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Presentan a los aspirantes de la Corte del Carnaval La Paz 2018

FOTOS: Ayuntamiento de La Paz.

La Paz, Baja California Sur (BCS). El XV Ayuntamiento de La Paz, a través del Instituto Municipal de Cultura, llevó a cabo la presentación de candidatos y candidatas a la Corte Real del Carnaval La Paz 2018 Tierra de Encanto y Fantasía, evento encabezado por el alcalde Armando Martínez Vega; se compite para ser Reyes Infantiles, Reina del Carnaval, Rey de la Alegría, Reyes de la Tercera Edad y Reyes de la Inclusión.

El Presidente Municipal de La Paz dijo que se continúa con el objetivo de realizar un Carnaval La Paz 2018 totalmente familiar, coordinado con instancias municipales, estatales, cámaras empresariales y comerciantes para lograr un ambiente de sana convivencia.

Así mismo, hizo entrega de las bandas distintivas a los 19 participantes por lo que oficialmente inicia la fiesta más importante de la capital del Estado, misma que se llevará a cabo a partir del 8 al 13 de febrero del año entrante; en los próximos días, señaló a través de un comunicado de prensa, se dará a conocer la cartera oficial de artistas nacionales y locales que conformarán el elenco del Tierra de Encanto y Fantasía.

Cabe destacar que los 19 candidatos tendrán la oportunidad de conjuntar el mayor número de votos en diferentes cómputos programados para resultar ganadores; “tenemos la meta de superar el carnaval del año pasado, siendo una de las fiestas más importantes de nuestra ciudad,  he dado las instrucciones para que sea en un ambiente familiar, por lo que la participación de la ciudadanía es de mucha importancia”, concluyó el Alcalde en el boletín de prensa del Ayuntamiento de La Paz.

 




Adiós al Carnaval La Paz 2017, al desplumadero y la fantasía

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Desfile en el Carnaval La Paz 2017. Fotos: Modesto Peralta Delgado.

La Paz, Baja California Sur (BCS). La fantasía no es sólo un asunto de los niños. Consciente o inconscientemente, los adultos acudimos a ella como un escape de la realidad, como lo fue, por un corto lapso de seis días, el Carnaval La Paz 2017 titulado —de forma muy atinada— “El juego de la vida”, pues esta breve reseña apunta, precisamente, a esa parte ficticia por la que estamos dispuestos a desplumarnos año tras año.

Al decir que nos “desplumamos”, no nos referimos a las plumas que tanto se ven en las fiestas carnestolendas, sino en la sensación que nos da vernos más livianos de los bolsillos cada que nos retiramos de ellas. Como si un imán hubiera jalado hasta el último centavo. Y es que no sólo se trata de que cada año venga más caro, es que, ¡a eso vamos! Sí, a divertirnos, pero a sabiendas que salirnos un rato de nuestra realidad implica gastar mucho. Decir que “salimos de la realidad” es literal: entrar al malecón de La Paz en estos días significó entrar a un mundo de fantasía.

Soñamos, por ejemplo, con ganar un billete de 500 pesos en uno de los tantos fraudes a los que vamos mansamente sin obtener un solo peso: porque el aro nunca entra en el cuadrito; la pelota nunca entra en la canasta; las canicas nunca entran en los hoyos de más valor; y ya todos sabemos que las miras de los rifles están chuecos. Regresó un puesto en el que un amigo jugó el año pasado, lanzando dados para juntar números para premios tan atractivos como una pantalla de plasma o un mini componente, el caso es que cada lanzamiento parecía acercarse más al puntaje y tenía que meter más dinero. Finalmente, mi amigo abandonó el juego luego de invertir aproximadamente 200 pesos, sin salir con un solo peso, y todavía chantajeado de que ‘estaba dejando ir la oportunidad’.

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En el mejor de los casos, trajimos a casa los mismos juegos de mesa que hoy lucen empolvados, y que en cualquier rato la madre de familia saca en un costal de basura. Se sabe, por supuesto, que cada carnaval, son toneladas de basura las que se tienen que recoger del malecón y calles adyacentes, pero en realidad, muchísima más la conservamos en nuestras casas, producto de los juegos más baratos y sencillos como lanzar monedas o recoger pescaditos. Quien no tenga un “escaleras y serpientes” o una lotería arrumbada en su casa, no fue al carnaval.

