1

La importancia de la divulgación histórica en la formación de la identidad

IMÁGENES: IA.

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En un mundo cada vez más globalizado y marcado por la modernidad líquida, la divulgación de la historia de una entidad federativa se convierte en una estrategia crucial para la formación de la identidad de sus habitantes. La globalización ha facilitado una vinculación sin precedentes  entre culturas y sociedades, pero también ha generado una tendencia a homogeneizar las identidades locales, despojándolas de su esencia y particularidades.

La modernidad líquida —concepto acuñado por el sociólogo Zygmunt Bauman— describe una era en la que todo cambia rápidamente y nada es permanente. En este contexto, los vínculos sociales, las tradiciones y las identidades están en constante flujo, desafiando la capacidad de los individuos para arraigarse y encontrar un sentido de pertenencia. Ante este escenario, la divulgación de la historia local se convierte en una herramienta vital para arraigar a las comunidades en sus raíces y fortalecer su identidad colectiva.

También te podría interesar: Juan de Ugarte, el padre que abrazó a los indígenas: un legado de amor y compasión

La historia de una entidad federativa es más que una simple acumulación de fechas y eventos; es el relato de las experiencias compartidas, las luchas, las victorias y las tradiciones que han dado forma a la vida de sus habitantes a lo largo del tiempo. Conocer y entender este pasado proporciona a los individuos un sentido de continuidad y pertenencia, una narrativa común que enriquece su sentido de identidad.

Divulgar la historia local implica llevar estos relatos a la vida cotidiana de las personas a través de diferentes medios: desde la educación formal en las escuelas hasta eventos culturales, publicaciones, medios de comunicación y plataformas digitales. Este esfuerzo no sólo preserva la memoria histórica, sino que también fomenta un orgullo genuino por el lugar al que se pertenece. Los habitantes, al conocer las historias de su tierra, sus héroes y sus tradiciones, desarrollan un sentimiento de arraigo que les permite enfrentar los retos de la modernidad con una base sólida.

La globalización, con sus beneficios innegables, también presenta el desafío de evitar que las identidades locales se diluyan en un mar de influencias externas. La divulgación histórica actúa como un contrapeso necesario, permitiendo que las comunidades preserven y festejen sus particularidades culturales. Esta dualidad, entre lo global y lo local, puede y debe coexistir, ofreciendo a los individuos la riqueza de una identidad múltiple y compleja.

Además, en tiempos de modernidad líquida, donde las certezas se desvanecen y las relaciones son efímeras, la historia local brinda una base sólida y duradera. Saber de dónde se viene, conocer las historias de resistencia y adaptación, proporciona una brújula para navegar en un mundo de cambios constantes. La identidad, formada a partir de estas narrativas, se convierte en un recurso invaluable para la cohesión social y el desarrollo comunitario.

En este sentido, es fundamental que las políticas públicas y las iniciativas privadas apuesten por la divulgación de la historia local. Museos, archivos históricos, centros culturales y proyectos educativos deben recibir apoyo y recursos para llevar a cabo esta misión. Además, el uso de tecnologías modernas, como plataformas digitales y redes sociales, puede amplificar el alcance de estas historias, haciendo que lleguen a las nuevas generaciones de manera atractiva y accesible. Al celebrar y compartir las historias locales, se construyen comunidades más fuertes, orgullosas y cohesionadas, capaces de mantener su esencia en medio de la globalización y la modernidad cambiante.

—–

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, ésto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.



Sobre la incertidumbre y las encrucijadas infinitas

Colaboración Especial

Jorge Peredo

Para Ely

La Paz, Baja California Sur (BCS). Solo, perdido, casi paralizado ante el oscuro horizonte de la incertidumbre que me confronta, así se siente a veces la existencia; así debe sentirse también el gato en una caja. A veces parece que la vida misma es un experimento de aquel genio maligno del que hablaba René Descartes. Al filo de un prolongado estado de duda (en un cruce de caminos), hostigado por fuerzas a las que no quiero ponerle nombre y perplejo ante los misteriosos colores de nuestro encuentro, me siento impelido a retomar contigo estas reflexiones que se instalan (debo admitirlo) en una tenaz niebla. Son para mí, formas del fantasma o el mito primordial que me ha perseguido o fascinado desde que lo liberé al hojear La noche de los gatos cuánticos, una novela de ciencia ficción que narraba la existencia de interminables mundos donde todos los posibles sueños (o pesadillas) se hacen realidad.

