavía era un escéptico. Me decía; “Como vas a decirle a una paciente; “Señora, no pierda el tiempo pidiéndole a Dios, ¿que no sabe que no existe?. No debes quitarles la esperanza”. Desde luego su opinión para nada influyó en mis convicciones de entonces. Por aquel tiempo pensaba que muchas de las cosas que él decía eran producto de su ignorancia, ¿qué tanto podría saber un hombre que sólo había llegado hasta tercer grado de primaria? Con el paso de los años y amargas experiencias me di cuenta de lo equivocado que estaba, de la sabiduría natural de mi padre, y de mi propia necedad.

Después que encontré la fe en Dios, lo cual no fue fácil, considero increíble como mi padre, siendo un hombre tan duro e intransigente, llegó a la conclusión por su propia observación de la existencia de Dios, al ver la perfección que hay en la naturaleza, el Sol, la Luna y las estrellas, el mar y las montañas de la tierra, y los seres que viven en ella. Él sabe que la vida y la naturaleza funcionan como un reloj perfecto, y considera que no puede ser obra de la casualidad. Sabe que detrás de todo hay un poder superior que mueve los hilos a voluntad.

Puedo decir que después de tantos años encontré en él a mi mejor amigo. Con él puedo platicar casi de lo que sea, pues tiene todo el tiempo y paciencia del mundo. No suelo platicar cosas personales, pues allí sigue habiendo cierta distancia. Pero platicamos de las cosas del pasado, nos reímos de innumerables anécdotas. Le hago y me hace bromas siempre con respeto y platicamos lo más relevante del momento. A sus 84 años tiene una lucidez admirable, aunque su memoria ya no le ayude mucho. Disfruta mucho platicando de historia, de plantas, política, de su tierra natal y de la gente. Un tema vedado, por cierto, es hablar de nuestra relación de la infancia, no tiene caso entrar en controversias, ambos lo sabemos.

Mi padre viene de una familia en la algunos se han hecho ricos, trabajando duro y administrando su dinero. Pero a él eso no se le dio. Su espíritu libre no se lo permitió. No obstante, su idea y consejo siempre ha sido “el hombre debe tener una ilusión en la vida”. Él ha tenido muchas, pero fueron pocos los proyectos que concretó, en parte por ser un hombre con espíritu libre, nunca pudo estar sujeto a un trabajo fijo. Su época de gloria fue cuando trabajó como chofer, acarreando algodón y trigo. También trabajó muchos años acarreando diésel de La Paz a los ranchos agrícolas aquí en El Valle. Aquellos fueron sus años de gloría, que le permitieron hacer aquello lo que más le gustaba; recorre los caminos, ver amaneceres, sentir el aire fresco golpeándole la cara. Le encantaba ver los campos agrícolas con los surcos atestados de maíz, tomate y alfalfa. El día que tuvo un negocio en que tuvo que permanecer esperando, fracasó. Los clientes nunca lo encontraban. Mi padre es un hombre honrado. Su mayor orgullo es que no deberle a nadie. Es un hombre de palabra, y cuando hace un compromiso lo cumple, y espera lo mismo de los demás.

Le encanta preparar comida, para que sus hijos acudan los domingos a comer y platicar las peripecias cotidianas. Su especialidad, los deditos de pescado. Nadie como él para prepararlos. Su ingrediente principal, el amor por su familia.

Hablar de su relación con mi madre es tocar su punto débil. Mi padre nunca supo ganarse el amor de mi madre. Su dificultad para ser demostrativo y su orgullo le fue haciendo esto cada vez más difícil. En todo lo demás él está conforme y satisfecho por haber hecho lo correcto. Pero de su relación matrimonial no puede decir lo mismo. Aún ahora después de tantos años, mis padres viven una especie de guerra fría. Nada que tenga que ver con el otro puede ser agradable. Lo curioso es que, viviendo en la misma casa, han levantado una muralla virtual que los mantiene “saludablemente” separados. ¿Cuál es el resultado? Mi padre generalmente está solo. A veces lo veo llegar en su carrito a mi casa, con paso lento, cansado, y siento compasión por él. Veo un hombre que ha sido demasiado “fuerte” para vivir una vida en la que es necesario atender las emociones y sentimientos de la persona amada. Los sentimientos de mi madre él los interpretaba como “actuaciones”, o “exageraciones”. Y puede ser que así fueran, pero el amor debe soportar con paciencia, ser abnegado, y eso mi padre nunca lo tuvo.

