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Roque Dalton, la poesía como revolución y la toma de conciencia

 

El librero

Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El poeta salvadoreño Roque Dalton (1935-1975) es la personificación del luchador social que está íntimamente ligado al arte como compromiso político. Ha habido un largo debate en si la poesía debiera ser activa participante de las revoluciones como modo de emancipación de los trabajadores y de los pobres del mundo. Dalton, junto a otros grandes poetas —pienso en Federico García Lorca, José Martí y aun en Silvio Rodríguez—, con su voz dejó una muestra de lo que significaba el deber a favor de los oprimidos. Muchos poetas han sido asesinados y perseguidos por su manera de pensar y de escribir, que han quedado como ejemplos de valentía, fraternidad, visión permanente de una cultura que puede ser transformada.

El neoliberalismo trajo consigo la domesticación de los poetas a través de la búsqueda de becas, premios, viajes a cargo de los erarios nacionales, donde se centraba un discurso aburguesado, en la preocupación de los conflictos individuales y un alejamiento profundo de cualquier cosa que oliera a popular. Roque Dalton tuvo una formación católica, ligada al conservadurismo de Centroamérica, sin embargo, en su estadía por estudios académicos en Chile descubriría el marxismo y con ello el comunismo, es decir, la toma de conciencia de una sociedad que se le revelaba desigual, injusta, opresiva, esclavizante y que influiría en él al grado de asumirlo como una misión, donde su poesía se vería impregnada e influida por sus nuevos pasos como pensador progresista.

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Carlos Salinas de Gortari bien sabía que una manera de tener a raya a los poetas era encausarlos en la meta única de fijar su atención en la canonjía —una jugosa e inalcanzable zanahoria, salvo para los grupos de elite— y no en la obra como detonante cultural y social, poetas que produjeran obras prefabricadas, trazadas como proyectos y no como experiencia de vida, obras separadas de las mayorías y más centradas en la importancia y la ganancia económica. Nunca vimos que surgiera un Roque Dalton en ese proceso. A cambio, vimos a poetas ensalzados, mimados, entregados en encuentros literarios nacionales a los placeres momentáneos que podían ser subsanados con peptobismol o mélox.

Roque Dalton hizo toma de conciencia, su nirvana, su iluminación, se le cayó la venda de los ojos. Ahí es cuando pensamos en si la poesía es más que un acto vanidoso o un arma caliente que puede golpear la conciencia, provocar el despertar y sacudir con su canto. Cada espíritu habrá de experimentar a su manera esa mutación; si no se da, simplemente quedará en el olvido, pero no cimbrará las entrañas ni correrá como reguero de pólvora para moverle el tapete a medio planeta. Pero si el poeta es vapuleado por el elixir de la toma de conciencia, entonces su alcance habrá de estremecer y de seguro será perseguido porque sus versos serán espadas que van rasgando las cortinas que cubren la realidad creada por los sistemas.

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AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, ésto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




Apuntes históricos sobre los Pericúes

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Nuestra media mitad sur de la península de Baja California fue habitada por tribus que descendieron desde el norte del continente hace aproximadamente unos 12,500 años. Conforme estos grupos fueron descendiendo, se establecieron en lugares donde encontraban condiciones propicias para alimentarse y tener refugio. En la región más austral de nuestra península, lo que hoy es el territorio del Municipio de Los Cabos, fue habitado por una gran cantidad de grupos, los cuales compartían una lengua así como ciertas costumbres. A la llegada de los misioneros españoles se les denominó con el nombre de pericús o pericúes.

La principal fuente de información sobre los grupos étnicos nativos de la península han sido los textos misionales que nos dejaron los sacerdotes pertenecientes a la Compañía de Jesús, y que por espacio de 70 años cohabitaron con estos grupos. Además de lo anterior se cuenta con unos pocos textos escritos por exploradores, militares e incluso corsarios, que estuvieron de paso por estas tierras, y que nos narraron sus encuentros, en el caso que nos ocupa, con los pericúes, y las impresiones que en ellos causaron. Finalmente mencionaremos a algunos antropólogos y exploradores de la primera mitad del siglo XX, los cuales han realizado interesantes hipótesis sobre las osamentas encontradas y los asentamientos de estos grupos. Algunos de estos investigadores son William C. Massey y Paul Rivet, entre otros.

