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La Paz: 1823 el año del inicio. Espacios y personajes

FOTO: México en Fotos.

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El 3 de mayo de 1535, hace exactamente 485 años, se llevó a cabo el acto protocolario por medio del cual el Marqués del Valle de Oaxaca, Hernán Cortés, tomaba posesión de este emblemático sitio a través de un documento oficial al cual tituló “Auto de posesión de la Bahía y Puerto de la Santa Cruz”. Si bien es cierto que 16 meses antes, aproximadamente en enero de 1534, había llegado accidentalmente a estas costas su coterráneo Fortún Jiménez y su séquito de renegados y facinerosos, éstos no estaban investidos del Poder Real para tomar posesión a nombre de la Corona Española de sitio alguno, por lo tanto sólo el Adelantado de la Mar del Sur, Cortés, lo realizó oficialmente. Es así como podemos considerar que simbólicamente es esta fecha, el 3 de mayo de 1535, la fecha oficial de la fundación de nuestra ciudad y puerto, la cual en el año de 1596 fue renombrada como “La Paz” por el explorador Sebastián Vizcaíno.

Durante todo el siglo XVI y XVII, el puerto de La Paz permaneció como terreno de caza y vivienda de los diferentes grupos de Californios que paseaban en sus playas y pescaban en sus aguas, tal como lo venían haciendo desde miles de años atrás. Los aripes, huchitíes, monquis, coras y guaycuras habían desarrollado un delicado equilibrio con el ecosistema que le rodeaba en este sitio, por lo que cuidaban los recursos vegetales y animales de los que subsistían, así como los escasos manantiales de los que se proveían del vital líquido. Ocasionalmente eran visitados por algunos pequeños barcos en los cuales viajaban pescadores de perlas, los cuales, por lo general, abusaban de los naturales al obligarlos a realizar la pesca sin pagarles sus servicios. Además de lo anterior, no era raro que abusaran sexualmente de las mujeres de los naturales, lo cual hacía crecer el odio por parte de los Californios hacia los Colonos europeos.

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En el año de 1683, llegó a este puerto de La Paz la expedición dirigida por el explorador Isidro de Atondo y Antillón con la misión de establecer un poblado permanente en la California y, así mismo, iniciar con la catequización de los habitantes de este apartado rincón de la geografía de la Nueva España. En esta expedición venía el sacerdote Eusebio Francisco Kino, un hombre sumamente inteligente y de gran fe, que estaba encargado de cartografiar las costas de estas tierras. A este efímero asentamiento lo denominaron “Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de Californias”. Lamentablemente, los prejuicios de los soldados, al considerar las acciones de los naturales como intentos de atacarlos o de faltarles al respeto, derivaron en una reprimenda armada donde murieron una decena de Californios a manos de los españoles. Ante el temor fundado de ser atacados como reprimenda por este acto tan deleznable, Atondo ordenó abandonar la ensenada y trasladarse unos 350 kilómetros más hacia el norte de la península.

Posteriormente a esta salida, nuestra ensenada de La Paz recobró paulatinamente la tranquilidad, hasta que 37 años después, a finales del año de 1720, los sacerdotes Jaime Bravo, Juan de Ugarte y Clemente Guillén, llegan a esta ensenada y fundan una pequeña Misión a la cual nombran “Nuestra Señora del Pilar de La Paz Airapí”. Este pequeño poblado subsistió por espacio de 28 años, sobreviviendo a la Rebelión de los Pericúes en 1734 y a tres grandes epidemias que diezmaron a la población de naturales, motivo por el cual, en el año de 1748, se trasladó a los pocos habitantes sobrevivientes al poblado de Todos Santos. Con esto volvió a quedar abandonada esta ensenada, que solo era visitada ocasionalmente por barcos que venían en busca de placeres perleros o a comerciar con herramientas y alimentos para los pocos trabajadores de las Minas del Real de Santa Ana, El Triunfo y San Antonio, al sur de la península. Es de singular importancia recordar que en el año de 1769 de nuestra ensenada de La Paz partieron los barcos “San Carlos”, al mando del capitán Vicente Vila y el “San Antonio”, al mando del capitán Juan Pérez, los cuales brindaron ayuda vital a la expedición encabezada por Gaspar de Portolá y Junípero Serra para la colonización de lo que posteriormente se llamó “Alta California”. Fue por esos años que se construye uno de los pocos edificios que sobrevivieron hasta la primera mitad del siglo XIX el cual se llamó “La casa de su majestad” o “Casa real”. En este sitio había un representante de la Real hacienda el cual se encargaba de cobrar los impuestos por el desembarco de diferentes mercancías probablemente con destino a los poblados del sur de la península.

Debido a la importancia estratégica de esta ensenada, fue en el año de 1811 que el entonces jefe político de la Baja California, Felipe de Goycochea, comisiona al soldado José Espinoza y su esposa Brígida Marrón para que vigilaran el puerto e impidieran que otras personas se asentaran permanentemente en el lugar, así como cubrir la importante tarea de brindar atención a los tripulantes de los barcos que atracaran en la bahía. Estas personas fueron las primeras en criar ganado en este sitio, así como sembrar las primeras hortalizas y cereales para alimentarse y cubrir la demanda cada vez más creciente de los barcos que llegaban a La Paz.

