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A 54 años de un histórico logro: la primer mujer en el espacio

FOTOS: Internet.

Científicamente divertido

Por Miguel Ángel Norzagaray Cosío

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Dentro del programa de astronáutica soviético, lidereado por Sergei Koroliov, cuatro logros son particularmente importantes: el primer satélite (Sputnik), primer ser vivo, el primer hombre en el espacio y la primer mujer en el espacio. Esto sin dejar de considerar las naves que pasaron por Venus o Marte, pero concentrémonos en el caso de la primera cosmonauta soviética.

No se sabe si desde el inicio del programa existía la intención de enviar una mujer al espacio, pero se cree que surgió luego del envío de Yuri Gagarin en abril de 1961. Esto debido a que el reclutamiento de candidatas para ir al espacio comenzó apenas en 1962. En febrero de ese año fueron seleccionadas más de 500 candidatas que cumplían con pesar menos de 70 kilogramos y medir menos de 1.70 metros. De gran ayuda en el caso de Valentina Tereshkova fue que ella practicaba paracaidismo desde hacía 3 años y apenas tenía 25 cuando fue seleccionada.

Dentro de la ideología soviética, dentro de su aparato propagandístico, un rasgo notable fue que era hija de trabajadores, su padre un conductor de tractores muerto en la Segunda Guerra Mundial y su madre una empleada de la industria textil. En su provincia lejos de Moscú, su sueño era conducir trenes. Ella misma trabajaba en una fábrica textil. El origen proletario contaba mucho para el partido socialista. Algo parecido ocurrió en la selección de Gagarin al momento de decidir quién volaría en la Vostok 1: su aspecto tan ruso inclinó la balanza de su lado por sobre el otro candidato.

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Todo lo relacionado con los proyectos espaciales era secreto de estado, por lo que no pudo contarle ni a su madre sobre los entrenamientos y el proceso de selección. Tuvo que decirle que iría a Moscú porque estaba en como candidata en la selección nacional de paracaidistas.

Como parte de su entrenamiento había que lanzarse en paracaídas (cosa fácil para ella) y someterse a numerosas pruebas y entrenamientos intensivos que terminaron diez meses después. Pilotear aviones de combate, centrífugas, presiones, descompresiones, aceleraciones, exámenes clínicos y otros más. En ese entonces no se sabía si el cuerpo femenino podría soportar las mismas cargas que el de los hombres, quienes ya habían viajado al espacio. Al final, fueron cinco las consideradas como candidatas idóneas para la misión. La selección final fue cosa política, como ya se comentó. De hecho se seleccionaron dos candidatas pues la intención de Koroliov era hacer dos lanzamientos: una mujer en cada nave Vostok, lanzadas en días consecutivos, lo que ya había ocurrido con las Vostok 3 y 4.

En marzo de 1963 la decisión se cambió y en la Vostok 5 viajaría el cosmonauta Byokovsky y en la Vostok 6 Valentina Tereshkova, en junio. El 14 despegó la Vostok 5 y Valentina comenzó sus preparativos finales, a la par de la segunda candidata, su tocaya Valentina Ponomariova, por posibles cambios de última hora. La mañana del 16, ambas cosmonautas fueron vestidas con el traje espacial y llevadas a la plataforma de despegue. Luego de las últimas revisiones, abordó la Vostok 6 y esperó dos horas a que terminara el conteo regresivo.

Cuenta Tereshkova que cuando escuchó por radio “Llave en posición de salida. ¡Despegue!”, estaba tan emocionada que gritó: “¡Cielo, quítate el sombrero que voy hacia ti!”. Horas después del despegue, habló por teléfono con el líder Nikita Kruschov. Hubo ciertos problemas y dudas en su vuelo, que duró 48 órbitas —casi tres días—, cómo lápices con punta rota, no permiso para control manual de la nave, náuseas y otras cosas. El nombre dado a la misión fue Gaviota, que comenzaron a usar como apodo para ella.

Al aterrizar, con un viento fuerte que complicó la maniobra en su paracaídas, los aldeanos cercanos la rodearon y le llevaron leche y papas cocidas. En agradecimiento ella regaló la comida que le quedaba en la nave. Pareciera algo significativo e inocente, pero impidió que los científicos que evaluaban el desempeño pudieran medir con precisión su consumo de calorías, peso, nutrientes y otros parámetros de interés.