Conoces la historia, pero no importa, te la cuento: imagina una caja de acero cerrada herméticamente. En el interior un gato observa como su destino depende de un “mecanismo perverso” (Blanco, 2023).  En palabras del físico Erwin Schrödinger (personaje de suma importancia para este relato):

En un contador Geiger hay una cantidad mínima de una sustancia radiactiva, tan pequeña, que quizá en el transcurso de una hora uno de los átomos se desintegre, pero quizá también, con la misma probabilidad, ninguno lo haga. Si ocurre, se produce una descarga en el tubo del contador y mediante un rielé se libera un martillo que hace pedazos una pequeña ampolla con una solución de ácido cianhídrico. Si se abandona el sistema a su suerte durante una hora, se dirá que el gato permanece vivo siempre y cuando no se haya desintegrado ningún átomo. La primera desintegración atómica lo envenenaría. (Schrödinger, 1935).

Nota.  El gato se encuentra en una superposición de estados: vivo y muerto hasta el momento del colapso de la función de onda, Princeton Univesity Press (1973).

También te podría interesar: Proyecto minero submarino de fosfatos en el Golfo de Ulloa. Crónica de una autorización denegada

Lo desconcertante es que, desde la perspectiva de la mecánica cuántica, marco de referencia de este ejercicio mental, la incertidumbre de quien espera a que se abra la caja, podría ser reflejo de la realidad al interior: el gato existe en una superposición de estados, está vivo y muerto a la vez.

En el umbral de las maravillas

Hubo un día, en el que un grupo de seres humanos, que se hacen llamar físicos, tuvieron la osadía y vanidad de pensar que con ellos había llegado el fin de todas las incógnitas que durante milenios acuciaron a filósofos, naturalistas, magos y alquimistas. Pretendían haber agotado la comprensión del universo. Estaban convencidos de que no era otra cosa que un inconmensurable mecanismo de relojería. En 1814, el físico Simon-La Place aseveró que: el estado presente del universo es el efecto de su estado anterior, y la causa del que vendrá y que, por tanto, si existiera una inteligencia capaz de conocer todas las fuerzas y situaciones de los entes del universo, podrían conocerse los movimientos de todos los cuerpos existentes desde los átomos a las estrellas, el presente y el pasado. Vivimos, según esto, en un cosmos determinista.

Tras los grandes triunfos teóricos de la física del siglo XIX con la interpretación mecánica y estadística de la termodinámica y la electrodinámica, parecía quedar poco por resolver, pero el problema que se presentó, terminó por iniciar una turbulencia que cimbraría para siempre nuestra idea de lo real. Al internarse en el reino de lo infinitamente pequeño, los científicos notaron que el sueño ilustrado de un cosmos conformado a la medida del entendimiento del “hombre” se desmoronaba. Mientras que para la física clásica los fenómenos obedecen siempre a una cierta lógica inherente a la creación, lo que implica que, dependiendo de las condiciones, siempre observaremos los mismos resultados, y que por tanto podemos predecirlos, para la teoría cuántica “hay una probabilidad de que todos los sucesos posibles, por muy fantásticos que sean”, pueden ocurrir (Kaku, 2022, p.175).

A principios del siglo veinte la física clásica era incapaz de explicar fenómenos misteriosos. Las certezas se tambalearon y todos estos hombres que se sentían tan cerca de la verdad se encontraron de nuevo sumidos en la incertidumbre. Según las leyes clásicas de la física, como las leyes de Maxwell, se pensaba que un cuerpo caliente debería emitir radiación de manera continua en todas las longitudes de onda. Esto implicaría que a medida que se aumenta la temperatura de un cuerpo, la cantidad total de energía radiada en cada longitud de onda también debería aumentar sin límite. Sin embargo, las observaciones experimentales de la radiación emitida por cuerpos calientes, como el sol o cualquier objeto a alta temperatura, mostraron un fenómeno contradictorio con las predicciones clásicas. En lugar de emitir radiación en todas las longitudes de onda de manera continua, los cuerpos calientes emitían radiación en espectros discretos y específicos.

El problema central era que las teorías clásicas no podían explicar por qué la radiación emitida por un cuerpo caliente tenía un espectro de energía tan particular, en lugar de ser un continuo sin restricciones. Este desafío fue conocido como el problema del cuerpo negro, nombrado así por la propiedad idealizada de un cuerpo que absorbe toda la radiación incidente sin reflejar nada.

Las predicciones fallaron en proporcionar una explicación precisa de este espectro de radiación observado. Esta discrepancia entre la teoría y la observación experimental marcó un punto crucial en la historia de la física, ya que condujo a la necesidad de un nuevo marco teórico que pudiera abordar y resolver estos problemas: la mecánica cuántica.

La propuesta de Max Planck en 1900, al introducir el concepto de cuantización de la energía, es decir, según esto, la energía no se distribuye de manera continua, sino en pequeños “paquetes” llamados cuantos. Este fue uno de los eventos clave que condujeron a la revolución cuántica y transformó nuestra comprensión del mundo subatómico.

