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Crítica: Kong, la isla Calavera; cuando el tamaño no ayuda

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“Kong, la Isla Calavera” ya está en las salas de cine de La Paz. Imágenes: Internet.

Kinetoscopio

Por Marco A. Hernández Maciel

Calificación: ***** Sólo si no tienes otra opción

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Nunca se había visto a un Kong tan grande en pantalla. 30 metros de descomunal fiereza, fuerza y agilidad, pero que no le alcanzan para salvar una producción que en el papel parecía una pieza decente del cine de monstruos. El Kong más grande en la historia del cine y de ese tamaño la decepción que deja esta película.

El director —un casi desconocido Jordan Vogt-Roberts— pensó que sería una idea genial recrear la atmósfera y el mundo de Apocalypse Now pero en la búsqueda de un mono gigante. Sí, con todo y napalm, bocinas en los helicópteros, travesías acuáticas y tomas a contraluz en tonos sepia, con una exagerada utilización del CGI. Además, pensó que la ridiculización de la guerra quedaría a tono para una aventura de estas dimensiones por lo que se las ingenió para dar con un guión que parodiara la labor de las fuerzas armadas y, si esto no fuera suficiente, sacarse de la manga un bobblehead de Richard Nixon para decirnos que no pasa nada y que realmente nada de lo que pasa en la pantalla importa.

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Con todo esto y un casting que cualquier director envidiaría: Tom Hiddleston, Brie Larson, Samuel L. Jackson, John Goodman y John C. Reilly, nos deja una sensación de desperdicio tremenda, una sucesión de imágenes tan espectaculares como vacías gracias a una historia que no se justifica a sí misma más que como un medio de explotación de mitos cinematográficos que pretende convertirse en una renovada franquicia que se extienda, al menos, hasta la rumorada versión de Godzilla vs. King Kong a estrenarse por allá del 2020.

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Es por eso que nos presentan a un Kong de 30 metros de alto, muy fuerte y muy ágil que podrá en su momento subirse al ring contra el enorme lagarto de origen japonés. Para referencia, en la película de 2005 de Peter Jackson, King Kong tenía una altura aproximada de 8 metros, pero si empezamos a hablar de alturas cinematográficas, a pesar de que esa versión tuvo opiniones encontradas, este reboot no le llega ni a los tobillos.

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De igual forma, si recordamos la más reciente versión hollywoodense de Godzilla de 2014 dirigida por Gareth Edwards, que se encuentra en el mismo universo fílmico de esta nueva versión de Kong, nos ofrece un tono de tragedia y realismo que trasciende la presencia de los monstruos y logra situarnos en un mundo a punto del colapso con la evidente tensión que eso puede generar. Y más importante aún que la película a pesar de sus fallas y cuestiones criticadas como el hecho de que Godzilla aparezca menos de 15 minutos en pantalla, se degusta como un producto único y con un concepto definido. Algo que esta reinvención de Kong no logra en lo absoluto, a pesar de ver al monstruo en pantalla mucho más tiempo y de secuencias de acción espectaculares aunque demasiado artificiales gracias al uso excesivo –o mal uso– de los efectos digitales.

Se rumora que en un momento Guillermo del Toro pudo haber dirigido esta película, esto sin duda le hubiera dotado de personalidad única a este film que es un un collage de machincuepas vistas en otro lado. Y también cuando empezamos a hablar de un film en términos de lo que hubiera podido ser en vez de lo que ofrece, es tiempo de ponerle punto final al texto, pues queda poco y nada que decir salvo que tenemos en la pantalla un producto con muchos recursos a su disposición, pero que no logran cuajar entregando una película sin personalidad ni originalidad. Roguemos que Godzilla pueda salvar este desastre.

La calificación de Kinetoscopio:

5 Estrellas: Clásico imperdible

4 Estrellas: Bien actuada, escrita y dirigida

3 Estrellas: Entretiene

2 Estrellas: Sólo si no tienes otra opción

1 Estrellas: Exige tu reembolso

0 Estrellas: No debería existir




“Luz de luna” en La Paz

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“Luz de luna” (Moonlight). Imágenes: Internet.

