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Octavio Paz era un político de derechas… Sí, pero Ovidio

FOTOS: Internet

El librero

Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). León Krauze celebra el 75 cumpleaños de su padre, Enrique Krauze, y para asentar la gran influencia que ha tenido en el pensamiento intelectual mexicano, hace un artículo para decir que su progenitor tenía razón con respecto a las conjeturas —en realidad profecías porque les acomoda más sentirse profetas— que escribió contra el hoy presidente Andrés Manuel López Obrador en decenas de escritos, especialmente en su insufrible artículo donde lo tacha de ser un mesías tropical; por supuesto, también incluye su obsesivo afán de acusarlo y culparlo de todo, cosa que les ha servido para vivir de la figura del político tabasqueño. Atacarlo es su pasión y muy rentable.

No obstante, pareciera que el alcance de sus escritos se reduce a sus círculos cercanos y que comparten la misma antipatía —por decir lo menos— contra el de Tepetitán, porque no han logrado crear una narrativa contundente para derrotarlo; quizás eso se deba a que solo se leen entre ellos. Hicieron carrera intelectual primero dándole razón y sustento histórico al neoliberalismo y sus líderes —aunque se hayan apegado al constructo de, el fin de la historia fukuyamista, hacían historia por negocio—, y luego descubrieron que podían hacer una carrera lucrativa destruyendo opositores, en particular con la figura de AMLO, sujeto de la historia que hizo sentir amenazada a la élite económica-política. Había que hacer de ese personaje un espantajo social.

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¿Qué hicieron los políticos panistas y priistas para neutralizar la influencia de AMLO en las bases sociales, el pueblo de México?, pues apostarle al prestigio que la mafia cultural de Krauze y Aguilar Camín construyeron desde la década de los 80, primero con un incuestionable Octavio Paz y luego como dos bandos supuestamente opuestos —el PRIAN intelectual—: los liberales de la revista Letras Libres, herederos de Paz —que les dejó un sustentáculo amplio advirtiéndonos de los peligros del populismo y de los beneficios de la modernidad representada en ese entonces por Carlos Salinas de Gortari y el PRI, que aunque era una hegemonía de partido, para nada era una dictadura perfecta ni mucho menos dictablanda, querido Enrique—. Y los de Nexos, la izquierda buenaondita que coptó a un gran número de intelectuales progres. ¿Quién mejor que ellos, herederos del premio nobel de literatura, para desactivar a un populista?

Así, la fusión de esos dos bandos les permitió desarmar —según ellos— a posibles antagonistas que eran líderes de luchas sociales y presentaron a la verdadera izquierda como locos, intransigentes, violentos, irracionales, ignorantes y salvajes —es decir, AMLO y sus pejezombies que siguen al mesías—. De esa forma dominaron el escenario político-cultural durante casi cuarenta años. Que el cachorro Krauze defienda a su padre solo habla de que el otoño del patriarca es inminente y el olvido intelectual será el descargo que el pueblo de México y sus luchas le tendrá reservado.

Por otro lado, sé que algunos tratan de salvar y no relacionar a Octavio Paz por las ligaduras que tenía con el PRI, con el partido de Estado, y de cómo ambos congeniaban y se beneficiaban mutuamente. Muchos quieren excluirlo de los intelectuales orgánicos —Nexos y Vuelta (hoy Letras Libres)— que acapararon todo durante el neoliberalismo: becas, premios, viajes, estudios en el extranjero, embajadas, altos puestos culturales, publicaciones; fama, prestigio y privilegios: en suma. Pocos hablan de que Octavio Paz fue uno de los que avaló el fraude del 88, e igual que lo hizo Krauze y Aguilar Camín desde 2006 contra AMLO, Paz también escribió contra los disidentes dentro del PRI, haciendo de Cuauhtémoc Cárdenas un demonio al que había que derrocar cuanto antes porque el decente era Carlos Salinas de Gortari:

[El neocardenismo] no es un movimiento político moderno, aunque sea otras muchas cosas, unas valiosas, otras deleznables y nocivas: descontento popular, aspiración a la democracia, desatada ambición de varios líderes, demagogia y populismo; adoración al padre terrible: el Estado y, en fin, nostalgia por una tradición histórica respetable pero que treinta años de incienso del PRI y de los gobiernos han embalsamado en una leyenda piadosa: Lázaro Cárdenas.

