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La Casa del Rey: Testigo de la Historia en el Corazón de La Paz

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En el corazón del puerto de La Paz, Baja California Sur, se alza un misterio arquitectónico que ha desafiado el paso del tiempo y ha sido testigo de los turbulentos acontecimientos que han marcado la historia de la región. Conocida también como Casa Real o Casa de su Majestad, esta construcción colonial resguarda secretos y anécdotas que revelan su importancia en la historia de Baja California Sur.

Aunque la fecha exacta de su construcción permanece envuelta en el velo del tiempo, las huellas escritas en los archivos coloniales permiten rastrear los pasos de esta edificación. Su nombre sugiere que estuvo vinculada con la Real Hacienda de Santa Ana, el epicentro económico y administrativo de la región en ese entonces. Ubicada en el Departamento del Sur, esta casa era un reflejo del almacén real que, a partir de 1769, estaba bajo el control del comisario real.

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El puerto de La Paz, en aquel entonces deshabitado, pero estratégicamente importante para el comercio y el desembarco de mercancías, fue el lugar elegido para erigir este edificio. Los registros históricos testimonian que esta edificación servía como depósito de bienes y productos, y su presencia en el paisaje del puerto era innegable.

Una pista valiosa sobre la Casa del Rey la aporta don Adrián Valadés en su obra Temas históricos de Baja California, Valadés recopiló información de escritos propios que habían aparecido en el periódico La Paz entre los años 1893 y 1894. En estos escritos, se menciona que, en 1811, cuando el ex militar Juan José Espinosa recibió permiso para establecerse en la zona, se le impuso la responsabilidad de cuidar la Casa de su Majestad. Este edificio, construido con piedra, ocupaba el mismo solar que previamente había albergado el cuartel de gendarmería rural durante la época del general Díaz. Sin embargo, la historia también relata que las fuerzas estadounidenses lo destruyeron en 1847.

León Diguet, otro autor importante en la historiografía local, en su obra publicada en 1912, resalta que la Casa del Rey fue una de las pocas construcciones edificadas con piedra que sobrevivió desde la época de las misiones. Además, señala que esta edificación, situada en el lugar que ahora ocupa la Casa de Gobierno, fungió como almacén, siendo testigo mudo de la historia que se desarrollaba en sus alrededores.

Don Pablo L. Martínez, durante los momentos críticos en la lucha por La Paz, identificó la Casa del Rey como el viejo cuartel. En el intento de recuperar la ciudad, el capitán Manuel Pineda lideró una valerosa acción en la que esta edificación desempeñó un papel crucial. Las luchas y el asedio quedaron inmortalizados en un dibujo de William R. Hutten que muestra el ataque de los sudcalifornianos desde el 16 de noviembre de 1847. Aunque esta edificación, que había sido previamente la Cárcel pública, ahora alberga la Escuela Secundaria José María Morelos y Pavón, y forma parte de la historia y del tejido urbano del Centro Histórico de La Paz.

Con el paso del tiempo, la edificación ha sido restaurada y reutilizada. En los años 60, albergó la Escuela Técnica Industrial No. 27, y más tarde, tras ser reconstruida, se convirtió en el Cinema La Paz. Tras un período de abandono, el edificio ha vuelto a la vida como un centro de entretenimiento, conservando así su conexión con las generaciones actuales.

La ubicación precisa de la Casa del Rey yace en el corazón mismo del Centro Histórico de La Paz, en la calle Belisario Domínguez entre 5 de mayo e Independencia. Esta estructura, que ha sido testigo de los vaivenes históricos y de los esfuerzos por preservar la identidad de Baja California Sur, trasciende el tiempo y sigue siendo un faro que guía a las generaciones presentes a través de las páginas vivas de la historia local.

 

Referencia

Ibarra Rivera, Gilberto (2018). La Paz, ciudad y puerto mexicano. Origen, proceso histórico y símbolos emblemáticos. Instituto Sudcaliforniano de Cultura. Archivo Histórico Pablo L. Martínez. La Paz, B.C.S.