ClosetEros

Por Rubén Olachea

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Hay algo fascinante en la gente que abandona una sala de cine en actitud indignada, como ocurrió en la proyección de Luz de luna (Moonlight) que se proyectó en La Paz. Me dan ganas de seguirla y meterme hasta sus casas, ser testigos de cómo rumian la vida, con su chongo y su molote la doña, con su suetercito y sus pantalones con valenciana el doño. Registrar en una grabadora sus acentos, sus tonos de voz: ‘nosotros no íbamos a permitir ver cómo dos muchachos se besan en sus bocas suyas de ellos ahí entre el gentío que lo van a ver a uno’, ‘no, señor, no hemos pagado un boleto para venir a ver porquerías de gente sin vergüenza, sin recato alguno, sin pudor ni sentido de las buenas costumbres’. Hay algo en ese gesto, toda una declaración de principios y costumbres, encantador. Es como salir a la calle a protestar porque el presidente del país vecino criminaliza algo que acá es un negociazo de mafias políticas. Aquí sacan dinero de los pobres, allá les paga(ba)n hasta más de diez veces lo que aquí les pagarían de mala, muy mala gana.

Estas noches frescas de marzo han saludado a La Paz con un tono azulado que ilumina los rostros más morenos. Eso me remite a una estampa poética: un niño travieso corre al lado de una viejita y la anciana, sabia, toma ventaja de la belleza lírica de la escena y enuncia: tanta luz de luna hace que los negros se vean azules y por eso te nombro Blue. No Blue Demon, sólo Blue.

Hay un nuevo sistema de castas en México. Se es macuarro, se es malandro, se es de la perrada: buchón, cholo. Te falta box, te sobra barrio. Ayer saltapatrás por mezclar sangre indígena con mulata, ahora estigma por llevar la pobreza en el rostro, la cara del hambre, langusiento, la explosión inminente del rencor social. Sí soportamos al impune, en cambio, no soportamos el chantaje del orgullo mísero.

Sonaré burgués como Visconti aunque no lo soy, pero amo el rostro de la pobreza sudcaliforniana. Esos rostros que parecen no decir nada ni querer decir nada y sin embargo, gritan de tan sólo verlos. Cuando sonríen, es una sonrisa maliciosa, adelantada, ladina y pícara. Si maldicen, lo hacen con una sabrosura que da envidia, el goce de espetar en el tiempo su opinión de que la vida aquí cada vez vale menos, José Alfredo, así en el último suspiro de una sicario caído sin haber comprendido bien a bien de qué se trata esta vida, de qué se trata todo esto, este baile de máscaras que se cruza en los Bulevares Colosio y Forjadores, como perro lampiño que escudriña con ojos de angustia las estrategias para no morir atropellado de noche y sin haber cenado ni un bocado por días.

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Así esos rostros de las colonias y sus colonos con sus nombres memorables, como el Sobaco del Diablo, Royal Road (Camino Real), La Probrezo (en vez de progreso), la pasión, la Roma, la Márquez, Agua Escondida, Sólo-hilaridad, la ladrillera, el panteón, ciudad del cielo, la laguna azul, y tantas otras donde algunos progresan (¡y qué bueno que así sea!) y otros se hunden hasta cavar: hasta acabar. Así la historia de flacos que surten y hacen circular el efectivo de lo ilícito. Así jóvenes que también tienen su corazoncito, y ese órgano que no necesariamente resulta ser heterosexual invariablemente, para dolor de mis distinguidos que se retiraron con gesto adusto a su Guanajuato del siglo XIX, como momias que son. Como si la sodomía fuera novedad, hágame Usted el grandísimo favor. No es moda aunque parezca.

Más prietos que morenos, nuestros protagonistas no son perfectos, uno tiene a su madre drogadicta y a su mentor capo, pero qué le vamos a hacer, en el fondo son buenas personas, y ya que tocan fondo, también tocan el fondo de tu corazón, pese a las capas de sebo por tantos jates. “Ya-te-no-jates”? Chairón acaricia la mejilla de su madre, ya reclusa en un anexo-asilo con jardín, quien llora por el tiempo ido y todo el amor que le negó a su pequeño por haber estado atada al chucky-foco. Chairón perdona a todos, incluso al Judas que un día lo besa y al otro lo noquea. Años más tarde, Chairón, cual patito feo, se convierte si no en un cisne, en un portento de musculatura armónica y corazón fiel a su único amor. De Óscar.

