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Mi padre y yo

FOTOS: Cortesía.

Especial Día del Padre

Carta ganadora del Segundo Lugar del concurso “Carta al Padre”

Por José Manuel Peralta Delgado

 

No fueron fáciles mis años de infancia a su lado. Hubiera querido que mi padre hubiera sido más expresivo, demostrativo y cariñoso. Pero la parte de su carácter que mostraba era más bien seco, poco expresivo e intimidante. Le costaba trabajo demostrarme su afecto, pero demostraba un talento especial para hacerme sentir su malestar, cuando yo cometía alguna maldad o travesura. Los expertos aconsejan que en la educación de los hijos debe hablarse con ellos, dejando en claro qué es lo que está bien y qué lo que está mal. Con él no era así. Generalmente era mi madre la que me acusaba, y mi padre el que me aplicaba el castigo sin decir ‘agua va’. Experimenté una variedad de materiales de castigo, sobre todo el cinto, una manguera, una banda de carro, la tabla de madera y la mano limpia. Como menciono, en ocasiones el motivo del castigo era desconocido para mí. Por poner un ejemplo en una ocasión lo vi trabajando con un azadón, haciéndole cazuelas a los árboles. Tuve curiosidad por ver su habilidad para manejar aquel instrumento con fuerza y decisión. Acerqué una silla para verlo, pero él, enfurecido y sudoroso, me corrió de allí a cintarazos. Mucho tiempo percibí el cosquilleo del temor dentro de mí, al escuchar el sonido de su cinto saliendo presuroso de su pantalón. Era un sonido familiar, aunque poderoso y terrible. Experimenté entonces la rebeldía, y con la que solía desquitarme era con mi madre, cuyo recurso final y contundente era decirme: “vas a ver cuando venga tu papá”. Pasé por un tiempo atascado en un círculo vicioso. Yo desobedecía y molestaba a mi madre, ella me acusaba cuando mi padre regresaba cansado del trabajo. Él descargaba su coraje castigándome, yo experimentaba el dolor junto con un temor atroz. Luego la calma después de la tormenta, para después experimentar un coraje y rebeldía más intensos, que me llevaban de nuevo a hacer lo incorrecto, y todo volvía a empezar. No, no fueron fácil aquellos años. Creo que mi carácter tímido y retraído requería de un padre más comunicativo y tolerante, que se hubiera ganado mi confianza, que le hubiera podido revelar mis miedos, traumas, ira contenida.

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Los años de adolescencia para mi fueron el despegue hacia una vida diferente. Buenos amigos y maestros me ayudaron a creer en mí mismo y mi capacidad. Vi en el estudio la forma de conseguir el anhelado reconocimiento, la posibilidad de ser valorado. Fue entonces cuando inicie una relación diferente con mi padre. Entendí que mi esfuerzo y desempeño escolar no le pasaban desapercibidos, que él también necesitaba un motivo de orgullo.

En una ocasión recuerdo que veníamos de La Paz, donde estudie el bachillerato, en su camión, solos él y yo. Sentí la necesidad de un acercamiento, de decirle que estábamos en el mismo equipo, trabajando por un mismo propósito. Sabía que esperar un acercamiento de su parte era imposible, así que, venciendo el temor, le pedí permiso para dejar de hablarle de usted, y empezar a hablarle de tú. Aún ahora recuerdo el valor que tuve que encontrar para lograrlo, porque para mí su figura paterna era imponente. Ese fue un momento decisivo, que marco un cambio en mi relación con él.

Después los estudios me llevaron a la Ciudad de México. Como hijo mayor llevaba sobre mis hombros el compromiso de terminar mi carrera, Medicina, para después regresar y apoyar a mi padre con el estudio de mis hermanos menores. En mi vida, como en la mayoría de los estudiantes que salen de casa, la principal dificultad que tuve que enfrentar, fue la soledad. Recuerdo un día que mi padre me visitó, y sentí la confianza para platicarle de una amiga que me gustaba, prospecto de novia. Me hubiera gustado escuchar de él una palabra de ánimo o entendimiento, ya no de aprobación. Pero su acre comentario me ubicó en un instante en la dureza de su personalidad, “no viniste aquí a perder el tiempo con noviecitas, viniste a estudiar”. Desde luego la amistad con aquella muchacha terminó y fue parte de la experiencia de amores y desamores, en la vida de un estudiante que, como yo, apenas si podía sostenerse a sí mismo. Después encontraría una relación que me brindó la posibilidad de crecer y adquirir confianza en mi propio valor y capacidad. Desde luego él no fue partícipe de eso.