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Se cree que la población total de los pericúes, a la llegada de los colonos europeos para fundar la Misión de Santiago en 1721, era de aproximadamente de unos 5,000 individuos. Conforme fueron conociendo a los integrantes de este grupo, se encontraron con que dentro de ellos había divisiones por su dialecto: los hucitíes, los coras, los edús o edúes y los denominados propiamente pericúes; sin embargo, los religiosos, para poder denominarlos sin mayores problemas, decidieron atribuirles a todos el nombre de pericúes. Al parecer el origen de este nombre se debe a la dificultad que tenían los colonos para poder entender su lenguaje, ya que hablaban rápidamente y con un tono agudo, “semejante al de los periquitos”, de ahí que decidieran nombrarlos como “pericúes.

Investigadores como Rivet, sostuvieron la explicación sobre el origen de los pericúes, como descendientes de grupos que arribaron a la península por mar, procedentes de la polinesia y norte de Australia. Esta suposición se basaba en las características de sus cráneos, los cuales eran hiperdolicocéfalos (largos y anchos), muy semejantes a los habitantes de la Polinesia. Además, la lengua de los pericúes era totalmente diferente a la de los demás grupos de la península. Esta hipótesis continúa siendo investigada.

Como ya se mencionó, el territorio que ocupó este grupo fue la punta sur de la península Californiana, desde Cabo San Lucas hasta el Cabo Pulmo, junto con las grandes islas del sur del Golfo de California –como Cerralvo, Espíritu Santo, Partida y San José. Se dice que su complexión física era fuerte, y su color de piel era más claro que el de los demás habitantes de la California. Los hombres andaban desnudos y, de acuerdo a lo descrito por Clavijero, adornaban toda la cabeza de perlas, enredándolas y entreverándolas con los cabellos, que mantenían largos. Entretejían con ellas unas pequeñas plumas blancas, resultando de todo un adorno postizo que, visto de lejos, pudiera pasar por peluca. También hubo antiguamente esta moda de toquillas entre los pericúes del sur, formadas de unos caracolillos pequeños, blancos y redondos, que parecían perlas, y las hacían muy vistosas”. Sobre la vestimenta de las mujeres nos dice: Las más decentes en vestirse eran las mujeres de los pericúes, hacia el Cabo de San Lucas. Hay en este pedazo de tierra cierta especie de palmas, distintas de las que producen los dátiles, y de éstas se valen las indias, para formar sus faldellines. Para esto golpean sus hojas, como se hace con el lino, hasta que salen esparcidas las hebras, las cuales, si no son tan delicadas como las del lino, a lo menos quedan, machacadas de este modo, más suaves que las del cáñamo. Su vestido se reduce a tres piezas, dos que forman juntas una saya, de las cuales la mayor, poniéndola por detrás, cubre también los dos lados volteando un poco para delante, y llega desde la cintura hasta media pierna o poco más. La otra pieza se pone por delante, cubriendo el hueco que dejó la mayor, pero sólo llega a las rodillas o muy poco más. La tercera pieza sirve de capotillo o mantelina con que cubren el cuerpo desde los hombros hasta la cintura o poco más. Estos vestidos no están tejidos sino engasados de hilos, o diremos mejor cordelillos, unos con otros por el un extremo, como en los flecos, deshilados o guadamaciles, quedando pendientes a lo largo en madejas muy tupidas y espesas. Y aunque labran unas pequeñas telas de estas pitas o hebras de palmas, no son para vestirse sino para hacer bolsas y zurrones, en que guardan sus alhajuelas. Estas indias del cabo de San Lucas crían el cabello largo, suelto y tendido por la espalda. Forman de figuras de nácar, entreveradas con frutillas, cañutillos de carrizo, caracolillos y perlas, unas gargantillas muy airosas para el cuello, cuyos remates cuelgan hasta la cintura y, de la misma hechura y materia, son sus pulseras.

La mayor parte de su alimentación consistía en peces, aves, pequeños mamíferos marinos, bivalvos, venados, frutas y semillas. Los pericúes que habitaban en la costa, eran excelente nadadores, y habían desarrollado la construcción de una especie de canoa la cual consistía en unos 4 o 5 troncos, a los que amarraban con cuerda obtenida al machacar el agave. Con este tipo de canoas podían navegar hasta 5 o 7 kilómetros al interior del mar, y quizás mucho más, de ahí que lograron desplazarse a las Islas San José, Cerralvo y Espíritu Santo, las cuales poblaron desde hace 10 mil años. Las herramientas que utilizaban eran el arco, flechas, percutores, tajadores, raspadores, silbatos de hueso de venado o pelícano, arpones de madera, anzuelos de concha, cestas elaboradas con ramas flexibles de algunos arbustos, perlas acanaladas.