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Obed Téllez y su Divina Pesquera: Un libro sobre hombres que todas las mujeres deberían leer

Colaboración Especial

Por Pablo Chiw

La Paz, Baja California Sur (BCS). Con la teoría crítica feminista y los estudios de género, se ha ido develado un vasto panorama de la violencia y dominación patriarcal. Ejercida principalmente por los sujetos masculinizados, el hombre violento está en el ojo del huracán, su rostro, nombre y crímenes cuelgan infames del tendedero público de la vergüenza.

Se habla del juez, del Estado, los policías, el presidente, el bandolero, el macho violador e incluso afirman que el violador eres tú. Declaraciones sin lugar a dudas, subidas de tono, pero que contienen una verdad indisoluble, en nuestra sociedad los hombres odian, violan y matan a las mujeres y a las personas de la comunidad LGTBQ+.

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Con su Divina Pesquera, Obed Téllez nos lleva al origen, al génesis de la violencia en contra de las mujeres; la violencia en contra de los niños varones. Quizá no hemos entendido plenamente la trascendencia, la profundidad, la gravedad que nos implica la siguiente pregunta: ¿cómo un niño inocente, amoroso y vulnerable es convertido en un macho violador?

Obed Téllez es el Caronte, quien conduce la barca literaria por el río de sangre, mierda y semen que constituyen los engranes de la producción social de sujetos masculinos. El hombre hegemónico es un producto, una tecnología social que posee un software instalado y desarrollado a partir de un código social denominado masculinidad criminal gandalla (término propuesto por Héctor Domínguez Ruvalcaba en su libro Gandallas).

La Divina Pesquera es un infierno viviente, Obed Téllez lo sabe perfectamente y nos advierte: quien, entre aquí, abandone toda esperanza. Las historias que nos cuenta son tan brutalmente reales, que los hombres que pudimos sobrevivir el proceso de masculinización, corremos el riesgo de revivir los traumas, mirar de frente las heridas abiertas, añejas y podridas del pasado o en el peor de los casos, encontrarnos con el cadáver del niño que nos tocó asesinar para poder ser llamados hombres.

Mientras leas la Divina Pesquera habrás de preguntarte una y otra vez las siguientes consideraciones: ¿Dónde estaban las feministas? ¿Dónde estaba el Estado? ¿dónde estaba la iglesia? ¿Dónde estaban los padres y madres de familia? ¿Dónde estaban las personas de buena voluntad? ¿Dónde estaba Dios?

Vemos niños desamparados, abandonados en los brazos una violencia que no fue interrumpida por la hora de salida del horario escolar, niños que no gozaron del privilegio de la seguridad del hogar o de la protección del Estado. Niños convertidos a la religión del sadismo, candidatos inmejorables para la psicopatía, sociopatía o narcisismo. Futuros sicarios, militares o policías. La Secundaria Técnica No.3 Pesquera, es una de las máquinas más sofisticadas en la producción de hombres hegemónicos.

Una lectura así puede ser imposible de llevar a cabo para la mayoría de los lectores no especializados en violencia, sin embargo, el virtuosismo de Obed Téllez se materializa en su capacidad para crear e integrar una finísima línea humorística que nos sirve como tanque de oxígeno y válvula de escape emocional. Hay momentos en se puede reír y llorar con la misma intensidad y al mismo tiempo. Sin lugar a dudas, la Divina Pesquera tendrá un lugar especial en los estudios de las masculinidades como un referente que nos ayuda a entender el cómo los niños varones violentados se convertirán en futuros agresores de mujeres.

Por este motivo, todas las mujeres deben de leerlo, es el eslabón perdido que pone el dedo en el renglón: ¡para salvar a las mujeres de la futura violencia patriarcal, necesitamos salvar a nuestros niños varones de la presente violencia patriarcal!

Vamos aclarando las cosas, la responsabilidad social es compartida, todos los cuerpos, todas las personas importan a la hora de intervenir para cambiar la sociedad. A nosotros los hombres, la Divina Pesquera nos invita a repararnos, es un recordatorio de lo artificial que es nuestro performance de lo masculino, evidencia el alto precio que tuvimos que pagar para ser aceptados en la empresa de la masculinidad y las graves consecuencias que significaría dejar de ser considerados hombres en nuestra sociedad. Ante esta disyuntiva y a pesar de la advertencia dantesca, la lectura instala la semilla de la esperanza en aquellos que logramos entender la necesidad y el deber ético que tenemos los hombres con hijos quienes no estamos dispuestos a entregarlos a los brazos de la violencia sádica, el acoso y la violación sexual masculina.