Aún con inquietantes dudas, acerca de cuál sería mi futuro, terminé mi carrera. Regresé entusiasmado a mi tierra, satisfecho de haber superado de forma satisfactoria el reto del estudio. Conocí entonces a un padre diferente, que me convirtió en su motivo de orgullo, la justificación de sus afanes y disciplina, aunque yo no estaba muy de acuerdo, jamás me atreví a opinar lo contrario.

Gracias a Dios pronto pude encontrar un buen trabajo, lo que me permitió adquirir esa seguridad y satisfacción tan preciada en la vida de las personas. Vinieron años de lucha, pero entre mi padre y yo fuimos sacando adelante a mis numerosos hermanos, uno a uno, como si los hubiéramos sacado de un pozo, del pozo de la mediocridad. Todos mis hermanos son excelentes profesionistas, personas honorables y productivas. Somos su mayor orgullo. Él platica de sus muchachos y las peripecias que tuvo que hacer para que terminaran sus carreras. Su trascendencia la consiguió a través del éxito profesional de sus hijos.

En mi vida amorosa cometí algunos errores, fruto de la inexperiencia. Mi padre siempre estuvo a mi lado para orientarme, aunque a su manera. A la fecha puedo decir que goza contando anécdotas de mis desatinos amorosos. Él es así, aprendí a conocerlo, y después de tantos años, sé que detrás de esa apariencia dura y desconfiada, hay un hombre sabio y bueno.

He ido descubriendo gradualmente facetas de mi padre que han terminado de derrumbar la barrera impenetrable que hubo alguna vez entre él y yo. En mis tiempos de estudiante conocí las teorías del comunismo y acepté la versión de que Dios era un invento de los hombres, para explicarse aquello que su ignorancia no le permitía entender. Él me expuso a su manera la necesidad de creer en Dios, cuando yo todavía era un escéptico. Me decía; “Como vas a decirle a una paciente; “Señora, no pierda el tiempo pidiéndole a Dios, ¿que no sabe que no existe?. No debes quitarles la esperanza”. Desde luego su opinión para nada influyó en mis convicciones de entonces. Por aquel tiempo pensaba que muchas de las cosas que él decía eran producto de su ignorancia, ¿qué tanto podría saber un hombre que sólo había llegado hasta tercer grado de primaria? Con el paso de los años y amargas experiencias me di cuenta de lo equivocado que estaba, de la sabiduría natural de mi padre, y de mi propia necedad.

Después que encontré la fe en Dios, lo cual no fue fácil, considero increíble como mi padre, siendo un hombre tan duro e intransigente, llegó a la conclusión por su propia observación de la existencia de Dios, al ver la perfección que hay en la naturaleza, el Sol, la Luna y las estrellas, el mar y las montañas de la tierra, y los seres que viven en ella. Él sabe que la vida y la naturaleza funcionan como un reloj perfecto, y considera que no puede ser obra de la casualidad. Sabe que detrás de todo hay un poder superior que mueve los hilos a voluntad.

Puedo decir que después de tantos años encontré en él a mi mejor amigo. Con él puedo platicar casi de lo que sea, pues tiene todo el tiempo y paciencia del mundo. No suelo platicar cosas personales, pues allí sigue habiendo cierta distancia. Pero platicamos de las cosas del pasado, nos reímos de innumerables anécdotas. Le hago y me hace bromas siempre con respeto y platicamos lo más relevante del momento. A sus 84 años tiene una lucidez admirable, aunque su memoria ya no le ayude mucho. Disfruta mucho platicando de historia, de plantas, política, de su tierra natal y de la gente. Un tema vedado, por cierto, es hablar de nuestra relación de la infancia, no tiene caso entrar en controversias, ambos lo sabemos.