Lo importante era que había regresado viva y se convirtió en héroe de su país, conocida en el mundo entero. No la volvieron a arriesgar en otro vuelo espacial, al igual que Gagarin. Se casó con el también cosmonauta Andiyan Nikolayev en una ceremonia presidida y organizada por Kruschev y tuvieron una hija, la primera niña con padres que han viajado al espacio. Este año cumplió 80 y sigue siendo gran personalidad en su país y el mundo.




20 años navegando mares de todo el mundo. Historia de un capitán paceño

A lo largo de dos décadas, el capitán de altura, Javier Murillo Uzárraga, ha navegado desde las Polinesias Francesas en Oceanía hasta el Mar Mediterráneo. Imagen: Internet.

La Paz, Baja California sur (BCS). Este 2017, el capitán paceño Javier Murillo Uzárraga cumple 20 años trabajando al frente de barcos atuneros por mares de distintos continentes, abarcando en su navegar desde las Polinesias en Oceanía hasta países europeos y africanos colindantes con el mar Mediterráneo. Aunque nació en Cabo San Lucas —el 3 agosto de 1973— y vivió en distintas ciudades de México durante su infancia, lleva décadas establecido en La Paz, por lo que ya se considera de aquí, donde tiene a su familia y con quienes regresa cada tanto tiempo después de que realiza su labor en el mar. CULCO BCS lo entrevistó en exclusiva.

El padre de este hombre del mar trabajaba en la Marina Armada de México, por lo que de pequeño él, su madre y su hermana cambiaron de residencia de un estado a otro, estableciéndose finalmente en la capital sudcaliforniana. Esto fue una influencia decisiva para que el pequeño Javier soñara en trabajar en barcos, pues confesó que siempre quiso estudiar eso: “sí, pienso que si no le gustara a uno sería un martirio, porque es es mucho tiempo fuera de casa, viaja uno mucho pero en realidad la mayor parte del tiempo estás poco (en las distintas ciudades del mundo en donde atracan); sales un rato a divertirte, a distraerse, pero casi todo el día es trabajo”.

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Javier Murillo Uzárraga estudio la preparatoria en el Cet Mar de La Paz, y posteriormente trabajó en un barco camaronero; empeñado en ser un profesional del mar, dejó ese trabajo y se fue a estudiar cuatro años a la Escuela Náutica de Mazatlán —una de las tres que existen en México: hay otra en Veracruz y otra en Tamaulipas. Dos semestres de la carrera los pasó a bordo del único buque escuela que se tenía en México, donde los estudiantes hacían prácticas de viajes internacionales desde los puertos de Veracruz y Tampoco. En esa experiencia le tocó ir hasta España e Italia, Estados Unidos y Brasil. Desgraciadamente, el buque escuela se fue deteriorando y hace aproximadamente diez años —comentó— no hubo dinero para mantenerlo y ya no existe.

En 1996 egresó como pilotín de la Escuela Náutica de Mazatlán, titulándose más tarde como Ingeniero Geógrafo. No era el único sudcaliforniano, pues Murillo Uzárraga dijo que sólo entre las generaciones que le tocó conocer habría al menos diez paceños que serían —o son— capitanes de barco. Sin embargo, en este caso, se trata de alguien que logró llegar al mayor grado de estudio: de tercer oficial a capitán de altura, por supuesto, con todos los años de navegación que le requería cada nivel y aprobando los respectivos exámenes profesionales.

Desde 1997, el capitán paceño ha trabajado para dos empresas panameñas, y actualmente en México, para la empresa Herdez, haciéndose cargo del trabajo y la tripulación de barcos atuneros. ¿Cuáles son algunas de sus funciones más importantes? Le pregunté, y respondió que aunque son muchas, desde maniobrar el barco —”uno es como si fuera el chofer del barco”— hasta la maniobras de pesca, sobre él recae principalmente la responsabilidad de la pesca y de la tripulación que se compone de hasta 26 personas, entre pescadores, cargadores, maquinistas, etcétera. Así lleva 20 años, en un promedio de dos meses de trabajo en el mar y diez o doce días en su casa en La Paz; siempre cuenta con vacaciones seguras en invierno, pues está la veda de atún del 18 de noviembre al 18 de enero.

