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Ecos del Apocalipsis Nuclear: La Dualidad de Oppenheimer en la Lente de Nolan

FOTOS: Internet

Colaboración especial

Alejandro Aguirre Riveros

La Paz, Baja California Sur (BCS). En un resplandeciente rincón de La Paz, donde los reflejos del océano se funden con el malecón y los transeúntes avanzan ignorantes del paso del tiempo, surge una figura imponente: la estatua de Alfonso García Robles. Esta no es solo un atractivo para turistas que quieren capturar un instante frente al muelle fiscal; es un recordatorio de un compatriota cuyo legado en estos tiempos tumultuosos resuena fuerte y claro. García Robles, arquitecto del Tratado de Tlatelolco, proclamó a América Latina y el Caribe como zonas libres de armas nucleares en medio de la Guerra Fría. Una labor refrendada por el reconocimiento de ser el único mexicano galardonado hasta ahora con el Premio Nobel de la Paz.

Ante la crisis ucraniana, el equilibrio mundial pende de un hilo, aproximándonos alarmantemente al umbral de la medianoche en el famoso Reloj del Fin del Mundo. En este escenario, el legado de Robles cobra una relevancia inusitada. Se erige como un sombrío recordatorio del devastador poder de la bomba atómica, temática central del más reciente filme de Nolan. Es imperativo recordar que la primera detonación atómica ocurrió a tan solo 150 kilómetros de México, cerca de Ciudad Juárez, en el paraje conocido como La Jornada del Muerto.

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En una cartelera saturada de brillantes neones, superhéroes y escenarios postapocalípticos, Christopher Nolan nos devuelve a una realidad palpable con Oppenheimer. A través de su lente, nos adentra en el agitado cosmos mental del creador de la bomba atómica. Nolan, con su sello distintivo, presenta un viaje visualmente estelar, nuevamente sorprendiéndonos y demostrando que Cillian Murphy, en su papel principal, es la verdadera joya de esta producción.

El guion aborda los años formativos y desafíos de J. Robert Oppenheimer, desde sus días de estudio en Cambridge hasta su liderazgo en el Proyecto Manhattan. A medida que se desarrolla la trama, nos sumergimos en su vida, amores y dilemas morales, culminando en su conflicto con la creación de la primera arma de destrucción masiva.

Desde el inicio, Nolan demuestra su meticulosidad, reviviendo con precisión la época retratada. Pero más allá de la recreación histórica, lo que realmente atrapa es la prodigiosa interpretación de Murphy. La película no es solo un viaje por la historia, es una masterclass de conflicto moral y científico, y se siente como un thriller gracias al ritmo distintivo de Nolan.

Oppenheimer seguramente figurará en la próxima temporada de premios. Con Nolan al mando y Murphy al frente, no sería sorprendente verla nominada a múltiples Oscar.

No obstante, la película presenta claras deficiencias más allá de lo técnico. Al enfocarse en el drama personal de Oppenheimer, Nolan opaca la magnitud de la verdadera tragedia, relegando los horrores de la guerra y el desgarrador impacto humano de la bomba atómica. Esto resulta en una percepción para el espectador que desdibuja y despersonaliza la auténtica historia.

La historia de Oppenheimer, el cerebro detrás de la bomba atómica, tenía potencial para una introspección profunda, para una crítica seria sobre las decisiones y repercusiones morales. En cambio, Nolan optó por centrarse en la autoindulgencia, eclipsando el impacto real de la bomba y su legado genocida.

Aquellos que buscan una narrativa coherente o un enfoque genuino en los eventos históricos saldrán decepcionados. Entre saltos temporales desorientadores y diálogos interminables que parecen intentar, sin éxito, emular a Sorkin, la película a menudo se siente como una parodia de sí misma.

Nolan, en su fascinación por el dilema personal de Oppenheimer, parece olvidar la magnitud de la tragedia que la bomba representó. Lo que pudo haber sido una meditación sobre poder y consecuencias se siente más como un estudio superficial. Hay momentos donde Oppenheimer deslumbra, pero en otros, se pierde en un laberinto narrativo, ofreciendo un espectáculo visual que no hace justicia a su profundo contexto histórico y que se muestra excesivamente indulgente con el papel del ejército norteamericano en la Segunda Guerra Mundial.

