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La Batalla de Puebla y su eco en Baja California

Coronel Clodomiro Cota. Foto: Internet.

Érase una vez

Por Pablo Reynosa

 

“Es dado al hombre, señor, atacar los derechos ajenos, apoderarse de sus bienes, atentar contra la vida de los que defienden su nacionalidad, hacer de sus virtudes un crimen y de los vicios una virtud; pero hay una cosa que está fuera del alcance de la perversidad, y es el fallo tremendo de la historia. Ella nos juzgará”, Benito Juárez en carta dirigida a Maximiliano (Monterrey, N.L. 1 de marzo de 1864).

La Paz, Baja California Sur (BCS). Es 5 de mayo, día en que se conmemora el aniversario de la Batalla de Puebla, ocurrida en 1862, pero además es el día en que México nació —no, desde luego que no me he olvidado del 5 de febrero de 1917—, si usted gusta acompáñeme y en las siguientes líneas le cuento por qué.

Una vez que concluyó la Guerra de Reforma en México, la principal problemática a la que se enfrentó el gobierno fue la insuficiencia de recursos económicos para establecer el orden en un país agotado por constantes enfrentamientos, cuartelazos y rebeliones.

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A efecto de brindarle posibilidades operativas al gobierno de Benito Juárez, el Congreso de la República decretó, el 17 de julio de 1861, la suspensión de pagos de todas las deudas públicas, ello originó que Inglaterra, España y Francia, acordaran, el 31 de  octubre, enviar una expedición a ocupar las principales fortalezas militares de las costas mexicanas, con el propósito de hacerse de los recursos económicos que ingresaran a través de las aduanas y cobrar la deuda de los tres países.

Diversos conservadores en México vieron en estas dificultades del gobierno la oportunidad para realizar sus objetivos, ya que desde la consumación de la independencia buscaron establecer una monarquía en este país.

El gobierno de Benito Juárez, que sólo quería una prórroga al pago de sus deudas, envió al general Manuel Doblado a Orizaba, donde expuso a los plenipotenciarios europeos el interés de evitar un enfrentamiento; el 19 de febrero de 1862, se acordaron en el poblado de La Soledad los preliminares, mediante los cuales se pactó que sería la negociación la vía de alcanzar acuerdos sobre sus reclamaciones.

Los preliminares de la Soledad fueron ratificados por el presidente Juárez y los representantes ingleses y españoles, mas no así por los franceses; el 5 de marzo de 1862, arribó a Veracruz el general Carlos Fernando de Latrille, Conde de Lorencez.

La noche del 4 de mayo de 1862, lucía sin esperanza para el general Ignacio Zaragoza, después de todo iba a combatir ante más de 5 mil soldados del ejército  más poderoso del mundo —baste recordar que no había perdido una batalla en medio siglo. Previo al inicio de la batalla, Zaragoza se reunió con sus lugartenientes; la consigna: combatir con todas sus fuerzas para morir con dignidad, recuerda José Emilio Pacheco en su Inventario 208 (Excélsior, 27 de octubre 1980)”.

La mañana del 5 de mayo de 1862, cuando los franceses atravesaron en columna el horizonte poblano desde el oriente, Zaragoza defendió la ciudad con hombres mal comidos y mal adiestrados, provenientes de Oaxaca, del Estado de México y de San Luis Potosí, además de un elemento que resultó decisivo para la victoria: los indios zacapoaxtlas y la caballería indígena oaxaqueña, que fungieron como reservas.

Batalla de Puebla.

Fue un 5 de mayo de hace 155 años que México vio la luz, porque sus habitantes decidieron, en su gran mayoría, hacer a un lado sus diferencias y plantar cara a aun oponente en común.

Napoleón III ordenaría después una segunda intervención a México, para ello envió a 28 mil elementos, más unos 28 mil del partido monárquico. La plaza Puebla fue declarada en sitio desde el 10 de marzo de 1863, hasta su rendición el 17 de mayo. Por su parte, la capital de la República también fue declarada en sitio y Benito Juárez trasladó su gobierno a San Luis Potosí.

El ejército francés entró en la Ciudad de México el 10 de junio de 1863, y en 1864 desembarcó en Veracruz Maximiliano de Habsburgo, que con el apoyo de grupos mexicanos conservadores, estableció el 2º Imperio en México.

Por lo que se refiere al Territorio de Baja California, la noticia sobre la Intervención Francesa y el establecimiento del imperio de Maximiliano, condujo al gobernador Felix Gilbert y a la asamblea legislativa a reconocer al gobierno imperial, bajo el argumento de que no existían recursos para evitar que las fuerzas francesas penetraran en la península.

Pese a la decisión política de entregar el Territorio de Baja California al segundo imperio mexicano, las tropas republicanas, al mando del coronel Clodomiro Cota, rescataron la península que permaneció fiel a la causa de México hasta que finalizó la intervención francesa.

Qué urgente resulta, como método ante la desesperanza actual, recordar que el 5 de mayo de 1862 los primeros hijos de México se unieron en Puebla, para enfrentar a un oponente, con medio siglo de batallas ganadas y vencieron.




Alfonso Álvarez Bañuelos cumple 30 años haciendo teatro en La Paz (II)

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La Paz, Baja California Sur (BCS). En exclusiva para CULCO BCS, el maestro de teatro, Alfonso Álvarez Bañuelos, concedió una entrevista en el marco de su trayectoria de 30 años de carrera en el teatro en La Paz, y que este año dirigirá su obra de teatro número 100. Da clic AQUÍ para leer la primera parte, donde habla de sus primeras impresiones del teatro, sus estudios en la Ciudad de México y el inicio de su carrera teatral en esta capital.

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Altaira

Altair Aquila, es “la estrella del águila”, una constelación: eso significa Altaira, que dirige Álvarez Bañuelos, y el que también cumple 30 años de carrera, pues se inició con él desde 1987. Desde entonces, cientos de alumnos han pasado por sus enseñanzas y han interpretado algún personaje. El director presume haber montado obras de todos los géneros dramáticos, de varios dramaturgos mexicanos, y también del teatro clásico y mundial. Actualmente, el grupo de teatro Altaira se compone de unos diez actores y actrices. Adelantó la sorpresa de que él mismo escribe una obra de teatro para sus histriones, con la que cerraría este 2017 y que sería la centésima velita en su pastel.

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¿Cuáles son las obras más significativas? No quiso dar muchos nombres. Recordó Del amor y la danza, una obra de su autoría que causó polémica en 1989 por su temática gayAlgo sobre la muerte, inspiradas en poemas de Jaime Sabines —es una de sus favoritas, pero curiosamente no la vio tanta gente, dijo; y de las más recientes: Colisiones.

Al preguntarle por el quehacer teatral en La Paz, reconoce el trabajo que hacen directores como Guillermina Sáenz, Aletse Almada, Mario Jaime, Mario Rey y Rubén Sandoval, que “a veces sin un cinco, siguen haciendo teatro, ¡eso es pasión!”. Y justamente eso es —en su opinión—, lo que falta a otros teatreros de BCS.La mayoría de los que hacen teatro en La Paz les hace falta pasión, muchos se han vuelto gente teatrales burócratas, se puede decir, lo que les interesa es, por ejemplo, tener un presupuesto para que les apoyen para hacer una obra, o tener una beca, y si no no hacen anda o lo hacen con mucho trabajo. Están esperando todo mundo a que les den”.

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Taller de teatro de la UABCS.

Un dato curioso: aunque William Shakespeare, es uno de los dramaturgos favoritos de Álvarez Bañuelos, nunca ha montado una de sus obras de teatro. “No lo he montado porque no he encontrado… Necesito un ejército de actores buenos, aquí en La Paz —y se van a enojar por lo que digo—, pero no hay, yo le tengo muchísisimo respeto a Shakespeare (…) Sus personajes son súper complejos, el manejo del lenguaje, necesitas tener muchísimo, mínimo 20 actores excelentes”.

Gays, en todos lados

En 2015, Álvarez Bañuelos presentó Hasta abrirse la piel y otras obras de teatro gay, bajo el sello del ISC. Sólo en esa ocasión, en esta ciudad, y posteriormente en la Feria del Libro de la Ciudad de México, fue promocionado. Desconoce por qué, pero no ha tenido amplia difusión, aunque se ha enterado que ha sido un libro muy pedido cuando se han obsequiado ejemplares en diferentes presentaciones editoriales en BCS; y asegura que en esa ocasión en la Ciudad de México, los ejemplares se vendieron en sólo dos horas.