FOTOS: Cortesía.

¿Cuál ha sido su viaje más largo? Duró aproximadamente 90 días sin tocar tierra —dijo. Ellos regresan al puerto hasta que se terminan de cargar o se les vaya acabando el diesel. En su experiencia, ha estado al frente de barcos atuneros con carga de 600 y hasta mil 400 toneladas. Así fue el año pasado en que navegó por Panamá y fueron 14 días de viaje hasta las islas Marquesas —en la Polinesia Francesa, más próximas a Australia que a América Latina.

En 20 años de experiencia —sumando los viajes de práctica a bordo del buque escuela, desde donde realizó algunos de sus viajes más largos—, Javier Murillo Uzárraga ha viajado a Italia, España, Argelia y Túnez, en el mar Mediterráneo; y ha rodeado casi todo el continente americano: Estados Unidos, Guatemala, Costa Rica, Panamá, Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela y Brasil. No colecciona nada en particular, pero señaló que en sus cortas estancias por las ciudades, se quedó gratamente sorprendido de lo que vio en Italia: Florencia, Roma y El Vaticano.

Capitán Javier Murillo Uzárraga. FOTO: Modesto Peralta Delgado.

En medio del océano

El capitán paceño contó que en su trabajo le tocó ver diferentes casos de naufragios. Trajo a la memoria un caso en particular donde él participó. Fue hace cuatro, en el trayecto a las islas Marquesas, en medio del Hemisferio Sur, cuando se encontraron a una familia norteamericana a la deriva en un velero. El padre iba lastimado de un dedo, y estaba con la mujer y tres niños. Tenían el motor descompuesto, y el mal tiempo les había tumbado la vela; llevaban cinco días a la deriva, escaseando y racionando su agua. Afortunadamente, el barco en el que iba Murillo Uzárraga los encontró, y gratuitamente les proveyeron de todo lo necesario, desde alimentos y arreglo del motor, hasta atender la herida en la mano del hombre y permitirles hacer llamadas desde el barco. “Uno es el paramédico, el papá, la mamá, el psicólogo, es todo”, dijo entre sonrisas.

Estos barcos de la empresa Herdez —aseguró—, nunca pierde comunicación a pesar de adentrarse muy lejos del macizo continental. Tienen a bordo cuatro teléfonos satelitales e Internet, además, cuentan con todos los servicios necesarios para estancias prolongadas, por lo que nunca se sienten fuera de la civilización, incluyendo comodidades como TV, videos y películas. “Es como traer un pedazo de tierra al mar”.

¿Afecta en algo estar tanto tiempo en el mar? Pregunté, y contestó que sí, pero nada que haya terminado en algo lamentable. “Decía un piloto —señaló—,’¿este es un Big Brother pero de a de veras’. ¡Imagínate: 24 a 25 gentes! Lo que es natural, fulanito se pelea con manganito, se enojan, pero dentro de lo normal, ya esta uno acostumbrado. Sí cambia uno, de repente a los 25 días, la mitad de la tripulación anda de mal humor; sí afecta tantos días, un viaje largo, como quiera que sea es un encierro, pero con tanta convivencia se agarra confianza entre toda la tripulación, si no son completamente amigos, al menos tratan de llevarse bien todos”.




El Día Mundial de los Océanos, desde la Bahía de La Paz

Malecón de La Paz. FOTO: Gabriel Larios Heredia.

Érase una vez

Por Pablo Reynosa

“Pero más prodigioso que el saber de los viejos y de los libros es el saber secreto del océano. Azul, verde, gris, blanco o negro; tranquilo, agitado o montañoso, ese océano nunca está en silencio. Toda mi vida lo he observado y escuchado, y lo conozco bien. Al principio, sólo me contaba sencillas historias de playas serenas y puertos minúsculos; pero con los años se volvió más amigo y habló de otras cosas; de cosas más extrañas, más lejanas en el espacio y en el tiempo”, fragmento de ‘La nave blanca’ de H. P. Lovecraft.