Sin embargo, siempre estuvo allí, aunque sin hacer demasiados compromisos. El necesitaba una mujer que se sometiera sin preguntar, que lo aceptara y olvidara sus agravios. Que le festejara su humor pesado. Desgraciadamente mi madre no es esa clase de mujer. En la etapa que vive, el amor de mi padre es un amor callado. Nunca he recibido un abrazo de él, sin embargo, sé que me quiere y está orgulloso de mí y todos mis hermanos y nietos. Nunca dice lo que siente, pero sé por su expresión, sé que en ocasiones se siente cansado, frustrado por no tener compañía en su vejez. Las cosas se ganan, y el amor de los hijos o de los hermanos no puede sustituir el amor de una mujer.

Con todo y sus errores y limitaciones adoro a mi padre, al que he aprendido a querer con el paso de los años. Ahora reconozco que lo perfecto no existe, que los seres humanos debemos aprender a vivir con nuestras limitaciones. Que en lo fundamental es y sigue siendo ver la vida con optimismo, no rendirse. Me encanta abrazarlo y sentir su divertida resistencia.

Mi padre ha pasado circunstancias difíciles, enfermedades, pero no le teme a la muerte. No hace mucho le iban a practicar un cateterismo en La Paz, y un hermano de él (católico) le dijo que lo iba a llevar con el “padre” para que se confesara, y él le contesto “No, Manuel (yo) me va a confesar”. Cuando lo supe, fui a orar por él, antes de llevarlo a internar al ISSSTE en La Paz. Él ha visto la fe en mí, sabe lo mucho que amo a Cristo, mi Señor. Tal vez él no entienda muchas cosas, pero en el momento decisivo permitió que orara por él. Le pedí a mi Dios que perdonara sus pecados, y le permitiera estar a su lado, en caso de que no saliera con vida de ese procedimiento. La alegre opinión del médico fue “tiene un corazón de 20”.

Actualmente ha llegado a una etapa en la que puede platicarme muchas veces el mismo tema. Siempre lo escucho, como si nunca me hubiera dicho aquello. Lo quiero demasiado para hacerle sentir mal. Admiro la dignidad como enfrenta su vejez. A pesar de la etapa de compromisos de trabajo en que me encuentro, trato de encontrar el tiempo para estar con él.

Le encantan las plantas. Tiene en su casa con un pequeño vivero. Después compramos un terreno rústico, donde plantamos los arbolitos que ha sembrado. Cada sábado los vamos a regar. Es un poco pesado para mí que tengo tantos compromisos, pero vale la pena escucharlo decir “qué bonitos están los árboles”. A veces siento como si se estuviera despidiendo de mí. Me hace recomendaciones acerca de lo que debo hacer cuando los árboles empiecen a producir. Tenemos 23 palmas. Dice que tal vez el ya no le toque ver esos frutos. No me gusta que toque ese tema, y le digo “¡No seas pesimista!, ¡te vas a empachar comiendo dátiles de estas palmas!”. Pero sé que es realista. No importa qué pase mañana, disfruto de su compañía plenamente, y le doy gracias a Dios por permitirle vivir sus últimos años a nuestro lado, por disfrutarlo, abrazarlo, y decirle cuanto lo quiero.

Para mí el hombre duro y seco se fue. Aquel ser distante que fue mi padre lo siento más cercano que nunca, buscando cada día un motivo para seguir adelante. Las historias siempre serán diferentes y no puedo escoger otra. No me arrepiento de la que me tocó vivir a su lado. Doy gracias al Todopoderoso por su vida, por la enormidad que hace del amor de un padre. En lo fundamental no ha cambiado. Mi padre sigue teniendo un espíritu libre. Está donde quiere, y va donde quiere. Nadie lo puede detener. No sabemos cuánto tiempo más estará con nosotros, pero el día que le toque partir sé que se ira sin decir nada, y tal vez sin despedirse.

Manuel




Acuérdate de la fuente

FOTO: Cortesía.

