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AMLO y la 4T en el arranque del 2020

FOTO: Ernesto Muñoz.

La Última Trinchera

Por Roberto E. Galindo Domínguez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En el inicio de este año vale la pena repasar algunos acontecimientos del 2019 sobre la relación del gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y la oposición política y ciudadana a la cuarta transformación (4T); sobre todo por que una minoría detractora, que en diciembre pasado no superaba el 28% de los mexicanos, se ha mantenido en una línea de dura crítica contra toda política del gobierno. Lo lamentable es que algunos de los opositores más mediáticos usen la mentira en contra de la administración actual; lo que ha permitido a sus pocos seguidores propalar noticias falsas sobre las acciones gubernamentales, para abonar a un clima de confrontación política que los infamadores generan culpando a los simpatizantes de la 4T.

Si bien es cierto que la administración de AMLO heredó un sinfín de graves dificultades nacionales, causadas y potenciadas por las administraciones anteriores del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y del Partido Acción Nacional (PAN), eso cada vez tiene menor preponderancia para justificar la no resolución de algunos de los problemas más graves del país, como la inseguridad y la violencia, temas en los que la administración federal no ha dado buenos resultados; y en ello debe trabajar el presidente y su equipo, pues ya se ha consumido un tercio del tiempo pactado para la evaluación intermedia que AMLO se impuso para la revocación o ratificación de su mandato mediante una consulta popular.

FOTO: Luis Mendez

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Aunque la economía no se ha deteriorado como vaticinaban políticos e intelectuales de la derecha, no se han incrementado los impuestos e incluso el peso ha repuntado frente al dólar y paulatinamente se mejoran los servicios de salud y se combate la corrupción en todos los espacios gubernamentales, principalmente en Petróleos Mexicanos (Pemex), será el tema de la seguridad el que pueda descarrilar a AMLO y a la 4T de este sexenio y regrese al PAN, al PRI o a una coalición de derecha a la silla presidencial en 2024.

Y aunque en el país no todo va sobre ruedas, es muy favorable para el gobierno que la mayoría de las críticas y ataques de sus detractores estén basados en mentiras o tergiversaciones. Durante el 2019, la minoría opositora y delirante nos acostumbró a esperar los desmentidos gubernamentales o periodísticos a cada nueva noticia falsa; y aunque algunas de plano eran inconcebibles, arrastraron al abrevadero de la desinformación y la psicosis a más de un ciudadano, que incluso se arrepintió de haberle dado su voto a AMLO.

A principios del año pasado se difundieron imágenes de supermercados con anaqueles vacíos, que los detractores manejaron como consecuencia del desabasto de combustible tras el inicio de las acciones para erradicar el huachicoleo, aunado a estas imágenes se difundió el rumor de que México había dejado de importar gasolina de Estados Unidos; nos quisieron hacer creer que nos convertíamos en Venezuela.

En febrero se esparció la noticia falsa de que en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) había desabasto de medicamentos debido al plan de austeridad republicana emprendido por la nueva administración. Y si bien fue cierto que hubo retraso en la adquisición y distribución de algunas medicinas, fue debido a que se comenzó a desmantelar la cadena de influyentismo y corrupción de algunos políticos y empresarios en cuanto a la adquisición de los medicamentos; en varios de los casos se detectaron compras a sobreprecio o acaparamiento del producto por parte de las compañías farmacéuticas y los intermediarios.

Entre abril y marzo la noticia falsa de moda fue que Morena organizaba los abucheos a gobernadores en las entidades visitadas por el presidente, incluso se falsificaron documentos con el logotipo de Morena para tal efecto, cuando eran simplemente simpatizantes de AMLO los que les gritaban a los gobernadores priístas o panistas; fue el presidente quien conminó al respetable público a ya no lastimar los oídos de los políticos de otros partidos.

Una de las notas más sonadas de mediados del año pasado, incluso difundida por periodistas de radio y televisión, entre ellos Joaquín López Dóriga, fue que el exgobernador de Chiapas, Manuel Velasco, sería el nuevo titular de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat). También Joaquín fue “víctima” de las fake news cuando compartió la foto de un científico que pedía ayuda contra el recorte presupuestal al Conicet (instancia de promoción científica en Argentina), que no al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), ¿mala leche de Joaquín o falta de labor periodística?, usted decida.

Algunos políticos no se quedaron atrás en la fabricación de noticias falsas, por ejemplo Paola Migoya, excandidata del Partido Verde Ecologista de México a la alcaldía de Puebla, mostró sobres falsificados de la tarjeta Bienestar en los que se leía que AMLO prohibía que lo criticaran. En junio se dijo en redes sociales que la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) reprimiría a quienes criticaran a AMLO. En julio, una noticia falsa que me gustó mucho, fue la de que el gobierno estaba despidiendo médicos mexicanos por que estaba contratando médicos cubanos; le tengo especial cariño a esta trastada por que varios de mis conocidos cayeron redonditos como en 28 de diciembre. En agosto la diputada “independiente” panista Ana Lucia Riojas Martínez, acusó al gobierno de la Ciudad de México de reprimir violentamente las manifestaciones feministas, cuando la violencia en esas marchas fue generada por un reducido grupo de las manifestantes y las fuerzas policiacas dieron ejemplo de contención sin represión.

A poco más de un año de iniciado el sexenio de AMLO podríamos por mes y por semana, tal vez hasta por día, mencionar las notas falsas que se difundieron en 2019, pero la lista sería muy larga. Lo que ha quedado claro es que con el uso de la mentira, la difamación y la desinformación los detractores no han logrado que la aceptación social que tiene el presidente disminuya considerablemente, pues al cierre de 2019 la popularidad de AMLO era del 72%, cuando en enero del mismo año era del 76%; aunque no ha repuntado a sus máximos de finales de 2018 o de febrero de 2019 cuando llegó hasta un 86% (de acuerdo a encuestas realizadas por El Financiero).

Los números mencionados nos indican que al menos un 70% de los mexicanos apoyan a AMLO desde que ganó la elección y hasta la fecha, que aproximadamente un 15% puede apoyarlo en algunos temas o en determinadas ocasiones y en otros asuntos integrarse al 15% de los detractores férreos, que es cuando el sector que critica al gobierno de Morena alcanza un porcentaje aproximado del 30%.