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Érase una vez que quienes habitamos Sudcalifornia, siendo niños y de frente a la orilla del mar, nos entretuvimos buscando guijarros y conchas, nos enamoramos de alguna de las playas con que cuenta una entidad a la que circunda, salvo por un estrecho margen de tierra, el agua salada, primigenia, e introyectamos que su salud va de la mano con la nuestra, de ahí que nos sea natural empatizar con la necesidad de un Día Mundial de los Océanos.

El primer antecedente de una celebración internacional de los océanos lo encontramos en la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro, celebrada en 1992.

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A partir de 2009, la Organización de Naciones Unidas (ONU) designó el 8 de junio Día Mundial de los Océanos, ello porque la relación de quienes cohabitamos este “punto azul pálido” –según lo describió Carl Sagan, después de observar la fotografía tomada por la sonda espacial Voyager 1 a 6.050 millones de kilómetros de distancia–, no es un asunto menor.

De acuerdo a la información que brinda la ONU en su portal de Internet, “los océanos cubren alrededor de dos tercios de la superficie de la Tierra y son el verdadero pilar de la vida. Generan la mayor parte del oxígeno que respiramos, absorbe una gran cantidad de las emisiones de carbono, ofrece comida y nutrientes, regula el clima, y son económicamente importantes para los países que confían en el turismo, la pesca y otros recursos marinos para sus ingresos. Además, son la espina dorsal del comercio”.

Desafortunadamente, la presión humana que genera el desarrollo económico que nos hemos dispuesto ha implicado, en el caso de los océanos, “la sobreexplotación pesquera y la pesca ilegal, desconocida o sin regular, así como las insostenibles prácticas de acuicultura, la polución marina, la destrucción del hábitat, las especies invasivas, el cambio climático, y la acidificación”, según describe la ONU en su página web.

Vista desde el malecón de La Paz. FOTO: Modesto Peralta Delgado.

El lema del Día Mundial de los Océanos este año fue “Nuestros océanos, nuestro futuro”, y la celebración de la fecha coincidió con la conferencia de Naciones Unidas sobre el tema, celebrada del 5 al 9 de junio del presente, en ésta se dieron a conocer datos tan alarmantes como que al ritmo de contaminación actual habrá más plástico que peces en los océanos para el año 2050, y con base en ello se alcanzaron mil 161 compromisos voluntarios para la protección de los mares, entre éstos, 460 están destinados a eliminar la contaminación a causa del plástico que se arroja al mar, así como al microplástico en productos como los fabricados por la industria cosmética, y 315 están dirigidos a regular y acabar con la pesca excesiva.

Baja California Sur cuenta con 2 mil 230 km de costas, y tras celebrarse el XII Encuentro Nacional de Playas Limpias en Riviera Nayarit, los días 9, 10 y 11 de junio de este año, tiene nueve de sus playas certificadas con el distintivo internacional Blue Flag , con lo que pasó a ser la segunda entidad con más costas limpias en el país, sólo por detrás de Quintana Roo, que cuenta con un total de diez. Sin embargo, no es momento de relajar los brazos y dibujar en el rostro una sonrisa de satisfacción, pues sigue siendo común encontrar, en más de una de las playas con que cuenta el Estado, basura diversa, tal como bolsas de plástico, botes de aluminio, botellas de vidrio, vasos de unicel, etcétera.

En pos de las generaciones presentes y futuras es momento de alzar la voz. Las campañas de concientización sobre la salud de los océanos y la nuestra, siempre de la mano, siguen siendo la mejor opción, sumémonos.

Después de todo, “ese niño que hace de vigía, oteando más allá del fin del mar”, al que canta Luis Eduardo Aute, y que fuimos y que somos todos, merece la posibilidad de vivir en un medio ambiente sano.




“Galería de espejos fragmentados”, de Jorge Chaleco Ruiz

Jorge Alberto Chaleco Ruiz. FOTO: El Grito Colectivo.

