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De Sicilia y MORENA: al nopal solo se le arriman cuando tiene tunas

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Agenda Comunitaria

Por Frank Aguirre

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). 170,000 personas han muerto debido a incidentes relacionados con el crimen organizado. Cientos, miles, se les tipifica como daños colaterales. En otras palabras: gente asesinada al azar, por encontrarse erróneamente entre una balacera. Así han muerto niños, abuelas, estudiantes, madres, hijos.

Desde 2007 la cifra de desaparecidos no ha dejado de aumentar. Oficialmente, en esa época aumentó a un ritmo de 1000 nuevos desaparecidos cada año, aunque algunas organizaciones de búsqueda y de derechos humanos calculan entre 30,000 y 50,000 desaparecidos.

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Llegamos a estas cifras porque en 2006 se llevaron a cabo las elecciones más competidas de toda la historia. Felipe Calderón ganó con 0.7% de diferencia, una diferencia comprobada días después que se logró a base de urnas embarazadas, compra de votos, acarreo, votos que correspondían a personas que llevaban meses o años fallecidos, o urnas con más votos que el padrón electoral registrado en las casillas. Con tanta pérdida de credibilidad, el presidente en turno necesitaba ganar legitimidad. La busco a base de la guerra, pero obtuvo lo contrario.

Para que la droga no llegue a tus hijos era el eslogan de campaña de la famosa guerra contra el narcotráfico. Una campaña que obtuvo lo opuesto a lo que buscaba: aumentó el número de asesinatos, el número de drogadictos, la inseguridad, los secuestros y la expansión del crimen organizado.

El 28 de marzo del 2011, Juan Francisco Sicilia Ortega fue encontrado en un vehículo abandonado junto al cuerpo de sus mejores amigos, el hijo de 24 años de edad de Javier Sicilia, el poeta mexicano (Premio Ariel a mejor argumento original, Premio Nacional de Literatura y Premio Nacional de Poesía), fue asesinado por el crimen organizado.

El mundo ya no es digno de la palabra / nos la ahogaron adentro / Como te asfixiaron / Como te (desgarraron) a ti los pulmones / Y el dolor no se me aparta / Solo queda un mundo / Por el silencio de los justos / Sólo por tu silencio / Y por mi silencio / Juanelo.

Éste fue el poema que le escribió Javier Sicilia a su hijo durante el vuelo que tomó de Filipinas, de regreso a México, después de enterarse de la tragedia. Después de éste poema anunció su retiro de la poesía.

El 26 de abril de 2011 Javier Sicilia llama a los mexicanos a manifestarse frente a la asfixiante violencia que causa la guerra contra el narcotráfico de Calderón. Surge el Movimiento por la Paz, con Justicia y Dignidad. “Ni un niño, ni un joven más asesinado en éste combate” clamaban. Calderón los recibió semanas después. Unos meses posteriores Alejandro Solalinde y Javier Sicilia irrumpen en la Cámara de Diputados en oposición a la Ley de Seguridad Nacional.

El Movimiento organiza la primera marcha. Se le suman figuras como Nepomuceno Moreno, quien  participó en Diálogos por la Paz con el presidente Calderón, denunciando la detención ilegal y desaparición forzada que sufrió su hijo Jorge Mario. Meses después lo asesinaron mientras buscaba a su hijo. En 2010 el Movimiento coloca una placa en honor a Marisela Escobedo, una madre que buscaba justicia para el asesinato de su hija Rubí. A Maricela la asesinaron frente al Palacio de Gobierno de Chihuahua, no pudo encontrar justicia en vida.

A inicio del sexenio de Peña Nieto, estuvo presente Julián LeBarón en el Teatro de la Ciudad de La Paz. Uno de los más reconocidos miembros del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad. Muchas figuras políticas, activistas reconocidos del momento, algunos de ellos ahora militantes del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) estuvieron presentes durante el evento. Algunos aplaudieron la participación del ponente. Otros tomaron la palabra al cierre para hacer preguntas u emitir su opinión.

Hoy algunas de esas personas cambiaron la ovación por la descalificación. De la noche a la mañana, LeBarón para ellos y ellas es un innombrable, porque si no estás conmigo, estás contra mí. Cuando la lucha ya no suma a la causa política, entonces hay que desacreditarla. Excelente poeta, pésimo político le dijo el padre Solalinde a su alguna vez compañero de lucha Javier Sicilia. Sólo porque a éste último, al igual que a cientos de miles de mexicanos, le sigue pareciendo absurda la estrategia de seguridad. La polarización de la izquierda tiene un tufo a inmadurez. La de la derecha a fascismo.

Con Morena, la guerra contra el narcotráfico llegará a su fin y se acabarán las masacres, afirmó Andrés Manuel López Obrador (AMLO) el 15 de febrero del 2017. En diciembre de 2018 dio un giro de 180º a su postura. No es hora de protestar contra AMLO dijo Solalinde hace unos días. Aunque el presidente haya faltado a su palabra manteniendo al ejército afuera de los cuarteles, y peor aun aumentando el número de elementos con la Guardia Nacional en las calles.

Sí, al país lo dejaron hecho pedazos. Sí, hay memoria histórica: la guerra sucia, el halconazo, el 68, el favoritismo a los capos, la corrupción constante, los fraudes y la impunidad acrecentada por la omisión institucional y la ausencia de Estado de Derecho.