Y agreguemos el oscuro objeto del deseo por las monarquías que en algún rincón del poeta laureado se ocultaba. Octavio Paz fue como uno de esos abajofirmantes de hoy, pero en de la década de los 80 y que dieron sustento al naciente neoliberalismo. Resulta curioso que por todo lo que significa Paz en el mundo literario, una enorme obra, la parte política suele ser tocada con pinzas porque ante una crítica cualquiera por sus posturas y esa relación permanente que tuvo con el PRI, salen Tirios y Troyanos a decir: Paz no necesita que se le reivindique porque su obra es más grande que él, como si fuera un santo, un no-humano al que no se le puede señalar cómo participó en la vida pública del país, el cómo influía, el peso político que cargaba, la narrativa intelectual que construyó para demeritar a las izquierdas poniendo un discurso de derechas disfrazado de una supuesta tradición liberal que se proyectaba hacia la modernidad —es decir, el naciente neoliberalismo económico—. Tal como esos de las redes sociales que salen a contrarrestar cualquier comentario que beneficie al de Tabasco: Sí, pero Ovidio.

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El elefante, el obispo y el loco

 

La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

 

La etimología nos revela el origen persa de algunas piezas,

como el alfil, nombre procedente de “pil”,

vocablo que en la lengua del Zend Avesta significa elefante.

En son de trivial referencia recordaré que el Alfil se denomina el loco

fou, entre los franceses,

-y de ahí su gorro de bufón en los diagramas, –

y bishop, obispo, entre los británicos.

Desearía conocer exactamente algún día

las relaciones que haya entre un elefante, un obispo y un loco…

Arturo Capdevila (El tablero de ajedrez)

 

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Siempre he sentido un poco de lástima hacia aquellas personas que no han conocido el ajedrez. Justamente lo mismo que siento por quien no ha sido embriagado por el amor. El ajedrez, como el amor, como la música, tiene la virtud de hacer feliz al hombre. ¿En serio? La frase la acuñó el genial Siegbert Tarrasch, teórico y perdedor de campeonatos mundiales, es repetida una y otra vez entre aficionados y fanáticos. ¿Es cierto?

La dura vida de Tarrasch no lo llevó a la felicidad, que digamos. Despreciado por sus compatriotas por su condición de judío apenas lo reconocían oficialmente. Fue hasta que se coronó en Manchester como campeón de Alemania que el prusiano empezó a ser valorado. Pero su amargura se acrecentó.

En 1896 su pequeña hija murió de meningitis a los cuatro años. En 1912, su esposa y su hija de 15 años lo abandonaron. En 1912, su segundo hijo Paul se suicidó por desamor. Tenía veinte años. Luego la guerra lo golpeó de forma irreversible. Su hijo mayor, Fritz Max fue asesinado en acción en 1915 durante la batalla de Verdún. Su tercer hijo Hans Richard también se suicidó arrojándose frente a un tranvía en 1916. Ese año, su archienemigo Lasker le dio una paliza en el campeonato del mundo.

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FOTO: Archivo

Tarrasch murió en 1934, en los albores de un régimen nazi que lo hubiera, seguramente, destruido. Albert Einstein consignó: ha sido la tragedia de un judío alemán, la tragedia de un amor rechazado. Si alguna vez el ajedrez sirvió de opiáceo y le dio momentos de felicidad en medio de una trágica existencia, que así sea. Empero no es así para todos. El ajedrez resulta, igual que el amor y la música para algunos compositores, una obsesión que saca de los cabales a quienes lo adoran.