Debido al aumento de tránsito marino y terrestre al puerto fue necesario que se permitiera el establecimiento de más personas, por lo que el gobernador José Manuel Ruiz publica un bando de gobierno autorizando este hecho en el año de 1823. Desde la óptica de varios historiadores sudcalifornianos como el Maestro Gilberto Ibarra Rivera, entre otros, se puede considerar este el año definitivo del auge de nuestra actual ciudad y puerto.

El señor Juan García es el que aparece en los registros de aquel año como el primero en solicitar el que se le conceda un terreno para habitar en la ensenada, a este ciudadano le siguieron decenas de marineros, comerciantes, horticultores, pescadores, criadores de ganado, etc. que empezaron a urbanizar estas tierras y a tejer las intrincadas relaciones sociales iniciales. El Maestro Eligio Moisés Coronado en su libro “Los apuntes históricos de Manuel Clemente Rojo sobre Baja California” nos transporta hacia esos primeros años de vida del puerto y nos deja entrever cómo se definía la traza urbana, dice así: “Doña Brígida, después de viuda, le cedió una parte de este terreno —en el punto que se identificó como el “Guamuchil”– a don José Antonio Altamirano, su pariente, quien desde luego construyó una casa en la lomita o mesa del norte, dejando de por medio el arroyo que la divide de la mesa del sur, adonde estaba fincada la tía Brígida”. Se menciona que el señor Ignacio Altamirano, capitán del barco “Balandra”, fue el primero en dedicarse a comerciar los esquilmos que se producían en su rancho y en los otros que había en el puerto (pieles, conserva, cebo, carne salada, etc.). El primer enlace matrimonial del que se tiene registro en este puerto se llevó a cabo entre Tomás Altamirano y Dolores Carrillo, en el año de 1825. Para el año de 1830 en el puerto había la cantidad de 300 habitantes. La mayor actividad económica que se desarrolló fue la del comercio y los precursores fueron José Antonio Altamirano, el francés Antonio Belloc, Antonio Ruffo y José Sierra.

No olvidemos que fue hasta el año de 1824 que las autoridades de la península de Baja California (Alta y Baja) juran su adhesión a la República Mexicana, por lo que 1 año después se nombra al señor Antonio Navarro, como Comisario Subalterno de Guerra y Marina del Departamento o Partido del Sur, con sede en San Antonio. En el año de 1827, se nombra como Guarda del Puerto de La Paz a Antonio Mendoza, encargado de cobrar los impuestos, informar sobre los desembarcos, requisiciones, cambios de tripulación naviera y atención a buques extranjeros fondeados en la ensenada. Fue hasta el año de 1830 que, por decisiones del gobernador José Mariano Monterde, se define como capital de la Baja California a nuestro puerto y posteriormente, en 1833, queda ratificada por el Congreso General.

El núcleo histórico o primigenio de este puerto de La Paz se estableció sobre la calle Playa (hoy Paseo Alvaro Obregón) con los linderos de la calle “Arroyo Central” (16 de septiembre) y Callejón “Sebastián Lerdo de Tejada”. En este sitio fincaron las primeras familias que llegaron y posteriormente establecieron sus locales comerciales y talleres por la calle que estaba a espaldas de sus hogares, la que llevó el nombre de “Comercio” y actualmente se llama “Carlos M. Ezquerro”. Al caminar por este sector podemos darnos cuenta del trazo irregular tanto en lo angosto como sinuoso de sus calles, lo anterior debido a que aún no existía un programa de urbanización y cada quien fincaba donde podía. Los nombres de las primeras calles fueron Playa, Arroyo Central, Del Teso, Portugal y La Breva. Conforme el puerto fue creciendo, hubo necesidad de fincar las dos lomas adyacentes a la playa las cuales se conocían como La Loma de la Capilla o de La Iglesia y la Loma del Voladero o El Voladero. La primera de ellas llevaba el nombre de “La iglesia” por creerse que en ella se construyó la Misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz Airapí, actualmente en ese sitio se ubica la Biblioteca de los Misioneros. La segunda Mesa se conocía de esta forma, del Voladero, por estar precisamente flanqueada por un corte vertical de varios metros lo que la hacía un sitio poco atractivo para habitar y que fue ocupado por los habitantes más pobres que llegaron a este puerto.

De acuerdo a las observaciones del Maestro Gilberto Ibarra Rivera en su libro “La Paz, ciudad y puerto mexicano. Origen, Proceso Histórico y símbolos emblemáticos”, algo que distinguió al puerto de La Paz de los demás que había en el pacífico mexicano, fue que los huertos familiares de los que se servían los habitantes para elaborar sus alimentos, los tenían ubicados en la parte que daba a la Playa, hasta donde llegaba la última marea, por lo que al llegar los barcos a la ensenada nuestra, era una vista hermosa e impresionante el apreciar aquel verdor que precedía al caserío del lugar. Una de las primeras obras urbanas que se realizaron en el puerto fueron terraplenes para frenar la destructiva acción de los múltiples arroyos que convergían en el naciente puerto; para tal fin, los mismos habitantes, en sus horas libres o fines de semana, se dedicaron a crear diques con tierra, piedra y ramas que evitara que las avenidas de agua destruyeran sus huertos así como hicieran peligrar sus casas.