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El Kiosco del Malecón: Un Símbolo de Identidad en la Historia de La Paz, B.C.S.

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Baja California Sur, tierra de bellezas naturales y rica en historia, guarda entre sus memorias una estructura emblemática que ha perdurado a lo largo de los años: el Kiosco del Malecón. Construido durante el periodo de gobierno de Carlos M. Esquero (1925-1927), este kiosco forma parte de la historia arquitectónica de la región y ha sido testigo de diversas transformaciones a lo largo del tiempo.

El kiosco fue la última adición al proyecto de embellecimiento del malecón costero, una obra que se extendía frente al centro histórico, abarcando una longitud de 800 metros. Esta primera etapa del malecón quedó concluida e inaugurada el 16 de septiembre de 1926, y su ubicación original se encontraba en la desembocadura de la calle 16 de septiembre.

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Diseñado por Carlos Esquero Jr., la maqueta fue elaborada por el maestro Julián Galindo y su hijo Manuel Galindo. La construcción se llevó a cabo bajo la supervisión de los maestros albañiles Arnulfo Campos y Valente Andrade, quienes contaron con la ayuda de los peones Alejandro Cornejo y Juan Agruel, este último, posteriormente, distinguido como profesor de educación primaria y quien proporcionó estos valiosos datos.

La inauguración del Kiosco del Malecón se llevó a cabo el 5 de febrero de 1927, y desde ese momento se convirtió en el símbolo representativo de la ciudad. La gente se apropió de este lugar, convirtiéndolo en un punto de encuentro y esparcimiento para los habitantes y visitantes de la región. Durante tres décadas y media, el kiosco se mantuvo en el mismo sitio, hasta que inesperadamente, en 1963, fue demolido por orden del General Bonifacio Salinas Leal, quien ejercía el cargo de gobernador de la entidad durante el periodo 1959-1965. Esta decisión causó un gran lamento en el pueblo, que vio desaparecer uno de los íconos más queridos de la ciudad.

Sin embargo, la ausencia del añorado kiosco no sería eterna. En 1978, gracias a la determinación del Lic. Ángel César Mendoza Arámburo, primer gobernador constitucional del estado de Baja California Sur, y tras la remodelación de la explanada del malecón, se tomó la acertada decisión de reproducir arquitectónicamente el kiosco. Esta réplica fue construida a escasos metros de su sitio original, en el centro de la explanada, marcando un nuevo capítulo en la historia de esta emblemática estructura.

Hoy en día, el Kiosco del Malecón cumple un papel fundamental en la imagen costera del puerto y ofrece su funcionalidad para todo tipo de espectáculos masivos en la zona. Su restauración y ubicación estratégica han permitido que esta joya arquitectónica siga siendo un punto de referencia y un espacio de convivencia para los sudcalifornianos y aquellos que visitan la región.

Cada vez que alguien se acerca al Kiosco, lo hace con el respeto y el cariño que merece una estructura que ha sido testigo de la evolución de Baja California Sur. Es un símbolo de identidad y de unidad entre las generaciones, un lazo que une el pasado con el presente y nos invita a mirar hacia el futuro con esperanza y determinación.

​En las páginas de la historia de Baja California Sur, el Kiosco ocupa un lugar destacado, una pieza clave que refleja el espíritu y la esencia de la región. Su restauración y preservación son un recordatorio constante de la importancia de proteger y valorar nuestro patrimonio cultural y arquitectónico.

Así, el Kiosco del Malecón se mantiene firme como un testigo silente de la historia de Baja California Sur, una obra que encierra en sus muros los anhelos, las alegrías y los sueños de quienes han caminado a su alrededor a lo largo de los años. Es un símbolo que nos conecta con nuestro pasado, con nuestra identidad y con la esencia misma de esta hermosa tierra que llamamos hogar.

Referencia bibliográfica

La Paz, ciudad y puerto mexicano. Origen, proceso histórico y símbolos emblemáticos. Gilberto Ibarra Rivera.

