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El Contador: declaración de bienes …y males

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Ben Afflck es “El contador”. Fotos: Internet.

Kinetoscopio

Por: Marco A. Hernández Maciel

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Ben Affleck se quita la capa y se baja del batimóvil, pero con los mismos músculos y entrenamiento que le ha tomado ser El Caballero Oscuro, se arma con sharpies, plumas punto medio y punto fino, libros contables, facturas, cheques, un tupper, un termo y balas antiaéreas para enfrentar esta aventura que bien podría catalogarse como el sueño húmedo de cualquier oficinista que quiere poner su propio despacho y que odia a su jefe.

El Contador, dirigida por Gavin O’Connor –director de bajo perfil que en 2011 filmó su trabajo más sobresaliente a la fecha La última pelea y escrita por Bill Dubuque –su segundo guión en las grandes ligas después de El juez, en 2014–, es una producción que engancha de manera efectiva en el primer acto, sembrando la suficiente cantidad de misterio y acción de los thrillers clásicos hollywoodenses, dándole motivos suficientes al espectador para enfrentar con valentía los dos últimos actos de la misma, que es donde paulatinamente, el film va perdiendo mucha fuerza y termina por desembocar en un drama familiar pasando por momentos cómicos que funcionan en el momento, pero terminan por corroer los cimientos de esta estructura cinematográfica.

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Ben Affleck se ha ganado la fama de involucrarse tanto en sus proyectos al grado de meter de manera quisquillosa su cuchara en los guiones de las películas que filma, y no se diga en las que dirige, donde sus historias son sólidas con personajes bien definidos —sin olvidar que ganó el Oscar a mejor guión en 1997 por Mente indomable—; sin embargo, aquí se nota un desinterés desde su interpretación hasta el desarrollo de la historia, quizás su trabajo como Batman en La liga de la justicia y en El Batman (o The Batman) –la que está escribiendo y también dirigirá– lo mantiene demasiado ocupado, por lo que tuvo que hacer esta película para cumplir algún añejo contrato y apeló a su carisma y a su intenso entrenamiento como superhéroe para cumplir el compromiso, checar su tarjeta de salida y salir corriendo en la batimoto a trabajar en la baticueva. Lo acepto: ya son demasiadas referencias al hombre murciélago, pero es imposible dejar de verlo en cada escena de acción que Affleck desempeña en el film, y en la cara adusta que se carga en casi todas las secuencias donde tiene el primer plano. Sí, advertencia de encasillamiento –el “encasillanómetro”– está en un 62%.

Pero bien, Batsy no es el único actor del filme, también tenemos a Punisher, el comisionado Gordon, Squirrel Girl, perdón, Jon Bernthal, J.K. Simmons, Anna Kendrick –quien se rumora podría interpretar a la Chica Ardilla o incluso a Robin–, a John Lithgow y Jeffrey Tambor. Un cast sobresaliente en el que recae el peso de la cinta y es su carta más fuerte. Aquí, son ellos los que previenen de hacer este film totalmente mediocre, es por ellos que las 2 horas y 10 minutos de duración se disfrutan, y es por este grupo de intérpretes que los tremendos hoyos argumentales e incoherencias que pasan ante nuestros ojos las aceptemos de manera unánime y mantenga a una sala de cine casi llena en completo idilio con la pantalla. Y eso que se nota que no se esforzaron demasiado en conseguirlo.

Finalmente, la película cumple con su cometido de entretener en una época donde los superhéroes mandan en Hollywood, queda menos espacio para las historias de intriga y suspenso que antes reinaban en las salas de cine y tal parece que las productoras también están demasiado ocupadas con los géneros dominantes, que descuidan uno de los que más satisfacciones le ha dado a la industria. Quizás sea porque el thriller es su as bajo la manga y en algún momento resurgirá con fuerza en la gran pantalla, mientras que el crossover de Los vengadores vs. La liga de la justicia se irá directo al streaming y al Blu-Ray o cualquier formato que esté vigente en unos 10 años a partir de hoy.

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Cine de terror en La Paz

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Isabel Adjani y Sam Neill en “Posesión”. Fotos: Internet.

Colaboración Especial

Por Lefteris Becerra

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En octubre organizamos en el cineclub Medusa un ciclo de cine de terror en el que programamos cuatro filmes de diferentes años, países de producción y creadores, que en contraste coinciden en dos características: son filmes de culto y de producción independiente, por fuera de la industria hollywoodense. Para abrir proyectamos el clásico de serie B, I Walked with a Zombie (1943) del prolífico director de origen francés Jacques Tourneur, inolvidable sobre todo por los tres filmes que dirigió producido por el legendario Val Lewton, entre los que se cuenta el mencionado. Ambientado en una isla caribeña, la película de Tourneur es un hito cinematográfico al que se le reconoce el aliento poético de la puesta en escena de un drama que involucra rituales del vudú. Quien desee saber más sobre este singular creador y este filme, debe consultar el estudio de Chris Fujiwara, Jacques Tourneur: The Cinema of Nightfall reimpreso en 2011.

La sede del cineclub es el Big Sur Café, ubicado en Zaragoza #40, entre Artesanos y 16 de Septiembre en la colonia centro, teléfono 1226806. Funciones todos los martes a partir de las 20:00 horas. Se puede consultar su programación en la página de Facebook de la Red de Cineclubes de La Paz y en la del Big Sur Café Orgánico.