Luz de luna (Moonlight) resultó ser una cinta romántica, llena de estilo, pausada, quien traiga prisa que vaya al psiquiatra. Quien haya tenido la dicha de aprender a nadar con una buena persona, de confianza, recordará esa parte crucial de la infancia que es confiar en alguien, más allá de los rumores y díceres pues cada quien habla como le va en la feria. Música acorde a la moda, a los peinados, al volante y llantas que giran con holgura. Colores de la mano del clima, de miradas y toques sensuales. Una joya disponible, pero como pocos leen la sinopsis pues son divas, pronto se esfumará.

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Desconoce causas de su abrupto despido; habló Sandino Gámez

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Sandino Gámez Vázquez. Fotos: Modesto Peralta Delgado.

Por Modesto Peralta Delgado

La Paz, Baja California Sur (BCS). En entrevista exclusiva para CULCO BCS, Sandino Gámez Vázquez, quien fuera Coordinador de Fomento Editorial del Instituto Sudcaliforniano de Cultural (ISC), da su versión de lo que —según sus propias declaraciones— fue un despido repentino y sin que hasta la fecha se le hayan dado razones. Tras varios días en que su salida generara muchísimos comentarios en redes sociales, el también escritor habló sobre sus resultados en su gestión y dejó entrever una falta de interés en la cultura por parte del Gobierno del Estado.

CULCO BCS: ¿Fue un despido? ¿Qué pasó?

Sandino Gámez Vázquez: El día 28 de febrero, en las oficinas de la Coordinación de Fomento Editorial fue recibido un oficio firmado por el director del ISC, Christopher Amador, en el que se me informaba que a partir de ese momento ‘quedaba a disposición’ —ése es el término técnico—, de la Secretaría de Finanzas del Gobierno del Estado y que en cuanto tuviera conocimiento de este oficio, me presentara en las oficinas de Recursos Humanos. Yo me encontraba en ese momento promoviendo la Feria Sudcaliforniana del Libro y la Lectura en Los Cabos que se celebró el 3 y 4 de marzo, así que me fue imposible acudir el 28 de febrero a las oficinas referidas, pero el 1 de marzo, a primera hora me presenté ahí, y para mi sorpresa me encontré con que ya estaba hecho un convenio de finiquito y ya estaba emitido un cheque con la cantidad legal de indemnización para un despido. A la fecha, día 9 de marzo, no he recibido ninguna explicación, ni oficial,  ni extraoficial, ni ninguna comunicación del Director General del ISC, ni de ninguna otra persona del Gobierno del Estado sobre el motivo del despido de mi destitución”.

Al preguntarle si, al no haberle dado razones, ¿cuál era su hipótesis? dio su respuesta más corta: “eso es algo que hay que preguntárselos a los responsables del despido”.

¿Cómo termina tu relación con el ISC —hablo especialmente del área directiva—; de forma ríspida?

“Mi trabajo ha sido en el intento de mejorar las condiciones de los creadores, los escritores, los promotores de lectura, y especialmente los lectores (…) A mí me extraña mucho un despido en el que ni siquiera se me da una explicación, pero tampoco —puede no haber una explicación—, no se me da tampoco la oportunidad de hacer una entrega responsable. Por lo tanto todos los recursos humanos y financieros que estaban a mi cargo quedaron bajo la responsabilidad del Director General del ISC a partir del 1 de marzo. No me siento especialmente dolido, ni triste, pues el trabajo que desarrollaba era un trabajo profesional de editor y gestor cultural para el Gobierno del Estado”.

¿Buscarías regresar? ¿Te gustaría?

“En las condiciones actuales en que se encuentra el ISC, no me gustaría regresar. El ISC, al menos en este momento, carece de un proyecto concentrado de trabajo definido que permita mostrarle a los sudcalifornianos que existe una propuesta viable para el desarrollo cultural del Estado (…) Yo hice una propuesta personal, pero internamente también hice muchas propuestas para el mejoramiento de las capacidades del ISC, y ninguna de ellas fue tomada en cuenta”.