Hay analistas como el gran Leontxo García que critican la visión espectacular y mítica sobre los jugadores de ajedrez, que en cine, literatura y teatro los describen como desquiciados, drogadictos y pirados. Él insta a los divulgadores a resaltar que la mayoría de los ajedrecistas son gente normal y pacífica, cohortes de sonrientes personas y una gran familia unida. Pasa que, el conflicto es el combustible de lo interesante y dentro de las gestas ajedrecísticas hay ejemplos muy interesantes de lunáticos que caen en fosos mentales.

En el cine se ha explotado principalmente el conflicto de las mentes perturbadas, aunque también abundan filmes sobre la función pedagógica del ajedrez como actividad para jóvenes problemáticos.

Se suele citar siempre a El séptimo sello (1957) de Ingmar Bergman como la mejor película sobre el ajedrez de todos los tiempos, una obra de arte simbólica y metafísica. También se ha hablado hasta el hartazgo de los filmes sobre Fisher como Searching for Bobby Fischer (1993) de Steven Zaillian, sobre el niño prodigio Joshua Waitzkin, Pawn Sacrifice (2014) de Edward Zwick o La diagonal del loco (1984) de Richard Dembo.

Hay thrillers truculentos como The Coldest Game (2019) de Lukasz Kosmicki, Knight Moves (1992) de Brad Mirman o The Royal Game (2021) de Philipp Stölzl, adaptación de la novela de Stefan Zweig. De mujeres como La jugadora (2009) de Caroline Borrato o la miniserie Gambito de dama (2020) de Scott Frank. Idealizaciones como La Reina de Katwe (2016) de Mira Nair, Life of a King (2013) de Jake Goldberger o Pensamiento crítico (2019) de John Leguizamo.

Más profundas son Zatoichi y el experto en ajedrez (1965) de Kanji Misumi, Los jugadores de ajedrez (1977) de Satyajit Ray o The dark horse (2014) de James Napier Robertson. Sin embargo, un filme de pesadilla colorida me ha perseguido oníricamente desde que la vi, me parece la historia de un alfil demente cuya tesis es tan espantosa como una hermosa historia de fantasmas. Y eso es lo que es, un poema romántico del siglo XIX con tintes espectrales y todos los elementos góticos; suicidios, deformidad, intentos de violación, espiritismo, ignorancia, perfidia, amistad y obcecación. La búsqueda de lo absoluto por medio de los sueños, el amor, la locura y la muerte. Me refiero al largometraje La Partie d’échecs (La partida de ajedrez, 1994) del director belga Yves Hanchar.

Nos encontramos en tiempos de las guerras napoleónicas en algún lugar de una Europa idealizada, todavía con el paisaje como estado de ánimo. Un niño de 12 años se arroja desde un peñasco para acabar con su vida. Tal escena recuerda a la pintura de Caspar David Friedrich El caminante sobre el mar de nubes como límite del romántico en la cima y no queda otra que precipitarse al vacío.

El protagonista es un joven abandonado por sus padres y sin ningún pariente por los avatares de la guerra. Salvado por un pastor protestante llamado Ambroise, el ajedrez irrumpe como el único lazo del niño con la existencia. Pronto, Max se revela como un prodigio del ajedrez ganando a diestra y siniestra durante años, recorriendo una Europa romántica. Max crece hasta convertirse en un hombrecillo feo, carcomido por la viruela, un poco contrahecho. Ahora nos situamos en 1828, transición entre un Napoleón ya derrotado y el umbral de las revoluciones liberales. Max, analfabeta vulgar, es uno de esos personajes patanes y semi estúpidos pero geniales como el Grenouille de Patrick Süskind. Interpretado de manera magistral por Denis Lavant como un insecto, exteriormente es un híbrido entre una caricatura grotesca de un Byron espantoso y un monigote de Víctor Hugo.