Habremos logrado la alternancia, pero a un año aún estamos hasta la madre, como dice el lema del Movimiento por la paz con justicia y dignidad. La ahora izquierda institucional, en menos de un año, ha perdido su capacidad de autocrítica.

Ayer fue LeBarón. Hoy es Sicilia. Si mañana Andrés Manuel amanece sediento de oro, tú o yo podríamos ser los siguientes. El chiste es dar maromas. El chiste es ocupar no construir, dividir no compartir. A pesar de eso aún quedan faros. Desde San Luis, Nuevo León, algunos destellos, la capital muestra los suyos de vez en cuando. Y en las calles, Sicilia y miles más iluminan con su refulgente candor.

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La venganza de AMLO

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La Última Trinchera

Por Roberto E. Galindo Domínguez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Juzgar, enjuiciar y encarcelar a un expresidente sería para México la ponderación del desarrollo democrático que seguimos buscando, siempre y cuando el proceso en contra de tal servidor público se realizara regulado por el marco legal pertinente y bien fundamentado. Poner en prisión a un exprimer mandatario sería para Andrés Manuel López Obrador (AMLO) su confinación en los libros de historia de la nación. Claro que en ningún momento debería ser una venganza del tabasqueño por los agravios recibidos.

AMLO ha reiterado que no se lanzará a la cacería de los políticos de más alto nivel “que nos hicieron daño”, como ha dicho refiriéndose a los ataques, difamaciones y campañas mediáticas falsas orquestadas en contra del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) por parte de varios empresarios, intelectuales, expresidentes y otros políticos, entre los que destacan Carlos Salinas de Gortari, Diego Fernández de Cevallos, Vicente Fox y, principalmente, Felipe Calderón, del que siempre ha dicho se robó la presidencia mediante un fraude en las elecciones de 2006.

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Los tiempos político-sociales de México no están para la confrontación directa con personajes que aún detentan poder y cuentan entre sus aliados a empresarios y comentaristas de algunos medios de comunicación. Baste ver la dura batalla que AMLO está librando contra Claudio X González y sus esbirros por la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM) y para poder llevar acabo la terminal aérea de Santa Lucía. Es claro que varios grupos de relevancia político-económica no están dispuestos a dar paso al renacimiento de la nación, y obstaculizarán en la medida de sus posibilidades los proyectos más importantes del sexenio morenista: el Aeropuerto de Santa Lucía, la Refinería de Dos Bocas y el Tren Maya, entre otros. Una confrontación directa con empresarios y políticos del viejo régimen enfrascaría a AMLO en una larga lucha legal, con un consecuente desgaste político, que puede implicar una mayor obstaculización de los proyectos de la cuarta transformación (4T).

Y aunque el pueblo bueno y sabio le pide a gritos enjuiciar a Enrique Peña Nieto, Felipe Calderón y a Vicente Fox, así como a sus colaboladrones más cercanos, hasta ahora AMLO ha negado un accionar político y una línea legal contra tales tristemente célebres personajes, a pesar de que varios de los aludidos merezcan ser investigados por corrupción y hasta por traición a la patria.

Es claro que la venganza que los de la derecha claman que AMLO ha desatado contra sus huestes no es tal; los despidos de comunicadores chayoteros y mentirosos como Sergio Sarmiento y Carlos Loret de Mola, son ajustes de las empresas a las que pertenecían, éstas cuidan su rating y sus intereses; y aunque no nos guste aceptarlo, prescindirán de voces plenamente alineadas con las administraciones pasadas, porque hoy ya no tienen la popularidad de antes ni tampoco credibilidad. Esa supuesta venganza de AMLO no se ha lanzado con un mandato abierto, tan es así, que Obrador ha pospuesto una y otra vez la consulta ciudadana para enjuiciar a algunos expresidentes, pues es seguro que a mano alzada la nación se levantaría y pediría la investigación de varios de ellos.

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Lo que también es claro es que AMLO está destrozando a sus opositores políticos y mediáticos y la estrategia que está empleando es muy simple, a veces de manera discreta y y otras de forma jocosa.

  1. Contrarrestar las campañas mediáticas falsas organizadas desde la oposición y propaladas por los comentaristas afines a los gobiernos pasados por medio de las conferencias mañaneras, que son las que marcan el ritmo periodístico nacional.
  2. En su gesta contra la corrupción, cada que se destapa un nuevo caso de esta y los involucrados son importantes empresarios y/o políticos de mediano y largo alcance, ellos están relacionados a los ex presidentes priístas y panistas, con lo que está minando la poca credibilidad de la que aún puedan gozar los ex mandatarios. Podemos hablar de Emilio Lozoya, Rosario Robles, Juan Collado y muchos más.

 

  1. La minimización y la ridiculización de sus oponentes más vociferantes. Ya lo había hecho durante la campaña electoral cuando convirtió al aspirante presidencial panista Ricardo Anaya Cortes en Ricky Riquín Canallín. Al parecer ahora lo ha hecho con mucho mayor éxito con Felipe Calderón al decir que usando la casaca militar se parecía al Comandante Borolas; otra cosa es que Calderón se haya puesto de a pechito al decir que a él no le quedaba el saco, esto dentro de un intercambio de ataques entre ambos por la guerra contra el narcotráfico y los altos índices de violencia que se incrementaron exponencialmente durante el sexenio del panista. AMLO sólo ha usado el arma de ataque con la que fue denostado y ridiculizado durante los pasados tres sexenios, desde que Enrique Krauze lo bautizó como Mesías Tropical, y vinieron luego: Pejelagarto, Lopitos, Pejestorio y otros apodos más que le endilgaron presidentes, empresarios y comentaristas.