A propósito de propuestas, Gámez Vázquez elaboró un documento compartido en redes sociales titulado Notas para un plan de desarrollo cultural de Baja California Sur 2017-2021, en el que proponía una reestructuración operativa del ISC. Entre otras ideas, se pronunciaba la habilitación de una Museo de la Ciudad, Filmoteca, Pinacoteca, Conservatorio y Casa del Libro Sudcaliforniano en los cinco municipios de BCS. Al preguntarle la viabilidad de estos proyectos, y si para su realización hacía falta sólo voluntad o enfrentar vicisitudes de tipo jurídico o administrativo, dijo que “el actual Director del ISC tiene en el puesto desde febrero del 2014, y antes fue coordinador de bibliotecas del estado, así que es alguien que conoce el funcionamiento del sector cultural del Gobierno del Estado. El actual gobierno comenzó en septiembre en 2015, y ya ha pasado un año y 4 meses, cualquier persona que desee buscar cuál es el proyecto cultural de Carlos Mendoza Davis, es bueno que revise el Plan Estatal de Desarrollo 2015 – 2021, para que aprecie cómo este plan apenas tiene cuatro párrafos referentes al desarrollo cultural.

“Para que se realice un proyecto como el que hemos propuesto, sólo hace falta aplicar las leyes, las leyes que ya están (…) Hace pensar que la carencia más bien es de voluntad política. Quizás es algo que habría que preguntarle al Gobernador y al Director del ISC, quizás (falta) interés sobre el sector cultural, pues las propuestas que colocamos todas son viables. Alguien dirá ‘pero es que falta el dinero’.  ¡El dinero existe! Este ISC tiene un presupuesto como el que no ha habido en toda su historia de 20 años, tiene un presupuesto de casi 100 millones de pesos para este 2017; sin embargo, esta dividido de forma muy centralizada, con un 77% sólo aplicado para La Paz y un 23% para todo el estado; también de 400 trabajadores que tiene, ninguno de ellos está fuera de La Paz.

Gámez Vázquez estuvo casi 5 años y medio al frente de Fomento Editorial del ISC —entró el 15 de septiembre de 2011 y fue despedido el 28 de febrero pasado. En dicho período, se publicaron 150 libros, y según el ex Coordinador, actualmente no hay libros pendientes, excepto los ganadores de los concursos literarios del año pasado.

“Existía un rezago editorial bastante amplio, una carencia de elementos de trabajo al interior de la Coordinación. Yo recuerdo que no había ni una silla para que el Coordinador se sentara. Hoy existen dos edificios, un equipo de diseñadores, una nómina de correctores de estilo, una distribución de publicaciones que de hecho sigue sin existir en la mayoría —sino todos—los estados de la República. Había 24 salas de lectura y actualmente existen 124; se producía 1.9 al mes, y ahora se producen en promedio tres libros al mes. En estos 5 años y 4 meses se logró la producción de 150 títulos. También se descentralizaron las ofertas de actividades, pero especialmente la publicación de libros: ahora ya hay libros de todos los municipios, algo que no existía antes de 2011. También las Ferias del Libro —como evento separado—, importante para los municipios, ahora existen en La Paz, Santa Rosalía, Los Cabos y Guerrero Negro. El resultado ha sido positivo en la existencia de muchas personas interesadas en los libros sudcalifornianos. Cuando entramos en 2011, el promedio anual de dinero que entraba por parte de Fomento Editorial era de 36 mil pesos, y en enero de 2017, el ingreso que pudo dar la Coordinación fue de 50 mil pesos; sólo en enero, se vendieron entre 750 y mil ejemplares (…) Si alguien nos pide un resumen consistente, podríamos decir que hemos conseguido en este periodo hacer todas las actividades relacionadas con el libro y la lectura, no sólo publicar los libros —eso ya se hacía—, ahora formamos lectores, públicos, tenemos incipientes, nuevas editoriales; existen muchos programas de radio y TV que hablan de los autores sudcalifornianos; y en suma hemos conseguido que muchas personas en BCS se hayan vuelto a interesar a los libros sudcalifornianos, ahora que se abrió el grupo de los escritores publicados”.

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¿Por qué no hubo un Consejo Editorial? ¿Quién y cómo decidía qué se publicaba y qué no?

“Cuando llegamos en el 2011 no existía un Consejo Editorial en el ISC. Nosotros, lo que hicimos fue establecer una cola de producción y de publicación que eran los rezagos de las publicaciones, los compromisos institucionales y propuestas ciudadanas; al hablar de ‘una cola’, quiere decir que todos los que se colocaban es que iban terminar siendo publicados. ¿Quién decidía? El orden de las publicaciones, eso lo tenía que decidir el Coordinador a partir del conocimiento que teníamos, de cuáles son los libros que hablan del patrimonio cultural de BCS; cuáles son los autores que han sido ya muy publicados y que no están colocando propuestas nuevas de aporte a la cultura —sino sólo propuestas estéticas personales—; y cuáles son los libros o los temas de los cuales no existe publicaciones en el catálogo de manera reciente. Sobre estos tres elementos, es que la cola de publicaciones se movía”.