Mi padre viene de una familia en la algunos se han hecho ricos, trabajando duro y administrando su dinero. Pero a él eso no se le dio. Su espíritu libre no se lo permitió. No obstante, su idea y consejo siempre ha sido “el hombre debe tener una ilusión en la vida”. Él ha tenido muchas, pero fueron pocos los proyectos que concretó, en parte por ser un hombre con espíritu libre, nunca pudo estar sujeto a un trabajo fijo. Su época de gloria fue cuando trabajó como chofer, acarreando algodón y trigo. También trabajó muchos años acarreando diésel de La Paz a los ranchos agrícolas aquí en El Valle. Aquellos fueron sus años de gloría, que le permitieron hacer aquello lo que más le gustaba; recorre los caminos, ver amaneceres, sentir el aire fresco golpeándole la cara. Le encantaba ver los campos agrícolas con los surcos atestados de maíz, tomate y alfalfa. El día que tuvo un negocio en que tuvo que permanecer esperando, fracasó. Los clientes nunca lo encontraban. Mi padre es un hombre honrado. Su mayor orgullo es que no deberle a nadie. Es un hombre de palabra, y cuando hace un compromiso lo cumple, y espera lo mismo de los demás.

Le encanta preparar comida, para que sus hijos acudan los domingos a comer y platicar las peripecias cotidianas. Su especialidad, los deditos de pescado. Nadie como él para prepararlos. Su ingrediente principal, el amor por su familia.

Hablar de su relación con mi madre es tocar su punto débil. Mi padre nunca supo ganarse el amor de mi madre. Su dificultad para ser demostrativo y su orgullo le fue haciendo esto cada vez más difícil. En todo lo demás él está conforme y satisfecho por haber hecho lo correcto. Pero de su relación matrimonial no puede decir lo mismo. Aún ahora después de tantos años, mis padres viven una especie de guerra fría. Nada que tenga que ver con el otro puede ser agradable. Lo curioso es que, viviendo en la misma casa, han levantado una muralla virtual que los mantiene “saludablemente” separados. ¿Cuál es el resultado? Mi padre generalmente está solo. A veces lo veo llegar en su carrito a mi casa, con paso lento, cansado, y siento compasión por él. Veo un hombre que ha sido demasiado “fuerte” para vivir una vida en la que es necesario atender las emociones y sentimientos de la persona amada. Los sentimientos de mi madre él los interpretaba como “actuaciones”, o “exageraciones”. Y puede ser que así fueran, pero el amor debe soportar con paciencia, ser abnegado, y eso mi padre nunca lo tuvo.

Sin embargo, siempre estuvo allí, aunque sin hacer demasiados compromisos. El necesitaba una mujer que se sometiera sin preguntar, que lo aceptara y olvidara sus agravios. Que le festejara su humor pesado. Desgraciadamente mi madre no es esa clase de mujer. En la etapa que vive, el amor de mi padre es un amor callado. Nunca he recibido un abrazo de él, sin embargo, sé que me quiere y está orgulloso de mí y todos mis hermanos y nietos. Nunca dice lo que siente, pero sé por su expresión, sé que en ocasiones se siente cansado, frustrado por no tener compañía en su vejez. Las cosas se ganan, y el amor de los hijos o de los hermanos no puede sustituir el amor de una mujer.

Con todo y sus errores y limitaciones adoro a mi padre, al que he aprendido a querer con el paso de los años. Ahora reconozco que lo perfecto no existe, que los seres humanos debemos aprender a vivir con nuestras limitaciones. Que en lo fundamental es y sigue siendo ver la vida con optimismo, no rendirse. Me encanta abrazarlo y sentir su divertida resistencia.

Mi padre ha pasado circunstancias difíciles, enfermedades, pero no le teme a la muerte. No hace mucho le iban a practicar un cateterismo en La Paz, y un hermano de él (católico) le dijo que lo iba a llevar con el “padre” para que se confesara, y él le contesto “No, Manuel (yo) me va a confesar”. Cuando lo supe, fui a orar por él, antes de llevarlo a internar al ISSSTE en La Paz. Él ha visto la fe en mí, sabe lo mucho que amo a Cristo, mi Señor. Tal vez él no entienda muchas cosas, pero en el momento decisivo permitió que orara por él. Le pedí a mi Dios que perdonara sus pecados, y le permitiera estar a su lado, en caso de que no saliera con vida de ese procedimiento. La alegre opinión del médico fue “tiene un corazón de 20”.

Actualmente ha llegado a una etapa en la que puede platicarme muchas veces el mismo tema. Siempre lo escucho, como si nunca me hubiera dicho aquello. Lo quiero demasiado para hacerle sentir mal. Admiro la dignidad como enfrenta su vejez. A pesar de la etapa de compromisos de trabajo en que me encuentro, trato de encontrar el tiempo para estar con él.