Cabe señalar que durante el primer año de la administración de AMLO se han tenido momentos críticos que nos han hecho temblar a la mayoría de los mexicanos, la lista de sucesos terribles o acciones erradas de la administración federal también es grande, sólo menciono algunos: la explosión de Tlahuelilpan en el estado de Hidalgo, el desastroso operativo para la captura de Ovidio Guzmán, el asesinato de varios integrantes de la familia Lebarón y varios acontecimientos más, en su mayoría relacionados con el crimen organizado y con el combate a la corrupción; además de varias pifias locales cometidas por funcionarios públicos de Morena, como el asunto de la extensión de mandato de Jaime Bonilla en Baja California o la desastrosa administración de algunos presidentes municipales como la de Armida Castro en Los Cabos; los casos de políticos que llegaron a su puesto bajo el cobijo de AMLO y la 4T y que en cuestión de días mostraron su verdadero y nefasto proceder son varios más.

Para desgracia de los detractores más duros la difamación sólo ha consolidado más a la 4T, mientras que como resultado del combate a la corrupción se ventilan numerosos casos de estafas, desvíos de recursos y otros crímenes financieros a los que se siguen vinculando a políticos y funcionarios panistas y priístas; tal es el caso de Rosario Robles y Genaro García Luna, a los cuales se le siguen procesos judiciales en México y Estados Unidos respectivamente, lo que cada vez le deja más claro a la sociedad que la porquería de la corrupción política llegó en los sexenios pasados a niveles tan altos como la Presidencia de la República o que de ahí descendió. Lo anterior es una de las razones por las que a pesar de los errores de la 4T y de la promesa incumplida de AMLO de disminuir la violencia en su primer año de gobierno, en el arranque de 2020 tenga el respaldo de una abrumadora mayoría de la sociedad mexicana.

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Complot mediático ahoga a la 4T en falsedades, pero también en sus errores

FOTOS: Internet.

La Última Trinchera

Por Roberto E. Galindo Domínguez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). La oposición, a través de algunos medios de comunicación y mediante campañas de desprestigio en las redes sociales, nos quiere hacer creer que estamos en crisis, o a punto de entrar en una; los artífices están en las cúpulas de la política y en las élites económicas de este país; los mercenarios de campo son comentaristas exchayoteros; y los soldados de a pie son los que, en las redes, reproducen los ataques, ellos, los del último eslabón de la cadena, son derefachos de cepa o fifílusos —en el peor de los casos aspiracionales—. Todos ellos quieren hacernos creer que México está mal, peor de lo que estaba.

En realidad los que están en crisis son ellos, la oposición, y es que se les acaba el tiempo para intentar recuperar sus privilegios y continuar haciendo marrullerías con el resto de la sociedad. Nosotros tenemos más de cinco años por delante, para reanimar al país y consolidar el proyecto de la Cuarta Transformación (4T). Ellos tienen menos de seis años, para presentarse al proceso electoral de 2024; y hasta hoy, lo que en su mayoría usan para atacar al régimen actual, son denostaciones, falsas noticias y, eso sí, una intención muy firme de desacreditar, por cualquier vía, al presidente más legítimo de las últimas décadas, tal vez el único que ha tenido México.

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Lo que los de la oposición no quieren aceptar, es que la gran mayoría de los mexicanos estamos cansados de lo que ellos representaron en su momento, temen entender que la situación está cambiando, que las relaciones socioeconómicas se están modificando, aunque ligeramente; pero eso los tiene tan temerosos, que invocan con nostalgia furibunda al comunismo, al socialismo, al Che Guevara, a Hugo Chávez, a los hijos de Fidel, y cuando sus temores son más grandes, incluso hablan y defienden al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), clamando a gritos el resurgimiento del subcomandante Marcos para que confronte a Andrés Manuel López Obrador (AMLO).

Qué más se puede esperar de la oposición, si sus maestros del chayote intelectual, como Enrique Krauze, complotaron contra Andrés Manuel inventando intervenciones rusas en la política mexicana; y otros, más discretos o menos torpes, pagan a comentaristas extranjeros como Gloria Álvarez, quien, en piel de sirena, les endulza el oído a los temerosos fifís y trata de seducir a las clases medias, diciéndoles de que lado masca la iguana. Qué podemos esperar, si estaban acostumbrados a llevarse del plato a la boca la sopa en cuchara de oro y sin derramar una gota, para después devorar el guisado, sólo dejando que las migajas cayeran de su mesa a las masas.

De la oposición podemos esperar falsedades y triquiñuelas, pero debemos reconocerlas en las redes, aunque no es fácil, pues el flujo de información en Internet no tiene filtros, y pocos son los que dedican un tiempo a verificar las notas o comentarios que comparten.

De los divulgadores de notas falsas, esos que lo hacen con la intención de desacreditar las acciones del gobierno, ejemplos de políticos sin escrúpulos, hay muchos, como el perredista Fernando Belaunzarán o las panistas Paloma Migoya o Mariana Gómez del Campo; esta última, incluso ha aseverado que desde Venezuela se financió la campaña electoral de AMLO; tenemos también el caso del prianista Javier Lozano, quien constantemente publica mentiras en su cuenta de twitter, las más recientes son fotos de manifestaciones multitudinarias de cualquier evento y fecha, que usa para falsamente ilustrar las miniprotestas fifís domingueras contra López Obrador. Lo anterior, sólo por mencionar algunos complotistas que siguen haciendo sus marrullerías políticas sin la menor vergüenza.

Por otro lado, tenemos a los detractores de la 4T en los noticieros de radio y televisión, y no es que la crítica no deba ejercerse, es más, en cualquier sistema de gobierno es saludable que se tenga, hasta la más dura, pero siempre y cuando no se haga de manera tendenciosa y basada en falsedades; pero, lamentablemente, en nuestro país varios periodistas reconocidos y de larga trayectoria, sobre todo los identificados con las administraciones prianistas pasadas, usan su amplia difusión para denostar y difamar al gobierno de AMLO.