¿La fama de que hay muchos gays en el mundo del teatro, es cierto o es falso? Se le preguntó, y contestó que “¡hay mucho gay en todos lados, hay gays en todas partes! No sé si muchos o pocos, es cosa de irle preguntando a cada quien, que sería una cosa que no me importaría, sólo que me gustaran las personas (…) Sí hay todavía muchísimos prejuicios, hay gente que dice ‘te acepto, a pesar de ser gay’, y gente que es heterosexual, a lo que yo les respondo, ‘a pesar de que eres un menso de primera, también eres mi amigo'”. Lo que sí es cierto, es que usualmente, a los talleres de teatro, se apuntan más mujeres que hombres.

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Un lujo que lo vale

El teatro para mí es un placer y es un lujo también, no me pongo codo cuando se trata de gastar en mis lujos”, dijo Álvarez Bañuelos al señalar que la mayor parte de sus decenas de obras no han tenido apoyos del gobierno, sino que él, en algunas ocasiones, ha puesto de su bolsillo la producción. Como ejemplos, recordó Noche de luna en Balandra y Raptola, violola y matola, ambas, de considerable diseño de producción.

Amante del teatro y el cine, pero renuente a mencionar títulos y obras, por ser tantas y no dejar fuera a ninguna, le preguntamos a Álvarez Bañuelos por sus obras de teatro, películas y actores favoritos. Entre sus directores de cine se encuentran Bergman, Fellini y Visconti; entre sus actrices, Meryl Streep y Julieta Egurrola; ¿su pareja ideal basado en algunos personajes de ficción? “Lee los placeres y los días (de su autoría), y busca un personaje que se llame Alex, también si son morbosos que otros la lean, ¡quien quite y salga por ahí!”, dijo entre risas.

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“Ser dramaturgo es lo cosa mas triste que hay porque casi nadie lee dramaturgia, ni los teatreros leen, leen más la poesía o el ensayo”, dijo; sin embargo, de su faceta de director esta orgulloso y feliz. “Soy feliz porque hacer teatro es construir un mundo como director, tu mundo que traes en tu interior, cuando lo ves plasmado con la escenografía, con los actores, con la música, y todos los elementos y verlo, te sientes como una especie de Dios pequeño, aunque es un espectáculo que es efímero es increíble, porque es como la vida: se te va en un momento, ero en ese momento llegas a una cumbre en que te sientes feliz y realizado”.

*Fotografías exclusivas de J. R. Fernández.




El Señor King

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Colaboración Especial

Por Estela Davis 

 

“Si en la lucha el destino te derriba
Si todo en tu camino es cuesta arriba
Si tu sonrisa es ansia insatisfecha
Si es mucha tu faena y vil cosecha
Si a tu caudal se contraponen diques
Date una tregua pero ¡no claudiques!”
Rudyard Kipling
 
La Paz, Baja California Sur (BCS). Escribir sobre el señor Francisco King es algo que siempre estuvo en mis proyectos, pero tuve que dejar correr el tiempo hasta que cicatrizara la herida que su muerte me produjo. Además, escribir sobre él no resulta fácil, para ello se requeriría de una pluma infinitamente mejor que la mía. Escribir sobre el señor King es también una responsabilidad muy grande, por eso he querido compartirla con su familia y algunos amigos, a quienes mucho agradezco sus aportaciones a este texto, que  no tiene más objeto que recordarlo como el ser humano excepcional, que de muchas maneras fue, y compartir algunos datos de su interesante vida para las generaciones que no tuvieron el privilegio de conocerlo.
Emprendo esta tarea diciendo que en 1989, año de su muerte, lo vi varias veces, pues a raíz de la quiebra un año antes de Aeroméxico, empresa de la cual era yo Gerente Distrital en Loreto, BCS, me había venido en busca de trabajo a La Paz, donde conseguí hacerme cargo de una modesta agencia de viajes por el rumbo de Madero y Degollado. Recuerdo que ese 29 de marzo, día de mi cumpleaños, Pancho llegó a verme a la agencia con un ramo de rosas en las manos, y recorriendo el local con la mirada me dijo: “¿Qué diablos está haciendo una mujer como tú en este cuchitril, mientras que en tu pueblo se están despedazando porque no tienen agua, ni vuelos, ni turismo? ¡Vete para allá, tu pueblo te necesita![1]”. Otro día cobré mi primer sueldo y era tan raquítico que no lo pensé más. Renuncié y me fui para Loreto.
Muy pronto supe que Pancho King padecía de un avanzado cáncer óseo, enfermedad que en unos cuantos meses lo postró en la cama. El 25 de agosto vine de Loreto para verlo, aunque me habían dicho que no recibía a nadie pedí que me anunciaran y me hicieron pasar a su cuarto: “Solamente te he recibido a ti y a Víctor Liceaga, me dijo desde el lecho”. Su cuerpo, de por sí muy delgado, se perdía entre la blancura de las sábanas y almohadas que Lupita, su compañera, acomodaba a su alrededor. Sentada a la orilla de la cama yo le sobaba las piernas: “No lo hagas, me molesta”, pidió viéndome con sus ojos infinitamente tristes, luego agregó: “Quiero que sepas que eres uno de los seres que más he amado en la vida”.