El conflicto principal es un duelo entre Max y el campeón del mundo, el británico Staunton. El ganador no solo se llevará el título sino también la dote y a una joven amazona. El premio Anne Luise, la misma hija de la patrocinadora del duelo, la Marquesa Geneviève de Theux interpretada por una madura y elegante Catherine Deneuve. A lo largo de las jornadas en un castillo mágico donde abundan huérfanos como criados y aprendices, con una arquitectura basada en el número 64, la historia se enreda en un thriller de traición e intriga.

Al principio del filme Ambroise le explica a Max que el alfil no puede ir recto, está como borracho. Ahí está la clave. Los personajes son y devienen en sus conflictos inmersos en un torbellino. Como sombras que vagan en la noche, ahí se dibujan los bosques, símbolo de la confusión inconsciente de donde emerge Max como un alfil borracho. El fou francés que no entiende las pasiones de los otros.

La bárbara lujuria de Max por la piel sedeña de la criada y de Anne Luise, le retrata como un salvaje. Con berrinches y exabruptos, tan sólo puede ser sostenido por otros. En este caso, Ambroise, interpretado por Pierre Richard simboliza la de un hombre de la ilustración, humanista y cristiano, un poco crédulo e inútil. Junto a la criada cerrarán el triángulo de fuerzas parecido al que desarrolla Víctor Hugo en El hombre que ríe.

Cada detalle impregna de un aroma a sangre, bruma y sal. El odio velado entre la Marquesa y Anne Luise, el amor de Ambroise por Max, el deseo animal que provoca la criada, el sadismo de Anne Luise y el espiritismo sutil de la Marquesa, la ingenuidad del pobre Max y en medio, la arrogancia y cobardía del campeón Staunton. Hay versos visuales, pormenores deliciosos como las piezas en las últimas cuatro partidas del filme, crecen continuamente haciendo que los gestos de los rivales se vuelvan más y más teatrales. Se subraya una y otra vez el ansia por ganar, la agresividad que escala hasta la violencia.

En un estudio, Mazur et al. 1992 encontraron que los ganadores de torneos de ajedrez mostraban mayores niveles de testosterona que los perdedores. Asimismo, en ciertas circunstancias, la testosterona aumentaba entre los competidores antes de las partidas.

 

 

Niveles de testosterona de ganadores y perdedores de un torneo regional (Tomado de Mazur et al. 1992)

 

Vuelvo al filme.

Toda obra de arte conlleva una cereza, un detalle tenue y genial. En este caso es el diablo… ¡Ah! Algo no puede ser romántico si no es satánico. Porque allí asoma el diablo, con sus ojos claros, y su partida maligna, mágica, asombrosa.

Pues bien, si Max es el fou, el alfil, también es un elefante. Un antiguo proverbio indio reza que el ajedrez es como el mar, de él bebe tanto el mosquito como el elefante. Podría interpretarse que los mosquitos son gente común y corriente, jugadores peregrinos, por placer y por pasar el rato. Pero los elefantes son los pocos, los dioses, los maestros monstruosos, la élite, las leyendas. Max es un elefante, confundido que vaga abriendo sus heridas, barritando de dolor.

Y nada más para forzar la correlación, si el alfil es un obispo ¿por qué no puede ser el bueno de Ambroise también? Un pastor protestante que se dice espiritual, pero al final cae también en el deseo por la criada, un buen hombre que no es nada sin el proyecto de su pupilo y también va en diagonal por la vida.

Tal película podría bien titularse El alfil y sería una metáfora consistente. El final es devastador, congruente y brutal.

Retomemos la frase de Tarrasch. ¿Es cierta?

Más realista y profunda es la conocida reflexión anónima: Si el ajedrez es una ciencia, es una muy inexacta. Si el ajedrez es un arte, es uno demasiado exacto para verlo como tal. Si el ajedrez es un deporte, es demasiado esotérico. Si el ajedrez es un juego, resulta demasiado demandante. Si es una amante, resulta muy cargante. Si el ajedrez es una pasión, resulta gratificante. Si el ajedrez es la vida, es una muy triste.