Dentro de su cosmovisión, ellos creían en un Dios supremo: Niparaja, el cual tenía por esposa a Anajicojondi. Tuvo tres hijos con ella, entre los que podemos mencionar a Cuajaip. Creían que existía un Gran señor, el cual luchó contra Niparaja, y fue derrotado. Su nombre era Tuparán o Bac. Dentro de su cosmovisión existían otros seres como Purutahui: Creador de las estrellas, y Cucunumic. Creador de la luna. Se ha difundido mucho que los pericúes eran polígamos, y que cuando llegaban extranjeros a visitarlos, ellos les ofrecían a sus mujeres, para que tuvieran sexo; sin embargo, este tipo de relatos son contradictorios, ya que existen otras fuentes donde narran que eran monógamos y que cuidaban mucho a sus mujeres para evitar que fueran violentadas. Desde mi punto de vista considero que era cuestión de elección personal, tanto del hombre como de la mujer si deseaba ser monógamo o no.

En cuanto a las costumbres funerarias, la antropóloga Harumi Fujita, ha realizado una serie de exploraciones en la Isla Espíritu Santo, en entierros que se han encontrado, obteniendo las siguientes conclusiones: los cuerpos eran colocados dependiendo de la jerarquía del individuo, de tal forma que en el lugar central de una cueva se ubica al individuo que tuvo más poder. Se les sepultaba con sus objetos más valiosos como puntas de flecha, conchas, anzuelos, perlas acanaladas, etc. En el caso de los concheros era común que se les sepultara colocando conchas o madreperlas en diferentes partes del cuerpo o frente a ellas como un símbolo de identidad del grupo. Se piensa que la colocación de cuerpos dentro de una cueva era un símbolo de renacimiento por asociación con la matriz. En los entierros que datan del año 1000 d.C. en adelante se aprecia un trato diferenciado a los familiares del difunto los cuales eran sepultados en la misma cueva. Se cree que las costumbres funerarias surgieron posteriormente al seminomadismo cuando los grupos tenían asegurado, al menos por un buen periodo de tiempo, la alimentación y entonces procedieron a crear un sistema socioeconómico, político y religioso sólido como una forma de control. Los entierros se hacían al azar en los mismos sitios donde habitaban los Californios. Todos los cuerpos enterrados se realizaron de forma flexionada pero sin un orden preestablecido.

De acuerdo a los informes de los misioneros jesuitas, los pericúes era el grupo más rebelde y belicoso de la península. Siempre se mostraron renuentes a aceptar la aculturación que iniciaron los colonos. La gran rebelión iniciada en el año de 1734 en las Misiones de Santiago y San José del Cabo, así como la violenta represión, vino a reducir drásticamente la cantidad de pericúes. Durante los siguientes años y hasta la salida de los jesuitas en 1768, las grandes epidemias de sífilis, sarampión y viruela atacó con mayor virulencia a las poblaciones de indígenas del sur de la península, de forma que, a finales del siglo XVIII, los pericúes estaba extintos lingüística y culturalmente.

Conforme se fue poblando esta zona, antes habitada por los pericúes, por los colonos europeos que llegaban a esta zona, varios de ellos se casaron y procrearon familias con los últimos pericúes que quedaban, de tal forma que en la actualidad existen pobladores que genéticamente son descendientes de este linaje ancestral.

 

Referencias bibliográficas:

Clavijero, F. J. (1770). Historia de la Antigua o Baja California.

Fujita, H (sin fecha). Proyecto El Poblamiento De América Visto Desde La Isla Espíritu Santo, B.C.S.

G. Cervantes. L. E. et al (sin fecha). Materiales Arqueológicos: Una Revisión De Algunos Ejemplares, A Lo Largo De La Historia.

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¿Las hormigas sueñan con el fin de la historia?