Uno de estos mercenarios de la opinión es Joaquín López Dóriga, quien tras la renuncia de Josefa Ortíz Blanco a la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), divulgó la falsa noticia de que el exgobernador de Chiapas, Manuel Velasco, sería el nuevo titular de la dependencia, aunque después reculó; también, en su momento, aseveró que un científico del Conacyt protestaba contra la política de AMLO en cuanto a la ciencia: en la foto que subió a su cuenta de twitter, se aprecia que su protesta es contra el Conicet, una institución semejante al Conacyt pero argentina.

Otro caso execrable de un comunicador pendenciero, es el de Carlos Loret de Mola, sus notas falsas sobre AMLO y el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) merecen una tesis, sólo señalaré una de las más recientes: la de la crisis del sargazo en el caribe mexicano; asunto en el que dio como noticia que el Gobierno Federal se aprestaba a firmar una acuerdo millonario con una empresa privada, recién fundada, para extraer la planta acuática de los mares y playas mexicanos; nota que el mismo presidente desmintió, señalando que la limpieza estaría a cargo de la Secretaría de Marina, y que tal contrato era amañado, y que, con este, algunos particulares querían enriquecerse a costa del erario bajo la falsa bandera de un estado de emergencia nacional; no es aventurado pensar que tal vez fue una trampa que se le puso al presidente, para enredarlo en un asunto corrupto y después exponerlo y desacreditarlo.

Y qué tal Ciro Gómez Leyva, anunciando encuestas hechas sobre pedido y a modo, que señalan una abrupta, pero falsa, baja en la aceptación de Andrés Manuel entre la sociedad.

Estos comentaristas propalan notas falsas como primicias, primero por la necesidad de protagonismo que tienen, en tiempos en que la relación corrupta del gobierno y los medios se está superando, y más cuando en la radio y la televisión se abren espacios a nuevos comentaristas; y lo segundo, y más peligroso, debido a su amlofobía aderezan las noticias falsas con planteamientos de escenarios apocalípticos para México, y aunque sus fake news después son desmentidas, ya causaron una primera impresión de desprestigio contra la 4T. Además, esas noticias falsas son difundidas a un espectro mayor en las redes, por otros corifeos de las pasadas administraciones, como han hecho comunicadores exchayoteros del prianísmo; notas que, a su vez, son copiadas y pegadas sin recato por derefachos y fifílusos, y hasta por chairos de dudosa procedencia o fáciles de influenciar.

Es así, que la oposición mantiene un constante asedio contra la administración federal de Morena. Si a lo anterior, aunamos que algunos servidores públicos morenistas están cometiendo atropellos contra la ciudadanía y la democracia, tenemos un futuro incierto para los objetivos de la 4T.

De entre las pifias más sobresalientes de Morena tenemos a la presidenta municipal de Los Cabos, Armida Castro, en el asunto de la privatización del Estero de San José del Cabo, y en la tranza de la contratación de su hijo en el Organismo de Aguas Municipales; o el gobernador electo de Baja California, Jaime Bonilla, en el cochupo entre morenistas y prianistas para extenderle el periodo de gobierno de dos a cinco años, a cambio de cubrirle las espaldas al gobernador saliente Francisco Kiko Vega de Lamadrid, mediante el nombramiento de su amigo y colaborador Carlos Montejo Oceguera como auditor superior del estado, para los próximos años.

En la escena político social del inicio del sexenio de Morena, se está dando la coyuntura perfecta para que los detractores de AMLO claven una cuña y vayan socavando a la 4T, con miras, en primera instancia, a la revocación de mandato que se llevará acabo a mediados del sexenio, y en segundo término, a la elección de 2024. La oposición quiere regresar al poder, sin importar los costos sociales, a un partido conservador y derechista, para restablecer su modus vivendi y campear a sus anchas en la corrupción, asi como lo hicieron en los tres sexenios pasados; pero no todo es culpar a los opositores, y es que de Morena están emergiendo los gorgojos políticos que AMLO reclutó en la pasada campaña electoral, entre otros, Germán Martínez y Carlos Urzúa, que abandonaron y denostaron el barco, incluso antes de la zozobra; además de otros, de talante más criminal, como el exsuperdelegado Carlos Lomelí, quien fue obligado a renunciar.

La política, salvaje como es, ya le está cobrando las facturas a Obrador por las alianzas que hizo, con tal de ganar la elección presidencial ante la posibilidad de un fraude electoral —que se puso en marcha, pero que no logró ser concretado por los 30 millones de mexicanos que votamos por Morena—, y es que, ni nosotros esperábamos un levantamiento electoral de tal magnitud.

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AMLO: A un año del triunfo, la lucha social continúa

FOTOS: Internet.

La Última Trinchera

Por Roberto E. Galindo Domínguez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). A un año de que el pueblo se alzara electoralmente respaldando a Andrés Manuel López Obrador (AMLO) con más de 30 millones de votos, la popularidad del Presidente se mantiene arriba del 60%, aunque tuvo máximos de entre el 77% y 83% en los primeros cuatro meses de su mandato. A pesar de esa merma, su aceptación es, por mucho, superior al 53% con que ganó la elección, superando a sus adversarios que, juntos, lograron el 44% de los sufragios; pues en estas encuestas de popularidad, se toma en cuenta a la población en general, más allá de los que votaron en las elecciones. Lo anterior indica que el grueso de los que votamos por cambiar el rumbo de la nación, estamos ahí, al pie del cañón, mas muchos otros que se han ido sumando al movimiento.

El descenso en la popularidad puede deberse a diversos factores. Uno fundamental implica a muchos de los que no votaron por la Cuarta Transformación (4T), que incluso no participaron en las pasadas elecciones presidenciales, pero que ante el apabullante triunfo del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) se sumaron, aunque sea de opinión, en los meses siguientes; esos son los que subieron los porcentajes de aceptación arriba del 80%, y creo que muchos de esos adherentes pueden ser fácilmente influenciados por la campaña mediática constante que arremete contra el Presidente; la que se gesta desde la disminuida oposición política y una facción empresarial, respaldadas por un pequeño sector de la ciudadanía que está en contra de la 4T, ese que sale los domingos a tomar café y a caminar un rato en las manifestaciones anti-AMLO.