Otro de los aspectos que ha caracterizado a nuestro puerto ha sido su intensa vida política. Se considera al señor Cornelio Espinoza como el primer alcalde de nuestra ciudad. Su elección aconteció en el año de 1830, en que nuestro puerto inició con una especie de autogobierno al ser segregado de la Municipalidad de San Antonio y en espera de su reconocimiento como Municipalidad y capital de la misma. Posteriormente, ya con una situación política más clara en el año de 1831 se elige a Miguel Molina, como alcalde; Felipe Sepúlveda, regidor; y Juan Peña, síndico procurador. Al siguiente año el alcalde es el señor Luis Acosta. Para el año de 1834, La Paz ya era una ciudad pujante y en franco crecimiento con una población de 781 habitantes.

 

Ya establecida la capital de la Baja California en nuestra ciudad, fueron los jefes políticos José María Gómez Garay (1834), y Antonio Belloc (1835), los que iniciaron un plan de urbanización y embellecimiento del puerto: conmemoraron la primera celebración del Grito de Independencia y crearon una Plaza de Armas. Durante el año de 1836 y 1837, ocurrió una asonada durante la cual usurpó el poder político el militar José María Mata. Durante estos años hasta 1840, cuando se dieron las luchas al interior del país entre los centralistas y federalistas, aquí en Baja California todo pasó en relativa calma y sin altibajos que rompieran nuestra paz característica. Aquí entran en escena las principales familias porteñas que durante la segunda mitad del siglo XIX detentaron el poder económico en esta ciudad, sus cabezas eran los señores: Juan Gómez Aguiar, Antonio Belloc, Manuel Galindo, Manuel Castellanos, José Soto, Gregorio Durazo, Ángel Lebrija, Luis Acosta, Antonio Ruffo, Julián Félix y Miguel Sataray, entre otros.

El primer plano de la ciudad de La Paz fue levantado por el agrimensor francés Carlos Duprat. Esta obra se realizó por encargo del Gobernador José María Blancarte. El plano fue concluido en el año de 1857. En 1863 dio inició la construcción del muelle fiscal por los señores J. S. Waydelín e Isaac Swani, construido inicialmente con pilares y pisos de madera, el que, posteriormente, al correr del tiempo, fue reconstruido en varias ocasiones. De acuerdo al Investigador Ibarra Rivera, “Las obras materiales relevantes que se construyeron en tres décadas, fueron las siguientes: el templo católico, en su primera fase (1861-1865); el templo masónico (concluido en 1873); el Jardín Velasco (iniciado en 1876), en cuyo predio hasta 1867 estuvo situada una casa ocupada como hospital militar, el que funcionó a iniciativa del Gral. José María Blancarte, construcción cedida al municipio por el gobierno en 1865; Casa de Gobierno, empezada a construir por el jefe político José María Rangel en el año de 1880 y muchas obras más.

En el año de 1860, el gobernador Teodoro Riveroll enfrentó la necesidad de ampliar el fundo legal de la ciudad, puesto que la cantidad de personas que llegaban y su necesidad de fincar una propiedad había agotado totalmente el espacio establecido muchos años antes para este fin. Encargó al agrimensor Guillermo Denton que realizara esta obra tan importante, la cual estableció un diseño urbanístico a la par de las demás ciudades modernas del mundo con claros parámetros de anchura de calles, longitud de las manzanas, numeración de las calles, e incluso, colocó el nombre a calles que apenas se iban a trazar, nomenclatura que aún perdura. Hasta el año de 1869 fue que el Gobierno federal aprobó estas modificaciones y se pusieron en marcha. Producto de esta urbanización surgieron los tradicionales barrios del “esterito” y “el manglito”. El agrimensor Alfredo Savín Cota fue el encargado de lotificar las manzanas que fueron poblándose en base al plano de Denton, en noviembre de 1873. Fue en estas fechas que las primeras 15 calles de la ciudad que corrían de norte a sur fueron denominadas con nombre Ordinales, siendo la calle primera la que hoy se conoce como Belisario Domínguez, segunda la Francisco I. Madero y así sucesivamente.

Es de gran importancia mencionar que un hecho que benefició de sobremanera a nuestro puerto y su auge comercial, fue que a partir del año de 1827 hasta 1836 estuvo abierto sin restricción de ninguna especie a la entrada de buques de cualquier calado. A través del puerto de La Paz, los productos de los ranchos eran trasladados a la contracosta, donde se vendían muy bien y a cambio traían herramientas, maquinaria, miscelánea, vestidos, calzado y muchos otros productos necesarios en esta ciudad. Los nombres de algunos de los barcos de los que se tiene registro son: Flor de mayo, Loretana, Mercado, Diana, Merced, Gabriela y Joven Dorotea, y las balandras San Francisco, Sirena, San José y San Buenaventura. En el año de 1854, el presidente Antonio López de Santa Anna habilitó a nuestro puerto como Puerto de Altura permitiendo la introducción de mercancía nacional y extranjera, con la restricción que lo que llegara únicamente se consumiera en la península. Esta dispensa sólo duró 3 años pero ayudó mucho al crecimiento de nuestro puerto.