No mucho después, en 1905, Albert Einstein propuso que la luz también posee características de partículas, presentando el concepto de fotones. Este enfoque explicó el efecto fotoeléctrico, un fenómeno en el que la luz expulsa electrones de un material. Se reveló a raíz de esto que los electrones actúan al mismo tanto como partículas que como ondas. La física cuántica desentrañó este misterio al mostrar que el electrón, que danzaba alrededor del átomo, era una partícula, pero iba de la mano de una enigmática onda (Kaku, 2022, p.180).

El modelo cuántico del átomo, propuesto por Niels Bohr en 1913, consolidó aún más las ideas cuánticas. Bohr postuló que los electrones se movían en órbitas cuantizadas alrededor del núcleo, explicando el misterioso espectro de emisión del hidrógeno.  El modelo de Bohr demostró que era posible explicar fenómenos atómicos utilizando principios cuánticos y abrió la puerta a nuevas investigaciones en este campo revolucionario de la física.

En 1924 Louis de Broglie postuló que dependiendo de las condiciones ciertas partículas pueden comportarse como corpúsculo o como ondas, a eso se le conoce como “dualidad onda corpúsculo”. Esto despertó el interés de Erwin Schrödinger, quien en 1927 desarrolló la ecuación de onda, que describe la evolución temporal de la función de onda de una partícula. De forma simultánea, Werner Heisenberg introdujo el principio de incertidumbre, desafiando cualquier intuición, al afirmar que no se puede conocer simultáneamente con precisión la posición y el momento de una partícula. El sueño de la razón se cimbraba y sus adalides se vieron impelidos a cruzar el umbral al país de las maravillas, de donde, muchos juraban haber escapado para no volver.

Incertidumbre

El Principio de Incertidumbre de Heisenberg sostiene que no podemos conocer, simultáneamente, con precisión, la posición y la velocidad de una partícula subatómica. Cuanto más precisamente intentamos medir una de estas propiedades, menos precisión tendremos en la otra. Esta relación de intercambio entre la posición y la velocidad es un límite intrínseco en el mundo cuántico.

Este insólito principio, fue puesto a prueba con un experimento. Utilizando una rendija doble y un dispositivo de detección, un grupo de científicos enviaron electrones uno por uno a través de las rendijas hacia una pantalla de detección. Se esperaría que, al igual que con ondas de luz, se formaran patrones de interferencia en la pantalla.

La sorpresa llega cuando se coloca un detector en una de las rendijas para averiguar por cuál pasa cada electrón. Al hacer esto, los patrones de interferencia desaparecen, y se obtiene un patrón de dos franjas, como si los electrones se comportaran como partículas. Si se retira el detector, los patrones de interferencia vuelven a aparecer.

Este experimento resalta la llamada dualidad onda-partícula y la esencia del Principio de Incertidumbre. Cuando intentamos medir el camino exacto de un electrón, interferimos con su comportamiento ondulatorio, y perdemos la información sobre su velocidad y dirección. La interferencia entre los caminos posibles desaparece, y obtenemos un comportamiento más determinista, pero a expensas de perder información sobre la velocidad.

Esto desafía nuestra intuición clásica, donde podríamos esperar que las partículas siguieran trayectorias definidas. La mecánica cuántica, encapsulada en el Principio de Incertidumbre y ejemplificada por el experimento de las franjas, nos insta a reconsiderar nuestra percepción de la realidad y aceptar que, a nivel cuántico, la certeza completa es una ilusión.  La formulación más estricta de la ley de la causalidad indica que “si conocemos con exactitud el presente, podemos calcular el futuro”, mientras que para Heisenberg: “Nosotros no podemos, en principio, llegar a conocer el presente en todas sus partes determinantes.” (Heisenberg, 1927, p.197).

Función de onda

La introducción de la función de onda propuesta por Schrödinger en 1926 desempeña un papel clave en abordar el problema de la incertidumbre. Si bien, postula que no se pueden conocer, simultáneamente, con precisión la posición y el momento lineal de una partícula, la función de onda ofrece una descripción probabilística que la abarca.

La función de onda denotada comúnmente por la letra griega Ψ (psi), es una cantidad matemática asociada a una partícula cuántica que proporciona información sobre la probabilidad de encontrar la partícula en diferentes posiciones y estados de momento. La magnitud al cuadrado de la función de onda, Ψ², se interpreta como la densidad de probabilidad de encontrar la partícula en una ubicación particular. Esto significa que a nivel cuántico, la naturaleza funciona de forma totalmente distinta a la del universo observable: es fundamentalmente probabilística.