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Cómo describían las lluvias y otras aguas los misioneros que vivieron en California

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En la actualidad es común que, desde los primeros años de vida, se enseñe a los niños la forma de obtener el agua, que por lo general es de la llave o de un garrafón de agua purificada. La mayor parte de la población que habita en las zonas urbanas de Sudcalifornia disfruta del agua potable a través de la red de tuberías, y a pesar de que en ocasiones existe un surtimiento irregular, podemos decir que, es más o menos suficiente para cubrir las necesidades diarias. Sin embargo, al hacer un análisis de la historia de nuestra península podemos comprender cómo sobrevivieron los primeros habitantes con la poca agua que había, por lo que al conocerla deberíamos de cuidar y valorar más este recurso tan importante.

Es así que, uno de los misioneros que habitó por espacio de 17 años, una de las regiones más áridas y solitarias de nuestra península, fue Juan Jacobo Baegert. Este misionero procedía de la región de Alsacia, ubicada entre los actuales límites septentrionales de Francia y Alemania. Al poco tiempo de haber finalizado sus estudios sacerdotales fue enviado a la capital de la Nueva España, y posteriormente a misionar en la península de California. Esto es, que en menos de 1 año pasó de vivir en un clima frío, con abundantes lluvias y grandes bosques, a radicar en la región donde se instaló la Misión de San Luis Gonzaga Chiriyaquí, que era una de las más desoladas y desérticas de la península. Este sacerdote nos legó para la posteridad todas sus experiencias durante las casi dos decenas de años que vivió en esta región, y que actualmente se encuentran compendiadas en un libro titulado Noticias de la península americana de California.

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En el mencionado documento, el sacerdote nos describe que algo de lo que había una increíble escasez era el agua, incluso aseguraba, a su muy estilo sarcástico y socarrón, que En california hay que temer todo, menos ahogarse en agua. Incluso para defender esta tesis mencionaba el suceso de un desafortunado naufragio en las costas Californianas, en donde todos los sobrevivientes perecieron al no poder encontrar agua potable para calmar su sed.

Durante sus largos años de estancia en el paraje de Chiriyaqui, pudo concluir que por lo general las lluvias ocurrían entre los meses de julio a octubre, pero que esto no era algo seguro, puesto que podían pasar años enteros de terrible sequía. Calculaba que el tiempo que duraban las escasas lluvias era de 3 o 4 horas, anotando que a los 5 ó 6 días después del primer aguacero, se vuelve verde todo lo que es capaz de enverdecer, y, entonces, se goza de algo que podría llamarse una vislumbre de primavera. Este efecto que ya definía desde entonces este misionero, en la actualidad aún se puede constatar. Con las primeras lluvias que caen en el monte peninsular, de inmediato los árboles empiezan a producir brotes nuevos, y en unos cuantos días ocurre lo mismo que menciona Baegert, podemos ver los cerros y valles con un verdor que hace suponer que no estamos en una zona desértica.

Algo que varios historiadores han concluido es que el clima de nuestra península ha cambiado desde la época en que los jesuitas hicieron sus crónicas. En aquellos tiempos las lluvias eran más frecuentes y la temperatura no era tan cálida como hoy, debido a lo anterior nuestro misionero nos comenta que por lo general las zonas que abarcaban las lluvias eran muy pequeñas y focalizadas, y la duración de las mismas era muy corta, restringiéndolas a 2 o 3 horas. Tal vez la poca frecuencia de lluvias hacía que los Californios no temieran a los rayos ni a los truenos, algo que asombraba a Baegert puesto que en su tierra natal conocía los graves estragos que estos fenómenos causaban, ocasionando la muerte de decenas de personas y animales durante las tormentas. Sus impresiones al respecto las describe de la siguiente manera cuando retumban los truenos y caen los rayos, [los naturales] siguen con sus risas y bromas, aunque pareciera que el cielo mismo amenazara venirse abajo.