Especial Día del Padre

Carta ganadora del Primer Lugar del concurso “Carta al Padre”

Por Christopher Amador Cervantes

 

Papá:

El día que salí de tu sangre debí haber sido algo similar a tus ganas tremendas de vivir aparatosamente, de aplastar a mi madre con todo el largo amor que corre por las venas cuando uno hace la mueca de Dios, ese grito seco desamparado (tan lleno de deseos inhóspitos y tristeza repentina) que nos abandona y acumula. Imagino también tu gesto, el modo sereno de apretar los ojos como quien exprime un limón con toda la sed de sabor en el vaso rutinario de la vida individual. Abrí los ojos y encontré tus manos. Aunque dudaste las mantuviste ahí, a la orilla del mundo, a los pies del continente inabarcable del amor de mi mamá. Mis ojos vieron los tuyos y debí sentir algo parecido a lo que vive el marinero al mirar la tierra. Puerto de carne cansada, de mirada alegre y ojos pesados de aguantar el llanto: estabas ahí. Como una gota repartiéndose en ondas por el estanque tu sonrisa era mi fuerza; nos quemaba la vida, nos unía la esperanza. Yo era todos tus sueños, el tacto en tus manos, el sabor de tu boca al decir que nací con tu signo.

Pero qué es ser padre… La ocasión de repetirnos o de reinventarnos, honrar en el otro el espacio que nos tocó llenar, volver los pasos con sabiduría y aprendizaje. Quiero ser mejor que tú en mi planteamiento. Recompensar a mamá, recogerle las lágrimas que le sembraste y ayudarla a sonreír en los paseos que la memoria nos devuelve y reconcilia.

Hiciste tu manera en este mundo, viviste como un hombre en libertad que sabe pagar (con su alma) los cadáveres que deja en la piel ajena. Escucho tu nombre y el monte se ensancha, corro por mis sentimientos como por mi vida y te siento pisando cada vez más cerca mis talones. Cómo nos pesa a los hijos la sombra del hombre mítico, la voz que nos llama hacia dentro; la fuerza moral de matar el pasado abrazando un minuto el presente. No te quiero extrañar con rencores, no te quiero escribir con las uñas la carne que se quedó doliendo. Busco la claridad del monte, busco tu canto para mi voz sin dueño.

Padre, enséñame a quererte como no te quiero, enséñame a ser lo que me merezco, a ver la playa, no por los niños que juegan alegres, sino por los barcos que ya se fueron. Ayúdame a prenderle fuego a todas las pangas en que te hundes, a mirar el cielo sin esperar la lluvia y agradecer la nube que me da sombra.

Sé que pude ser un mejor hijo. Tal vez la fruta amarga al árbol al concentrar todo el azúcar.

De raíz me enamoró tu abrazo. Que me cargaras me dio confianza en mi entrada al mundo. Todo lo podía cuando me abrías tu corazón en verbo. Llamarte es abrazar mi propia carne, sentir el viento recorrer mi piel con la autoridad del rastrillo sobre las hojas secas. Celebrarte es darte gracias por remar mis sentimientos bajo la tormenta de tu propia ruta, tu tragedia bien ganada.

Surcaste mares imposibles con la confianza de los viejos capitanes desafiando las tormentas en el diálogo pausado del cigarro. Aunque no te entiendo tienes mi respeto. Suplico tu presencia en mi última noche, te pido sea tu mano la que cierre estos ojos tuyos si me llaman antes. Que tu lengua se tropiece con las letras de mi nombre si me marcho. No me dejes lejos de tu ausencia como ahora, abrázame con tus silencios, con esa manera tan tuya de estar cuando no me tengo.

A veces te quiero decir papá pero no te palpo en su sonido artero, es como si te inventara, como si mi cuerpo no tuviera sombra, como si mi sangre estuviera contenida en una sola rosa. A veces te quiero decir que tal vez te amo pero no es justo porque lo sabes y no haces nada. Me ves con sed, cargas con agua y no he sido vaso.

Ayer mi hijo preguntó por ti. Yo sentí en ese momento que del pozo más profundo y olvidado aparecía una fuente.

Que las líneas que te dejo te refresquen la garganta y nos ayuden a seguir silbando. Que esta carta nos regrese unos minutos lo que había cuando cruzaba la autopista de tu mano.

POSDATA

Me levanta en las mañanas el recuerdo del silbido que regaba por el patio tu alegría. Hasta las aves se posan en los tendederos esperándote. Larga es la noche del alma. Yo aunque te amo ya no te espero.