Esta teoría y su formalismo matemático fueron celebrados y aceptados de forma general, incluso por el mismísimo Heisenberg, quien había desarrollado su propia propuesta, llamada mecánica matricial. Aunque la función de onda proporciona una descripción probabilística más completa, no elimina completamente la incertidumbre. La incertidumbre está presente en la propia naturaleza de la teoría cuántica, y la función de onda propone una forma de cuantificar y trabajar con esa incertidumbre en lugar de eliminarla.

Imagina que estás en un juego de escondite, pero en lugar de esconderse detrás de muebles, las partículas subatómicas, como electrones tienen su propio juego de probabilidades llamado función de onda. Esta función es como un mapa que nos dice las probabilidades de encontrar una partícula en diferentes lugares.

La función de onda es como un sueño matemático, donde las ecuaciones nos dicen las formas en que una partícula podría estar distribuida en el espacio. Pero aquí está el truco: no nos dice exactamente dónde está la partícula, solo nos arroja un catálogo de expectativas, es decir todos los posibles escondites de la partícula. Parecería que las reglas de este juego, fueron ideadas por un demente: la partícula está escondida en todos los sitios que el mapa despliega.

Colapso

Un aspecto intrigante es que cuando observamos o medimos una propiedad de una partícula, esta deja de estar en todos los lugares posibles y, aparentemente “elige” un valor específico para la propiedad medida. Si seguimos la metáfora del juego, decide dejarse encontrar, en el momento en el que decidimos buscarla, el cual, no es nunca, donde esperábamos hallarla.

De acuerdo a la interpretación más tradicional de la cuántica, también llamada de Copenhague, se dice que la función de onda “colapsa”. Este “colapso” consiste en la transición de un mundo probabilístico a uno concreto. Es decir que en el momento de realizar la observación del comportamiento de un electrón “la suave evolución de la función de onda es interrumpida y emerge un único resultado. Todas las demás probabilidades se desvanecen de la realidad clásica. (Byrne, 2007)”.  El resultado parece ser por completo arbitrario, ya que no sigue la lógica de la información contenida en la onda. Hay que tener en cuenta que se trata de un postulado que no tiene lugar en las ecuaciones de Schrödinger y que sirve para explicar la emergencia de un estado específico de la partícula.

La postura de científicos como Bohr y Heisenberg, conocida como interpretación de Copenhague es que el funcionamiento del mundo cuántico únicamente cobra sentido en términos de los fenómenos “clásicamente observables”, no al revés. Las ecuaciones sólo pueden explicar lo que sucede en el mundo subatómico y que existe una clara separación entre este y el mundo clásico. Dicho enfoque privilegia el lugar de un observador externo ubicado en un “reino clásico” bien diferenciado del reino cuántico en el que ocurren los fenómenos observados. (Byrne, 2007, p.100) ¿Es la observación del científico la que causa el colapso? Esto implicaría una suerte de magia, más allá del mundo observable y por tanto perteneciente al reino de la metafísica.

En el contexto del experimento, cuando la caja se abre y se realiza la observación, la función de onda del gato, (que originalmente estaba en una superposición de estados, como vivo y muerto) colapsa en un estado específico. Esto significa que, después de la observación, el gato se encuentra en un estado definitivo, ya sea vivo o muerto, no en una superposición de ambos.

Es precisamente debido al peso de esta sospecha que Schrödinger confabuló aquella escena que parece más obra un genio maligno aficionado a las caricaturas de Bugs Bunny. El absurdo de aceptar la discontinuidad entre lo ocurrido en el sistema a nivel subatómico y la realidad en la que se instala el observador salta a la vista en el momento en el que se construye un sistema donde ambas interactúan irremediablemente, es decir se expresa su interdependencia. Este ejercicio obliga a ver las implicaciones de esta ruptura, de tal modo que la incertidumbre cuántica produciría un emborronamiento donde la muerte y la vida son indistinguibles hasta la intervención del observador.

A pesar de no poder explicar ese límite entre la realidad observable y el mundo clásico, los científicos adscritos a esta visión recurrieron a la mecánica cuántica con gran éxito. La lección aprendida por innumerables generaciones de físicos es que las ecuaciones sólo operan en el reino de lo microscópico, mientras que para el macroscópico carece de relevancia (Byrne 2007, p.100).

Bifurcaciones

Schrödinger, en una conferencia que se llevó a cabo en Dublín en el año de 1952, sugirió de forma casi casual un posible camino que permitiría encontrar solución a la paradoja: “Casi cualquier resultado que declare [un teórico de la mecánica cuántica] se refiera a la probabilidad de que esto o eso o aquello […] suceda, normalmente entre una gran cantidad de alternativas. La idea de que no sean alternativas sino que todas sucedan a la vez se le antoja demencial, sencillamente imposible.”