En 2014 —explicó—, Contraloría del Gobierno del Estado exigió un reglamento en todas las áreas del ISC, dentro de éstos, crear un Consejo Editorial. Gámez Vázquez contempló que contara con 18 personas, ocho representarían a todas las artes para que no fueran sólo libros de literatura, y dos por cada municipio para que no se centrara sólo en La Paz. “Este reglamento el 2014 fue colocado y aprobado en primera instancia por el Consejo Directivo del ISC, pero fue retirado por el director, Christopher Amador (…) Ese reglamento quedó en suspenso y no se pudo integrar un Consejo Editorial a partir de ese momento”.

Además, empezaron a aparecer otras publicaciones de otras áreas del instituto que publicaron materiales de autores como Juan Cuauhtémoc Murillo y Aníbal Angulo. “A partir del 2014, la decisión de lo que se publicaba aparentemente recaía en nosotros, pero nosotros seguíamos usando el criterio mencionado en el cual todas las publicaciones entraban a un trabajo editorial a partir de asignaciones de recursos, y cabe decir que cada vez fue menor, y sin embargo se seguían produciendo en promedio 30 libros al año”. En otras palabras ¿se congeló la creación del Consejo Editorial? “Se congeló hasta la fecha, y tengo un comentario extraoficial de que ya fue conformado, y está conformado por siete personas de las que no sé el nombre, pero si no está autorizado por un reglamento consistente, se corre el riesgo que sólo se una validación de proyectos personales; se corre el riesgo de que sea otra vez para un pequeño grupo de personas”.

Anímicamente, ¿cómo te vas?

“Yo me siento muy seguro, muy animado por tantas muestras de apoyo y solidaridad; me siento contento de todo el aprendizaje obtenido y de todos los servicios que pude aportar a BCS (…) Dentro del Gobierno del Estado hay muchísimas personas que quieren trabajar por su comunidad, por su Estado, y que les hace falta los recursos y las facultades políticas y administrativas para realizar bien su trabajo, y necesitan que las instituciones públicas les sirvan de apoyo y no de represo o de obstáculo. Yo me voy tranquilo y regreso a mi vida particular, a mi profesión que es la misma: de editor, escritor y analista de la realidad sudcaliforniana”.

 




“Tercera Raíz”, así suena el reggae en La Paz

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El grupo de reggae “Tercera Raiz”, de La Paz. Fotos: Beiren Esliman.

Modulación Urbana

Por Beiren Esliman

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Surgido a mediados de la década de los 60’s en Jamaica, el reggae es un género musical que ha trascendido fronteras y generaciones. Los máximos representantes de este tipo de música son Bob Marley, Prince Buster, Desmond Dekker y Jacki Mittoo, entre otros grandes exponentes.

El reggae en La Paz ha existido a través de diversos grupos que tocan este famoso género musical. Tal es el caso de “Tercera Raíz”, integrado por Daniel Bocanegra “Fanny” (guitarra y voz), Gabriel (batería y segunda voz) y Daniel Urías (bajista).

Beiren: ¿Cómo surge “Tercera Raíz”?

Gabriel: La idea surgió en una fiesta, para hacer una banda con la que hiciéramos canciones originales pero también tocáramos covers de reggae en español y de ska, lo que ha estado muy de moda últimamente. También, en primer lugar hubo un proyecto que se llamó “Autodefensa Lion”, que fue un primer intento, que no funcionó bien y ya después, surge “Tercera Raíz”. La idea es hacer covers, adaptados a nuestro estilo y hacer también canciones originales de reggae, ska, rock y hasta un poquito de ritmos latinos.

Beiren: ¿Por qué el nombre “Tercera Raíz”?

Gabriel: Viene de un libro Mexica que menciona la “Tercera Raíz” como el mestizaje que surgió con la llegada de los europeos a tierras mexicanas y, para poder identificarnos un poquito más con lo mexicano también, por eso escogimos ese nombre.

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En Latinoamérica, muchos son los grupos contemporáneos que interpretan el reggae como Zona Ganjah, Gonwana, Cultura Profética, Dread Mar I, Los Pericos, entre muchos otros más. En BCS, muchos han sido los que han incursionado en el género, sin embargo, la gran mayoría sólo basan sus presentaciones en covers de otras bandas y, pocos son los que se atreven a hacer su propia música y letras.