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Crítica: Dunkerque

FOTOS: Internet.

Kinetoscopio

Por Marco A. Hernández Maciel

Calificación: ***** Bien actuada, escrita y dirigida

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). ¿Alguien le puede avisar a Christopher Nolan que en La Paz no tenemos pantalla IMAX? No creo que el señor esté muy preocupado por eso, además de ello, si hay pantallas macro en Cinépolis. ¿Alguien se puede quejar que en la pantalla macro de Cinépolis sólo estaba programada la versión en español y no la versión en su lenguaje original? Sí, yo.

En este momento me estoy quejando y espero no ser el único en esta lucha donde a los amantes del cine nos quitan una oportunidad única de disfrutar un filme hecho literalmente para una gran pantalla con su sonido original, que fue filmado en formato de 70 mm, realizado sin efectos digitales o CGI como base para los efectos especiales; en vez de mandarnos a la sala más recóndita del complejo, donde para mi aún creciente desgracia, me tocó compartir fila con admiradoras de Harry Styles que fueron a verlo sólo a él y suspiraban alocadamente cada que asomaba su cara, y aunque el muchacho no lo hizo mal, también, desde aquí otra queja para el señor Nolan tan preocupado por la experiencia cinematográfica integral ¿no había otro actor para el papel que no provocara que tan incómodas y murmullantes asistentes acudieran en pequeñas hordas de cuatro a ocho integrantes a destrozar la experiencia cinematógrafica de aquellos que si apreciamos su arte?

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Pero a pesar de todos los inconvenientes antes descritos, Dunkerque es una experiencia fílmica hecha para la pantalla de cine y que debe verse en una pantalla de cine.  Su calidad visual es apabullante, y la historia está contada desde diversas perspectivas temporales que nos entregan una narrativa ágil dentro de un clima de ansiedad y desesperación.  Estas perspectivas que Christopher Nolan ya conoce muy bien y que las ha manejado en filmes como Memento o Inception. Y es precisamente ese manejo del tiempo lo que provoca que quedemos atrapados en la historia de manera casi claustrófobica y que como espectadores sintamos la desesperación de todos los involucrados en ella, que vivamos la ironía de estar parados ante la inmensidad del mar y las larguísimas playas francesas, pero estar encarcelados en un lugar donde tarde o temprano el enemigo llegará a eliminarlos a todos.

Si uno piensa que al salir de la sala de cine se sentirá adrenalina como Rambo, se le pondrá la piel chinita como al soldado Ryan, o gritará de emoción cada que derriba a un enemigo como en Top Gun, de una vez se le advierte que no será así. Pero por otro lado, esta historia lo permitirá sumergirse en la ansiedad de un bombardeo, en la presión de un rescate, en la desesperación y también en la esperanza de sobrevivir.

Esta no es la clásica película de guerra. De hecho, en palabras del director, el describe este film como una historia de sobrevivientes. No es épica pero sí conmovedora, reflexiva e íntima. Una película que no da grandes respuestas pero sí plantea muchas preguntas. Una película que te emociona intelectualmente y a su vez deslumbra por el uso perfecto de la técnica cinematográfica. Una historia que se desmarca del heroísmo individualista y mercadologíco para mostrarnos  la clase de héroes más valiosa de todas, aquellos que lo hacen porque saben que es lo adecuado, y toman sus recursos, por limitados que éstos sean, para aportar a una causa mayor, y que también muestra a los necesitados, a los derrotados, a los que solo buscan sobrevivir y tener otra oportunidad.

 

La calificación de Kinetoscopio:

5 Estrellas: Clásico imperdible

4 Estrellas: Bien actuada, escrita y dirigida

3 Estrellas: Entretiene

2 Estrellas: Sólo si no tienes otra opción

1 Estrellas: Exige tu reembolso

0 Estrellas: No debería existir

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