El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El suicidio ha sido siempre muy cuestionado. Unos alegan que es un acto de valentía y otros que resulta un acto de cobardía. Otros más consideran que el suicida se va voluntariamente, cosa que me hace dudar, pues es un acto final, consecuencia de una serie de situaciones emocionales que van desde la depresión, a la desesperación de hechos fortuitos que han afectado su vida. Para muchos —también— es un chantaje que trata de llamar la atención hacia algo fundamental: la falta de vida en las relaciones humanas. La falta de amor. El suicidio es un problema de salud pública dicen, pero nadie está cerca para apoyar a un suicida en el momento culmen. Por supuesto, las visiones y opiniones van y vienen, unas fundamentadas y otras, obra del prejuicio y la desinformación. El suicida llega a un acto desesperado donde aparentemente las alternativas se acabaron, las opciones están desusadas y la puerta final es la salida al agobio de las penurias.

Jorge Alberto Chaleco Ruiz se ha lanzado en busca de la motivación, el pretexto por el que tres decenas de mujeres —artistas todas— decidieron —o no— dejar este mundo. Es una revisión estética del dolor y sus implicaciones, sus desesperanzas y sus frustraciones, el cómo las acometidas de la vida pegaron tan fuerte que no supieron qué hacer con ellas. Se trata del libro de poesía Galería de espejos fragmentados, ganador del Premio Estatal de Poesía “Ciudad de La Paz” 2015, escrito con mesura, con claridad, llevándonos de la mano por la galería del terror de descubrir que a veces el arte puede no ser tan compensatorio, tan evolutivo. En el caso de estas treinta mujeres el arte no fue para nada curativo y mucho menos una manera de entender profundamente la significación de la vida.

Asomarnos a estos versos, de pronto prosaicos, de pronto versiculares, nos deja un entendimiento de que Jorge Chaleco exploró a su modo, desde su punto de vista, las circunstancias envolventes de las suicidas, ésas que determinaron su muerte. Es un libro tétrico, oscuro, tenebroso, que cala en lo más hondo del inconsciente y que nos avisa que la muerte tiene múltiples formas y que siempre se cumple. No obstante, tiene momentos de luz, de lucidez, de desnudamiento del arte como acto deliberado de vida en el último aliento. Hay quienes ven en el suicidio un acto estético que nos demuestra lo volátil que es la vida, lo frágil que puede resultar el significado de estar aquí y ahora. Y justamente en cada poema, en cada línea, Chaleco es capaz de mostrarse también a sí mismo a través de estas mujeres, su propio atisbo de la muerte. Tal vez se ha curado con la muerte de estas mujeres.

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Un libro agobiante, cansado, pero escrito con delicadeza. Quizá por momento le falte pasión, pues por instantes pareciera escrito bajo el velo de una metodología poética y no con las entrañas y los miedos que implica ahondarse en las profundidades del suicidio. A veces sus versos resultan convencionales y cosméticos, efectistas, sin ganas de decir más o instalado en la premura de su sentido final. Hay algunos que se parecen entre sí; algunos que semejan el pasaje de la misma suicida y no el cambio de personalidad que implica el nuevo tema mortuorio. No hay sorpresas. No hay exploración. Es sólo un compendio de poemas que asoman sus desdichas, pero no afrontan sus grandezas, o en otras palabras, el poeta se contuvo demasiado y sólo nos mostró una parte superficial de su comprensión de la realidad del suicidio. Galería de espejos fragmentados no es un libro para gozarse ni para asombrarnos, en definitiva.

*Jorge Alberto Chaleco Ruiz, Galería de espejos fragmentados, México, Gob. del Estado de BCS, ISC-Secretaría de Cultura, 2016, 78 páginas.




Descubren osamenta en El Conchalito. ¡Podría ser un entierro prehispánico!

Osamenta prehispánica encontrada en El Conchalito, en La Paz. FOTO: Internet.

SudcaliCiencia

Por Marián Camacho

La Paz, Baja California Sur (BCS). El pasado jueves 8 de junio, el doctor Ignacio Leyva, investigador del Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas (CICIMAR) del Instituto Politécnico Nacional, se encontraba en la playa conocida como “El Conchalito” —dentro de las instalaciones del CICIMAR—, realizando monitoreos con un vehículo aéreo no tripulado tipo dron para investigar la marea roja presente en la laguna de La Paz. El Dr. Leyva buscaba un sitio donde aterrizar el dron cuando, para su sorpresa, encontró expuesto lo que parecía ser un cráneo humano. Acertadamente, el investigador no hizo ningún movimiento en el área del hallazgo y reportó inmediatamente a las autoridades del CICIMAR, quienes, a su vez, dieron aviso a la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) y al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Ambas autoridades, PGJE e INAH, fueron convocadas para verificar el hallazgo, ya que el primer paso es decidir quién será la responsable de continuar la investigación. Si es una muerte reciente, correspondería a la PGJE; en el caso de que fueran restos antiguos, el INAH sería quien coordinaría. Al lugar de los hechos el primero en llegar fue el antropólogo físico Alfonso Rosales López del INAH, quien efectivamente, corroboró que, con base en las características físicas del cráneo y el reconocimiento previo de estar en una zona arqueológica, el hallazgo muy probablemente correspondía a un entierro prehispánico.