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Es así, que esos adherentes y desencantados de ocasión, pueden representar gran parte de la variación de la popularidad a la baja. Aunque no dudo que haya quienes votaron por AMLO y esperaban resultados inmediatos —ilusos hay en todos los movimientos—,  y que hoy se sientan desesperanzados; ellos y los que nunca han compartido nuestra visión política para la transformación de México, son una minoría que es magnificada por algunos medios de comunicación, sobre todo por comentaristas fieles al régimen que estamos acabando como Ciro Gómez, Joaquín López Dóriga, Leo Zuckermann, León Krauze —porque el padre ya perdió toda credibilidad— y algunos comentaristas más cercanos a la comicidad, como Carlos Alazraky, Ricardo Alemán y Carlos Marín; así como algunos de la nueva generación de opinantes ligeros, como Callo de Hacha y Chumel Torres, entre otros, que hablan más desde la burla y la ficción que desde el análisis. Varios de estos, bien pertrechados en las nóminas de las administraciones pasadas.

Afortunadamente, se abrieron espacios en la radio y la televisión a comentaristas y analistas más serios, como Julio HernándezJulio Astillero— que ya tiene un programa en Grupo Radio Centro (GRC), y se regresó a otros como Carmen Aristegui,  Nino Canún y John Ackerman, censurados por las administraciones pasadas.  Por otro lado, también se ha dado entrada a personajes críticos en general como Sabina Berman y a otros, de tendencia izquierdista, como Hernán Gómez Bruera, pero también es necesario mantener a los disconformes con la 4T. En este sentido es lamentable que Sergio Sarmiento salga de GRC, ya sabemos que se caracteriza por apoyar al régimen caduco y corrompido que intentamos cambiar, pero en una sociedad democrática todas las voces deben ser escuchadas y, aunque su salida no es cuestión de censura, sino, como él mismo lo ha dicho, una decisión de la empresa, sería bueno que accediera a otro espacio de difusión. Que GRC quiera congraciarse con la nueva administración, con acciones autónomas, no significa que hubiera línea presidencial.

Cambiar una inercia de décadas en la política, no dará resultados inmediatos. Así como yo, los millones que seguimos respaldando a AMLO no esperábamos que resolviera cualquier problema en 15 minutos, como tampoco lo hizo Vicente Fox, el ex Presidente que hoy es abucheado de las manifestaciones a las que convoca. Tampoco esperábamos que empeorara la situación del país desde los primeros meses de su mandato, como sucedió con Felipe Calderón. AMLO y Morena no lo han hecho, el país se mantiene y avanza, la prueba de ello es que no somos la Venezuela prometida en documentales pagados por un sector de la cúpula empresarial y propalados en la voz de los corifeos del poder, incluso extranjeros pagados como la guatemalteca Gloría Álvarez. El peso ha repuntado y se ha mantenido frente al dólar; se disminuyó considerablemente el huachicoleo en Petróleos Mexicanos (Pemex), institución que se está rehabilitando, igual que muchas otras en las que predominaba la corrupción, como las del sistema de salud.

El combate a la corrupción está limitando el robo de recursos económicos y en especie, pero se está librando en múltiples frentes; y es que casi todas las instituciones gubernamentales fueron entregadas a la nueva administración con altos índices de descomposición. Por otro lado, se han bajado sueldos de funcionarios públicos, sumas que eran insultantes ante los niveles de pobreza del país; además, se han eliminado plazas burocráticas duplicadas o innecesarias —muchas de ellas generadas por medio de moches y prebendas entre administrativos y directores corruptos de las pasadas administraciones o que fueron necesarias por la ineficacia de los sindicalizados—, con lo que se están ahorrando más recursos económicos. Todo lo anterior, aunado a una mayor recaudación de impuestos, que no implica el incremento de los mismos sino un ejercicio estricto de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, nos da como resultado que se están obteniendo miles de millones de pesos, que serán destinados al programa económico, social y pacificador del país.

Así como no esperamos, y nunca lo hicimos, resultados inmediatos, tampoco creemos que AMLO vaya a llevar al país al borde del colapso en el sexenio, como sí lo hizo Peña Nieto; y no sólo no lo consideramos una posibilidad por el desempeño del presidente o de lo políticos de Morena, no lo esperamos porque nosotros, los que desde hace 18 o más años gestamos desde nuestras trincheras la coyuntura política, social y económica en la que nos encontramos, mas los que se nos sumaron en la elección pasada, somos parte de ese impulso que brega por romper la inercia de décadas de corrupción y política al servicio de las minorías privilegiadas.

La legitimidad de un nuevo gobierno se da por los resultados de la elección de la que emana, tenemos así que, en 2006, Felipe Calderón se erigió como primer mandatario con  15 millones de votos y que, en 2012, Peña Nieto alcanzó una cifra de 19 millones; pero los dos candidatos recibieron la banda presidencial bajo fuertes cuestionamientos de fraude electoral. En el caso de Calderón, su necesidad de legitimación ante los altos niveles de impopularidad lo hizo lanzar un combate frontal contra el crimen organizado, al menos contra algunos grupos, sacando al Ejército y a la Marina a las calles, a ejercer funciones de orden policial; como resultado, México está en la inercia de violencia y barbarie a la que nos condenó, al menos por varios años.

En el caso de Peña Nieto, su mayor golpe legitimador fue mediático, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) metió a la cárcel a su antigua aliada, la maestra Elba Esther Gordillo; en un acto de venganza le cobraban la afrenta de haberle ofrecido a AMLO su estructura magisterial para operar en las elecciones de 2006, la que el tabasqueño no aceptó, tras lo cual Gordillo y la mayor parte del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) operaron a favor de Calderón. Y sí, la maestra fue liberada después de la victoria de AMLO en las urnas, pero su liberación estuvo pactada desde el sexenio peñanietista con el Poder Judicial, ese que hoy también se evidencia inmerso en la corrupción.