Le encantan las plantas. Tiene en su casa con un pequeño vivero. Después compramos un terreno rústico, donde plantamos los arbolitos que ha sembrado. Cada sábado los vamos a regar. Es un poco pesado para mí que tengo tantos compromisos, pero vale la pena escucharlo decir “qué bonitos están los árboles”. A veces siento como si se estuviera despidiendo de mí. Me hace recomendaciones acerca de lo que debo hacer cuando los árboles empiecen a producir. Tenemos 23 palmas. Dice que tal vez el ya no le toque ver esos frutos. No me gusta que toque ese tema, y le digo “¡No seas pesimista!, ¡te vas a empachar comiendo dátiles de estas palmas!”. Pero sé que es realista. No importa qué pase mañana, disfruto de su compañía plenamente, y le doy gracias a Dios por permitirle vivir sus últimos años a nuestro lado, por disfrutarlo, abrazarlo, y decirle cuanto lo quiero.

Para mí el hombre duro y seco se fue. Aquel ser distante que fue mi padre lo siento más cercano que nunca, buscando cada día un motivo para seguir adelante. Las historias siempre serán diferentes y no puedo escoger otra. No me arrepiento de la que me tocó vivir a su lado. Doy gracias al Todopoderoso por su vida, por la enormidad que hace del amor de un padre. En lo fundamental no ha cambiado. Mi padre sigue teniendo un espíritu libre. Está donde quiere, y va donde quiere. Nadie lo puede detener. No sabemos cuánto tiempo más estará con nosotros, pero el día que le toque partir sé que se ira sin decir nada, y tal vez sin despedirse.

Manuel




Acuérdate de la fuente

FOTO: Cortesía.

Especial Día del Padre

Carta ganadora del Primer Lugar del concurso “Carta al Padre”

Por Christopher Amador Cervantes

 

Papá:

El día que salí de tu sangre debí haber sido algo similar a tus ganas tremendas de vivir aparatosamente, de aplastar a mi madre con todo el largo amor que corre por las venas cuando uno hace la mueca de Dios, ese grito seco desamparado (tan lleno de deseos inhóspitos y tristeza repentina) que nos abandona y acumula. Imagino también tu gesto, el modo sereno de apretar los ojos como quien exprime un limón con toda la sed de sabor en el vaso rutinario de la vida individual. Abrí los ojos y encontré tus manos. Aunque dudaste las mantuviste ahí, a la orilla del mundo, a los pies del continente inabarcable del amor de mi mamá. Mis ojos vieron los tuyos y debí sentir algo parecido a lo que vive el marinero al mirar la tierra. Puerto de carne cansada, de mirada alegre y ojos pesados de aguantar el llanto: estabas ahí. Como una gota repartiéndose en ondas por el estanque tu sonrisa era mi fuerza; nos quemaba la vida, nos unía la esperanza. Yo era todos tus sueños, el tacto en tus manos, el sabor de tu boca al decir que nací con tu signo.

Pero qué es ser padre… La ocasión de repetirnos o de reinventarnos, honrar en el otro el espacio que nos tocó llenar, volver los pasos con sabiduría y aprendizaje. Quiero ser mejor que tú en mi planteamiento. Recompensar a mamá, recogerle las lágrimas que le sembraste y ayudarla a sonreír en los paseos que la memoria nos devuelve y reconcilia.

Hiciste tu manera en este mundo, viviste como un hombre en libertad que sabe pagar (con su alma) los cadáveres que deja en la piel ajena. Escucho tu nombre y el monte se ensancha, corro por mis sentimientos como por mi vida y te siento pisando cada vez más cerca mis talones. Cómo nos pesa a los hijos la sombra del hombre mítico, la voz que nos llama hacia dentro; la fuerza moral de matar el pasado abrazando un minuto el presente. No te quiero extrañar con rencores, no te quiero escribir con las uñas la carne que se quedó doliendo. Busco la claridad del monte, busco tu canto para mi voz sin dueño.

Padre, enséñame a quererte como no te quiero, enséñame a ser lo que me merezco, a ver la playa, no por los niños que juegan alegres, sino por los barcos que ya se fueron. Ayúdame a prenderle fuego a todas las pangas en que te hundes, a mirar el cielo sin esperar la lluvia y agradecer la nube que me da sombra.

Sé que pude ser un mejor hijo. Tal vez la fruta amarga al árbol al concentrar todo el azúcar.