Una curiosidad es haber encontrado “cuernos de chiva” de juguete, que según el vendedor, que venía de Aguascalientes, aquí no ‘pegaron’ tanto como en otras ferias donde ha ido. La narcocultura se ha adentrado hasta en los artículos para niños.

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La fantasía no está sólo en apostar a los mismos juegos que nadie gana, el ambiente festivo en sí mismo lo es, de cabo a rabo. Empezando por titular de reyes y reinas a los participantes, quienes se visten estrafalariamente para la ocasión. En el desfile del carnaval se ve el espíritu verdadero de la tradicional ficción: los artistas locales han puesto su imaginación al servicio del papel maché y el aluminio, y en las comparsas no es menos chillante el colorido, los contoneos y los botes de cerveza. Cada carro, cada comparsa, es una estampa de irrealidad a la que sonreímos y aplaudimos.

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En el carnaval casi nada es real, así que no se extrañe que el sombrero texano que compró resulte ser un chicharrón, o que el cojín que se ganó en un juego, parezca funda de almohada un día después de haberse usado. Y no: la chica escorpión, tampoco existe, ni son ciertos una veintena de fenómenos y esculturas que se vieron caminando en estas tardes y noches.

Los juegos mecánicos también nos marean con su ímpetu de viaje alocado entre luces multicolores; como nos marean los gritones que ofertan cobijas y trastes; los conciertos casi privados de los escenarios pequeños, dispuestos a lo largo del malecón de La Paz, o las clásicas batucadas aderezadas —con cierto olor a carrizo quemado en algunas ocasiones. Y qué decir de las bebidas exóticas, los panes gigantescos o el colorido desfile de dulces, golosinas y puestos de tacos, también de fantasía, ofreciendo cuatro tacos por 50 pesos, cuando vamos viendo que sus tortillas son del tamaño de una uña.

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Y así volvemos cada año, a quejarnos de lo caro que está todo —y los puesteros, de lo ‘cuchillito de palo’ que son los inspectores del Ayuntamiento—; de uno que otro artista principal que ni en su casa conocen; de las colas, las caminatas, los olores y las típicas humedades —y no precisamente de agua— que también son parte de lo que siempre se encontrará en el carnaval. Y es que al parecer, la queja también es parte de la tradición.

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Regresamos porque a pesar de todo, nos gusta, nos lo merecemos, y porque, retomando la primera idea, significa una breve fuga de una realidad que hacía mucho tiempo no calaba tanto en los paceños. Desde la política internacional hasta la nacional, y la crisis de inseguridad que se vive en BCS, el carnaval de La Paz bien puede ser un pequeño respiro. Un —caro— viaje a la fantasía. No faltará quien critique que todo esto no es más que ‘circo, pan y vino’ para el pueblo, y también sería un punto de vista válido, pero no es el único; y puede haber otras formas menos populosas y más sofisticadas de divertirse, pero el fin no dejará de ser el mismo: salir un momento de los problemas o la rutina. Ahora sí que aplicando el dicho de “cada quien habla de como le fue en la feria”, así, cada quién hablará de cómo le fue en el carnaval.

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¡Cómo me da coraje ir al Carnaval de La Paz y tener que aplaudir!

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La costumbre de que los paceños casi nunca aplauden en el Carnaval. Foto: Internet.

Colaboración Especial

Por Rebeca Olachea

¡Ay, no hay que llorar, que la vida es un carnaval,
y es más bello vivir cantando!
Oh, oh, oh, Ay, no hay que llorar,
que la vida es un carnaval
y las penas se van cantando…

Víctor Daniel

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Pronto será aquí, en su bella ciudad, el Carnaval. Ya se escuchan las frases típicas: ¿Vas a ir?; Uuuy, un gentío; yo nomás al desfile a llevar a los niños; ¿Quién se va a presentar?; de “esos” nadie me gusta; ¿Vamos? nomás para ver qué onda con la palomilla, mmm… No hay ni donde estacionarse, etcétera. Todos los años acudimos a esta gran celebración que ocurre desde 1888 en La Paz y que al principio solía ser sólo celebrado en las haciendas con las hijas de los ricos como las reinas. En 1988 retoma fuerza. En el libro Estar y no del escritor Miguel Ángel Avilés se menciona, sin especificar en qué año, que el carnaval se celebraba en el parque Revolución. Lo describe de igual forma como una gran fiesta de alegría y gozo para la comunidad paceña y sudcaliforniana. Lleva ya varios años que sólo se celebra en el malecón con gran audiencia y éxito.