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Intentamos platicar de diferentes cosas, soslayando el tema de la enfermedad y recuerdo que en un momento dado llamaron de Televisa para pedir la nota del día. Se trataba del incendio un día antes de uno de los transbordadores que hacían la ruta entre Mazatlán y La Paz. Pancho, haciendo un alarde en mi honor, quiso ofrecerme una lección póstuma de fuerza y voluntad, y se empeñó en pasar la nota personalmente, lo que viniendo de él no era extraño para mí. Con mucho cuidado para no lastimarlo, pues el dolor de su cuerpo era evidente, Lupita lo ayudó a sentarse en el sillón mientras le acomodaba las almohadas de diferentes maneras hasta que logró una posición más o menos cómoda. Inició la transmisión de la nota que le obligaron a repetir en numerosas ocasiones, hasta dejarlo exhausto. Con lágrimas en los ojos advertí que su potente voz se había debilitado a la par que su cuerpo. Después de besarlo y abrazarlo me despedí de él para siempre. Diez días después murió y no vine al sepelio. No podía soportar verlo muerto y preferí recordarlo en la lucha, como esa última vez.
Pancho ha sido una de las ausencias que más he lamentado porque fue el más entrañable de mis amigos. De él recibí las críticas más certeras y acerbas, pero también, si a su juicio era merecido, el elogio más honesto. Pero sobre todo, fue el amigo con el que conté siempre, en cualquier circunstancia. Con él aprendí también que la amistad entre un hombre y una mujer es maravillosamente posible.
De alguna manera, el no haber estado ni en su velorio ni en su entierro, y el hecho de seguir escuchando su voz en la radio: “XENT Radio La Paz, en la Colina del Sol, frente a las playas del Mar Bermejo…”, me hacían sentirlo vivo. Ahora, al no escuchar la fina música y las campanadas del reloj de la iglesia de Nuestra Señora de Loreto, que eran el sello distintivo de la estación, al escuchar sólo una sucesión de voces extrañas, tengo finalmente la certeza que antes me había negado a aceptar: Pancho King ha muerto, y la XENT la radiodifusora de los sudcalifornianos, apagó sus micrófonos para siempre. La voz de Óscar López Arvizu y sus Recuerdos compartidos ha sido sustituida por una de indefinible acento que conduce un programa de los que ahora abundan.
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Para la realización de este trabajo quise entrevistarme con Lupita Lucero, pero no se pudo, pese a que la llamé en repetidas ocasiones. También intenté entrevistarme con Óscar López Arvizu, concertamos una cita y posteriormente me la canceló por motivos de salud.
Pero si pude hablar con Consuelo Tonela, su viuda, mi querida amiga y comadre; ella y Pancho bautizaron a mi hija Lorella. Consuelo reside en Mexicali, BC, me ratificó algunos datos que mencionaré a lo largo del texto y me dijo: “Tienes mi autorización para escribir lo que quieras, incluso los motivos de nuestra separación que tú bien conoces…” Tuve también largas conversaciones con sus sobrinos, los hijos de Margarita King: Elsa King, Marcelo y Silvia Espejel King, con Raquel Bernáldez, hija de Edith Lucy King; con don Othoniel López Ortiz, compañero de escuela de Pancho; con sus amigos Carlos Cortés, Ángel César Mendoza, Celia Davis y Chema Espinoza, además, desde luego, de la vivencia personal.
Como dueño de la XENT, el señor Francisco King se las ingenió para que su negocio privado fuera al mismo tiempo la radiodifusora de y para el pueblo, como ninguna otra lo ha sido hasta ahora en Baja California Sur. La XENT era el refugio de la gente y el señor King la solución a la que recurrían, como bien dice Marcelo Espejel King, su sobrino: “…la gente que había sido abusada por las autoridades, despojada de sus ranchos y propiedades, abandonada en su desgracia, mi tío hacía público eso a través de su estación y emprendía la defensa de esta gente, (…) Él no se conformaba con sacar esto a la luz, plantearlo, exhibirlo y ventilarlo, no; él se asesoraba legalmente y analizaba la procedencia en cuanto a lo legal, en cuanto a derecho”.
Lo que dice Marcelo es incuestionable. Hace apenas unos días cuando escuchaba la ahora Radio Fórmula, habló una mujer a Contacto directo para hacer una denuncia y al final dijo: “Si el señor King viviera, otro gallo nos cantara.” En efecto, la labor social del “señor King”, además de incuestionable resulta inolvidable. La gente lo sigue recordando y su fe en él fue tan grande que aún ahora, después de muerto, sienten que los sigue ayudando, ya que incluso han dado en atribuirle la facultad de hacer milagros: según me cuenta Marcelo: “El otro día me encontré a alguien que me dijo: ¡Qué milagroso está tu tío últimamente! Me concedió un milagro…”
Por su forma de ser y por su físico, a Pancho King se le comparaba cariñosamente con El Quijote, personaje de cuya “triste figura” se dice que tenía una basta colección, que algunos amigos como Ángel César Mendoza se encargaron de hacer crecer. Era precisamente Ángel César uno de los amigos que lo comparaban con el inmortal personaje. Se hacían muchos chistes sobre la flacura de Pancho y él era el primero en hacerlos. Carlos Cortés recuerda la siguiente anécdota: “Estábamos el Dunchy[2] y yo con él en la alberca del Club de Vuelos:[3] ‘Soy un Charles Atlas’, dijo Pancho intentando hacer resaltar sus bíceps:” ‘Sí, pero disecado’, le contestó el Dunchy.” Se burlaba también de su nariz prominente. Siempre caminaba de prisa y se movía con agilidad: “Te gané por una nariz…” era su broma favorita.
Así pues, con todo y no ser nativo, este moderno Quijote, pionero de la radiodifusión en Baja California Sur, amó profundamente a esta tierra y fue plenamente correspondido por la mayoría de los sudcalifornianos, con todo y su acendrado regionalismo. Fue la gente del pueblo quien le otorgó el título de “Señor King”, que era como le llamaban todos, exceptuando los que fuimos sus allegados. En Baja California Sur no somos dados al trato formal y no a cualquiera le llamamos señor; entonces, ¿por qué “señor King”? Le preguntaba yo a Ángel César, que me respondió: “Es una forma de respeto, de reconocimiento, es como decir señor gobernador o señor presidente, nadie dice gobernador o presidente a secas, siempre se le antepone el titulo de señor”, y es verdad, coincido con Ángel César. Francisco King era un SEÑOR.
Cuando mi amigo Martín Avilés supo que pensaba escribir sobre él, me dijo: “Conozco a un señor que vive en El Centenario que fue compañero de escuela del señor King.” Días más tarde, me llevó a la casa de don Othoniel López Ortiz. Un lúcido caballero de 85 años (la misma edad que tendría Pancho si viviera), cuya existencia ha sido muy interesante y rica. Don Othoniel nació en Tenango del Valle, Estado de México, donde estudió la primaria; al terminar obtuvo una beca para estudiar el bachillerato como interno en el Instituto Científico y Literario[4] de Toluca. Ahí tuvo como compañeros de banca los 5 años a Pancho y Margarita King, pues la regla del Instituto era que se ocuparan los asientos por orden alfabético: “K”, “L”, etc… Dice don Othoniel que se hicieron grandes amigos. Recuerda que Pancho era un muchacho muy bueno y generoso. Con frecuencia le llevaba a regalar una torta comprada en el puesto de la esquina. Comparados con don Othoniel, Pancho y Margarita eran niños de buena posición, pues su madre manejaba un hotel que según los hijos de Margarita se llamaba “León de Oro”, pero según don Othoniel se llamaba Hotel King, en ese tiempo el más grande de Toluca. Al terminar el bachillerato Pancho se fue a la ciudad de México a estudiar una carrera, mas no sabe si siguió estudiando o no, porque no volvió a verlo. Con los años, don Othoniel vino a vivir a Baja California Sur con su familia; primero como gerente de CALIGAS en Ciudad Constitución y después como residente en La Paz desde hace más de 30 años. Aquí se reencontró con su amigo, con quien se visitaba de vez en cuando. Dice que Pancho lo invitó a trabajar con él en su “negocio”: “Ve a verme a la Colina del Sol” —le dijo—, “quiero que trabajes conmigo, acuérdate que me debes muchas tortas…” Pero don Othoniel no aceptó. Era militar y en ese tiempo se desempeñaba como mecánico de aviación, aparte de que atendía un negocio propio.
Mi amiga Raquel, hija de Edith Lucy, hermana menor de Pancho, y de Froilán Bernáldez, me cuenta algunas cosas de la época estudiantil de su padre y de su tío. Froilán, fue compañero de Pancho desde la escuela primaria y al terminar ésta, ingresaron al Instituto Científico y Literario, donde junto con Margarita y don Othoniel López cursaron el bachillerato. Pancho, tanto por su delgado cuerpo, como por su nombre “William Francis”, algunas dificultades con su acento y sus aires de niño bien, era fácil blanco de las bromas y burlas de sus compañeros toluqueños. De tal manera que Froilán, un muchacho corpulento y fuerte, se constituyó en su ángel guardián, propiciando que entre ellos naciera una gran amistad que con los años los convirtió en cuñados. Para cualquier niño debe haber sido muy complicado llevar un nombre extranjero en la Toluca de aquellos años; así que el niño King adoptó el nombre de Francisco o Pancho. Mary Olga, la madre, contaba al respecto: “Yo no soy William Francis, yo me llamo Pancho King”, decía el pequeño, y tenía toda la razón. Se quedó con el nombre de Pancho, aunque para los sudcalifornianos fue simplemente el “señor King”.