Diez años antes, en otro hemisferio, una pluma que hacía otro tipo de magia escribió una alegoría sobre la literatura, que parecía presagiar la fragorosa poesía encerrada en esa demente visión. Jorge Luis Borges imaginó un laberinto en el que cualquier principio o cualquier posible desenlace era una realidad:

La explicación es obvia: El jardín de senderos que se bifurcan es una imagen incompleta, pero no falsa, del universo tal como lo concebía Ts’ui Pên. A diferencia de Newton y de Schopenhauer, su antepasado no creía en un tiempo uniforme, absoluto. Creía en infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades. No existimos en la mayoría de esos tiempos; en algunos existe usted y no yo; en otros, yo, no usted; en otros, los dos. En este, que un favorable azar me depara, usted ha llegado a mi casa; en otro, usted, al atravesar el jardín, me ha encontrado muerto; en otro, yo digo estas mismas palabras, pero soy un error, un fantasma.

Seguramente te preguntarás qué sentido tiene que traiga esto a colación. Se trata de intentar discernir qué es lo que pasa con todas esas probabilidades que aparentemente se disuelven tan pronto como una se materializa. Esta posible respuesta es conocida como “la interpretación de los muchos mundos”.

Hugh Everett III fue un físico teórico estadounidense nacido el 11 de noviembre de 1930 en Washington D.C. Se graduó de la Universidad Johns Hopkins con una licenciatura en física en 1953 y obtuvo su doctorado en física teórica en la Universidad de Princeton en 1956.

Durante su tiempo en Princeton, Everett trabajó bajo la supervisión del renombrado físico John Archibald Wheeler. Fue durante este período cuando desarrolló su controvertida interpretación de la mecánica cuántica, conocida como la interpretación de los muchos mundos.

La interpretación de los muchos mundos, propuesta por Everett en su tesis doctoral en 1957, desafió las interpretaciones convencionales de la mecánica cuántica, especialmente la interpretación de Copenhague. Para resolver el problema de la función de onda, Everett fundió los mundos macroscópico y microscópico. Esto significa que la función de onda es universal y que por lo tanto la mecánica cuántica opera en la totalidad del universo.  El observador no es ajeno al sistema cuántico sino que tanto él como el objeto observado lo conforman.

Everett se planteó las siguientes preguntas:

¿Qué pasaría si la evolución continua de una función de onda no es interrumpida por actos de medición? ¿Qué pasaría si la ecuación de Schrödinger siempre se aplica y se aplica a todo, tanto a objetos como a observadores? ¿Qué pasaría si ningún elemento de superposiciones es eliminado de la realidad? ¿Cómo se vería un mundo así para nosotros? (Byrne, 2017, p.100).

Concluyó que la función de onda de un observador se bifurcaría en cada interacción del observador con un objeto superpuesto. La función de onda universal contendría ramas para cada alternativa que compone la superposición del objeto. En cada una existe una copia del observador que percibe una de esas alternativas como único resultado. Según una propiedad matemática fundamental de la ecuación de Schrödinger, una vez formadas, las ramas no se influyen entre sí. Por lo tanto, cada rama emprende un futuro diferente, independientemente de las demás (Byrne, 2017, p.100).

Esto significa que todas las probabilidades cuánticas se realizan en universos paralelos separados, lo que implica la existencia de una multiplicidad de realidades coexistentes. En cada uno de estos mundos, una versión diferente del resultado cuántico se manifiesta, lo que elimina la necesidad de un colapso de la función de onda y mantiene la coherencia de la evolución cuántica.

A pesar de la originalidad y el rigor matemático de su trabajo, la interpretación de los muchos mundos de Everett fue inicialmente recibida con escepticismo y críticas por parte de la comunidad científica establecida. Tal vez porque la idea de un universo infinitamente ramificado desafía por completo nuestro entendimiento y parece más la creación de un poeta visionario o de un chamán delirante que una teoría científica:

Para entender lo que el concepto de muchos mundos implica, sólo se necesita notar que, cualquier causa, por microscópica que sea, puede propagar sus efectos, a través del universo, por consiguiente toda transición cuántica que ocurre en toda estrella, en toda galaxia, en cada remoto rincón de este universo ramifica nuestro mundo local en miríadas de copias de sí mismo (DeWitt, p.179).

El gato está vivo en una realidad y muerto en la otra.

Nota.  Para Everett el gato vive en un mundo, en otro muere. Es un gato cuántico, Wikimedia Commons.