Uno de los comentarios más comunes en estos días de fiesta es que los paceños, así como también todo sudcaliforniano que nos acompañe en la celebración,  por lo general, no aplauden. Asistimos a las variadas presentaciones en nuestro afamado escenario ubicado en el kiosco del malecón pero al estar enfrente del espectáculo, del artista y/o cantante que trata de animarnos, no aplaudimos. No bailamos, no nos emocionamos o entusiasmamos. Lo habrá usted notado en alguna ocasión. La inquietud aquí es: si va usted asistir al próximo Carnaval, ¿va aplaudir? ¡Meh! ¡Ya está el simple! Diríamos como respuesta todos en coro.

Precisamente es en esta celebración donde periódicamente se observa la personalidad única del sudcaliforniano al acudir a un evento de alegría. No aplaudimos, no nos entusiasmamos, no corremos detrás de ningún artista a pedir ni siquiera un autógrafo, no gritamos ni bailamos cuando el ejecutante nos lo solicita desde la tarima. Dónde haciendo su mejor esfuerzo pide que lo acompañemos con nuestras palmas. He sido testigo en variadas ocasiones del rostro de asombro y de frustración de artistas que se cuestionan qué pasa, ¿por qué no aplaudimos?

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Según Wikipedia, el aplauso es principalmente la expresión de aprobación mediante palmadas, para crear ruido. Suele esperarse que los espectadores aplaudan tras una representación. Como forma de comunicación no verbal de masas, el aplauso es un indicador simple de la opinión media relativa del grupo completo: cuando más ruidoso y prolongado, mayor aprobación. El término entusiasmo es aquél que se utiliza para hacer referencia a una actitud o forma de encarar las diferentes situaciones de la vida. Esta actitud se caracteriza por una demostración de excesivo interés o alegría por algo. Todo esto nos demuestra que aplaudir y/o entusiasmarse en una reacción social, colectiva. Por lo tanto, los paceños y sudcalifornianos somos parte de un colectivo, de una multitud. Ya lo dice Gustavo Le Bon “los aplausos no se relacionan con el gusto personal, sino con el dejarse llevar por la masa, donde abunda la impersonalidad y las decisiones se toman dejándose llevar por la corriente”. Todo sudcaliforniano comprenderá el sentido de que no aplaudir es una reacción colectiva. No es que se le indique, no requiere instrucciones, está en su inconsciente. En general no le gusta aplaudir, ni entusiasmarse. Desde personas de la tercera edad hasta niños pequeños la reacción ante un espectáculo casi siempre es la misma: mutismo. Lo aceptamos, lo disfrutamos, pero no nos deshacemos en aplausos y gritos. No se nos da.

Para darme a la tarea de saber el porqué de esta situación entrevisté a Martín Villavicencio Carmona quien es Director del Instituto Municipal de Cultura de La Paz. Él ha participado en innumerables ocasiones en el carnaval y actualmente es el encargado de la logística y organización del mismo. En su opinión la pregunta resulta ser un poco capciosa y complicada de explicar. ¿Por qué no aplaudimos? Él nos menciona que somos tranquilos, no somos muy expresivos. Esto no significa que seamos malos, en sí, somos muy amenos, pero en un sentido más íntimo.  El no aplaudir es un comportamiento general.

Primero llegamos a una pequeña observación en conjunto: el estado ha crecido. Ahora es un mosaico de varias ciudades nacionales y en la actualidad existe una intensa mezcla con personas de otros estados que de alguna manera nos aportan su presencia, usos y costumbres sobre todo en ocasiones como en está de fiesta. Todos en la escuela, trabajo, o lugares de entretenimiento convivimos con connacionales que nos invitan a ser más expresivos y nos contagian de su entusiasmo pero no al 100%, suele pasar por unos minutos, horas quizás, pero es relativo.  Pasada la motivación externa por parte del amigo de provincia volvemos a ser el sudcaliforniano típico. En su libro Paceño, yo, Mauricio Guillén Monsalvo menciona que el carácter paceño es uno de sus rasgos más distintivos, y que el paceño se distingue de los mexicanos porque se sabe de una cultura propia cuyos rasgos identitarios lo definen como único por su manera de ser.