Beiren: ¿Qué los alentó a sacar sus propias canciones y tocarlas en público?

Gabriel: Pues lo que más nos alentó fue la respuesta de la gente, más que nada; cuando empezamos a tocar covers a la gente le gustaba el estilo que teníamos y entonces, Fanny, el vocalista, empezó a escribir canciones y empezó a crear melodías, las llevó a ensamblar a los ensayos. Cuando iniciamos con las canciones propias, la gente empezó a responder muy bien, les empezó a gustar; fue parte de perder el miedo y en gran medida aprovechar los espacios que teníamos; que salía una tocada en un bar, pues tocábamos nuestros temas; tocar en una fiesta, pues hay que tocar las canciones propias; así, poco a poco va aventando uno las canciones originales y la gente las va conociendo.

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Beiren: ¿Qué les dirían a esos artistas y bandas que no se atreven a sacar temas de autoría propia?

Gabriel: Pues es que hay de todo, hay bandas que se dedican a hacer covers y a tocar en un bar todo el tiempo. Lo importante es definir desde un principio el concepto del grupo y qué es lo que se quiere lograr, las metas que se quieren alcanzar; si una banda se define en lo que quiere hacer y quiere llegar a una meta es muy bueno hacer el plan de trabajo y ponerse a trabajar en las canciones originales.

Es clásico, que si a alguien le gusta algún género musical, desde inicio la gente los tipifique, aún más si perteneces a una banda de rock y sus derivados. Es decir, si vistes de tal o cual forma te juzgan y encasillan en adjetivos como cholo, punketo, darketo, marihuano, satánico y más. Sin embargo, los integrantes de “Tercera Raíz”, quienes tocan una combinación de ritmos con base en el reggae, no usan rastas, ni se visten como rastafaris, muchos menos son vegetarianos.

Beiren: ¿Por qué si tocan reggae, no se visten de acuerdo al género musical?

Gabriel: Nosotros tenemos definido que la cultura rastafari se debe respetar, lo que rescatamos nosotros de esa cultura es la música, el reggae y compartir el mensaje de paz y amor que en realidad es lo que manifiesta ese género. El traer rastas no sería merecerlas, porque yo no soy un rastaman, no practico ni predico esa religión. Lo que rescatamos como músicos, es eso: la música y el mensaje a través de las canciones, yo creo que sería más powser, si trajera rastas y predicara el rastafarismo, cuando realmente somos mexicanos y que lo que debemos hacer es rescatar las raíces mexicanas.

 




Escribir es un combate: el escritor como maquila

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Escribir, escribir, escribir… los dilemas del escritor moderno. Foto: Internet.

El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Ser escritor en estos tiempos no es cosa fácil, y más en México. Se pasa la vida uno construyendo un nombre, pero nada de ventas, lo cual es el fin de obtener lectores. Y esa es una cosa horrible. Ser publicado por las instituciones no es cosa mala, porque de algún modo resulta un impulso, un motor de arranque. Pero no puede uno seguir a la espera a que nos publiquen los gobiernos cualquier cosa que escribamos. Eso sirve para caer en el olvido y que vivamos en el autoengaño. Daniel Sada decía que era la mejor forma de tirar a la basura miles de ejemplares que no se leerían jamás. El trabajo de escritor es un trabajo hormiga, de buscar aquí y allá una editorial que se interese por nuestros inéditos, sobre todo que sea rentable y lucrativo. Llegar a un producto de esa índole requiere años de oficio, de lecturas ininterrumpidas, diarias, o de plano gozar de una genialidad literaria que rompa los cánones de la noche a la mañana. No todos gozamos de esa suerte.

Si una editorial llega a interesarse en nuestros libros, ya tenemos el primer logro alcanzado; el siguiente es convencer a los lectores de lo que hicimos y que se vuelva viral, como ahora gusta decirse en términos de redes sociales. Ese primer libro va lleno de esperanzas, de entrega, de desvelos, de incertidumbre, de la mejor calidad literaria de que dispuso el escritor durante su creación. Me vienen a la mente varios títulos de libros que por la manera en que se construyeron pronto se convirtieron en clásicos de la literatura. Cien años de soledad es uno de ellos. Pedro Páramo es otro. Un asesino solitario, uno más.