Una situación muy interesante que nos describe el misionero Juan Jacobo, es algo que en la actualidad todavía podemos percibir y que es motivo de chistes y burlas. A continuación, dejo la descripción en sus propias palabras: En los 4 meses antes mencionados, no es que falten las nubes o los preparativos para la lluvia, pero oí decir que, para que este hecho aconteciera de veras, era preciso que amenazara 24 veces, antes de que hubiera una descarga o que lloviera. Como nos hemos dado cuenta, nuestro misionero de San Luis Gonzaga era un hombre muy observador, por lo que concluyó también un fenómeno que hasta la fecha es bien conocido en nuestra península: Si, al fin, ha caído un buen aguacero durante una media hora o tres cuartos, luego se junta toda el agua de los cerros y laderas, y forma, debido a la sequedad del suelo, un arroyo que, en muchas partes, alcanza el ancho de un respetable río y cuyo ruido se oye, a veces, con gran estrépito media hora antes de que aparezca la corriente. El agua baja con miles de vueltas entre las rocas y escollos, disminuye en seguida para desaparecer a las pocas horas, dejando tras de sí la misma sequedad de antes, además de sapos y algunos charcos y baches. Las visitantes de nuestra península que llegan en temporada que suceden las lluvias, al observar el verdor del monte creen que vivimos en un paraíso, incluso comparable con regiones tropicales, sin embargo, para los rancheros y personas que visitan con frecuencia el monte, saben que este vergel es pasajero y que bastarán dos meses del clima natural de esta tierra, el clima con un calor de más de 40 grados y seco, para que regrese a su forma desértica natural.

Las lluvias, desde ese entonces hasta hoy, siempre eran celebradas y recibidas con júbilo por los habitantes nativos de esta tierra; entonces la gente se entusiasma y dice: ahora sí ya volvieron a llenarse las bodegas y las tinajas para un año; porque hay que saber que, con muy contadas excepciones, toda el agua con la que hombres y bestias habrán de apagar su sed durante un año entero se encuentra represada en charcos y pequeños depósitos que se forman entre los bordes de los arroyos. Algunos de estos charcos desaparecen a los pocos meses o semanas de terminada la temporada de aguas, mientras que otros permanecen durante todo el año, tanto más llenos y ricos y tanto mejor apropiados para la siembra, cuanto más ha llovido. Tal vez para aquellos que hemos vivido desde nuestra infancia en las ciudades y nos hemos acostumbrado a recibir el agua con abrir un grifo, el tener agua para satisfacer nuestras necesidades sea algo sencillo; sin embargo, en aquellos lejanos tiempos, la subsistencia de los seres humanos dependía de la llegada de las lluvias, y de que se llenaran estos receptáculos naturales. Nuestros antiguos nativos conocían en dónde se encontraban esas fuentes de agua, aprendiendo a aprovecharlas sin importar el estado en que las encontraban: En estos pantanos se bañan; con estas aguas se recrean o se refrescan las gentes y las bestias, y, en fin, ante ellas se echa de barriga el californio y bebe como una vaca, porque generalmente no tiene con qué tomarla. Dejando de lado los comentarios despectivos de este misionero, podemos apreciar a través de su relato, la forma en la que nuestra gente nativa adaptó su metabolismo para poder aprovechar cualquier fuente de agua, teniendo un resistente organismo digestivo para contrarrestar las infecciones que probablemente hubieran matado a un europeo si bebía de las aguas en ese estado.

Como se dará cuenta el amable lector, la visión de nuestros grupos étnicos nativos de la California en cuanto a la lluvia y el agua, era muy diferente, e incluso hasta incomprensible, para los europeos que paulatinamente fueron arribando a esta península. A pesar de que la perspectiva europea se impuso a la nativa en muchos sentidos, creo que esto no ocurrió completamente, puesto que en la actualidad no hay sudcaliforniano que no disfrute el sentir la lluvia en su cuerpo, y sienta un gran deseo por ir al monte a disfrutar su benéfico impacto en la flora y fauna de esta tierra bendecida.