Primera conclusión con Martín: el paceño y/o sudcaliforniano es Único. Eso sin duda. El sudcaliforniano no se impresiona. Si hay alegría, ese sabor de que si viene al carnaval va a prepararse con sus mejores ropas, va emocionarse entre sus iguales, entre sus amigos, entre sus familiares, pero en cuanto se pare enfrente del escenario y se le pida aplaudir simplemente no lo va hacer. Entre nosotros en ocasiones si nos alentamos, por ejemplo, en hacer burla o “barullo”. Eso sí. No es que no tengamos alegría, en eso estamos bastos. Solamente que nuestro júbilo no va ser compartido con todos, con los que llegan así nomás porque sí. Podemos soltar sendas carcajadas y escandalo a un compañero que nos quiere hacer reír. Pero allá en un escenario, un extraño pidiéndonos algo, en este sentido, que aplaudamos, ahí es cuando  no hay reacción.

Aparte de únicos, somos miembros de un pueblo, una ciudad con historia donde la enseñanza ha sido muy distinta a los demás estados de la república. Somos Aridoamérica. Somos “el otro México” ¿cómo esperar que seamos como los demás?, ¿qué hay en nuestra memoria colectiva que no aplaudimos?

En nuestra historia podemos encontrar pasajes donde el pueblo sudcaliforniano ha sufrido, ha luchado para ya no padecer hambre, por hacer fértil una tierra desértica. Somos también el resultado de una mezcla de muchas nacionalidades que se instalaron en la Baja en siglos anteriores. Parece ser pues, que a simple vista no hay respuesta, ni mucho menos una sola. Por alguna razón el inconsciente colectivo del sudcaliforniano no aplaude. Ni siquiera en el Carnaval, fiesta de suma importancia para nosotros. Lo primordial aquí es que donde vea a alguien que no aplaude, ahí tiene usted a un lindo sudcaliforniano orgulloso de sus raíces.  Si lo alienta aplaudirá, un rato, quizás poquito. Pero si lo hace su amigo, tendrá al más fiel y alegre compañero.

 

 

 

 

 




Marco Antonio Solís “El Buki” y Aleks Syntek, en el Carnaval La Paz 2017

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A casi un año de distancia, Marco Antonio Solís regresa a Baja California Sur. Foto: Internet.

Por Redacción

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Del 23 al 28 de febrero se llevará a cabo el Carnaval La Paz 2017, bajo el lema “El juego de la vida”, anunciando este día la cartelera de artistas que se presentarán en el templete del malecón paceño, teniendo como plato fuerte a Marco Antonio Solís, “El Buki”, para el sábado 25 de febrero; estarán también Aleks Syntek y el Grupo Pesado, entre otros.

El Instituto Municipal de Cultura del Ayuntamiento de La Paz, que dirige Martín Villavicencio, dio a conocer este martes, a través de Facebook lo que será la cartelera de las próximas fiestas carnestolendas.

El jueves 23 de febrero se presentará el comediante Jorge Falcón; el viernes 24, Aleks Syntek; el sábado siguiente Marco Antonio Solís, “El Buki”; Rayito Colombiano estará el domingo 26; DLD el día siguiente; y cerrando las fiestas el martes 28 el Grupo Pesado.

Además, el domingo 5 de marzo, dentro del Carnavalito, dirigido especialmente a los niños y niñas, se presentará la doble oficial de Tatiana.

Ha trascendido que a comparación con el año pasado en que el Carnaval La Paz tuvo una inversión de 12 millones de pesos, para este año se estima un gasto que ascienda a los 17 millones de pesos.

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Fue en marzo del 2016, en el segundo día de las Fiestas Tradicionales San José 2016, que Marco Antonio Solís se presentó en el Teatro del Pueblo, en lo que fue una de las noches más concurridas al evento en Los Cabos.

El líder de lo que fuera la agrupación “Los Bukis” elegido como artista de la década por los Premios Billboard Latinos 2011, por sus más de 30 años de trayectoria musical; actualmente estrena el primer lanzamiento de su próximo álbum “Eran mentiras”.