Y sin embargo, sin tal venganza, AMLO los está acabando.

 

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Complot mediático ahoga a la 4T en falsedades, pero también en sus errores

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La Última Trinchera

Por Roberto E. Galindo Domínguez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). La oposición, a través de algunos medios de comunicación y mediante campañas de desprestigio en las redes sociales, nos quiere hacer creer que estamos en crisis, o a punto de entrar en una; los artífices están en las cúpulas de la política y en las élites económicas de este país; los mercenarios de campo son comentaristas exchayoteros; y los soldados de a pie son los que, en las redes, reproducen los ataques, ellos, los del último eslabón de la cadena, son derefachos de cepa o fifílusos —en el peor de los casos aspiracionales—. Todos ellos quieren hacernos creer que México está mal, peor de lo que estaba.

En realidad los que están en crisis son ellos, la oposición, y es que se les acaba el tiempo para intentar recuperar sus privilegios y continuar haciendo marrullerías con el resto de la sociedad. Nosotros tenemos más de cinco años por delante, para reanimar al país y consolidar el proyecto de la Cuarta Transformación (4T). Ellos tienen menos de seis años, para presentarse al proceso electoral de 2024; y hasta hoy, lo que en su mayoría usan para atacar al régimen actual, son denostaciones, falsas noticias y, eso sí, una intención muy firme de desacreditar, por cualquier vía, al presidente más legítimo de las últimas décadas, tal vez el único que ha tenido México.

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Lo que los de la oposición no quieren aceptar, es que la gran mayoría de los mexicanos estamos cansados de lo que ellos representaron en su momento, temen entender que la situación está cambiando, que las relaciones socioeconómicas se están modificando, aunque ligeramente; pero eso los tiene tan temerosos, que invocan con nostalgia furibunda al comunismo, al socialismo, al Che Guevara, a Hugo Chávez, a los hijos de Fidel, y cuando sus temores son más grandes, incluso hablan y defienden al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), clamando a gritos el resurgimiento del subcomandante Marcos para que confronte a Andrés Manuel López Obrador (AMLO).

Qué más se puede esperar de la oposición, si sus maestros del chayote intelectual, como Enrique Krauze, complotaron contra Andrés Manuel inventando intervenciones rusas en la política mexicana; y otros, más discretos o menos torpes, pagan a comentaristas extranjeros como Gloria Álvarez, quien, en piel de sirena, les endulza el oído a los temerosos fifís y trata de seducir a las clases medias, diciéndoles de que lado masca la iguana. Qué podemos esperar, si estaban acostumbrados a llevarse del plato a la boca la sopa en cuchara de oro y sin derramar una gota, para después devorar el guisado, sólo dejando que las migajas cayeran de su mesa a las masas.

De la oposición podemos esperar falsedades y triquiñuelas, pero debemos reconocerlas en las redes, aunque no es fácil, pues el flujo de información en Internet no tiene filtros, y pocos son los que dedican un tiempo a verificar las notas o comentarios que comparten.

De los divulgadores de notas falsas, esos que lo hacen con la intención de desacreditar las acciones del gobierno, ejemplos de políticos sin escrúpulos, hay muchos, como el perredista Fernando Belaunzarán o las panistas Paloma Migoya o Mariana Gómez del Campo; esta última, incluso ha aseverado que desde Venezuela se financió la campaña electoral de AMLO; tenemos también el caso del prianista Javier Lozano, quien constantemente publica mentiras en su cuenta de twitter, las más recientes son fotos de manifestaciones multitudinarias de cualquier evento y fecha, que usa para falsamente ilustrar las miniprotestas fifís domingueras contra López Obrador. Lo anterior, sólo por mencionar algunos complotistas que siguen haciendo sus marrullerías políticas sin la menor vergüenza.

Por otro lado, tenemos a los detractores de la 4T en los noticieros de radio y televisión, y no es que la crítica no deba ejercerse, es más, en cualquier sistema de gobierno es saludable que se tenga, hasta la más dura, pero siempre y cuando no se haga de manera tendenciosa y basada en falsedades; pero, lamentablemente, en nuestro país varios periodistas reconocidos y de larga trayectoria, sobre todo los identificados con las administraciones prianistas pasadas, usan su amplia difusión para denostar y difamar al gobierno de AMLO.

Uno de estos mercenarios de la opinión es Joaquín López Dóriga, quien tras la renuncia de Josefa Ortíz Blanco a la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), divulgó la falsa noticia de que el exgobernador de Chiapas, Manuel Velasco, sería el nuevo titular de la dependencia, aunque después reculó; también, en su momento, aseveró que un científico del Conacyt protestaba contra la política de AMLO en cuanto a la ciencia: en la foto que subió a su cuenta de twitter, se aprecia que su protesta es contra el Conicet, una institución semejante al Conacyt pero argentina.