 

Bibliografía:

Baegert, J.J. (2013). Noticias de la península americana de la California. La Paz: Archivo Histórico Pablo L. Martínez

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Ni OVNI, ni UFO, ¿Qué son los UAP?

California Mítica

Gilberto Manuel Ortega Avilés

 

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). La Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio de Estados Unidos (NASA, por sus siglas en inglés) anunció que dedicará recursos a la creación de un grupo científico que analizará los fenómenos aéreos no identificados (UAP, por las siglas en inglés de Unidentified Aerial Phenomena). significa que se analizarán observaciones en el cielo de algo que no puede identificarse como aeronaves o fenómenos naturales conocidos.

El número limitado de observaciones de UAP dificulta obtener conclusiones científicas sobre la naturaleza de dichos eventos. Los fenómenos no identificados en la atmósfera son de interés tanto para la seguridad nacional como para la seguridad aérea. Establecer qué eventos son naturales brinda un primer paso clave para identificar o mitigar dichos fenómenos, lo que se alinea con uno de los objetivos de la NASA, que es garantizar la seguridad de las aeronaves. No hay evidencia de que los UAP sean de origen extraterrestre, agregó la NASA en un comunicado.

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Desde el punto de vista de la NASA, en relación con este caso particular, a lo largo de la historia ha habido muchos avistamientos de objetos y reportes de personas que dicen que ahora sí, que ya descubrieron alienígenas, etcétera. Ahora la NASA tiene un presupuesto asignado para estudiar este problema, porque cada vez hay más presión para que se analicen estos supuestos alienígenas, apuntó Fierro.

La NASA está respondiendo a lo que el Congreso de Estados Unidos pidió a los grupos de seguridad, los cuales han estado analizando la información que se ha recogido de muchísimos grupos en todo el mundo. Hay reportes, tanto militares como civiles de estos avistamientos, que son cosas que llaman mucho la atención.

Los sistemas o grupos de seguridad han estado analizando estos supuestos avistamientos porque son un problema de seguridad nacional y de seguridad aérea que quieren minimizar, porque si algunos de estos reportes son realmente de objetos –naves o drones– puestos por alguna nación extranjera para espiar y obtener algún tipo de información estratégica, es un gran problema de seguridad.

Pero, ¿qué implica este cambio?

Al mencionar el termino fenómeno atmosférico no identificado, claramente se está desviando la atención a todo aquel vehículo físico tripulado o no sin identificar, y también a la búsqueda de vida extraterrestre, estando tan cerca de la desclasificación de los documentos del pentágono, o los videos que ya no se han podido desmentir, o los miles de videos y testimonios alrededor del mundo que dan a luz a diario.

Un cambio de nombre es la táctica más sencilla pero efectiva para confundir a la gente, un ejemplo claro es cuando los gobiernos en lugar de impuesto hablan de cuotas, o en lugar de inflación hablan de ajustes, entre otros más. La verdad que este nuevo termino o decisión, es un pretexto, ya que los investigadores de ovnis, ufos o vida extraterrestre, conocen y están conscientes que existen vehículos militares secretos, o fenómenos naturales que causan sorpresa, pero el cambiar el nombre, con el pretexto de ayudar a la investigación, solo nos hace sospechar de intereses ocultos.

Por el momento, este nuevo termino no ha terminado de desplazar a los ovnis, ni lo hará, por lo menos hasta que todo eso que se oculta sea revelado.