La legitimación de AMLO se dio con 30 millones de mexicanos, entre los cuales se tiene al mayor porcentaje de gente con educación universitaria y preparatoria, así como con los mejores ingresos promedio. En cambio, entre los votantes de Antonio Meade, se tienen los porcentajes más altos de gente sin escolaridad o con el nivel de primaria, y con los menores ingresos, así como el menor porcentaje de gente con educación universitaria. Por su parte, el panista, Ricardo Anaya, obtuvo una clara medianía entre sus electores, quienes se dividieron en 5 porcentajes, que van del 20 al 24% entre gente sin educación, con primaria, con secundaria, con preparatoria y hasta universidad o más. Lo anterior indica que el cambio en la vida pública del país, se está dando con la mayor parte de la sociedad, y, de esta, con la gente más preparada; la clase media educada está impulsando la transformación. A diferencia del voto duro priísta, que incluso mermado, sigue sufragando por pequeñas dádivas en especie y/o económicas; y esta práctica clientelar ha sido bien adoptada por los panistas, pues en la elección pasada se allegaron a un sector importante de los votantes más humildes y sin estudios, que incluso superaron a aquellos panistas con nivel universitario (Los datos estadísticos pueden consultarse aquí).

Si la urgente necesidad de cambiar la trayectoria político social del país surgió de la decadencia en que los prianistas nos metieron, también es una realidad que, en términos prácticos, la acompañamos la mayor parte de la población de todos los segmentos, con una representación muy importante de la gente más crítica y educada de la nación, al contrario de lo que muchos comentaristas y la oposición se empeñan en decir, incluso haciendo símiles baratos con focas y borregos o considerándonos una masa manipulable.

No debemos olvidar que son tres las cosas fundamentales que esperamos los que impulsamos el cambio: disminuir la corrupción, mejorar las condiciones económicas de las mayorías y restringir la inseguridad y la violencia. En lo primero se están dando resultados tangibles y eso derivará, en el mediano plazo, en el mejoramiento de lo segundo; el tercer tema es algo en lo que la nueva administración —aunque ya está trabajando con La Guardia Nacional— debe enfocar todas sus baterías, y debe ya de dejar de repetir que es resultado de las malas administraciones pasadas, aunque así lo sea, pues eso lo toma la oposición como un arma de ataque y lo convierte en campaña mediática. El gobierno debe entregar resultados contundentes, ya nosotros nos ocuparemos de ilustrar a los ilusos, de agrandar la memoria de los detractores y de enjuiciar históricamente a ladrones, asesinos y vende patrias.

Han pasado seis meses de la entrada en funciones del gobierno y la inseguridad ha aumentado, eso es entendible por los cambios en todas las instituciones, sobre todo en las involucradas en la seguridad, como el caso de la Policía Federal, agrupación que está siendo purgada de sus malos elementos y que desaparecerá. Con los cambios, los acuerdos entre servidores públicos, mandos militares y/o policiacos corruptos con el crimen organizado, se ven alterados, y es normal que los índices delictivos se modifiquen. Eso es muestra de que se está haciendo algo, no como en la alternancia del año 2000, o en la continuidad panista del 2006 o durante el regreso del PRI a Los Pinos en 2012; ocasiones en que los canjes de administraciones significaron la continuidad de una política corrupta y corruptora, por lo que entonces los índices delictivos mantuvieron su tendencia a la baja o a la alta, pero en el largo término con propensión al incremento. La espiral de violencia no será fácil de detener, la inercia es enorme, la corrupción rampante, pero es indispensable que el gobierno de resultados notorios en esta materia antes de cumplir el primer año de su gestión, de otra manera la 4T podría ser frenada en sus otros objetivos.

La transformación de México no va a ser fácil, ni rápida, no va a estar libre de descalabros ni de errores, pero se está llevando a cabo. Y aunque los comentaristas de derecha griten en contra de la 4T, deben reconocer que, tras la transición, no nos encontramos en crisis económica y que los vaticinios del apocalipsis se han esfumado.

El repunte vendrá en todas las vertientes en los meses siguientes, incluso en el lapso de los tres primeros años del sexenio, de no ser así AMLO puede ser reprobado en el ejercicio de revocación de mandato; pero si el gobierno da resultados considerables en seguridad y en los rubros económicos y sociales, entonces la 4T habrá logrado instaurarse de la mano de AMLO para ser continuada por los que vienen a la izquierda, de en medio y de atrás, pero decididos a ir adelante; mientras tanto la lucha social continúa.

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Nos han dado un presidente. A un año del triunfo de AMLO (II)

FOTOS: Internet.

Colaboración Especial

Por Raúl Carrillo Arciniega

 

Nos han dado un presidente

Charleston, Carolina del Sur (EE.UU.). Una característica que la narrativa de AMLO construye, es que objetiviza el concepto de pueblo, y, como ya ha sido dicho y contemplado, es la construcción de un populista. El Pueblo, esa unidad amorfa y vacía donde el discurso que pretende imponer se enraíza y se acepta; se consolida como una voz de algo, que no tiene una voz libre ni al margen de quien se le pregunta. Esto se ha corroborado en sus reuniones tipo rally de Trump, donde le pregunta a la gente (que asistió y que simpatiza con la política que implementará, sea cual fuere), sobre qué cursos debe tomar tal o cual iniciativa, y pregunta en una especie de votación expedita si debe o no ir el Tren Maya, a lo que todos los presentes contestan con un Sí, que era previsto desde el principio. Este mecanismo de acarreo tiene toda una tradición del viejo PRI.

El respaldo popular era la clave de la apariencia del poder en la dictadura perfecta, o dictablanda, que generaba un dominio sexenal y un apoyo de los sectores del PRI. Dado que los inicios de AMLO son de factura patriarcal, el modelo del acarreo sigue; de igual modo, es ligado con el modelo del acarreo en las iglesias católicas, donde el padre es quien convoca a su grey para que oigan lo que les tiene que decir. AMLO hace lo mismo a través de sus conferencias, sermones mañaneros, en los que calibra, pontifica, perdona deudas, regaña, desmiente cifras, critica a su crítica, pero sobre todo impone su discurso, impone una verdad narrativa que busca consolidar el rumbo de México en todos los niveles.