Desde esta perspectiva puedo decir: tú (qué me lees) y yo habitamos las ramificaciones de un árbol infinito. En unas somos amigos, en otras nos odiamos, en otras nunca nacemos, en unas existes y yo no, en otras nunca nos encontramos en nuestra encrucijada. Quizás de casualidad leas estas palabras y sientas una extraña curiosidad, y es todo. Tal vez en un mundo nos conocimos y el azar nos extravió al uno del otro; pero en otro nos volvemos a encontrar. Esta es la verdadera incertidumbre, la certeza de saber que en otro lado las cosas son como las soñamos y acá donde se afianza nuestra existencia, el azar nos arroja a regiones indómitas.

Referencias

Blanco, D.(2012), Schrödinger: El universo está en la onda, España: RBA.

Byrne, P. (2007), “The many worlds of Hugh Everett”, en Scientific American , Vol. 297, No. 6 (December 2007), pp. 98-105.

DeWitt, B. (1973), en Dewit Bryce S. (Edit), The Many Worlds Interpretation of Quantum Mechanics, (p.p. 178-179), Nueva Jersey: Princeton University Press.

Heisenberg, W. (1927), “Sobre el contenido descriptivo de la Cinemática y la Mecánica teórico-cuántica” en Z.Phys 43, p.p. 172-198.

Schrödinger, E. (1983), “The Present Situation in Quantum Mechanics. A translation of Schrödinger´s Cat Paradox Paper” en Proceedings of the American Philosophical

Society, 124, p.p. 323-38

—–

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, ésto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




Juan de Ugarte, el padre que abrazó a los indígenas: un legado de amor y compasión

IMÁGENES: IA.

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En la historia de América Latina, pocos personajes han dejado una huella tan profunda y emotiva como aquel sacerdote cuya vida se entregó por completo a los indígenas. En sus múltiples logros y su incansable labor, el Padre Juan de Ugarte encontró un inexplicable y profundo amor por los indígenas que le rodeaban. Este amor, que a menudo le costaba lágrimas, era el reflejo de un corazón enorme que no se acobardaba ante los riesgos, ni se aterraba ante los trabajos.

Su gran corazón, capaz de abarcar todas las aflicciones del mundo, no podía soportar la más ligera vejación hacia sus queridos hijos californios. El dolor y la pena que sentía cuando alguno de ellos enfermaba o moría eran inmensos, al punto que parecía desearles la inmortalidad. Este afecto no sólo nacía de su gran cariño, sino también de la docilidad y la amable condición de los indígenas cochimíes, quienes encontraban en el Padre a alguien dispuesto a procurarles gusto en todo aquello que no contraviniera las buenas costumbres ni perjudicara los progresos de la cristiandad.

También te podría interesar: Enfermedades traídas por colonos que diezmaron a los indígenas de la Antigua California

El sacerdote Juan de Ugarte, con sabiduría y prudencia, formó un dictamen que sería su legado: todas aquellas costumbres antiguas de los gentiles, siempre que no se opusieran a la religión católica ni contuvieran error alguno, debían ser permitidas. Él entendía que estas costumbres eran fuente de gusto y recreación para los indígenas, y que respetarlas era esencial para su bienestar y felicidad. Solía predicar: “Suelen pintarse los californios, así hombres como mujeres, teniendo esto por una grande gala. Dejémoslos pintar, pues esta costumbre, y el gusto que tienen en ella, es herencia de sus padres y abuelos, y en nada es contraria a la ley de Dios, y el que se afean poniéndose así, ni yo, ni otro, se lo ha de persuadir fácilmente”.

En un tiempo en que la conquista y la colonización imponían un doloroso choque de culturas, la postura del Padre Ugarte se destacó como una guía de esperanza y humanidad. En lugar de imponer a fuerza las nuevas creencias y costumbres, abogó por una convivencia respetuosa, donde las tradiciones indígenas pudieran coexistir con la fe cristiana. Cuando el sacerdote Ugarte veía competir a los californios a través de demostraciones de fuerza, decía “Luchen en buena hora, que ninguno de estos nació para leer los tomos de Santo Tomás, ni para registrar concilios, sino para trabajar, y el que más fuerza tuviere lo hará mejor, y es gloria de esta gente parecerse a los antiguos romanos en los juegos”.

Esta perspectiva no sólo aliviaba las tensiones, sino que también facilitaba la labor evangelizadora, mostrando un camino de respeto mutuo y comprensión. El sacerdote no veía en los indígenas seres inferiores que necesitaban ser civilizados, sino almas iguales, dignas de amor y respeto, cuya riqueza cultural merecía ser preservada. Cuando los demás sacerdotes le preguntaban sobre los bailes de los nativos y si era lícito permitirles, el padre razonaba: “Que bailen, con tal que se quiten todas las ocasiones, que puede haber de culpa o de menos decencia en los bailes. No podemos desde luego reducirlos a que vivan tan ajustados, y sean tan devotos como unos novicios”.