Otro caso execrable de un comunicador pendenciero, es el de Carlos Loret de Mola, sus notas falsas sobre AMLO y el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) merecen una tesis, sólo señalaré una de las más recientes: la de la crisis del sargazo en el caribe mexicano; asunto en el que dio como noticia que el Gobierno Federal se aprestaba a firmar una acuerdo millonario con una empresa privada, recién fundada, para extraer la planta acuática de los mares y playas mexicanos; nota que el mismo presidente desmintió, señalando que la limpieza estaría a cargo de la Secretaría de Marina, y que tal contrato era amañado, y que, con este, algunos particulares querían enriquecerse a costa del erario bajo la falsa bandera de un estado de emergencia nacional; no es aventurado pensar que tal vez fue una trampa que se le puso al presidente, para enredarlo en un asunto corrupto y después exponerlo y desacreditarlo.

Y qué tal Ciro Gómez Leyva, anunciando encuestas hechas sobre pedido y a modo, que señalan una abrupta, pero falsa, baja en la aceptación de Andrés Manuel entre la sociedad.

Estos comentaristas propalan notas falsas como primicias, primero por la necesidad de protagonismo que tienen, en tiempos en que la relación corrupta del gobierno y los medios se está superando, y más cuando en la radio y la televisión se abren espacios a nuevos comentaristas; y lo segundo, y más peligroso, debido a su amlofobía aderezan las noticias falsas con planteamientos de escenarios apocalípticos para México, y aunque sus fake news después son desmentidas, ya causaron una primera impresión de desprestigio contra la 4T. Además, esas noticias falsas son difundidas a un espectro mayor en las redes, por otros corifeos de las pasadas administraciones, como han hecho comunicadores exchayoteros del prianísmo; notas que, a su vez, son copiadas y pegadas sin recato por derefachos y fifílusos, y hasta por chairos de dudosa procedencia o fáciles de influenciar.

Es así, que la oposición mantiene un constante asedio contra la administración federal de Morena. Si a lo anterior, aunamos que algunos servidores públicos morenistas están cometiendo atropellos contra la ciudadanía y la democracia, tenemos un futuro incierto para los objetivos de la 4T.

De entre las pifias más sobresalientes de Morena tenemos a la presidenta municipal de Los Cabos, Armida Castro, en el asunto de la privatización del Estero de San José del Cabo, y en la tranza de la contratación de su hijo en el Organismo de Aguas Municipales; o el gobernador electo de Baja California, Jaime Bonilla, en el cochupo entre morenistas y prianistas para extenderle el periodo de gobierno de dos a cinco años, a cambio de cubrirle las espaldas al gobernador saliente Francisco Kiko Vega de Lamadrid, mediante el nombramiento de su amigo y colaborador Carlos Montejo Oceguera como auditor superior del estado, para los próximos años.

En la escena político social del inicio del sexenio de Morena, se está dando la coyuntura perfecta para que los detractores de AMLO claven una cuña y vayan socavando a la 4T, con miras, en primera instancia, a la revocación de mandato que se llevará acabo a mediados del sexenio, y en segundo término, a la elección de 2024. La oposición quiere regresar al poder, sin importar los costos sociales, a un partido conservador y derechista, para restablecer su modus vivendi y campear a sus anchas en la corrupción, asi como lo hicieron en los tres sexenios pasados; pero no todo es culpar a los opositores, y es que de Morena están emergiendo los gorgojos políticos que AMLO reclutó en la pasada campaña electoral, entre otros, Germán Martínez y Carlos Urzúa, que abandonaron y denostaron el barco, incluso antes de la zozobra; además de otros, de talante más criminal, como el exsuperdelegado Carlos Lomelí, quien fue obligado a renunciar.

La política, salvaje como es, ya le está cobrando las facturas a Obrador por las alianzas que hizo, con tal de ganar la elección presidencial ante la posibilidad de un fraude electoral —que se puso en marcha, pero que no logró ser concretado por los 30 millones de mexicanos que votamos por Morena—, y es que, ni nosotros esperábamos un levantamiento electoral de tal magnitud.

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AMLO: A un año del triunfo, la lucha social continúa

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La Última Trinchera

Por Roberto E. Galindo Domínguez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). A un año de que el pueblo se alzara electoralmente respaldando a Andrés Manuel López Obrador (AMLO) con más de 30 millones de votos, la popularidad del Presidente se mantiene arriba del 60%, aunque tuvo máximos de entre el 77% y 83% en los primeros cuatro meses de su mandato. A pesar de esa merma, su aceptación es, por mucho, superior al 53% con que ganó la elección, superando a sus adversarios que, juntos, lograron el 44% de los sufragios; pues en estas encuestas de popularidad, se toma en cuenta a la población en general, más allá de los que votaron en las elecciones. Lo anterior indica que el grueso de los que votamos por cambiar el rumbo de la nación, estamos ahí, al pie del cañón, mas muchos otros que se han ido sumando al movimiento.

El descenso en la popularidad puede deberse a diversos factores. Uno fundamental implica a muchos de los que no votaron por la Cuarta Transformación (4T), que incluso no participaron en las pasadas elecciones presidenciales, pero que ante el apabullante triunfo del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) se sumaron, aunque sea de opinión, en los meses siguientes; esos son los que subieron los porcentajes de aceptación arriba del 80%, y creo que muchos de esos adherentes pueden ser fácilmente influenciados por la campaña mediática constante que arremete contra el Presidente; la que se gesta desde la disminuida oposición política y una facción empresarial, respaldadas por un pequeño sector de la ciudadanía que está en contra de la 4T, ese que sale los domingos a tomar café y a caminar un rato en las manifestaciones anti-AMLO.