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El combate a la corrupción no es un combate real sino sólo de imagen. Mostrar que él y los suyos serán los paladines que se den baños de pureza. Para muestra ya tenemos un par de renuncias, una del director del IMSS y la otra de la secretaria del medio ambiente. El primero ha renunciado porque los recortes afectan a los derechohabientes y éstos no han sido calibrados para atenderlos, por falta y escasez de medicamentos. Ha redactado una carta en donde denuncia esas irregularidades, a lo que AMLO sólo ha respondido que lo que hace su gobierno está bien, porque va contra la corrupción.

La segunda, aparentemente, por un abuso de poder y basada en que se regresó un avión para que la secretaria de Turismo pudiera llegar a su destino. Ha sido una muestra de prepotencia y eso será inadmisible dentro del esquema nuevo gobierno. Si antes había sido reprendida por su desempeño laboral, no nos enteramos. Lo que no se ha tolerado es hacer ver mal al nuevo gobierno, preservando ciertas prácticas que han sido percibidas por el grueso de la población como actos de corrupción.

En todo caso, sus manifestaciones contra la corrupción han sido más dirigidas hacia el problema cosmético de cómo se ve a sí mismo el presidente de México y su necesidad de ser vitoreado por la historia de México como el gran transformador de México. Al haber obtenido el grueso de los votos y haber ganado los congresos estatales y federales, se ha tenido que echar mano de quienes estuvieron desde el principio en la lucha por el poder. Se ha desechado a aquellos que no tenían más de 15 años en el intento de reconstruir al país, de ahí que la nueva transformación de México en ocasiones se muestre como mero tinglado, como una mera fachada que tiende a construir una idea de país más que un país donde el bienestar sea proporcionado por el gobierno.

AMLO sigue el esquema del viejo paternalismo priista de los años 40, donde el gobierno debía ser el principal benefactor del hombre rural, que tenía que otorgar la tierra, y cuyos resultados podemos leer, el cuento de Juan Rulfo Nos han dado la tierra, por ejemplo. La creación de los ejidos que ahora, por ejemplo, están lucrando en zonas que antes no eran consideradas de interés turístico y hotelero. AMLO concreta la realidad conjurándola. Su mecanismo dialógico no lo es del todo, sino una simulación más dentro del paradigma del poder. El enquistamiento de la corrupción muestra que lo único real será un comportamiento de su gabinete, a quienes les ha bajado el sueldo y deben celebrarlo para que nadie gane más dinero que él.

Su estilo de hacer política, alberga la consideración de que el poder se ejerce a partir del discurso que él mismo tiene y no escatima en echar mano de todo el poder de la palabra desde su autoridad. Cita, por ejemplo, sin ningún resquemor, palabras directas de una Biblia que no sabemos si lee, pero que su base sí la considera como un discurso desde donde emana la verdad, y la verdad emana desde el propio discurso, a través de su persona, como vicario de un poder que él solo usufructúa, que él solo comunica al más puro y viejo estilo cristiano. Él es el tata Dios que busca la mejoría del pueblo, en una especie de bondad histórica e histriónica que no lamenta decir que el mundo es lo que acaece y en ese acaecimiento está la verdad del hombre mexicano.

Sus discursos pausados, son asequibles para cualquier persona con escolaridad de sexto de primaria, su corta variedad léxica sorprende, pero de igual forma sorprende su manera de hipnotizar a las masas. En un país donde el rumbo se ha perdido, AMLO surge como la única implementación de una posibilidad, de que el mundo no es tan injusto como se cree y que no sólo aquellos que han nacido ricos y con posibilidades de estudio triunfan. Es la mentalidad de quienes creen que al votar por AMLO se instaura una cuarta transformación, una especie de resurrección de las almas y la instauración de un paraíso que se llamará México.

AMLO dice recibir el parte de la delincuencia todos los días y afirma no delegar nada, contemplar el dato duro y no nos dice qué más hace con él. Entendemos que podría estar al tanto del número de muertos que se registran en el país. Creemos entender que, cuando lo recibe y lo lee, de seis de la mañana a siete, detalla alguna estrategia y habla con alguien para decir qué se debe hacer. Para algunos más optimistas, ya reconocer el número de asesinatos nos tendría que llevar al segundo paso, que sería la implementación de algún mecanismo para su contención. Volvemos una vez más al viejo problema entre el gobernar, el administrar y el hacer política palaciega.

En el primer caso, administrar resulta más gravoso de lo que se piensa, porque el país enfrenta una crisis profunda en el uso del recurso público, mismo que lleva a la corrupción. ¿Cómo detener ese sistema sobre el que se ha basado México a lo largo de su historia postrevolucionaria? ¿Cómo atender al proceso de reencause, donde el pueblo habrá de recibir esas bondades capitalistas que tanto busca? Es que, a la postre, el discurso de AMLO no es claro. No tiene una dirección mas que su propia megalomanía, que ha jurado que no le atacará.

El problema con la megalomanía es que nadie es inmune a sus caricias y mayor poder, y con esto quiero decir, a mayor atención a las palabras del tlatoani, mayor poder, para que su voluntad sea cumplida. AMLO no delega, sólo en su silla de Águila podría encontrar la respuesta a la transformación que México necesita, una transformación en la que, lo que llaman el proyecto, puede tener alguna salida notable, alguna construcción real de quienes buscan que el mundo sea de los justos y de aquellos que buscan el poder del cielo en la tierra. AMLO cree tener la respuesta, cree en la metafísica al estilo Connie Méndez, donde una vez decretado, el universo se confabula para que sea realidad.

AMLO cree en la magia que desde su rincón de oración presenta al mundo mexicano, que es bueno y sabio. Pero eso es hacer política en México, y pareciera que en todo el mundo, buscar que el verbo impere y que vaya haciéndose real. Es lamentable verlo platicar con Zuckenberg sobre temas que ya han sido puestos en el terreno fallido, como lo es la incorporación de un internet gratuito que no fraguó, y cómo lo dice a la prensa. Es la misma magia que AMLO se atribuye a sí mismo, es la magia de la tecnología, la que opera dentro de su propia aura salvadora.