El lugar de nacimiento del señor King siempre fue un misterio, como muchos otros de los que él permitió que se tejieran a su alrededor. Se dijo que había nacido en la Ciudad de México, en Mexicali, e incluso en La Paz, (él solía decir que era nativo de Agua Verde, rancho de la familia Rondero). La primera versión nos la proporcionó Consuelo Tonela, su viuda, quien dice que Pancho nació en Sao Paulo, Brasil, el 11 de diciembre de 1918. Hijo del inglés William Augustus King y de Mary Olga Rondero Cotê. Raquel recuerda que su madre le contaba que Margarita y Pancho habían nacido en Toluca, y William Augustus los registró en la Embajada Inglesa como ciudadanos de Inglaterra, dado que él era de Barbados, antigua colonia británica independiente desde 1966, porque al antillano inglés no le gustaba tener hijos mexicanos.
La madre del señor King, Mary Olga, nació en la Ciudad de México, hija de un español y una francesa[5]; ahí conoció a William Augustus, que de modesto farolero llegó a ser alto ejecutivo de la Compañía de Luz y Fuerza. Se casaron, vivieron un tiempo en México, donde habría nacido Margarita la primera hija[6] en 1916. Luego se fueron a residir a Brasil donde William Augustus tuvo indistintamente la representación de la Burroughs y de la Metro Goldwyn Mayer. En Sao Paulo habrían nacido William Francis (Pancho) en 1918[7] y Edith Lucy en 1922. William Augustus murió en Brasil de un infarto, y Mary Olga regresó a México con sus tres hijos. Viajó de Brasil a Veracruz, de ahí a la ciudad de México y finalmente a Toluca[8]. Para entonces Pancho tenía 11 años.
Ya en Toluca, Mary Olga alquiló el hotel “León de Oro” e inscribió a sus hijos en la escuela para terminar la primaria e ingresar después al Instituto Científico y Literario, para cursar el bachillerato. Según el testimonio de don Othoniel López Ortiz, Pancho Ingresó al Instituto a los 13 años y a diferencia de Margarita, no se distinguía por ser un estudiante brillante.
El caso es que al finalizar el bachillerato a los 18 años, Pancho abandonó la casa familiar[9]. Se fue a la costa del Golfo de México y anduvo vagando un tiempo por el sureste del país. Vivía en cualquier parte y trabajaba en lo que se podía, llegando a robar plátanos en los muelles para comer. Se dijo incluso que había sido soldado, pero tanto Marcelo como don Othoniel coinciden en que se trata de un dato falso. Lo que si es cierto, es que después de vagar un tiempo, se embarcó en un carguero y se fue a Centroamérica. Según Marcelo lo hizo por el placer de viajar y conocer otros lugares, y afirma que en ese tiempo fue cuando le dio por el periodismo: “… mi tío era un desastre. Era un aventurero, un rebelde y yo creo que esa era la parte que entraba en conflicto con la abuela, porque ella era todo disciplina y orden y todo tenía que estar en regla”.
Pancho se confesaba autodidacta y haber terminado apenas la primaria: “Todo lo que sé lo he aprendido en la escuela de la vida”, decía con un aire de jactancia. Desde luego, ya hemos visto que esto es inexacto, como muchas otras cosas que se dijeron del señor King y que si bien él, en lo general, no las alentaba, tampoco las desmentía. Por otra parte, su cultura, su letra, su ortografía y su forma de redactar no corresponden a una persona sin estudios[10].
Durante los años que Pancho estuvo lejos de su familia se casaron sus hermanas: Margarita contrajo matrimonio en 1936 con Rodolfo Espejel Jaimes, con quien procreó a sus hijos Alexis, Silvia, Marcelo, Elsa y Leda. Por su parte Edith Lucy se casó en 1943 con Froilán Bernáldez y procrearon a Sergio, Alejandro y Raquel. Edith Lucy murió en 1967 y Froilan volvió a casarse.
En su estancia en Centroamérica, Pancho que tendría unos 21 o 22 años, conoció a su primera esposa, una muchacha panameña llamada Elea. De esto y otras anécdotas habla Silvia: “Me acuerdo mucho de Elea, la primera esposa de mi tío y de Antonieta la hija de los dos. Ellos se pelearon y él se vino a México con la niña, la quisimos mucho, pero un día vino su mamá por ella, se la llevó y nunca la volvimos a ver. Mi tío, alguna vez quiso buscarla, pero se metió tanto en el trabajo que nunca lo hizo…”[11] “Mi tío trabajaba en Panamá en unas minas de oro. Ahí observó que los trabajadores, sus compañeros, se tragaban las pepitas de oro para después obrarlas y lavarlas. Entonces mi tío, que era un hombre extremadamente derecho, denunció a los ladrones y eso casi le cuesta la vida, pues al darse cuenta los malhechores que él había sido el delator, le prendieron fuego a la choza donde vivía. Logró escapar saliendo por el techo. Afuera lo esperaba su caballo, montó en él y huyó. ¡Párate!, le gritaban sus perseguidoras…”[12] Elsa por su parte, dice lo mismo, nunca se volvió a saber de la prima Tony, y que no estaba permitido hablar de ella, constituyéndose en uno más de los secretos de familia, la cual está llena de ellos…
Ya separado de Elea, Pancho se estableció en la Ciudad de México; consiguió un trabajo como corrector de pruebas en una editorial de revistas de modas y escribía cuentos de misterio para la revista Policía, lo que le llevó a descubrir que tenía bastante habilidad para escribir. Su primer trabajo como reportero lo obtuvo como suplente en el diario de la Ciudad de México Novedades. Posteriormente le encargaron la redacción de artículos para revistas noticiosas y de ahí dio el salto a la radiodifusión.
Según Marcelo hubo circunstancias que influyeron favorablemente en la carrera periodística de su tío, tal es el caso del siguiente episodio:
“Mi tío anduvo de la ceca a la meca y se dedicó al periodismo. Entre sus anécdotas como periodista recuerdo la siguiente: fue uno de los primeros que logró una entrevista con Lombardo Toledano. Este hombre era muy reacio a los medios, no los quería, sobre todo porque él vivió en una época en que el comunismo era un pecado. Entonces no aceptaba entrevistas de los periodistas, porque no lo querían y él no los quería a ellos, porque siempre distorsionaban lo que él decía ¿no? Mi tío que era un hombre muy arrojado se coló a la casa de Lombardo Toledano. Lo pescaron ahí, salió el hombre y lo vio tan jovencito que le tuvo lástima y le dio la entrevista…”[13]
Silvia a su vez, dice que uno de los grandes éxitos de Pancho como periodista fue que logró una entrevista con Henry Charriere Papillón,[14] reo francés que alcanzó la celebridad al lograr huir de la terrible prisión de Cayena[15] para llegar a refugiarse en Venezuela. Papillón escribió sus memorias y fueron publicadas en abril de 1970, con tanto éxito que en agosto del mismo año salía la vigésimo primera impresión.[16]
La década de los 40’s marcó el destino del señor King, pues en uno de sus frecuentes viajes a Centro y Sudamérica conoció al famoso productor mexicano de programas de radio Clemente Serna Martínez, dueño de Radio Programas de México, quien le ofreció trabajo en la XEW. Ahí laboró un tiempo, lo que le sirvió para obtener experiencia en los medios electrónicos. Se percató también de la importancia de la radio y la televisión, y llegó a manejar un programa noticioso. Según Marcelo, su tío trabajó con locutores de renombre como Pedro de Lille, Pedro Ferriz y otros más que no llegaron a brillar tanto como los mencionados. Pancho tenía una voz extraordinaria y estas gentes lo ayudaron a entrar a la radio. Ahí se quedó e hizo de la radio su vida. Al mismo tiempo escribía radionovelas y TV novelas. No obstante, pasados los años al recordar esta etapa de su vida diría con un dejo de tristeza: “Nunca tuve suficiente dinero para comer bien.” Eso me lleva a recordar lo que me dijo un par de años antes de morir: “Fíjate que extraña es la vida. Sin querer me volví millonario… Nunca fue mi intención hacerme rico ni con la radio ni con la televisión.” Los que lo conocimos sabemos que esto es cierto. Con frecuencia regalaba el tiempo de la radio para las causas sociales.
En ese tiempo, Clemente Serna Martínez y él se convirtieron en grandes amigos. Dice Marcelo que cuando Consuelo Tonela enviudó y quedaron sus radiodifusoras de Mexicali “al garete”, como eran estaciones afiliadas a Radio Programas de México, Consuelo le pidió a Serna Martínez que le recomendara a alguien para que fuera a regentearlas. Conociendo a Pancho King, Serna Martínez lo recomendó naturalmente, y Pancho se trasladó a Mexicali. Así fue como se conocieron él y Consuelo, se enamoraron y se casaron. El matrimonio procreó dos hijos: Bruma Patricia y Francisco.