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Es así, que esos adherentes y desencantados de ocasión, pueden representar gran parte de la variación de la popularidad a la baja. Aunque no dudo que haya quienes votaron por AMLO y esperaban resultados inmediatos —ilusos hay en todos los movimientos—,  y que hoy se sientan desesperanzados; ellos y los que nunca han compartido nuestra visión política para la transformación de México, son una minoría que es magnificada por algunos medios de comunicación, sobre todo por comentaristas fieles al régimen que estamos acabando como Ciro Gómez, Joaquín López Dóriga, Leo Zuckermann, León Krauze —porque el padre ya perdió toda credibilidad— y algunos comentaristas más cercanos a la comicidad, como Carlos Alazraky, Ricardo Alemán y Carlos Marín; así como algunos de la nueva generación de opinantes ligeros, como Callo de Hacha y Chumel Torres, entre otros, que hablan más desde la burla y la ficción que desde el análisis. Varios de estos, bien pertrechados en las nóminas de las administraciones pasadas.

Afortunadamente, se abrieron espacios en la radio y la televisión a comentaristas y analistas más serios, como Julio HernándezJulio Astillero— que ya tiene un programa en Grupo Radio Centro (GRC), y se regresó a otros como Carmen Aristegui,  Nino Canún y John Ackerman, censurados por las administraciones pasadas.  Por otro lado, también se ha dado entrada a personajes críticos en general como Sabina Berman y a otros, de tendencia izquierdista, como Hernán Gómez Bruera, pero también es necesario mantener a los disconformes con la 4T. En este sentido es lamentable que Sergio Sarmiento salga de GRC, ya sabemos que se caracteriza por apoyar al régimen caduco y corrompido que intentamos cambiar, pero en una sociedad democrática todas las voces deben ser escuchadas y, aunque su salida no es cuestión de censura, sino, como él mismo lo ha dicho, una decisión de la empresa, sería bueno que accediera a otro espacio de difusión. Que GRC quiera congraciarse con la nueva administración, con acciones autónomas, no significa que hubiera línea presidencial.

Cambiar una inercia de décadas en la política, no dará resultados inmediatos. Así como yo, los millones que seguimos respaldando a AMLO no esperábamos que resolviera cualquier problema en 15 minutos, como tampoco lo hizo Vicente Fox, el ex Presidente que hoy es abucheado de las manifestaciones a las que convoca. Tampoco esperábamos que empeorara la situación del país desde los primeros meses de su mandato, como sucedió con Felipe Calderón. AMLO y Morena no lo han hecho, el país se mantiene y avanza, la prueba de ello es que no somos la Venezuela prometida en documentales pagados por un sector de la cúpula empresarial y propalados en la voz de los corifeos del poder, incluso extranjeros pagados como la guatemalteca Gloría Álvarez. El peso ha repuntado y se ha mantenido frente al dólar; se disminuyó considerablemente el huachicoleo en Petróleos Mexicanos (Pemex), institución que se está rehabilitando, igual que muchas otras en las que predominaba la corrupción, como las del sistema de salud.

El combate a la corrupción está limitando el robo de recursos económicos y en especie, pero se está librando en múltiples frentes; y es que casi todas las instituciones gubernamentales fueron entregadas a la nueva administración con altos índices de descomposición. Por otro lado, se han bajado sueldos de funcionarios públicos, sumas que eran insultantes ante los niveles de pobreza del país; además, se han eliminado plazas burocráticas duplicadas o innecesarias —muchas de ellas generadas por medio de moches y prebendas entre administrativos y directores corruptos de las pasadas administraciones o que fueron necesarias por la ineficacia de los sindicalizados—, con lo que se están ahorrando más recursos económicos. Todo lo anterior, aunado a una mayor recaudación de impuestos, que no implica el incremento de los mismos sino un ejercicio estricto de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, nos da como resultado que se están obteniendo miles de millones de pesos, que serán destinados al programa económico, social y pacificador del país.

Así como no esperamos, y nunca lo hicimos, resultados inmediatos, tampoco creemos que AMLO vaya a llevar al país al borde del colapso en el sexenio, como sí lo hizo Peña Nieto; y no sólo no lo consideramos una posibilidad por el desempeño del presidente o de lo políticos de Morena, no lo esperamos porque nosotros, los que desde hace 18 o más años gestamos desde nuestras trincheras la coyuntura política, social y económica en la que nos encontramos, mas los que se nos sumaron en la elección pasada, somos parte de ese impulso que brega por romper la inercia de décadas de corrupción y política al servicio de las minorías privilegiadas.

La legitimidad de un nuevo gobierno se da por los resultados de la elección de la que emana, tenemos así que, en 2006, Felipe Calderón se erigió como primer mandatario con  15 millones de votos y que, en 2012, Peña Nieto alcanzó una cifra de 19 millones; pero los dos candidatos recibieron la banda presidencial bajo fuertes cuestionamientos de fraude electoral. En el caso de Calderón, su necesidad de legitimación ante los altos niveles de impopularidad lo hizo lanzar un combate frontal contra el crimen organizado, al menos contra algunos grupos, sacando al Ejército y a la Marina a las calles, a ejercer funciones de orden policial; como resultado, México está en la inercia de violencia y barbarie a la que nos condenó, al menos por varios años.