CULCO BCS convoca al concurso literario “Carta al Padre” ¡Participa!

 

CULTURA Y COMUNICACIÓN DE BAJA CALIFORNIA SUR

CONVOCA AL PRIMER CONCURSO

“CARTA AL PADRE”

 

  1. Podrán participar hombres y mujeres de cualquier ocupación, de 18 años en adelante, que radiquen en Baja California Sur; en caso de quedar seleccionados sus textos, las y los participantes aceptarán su publicación en esta revista digital.
  2. Sobre la recepción de trabajos: Las y los concursantes deberán enviar su texto en Word y PDF al correo m_peraltadelgado@yahoo.com.mx o modestoperalta@culcobcs.com del viernes 1 de junio al jueves 14 de junio a las 12:00 horas. Deberán recibir respuesta de “Recibido”. No se solicitarán trabajos por escrito (en físico). En el asunto deberá decir: “Concurso Carta al Padre en CULCO BCS”; en el cuerpo del correo deberán escribir sus nombres y teléfonos y/o datos de localización; adjuntos se enviarán los archivos en ambos formatos con la carta firmada con seudónimo y otros con fotografías (opcional); CULCO BCS se compromete a enviar sólo sus textos al jurado, sin dar a conocer los datos del o la participante.
  3. Sobre la presentación del trabajo: 2 Hojas tamaño carta como mínimo y 4 como máximo; márgenes de 3X3 cm; fuente Arial o Times New Roman número 12; párrafos justificados o a la izquierda; espaciado 1.5 o doble; hojas numeradas. No se editarán los trabajos para el concurso, sólo para publicación, en caso de ganar.
  4. Sobre el contenido: Se trata de una carta personal y real (no ficticia) dedicada al padre de familia, con calidad literaria y entera libertad de expresión; sólo para efectos del concurso, se deben omitir o poner “alias” a los nombres, aunque en caso de ganar la carta sí sería publicada con los datos reales; CULCO BCS no censurará palabras y respetará el sentido de la carta, sea a manera de homenaje o de crítica, y sólo se reservará de publicar si el contenido denigra la dignidad de alguna persona. El autor puede iniciar y terminar su carta como desee; debe proponer arriba y al centro de la hoja el título de su carta, que podría editarse en caso de publicarse.
  5. Sobre el dictamen: El jurado se compone de tres escritores locales de gran prestigio y su fallo será inapelable. Su deliberación será a más tardar el sábado 16 de junio a las 18:00 horas, dándose a conocer los resultados en el Facebook de CULCO BCS y de los patrocinadores, así como los datos del jurado. Los jueces determinarán los lugares del 1 al 5. Los aspectos a calificar son: originalidad, calidad literaria y calidad de la escritura.
  6. Sobre los premios:
  • Primer lugar: Publicación de su carta en CULCO BCS el domingo 17 de junio, Día del Padre; consumo con valor de hasta 500 pesos en Café CamelBook y tasa conmemorativa del mismo patrocinador; y un desayuno con valor de 200 pesos en Café El Faro.
  • Segundo lugar: Publicación de su carta en CULCO BCS en la semana posterior al Día del Padre; consumo con valor de hasta 250 pesos en Café CamelBook y tasa conmemorativa del mismo patrocinador; y un desayuno con valor de 200 pesos en Café El Faro.
  • Ambos locales se ubican en La Paz, BCS. Los ganadores podrán disponer de sus consumos desde el Día del Padre o hasta un mes después como máximo; serán debidamente identificados ante los patrocinadores y podrán invitar a sus padres —o a quien deseen—, teniendo en cuenta los valores máximos de consumo. No son transferibles.
  • Se notificará al resto de los concursantes que hayan quedado en los lugares 3, 4 y 5, para pedir su autorización si desea la publicación de su texto en CULCO BCS en la semana posterior al Día del Padre.
  1. Sobre las fotografías: Este es un concurso literario, y aunque esto no impedirá su participación, es preferible que en el mismo correo del texto se adjunten dos o tres fotografías de los participantes y sus padres o familias (opcional); las imágenes deben ser en JPG, amplias y con buena resolución para manipularlas para su publicación en tamaño 604X468 px. El crédito dirá “FOTO: Cortesía” o con nombre de autor.
  2. No podrá participar personal de CULCO BCS, ni sus colaboradores de más de una ocasión; cualquier situación no contemplada en la presente convocatoria se resolverá entre la Dirección de esta revisa cultural y el jurado.CULCO BCS agradece el patrocinio de Café CamelBook y Café El Faro,
  3. empresas comprometidas con el arte y la cultura en La Paz,
  4. y a nuestro jurado que será revelado el día del dictamen.