Ya estando el señor King en Mexicali, Margarita se divorció quedándose con sus cinco hijos chicos. Inmediatamente Pancho se convirtió en el sostén de ellos y de la abuela, con quien fueron a vivir. En 1952, tal vez para facilitar la situación o para tenerlos más cerca y protegidos, Pancho invitó a Margarita a venirse a vivir a La Paz con los niños. Ella aceptó y como era una mujer de iniciativa y preparada (hablaba inglés, francés, alemán y portugués), se dio a la tarea de buscar trabajo y lo consiguió en Trans Mar de Cortés, la línea aérea de Mayo Obregón. Tiempo después volvió a casarse, esta vez con un sudcaliforniano: José Roberto Verdugo Garciglia, un hombre muy bueno y decente, que al decir de Marcelo todavía vive: “Viejito, pero fuerte”. De este matrimonio nació Mirtha quien radica en Guerrero Negro.
A pesar de que Margarita se trajo a su madre a vivir con ella, mientras vivió Edith Lucy, Mary Olga compartió su tiempo entre La Paz y la Ciudad de México. Falleció aquí en 1968, cuando pasaba de los 80 años. En 1983 le siguió Margarita que murió de 67. Los restos de ambas descansan en el panteón de los Sanjuanes.
Margarita siempre estuvo física y espiritualmente muy cerca de su hermano. El amor y la gratitud que sentía por él eran tan grandes que dedicó su vida a trasmitir a sus hijos estos sentimientos. De tal manera que Pancho se convirtió en la más fuerte influencia y en el mayor ejemplo a seguir por sus sobrinos, como afirma Marcelo:“Un padre. Fue como un padre. Aun cuando no nos llevábamos muy bien, aun cuando no vivimos juntos ni teníamos una intimidad, su actuación siempre influyó en mí. Te digo que aunque no era muy afín a mi tío, fui muy afín a mi madre y a través de ella aprendí a querer y admirar. Sueño mucho a mi tío, para mí fue mi padre, me apoyó mucho, me ayudó mucho de niña. Ya de grande, cuando mi divorcio, él me apoyó y me ayudó muchísimo…”
Silvia por su parte, relata lo siguiente: “Nosotros somos hijos de padres divorciados y para mi mamá mi tío era un héroe, lo adoraba. Yo le pregunté un día ¿por qué quieres tanto a mi tío? Lo quiero tanto como tú quieres a Alejandro (Alexis), me contestó. Y yo lo entendí, porque Alejandro es mi hermano adorado. Yo quise mucho a mi tío, sobre todo porque yo lo cuidé cuando se enfermó y en ese tiempo fue cuando realmente aprendí a conocerlo. Aprendí que mi tío era un hombre bueno y generoso. Un hombre lleno de amor y sensibilidad. Él tenía que ponerse una máscara de dureza… Por su trabajo, por lo que tú quieras. Siempre estaba trabajando. Recuerdo que un día le pregunté: tío, ¿por qué nunca te fuiste a viajar a Europa si tenías dinero? Y me contestó: ahora que me alivie lo voy a hacer…”
El hecho de que parte de su familia ya radicaba en La Paz, tal vez favorecieron las cosas para que Pancho pensara en la posibilidad de radicar aquí. De las diferentes versiones que existen recojo en este texto las de Carlos Cortés Verdugo y Marcelo Espejel King. Carlos, que vivió en Mexicali de 1952 a 1957, había hecho una buena amistad con Pancho King, quien aspiraba a tener su propia radiodifusora. Como todo buen sudcaliforniano, Carlos le contaba maravillas de Loreto y La Paz al grado que Pancho se entusiasmó y un día de 1954 le aceptó la invitación para vacacionar en Loreto: Salimos de Tijuana en uno de los aviones de Trans Mar de Cortés. Llegamos a Loreto, obviamente Pancho se hospedó en mi casa[17] Ahí le presenté al Dunchy q.e.p.d. y se hicieron muy amigos. Los tres nos pasábamos el día juntos. De ahí Pancho se fue unos días a La Paz. Se enamoró de la ciudad y especialmente de la “Colina del Sol”, que le pareció el lugar ideal para vivir y poner la radiodifusora. Se fue a ver al General Olachea para plantearle el proyecto y concertar la compra del terreno. El general no puso objeciones y le vendió el predio que hasta hoy ocupan las instalaciones, pues el resto era propiedad de otra persona.[18] Cuando Pancho regresó a Loreto, el Dunchy se lo llevó al Hotel Club Deportivo de Vuelos del cual era Gerente. Me acuerdo con que entusiasmo nos hablaba de su sueño y hacía planes para la futura radiodifusora. En esos ratos pasados alrededor de la alberca, platicando y bromeando, compartiendo sueños y proyectos surgió el slogan de la radio: “En la Colina del Sol frente a las playas del Mar Bermejo…”
La siguiente versión es la de Marcelo: “Él vino la primera vez, debe haber sido entre 1953 y 1954, invitado por Antonio Ruffo. Vinieron a pescar y se enamoró de la Colina del Sol que era de un señor Díaz Encinas[19] (…) Cuando vio la colina, vio su estación y se enamoró de su sueño. Y pasaron muchos años, muchísimos.[20]  El siguió trabajando en Mexicali y comprando equipo, poco a poquito, hasta que lo logró y realizó su estación. Previo a esto, pues hubo todo un periodo de mucho trabajo, porque mi hermano y yo estábamos involucrados muy íntimamente. Hacíamos el trabajo más que con medios, con ganas. Nos tocó…, había una brechita de subida a la loma, pero estaba en pésimo estado, pues nos tocó arreglarla y ahí estábamos cavando…”
El 15 de junio de 1956 nació la XENT. Marcelo lo recuerda así: “Se estableció la estación, y ya no me acuerdo con quien, si fue con un amigo o con un cliente potencial, pero mi tío había hecho una apuesta con alguien que iba a salir al aire en tal fecha. El caso es que cayó un vientazo y tumbó la antena. Pero el tío, que era imbatible, algo que nos enseñó y fue la mejor herencia que hemos tenido, nos mandó colgar un cable desde la colina hasta abajo, donde estaba la antena anteriormente. Tendimos desde ahí un cable y en efecto, empezó a trasmitir en la fecha que él había dicho. Luego repararon la antena y no sirvió, el caso es que por algún tiempo la XENT estuvo trasmitiendo sin antena”.
Con el nacimiento de la radiodifusora, la familia King – Tonela llegó a radicar a La Paz y la sociedad de la capital del territorio los recibió con los brazos abiertos. Pancho era un hombre que parecía estar predestinado a rodearse de mujeres maravillosas. Con él estaba Margarita, la hermana mayor que fue su brazo derecho y su consejera cuya sólida preparación coadyuvó a la realización de sus planes, y por otro lado estaba Consuelo, su esposa, quien además de ser toda una dama, elegante y hermosa, fue una gran anfitriona y una cocinera excepcional [21], cualidades que mucho favorecieron el desarrollo de los negocios del señor King. Las comidas y las cenas en casa de los King eran famosas, a pesar de que según Marcelo “para entrar a la casa de mi tío, primero tenías que haber entrado en su corazón. A menos que tuviera que atender o agradar a alguien por compromiso.” Y quizás fue por esto último, pero me consta que por su comedor desfilaron personalidades, tales como presidentes, gobernadores, ministros y artistas[22], además desde luego, de la mejor sociedad de La Paz.
Los inicios de la XENT, Marcelo los recuerda así: “De aquella época puedo decirte que comenzamos… y digo que comenzamos porque yo también andaba por ahí dando lata, con dos tornamesas, una consola chiquita, de llaves todo, no de botones y teníamos una sola grabadora. Así es que en la noche, una vez que se cerraba la estación se hacía la grabación de todos los spot que se iban a cambiar; es decir, primero se hacía la grabación y luego la edición, esto es ir contando e intercalando la cinta con los nuevos spot grabados, de tal manera que el operador al día siguiente pudiera estar pasando la publicidad dentro de lo que era la carta de continuidad, que no era otra cosa mas que la programación en tiempo de lo que iba a trasmitirse. Una de las responsables era mi madre. Ella se encargaba de distribuir los espacios, de distribuir los spot de tal manera que ninguno coincidiera con otro similar de otra marca…”
El tío tenía un lema al que fue siempre fiel y era que jamás anunciaría nada que no fuera cierto y nada fuera de lugar… Todo anuncio tenía que pasar por el tamiz del tío, en cuanto a la calidad del producto y que la calidad correspondiera a la publicidad que se estaba haciendo. Tampoco aceptaba anuncios estridentes ni “fuera de orden”.
En los micrófonos de la XENT , además de una música selecta, se escucharon por primera vez en el territorio las voces del propio Pancho King, Margarita King desde luego, Rubén García, Armando Trasviña, Jesús Murillo, Eligio Moisés Coronado, Oscar López Arvizu, Raúl Zavala, Román Pozo, Antonio Manríquez, Julio César Saucedo y Pedro Masón, entre otras.
Algunas de estas voces desaparecieron del aire por conflictos con el señor King, pues como jefe no era una persona de fácil trato, como le consta a la que esto escribe y a la misma Elsa King, quien se desempeñó como su secretaria muchos años. Recuerdo que cuando iba a trabajar con él, me advirtió: “Quiero que sigas siendo una rebelde, que no te dejes de mí, porque si te dejas te voy a convertir en una autómata que no va a servir para nada. No permitas que te eche a perder como lo he hecho con otros empleados…”