Fuente

UNAM GLOBAL. Por qué la NASA estudiará los fenómenos aéreos no identificados 

 

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América vs América: Un documental de Netflix

Kinetoscopio

Marco A. Hernández Maciel

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Apenas el sábado pasado, 17 de septiembre, se disputó una versión más del partido de futbol entre los clubes más importantes del fútbol mexicano: Las Águilas del América vs. Las Chivas Rayadas del Guadalajara. El resultado, después de un claro dominio americanista durante los 90 minutos de juego, fue acorde a lo mostrado en la cancha: 2 a 1 a favor del equipo águila, que más allá de unas Chivas que se mostraron voluntariosas y dinámicas, el juego de conjunto y la calidad individual de las Águilas definieron el partido. Y claro, no puede faltar la polémica que todavía hoy se sigue comentando en redes sociales sobre ese remate de cabeza que el portero más amado y odiado del momento, Guillermo Ochoa, salvó en una atajada espectacular sobre la línea de gol, argumentando los chivistas un gol claro y legítimo, y los americanistas celebrando la sublime jugada del guardameta. Es claro que el balón nunca entró, aunque Jose Ramón Fernández, el antiamericanista número uno de México, proclame el fraude histórico que siempre ha beneficiado al equipo propiedad de Televisa, y con ello siga incendiando las redes sociales, las discusiones familiares y las apuestas en la oficina.

Y aunque el partido ya terminó, la cosa sigue, y sigue, y sigue y sigue. ¿Cómo se explica este sentimiento de identificarte con un equipo de futbol? ¿En qué momento sus triunfos y derrotas se convierten en nuestros triunfos y derrotas? ¿Hasta qué grado el resultado de tu equipo puede modificar tu vida? ¿Hasta qué punto un equipo de futbol puede ayudar a construir una sociedad, una economía, un proyecto político o un país?

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Puede parecer exagerado este último cuestionamiento pero el documental que ya se encuentra disponible en Netflix, narrado por el comediante Carlos Ballarta, va mucho más allá de lo estrictamente deportivo para tratar de explicar la popularidad de este equipo y como, desde su adquisición en los años sesenta por parte del dueño de Televisa Emilio Azcárraga Milmo, fue parte de un plan económico y político que le sirvió para forjar el imperio televisivo y también obtener poder político con los gobiernos de la época.

Basado en sus exitosas telenovelas, el documental explica como Televisa aplicó este modelo melodramático para crear al club América como el villano antagonista del equipo más querido del pueblo, el Guadalajara y así construir una rivalidad que al final resulta beneficiosa para sus planes, de que cuando las cosas van mal, hay que seguir entreteniendo al pueblo, dicho de manera casi literal por uno de los directivos del club durante la década de los ochentas.

Ahora, si bien resulta interesante ese contexto político y económico, durante los seis episodios que tiene esta docuserie no hace mucho esfuerzo por ir más profundo en esos temas y le da el espacio más importante a los protagonistas y sucesos deportivos que marcaron la historia del club.

Y ahí están todos, Arlindo, Zague, Borja, Reinoso, Roca, Tena, Bacas, Aguirre, Zelada, Brailovsky, Zaguinho, Hugo, Villa, Lara, Terrazas, Cuauhtémoc, Biyik, Benhakker, Hermosillo, Diez Barroso, Lapuente, Carrillo, Azcárraga, Peláez, el Piojo Herrera, Solari, Roger Martínez, Aquino y hasta Jose Ramón Fernández. Si, porque hasta el más acérrimo antiamericanista es parte fundamental de la grandeza del equipo. Mediante entrevistas a cada uno de ellos e imágenes de archivo que aprovechan el vastísimo catálogo de Televisa, esta producción hará retumbar varias fibras sensibles de los americanistas de antaño, y servirá para enseñar un poco a las nuevas generaciones como es que un equipo de futbol puede generar tantas pasiones, todo esto sin dejar de lado la situación actual del equipo y regalándonos a todos aquellos que somos apasionados, un probadita de lo que sucede en la intimidad de los entrenamientos y los momentos antes y después de un partido.

Una serie obligada para americanistas que los antis seguramente también encontrarán interesante, que incluso aquellos que se dicen ajenos al futbol, les puede ayudar a dimensionar el impacto que el deporte más popular del mundo tiene en sus seguidores.

Señoras y señores: ¡América y ya!

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