Producto de la pujante actividad minera de la región de Las Cacachilas y San Antonio, se empiezan proyectos de ampliación de caminos para ir hacia aquella parte austral de la península, construir minas y crear empresas de transporte. La Compañía Smith y Socios, proyectó un camino de 20 varas de ancho entre La Paz y San Antonio, para carros de mula de carga, uniendo lugares importantes en la época como La Huerta, Encinitos y Texcalama, un trazo bien calculado por unir la zona minera Las Cacachilas, fue iniciada su construcción en 1864. El señor Santiago Viosca, estableció una agencia terrestre de la Well Fargo & Co. para el transporte de carga, pasaje y correspondencia, comunicando La Paz con el Real de El Triunfo. En 1881, el empresario Manuel Navarro abrió la ruta La Paz-El Triunfo cubierta por su empresa Diligencias “La Baja California”, uniendo los puntos intermedios Pocitos-Playitas-Calabazas-Trinchera-San Blas. Sólo funcionó ese año. Durante esta última veintena del siglo XIX, las empresas de la familia Ruffo y González tuvieron un gran crecimiento ya que fueron las que acapararon el comercio de alimentos, medicinas y herramientas para todo el territorio, así como la venta de productos de importación de Estados Unidos y Europa, los cuales comercializaban a través de sus emporios mercantiles “La Perla de La Paz” y “La torre Eiffel”.

Durante estos años a nuestro puerto llegaban una gran cantidad de visitantes, comerciantes y personas que tenían la intención de radicar en nuestro puerto de forma definitiva. Su viaje lo hacían a través de las líneas de transporte marítimo que surgieron y que viajaban desde destinos como San Francisco, San Diego, toda la costa del pacífico Mexicano, Centro y Sud América, Nueva York y, por supuesto, Europa. Algunas de estas líneas llevaron por nombre: Compañía del Río Colorado, Compañía de Vapores Colorado Team Navigation, Compañía Vapores California, Línea Acelerada de Vapores del Golfo de Cortés, cuyos recorridos los hacían con los barcos Newbern, Álamos, Bernardo Reyes, Cárdenas, Culiacán, Manuel Herrerías, Unión entre muchos otros.

Para el año de 1895, la ciudad de La Paz registraba una población de 5184 habitantes. Su comercio estaba en la época de oro e incluso se establecieron representaciones consulares de Estados Unidos de América, Costa Rica e Inglaterra, para dar certeza y seguridad a los ciudadanos de estos países así como los negocios que aquí realizaban. La actividad perlera del puerto sufrió un impulso a partir del año de 1830, los primeros armadores de flotas para el buceo de perlas fueron Pablo de la Toba, Manuel Amao y Eduardo Encinas, a los que siguieron Severo Encinas, Francisco Lebrija, Antonio Belloc, Cristóbal Moreno, Antonio Pérez, Gerónimo Gibert y Antonio Trasviña, todos habitantes de La Paz. En el año de 1850, se estableció una regularización más precisa por medio de la cual se establecían periodos de pesca de madreperla, de veda, los impuestos sobre la actividad, derechos de los buzos y otras medidas que vinieron a proteger esta actividad. Para esos años se incrementó el número de dueños de armadas perleras, entre los que sobresalían: Navarro y Santisteban, Miguel González, Antonio Canalizo, Adolfo Savín, Hidalgo y Loreto Lucero, Antonio Ruffo y Manuel Encinas, Loreto Lucero, González y Belloc, González y Ruffo, Daniel Hidalgo, Octaviano Ruffo, y otros más. Un ingreso muy importante que tuvieron las empresas de la ciudad fue el comercio de la concha de la madre perla, la cual era muy cotizada en Europa y Estados Unidos.

Podríamos seguir hablando de más y más aspectos que fueron estableciéndose en nuestra hermosa ciudad de La Paz, sin embargo lo dejaremos para una posterior ocasión. Como podemos analizar, los festejos de fundación de nuestra ciudad no sólo deben restringirse al evento histórico de la llegada de Cortés a estas tierras o las muestras de artesanías o de manifestaciones artísticas. También se debe voltear, como hoy, hacia los trabajos de investigación historiográfica que durante muchos años han realizado un grupo bastante heterogéneo de investigadores y explorar esta veta inagotable, otorgándoles el sitio que siempre deben de tener, un sitio preponderante.

 

Bibliografía:

La Paz, ciudad y puerto mexicano. Origen, proceso histórico y símbolos emblemáticos – Gilberto Ibarra Rivera

Los Apuntes Históricos De Manuel Clemente Rojo Sobre Baja California (Serie Cronistas) – Manuel C Rojo, Armando Trasviña Taylor

Historia de la colonización de la Baja California y decreto del 10 de marzo de 1857. Ulises Urbano Lassépas.

 

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La corruptible levedad del FONCA: ¿en verdad necesitamos becas literarias?

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El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Cuando a principios de la década de los noventa se le quitó al Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) la rectoría de la actividad cultural en México para darle paso a la creación del Conaculta, muchos alzaron la voz para indicar que se estaba yendo en contra del bien común, pues el INBA sólo pasaba a ser un departamento cultural, casi nomás exclusivo del Distrito Federal. El primer presidente fue Víctor Flores Olea, que luego habría de ser destituido por el megaberrinche del poeta Octavio Paz porque no fue “invitado a tiempo” en el famoso Coloquio de Invierno organizado por la izquierda mexicana como respuesta al Encuentro Internacional “La experiencia de la libertad”, emprendido por el mismo Paz dos años antes, en el que daban las exequias y tocaban el Réquiem al socialismo (en ese donde el otrora Vargas Llosa dijo su famosa “el PRI es la dictadura perfecta”).