Otro de los coadyuvantes a la realización de la XENT, fue desde sus inicios, Roberto Verdugo, que según Consuelo fue el gran “todólogo”. Sus tareas iban desde levantar una antena, cargar una cámara, reparar un equipo, hasta conducir un vehículo. Estuvieron también Federico Verdugo, Alexis y Marcelo Espejel King, Raúl Aréchiga, Santos Carlos León y muchos más.
A los doce años de haber iniciado trasmisiones con la XENT, Pancho King abrió el Canal 10, el 3 de junio de 1968. Pero según Marcelo, el señor King ya lo traía en la mente desde tiempo atrás: “La primera acción del tío, aunque obviamente ya tenía todo planeado, fue lanzarse a la calle para vender la idea. Se entrevistó con Alfredo Almada, Marco Antonio Núñez en el Valle, con Carlos McFarland, aquí en La Paz con varias personas adineradas como los Scholnick. No todos quisieron entrarle, me temo que fueron muy pocos. Pancho King no desmayó y buscó el apoyo una vez más de su amigo y padrino, Clemente Serna Martínez, sólo que en esta ocasión quien lo apoyó fue el hijo pues el padre ya estaba muy viejo.”Mi tío era un vendedor extraordinario, porque era un hombre muy convincente, tenía la capacidad de convencer… Sin embargo, no todo mundo quiso entrarle a este sueño.”[23] Precisamente por el Canal 10 se trasmite todos los jueves El reportaje que hace historia, como un homenaje al trabajo del señor King. Esto de los reportajes me lleva a recordarlo filmando en Cabo San Lucas. Ahí se encontró a Víctor Castorena, mi hijo, que al salir de la prepa se había tomado un año para dedicarse a las actividades del mar, antes de ingresar a la Facultad de Economía de la UNAM. Víctor era un gran buzo[24] y Pancho lo invitó insistentemente a trabajar con él. Le proponía hacer reportajes submarinos, sugiriendo que podría llegar a ser un Jacques Costeau, y que eso desde luego, era mejor que ir a la Universidad. Cuando ya casi lo había convencido le dijo: “No, mejor vete a estudiar, porque tu padre no me va a perdonar nunca que un Castorena se quede sin carrera por mi culpa”.
El señor King era muy aficionado al deporte. Practicaba la natación, el tenis y la equitación[25]. Seguramente que muchos paceños lo recuerdan en sus viajes cotidianos al Coromuel, o montando a caballo, a veces vestido de charro, un traje por el que sintió fascinación desde niño. No era raro que con este ajuar y a caballo llegara a visitar a algunos amigos que vivían por el malecón, como don Ignacio Ayala o don Miguel Cornejo.
Ser amante del tenis, un deporte que practicó toda su vida hasta poco antes de caer en cama, le valió tener muchos amigos con los que formó un club, donde se daba especial atención a las nuevas generaciones, inculcándoles el gusto por este deporte. Pero sin duda que lo más relevante de sus actividades fue lo relacionado con las causas de los sudcalifornianos, especialmente las que se relacionaban con las cuestiones políticas, como lo fue la lucha por un gobernador civil en 1965. Lucha en la que el señor King no sólo participó activamente, sino que convirtió a la radiodifusora de su propiedad, en la voz de los integrantes del FUS (Frente de Unificación Sudcaliforniano), que presidía otro luchador inolvidable, el doctor Francisco Cardoza Carballo. Seguramente que muchas personas de mí generación no olvidan las grandes concentraciones en lo alto de la Colina del Sol, y las arengas de todos los que veníamos desde los diferentes puntos del entonces territorio. Recordemos que el FUS pugnaba por un gobernador civil, dado que desde tiempo inmemorial la entidad había estado gobernada por militares enviados desde el centro. Por su gran apoyo a través de la radio y otros medios a esta lucha y a otras, el señor King se hizo de enemigos, y no fueron pocas las ocasiones en que sufrió amenazas. Al respecto Silvia relata lo siguiente:
“Cuando lo del FUS, ya ves que gobernaba el general Salinas Leal y se pedía que fuera un gobernador civil, por lo mismo mi tío tenía muchos enemigos en el ejército. En ese tiempo se acercó a él un militar, el mayor Juárez Floriano, se hizo su amigo y en una ocasión lo invitó a sobrevolar la Bahía de La Paz para tomar fotos. Mi tío aceptó y se fue con él, cuando estaba sobre el mar, ya bastante lejos, el mayor sacó una pistola y le dijo: “Traigo órdenes de matarte y arrojarte al mar”, luego guardó la pistola y agregó: ‘Pero yo no mato a los valientes como tú’.”
Efectivamente, esta anécdota nos la contó Pancho King a muchos de sus amigos. Lo que yo sé es que después de ese incidente, la relación entre él y el mayor Juárez se convirtió en una amistad entrañable y se trataban como hermanos. Uno de los recuerdos más vívidos que tengo de ellos dos, es ver al mayor Juárez cortándole el cabello a Pancho, cuidadosa y afectivamente, allá en la XENT.
Sin reparar en obstáculos, el señor King siguió adelante sin dar gusto a sus detractores y enemigos. Sin lugar a dudas la labor más importante, reconocida por el pueblo, fue su participación en las causas comunes. Su verdad, que no siempre era compartida por las autoridades gubernamentales de cualquier nivel, fue sin embargo, respetada. Su pugna por lograr beneficios para las clases más necesitadas le ganaron un lugar en el corazón del pueblo. Fue también un promotor de las actividades culturales, especialmente las que tenían que ver con los niños.[26]
Comentando con Marcelo acerca de los amigos de Pancho King, concluimos que sus relaciones fueron variando según la época, pues a raíz de la lucha del FUS y otras, se enfriaron algunas amistades, por ejemplo las que resultaron partidarias de Salinas Leal, aunque también nacieron otras, más firmes y duraderas, como la que tuvo con el doctor Francisco Cardoza, Chito Geffroy, Fernando Jordán, Chema Espinoza y Ramiro Mendoza, por mencionar algunos.
El trágico deceso de Fernando Jordán, interrumpió la amistad de ambos, pero mantuvo hasta la muerte una magnifica relación con Ángel César Mendoza: “hermano Sagitario” se decían el uno al otro, pues ambos nacieron bajo este signo. Pancho el 11 y Ángel César el 15 de diciembre. Otra de sus grandes amigas fue María Luisa Ayala, quien a pregunta expresa me respondió: “Sí, fuimos muy amigos, pero no sé nada de él, así que ni me preguntes.” En efecto, no le pregunté porque se lo creo. En lo general los amigos de Pancho sabíamos muy poco de él, pues era extremadamente celoso de su intimidad. Respecto a la amistad que mantuvo con Fernando Jordán, Marcelo hace una remembranza: “Mi tío y él se identificaban porque ambos eran muy idealistas. Fernando siempre soñó con un México ideal, con un México mejor, y mi tío también. Creían mucho en la igualdad, en la democracia, en el derecho de todos a ser felices. Yo hasta la fecha sigo creyendo en ello, lo digo cada vez que alguien me escucha, es algo que aprendí a mi tío, a mi madre…”
Segura de haber ocupado un lugar importante en los afectos de Pancho King, comparto algunas anécdotas de nuestra relación: Un día fue a Loreto y pasó a saludarme. Me encontró en las peores fachas, regando el patio, sin zapatos, con el vestido empapado y los pies enlodados. Ni hablar del peinado y el maquillaje. Esa mañana no había visto el peine y mucho menos el espejo. Debo haberlo decepcionado, porque se me quedó viendo y me dijo: “Una mujer como tú[27] no tiene derecho de andar en esas trazas.” O tal vez lo avergoncé…, porque no iba solo. Lo acompañaban el director de cine Roberto Gavaldón y el dramaturgo Emilio Carballido [28]. Así, los atendí, naturalmente, claro después de enjuagarme los pies con la manguera.
Trabajaba con él vendiendo publicidad en Los Mochis. Un día me quejé diciéndole que los clientes que visitaba me coqueteaban y me invitaban a salir: “dales atole con el dedo”, me dijo, sin darle mayor importancia al asunto. De todos modos no tuve que preocuparme porque muy pronto le renuncié. “Eres muy veleta”, me dijo esa vez.
En una ocasión comimos juntos en la ciudad de México, donde yo vivía y trabajaba entonces. “¿Qué estás haciendo aquí?” —me preguntó—. Aquí no eres nadie. Eres como un granito de arena en la orilla del mar. En cambio en tu tierra eres Estela Davis. Regresa allá y ponte a trabajar por tu tierra”. Ya comenté que me pidió que siguiera siendo rebelde, y lo seguí siendo. Un día me dijo: “Ponte a escribir, yo te voy a enseñar”. —No escribo por órdenes de nadie ni necesito que me enseñen. —Le contesté, la muy malagradecida—. “Bueno, hagamos una cosa. Yo escribo y tú nomás firmas y se lo mandas a Pagés [29], al cabo que te publica cuanta cosa le mandas, cosas que yo no publicaría.” —Pues sí, pero son mis cosas no las tuyas, así que no, muchas gracias. Quizás sea una porquería lo que escribo, pero es muy mío. (Supongo que en ese tiempo estaba convencida de que escribía muy bien.)
 