En estos tiempos modernos, donde aún luchamos con la aceptación de la diversidad y el respeto por las culturas indígenas, el ejemplo del Padre Juan de Ugarte se mantiene con una vigencia innegable. Recordar su historia es recordar que el camino hacia una sociedad más justa y comprensiva empieza por el amor y el respeto hacia todos, sin importar su origen ni sus costumbres.

Referencia bibliográfica:

Vida y Virtudes de el Venerable, y Apostólico Padre Juan de Ugarte de la Compañía de Jesús. Misionero de las Californias, y uno de sus primeros Conquistadores. Juan Joseph de Villavicencio. Reedición Sealtiel Enciso Pérez.

—–

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, ésto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.



Enfermedades traídas por colonos que diezmaron a los indígenas de la Antigua California

IMÁGENES: IA.

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En el transcurso del primer siglo de contacto entre los colonos europeos y los habitantes originarios de la Antigua California, la península fue testigo de un devastador capítulo en su historia. La llegada de los europeos no solo marcó el inicio de un periodo de colonización y cambio cultural, sino que también desató una serie de epidemias que tuvieron consecuencias catastróficas para las comunidades indígenas.

Entre las enfermedades introducidas por los europeos se encontraban la gripe, la fiebre tifoidea, la viruela, la tisis y el mal gálico. Estas enfermedades, desconocidas hasta entonces para los indígenas, encontraron una población sin defensas inmunológicas y provocaron grandes epidemias que se extendieron rápidamente por toda la península.

También te podría interesar: La riqueza natural de California a través de los jesuitas: Un viaje por la flora de la Nueva España

El padre Baegert, el cual estuvo por 17 años en la Misión de San Luis Gonzaga, apoya lo anterior con este escrito: “Poco están expuestos a las enfermedades que se conocen en Europa y en donde sí hacen grandes estragos, con excepción de la tisis y de aquella enfermedad que fué transmitida de América a Nápoles y de allí a otros países. No se ve, ni se oye nada de gota, apoplejía, hidropesía, escalofríos, tifo, etc. No tienen en su idioma la palabra “enfermedad”, ni otras con las que podrían señalar ciertas enfermedades en concreto. Pero “estar enfermo” no lo llaman de otra manera que atembatie, que es “echarse o estar acostado en el suelo”, y esto, a pesar de que todos los californios sanos, cuando no están efectivamente ocupados en comer o buscar su comida, también se acuestan o descansan en el suelo. Al preguntársele a un enfermo ¿Qué te pasa?, comúnmente se recibe la contestación; me duele el pecho; y esto es todo”.

La viruela, en particular, se destacó por su agresividad y alta mortalidad. Documentos de la época describen cómo la enfermedad se propagaba con una velocidad implacable, causando fiebre alta, erupciones cutáneas y, en muchos casos, la muerte. Las comunidades indígenas, desprovistas de tratamientos efectivos y sin inmunidad previa, sucumbieron en grandes números. Las descripciones de las misiones y de los colonos narran escenas de aldeas enteras diezmadas, con cuerpos sin vida amontonados y familias enteras desapareciendo en cuestión de semanas.

El jesuita Juan Jacobo Baegert narra un episodio que ejemplifica lo anterior: “Igual que sucede con todos los otros americanos, los californios deben la viruela negra a los europeos. Entre ellos, esta enfermedad resulta tan contagiosa como la más terrible peste. Un español que apenas se había aliviado de la viruela, regaló un pedazo de paño a un californio, y este jirón costó, en una pequeña misión y en sólo tres meses del año de 1763, la vida de más de 100 indios, sin contar los que se curaron gracias al infatigable empeño y los cuidados del misionero. Nadie se hubiera escapado del contagio, si el principal núcleo de ellos, al darse cuenta del contagio, no hubiera puesto pies en polvorosa, alejándose del hospital hasta una distancia más que suficientemente grande”.

La gripe y la tifoidea no fueron menos letales. Estas enfermedades respiratorias y gastrointestinales, respectivamente, encontraban en las condiciones de vida comunitarias de los indígenas un caldo de cultivo perfecto para su propagación. Las fiebres, las diarreas severas y las complicaciones respiratorias contribuyeron a un incremento alarmante en las tasas de mortalidad.

El mal gálico, conocido hoy como sífilis, también se diseminó con rapidez. La falta de conocimiento sobre su transmisión y la ausencia de tratamientos efectivos hicieron que esta enfermedad se convirtiera en una epidemia que afectaba a múltiples generaciones. La tisis, o tuberculosis, con sus síntomas debilitantes y su curso prolongado, contribuyó aún más al sufrimiento y la muerte de los habitantes originarios.