Mi papá, un hombre común; ¿cómo nació el Día del Padre?

Padre mexicano amoroso con su hijo. Fotos: Internet.

Érase una vez

Por Pablo Reynosa

 

“Si he cantado en mil voces diferentes, inquietudes del amor, quejas del alma. Si he vibrado ante el dolor, mustia la frente, rindiendo el corazón envuelto en llamas. Si he loado a esa luz que tú elegiste por esposa y compañera de tu amor, cómo olvidarme de ti, padre, si fuiste brújula y guía de mi corazón”, fragmento de A mi padre, por Héctor Marcó.

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Érase una vez la década de los 90’s, y para quienes fuimos niños en su transcurso, nos será fácilmente reconocible aquel spot que Televisa dedicaba al Día del Padre, en el que un niño comenzaba diciendo “Mi papi es el mejor del mundo” y luego, tras vivir una adolescencia atribulada, pasaba a ser un progenitor que llegaba a la siguiente reflexión: “¡Qué razón tenías papá!”, al tiempo que su hijo volvía a iniciar el ciclo de la vida. El melodrama al que a través de la televisión fuimos expuestos quienes actualmente somos adultos, vende, y un indicio de ello es que en 2015 la Cámara Nacional del Comercio (Canaco) afirmaba que el Día del Padre ocupaba el cuarto lugar en cuanto a fechas que más ventas reportan, sólo por detrás del Día de la Madre, San Valentín y Navidad. El origen del día en que se reconoce a los papás, no obstante lo antes descrito, obedeció a razones distintas a las del comercio.

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La idea de celebrar el Día del Padre surgió en 1909, por parte de la estadounidense Sonora Smart Dodd, mientras escuchaba un sermón del Día de la Madre en Washington. Smart propuso que el día para el festejo fuera el 5 de junio, que era la fecha del cumpleaños de su padre, Henry Jackson Smart, un veterano de la guerra civil estadounidense, que, tras el fallecimiento de su esposa al dar a luz a su sexto hijo, cuidó y educó a cada uno de sus hijos sin ayuda, en una granja del estado de Washington. La elección de la fecha no prosperó, sin embargo, la idea de instituir un Día del Padre fue ganando aceptación. En 1924 el presidente Calvin Coolidge apoyó la idea de establecer un día nacional del padre, y en 1966 el presidente Lyndon Johnson firmó una proclamación que declaraba el tercer domingo de junio como el Día del Padre en Estados Unidos.

En México, el día de festejo a los padres comenzó a generalizarse en los centros escolares hacia la década de los 50’s, y aunque en los años posteriores se fue convirtiendo en un día de consumo, patrocinado por las grandes cadenas comerciales, en muchos hogares de nuestro país la fiesta es una ocasión para la reunión familiar y para el reconocimiento a los papás.

Saber cuántos padres se celebraran el próximo domingo 18 de junio es “prácticamente imposible”, porque que no existen estadísticas detalladas sobre la demografía de la paternidad en México, es decir, no se tiene precisión de cuántos mexicanos varones se vuelven padres de familia cada año, la edad promedio a la que tienen su primer hijo o el número de hijos que tienen, entre otros datos, y sólo los análisis indirectos de información proveniente de los censos, conteos de población e información procedente de juzgados de lo familiar, arrojan luz sobre la identidad de los padres en México, reportó CNN en Español, en el artículo intitulado “La identidad de los padres mexicanos, ‘invisible’ para las estadísticas”, publicado el 16 de junio de 2013.

Por su parte, la LXIII Legislatura de la Cámara de Diputados, a través del Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública (CESOP), señaló en el estudio “En contexto. Padres de familia en México. Reflexiones en el contexto del Día del Padre”, publicado en junio del año pasado, que los cálculos sobre el número de padres se obtienen con la pregunta sobre parentesco con el jefe del hogar, pero es una aproximación, ya que no existen ejercicios censales o encuestas enfocadas a la paternidad. En esa tesitura y de acuerdo con el XIII Censo General de Población y Vivienda 2010, había 19 millones de padres, alrededor de 42 mil eran papás solteros y 495 mil eran viudos.