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Ecos del Apocalipsis Nuclear: La Dualidad de Oppenheimer en la Lente de Nolan

FOTOS: Internet

Colaboración especial

Alejandro Aguirre Riveros

La Paz, Baja California Sur (BCS). En un resplandeciente rincón de La Paz, donde los reflejos del océano se funden con el malecón y los transeúntes avanzan ignorantes del paso del tiempo, surge una figura imponente: la estatua de Alfonso García Robles. Esta no es solo un atractivo para turistas que quieren capturar un instante frente al muelle fiscal; es un recordatorio de un compatriota cuyo legado en estos tiempos tumultuosos resuena fuerte y claro. García Robles, arquitecto del Tratado de Tlatelolco, proclamó a América Latina y el Caribe como zonas libres de armas nucleares en medio de la Guerra Fría. Una labor refrendada por el reconocimiento de ser el único mexicano galardonado hasta ahora con el Premio Nobel de la Paz.

Ante la crisis ucraniana, el equilibrio mundial pende de un hilo, aproximándonos alarmantemente al umbral de la medianoche en el famoso Reloj del Fin del Mundo. En este escenario, el legado de Robles cobra una relevancia inusitada. Se erige como un sombrío recordatorio del devastador poder de la bomba atómica, temática central del más reciente filme de Nolan. Es imperativo recordar que la primera detonación atómica ocurrió a tan solo 150 kilómetros de México, cerca de Ciudad Juárez, en el paraje conocido como La Jornada del Muerto.

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En una cartelera saturada de brillantes neones, superhéroes y escenarios postapocalípticos, Christopher Nolan nos devuelve a una realidad palpable con Oppenheimer. A través de su lente, nos adentra en el agitado cosmos mental del creador de la bomba atómica. Nolan, con su sello distintivo, presenta un viaje visualmente estelar, nuevamente sorprendiéndonos y demostrando que Cillian Murphy, en su papel principal, es la verdadera joya de esta producción.

El guion aborda los años formativos y desafíos de J. Robert Oppenheimer, desde sus días de estudio en Cambridge hasta su liderazgo en el Proyecto Manhattan. A medida que se desarrolla la trama, nos sumergimos en su vida, amores y dilemas morales, culminando en su conflicto con la creación de la primera arma de destrucción masiva.

Desde el inicio, Nolan demuestra su meticulosidad, reviviendo con precisión la época retratada. Pero más allá de la recreación histórica, lo que realmente atrapa es la prodigiosa interpretación de Murphy. La película no es solo un viaje por la historia, es una masterclass de conflicto moral y científico, y se siente como un thriller gracias al ritmo distintivo de Nolan.

Oppenheimer seguramente figurará en la próxima temporada de premios. Con Nolan al mando y Murphy al frente, no sería sorprendente verla nominada a múltiples Oscar.

No obstante, la película presenta claras deficiencias más allá de lo técnico. Al enfocarse en el drama personal de Oppenheimer, Nolan opaca la magnitud de la verdadera tragedia, relegando los horrores de la guerra y el desgarrador impacto humano de la bomba atómica. Esto resulta en una percepción para el espectador que desdibuja y despersonaliza la auténtica historia.

La historia de Oppenheimer, el cerebro detrás de la bomba atómica, tenía potencial para una introspección profunda, para una crítica seria sobre las decisiones y repercusiones morales. En cambio, Nolan optó por centrarse en la autoindulgencia, eclipsando el impacto real de la bomba y su legado genocida.

Aquellos que buscan una narrativa coherente o un enfoque genuino en los eventos históricos saldrán decepcionados. Entre saltos temporales desorientadores y diálogos interminables que parecen intentar, sin éxito, emular a Sorkin, la película a menudo se siente como una parodia de sí misma.

Nolan, en su fascinación por el dilema personal de Oppenheimer, parece olvidar la magnitud de la tragedia que la bomba representó. Lo que pudo haber sido una meditación sobre poder y consecuencias se siente más como un estudio superficial. Hay momentos donde Oppenheimer deslumbra, pero en otros, se pierde en un laberinto narrativo, ofreciendo un espectáculo visual que no hace justicia a su profundo contexto histórico y que se muestra excesivamente indulgente con el papel del ejército norteamericano en la Segunda Guerra Mundial.