*  *  *
 
Los hijos de los King crecieron, bellos y mimados. Pero quiso la fatalidad que cayeran en las garras de las drogas y se fueron de la casa. Consuelo, al fin madre, fue tras ellos para rescatarlos y el matrimonio terminó por desintegrarse. Ella después de vivir un tiempo en la Ciudad de México, regresó a Mexicali con sus hijos y sus dos nietecitos. Esta mujer admirable, crió a los pequeños desde darles el biberón y cambiarles el pañal hasta entregarlos a la sociedad convertidos en magníficos seres humanos y profesionistas. Este compromiso de amor, asumido en la madurez de su vida, le ha permitido a Consuelo, seguir siendo a los 85 años, una mujer lúcida y fuerte. Es la misma dama guapa y elegante de siempre. Adorada por sus hijos, venerada por sus nietos, respetada y admirada por quienes tenemos el privilegio de conocerla.
A raíz del problema de sus hijos, el señor King inició una larga y apasionada campaña en contra de las drogas, alertando a los padres sobre este problema que tanto daña a la juventud. Así continuó en La Paz, librando y ganando batallas hasta que finalmente perdió la última, esta vez con la muerte; a los 72 años, atendido por la compañera de sus últimos años, Lupita, y por la dulce Silvia, su sobrina. La entrañable Margarita a través de su hija lo cuidó hasta el día de su muerte. “No encuentro las palabras para expresar en estas líneas el profundo pesar por la desaparición de uno de los puntales del periodismo y la radio. Un hombre que se supo ganar a pulso un lugar en la historia del Estado por luchar por su verdad, una verdad que se identifica con el grueso de la población y que a raíz de ello se identificara con el Quijote de Sudcalifornia.”[30] “Lo mismo en La Paz, que en Mulegé, Loreto, Comondú o Los Cabos, Pancho King ocupa un lugar especial en el corazón de los sudcalifornianos. Los humildes, los desposeídos, los marginados, fueron arropados por su singular espíritu y jamás intentó el fraude social tan común en nuestros días.”[31]
 
*  *  *
 
Baja California Sur ha perdido a un gran hombre, don Francisco King Rondero, aquejado por su padecimiento desde hace algunos meses, el destino quiso arrancar a la historia de la entidad a este hombre, que hasta los últimos minutos de su existencia hizo patente su sencillez y humildad: “No quiero que se aflija a la gente con mi muerte que ya bastantes pesares tiene”, dijo a uno de sus colaboradores poco antes de dejar nuestro mundo a las 09:30 horas del martes 5 de septiembre de 1989, a los 71 años, en su hogar de la Colina del Sol, “frente a las playas del Mar Bermejo”, como solía decir.[32]
El día del sepelio, la XENT pasó al aire el último mensaje del señor King. La voz querida, débil y apagada, dijo: “Muero tranquilo, porque amo a Baja California Sur. Luché con honor, con la verdad en la mano; luché con honestidad y agradezco ese respaldo magnífico que me han dado. Que mi espíritu siga proliferando fe y que todos los que estén escuchando mis palabras sepan que el mejor camino es el de la verdad, de la justicia, de la rectitud. No podemos alcanzar una vida placentera haciendo bribonerías; sepan ustedes que la honestidad es la mejor virtud del hombre…”[33].
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[1] Se refería a una intensa lucha social que se denominó “31 de Marzo”, que en 1989 nos movilizó a los loretanos que exigían al gobierno la solución al problema del agua potable y a la falta de vuelos, como consecuencia de la quiebra de Aeroméxico en 1988. Pancho King le dio voz a este movimiento a través de la XENT.
[2] Dunchy, era el apodo de Ildefonso Green Garayzar q.e.p.d.
[3] Este hotel, pionero de la industria turística del entonces territorio, era de Eduardo Tabor y ya no existe.
—–
NOTA DEL EDITOR: Agradecemos las fotografías que se nos hicieron llegar por parte de Cuauhtémoc Morgan.



Una caminata por un ‘Callejón sin salida’, de Keith Ross

Keith Ross. Foto: Víctor Paz en Pericúe Cultural.

Colaboración Especial

Por Alejandra Rubio

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Una de los principales aciertos del cuento Callejón sin salida, del escritor sudcaliforniano Keith Ross, es la manera en que el autor construye a su personaje principal, y este nos presenta la historia narrada. En un primer plano, temporal y anecdótico, aparece un hombre en el mar con una tabla de surf.  Desde esta ubicación, aparentemente entabla un diálogo con un segundo personaje.  Poco a poco se hilvana un fluido monólogo, a través del cual nuestro protagonista se pregunta y responde sin intercalar respuesta alguna de su interlocutor.

En este primer plano narrativo, el motivo principal gira entorno a la actividad del surf. El narrador genera una tensión, pues frente al deseo de tomar una buena ola, privilegia esperar, para dar paso a la compulsión por contar su historia. Realmente no piensa tomar ola alguna, más bien utiliza este pretexto para ir despepitando la historia que realmente le ocupa.

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Sin embargo, el presente desde el cual empieza a contarnos su niñez no es un mero accesorio o un fácil recurso literario. Desde este primer plano se permite hacer reflexiones de carácter moral y filosófico sobre el sentido de la existencia humana, pues nuestro protagonista concibe la vida como una despedida constante, pues, cito: “Había algo dentro de mí que me decía que la vida era eso, una despedida constante, que las cosas y las personas desaparecen y que, probablemente, siempre habría un charco envenenado para echarnos a perder las cosas”.

Además, su monólogo va creciendo en intensidad hasta que al final nos muestra la verdadera condición psíquica del protagonista. Conocemos la infancia de Enrique por los recuerdos que él mismo va intercalando en su “monólogo”.

Hay que agradecer a Keith Ross el ritmo y la facilidad con que fluyen las rupturas temporales y espaciales de la historia. El narrador toma aliento y va dosificando la información de una manera “tan natural” que el texto se lee, de cabo a rabo, sin que se precise de pausa alguna para ir asimilando los hechos. Las experiencias de Enrique junto a su padre: sus enseñanzas, la muerte prematura del mismo, y una de las actividades más entrañables con él: ir a contemplar el mar y surfear; además de sus sentimientos de culpa, pues nunca se perdona por su timidez y frustración ante una realidad que lo rebasa.

A continuación comentaré los episodios que me parecen más significativos en mi lectura: “Yo a veces pensaba: si se agarran a golpes, voy a garrar el tubo del porche y le voy a pegar con todas mis fuerzas al otro”.

Enrique se da cuenta de que su padre está metido en serios problemas (el lector puede interpretar que el padre no es inocente, aunque su hijo no lo juzgue explícitamente) y desea defenderlo o ayudarlo a remediar la situación. Sin embargo, es sólo un niño que no puede hacer gran cosa, más que acumular rencor e impotencia: “No vi a nadie más: antes de ver la sangre y a mi padre, busqué al otro, con el tubo prendido de mi mano, pero nada. Sólo alcancé a ver el Chevrolet rojo 1980 que se alejó dejando un polvaderón como cortina de humo”.

Tenemos aquí el detonante de la segunda parte del cuento, el papá de Enrique es asesinado sin que éste pueda evitarlo ni desquitarse contra el agresor. La violencia se ejerce en contra de toda la familia, aunque sólo uno de sus miembros sucumba directamente ante ella. Aunque la madre se reponga y encuentra más adelante con quién hacerlo, Enrique jamás se sobrepone a lo sucedido. “Traía ganas de recordar a mi padre, verlo nadar a un lado de mí, andar en los mismos lugares que compartimos una y otra vez; además, si algo había aprendido de ese lugar es que era el sitio perfecto para alejar los problemas”.

El protagonista evoca con nostalgia la figura paterna, asimismo el cómo padre e hijo habían encontrado una fórmula para convivir y evadirse de la realidad, “el surf”. En otro momento,  el narrador manifiesta, al verse retrospectivamente, un conocimiento más agudo de la condición de aquellos adolescentes que, como él, en su momento tratan de escapar de sus fantasmas y el infierno en que habitan, a través del estudio: “Un buen ambiente familiar les permite mejorar su aprovechamiento escolar, o una serie de problemas familiares puede provocar que se concentren completamente en sus estudios para evadir su realidad. Me concentré en la segunda, dado que la evasión de la realidad es uno de mis pasatiempos favoritos”.