En efecto, México necesita salir de su atraso, de su estética del atraso, cuya imagen hace que México pueda invertir en turismo. La magia debe estar presente para ofrecer a México como un destino donde el sabor, el atraso y la calidez humana, muestran una cultura ancestralmente sometida, una cultura que, más que buscar salir de su atraso, se pone de pechito para mostrar esa misma reciedumbre que se nos fue en el devenir histórico de un país que hubo sido, un país que no logra congraciar lo que es, con lo que quisiera ser. De ahí que AMLO sea el salvador, quien intentó menear la varita mágica de los pueblos originarios y de aceptar un bastón que otro López también había aceptado, López Portillo, cuya actuación en la política nacional no había tenido un parangón semejante hasta que López Obrador tomó conciencia de sí mismo y de cómo sólo se necesitaba de su carisma, para perseguir la promesa de un país que ha imaginado tantas veces, desde que apoyó la candidatura de unidad de López Portillo. Por eso AMLO se materializa con la palabra a diario, se sintoniza y se exhibe, desmañana a todos sus colaboradores y se para atrás, para ver cómo sus achichincles salen avante de una serie de preguntas a modo.

Hay que reconocer que sí, al país le ha faltado todo, y que el capitalismo de cuates ha sido una de las armas más letales que ha mantenido al país una fisonomía que siempre ha tenido desde La Colonia. ¿Cómo salvar lo insalvable? ¿Cómo no pensar que el país puede ser salvable? Y de ahí radica toda esa esperanza que se erige de los discursos de AMLO. En el fondo somos unos optimistas, en el fondo nos creemos toda conspiración por idiota que parezca. Y es que no creerla es hundirnos y regodearnos en la mierda de que el barco ha vivido en naufragio desde que soltamos la amarraras de la Metrópoli.

De ahí que los intentos por una restitución monárquica con Maximiliano hayan llegado tan lejos y le hayan costado la vida al heredero Hasburgo. Porque el proyecto de restitución fue presentado como una muestra de realidad, donde el hijo adolescente ha salido loco e incompetente, donde no hemos podido controlar nada de lo que podría hacer de este país, una vía para salir de esta pobreza y ese atraso, que tanto atraen para salir bien en las fotos de los viajes que se pegan quienes sienten que desafían a la muerte por vacacionar en nuestras tierras. Y si utilizo el posesivo, es porque no tengo otro lugar para asentarme que ese, que me vio nacer, en medio del privilegio de nacer con todas las oportunidades de seguir siendo parte de una minoría educada, pero al mismo tiempo, consciente que el México del atraso es el México de la norma.

Desgraciadamente no podemos sólo conjurar, decretar o hacer rituales para salir de ese atraso histórico; hace falta mucho más, repensar el artificio, rediseñar el esquema que incluya un mundo en constante cambio y que haga de la negociación, un terreno donde la política no sea un juego de palacio, sino la cooperación de todo una estructura, reconocer las responsabilidades del gobierno, de qué es lo que debe hacer y qué es lo que debe proveer: salud, educación, seguridad, servicios, agua… elementos que puedan hacer que el mundo, la población, se construya, que la población desarrolle su potencial para convertirse en humano, y no seguidor de magos y falsos ídolos que creen que con decretar que el sargazo ya no es malo, el hedor de su putrefacción ya no se sienta.

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AMLO y sus símbolos. A un año de su triunfo (I)

FOTOS: Internet.

Colaboración Especial

Por Raúl Carrillo Arciniega

 

Cómo se lee un logotipo

Charleston, Carolina del Sur (EE.UU.). Las democracias están en peligro. La sociedad actual apenas si recuerda los vicios de las dictaduras que asolaron a millones de personas en los países subdesarrollados. En México, en donde se había simulado todo, ha terminado por construirse algo que aquellos que se llaman de izquierda, han visto como la oportunidad para que haya una cuarta transformación (4T). López Obrador ha ganado la elección en lo que los analistas califican de la más abrumadora victoria desde las mejores épocas priístas, donde no había un solo voto en contra. AMLO ha ganado con un número elevado de votos y ahora argumenta es tiempo para la 4T.

Como la política mexicana es rica en símbolos ha mandado hacer un logo, que pretende dar una revisión histórica del paso del colonialismo a la vida independiente de México, es decir, su transformación, de ser un mero remedo de país a uno verdadero. En su emblema vemos en primer plano y al centro a Benito Juárez asido a una bandera, a su derecha a Miguel Hidalgo y a la derecha de éste a José María Morelos. A la izquierda de Juárez vemos la imagen de Madero y por último la figura de Cárdenas. Entendemos que en ellos se basa el proyecto simbólico de AMLO.

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Le ha llamado la Cuarta transformación porque arguye que han pasado tres antes que él, a saber por el dibujo, la primera La Independencia de México, representada por Hidalgo como el iniciador del movimiento, aunque no haya sido en contra de la Corona Española como bien se sabe, y un Morelos que lo único que sabemos de él es que usaba una pañoleta en la cabeza. Así el discurso que plantea la 4T es el de la heroicidad.

Visto en términos heroicos, La Independencia es la primera etapa después de la muerte del padre, aunque no haya sido consolidada ni establecida por ninguno de los dos próceres que se muestran en el logotipo del nuevo gobierno. Pero dentro del país de la simulación, la imagen icónica es más que suficiente. El gobierno en turno, que emana de una tradición de rico presidencialismo tlatoánico priísta, sabe perfectamente que la simulación es más importante que la verdadera transformación. En ese sentido, AMLO ha puesto el dedo en la llaga de toda una tradición que icónicamente se malentiende. La Independencia fue el proyecto de invención de un México que no podía ser como el que se tenía.