 

El librero

Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Llegué a pensar que era cierto, que había llegado el fin de la Historia como pregonaban a principios de los noventa los intelectuales neoliberales adscritos al salinismo. Trataba de entender cómo es que la dialéctica espiral de los hechos sociales se había detenido o quizá ralentizado. De pronto introdujeron nuevos conceptos como posmodernidad, sociedad civil, organizaciones no gubernamentales, ecologismo, derechos humanos. Recuerdo que un día el poeta Hernán Lavín Cerda nos preguntó en clase: ¿Derechos humanos? ¿Somos exclusivos con respecto a otras especies? ¿También habrá los derechos de las hormigas? ¿No es estar vivo un derecho, en sí mismo, de cualquier ser viviente

Parecía que en efecto ya no era necesaria la lucha social ni la Historia: todo lo solucionarían esas organizaciones desde sus respectivas posturas e intereses particulares —¿los derechos de las hormigas?—; es más: el Estado era fútil porque la mano invisible del mercado lo resolvería todo, junto con las instituciones apartidistas, pero privadas, que actuaban en función de la clase económica y política porque fomentaban y alentaban la inversión extranjera

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Lo que se omitía, era que esa lucha de la sociedad civil se hacía con recursos públicos del Estado —que negaban en el discurso, pero en los hechos dependían— y se repartía a diestra y siniestra a quien los solicitara, con la única condición de que fuera sin fines de lucro ni políticos y que estuvieran legalmente constituidos como asociaciones civiles para que pudieran bajar recursos

Si algún personaje de la elite caía en desgracia bastaba con que fundara una asociación para que de inmediato tuviera presupuesto asignado. Era suficiente con erigir legalmente la defensa, por ejemplo, del camarón azul por su origen extraterrestre (sarcasmo) para que tuviera acceso al erario. No importaba si era verdad, bastaba con que se le diera un marco teórico creíble y sustentado con ambigüedades científicas. O políticos que quedaron fuera del presupuesto creaban asociaciones civiles que les permitía seguir usufructuando del erario.

Claro está que no es una generalidad, pues existen grupos —activistas sociales— que en verdad luchan sin ningún presupuesto por causas justas, convencidos/as de la necesidad de cambiar el estado de cosas y de defender los principios más equitativos; su lucha es más por la justicia que por un presupuesto. En ese sentido, hay cientos de organizaciones que hacen un enrome trabajo por las comunidades marginadas y logran con mucho la reconstrucción del tejido cívico y social.

Pero la Humanidad sí se mueve y no fue el fin de la Historia. Hubo un tiempo en que nos parecía que la vida cotidiana se había reducido a telenovelas, programas cómicos donde se denigraba y estigmatizaba la marginación social, el color de piel, la pobreza, el origen étnico, la homosexualidad, y todo era perfectamente normal, se asumía como una verdad inalienable. Los programas de opinión estaban en manos de unos cuantos comentaristas que analizaban la realidad del país sin afectar los intereses de los medios donde hablaban ni de los anunciantes publicitarios, especialmente del Gobierno, su mayor cliente. Esos medios e individuos crecieron económicamente tanto, que se volvieron millonarios. 

Durante décadas esos medios fueron dueños de la opinión pública y controlaban lo que se decía y lo que no debía saberse. No había réplica y rara vez daban ese derecho, aunque estuviera estipulado constitucionalmente. No se podía dialogar o debatir con la televisión o la radio: era una relación unidireccional y unidimensional. Había casos excepcionales donde se otorgaba una contestación cuando ellos decidían, si era conveniente y era útil a sus intereses. ¿Por qué habrían de compartir la industria de la opinión si ellos eran los dueños? Si querías opinar debías pagar o si querías recibir beneficios, debías apegarte al guion comercial de la comentocracia, dueña y señora de la República simulada de la opinión pública.

El secuestro de la palabra era una realidad sobre el terreno de los hechos. Si querías destacar culturalmente debías pertenecer al selecto grupo de la elite intelectual mexicana. Si no era así, estabas medio muerto y terminabas desapareciendo del espectro o bien si la terquedad y el amor al arte era muy fuerte, seguías adelante por un sentido de la vida más que por tener reconocimiento de algún tipo. No demerito los logros de muchos/as, se aplauden los esfuerzos, pero algo nos ocurrió en el camino que los premios, becas, viajes, canonjías y mimos se volvieron más importantes que la propia actividad de hacer arte: la persecución del reconocimiento se volvió cooptación de pensadores, críticos, intelectuales. He escuchado a poetas y narradores hacer berrinches públicos con tal de que les den lo que exigen como un privilegio divino. 