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Uno siempre está lleno de prejuicios en torno a lo que nos gusta y no nos gusta, cuyos valores provienen de nuestro modo de pensar, nuestra educación, nuestros condicionamientos familiares, religiosos y sociales. Así que nos llamará la atención aquello con lo que nos identificamos o aquello que maneja un cierto tipo de lenguaje, cualquiera que éste sea. Leer, sin duda, nos pone a funcionar la imaginación y las neuronas. Un buen libro nos invita a querer otro más bueno, hasta que se vuelve un hábito. Una mente con lecturas es una mente que tiende a ser más creativa. Por supuesto, no es regla general. Compramos libros porque el autor está de moda, porque alguien lo recomendó o por aventurarnos a autores desconocidos para nosotros. A veces ocurren maravillas, otras sentimos que nos estafaron. De este modo, un escritor puede hacerse de un buen número de lectores y hasta de un club de fans.

Sin embargo, ¿qué pasa cuando un escritor se convierte en un best seller (un más vendido) y gana millones en su primera entrega? Para la editorial esto supone un momento importante, porque comercialmente el libro es muy lucrativo, y claro está, el propio escritor, quien ha entrado a las ligas de los que sí venden. Para quienes gozamos del libro, uno esperaría con pasión algo mucho mejor. Gabriel García Márquez le declaraba a Plinio Apuleyo Mendoza en su famosa entrevista de El olor de la guayaba, que su gran temor era convertirse en esclavo de Cien años de soledad; es decir, que dado el éxito del mismo, los lectores estarían esperando Cien años de soledad 2. Este pasaje de la vida de este escritor se entiende cuando lanzó al mercado El otoño del patriarca, que no tuvo las ventas espectaculares del anterior, pero sí demostró que no se había casado con el estilo de Cien años, y experimentó con otra forma de narrar. García Márquez se negó a convertirse en maquilador de su propia escritura.

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Gabriel García Márquez. Foto: Internet.

La pregunta que nos viene a la mente es: una vez instalados en el compromiso, en el contrato con la editorial, ¿perderemos la libertad de escribir cuanto tema se nos ocurra? La respuesta, en la mayoría de los casos, es sí. A la editorial no le interesan tus necesidades estéticas, tus necesidades filosóficas, o tu imaginación cuestionadora, a la editorial le interesa ganar y vender, lo cual es un hecho natural del mercado, puesto que son una empresa que viven de eso. Pero, ¿y el individuo, el escritor, dónde queda? ¿Se convierte en un trabajador, un obrero, un maquilador de las letras? ¿Ve frustrado su talento para acomodarse a las necesidades del mercado? Muchos hemos constatado que el primer libro resultó una maravilla porque no estaba sujeto a las presiones editoriales, sino a su propia entrega, carisma y capacidad de escribir. No obstante, los siguientes libros comenzaron a parecerse entre sí, pero no al primero. Algunas editoriales optan por exigirle al escritor sagas de aventuras para determinadas edades y públicos, con el fin de crear demanda. Conocen su negocio, pues. Sin embargo, el escritor, ¿dónde queda?, ¿qué papel juega?

Hace décadas los escritores pensaban en función de su obra, de su arte, de su estética, de su filosofía de vida. Hoy no es así o al menos no enteramente así. La narrativa es distinta. Sería difícil que un joven Gabriel García Márquez funcionara en el mercado de hoy, que tampoco es regla, pero esa es la tendencia. Escribir hoy en día no es para nada el ideal romántico del siglo XIX o de lucha como a mediados del siglo XX, donde el escritor es un héroe, un rockstar o de plano un marginal con clase (¡ay, Henry Miller!). Escribir hoy en día es un trabajo arduo y difícil, que no halla su camino ni el éxito tan fácilmente, y algunos morirán y no lo tendrán, o quizá después de la muerte (!Oh Kafka, mi Kafka!). ¿Quién quiere ser escritor?, de los que están horas nalga, de los que investigan, de los que corrigen una y otra vez, de los que arman un proyecto, de los que creen en lo que hacen, de los que no andan tras la lana como mendigos de su propia profesión, quienes mandan a concursitos de jóvenes sus libritos insípidos, pero al que no pueden entrar por rebasar la edad y utilizan a alguien para conseguir sus fines. Escribir, la verdad, es un combate con la vida.

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