En el caso de Peña Nieto, su mayor golpe legitimador fue mediático, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) metió a la cárcel a su antigua aliada, la maestra Elba Esther Gordillo; en un acto de venganza le cobraban la afrenta de haberle ofrecido a AMLO su estructura magisterial para operar en las elecciones de 2006, la que el tabasqueño no aceptó, tras lo cual Gordillo y la mayor parte del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) operaron a favor de Calderón. Y sí, la maestra fue liberada después de la victoria de AMLO en las urnas, pero su liberación estuvo pactada desde el sexenio peñanietista con el Poder Judicial, ese que hoy también se evidencia inmerso en la corrupción.

La legitimación de AMLO se dio con 30 millones de mexicanos, entre los cuales se tiene al mayor porcentaje de gente con educación universitaria y preparatoria, así como con los mejores ingresos promedio. En cambio, entre los votantes de Antonio Meade, se tienen los porcentajes más altos de gente sin escolaridad o con el nivel de primaria, y con los menores ingresos, así como el menor porcentaje de gente con educación universitaria. Por su parte, el panista, Ricardo Anaya, obtuvo una clara medianía entre sus electores, quienes se dividieron en 5 porcentajes, que van del 20 al 24% entre gente sin educación, con primaria, con secundaria, con preparatoria y hasta universidad o más. Lo anterior indica que el cambio en la vida pública del país, se está dando con la mayor parte de la sociedad, y, de esta, con la gente más preparada; la clase media educada está impulsando la transformación. A diferencia del voto duro priísta, que incluso mermado, sigue sufragando por pequeñas dádivas en especie y/o económicas; y esta práctica clientelar ha sido bien adoptada por los panistas, pues en la elección pasada se allegaron a un sector importante de los votantes más humildes y sin estudios, que incluso superaron a aquellos panistas con nivel universitario (Los datos estadísticos pueden consultarse aquí).

Si la urgente necesidad de cambiar la trayectoria político social del país surgió de la decadencia en que los prianistas nos metieron, también es una realidad que, en términos prácticos, la acompañamos la mayor parte de la población de todos los segmentos, con una representación muy importante de la gente más crítica y educada de la nación, al contrario de lo que muchos comentaristas y la oposición se empeñan en decir, incluso haciendo símiles baratos con focas y borregos o considerándonos una masa manipulable.

No debemos olvidar que son tres las cosas fundamentales que esperamos los que impulsamos el cambio: disminuir la corrupción, mejorar las condiciones económicas de las mayorías y restringir la inseguridad y la violencia. En lo primero se están dando resultados tangibles y eso derivará, en el mediano plazo, en el mejoramiento de lo segundo; el tercer tema es algo en lo que la nueva administración —aunque ya está trabajando con La Guardia Nacional— debe enfocar todas sus baterías, y debe ya de dejar de repetir que es resultado de las malas administraciones pasadas, aunque así lo sea, pues eso lo toma la oposición como un arma de ataque y lo convierte en campaña mediática. El gobierno debe entregar resultados contundentes, ya nosotros nos ocuparemos de ilustrar a los ilusos, de agrandar la memoria de los detractores y de enjuiciar históricamente a ladrones, asesinos y vende patrias.

Han pasado seis meses de la entrada en funciones del gobierno y la inseguridad ha aumentado, eso es entendible por los cambios en todas las instituciones, sobre todo en las involucradas en la seguridad, como el caso de la Policía Federal, agrupación que está siendo purgada de sus malos elementos y que desaparecerá. Con los cambios, los acuerdos entre servidores públicos, mandos militares y/o policiacos corruptos con el crimen organizado, se ven alterados, y es normal que los índices delictivos se modifiquen. Eso es muestra de que se está haciendo algo, no como en la alternancia del año 2000, o en la continuidad panista del 2006 o durante el regreso del PRI a Los Pinos en 2012; ocasiones en que los canjes de administraciones significaron la continuidad de una política corrupta y corruptora, por lo que entonces los índices delictivos mantuvieron su tendencia a la baja o a la alta, pero en el largo término con propensión al incremento. La espiral de violencia no será fácil de detener, la inercia es enorme, la corrupción rampante, pero es indispensable que el gobierno de resultados notorios en esta materia antes de cumplir el primer año de su gestión, de otra manera la 4T podría ser frenada en sus otros objetivos.

La transformación de México no va a ser fácil, ni rápida, no va a estar libre de descalabros ni de errores, pero se está llevando a cabo. Y aunque los comentaristas de derecha griten en contra de la 4T, deben reconocer que, tras la transición, no nos encontramos en crisis económica y que los vaticinios del apocalipsis se han esfumado.

El repunte vendrá en todas las vertientes en los meses siguientes, incluso en el lapso de los tres primeros años del sexenio, de no ser así AMLO puede ser reprobado en el ejercicio de revocación de mandato; pero si el gobierno da resultados considerables en seguridad y en los rubros económicos y sociales, entonces la 4T habrá logrado instaurarse de la mano de AMLO para ser continuada por los que vienen a la izquierda, de en medio y de atrás, pero decididos a ir adelante; mientras tanto la lucha social continúa.