Al centro del logo, construyendo el proyecto de nación, está Juárez como reformista. Su política de reformador no importa mucho, porque desde el punto de vista simbólico sólo se atiende a su fenotipo, a sus facciones y a su extracción indígena; es decir, es el triunfo de La Independencia, aunque haya sido el único caso de un presidente que haya venido desde una base indígena oaxaqueña. AMLO ha dicho admirarlo porque vivió en Palacio Nacional y porque practicaba la honrosa medianía, además de haber separado La Iglesia del Estado, aunque sólo de manera simbólica porque no fue eso, sabemos, lo que aconteció con su supuesta separación entre La Iglesia y El Estado. Además, la imagen de Juárez opera muy bien en la proyección de un movimiento racial, de un movimiento que va hacia la reivindicación del indígena que puede llegar a ser todo lo que se proponga, gracias al esfuerzo personal y una serie de aciertos cósmicos y de buenas relaciones, como casarse con Margarita Maza, dando un braguetazo histórico.

Así, esa idea icónica de lucha por la igualdad es la que domina el paradigma simbólico de su logo. Ésta, entendemos, es la segunda transformación: La Reforma. El ciudadano común no comprende en realidad cuál ha sido la grandeza de Juárez más que por una frase que se encuentra en la Alameda central de la capital del país: Entre los individuos como entre las naciones el respeto al derecho ajeno es la paz, previamente usada por Kant. Así la operación es más simbólica que otra cosa. El propio AMLO ha dicho que Juárez es su modelo a seguir, aunque no sepamos a qué se refiere específicamente. Su proyección obedece a un modelo de identificación con el que se quiere equiparar, para entrar dentro de la historia que está dispuesto a dictar.

A la izquierda de Juárez vemos a quien parece ser Madero, mismo que fue el autor intelectual de La Revolución Mexicana, cuando menos con la consigna de Sufragio efectivo. No reelección. Escribió La sucesión presidencial y era espiritista. Aparentemente los espíritus le dictaron el libro y lo impulsaron a asumir su rol como presidente, antes de ser asesinado por el general Huerta en una emboscada mientras salía de Palacio Nacional, donde fue secuestrado para su bien por el mismo Huerta. En la película de Kazans es mostrado como un pusilánime que no entiende el verdadero sentir del pueblo y de lo que representaba la consigna de Tierra y libertad esforzada por El Zapatismo y El Villismo.

Ninguno de ellos logró consolidar nada, porque a ambos les gusta echar bala y temieron convertirse en una figura dictatorial como Díaz, contra quien pelearon con gallardía y mesianismo. Por tanto la visión de Madero se entendería en la voluntad de que el voto cuente, del sufragio efectivo. La visión del sufragio no se entiende muy bien. Sufragar no es el verbo que se use para ejercer la democracia; sufragar es ayudar o apoyar en algo en las primeras acepciones. Creo que cuando la gente que vota, aquella sin que pueda razonar su voto, cuando alguna vez se le presenta con esa frase, no comprende qué es lo que le están diciendo, sólo ponderan la necesidad de votar por aquel que le haya dado más beneficios reales.

Bajo ese esquema de pensamiento las huestes de AMLO podrían argumentar que les gusta el respeto al voto, hacerlo efectivo siempre y cuando se vean favorecidos en el número de sufragios. Por otro lado, el voto efectivo se consolida como la voz de una masa amorfa que pide y sabe. Ya sabemos por las múltiples afirmaciones de AMLO que el pueblo es sabio. Se refiere a la masa amorfa que lo vitorea y quien votó de acuerdo a los intereses que AMLO proyecta. La reelección entonces parece ser parte de un discurso que se aventura, una especie de grupo de enfoque donde se van midiendo las posibilidades en la sociedad para asestar el golpe de la imposición de los candidatos.

Por último, en el logo de la 4T aparece Lázaro Cárdenas. Éste se nos revela como un epítome de la reciedumbre gubernamental, quien luchó para privatizar el petróleo y devolvérselo a los mexicanos. Emanado del PRI pero opositor del gobierno despótico, Cárdenas inaugura la bonanza de México al reapoderarse de petróleo mexicano. Aquí habría que hacer una matización. La reposesión del petróleo ha sido muy mal entendida por la población mexicana. La consigna de que el petróleo es de los mexicanos ha generado una serie de denuestos y agravios entre todos los partidos políticos y sus simpatizantes. El petróleo nunca ha sido ni será de los mexicanos. Para decirlo concretamente: el petróleo es del gobierno en turno. PEMEX es un transnacional que explota el petróleo de México y cuyo ingreso y ganancias van directamente a las arcas gubernamentales, desde donde se utiliza para financiar costos de urbanización y, sobre todo, salarios y prestaciones burocráticas.

PEMEX paga el salario de todos aquellos que han encontrado en el gobierno una forma de vida. Nunca ha sido la recaudación fiscal, puesto que los esfuerzos por renovarla no han dado ningún fruto. La austeridad republicana que clama AMLO es, al final, una buena intención en el mar de las desgracias gubernamentales.

Así, el logo de la 4T enuncia un discurso falaz en todo sentido. Sin embargo, sí pretende establecer una narrativa que integre una serie de buenas intenciones históricas, para tratar de cambiarla. Por años ha quedado como una expresión del despotismo del Gobierno priista en turno. Ahora, el área del petróleo se ha convertido en un proyecto estratégico tanto de facto como simbólico. El nuevo gobierno pretende reestructurar PEMEX y otorgarle el centro de su proyecto, como el principal medio para hacerse de recurso y reestablecer esa bonanza que el propio Cárdenas trazó en su nacionalización. Ahora AMLO ha lanzado la iniciativa de construir una refinería, que a todas luces tiene un valor simbólico más que económico.

Sin embargo, desde la trinchera en la cual ha decidido estructurar su discurso, esto es bastante coherente. Pretende construir un país mental, un país discursivo que muestre cualquier configuración faraónica desde la cual pueda edificar su proyecto, una prueba fehaciente de que el Gobierno invierte recursos en un bienestar imaginado. Así, la 4T es una puesta en escena de la representación de un poder ancestral que busca consolidar sus instrumentos simbólicos, porque la política mexicana, dado que está corrompida y podrida desde sus adentros, no es más que una posición desde donde se puede improvisar y una tribuna desde la cual se puede decir cualquier cosa.

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