Lo cierto es que Paz sí fue invitado, a la par que todo el grupo de la revista Vuelta, y sólo aceptaron cuatro, mientras que otros cuatro se autoexcluyeron, entre ellos el propio Paz. El escándalo fue tan grande, que Flores Olea terminó renunciando en 1992, pero muchos intuimos e interpretamos por qué había sido; entre los alegatos estaba que dicho Coloquio lo financiaba el Estado mexicano. Eran los tiempos del sexenio del naciente neoliberalismo en México, donde Salinas de Gortari pasaría a ser “el padre” de ese sistema económico, aunque años atrás Miguel de la Madrid lo había implementado primero. Recuerdo que al dichoso Encuentro de Paz muchos no fuimos, mientras al Coloquio sí. Al Encuentro lo apoyó y transmitió Televisa, y al Coloquio no.

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La cría institucional llamada Conaculta pasaría a ser la entidad que organizara, fundamentara y repartiera el presupuesto “con transparencia y honestidad”. Los primeros cuatro años de Conaculta parecieron buenos en muchos sentidos y, al menos, se veía disposición de su presidente de hacer las cosas bien. Con la creación del fideicomiso del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) muchos comenzamos a soñar con la posibilidad de una beca para poder dedicarnos más o menos de lleno a la creación literaria (en el caso de los escritores). No obstante, pronto se vio que una gran mayoría de esos apoyos se repartieron entre grupos intelectuales, que conformaron una élite que no requería recursos, pero que tenían relaciones, influencias y poder político para hacerse del presupuesto cultural.

Según la Secretaría de Cultura, desde 1989 y hasta 2019 el FONCA ha concedido 22 mil 826 apoyos, estímulos y becas a la creación artística en 96 disciplinas y especialidades, y ha apoyado a más de 19 mil creadores individuales y 3 mil 825 grupos artísticos con diferentes talentos, capacidades, lenguajes y categorías; es decir, muy poco con respecto a la gran gama de necesidades multiculturales de México, que son millones. En algunos encuentros de escritores donde estuve a lo largo de los años, escuché a escritores “consagrados y muy leídos” quejarse porque a fulanito sí le habían dado, y a zutanito no. Yo a esos escritores los veía con admiración, pero después de verlos como simples mortales que lloran por las becas, dejé de leerlos.

Y así veíamos cómo las becas a escritores comenzaron a repartirse entre unos cuantos, y cómo algunos la recibieron durante 25 años hasta en seis ocasiones. La ilusión de ser apoyado se diluyó con el paso de los años. Asimismo, nos preguntamos si en verdad era necesario recibir una beca por escribir, si sabíamos que hacerlo dependía sólo de nosotros y no de un recurso. Muchos vimos todo eso como una manera de control social o de “acallar voces” como se dijo en principio, aunque Flores Olea habría de negarlo. Nos centramos en la obtención de las becas y premios; escribíamos y proyectábamos para eso. Por supuesto, no todos, pero un buen número basó su carrera en ese prurito ya sea porque era para salir adelante por falta de trabajo, ya por la comodidad de un dinero extra, aunque le fuera muy bien (“poetas prósperos”, diría un amigo poeta) o ya para darle rienda suelta a una vida disipada, egocéntrica y adicta. Sí pienso que de algún modo olvidamos lo fundamental que era crear y ser leídos. Muchos caímos en esa trampa de perseguir el recurso, fincar nuestro talento en función del otorgamiento de becas o de premios.

A la larga el FONCA terminó corrompiéndose como casi todas las instituciones de México. Ahora la apuesta es salir del engaño, escribir porque nos importa la literatura y no el recurso económico.

El FONCA debe desaparecer sin duda alguna, de tajo y para siempre. No más presupuesto repartido entre una élite de intelectuales soberbia, clasista, racista y sin altura de miras. Un nuevo organismo que pueda abarcar y financiar todos los proyectos posibles y distintos cada año, sin que se repitan, con el fin de que la cultura nacional pueda seguirse moviendo con libertad. Propuestas podría haber miles, con la participación de todos y no dictados desde la burocracia. Evidentemente que la cultura nunca ha dejado de moverse, que los escritores siguen escribiendo a pesar de todo y en cualquier condición, pero sería pertinente replantearnos qué tipo de institución queremos: sin corrupción y que tenga la fuerza suficiente para dirigir los destinos de esa cultura, para que jamás caiga en manos de unos cuantos que terminan siendo los mimados de un sistema, críos que terminan siendo los Frankenstein de la literatura y monstruos voraces del erario que nadie lee. El fin es que exista difusión de la obra en todo momento. Escribir para ser leídos.

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Mueren más mujeres que hombres por COVID-19 en Baja California Sur

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La Última Trinchera

Por Roberto E. Galindo Domínguez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). La mortalidad en Sudcalifornia a causa del nuevo coronavirus está afectando en un porcentaje mayor a la población femenina que a la masculina, a diferencia de lo que sucede en el panorama nacional en el que, desde el inicio de la pandemia, han sido más los varones fallecidos que las mujeres. Las razones para que esto sea diferente en nuestro estado pueden ser varias y estar relacionadas con la alimentación, al porcentaje poblacional de los géneros, las enfermedades crónicas y, en general, al nivel de vida de las personas.

