La Animita de La Paz. El niño que dio la vida por su padre
California Mítica
Por Gilberto Manuel Ortega Avilés
La Paz, Baja California Sur (BCS). José Lino de Jesús Manríquez Martínez nació en el pueblo de San Antonio, BCS, el 3 de septiembre de 1855, fue el tercer hijo del matrimonio del militar José Miguel Manríquez y doña Esperanza Martínez.
José Miguel participó en la lucha contra el filibustero Juan Napoleón Zerman, quien en 1855 tenía sitiada la ciudad de La Paz; apoyando al general Manuel Márquez de León y al frente de un pelotón de la guardia montad, Zerman hizo prisioneros a los tripulantes de los buques piratas Archibald Grace y Rebeca Adams y los condujo al puerto de Mazatlán, para su posterior envió a la Ciudad de México.
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Actos valientes como éstos le dieron gran reconocimiento a José Miguel Manríquez, sin embargo, todo cambió cuando ocurrieron revueltas en el territorio y el gobernador Antonio Pedrín fue derrocado por el general Pedro María Navarrete, quien realizó muchos atropellos en contra de la población y mandó aprehender a varios patriotas liberales, entre ellos al señor Manríquez; el 11 de noviembre de 1866, don José Miguel fue confinado a una pequeña e insalubre celda de castigo, resguardado por el cabo Crispín Sández.
Un día, José Lino de Jesús —de apenas 11 años— le llevaba hasta la celda los alimentos a su padre, cuando vio como el cabo Sández mandó azotar con sadismo a don José Miguel. Él pequeño pidió piedad para su padre, pero con crueldad y voz dura el tosco soldado respondió: Para que quieres piedad si es un bandido malhechor y esta tarde, a las cuatro en punto será pasado por las armas en el paredón de la Ciénega. El niño al ver a su papá mal herido, le propuso un trato al soldado: ¿Me da su palabra de hombre y de soldado de respetar la vida de mi padre si yo me ofrezco para que me fusilen a mí?
El cabo Crispín sólo asintió con la cabeza para aceptar el trato y mandó amarrar con una reata al pobre niño, quien fue arrastrado por los choyales y matorrales del área; pero la crueldad no paro ahí, ya que obligaron a todos los prisioneros incluyendo al padre a presenciar el terrible suceso, y para terminar con la barbarie, a don José Miguel se le obligó a cavar la tumba del pequeño sin vida.
El 11 de noviembre de 1866 fue la fecha del heroico acto de José Lino, el lugar exacto de la sepultura se encuentra a pocos metros de donde se le ha edificado una pequeña capilla en un honor. Desde entonces muchos sudcalifornianos acuden con velas y ofrendas para pedir favores a la bondadosa alma del niño que dio la vida por su padre, y el cual muchos aseguran que ha concedido cientos de milagros.
Basado en “Mitos, leyendas y tradiciones sudcalifornianas”, de Leonardo Reyes silva (2005).
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