De raíz me enamoró tu abrazo. Que me cargaras me dio confianza en mi entrada al mundo. Todo lo podía cuando me abrías tu corazón en verbo. Llamarte es abrazar mi propia carne, sentir el viento recorrer mi piel con la autoridad del rastrillo sobre las hojas secas. Celebrarte es darte gracias por remar mis sentimientos bajo la tormenta de tu propia ruta, tu tragedia bien ganada.

Surcaste mares imposibles con la confianza de los viejos capitanes desafiando las tormentas en el diálogo pausado del cigarro. Aunque no te entiendo tienes mi respeto. Suplico tu presencia en mi última noche, te pido sea tu mano la que cierre estos ojos tuyos si me llaman antes. Que tu lengua se tropiece con las letras de mi nombre si me marcho. No me dejes lejos de tu ausencia como ahora, abrázame con tus silencios, con esa manera tan tuya de estar cuando no me tengo.

A veces te quiero decir papá pero no te palpo en su sonido artero, es como si te inventara, como si mi cuerpo no tuviera sombra, como si mi sangre estuviera contenida en una sola rosa. A veces te quiero decir que tal vez te amo pero no es justo porque lo sabes y no haces nada. Me ves con sed, cargas con agua y no he sido vaso.

Ayer mi hijo preguntó por ti. Yo sentí en ese momento que del pozo más profundo y olvidado aparecía una fuente.

Que las líneas que te dejo te refresquen la garganta y nos ayuden a seguir silbando. Que esta carta nos regrese unos minutos lo que había cuando cruzaba la autopista de tu mano.

POSDATA

Me levanta en las mañanas el recuerdo del silbido que regaba por el patio tu alegría. Hasta las aves se posan en los tendederos esperándote. Larga es la noche del alma. Yo aunque te amo ya no te espero.




Celebremos en BCS el Día por Nuestras Mascotas Fallecidas

FOTOS: Facebook de CULCO BCS.

La Paz, Baja California Sur (BCS). A modo de propuesta ciudadana, de una idea que nos gustó compartir en CULCO BCS, proponemos celebrar hoy 26 de julio el Día por Nuestras Mascotas Fallecidas en BCS. Este día, nuestra gatita Tzury cumple un año de haber fallecido, y nos motivó a crear un concurso para saber las reacciones de nuestros lectores en torno a este tema. Felizmente, hubo una participación que demostró que sí hay personas que han querido tanto a sus perros y gatos que simpatizaron con rendirles un pequeño homenaje, además de conocer de primera mano conmovedoras historias.

CULCO BCS agradece enormemente el interés de nuestros lectores, y el compartir sus emociones e imágenes, así como a los amigos en redes sociales que se sumaron a esta causa. También agradecemos a CLÍNICA VETERINARIA MADERO por el patrocinio en los premios que obtuvieron los ganadores, en categoría de Perros: Doroteo Puerco Arango alias El Pachuco, foto publicada por Flor Irene Escalante Terán, y en categoría de Gatos:  Llodón, foto publicada por María de la Luz Robles Camacho. Con todo gusto publicamos también las fotos y textos de todos los que participaron en el concurso.

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Los ganadores

Gato “El Llodón”. Dueños: María de la Luz Robles Camacho y Félix Alexis Robles Camacho. “A pesar de sus abundantes lágrimas, era capaz de esbozar nuestros corazones de alegría al ver dentro de sus húmedas pupilas”.

“Él se llamaba ‘Doroteo Puerco Arango’ alias ‘El Pachuco’, de raza bóxer, sus humanos fuimos Emmanuel y Flor. Estuvo con nosotros 5 bellos años, en nuestro noviazgo y en nuestra boda, siempre lo recordaremos como el gran compañero de aventuras que fue, murió hace casi dos años por enfermedad ❤??”. Flor Esc Tr.

Todos los participantes

Mascota: Romina Patricia. Dueñas: Lylyana Peralta. Karen Peralta y Lily Peralta. “Mi hermosa bebé, ya casi 2 años de que ya no estas con nosotras, siempre fuiste una consentida, los mejores 5 años acurrucadas en la cama. Siempre en espera de que llegara. Siempre llena de cariño. Te extraño mucho, bb.”