De acuerdo a las estadísticas presentadas por el gobierno estatal sobre los casos de COVID-19 con corte al viernes 15 de mayo, se tienen un total de 435 casos de contagios acumulados, que se distribuyen de la siguiente manera: Los Cabos 231, La Paz 174, Comondú 14, Mulegé 16 y Loreto 0.

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Con relación a los grupos de edad en los que se han dividido a los pacientes, el mayor número de infectados está dentro del rango de los 40 a los 49 años, seguido por las personas de 30 a 39 y después por los de 20 a 29 años. Tras estos primeros grupos vienen los de las personas de edad más avanzada, los pacientes de 50 a 59 años ocupan el cuarto lugar de afectación, les siguen los sexagenarios y el grupo de los adultos de más de 70 años. Cabe señalar que, en nuestra entidad, los niños y los jóvenes también han sido contagiados, al menos algunos que tienen entre los 10 y los 19 años de edad. Así mismo, de acuerdo a los datos presentados por el gobierno estatal, no se ha tenido hasta el momento ningún menor de diez años enfermo por COVID-19.

Lo anterior puede ser causado por varios factores, por ejemplo, que la mayor parte de la población que tienen entre 20 y 49 años sean personas económicamente activas, por lo que no se han quedado en casa la mayor parte del tiempo; y es que no todos pueden quedarse en casa si sus oficios y/o profesiones no les permiten encerrarse durante una cuarentena —que ya supera los sesenta días— con la alacena y el refrigerador atiborrados; por lo que muchas de estas personas se han expuesto más al virus resultando en un mayor número de contagios.

 

En cuanto a que la gente de mayor edad tenga un menor número de infectados debe influir que el tamaño de su población es menor y que este sector ha estado más resguardado al ser protegido durante la crisis por los más jóvenes, esos que siguen saliendo a buscarse la vida. Aunque cuando llegamos al rubro de las defunciones son los mayores de 70 años los que tiene el mayor porcentaje, seguidos por los sexagenarios y por aquellas personas en sus cincuentas. En cuanto al número de decesos tras los grupos de los de mayor edad le siguen los treintañeros y en seguida emparejados en la cifra de muertes están los veinteañeros y los que van de los 40 a los 49 años. No se han registrado muertes en menores de edad y jóvenes de hasta 19 años.

Entre los enfermos por el coronavirus, los pacientes con otros padecimientos crónicos han tenido un mayor impacto negativo en la evolución de su enfermedad y, desafortunadamente, la mayoría de estos casos han derivado en la muerte. En general la relación entre la combinación del COVID-19 con otras comorbilidades es muy similar a lo que sucede a nivel nacional. La hipertensión, la diabetes y la obesidad son las primeras enfermedades crónicas asociadas a un mayor número de decesos de los pacientes enfermos por el coronavirus.

Por otro lado, en nuestra entidad, de los enfermos por COVID-19 el 52% de las defunciones corresponde a mujeres y el 48% a hombres, a diferencia del panorama nacional en el que desde el inicio de la pandemia el sector masculino ha sido más afectado que el femenino; en general, con alrededor de un 68% de los decesos en el primer sector y con un 32% en el segundo.

Por supuesto que los números aún no son concluyentes, pues la crisis sanitaria continúa y no será hasta que se registren la totalidad de los decesos de esta primer oleada de contagios que se podrá analizar a profundidad todos los aspectos derivados de la pandemia, pero de seguir la tendencia de un mayor número de muertes de mujeres, las autoridades de salud y, en general, las de gobierno de todos los niveles deberán poner especial atención en determinar las causas de una mayor mortandad femenina que masculina, además claro de generar las estrategias y acciones necesarias para contrarrestar el daño en el sector femenino; y no estoy diciendo que deban morir más hombres, lo ideal es que nadie muriera por esta nueva enfermedad, sólo es que llama la atención que en nuestro estado sea a la inversa que en la mayor parte del país.

Estimado lector, si usted quiere analizar las cifras y sacar sus propias conclusiones por favor visite los siguientes sitios que el gobierno federal y el estatal han dispuesto para brindarnos información acerca del COVID-19: https://coronavirus.gob.mx/datos/ y https://coronavirus.bcs.gob.mx. Y, si le es posible, quédese en casa, no se arriesgue ni ponga en peligro a los demás.

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Justicia ciega, sorda y perezosa

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Ius et ratio

Por Arturo Rubio Ruiz

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Themis, la mítica dama de impasible rostro y ojos vendados, con balanza en mano y espada en ristre, representa a la justicia. Suele decirse que es ciega, pero si en realidad fuera ciega, no ocuparía vendaje en los ojos para impartir justicia sin mirar a los enjuiciables.

Hay quien dice que la helénica Themis, de origen divino, fue adoptada por los romanos bajo el nombre de Iustitia, y es cuando a su representación le agregan la venda en los ojos, y es que si algo padecieron los romanos, fue la corrupción y la prebenda en el ejercicio de la aplicación del derecho a cargo del tribuno en turno. La espada y el león a sus pies, en algunas representaciones, simbolizan la fuerza que acompaña a la aplicación de la ley.

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A Iustitia le han quitado y vuelto a poner la venda, a lo largo de la historia, prevaleciendo en estos días la imagen vendada, que-insisto-, sale sobrando, si la dama es ciega.

En lo que todos coinciden es que en su ejercicio, debe ser imparcial, y su administración, en la actualidad, es una exigencia fundamental en todos los sistemas democráticos del planeta.