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Continuamos con otros dos filmes de culto filmados en 1981, el primero en Francia bajo la dirección del director polaco Andrzej Żuławski, conocido en medios más undergrounds debido a su aproximación extrema, sin concesiones, al séptimo arte. Programamos Posesión (foto principal) con las actuaciones desquiciadas de la hermosa Isabel Adjani (Anna/Helen) y el neozelandés de origen irlandés Sam Neill (Mark). Se puede decir que se trata de una película de terror psicológico en el sentido de que todo lo que vemos puede ser interpretado como el producto de la mente desquiciada de Mark al confirmar sus sospechas de que su mujer Anna lo engaña. Cada secuencia de la película obedece a las ansiedades, terrores, pánicos, neurosis, delirios y demás alteraciones del equilibrio emocional cuyo origen está en la crisis de su matrimonio.

De hecho, Żuławski —tristemente fallecido el 17 de febrero de este 2016— experimentó por esos años una crisis similar a la de su personaje Mark, al ser abandonado por su esposa, la actriz Malgorzata Braunek, en fuga con un hombre que en la película se transmuta en el personaje de Heinrich —interpretado magistralmente por el actor alemán Heinz Bennent—; Malgorzata y Andrzej procrearon al ahora director de cine Xawery, quien tenía 9 años cuando se estrenó la película de su progenitor, dentro de la cual la paternidad tiene un espacio propio.

Como es sabido, la vida privada de Żuławski fue su principal fuente y, como Anna en la admirada secuencia en un túnel del metro, el artista polaco necesitaba expeler todo lo que guardaba en su alma enferma. El contexto y la búsqueda de un planteamiento más amplio que incluyera la dimensión política —la historia ocurre en un barrio de Berlín cuyo límite era el propio muro desde el que la policía de la Alemania socialista, escrudiña con aparatosos binoculares las vidas privadas de los alemanes occidentales; además, el propio Mark es un espía y está relacionado con ese submundo— y la metafísica, en su búsqueda por darle un rostro al mal y reflexionar sobre su naturaleza, no están fuera del filme, proveyéndolo de ese modo de una serie de capas y apuntes que le dotan de la densidad tan característica que posee y que sigue provocando la admiración —que puede manifestarse al mismo tiempo como fascinación y repulsión— a 35 años de haber sido pergeñada.

Aunque estrenada el mismo año que Posesión, 1981, Scanners o el descriptivo título con el que se le conoció en México, Telépatas, Mentes destructoras, se halla en otra exploración del género de terror. El artista David Cronenberg creó su séptimo largometraje como una más de sus extrañas exploraciones de fenómenos psíquicos atípicos, con potencial para hacer daño a escala masiva, en la línea de su interés por las epidemias y otros desastres humanos. Si Posesión es un filme sobre los tormentos de una pareja que se disuelve o divide, Scanners es sobre el potencial de unas supermentes para destruir y controlar a los otros.

Mientras todo en el filme europeo es, monstruo incluido, el producto del choque entre las psiques, en la película de Cronenberg los superpoderes de 237 individuos entre 4 mil millones de habitantes de la Tierra, mezclados con las perversas intenciones de uno, les convierten en monstruos. Empero, el terror que plantea el director canadiense está más relacionado con una fuente muy actual de poder y destrucción social: las corporaciones, específicamente las farmacéuticas. A la luz de lo que se avecina con el Tratado Transpacífico y su equivalente para el Atlántico, en el que los derechos de propiedad intelectual ocupan un lugar preeminente, en un panorama ocupado por instituciones como la Police Intellectual Property Crime Unit de Londres y el FBI gringo persiguiendo a personas que comparten libremente material cultural en Internet, los elementos planteados por Cronenberg son plenamente convincentes, pertenecen al ambiente de terror en el que vive el planeta entero, dominado por unas cuantas transnacionales capaces de todo con tal de ampliar su control y sus ganancias.

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Para cerrar, programamos un clásico del subgénero del ciberpunk, el filme japonés Tetsuo: el hombre de hierro, que es una especie de mezcla entre La metamorfosis de Kafka, Videodromo de Cronenberg y Ereaserhead de David Lynch. Shinya Tsukamoto realizó este filme de modo independiente con una cámara de 16 mm con una estética afín al videoarte que se practicó con intensidad en esa época en diferentes latitudes de la aldea global. Tetsuo encarna (y “enmetala”) todos los temores y ansiedades que la tecnología provoca en las personas, con una mezcla de fascinación pero también de la incertidumbre oscura del destino al que conduce el viaje tecnológico que no conoce freno o límites sino que está desbocado con el ímpetu característico de las máquinas. Si Kafka imaginaba una pesadilla en la que Gregorio Samsa despierta siendo una conciencia atrapada en el cuerpo de una cucaracha gigante, Tsukamoto escenifica en su filme la transformación de un oficinista en máquina, un hombre-máquina.

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Al igual que todas las películas del ciclo, Tetsuo también es una película sobre las relaciones de pareja —ya sea entre hombre-mujer o entre hermanos— y todos los terrores que anidan en ella. Es curioso que cuatro películas tan disímbolas, parten de los conflictos emocionales derivados de las desavenencias entre las personas. Es como si la comedia romántica, cuando se enfoca no en el idílico momento de la conquista o reconquista, sino en las sombras y los momentos poco gratos del amor y la fraternidad, resultara en las pesadillas que suele narrar el cine de terror.

Para concluir el mes dedicado a ese género, el cineclub Medusa ofrecerá una semana entera, del miércoles 26 al lunes 31, una selección diaria de seis películas de terror: Ju-On: The Grudge (Takashi Shimizu, 2002), Ringu (Hideo Nakata, 1998), Exterminio (Danny Boyle, 2003), Vampyr (Carl Th. Dreyer, 1932), La bruja (Robert Eggers, 2015) y La cosa (John Carpenter, 1982).

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