Aunado a lo anterior, la cámara baja del Congreso de la Unión dio a conocer, entre otros datos aportados en el estudio de referencia, que en 2015, según cálculos propios, había 21.7 millones de padres, lo que significa aproximadamente que una tercera parte de los hombres en México eran papás. Además, los padres mexicanos tenían en promedio 46 años de edad, 44 de cada 100 tenía entre 40 y 59 años, una tercera parte del total tenía entre 19 y 39 años, sólo 2% tenía más de 80 años.

En cuanto al grado máximo de estudios, seis padres de cada 100 no realizó ningún tipo de estudios; 30 de cada 100 padres concluyó la primaria; 28 de cada 100, la secundaria; 14 de cada 100 concluyó sus estudios de licenciatura; y sólo tres de cada 100 concluyó estudios de maestría y superiores.

Por lo que toca a las actividades llevadas a cabo por los padres la semana previa a la encuesta, 78 de cada 100 padres trabajaron en alguna actividad económica; diez de cada 100 no realizó ningún trabajo; tres de cada 100 buscó trabajo; seis de cada 100 era pensionado o jubilado; y sólo 1 de cada 100 se dedicó exclusivamente a los quehaceres del hogar. Ahora bien, de los padres que laboraron la semana previa a la encuesta, 60 de cada 100 eran empleados u obreros asalariados; 22 de cada 100 trabajadores por cuenta propia; siete de cada 100 eran jornaleros o peones; sólo 4 de cada 100 declararon ser patrones o empresarios; y tres de cada 100 eran trabajadores sin pago.

La numeralia antes expuesta resulta útil como marco referencial, pero pasa de largo, primero, los cambios que en los roles de los hombres y las mujeres se han venido presentando desde la segunda mitad de la década de los 60’s, según refiere el estudio “Día del Padre. Tercer domingo de junio”, elaborado por el Centro de Documentación del Instituto Nacional de las Mujeres, toda vez que un alto porcentaje de padres “asumen con mayor participación y responsabilidad su papel dentro de la familia”, sin que ello implique todavía una equidad plena en el reparto de las tareas. Segundo, la violencia que de acuerdo a la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2011, se produce por parte de algunos padres de familia, puesto que el 34% de las mujeres de 15 años y más casadas o unidas declaró haber padecido al menos un incidente de violencia por parte de su pareja en los últimos 12 meses.

Si se enfoca aún más el lente encontramos, de acuerdo a la encuesta en cita, que del total de madres de 15 años y más casadas o unidas, 27.2% había sufrido violencia emocional, 17.2% económica, 6.3% física y 2.8% sexual. Sumado a lo anterior, de las mujeres violentadas por su pareja, la misma encuesta destaca la coincidencia en algunas opiniones sobre ciertos roles masculinos y femeninos: 18 de cada 100 está de acuerdo en que una esposa debe obedecer a su esposo en todo lo que él ordene, además, dos terceras partes de las mujeres víctimas de violencia consideró que el hombre debe responsabilizarse de todos los gastos de la familia;asimismo, 18 de cada 100 está de acuerdo que los padres tienen el derecho de pegarle a los hijos y dos de cada 100 comparte la opinión de que el hombre tiene derecho de pegarle a su esposa.

“Father And Son” de George Bouzianis.

Una vez más, en temas relacionados con la vida diaria del mexicano nos encontramos ante dos panoramas, en uno el México ignorante, tantas veces enojado, violento y en otro el México progresista que tiende hacia la participación equitativa en las labores del hogar, para ambos casos debemos exigir planes y políticas que promuevan y refuercen la convivencia democrática en la familia, si es que queremos que las relaciones sean más justas y equitativas, dentro de la familia, dentro de la comunidad.

Quién no preferiría recordar a su padre tal y como Jaime Sabines cuando expresó: “Mi padre era una persona de lo más común y corriente, pero con una gran sensibilidad (… ). Él me infundió el gusto por la literatura (… ). Podía llorar como un niño contando un cuento o también mostrar sus heridas de bala”.