De vuelta en el primer nivel de la historia, Enrique nos comparte su visión sobre la manera en que los extranjeros perciben y viven la vida en su comunidad costeña. Tenemos un breve y sencillo, pero revelador comentario de la diferencia entre dos mundos que se superponen en un mismo espacio: “La ventaja que tienen los gringos es que ellos vienen de visita y se quieren comer cada olita buena que ven. En cambio uno, mira a gusto: uno puede darse el lujo de escoger la mejor que le convenga”.

Hay que anotar, sin embargo, que el placer que ofrece lo efímero de estas fugas, o breves plenitudes, nos devuelve al vacío: “Cuando tomo una ola se me olvidan todos los problemas, no pienso en nada, lástima que una ola dure tan poco tiempo”.

Más adelante, Enrique incorpora una reflexión sobre “la venganza”, que parece lugar común, pero lo supera por la construcción de sus comparaciones, ligadas al motivo recurrente del surf: “Si te das cuenta, la venganza es como las buenas olas. Debe crecer despacio, pero firme. Se debe ir amarrando con lo que encuentra a su paso, levantarse despacio porque si se apresura se puede romper muy fácil: ambas ocupan de cimientos fuertes y un final rápido, pero con sensación de cámara lenta”. Aquí tenemos un adelanto dramático de lo que nos espera: ¿tendrá el protagonista la paciencia para consumar su destino o venganza?

El humor no está ausente de este cuento sombrío y pesimista. Siempre se habla de la sabiduría inherente a la profesión de los pescadores. El narrador manda por tierra, en unas frases, lugares de costumbrismo romántico, que exalta la capacidad de filosofar, en los hombres que lidian con el mar: “¿Te has dado cuenta que los lancheros parecer filósofos cuando fuman?, tienen la mirada perdida en el horizonte, como si estuvieran reflexionando sobre algo profundo e importantísimo, pero en cuanto te acercas hablan puras babosadas”.

Hacia el final, hay algo que me parece muy revelador. Enrique es un narrador que sabe menos que los personajes que lo rodean y que el lector, que al final se entera de lo que realmente sucede. El protagonista nos relata cómo, finalmente, consuma su venganza a golpes, estimulado (inconscientemente) por los celos que le produce ver a su mamá en los brazos de otro. Por supuesto, la culpa la tiene Pancho, el asesino de su padre, quien abrió la posibilidad para que su madre encontrara con quién rehacer su vida.

Insisto, aparentemente Enrique consuma la venganza: me parece que no se trata de su padre, sino de él. Descargando su ira por la culpa que siente por partida doble: no pudo evitar que el irresponsable de su papá muriera, y que su madre reencontrará un nuevo camino.

Pero todo es una ilusión, porque Enrique recibió un golpe en la cabeza antes de consumar su venganza, que le impidió liquidar a Pancho. No está esperando una ola en el mar con su tabla de surf; está en un parque, tal vez un indigente más perdido, hablando con su sombra… soñando con una ola que lo borre todo: “Aquí todos calculan que desde el golpe no quedé bien, pero no saben que las cuentas me siguen saliendo bien, y sigo surfeando como siempre […] Sabes qué, mejor me voy a ir, porque ahí viene otra vez el barrendero, y no soporto que se burle de mí y me corra de nuevo en este parque que se ha convertido en mi playa…”

Y es aquí donde encuentro lo que me parece una de las grandes lecciones de este relato de Keith Ross: el golpe de frente con la realidad (una realidad de abusos, verdades a medias, violencia e injusticia), te puede lastimar tan fuerte, que sólo te deje de dos sopas: o te haces el loco (como muchos en el pueblo de Enrique) o te vuelves loco, literalmente.




Alfonso Álvarez Bañuelos cumple 30 años haciendo teatro en La Paz (I)

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Alfonso Álvarez Bañuelos. Fotografías: J. R. Fernández.

La Paz, Baja California Sur (BCS). Fue el 7 de mayo de 1987 que el maestro Alfonso Álvarez Bañuelos inició su primer proyecto de teatro en La Paz: la puesta en escena La jojoba y la ballena, de Heriberto Parra, en el recién estrenado Teatro de la Ciudad; 30 años han pasado desde entonces, y para este 2017 pretende montar su puesta en escena número 100, con lo que se convierte en el director de teatro más prolífico de Baja California Sur. Celebrando este aniversario, el también dramaturgo, concedió una entrevista exclusiva a CULCO BCS.

Desde su natal Guanajuato, y a muy corta edad, tuvo contacto con el teatro. “Hubo una función que recuerdo yo cuando era niño, en Guanajuato, Las tentaciones María Egipciaca, con María Douglas, que me dejó totalmente fascinado”; también recordó las obras de Abraham Oceransky, Julio Castillo, Hector Méndoza y Luis de Tavira. “Siempre quise ser director, no actor de teatro”, afirmó.

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“Mi primera vivencia que yo recuerdo, cuando era niño, que tenía 5 años, fue que salí en una obra de teatro infantil que se llamaba La gallina de los huevos de oro, yo salí de uno de los duendes (…) La primera cosa que recuerdo yo de mi vida es una imagen del Teatro Juárez —de Guanajuato—, de la parte de atrás, tras bambalinas, de pronto: la sensación de cuando se abre el telón y se ven las luces”, dijo. ¿La primer obra de teatro que leyó? Los cuervos están de luto de Hugo Argüelles, a quien conoció y con quien trabó amistad años más tarde.

Alfonso Álvarez Bañuelos estudió en la Escuela de Arte Teatral en la Ciudad de México, aunque subrayó que una de sus mayores experiencias fue haber formado parte del “Laboratorio de Artes Escénicas” que dirigía el actor Sergio Bustamante, donde estuvo con teatreros del nivel de Hugo Argüelles, Abraham Oceransky y Juan Felipe Preciado. Todo ello ocurrió a finales de los 70’s y principios de los 80’s. Sin embargo, su mejor escuela de teatro ha sido la práctica: “sobretodo, el teatro lo he aprendido viéndolo, leyéndolo y haciéndolo”.

Nunca ha participado en televisión, y sólo una vez en cine, aunque no mencionó el nombre de la cinta donde interpretó el papel de un director de teatro; fue una película protagonizada por Martín Lasalle y Julieta Egurrola. También contó que le llegaron a ofrecer el papel de “Felipe Montero”, cuando hubo un proyecto para filmar Aura, la famosa novela de Carlos Fuentes, sin embargo, esa película no se realizó.

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Modesto Peralta Delgado entrevista a Alfonso Álvarez Bañuelos.

Y se quedó en La Paz

Un poco fastidiado de la Ciudad de México, Álvarez Bañuelos fue invitado a venir a trabajar en el recién estrenado Teatro de la Ciudad, en La Paz, cuyas raíces con esta ciudad le vienen por el lado materno. Venía “por un tiempo”, pero ‘ese tiempo’ se extendió a 30 años haciendo teatro en La Paz. Contó que duró 8 años dando clases gratuitas de actuación en el foso del flamante recinto, donde llegó a tener más de cien alumnos. El primer producto de su estancia en esta ciudad fue La jojoba y la ballena, un musical infantil, que —asegura—, hasta la fecha es muy recordado. “Curiosamente muchas personas se acuerdan de la puesta en escena, como Christopher Amador, quienes estaban en el kinder o la primaria, y todavía dicen, ‘¿cómo hiciste el efecto de las olas, de la ballena?’. La montamos en ese año y luego se hicieron dos temporadas”.

Pasó una década para que el maestro se integrara al Patronato del Teatro Juárez —recinto con más de 100 años de historia, ubicado en el Centro Histórico de La Paz—; y hacia 1997, se encarga, junto con otros interesados, en su restauración —que por cierto, recibió su más reciente remodelación el año pasado. Ahí, actualmente —y desde hace 13 años—, es donde da el taller de teatro de la UABCS, el que en este primer semestre cuenta con once alumnos y con el que montará su obra número 93 en La Paz, el siguiente semestre la 94, y antes de fin de año la 95, con su grupo de teatro Altaira. Sumando las cinco puestas en escena que hizo en la Ciudad de México, Álvarez Bañuelos llegaría este año a dirigir su obra de teatro número cien.

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No te pierdas la segunda parte de este artículo dedicado al maestro Álvarez Bañuelos, donde habla sobre la trayectoria del grupo de teatro Altaira, las obras de teatro gay y a quiénes admira en el teatro y el cine.

 *Fotografías exclusivas de J. R. Fernández.