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Nos han dado un presidente. A un año del triunfo de AMLO (II)

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Colaboración Especial

Por Raúl Carrillo Arciniega

 

Nos han dado un presidente

Charleston, Carolina del Sur (EE.UU.). Una característica que la narrativa de AMLO construye, es que objetiviza el concepto de pueblo, y, como ya ha sido dicho y contemplado, es la construcción de un populista. El Pueblo, esa unidad amorfa y vacía donde el discurso que pretende imponer se enraíza y se acepta; se consolida como una voz de algo, que no tiene una voz libre ni al margen de quien se le pregunta. Esto se ha corroborado en sus reuniones tipo rally de Trump, donde le pregunta a la gente (que asistió y que simpatiza con la política que implementará, sea cual fuere), sobre qué cursos debe tomar tal o cual iniciativa, y pregunta en una especie de votación expedita si debe o no ir el Tren Maya, a lo que todos los presentes contestan con un Sí, que era previsto desde el principio. Este mecanismo de acarreo tiene toda una tradición del viejo PRI.

El respaldo popular era la clave de la apariencia del poder en la dictadura perfecta, o dictablanda, que generaba un dominio sexenal y un apoyo de los sectores del PRI. Dado que los inicios de AMLO son de factura patriarcal, el modelo del acarreo sigue; de igual modo, es ligado con el modelo del acarreo en las iglesias católicas, donde el padre es quien convoca a su grey para que oigan lo que les tiene que decir. AMLO hace lo mismo a través de sus conferencias, sermones mañaneros, en los que calibra, pontifica, perdona deudas, regaña, desmiente cifras, critica a su crítica, pero sobre todo impone su discurso, impone una verdad narrativa que busca consolidar el rumbo de México en todos los niveles.

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El combate a la corrupción no es un combate real sino sólo de imagen. Mostrar que él y los suyos serán los paladines que se den baños de pureza. Para muestra ya tenemos un par de renuncias, una del director del IMSS y la otra de la secretaria del medio ambiente. El primero ha renunciado porque los recortes afectan a los derechohabientes y éstos no han sido calibrados para atenderlos, por falta y escasez de medicamentos. Ha redactado una carta en donde denuncia esas irregularidades, a lo que AMLO sólo ha respondido que lo que hace su gobierno está bien, porque va contra la corrupción.

La segunda, aparentemente, por un abuso de poder y basada en que se regresó un avión para que la secretaria de Turismo pudiera llegar a su destino. Ha sido una muestra de prepotencia y eso será inadmisible dentro del esquema nuevo gobierno. Si antes había sido reprendida por su desempeño laboral, no nos enteramos. Lo que no se ha tolerado es hacer ver mal al nuevo gobierno, preservando ciertas prácticas que han sido percibidas por el grueso de la población como actos de corrupción.

En todo caso, sus manifestaciones contra la corrupción han sido más dirigidas hacia el problema cosmético de cómo se ve a sí mismo el presidente de México y su necesidad de ser vitoreado por la historia de México como el gran transformador de México. Al haber obtenido el grueso de los votos y haber ganado los congresos estatales y federales, se ha tenido que echar mano de quienes estuvieron desde el principio en la lucha por el poder. Se ha desechado a aquellos que no tenían más de 15 años en el intento de reconstruir al país, de ahí que la nueva transformación de México en ocasiones se muestre como mero tinglado, como una mera fachada que tiende a construir una idea de país más que un país donde el bienestar sea proporcionado por el gobierno.

AMLO sigue el esquema del viejo paternalismo priista de los años 40, donde el gobierno debía ser el principal benefactor del hombre rural, que tenía que otorgar la tierra, y cuyos resultados podemos leer, el cuento de Juan Rulfo Nos han dado la tierra, por ejemplo. La creación de los ejidos que ahora, por ejemplo, están lucrando en zonas que antes no eran consideradas de interés turístico y hotelero. AMLO concreta la realidad conjurándola. Su mecanismo dialógico no lo es del todo, sino una simulación más dentro del paradigma del poder. El enquistamiento de la corrupción muestra que lo único real será un comportamiento de su gabinete, a quienes les ha bajado el sueldo y deben celebrarlo para que nadie gane más dinero que él.

Su estilo de hacer política, alberga la consideración de que el poder se ejerce a partir del discurso que él mismo tiene y no escatima en echar mano de todo el poder de la palabra desde su autoridad. Cita, por ejemplo, sin ningún resquemor, palabras directas de una Biblia que no sabemos si lee, pero que su base sí la considera como un discurso desde donde emana la verdad, y la verdad emana desde el propio discurso, a través de su persona, como vicario de un poder que él solo usufructúa, que él solo comunica al más puro y viejo estilo cristiano. Él es el tata Dios que busca la mejoría del pueblo, en una especie de bondad histórica e histriónica que no lamenta decir que el mundo es lo que acaece y en ese acaecimiento está la verdad del hombre mexicano.

Sus discursos pausados, son asequibles para cualquier persona con escolaridad de sexto de primaria, su corta variedad léxica sorprende, pero de igual forma sorprende su manera de hipnotizar a las masas. En un país donde el rumbo se ha perdido, AMLO surge como la única implementación de una posibilidad, de que el mundo no es tan injusto como se cree y que no sólo aquellos que han nacido ricos y con posibilidades de estudio triunfan. Es la mentalidad de quienes creen que al votar por AMLO se instaura una cuarta transformación, una especie de resurrección de las almas y la instauración de un paraíso que se llamará México.