Las consecuencias de estas epidemias fueron devastadoras. No solo diezmaron la población indígena, sino que también desestructuraron sus sociedades. Las pérdidas humanas significaron la desaparición de líderes, sabios y custodios de las tradiciones culturales, llevando a un colapso en la transmisión del conocimiento y las prácticas ancestrales. Además, la constante amenaza de nuevas epidemias generaba un clima de miedo y desesperanza que afectaba profundamente la vida cotidiana.

La respuesta de los colonos europeos ante estas epidemias fue insuficiente y, en muchos casos, insensible. Las misiones, aunque intentaban brindar atención médica, carecían de los recursos y el conocimiento necesario para enfrentar tales brotes. Además, las políticas coloniales a menudo priorizaban la explotación y el control, sobre la salud y el bienestar de las comunidades indígenas.

Hoy, la historia de las epidemias en la Antigua California sirve como un sombrío recordatorio del impacto devastador que las enfermedades pueden tener cuando se introducen en poblaciones sin inmunidad. También subraya la importancia de la salud pública y la necesidad de una respuesta compasiva y efectiva ante las crisis sanitarias.

—–

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, ésto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.



Reseña de la reedición del libro Vida y Virtudes del Padre Juan de Ugarte Vargas

IMÁGENES: Internet.

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS).  En el vasto y árido paisaje de la Baja California Sur, donde la historia de las misiones se entrelaza con los desafíos naturales, surge la figura del padre Juan de Ugarte Vargas, un sacerdote jesuita cuya vida dedicada a la misión evangelizadora marcó un hito en la región entre 1700 y 1730. Originario del Reyno de Guatemala, Ugarte manifestó desde temprana edad una vocación inquebrantable que lo llevó a adentrarse en las difíciles tierras californianas. El recorrido vital de Ugarte se entrelaza con una vocación que despertó en su corazón desde joven.

Como novicio en el colegio de San Pedro y San Pablo en la Ciudad de México, demostró una inteligencia aguda y habilidades excepcionales para la enseñanza y la administración. Sin embargo, su anhelo misionero prevaleció sobre sus éxitos profesionales. Fue el Provincial Juan María de Salvatierra quien avivó su llama misionera, instándolo a ser el primer administrador del Fondo Piadoso de las Californias. A partir de entonces, Ugarte dedicó su vida a la noble tarea de llevar la fe a las Californias, enfrentando vicisitudes y triunfos que forjaron el destino de la Misión de San Francisco Xavier de Viggé-Biaundó.

También te podría interesar: Luces en la oscuridad: La hazaña misionera del Padre Ugarte en la Antigua California

Poco más de dos décadas después de su muerte, en 1752, el padre Juan Joseph de Villavicencio elaboró una apología destinada a iluminar la vida del padre Juan de Ugarte. Su obra, titulada Vida y virtudes de el Venerable y Apostólico Padre Juan de Ugarte de la Compañía de Jesús. Misionero de las Californias y uno de sus primeros conquistadores, se erige como un testimonio literario, una semblanza meticulosa que busca presentarlo como un modelo ejemplar para los novicios y sacerdotes de la Compañía de Jesús.

A través de veintiocho capítulos, el lector se sumerge en un viaje que trasciende el tiempo, explorando la valentía y la devoción misionera. La pluma de Villavicencio retrata con maestría las virtudes de Ugarte, convirtiéndose en un legado literario que va más allá de la mera narración biográfica.

El título mismo del libro, Vida y virtudes, evidencia la reverencia con la que se aborda la figura de Ugarte, destacando su labor trascendental en la conquista espiritual. La obra no sólo narra sus logros misioneros, sino que también resalta sus cualidades humanas dignas de admiración y emulación.

Revivir y compartir esta obra representa un desafío apasionante. Se llevó a cabo un meticuloso proceso de actualización lingüística para hacerla accesible a los lectores contemporáneos. Además, se incorporaron notas a pie de página para ofrecer claridad y comprensión, transformando la lectura en una experiencia amena y entretenida.

El propósito fundamental de estas páginas es iluminar un periodo crucial en la historia de California, explorando las capas de complejidad que definen la intersección entre la fe, la cultura y el encuentro entre diferentes mundos. La figura de Ugarte Vargas se erige como un faro en medio de esta compleja travesía, guiando a aquellos que buscan entender el proceso de transformación que experimentaron estas tierras bajo la influencia de la misión jesuita.

Vida y virtudes del Padre Juan de Ugarte Vargas no solo honra la figura del sacerdote, sino que también busca comprender el legado de las misiones en California, dejando al descubierto un capítulo fascinante y esencial en la historia de esta región única.

—–

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, ésto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.