“Éste es Bola, y su historia es especial porque fue el único micho que, a pesar de que mi mamá es alérgica al pelo de gato, vivió en nuestra casa como parte de nuestra familia. Bolita llegó solito una tarde y desde que lo vimos nos enamoramos de él, tanto así, que mi mamá fue la primera en aceptar su presencia. Le pusimos de nombre ‘Bola’, porque era una bola blanca de pelos y tal era su encanto que, de sólo mirarlo ya nos daba alegría. Bolita fue un buen y querido amigo, y el tiempo que pasó en nuestra vida la hizo más bella. Siempre recordaremos con cariño sus travesuras y ocurrencias, su ronroneo quedo y más que nada su amorosa compañía”. Pablo Avilés Vega.

Mascota “Loquito” Dueño: Laura Elena Aviles F. “La historia loquito es como cualquiera otra, un gatito callejero de unos 2 meses que recogí en un charco en alguno de los baches de la ciudad de La Paz, BCS. Diferente y extrovertido, era un animal único, fue mi amigo por más de dos años. ‘Loquito’, se gano su apodo por su actitud tan distinta a la de mis otras mascotas. Me enamore completamente de él y siempre vivirá en nuestros corazones, tanto como en el mío y el de mi familia. El día de su muerte, nos costo mucho trabajo aceptarlo, ya que era un integrante mas en la familia. ¡Te extrañamos ‘Loquito’!”.

“‘Santiago’. El único gato que hasta hoy he tenido. Llegó a casa de la nada, no lo recogí, no me lo regalaron. No recuerdo el día que llegó, sólo sé que poco a poco fue haciéndose parte de mi día a día; él me veía ir y venir, me veía entrar y salir, me veía comer, renegar y hasta llorar. Nunca había tenido tanto cariño por un gato, siempre he dicho que son animales muy bonitos pero no para tenerlos conmigo, pero éste no me dejó decidir y ahí se quedó. Hace un mes aproximadamente me di cuenta que algo faltaba al llegar a casa y era él (ya que era él quien me acompañaba hasta la entrada); me puse a buscarlo porque se me hacía extraño que no estuviera (por lo regular se iba una, dos, tres o hasta cinco horas pero al cabo de un rato, volvía como si nada y se echaba junto a mi puerta, donde siempre estaba). Entonces lo encontré y estaba hecho bolita, pensé que estaba dormido pero no, ya no tenía vida. Los pelitos de su cola ya se estaban cayendo y su pancilla estaba inflada, a punto de estallar. En ese momento me solté a llorar como un niño, de verdad me lastimó mucho verlo así y empecé a maldecir a quien le causó su deceso. Aún no entiendo como un animal puede producir en ti tantas emociones que, en ocasiones, los humanos no somos capaces de crear. Lo echo de menos y siempre lo voy a recordar…” Rodolfo R. Sánchez.

“Mona” Raza: Dálmata. Dueños: Katlin Arce, Maria Arce y Mario Rey. “La luz llamó por ti mi hermosa compañera. Te vamos a extrañar mucho, tu pequeña Lisa aúlla por las mañanas tu ausencia. La materia no se crea ni se destruye sólo se transforma <3 Te amamos, ‘Mona'”.

“Este es mi Gato ‘Cirilo’. Murió correteando aves, una madrugada, justo antes del amanecer una luz más brillante lo arrolló. Yo soy Georgina Zerecero, y Ricardo Nieto siempre lo extrañarermos.”

“‘Newton’ fue un gato? muy importante para mí ?‍♂️. A éll lo encontramos en la calle?️ tirado dentro de una caja?,al día siguiente del huracán?️ Newton (por eso su nombre). Al principio lo estábamos dando en adopción ,pero con el paso del tiempo nos fuimos encariñando? con él y formó parte de nuestra familia?‍?‍?‍?. Él era muy amigable? ,cariñoso? y muy juguetón? siempre buscaba con qué jugar?,también si lo acariciabas por un rato empezaba a ronronear? muy fuerte hasta que se dormía? en tus BRAZOS. Después de estar 9 meses con el ,falleció? cruelmente envenenado? el 18 DE JUNIO DE 2017 y siempre sera recordado.?”. Alejandro Raúl Vázquez Ocampo‎.