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Monumento a Cuauhtémoc: Un Homenaje al Tlatoani Mexica en Baja California Sur

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Baja California Sur, una tierra en la cual convergen personas de diferente filiación indígena, social, política, cultural, etc., alberga un monumento que rinde homenaje a uno de los líderes más icónicos de la antigua civilización mexica: Cuauhtémoc.

Ubicado en el extremo sur del jardín Cuauhtémoc, en el punto donde se bifurca el Paseo Álvaro Obregón con la calle Esquerro-Mutualismo, este monumento se alza como un testimonio de admiración y respeto por el último emperador azteca. Inspirado en los trabajos del destacado escultor Rómulo Pozo Peña, el monumento está formado por una estela en forma de prisma rectangular, elaborada en bloques de cantera perfectamente ensamblados.

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En las caras laterales, norte y sur, se encuentran esculpidas las figuras del héroe en bajo relieve, un diseño magistral creado por Víctor Ramos Pocoroba. En este magnífico trabajo artístico, Cuauhtémoc es representado portando el yelmo de Guerrero Águila, símbolo de su valentía y liderazgo.

En una mano sostiene un escudo con la heráldica de su nombre, Cuauhtémoc, cuya traducción del idioma náhuatl es el águila del crepúsculo. Aquí, el águila representa al sol, simbolizando el poder y la grandeza de la civilización azteca. En la otra mano, Cuauhtémoc porta una lanza con tres puntas, dos de ellas más pequeñas y una mayor, que simbolizan los procesos evolutivos de México: los indígenas, los criollos y los mestizos.

Esta última punta representa la nueva y grandiosa raza mexicana surgida de la mezcla de culturas. La base del monumento también es rica en simbolismo. Se encuentra el grifo 4 kin, símbolo del planeta Venus según los antiguos astrónomos de Xochicalco. El grifo, o lucero de la mañana, representa el anuncio de un nuevo amanecer, lleno de esperanza y renovación. Cuatro plumas en la base señalan los rumbos cardinales del universo, mostrando la conexión de Cuauhtémoc con el cosmos y la trascendencia de su legado.

Una parte significativa de esta obra es el uso del atuendo del águila del crepúsculo, que refleja la indumentaria de los antiguos mayas plasmada en las célebres lápidas de Yaxchilán. Esta elección destaca la influencia y las conexiones culturales entre las diferentes civilizaciones mesoamericanas.

El monumento se erigió en un día memorable, el 21 de marzo de 1990, y fue obra del talentoso escultor Carlos González Cázares, quien dedicó su habilidad artística para honrar la memoria de Cuauhtémoc y difundir su legado entre los habitantes de Baja California Sur. Fue entregado oficialmente a la comunidad sudcaliforniana el 3 de mayo del mismo año.

En la base del monumento, grabada con caracteres de eterna solidez, se encuentra una placa con los versos conmovedores del poeta José López Bermúdez. Estos versos expresan la grandeza de Cuauhtémoc como el primer mexicano de la historia y el ala que vuela eternamente, iluminando el cielo de cada día con su heroísmo y coraje.

El Comité Monumento Cuauhtémoc, A. C., compuesto por destacados ciudadanos como Víctor Ramos Pocoroba, Carlos Montero González, María Esther Cota e Irma Rosado Luna, trabajó incansablemente para que este proyecto se convirtiera en una realidad, un regalo eterno para las generaciones presentes y futuras de Baja California Sur.

El Monumento a Cuauhtémoc se erige como un símbolo de identidad, historia y orgullo para la región. Cada vez que los habitantes y visitantes contemplen esta imponente obra de arte, recordarán la grandeza de la cultura mexica y el legado indeleble de uno de los líderes más valientes de la historia antigua. Este monumento es mucho más que una estructura física, es un vínculo perdurable con el pasado, una ventana hacia la grandeza de nuestros antepasados y una inspiración para forjar un futuro lleno de respeto, valentía y unidad.

Referencia bibliográfica:

Ibarra Rivera, Gilberto. 2018. La Paz, ciudad y puerto mexicano. Origen, proceso histórico y símbolos emblemáticos. Gobierno del Estado de Baja California Sur, Secretaría de Cultura: Instituto Sudcaliforniano de Cultura: Archivo Histórico Pablo L. Martínez

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