Acceder a la elite por supuesto que era una cuestión de castas, color de piel, familias acomodadas. Hasta en la Literatura hay razas, escuché alguna vez en los noventa. La rebatinga por esos premios, becas, etcétera, se volvió una lucha de egos y relaciones públicas. Hasta los escritores/as consagrados/as combatían entre ellos para ver quién tenía los mejores conectes, la simpatía y aceptación de los dioses culturales y políticos. Si ellos te admitían, tenías garantizada una producción próspera.

Esos grupos que se adueñaron de la voz pública, que privatizaron la opinión, que hicieron de la vida cotidiana una dictadura disfrazada de democracia, están muriendo. Se resisten a desaparecer, no están dispuestos a dejar ir el negocio que les costó cuarenta años para que fuera rentable. Hacen desplegados, señalan con dedos flamígeros, chantajean, montan en cólera, crean granjas de bots para robarse el debate público e implantar el propio, quieren establecer que ellos llevan la voz cantante, que deciden el rumbo del país, en especial de las ideas y creencias para que no haya memoria histórica. Era el negocio redondo y perfecto.

No obstante, no fue el fin de la Historia, aunque la habían hecho una empresa. El fin fue hacerla lucrativa y mantener una narrativa de control social. Hoy ese control cultural se derrumba: miles de narradores, poetas, artistas plásticos, actores y actrices, cronistas están cuestionando, impulsando para que abandonemos el sistema de castas culturales que se establecieron bajo el disfraz de la crítica liberal. 

El discurso empantanado y caro ha perdido convocatoria —nunca lo tuvieron, más que entre ellos—; por otro lado, el llamado cuarto poder ha dejado de tener influencia, ahora se enfrenta a una sociedad que siempre fue inteligente, más informada, conectada con el conocimiento y las redes sociales, que, aunque nunca tuvo derecho de réplica hoy vive en un país que comienza a estrenar sus primeros pasos hacia una vida democrática y participativa, con sus deficiencias y errores. La dictadura de una crema y nata cultural está desfalleciente, vemos sus estertores y gritos como almas en pena que no se han dado cuenta de que ya son meros fantasmas que no asustan porque hemos adquirido nuestra mayoría de edad por derecho propio.

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Catalogar los libros de un historiador. Tarea necesaria pero no siempre fácil… hasta ahora

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En esta ocasión deseo hacer una pausa a mis trabajos de investigación histórica para traerle a mis estimados lectores una temática que es muy probable que se les presente, así como una solución idónea. Me refiero a la catalogación de los libros, revistas, periódicos y demás material que vamos adquiriendo a través de nuestra vida, y que se vuelve todo un galimatías el tratar de ordenarlo e incluso toda una odisea el encontrarlo para realizar una consulta.

Como todo buen historiador, desde hace varios años he estado concentrando una gran cantidad de libros y revistas con temática principalmente de la historia de la Baja California. La mayoría de ellos los he adquirido, pero una parte también me han sido donados por amigos y amigas entrañables que saben de mi pasión por la historia de esta península. Con el paso del tiempo fueron pasando estos materiales de cajas modestas a libreros, sin embargo, no encontraba la forma adecuada para poder catalogarlos. Investigué una buena cantidad de sistemas de catalogación y los deseché por no acomodarse a mis necesidades. Sin embargo, la necesidad de tener un sistema que me permitiera encontrar lo más rápido posibles fuentes bibliográficas a las cuales acudir cuando realizara algún documento, me hicieron imperiosa la necesidad de volver a la búsqueda de un sistema de catalogación.

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Uno de los aspectos que consideré necesario que cumpliera este sistema de catálogo es que fuera en línea, esto es, que la información se encontrara disponible en internet, y que pudiera acceder a ella en cualquier momento del día y noche, así como desde cualquier dispositivo: computadora, tableta, teléfono inteligente, etc. Debido a lo anterior me dediqué a buscar software que cubriera con este requisito, sin embargo, era algo complicado puesto que tenía que desarrollarse en una base de datos, y para que esta pudiera ejecutarse debería de contratar la renta de un servidor, así como un nombre de dominio. Sobra decir que además de lo anterior, pagar los servicios de un programador que llevara a cabo la delicada tarea de hacer el sistema de catalogación a mi gusto, así como su mantenimiento constante.