AMLO dice recibir el parte de la delincuencia todos los días y afirma no delegar nada, contemplar el dato duro y no nos dice qué más hace con él. Entendemos que podría estar al tanto del número de muertos que se registran en el país. Creemos entender que, cuando lo recibe y lo lee, de seis de la mañana a siete, detalla alguna estrategia y habla con alguien para decir qué se debe hacer. Para algunos más optimistas, ya reconocer el número de asesinatos nos tendría que llevar al segundo paso, que sería la implementación de algún mecanismo para su contención. Volvemos una vez más al viejo problema entre el gobernar, el administrar y el hacer política palaciega.

En el primer caso, administrar resulta más gravoso de lo que se piensa, porque el país enfrenta una crisis profunda en el uso del recurso público, mismo que lleva a la corrupción. ¿Cómo detener ese sistema sobre el que se ha basado México a lo largo de su historia postrevolucionaria? ¿Cómo atender al proceso de reencause, donde el pueblo habrá de recibir esas bondades capitalistas que tanto busca? Es que, a la postre, el discurso de AMLO no es claro. No tiene una dirección mas que su propia megalomanía, que ha jurado que no le atacará.

El problema con la megalomanía es que nadie es inmune a sus caricias y mayor poder, y con esto quiero decir, a mayor atención a las palabras del tlatoani, mayor poder, para que su voluntad sea cumplida. AMLO no delega, sólo en su silla de Águila podría encontrar la respuesta a la transformación que México necesita, una transformación en la que, lo que llaman el proyecto, puede tener alguna salida notable, alguna construcción real de quienes buscan que el mundo sea de los justos y de aquellos que buscan el poder del cielo en la tierra. AMLO cree tener la respuesta, cree en la metafísica al estilo Connie Méndez, donde una vez decretado, el universo se confabula para que sea realidad.

AMLO cree en la magia que desde su rincón de oración presenta al mundo mexicano, que es bueno y sabio. Pero eso es hacer política en México, y pareciera que en todo el mundo, buscar que el verbo impere y que vaya haciéndose real. Es lamentable verlo platicar con Zuckenberg sobre temas que ya han sido puestos en el terreno fallido, como lo es la incorporación de un internet gratuito que no fraguó, y cómo lo dice a la prensa. Es la misma magia que AMLO se atribuye a sí mismo, es la magia de la tecnología, la que opera dentro de su propia aura salvadora.

En efecto, México necesita salir de su atraso, de su estética del atraso, cuya imagen hace que México pueda invertir en turismo. La magia debe estar presente para ofrecer a México como un destino donde el sabor, el atraso y la calidez humana, muestran una cultura ancestralmente sometida, una cultura que, más que buscar salir de su atraso, se pone de pechito para mostrar esa misma reciedumbre que se nos fue en el devenir histórico de un país que hubo sido, un país que no logra congraciar lo que es, con lo que quisiera ser. De ahí que AMLO sea el salvador, quien intentó menear la varita mágica de los pueblos originarios y de aceptar un bastón que otro López también había aceptado, López Portillo, cuya actuación en la política nacional no había tenido un parangón semejante hasta que López Obrador tomó conciencia de sí mismo y de cómo sólo se necesitaba de su carisma, para perseguir la promesa de un país que ha imaginado tantas veces, desde que apoyó la candidatura de unidad de López Portillo. Por eso AMLO se materializa con la palabra a diario, se sintoniza y se exhibe, desmañana a todos sus colaboradores y se para atrás, para ver cómo sus achichincles salen avante de una serie de preguntas a modo.

Hay que reconocer que sí, al país le ha faltado todo, y que el capitalismo de cuates ha sido una de las armas más letales que ha mantenido al país una fisonomía que siempre ha tenido desde La Colonia. ¿Cómo salvar lo insalvable? ¿Cómo no pensar que el país puede ser salvable? Y de ahí radica toda esa esperanza que se erige de los discursos de AMLO. En el fondo somos unos optimistas, en el fondo nos creemos toda conspiración por idiota que parezca. Y es que no creerla es hundirnos y regodearnos en la mierda de que el barco ha vivido en naufragio desde que soltamos la amarraras de la Metrópoli.

De ahí que los intentos por una restitución monárquica con Maximiliano hayan llegado tan lejos y le hayan costado la vida al heredero Hasburgo. Porque el proyecto de restitución fue presentado como una muestra de realidad, donde el hijo adolescente ha salido loco e incompetente, donde no hemos podido controlar nada de lo que podría hacer de este país, una vía para salir de esta pobreza y ese atraso, que tanto atraen para salir bien en las fotos de los viajes que se pegan quienes sienten que desafían a la muerte por vacacionar en nuestras tierras. Y si utilizo el posesivo, es porque no tengo otro lugar para asentarme que ese, que me vio nacer, en medio del privilegio de nacer con todas las oportunidades de seguir siendo parte de una minoría educada, pero al mismo tiempo, consciente que el México del atraso es el México de la norma.

Desgraciadamente no podemos sólo conjurar, decretar o hacer rituales para salir de ese atraso histórico; hace falta mucho más, repensar el artificio, rediseñar el esquema que incluya un mundo en constante cambio y que haga de la negociación, un terreno donde la política no sea un juego de palacio, sino la cooperación de todo una estructura, reconocer las responsabilidades del gobierno, de qué es lo que debe hacer y qué es lo que debe proveer: salud, educación, seguridad, servicios, agua… elementos que puedan hacer que el mundo, la población, se construya, que la población desarrolle su potencial para convertirse en humano, y no seguidor de magos y falsos ídolos que creen que con decretar que el sargazo ya no es malo, el hedor de su putrefacción ya no se sienta.

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