FOTOS: Marián Camacho.

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A partir de ese momento, la información del hallazgo se dispersó rápidamente en distintos medios electrónicos, y generó una lluvia de hipótesis de lo que pudo haber ocurrido en el sitio, hace por lo menos 300 años atrás. Para despejar dudas, su servidora decidió visitar el sitio de excavación para platicar con el antropólogo Alfonso Rosales López, quien muy amablemente compartió su conocimiento científico sobre este interesante descubrimiento.

El investigador del INAH es especialista en osteología antropológica, es decir, la interpretación del material óseo (huesos y dientes) para la reconstrucción histórica de individuos, grupos y/ o poblaciones. A partir del material óseo es posible conocer características de particularidad e individualidad como son: edad, sexo entre otros muchos rasgos, que incluyen condiciones de salud, vida y hasta costumbres que quedan marcadas a modo de cicatrices. En este sentido, el antropólogo nos compartió que en el hallazgo de “El Conchalito” no solo se encontró un cráneo, sino que al avanzar en el descubrimiento quedaron expuestas dos osamentas, al parecer completas. Con su experiencia científica pudo indicar, preliminarmente, que uno de los cráneos perteneció a un hombre adulto y, el otro, posiblemente a otro hombre más joven o a una mujer.

Es necesario precisar que, un rescate arqueológico completo de este tipo consiste en el descubrimiento total de las osamentas, el estudio en el lugar de los hechos, un posterior levantamiento para llevar las muestras a los análisis de laboratorio y, finalmente, su resguardo en los archivos osteológicos del INAH. De aquí deriva saber que la mayoría de los hallazgos no son expuestos en los museos y, en el caso de que esto ocurra, se utilizan réplicas de los huesos para su exhibición. El antropólogo Rosales López me comentó que estudiar los huesos y dientes, es aún más importante que exponerlos, por lo tanto, es necesario tener un resguardo de éstos que permita tenerlos a disposición cuando se cuente con los medios científicos y tecnológicos para analizarlos.

Un ejemplo de las muchas herramientas científicas que pueden utilizarse con las osamentas en El Conchalito, a través del avance tecnológico, son los isótopos estables. El análisis de estas formas de los elementos químicos presentes en los huesos puede indicar varias cosas muy interesantes, como su grupo de pertenencia —antiguos californios, mestizos o extranjeros—, y cuál era su dieta, entre otras.

Un dato que llama mucho la atención, de cualquiera que observe el hallazgo, es que ambas osamentas estaban enterradas juntas. De acuerdo con Alfonso Rosales, esto se debe a que los antiguos californios tenían en cuenta el momento de la muerte para elegir el tipo de entierro. Es decir, si murieron juntos, los enterraron juntos. En esta ceremonia ritual se observa que ambos cuerpos fueron enterrados boca abajo con las rodillas enrolladas, y después cubiertos y amarrados con una piel de animal, a modo de mortaja.

Finalmente, le pregunté al antropólogo que si es una tradición que los científicos les asignen un nombre a las osamentas que encuentran. Esto haciendo referencia a Lucy, el esqueleto de un homínido de la especie Australopithecus afarensis, de más de 3 millones de años de antigüedad descubierto en Etiopía en 1974. En ese caso, el nombre Lucy proviene de la canción Lucy in the Sky with Diamonds de The Beatles, que oían los investigadores en el momento del hallazgo. Mi pregunta fue recibida con una carcajada y respondida con una negativa. No es tradición asignar nombres, aunque algunas veces sucede.

Entonces querido Lector, ¿usted qué nombres sugeriría para nuestras osamentas recientemente descubiertas?