En México, la justicia se administra por los tribunales, cuyo ejercicio debe estar previamente constituido. Cada Estado de la República se reserva el establecimiento de tribunales propios, para que en el campo de su competencia la justicia se administre en la vía interna, conforme al modelo republicano, de manera gratuita, pronta y expedita.

En Baja California Sur, la sana administración de justicia es una asignación pendiente. Como entidad hemos evolucionado en muchos campos del desenvolvimiento social, pero en seguridad pública, procuración y administración de justicia, enfrentamos grandes carencias y rezagos.

Específicamente hablando de la administración de justicia, seguimos encasillados en un modelo forjado a mediados del siglo pasado.

Nuestra justicia no es ciega, es miope, y lo peor, sorda y perezosa, veleidosa y corruptible, en gran medida, gracias a los viejos vicios de asignación de cuotas de poder, que convierten al órgano judicial en el brazo ejecutor del gobernador en turno, quien –para afianzar su poder- designa a los magistrados judiciales a través de una simulación avalada por el Congreso.

Al controlar la designación de magistrados y controlar la asignación presupuestal vía iniciativa respectiva al Congreso, el gobernador tiene bajo su férula a quienes deciden sobre culpabilidad o inocencia, sobre patrimonios, heredades, derechos y obligaciones ventiladas controversialmente en los juzgados.

El primer reto entonces, en el siglo XXI, al correr la primera veintena de la centuria, es alcanzar la autonomía decisoria y presupuestal plena, para así poder hablar de un Poder Judicial realmente soberano.

La autonomía presupuestal es sencillo alcanzarla. Basta con establecer constitucionalmente un porcentaje fijo mínimo de asignación, para no depender de la propuesta que al respecto formule en su presupuesto anual el gobernador.

Para alcanzar la autonomía decisoria, habrá también que modificar el marco constitucional, para que la magistratura judicial deje de ser una beca que otorga el gobernador en turno a sus fieles y allegados.

El fiel de la balanza debe modificarse para que las magistraturas y los nombramientos de jueces, por norma constitucional, se asignen previo examen y concurso por oposición, buscando así que tales puestos se otorguen a los más aptos, más capacitados, más experimentados, con el mejor perfil para el encargo.

Es urgente entonces, que magistrados y jueces gocen de plena autonomía, para que ejerzan su encargo como auténticos themistopoloi, servidores de la justicia, y no testaferros del gobernador en turno.

También ha de modificarse el marco constitucional del Estado para desaparecer toda secrecía. Actualmente se permiten sesiones secretas del pleno, en las que se deciden cuestiones tan importantes como la elección del presidente del Tribunal.

Estamos en el siglo de la transparencia, y todavía arrastramos viejos vicios del oscurantismo, la opacidad, la secrecía que alimenta el contubernio, el encubrimiento y la complicidad.

La justicia debe impartirse de cara al pueblo, de frente al gobernado, y las decisiones deben tomarse con absoluta transparencia.

Cuenta el Tribunal de justicia estatal con un millonario Fondo Auxiliar para la Administración de Justicia, que se nutre con los fondos que resultan de depósitos, fianzas, multas, y donaciones, el cual manejan discrecionalmente y bajo absoluta secrecía, sin rendir cuentas a nadie. Y como a nadie rinden cuentas, los dispendios vía bonos a los magistrados, hacen de su reparto un jugoso botín económico. Y es que dicen que con el arca abierta, hasta el más justo peca, y no puede haber control, si no hay transparencia. El fondo auxiliar debe ser auditado por el Congreso, en un sano ejercicio de control de las finanzas públicas.

Si queremos alcanzar un nivel de administración de justicia funcionalmente satisfactoria, es imprescindible contar con un eficaz sistema de tribunales, para que la carga de trabajo se procese de manera justa, adecuada y diligente. Solo un tribunal eficaz nos puede brindar justicia efectiva.

Necesitamos entonces modificar el marco constitucional, o de lo contrario, seguiremos arrastrando el lastre de una justicia miope, sorda, perezosa, veleidosa, opaca y altamente corruptible.

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El COVID-19 y la contaminación del aire en La Paz

FOTO: BCSicletos

Hilo de media

Por Elisa Morales Viscaya

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En las últimas semanas en la ciudad de La Paz, así como en el resto de México y gran parte del mundo, se ha establecido una jornada de sana distancia y aislamiento social, como medida para combatir el contagio del coronavirus COVID-19; entre las medidas implementadas, se ha restringido la movilidad de la población y se han suspendido gran cantidad de actividades públicas, laborales y sociales, permitiéndose únicamente aquellas que representan una actividad esencial para la subsistencia, lo que ha reflejado una disminución en la cantidad diaria de vehículos que circulan por la ciudad.

En ese tenor, y siendo que desde el año pasado se denunció que  el 70% de las emisiones de GEI proviene de la utilización de automóviles, el colectivo BCSicletos realizó un estudio comparativo de datos de la calidad del aire en la ciudad de La Paz que fueron obtenidos por su programa de monitoreo, para conocer los impactos en la contaminación debido al aislamiento social por la pandemia del COVID-19.