Gatito: ‘Oki’. Dueñas: Bárbara Lizbeth Ortiz Díaz y Bárbara Díaz Hernández “Este hermoso angelito lo rescatamos mi mamá y yo cuando apenas tenía dos meses de nacido el estaba apunto de morir ya que estaba infestado de pulgas y no tenía mamá nosotras lo llevamos a casa le dimos toda nuestra atención y el cariño que merecía y creció un gato grande y hermoso como se ve en la foto?pero un día desafortunadamente enfermó, lo llevamos al veterinario y cuando fuimos por el nos dieron la noticia de que había muerto. A él lo enterramos en un pedazo del patio de la casa que es muy especial ya que es nuestro cementerio de mascotas ahí están enterradas todas nuestras mascotas amadas❤” // Gatita: ‘Panfila’. Dueña: Bárbara Lizbeth Ortiz Díaz. “Esta hermosa gatita alegro mi vida cuando yo era pequeña”.

“Su nombre era Mia, Culochi de cariño, tenia 13 años y murió apenas este pasado 14 de junio. Llegó a la casa teniendo 2 meses de edad, fue un regalo que un sobrino le hizo a mi mamá y desde entonces ya era todo un amor. La esterilizamos a los 5 meses, igual que hacemos con todas nuestras mascotas, pero ella a diferencia de otras gatitas siempre mostró amor maternal y deseos de ser mamá, ¿como lo notabamos? Porque tenia la costumbre de adoptar como suyos a otros gatitos y tratar de amamantarlos, los cuidaba, bañaba y buscaba donde acurrucarlos para que no pasaran frió. Su humana favorita era mi sobrina, que cuando Mía llego a la casa mi sobrina tenia sólo 4 años, mi sobrina sufrió por la ausencia de su mamá y su papá y fue criada por sus abuelos, osea mis papás, y obvio Mía no la dejaba sola jamás, cada vez que mi sobrina lloraba o se enfermaba ella jamas se separaba de su lado, hasta este pasado junio que detectamos que sangraba de uno de sus pechos y al revisarla tenia una bola enorme que le había reventado. La llevamos a la veterinaria donde nos dijeron que era cáncer, le explicamos a la doctora la costumbre que tenía de intentar darle pecho a gatitos ajenos pero sólo la lastimaban hasta sangrar, la doctora se conmovió, pues se le hizo raro ya que Mía nunca fue mamá, la esterilizamos muy joven. Nos dijeron que el tumor no la invadía y podrían intentar operarla, pero ya estaba muy viejita y que no aguantaría la anestesia y si lo lograba había una posibilidad de 80% que el cáncer volviera. Nos dieron tiempo de platicarlo pues ya lo mas viable y menos doloroso para Mía era dormirla, nos dolió mucho a todos pero sobre todo más a mi sobrina que creció con su compañía. Fue una bella felina que no dio a luz pero su amor de madre fue incondicional para todos, no podía oír llorar a un niño ya fuera gato o humano, porque corría a consolarlo y no se separaba de su lado hasta que lo viera tranquilo. Gatos por nuestro hogar han pasado muchos, pero Mia Culochi, solo una ♡.” Ziho Mineth,

“Tzury fue adoptada en una veterinaria en La Paz, llegando a nuestro hogar el 15 de septiembre de 2015. A unos diez meses de estar en casa, falleció golpeada por las llantas de un vehículo la noche del 26 de julio del año pasado. Afortunadamente, el animal quedó completo y no tuvo por destino ser pisoteada por carros, como ocurre en mucho casos. Ya sin vida, se le acomodó en una caja de zapatos —ningún juguete es mejor para un gato que las simples cajas y las bolsas— y fue enterrada en un patio, al pie de una granada donde solía trepar —ni mejor Disneylandia para ellos, que las bardas y los árboles. Gracias por tu amor incondicional, Tzury, las huellitas de tus patitas rosas siempre estarán en nuestros corazones.”

CLÍNICA VETERINARIA MADERO, MÁS DE 20 AÑOS DE EXPERIENCIA

¿Tienes enferma a tu mascota o le quieres dar el mejor cuidado? En esta clínica sus animales serán bien atendidos por los veterinarios Hilda Elizondo y Tomás Rodríguez. Con 23 años de experiencia, ellos le brindan a sus mascotas: consultas, desparasitación, análisis clínicos y estética; cuentan, además, con el mejor equipo para cirugía, hospitalización, rayos X y ultrasonido. También ofrecen asesoría en etología, y venta de alimento y accesorios. Clínica Veterinaria Madero se ubica en Revolución de 1910 número 2710, entre Navarro y 5 de Febrero, en la colonia centro de La Paz. Teléfono: 1225662, y para URGENCIAS: (612) 1176118. En ESTE ENLACE encuentras su página de Facebook.