Fue entonces que decidí buscar Apps para tabletas o teléfonos inteligentes que ya estuvieran creadas con este propósito. La gran dificultad era que estas aplicaciones deberían estar instaladas solamente en un equipo electrónico, y no podían consultarse a través de internet, lo que no cubría con una de las premisas de mi búsqueda. El siguiente paso fue buscar en diversas páginas de internet (foros, principalmente), en donde otras personas que compartieran este interés escribieran sobre la forma en que lo resolvieron, afortunadamente ahí encontré una solución que se acomodara a mis necesidades de catalogación, y además gratuita.

El sitio que me proporciona esta solución es Libib, que es la abreviatura de Library Management Web. Es un sistema de catalogación que permite capturar hasta 100 mil artículos, en la versión de paga, y 5 mil en la gratuita, lo que es más que suficiente para mis necesidades. Se pueden crear hasta 100 catálogos, que son más que suficientes para colecciones de: revistas, libros, periódicos, discos, películas, documentos, etc. La información que se agrega se graba automáticamente en su website, y la podemos volver a consultar, modificar e incluso borrar. Se pueden crear estadísticas sobre las características de los artículos, además de que los datos los podemos exportar para guardarlos en nuestra computadora o compartirlos con otros usuarios.

En mi caso, este sitio me proporciona opciones muy interesantes para poder agregar mis libros al catálogo que cree. Las opciones son: nombre del libro, nombre del o los autores, descripción de libro, editorial, año de publicación, ISBN, cantidad de páginas, precio, y lo más importante, una fotografía de la carátula del libro. Este último punto es muy importante para mí ya que, en la mayoría de las ocasiones, con ver la portada de un libro me viene a la mente una reseña de su contenido, cosa que no siempre ocurre con otros datos como el nombre del autor o el título. En caso de que alguien quiera utilizar este sistema para manejar una biblioteca, se pueden agregar los libros de forma rápida escaneando el código de barras o el ISBN, además de que se lleva un control de los préstamos de libros.

Como se pueden dar cuenta, este sistema de catalogación es muy bueno, y se adapta a las necesidades de casi todos los usuarios. Los invito a que visiten la página y si es de su agrado se suscriban, créanme que les será de gran utilidad para llevar un seguimiento del material con el que cuentan, así como una búsqueda rápida de los mismos.

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Crónicas Ovni, expediente Baja California Sur

FOTOS: Internet

California Mítica

Gilberto Manuel Ortega Avilés

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). La pandemia nos trajo varios cambios de paradigmas, y nos dio un giro de 180 grados a nuestra realidad, pero hubo un hecho inesperado, el gobierno de Estados Unidos desclasificó y acepto el fenómeno ovni, aunque no declaró la existencia de seres extraterrestres, admitió que existían objetos voladores que ni ellos sabían que eran.

El libro Crónicas Ovni, expediente Baja California Sur es un copilado de investigaciones de más de 5 años realizados en diferentes, medios, archivos y entrevistas en el estado.

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Esta obra nos presenta evidencia desde la época de la conquista ya que en los libros de historia se habla de estos fenómenos, y en periódicos de más de 100 años hablando de viajes y seres espaciales, todo expresado en documentos oficiales.

Esta obra es la continuación del libro Enigmas de BCS en el cual se presentó un par de casos, pero ahora lanzamos gran parte de las investigaciones (aún falta por publicar). El libro será presentado el primer sábado de febrero en el kiosko del malecón a las 6 de la tarde en el evento denominado el foro de la alegría.

Una obra imperdible para amantes de los ovnis e incluso para los escépticos, donde encontraran casos inéditos como el que mostramos a continuación.

La declaración que fue tomada por la policía de lo ocurrido en Benito Juárez lugar cercano a ciudad Constitución, fue la siguiente: De las propias palabras del señor Silvestre Rodríguez García dijo que se había herido en un momento de nerviosismo ya que su familia está desapareciendo, porque unos extraterrestres traen un aparato invisible con el que desaparecen a la gente y de toda mi familia fui el único que quedo…

En la nota se hace alusión a que el médico de guardia Francisco Javier Mendoza Salgado, declaró que la herida que se hizo en la tetilla izquierda fue solo superficial sobre la piel y tarda menos de 15 días en sanar, también manifestó que el sujeto estaba mal de sus facultades mentales ya que se clavó el arma blanca Antes que los seres de otro mundo lo fulminaran con sus aparatos desintegradores…

El resto de la historia lo podremos encontrar en el libro.

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