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BCSicletos Colectivo de Ciclismo Urbano, es una AC que opera en la ciudad de La Paz desde el 2009, y se define a sí mismo como un grupo de ciudadanos profesionales que desarrollamos y ejecutamos estrategias para resolver las problemáticas de la movilidad en la ciudad de La Paz; entre sus objetivos, que podemos encontrar declarados en su sitio web, destaca la meta de mejorar la mala calidad del aire de la capital sudcaliforniana.

Para lograrlo, desde hace cuatro años el colectivo monitorea la calidad del aire a nivel de calle con una metodología única en el país, para poder contar con información certera sobre donde se encuentran las zonas más contaminadas.  Alex Águila, coordinador de programas de dicha organización, explicó en entrevista para La Jornada, que este monitoreo se lleva a cabo a través de un sistema móvil, basado en el uso de bicicletas, que registran los niveles de contaminación emitidos por los autos, especialmente el monóxido de carbono, el dióxido de nitrógeno y las partículas menores a 10, 2.5 y una micras.

Por otra parte, a través de un comunicado de prensa, el colectivo informó que los datos correspondientes al monitoreo realizado con una estación fija en el barrio El Manglito, muestran una caída clara en la concentración de partículas con tamaño entre una y diez micras (PM1-10) a partir del día 13 marzo, fecha en la que inició el confinamiento social y la campaña Quédate en Casa.

Asimismo, detallan en el comunicado, mediante el procesamiento de datos generados durante recorridos de una ruta fija de 11km, entre el 24 de febrero y 28 de abril y, utilizando un monitor de diseño propio; se pudo observar que las concentraciones de Monóxido de Carbono (CO) y Dióxido de Nitrógeno (NO2) no alcanzaron los límites máximos registrados en meses anteriores, mostrando una baja de concentración de agentes contaminantes provenientes de vehículos automotores.

Esta disminución de contaminantes es relevante incluso en el contexto de prevención de la enfermedad del COVID-19, dado que hallazgos tempranos indican que los contaminantes relacionados con los automóviles, en especial el dióxido de nitrógeno, tienen una correlación directa con el aumento en el riesgo de muerte por dicha enfermedad.

Con estas observaciones, concluyen, se puede hablar de un beneficio en la calidad del aire por la disminución de circulación de vehículos en vialidades principales de La Paz, sin embargo, sigue teniendo una concentración importante de contaminantes en el aire que respiramos.

Dióxido de Nitrógeno y COVID-19

Investigadores de la Universidad Martin Luther Halle-Wittenberg en Alemania, presentaron un estudio preliminar en la revista Science of the Total Environment que indaga en la relación entre la exposición a largo plazo al dióxido de nitrógeno (NO2) y la muerte por coronavirus, concluyendo que “los resultados indican que la exposición a largo plazo a los óxidos de nitrógeno puede ser uno de los factores más importantes en la mortalidad causada por el virus COVID-19 en estas regiones y tal vez en todo el mundo”.

De igual manera, la Harvard TH Chan School of Public Health de Boston analizó la calidad del aire en 3.000 condados de EEUU, que abarcan el 98% de la población del país concluyendo que un incremento de solo un microgramo por metro cúbico de partículas de grosor 2.5 basta para producir un aumento del 15% en la tasa de mortalidad del COVID-19”, afirman los autores.

En relación con las partículas en suspensión, un grupo de médicos italianos de la Universidad de Bolonia, publicaba el pasado 20 de marzo un comunicado señalando que se podía relacionar la rápida propagación del coronavirus en el norte de Italia, especialmente en Padania, con alta contaminación por partículas del área.

Lo cierto es que el dióxido de nitrógeno (NO2) es un contaminante del aire que daña el tracto respiratorio humano. Las consecuencias que tiene sobre la salud de las personas están relacionadas con enfermedades respiratorias y cardiovasculares y los datos revelan que las regiones con niveles de contaminación permanentemente altos tienen significativamente más muertes que otras regiones.

No obstante, los propios investigadores señalan que “se trata de trabajos preliminares y este tipo de estudios, basados en correlaciones entre unos indicadores y otros, no es posible certificar de forma rotunda la relación de causalidad. Sería necesario añadir más evidencias para ello y examinarse para otras regiones y ponerse en un contexto más amplio”. La correlación entre la polución y el mayor porcentaje de posibilidad de muerte por COVID-19 aún está siendo investigada en diversos lugares del mundo.

Calidad del aire en La Paz

De acuerdo al ProAire BCS 2018, las fuentes móviles son las responsables de la emisión del 93% del monóxido de carbono (CO) y del 41% de los óxidos de nitrógeno, por lo que es de esperarse que al verse reducida la cantidad de vehículos en circulación, los niveles de concentración de estos contaminantes en la capital sudcaliforniana disminuyeran.

Esto fue comprobado en el último monitoreo realizado por BCSicletos, en cuyo reporte señalan haber observado que, al respecto de los niveles de óxido de nitrógeno, el promedio máximo corresponde a 0.73ppm; es decir, 0.03ppm menos que en noviembre del año pasado; en cuanto al Monóxido de Carbono, se registró un promedio máximo de 46.3ppm, lo que significa 18.4ppm menos.

Desafortunadamente, concluye el citado reporte, “si bien hubo una reducción en las concentraciones de los agentes tóxicos que fueron monitoreados, también es cierto que todavía no se alcanza a tener un aire limpio de acuerdo a estándares nacionales o internacionales. En La Paz, seguimos respirando un aire con alta presencia de CO y NO2 proveniente de fuentes móviles”.

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