Comundeño estrena libro y trabaja en robot para ayudar a discapacitados

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FOTOS: Modesto Peralta Delgado.

Por Modesto Peralta Delgado

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El próximo año, José Luis Gómez Torres cumplirá 30 años, y lo celebrará promocionando su primer libro: 21 Desencantos, y trabajando en el exoesqueleto Olín, un proyecto robótico para ayudar a personas con discapacidad de movilidad, como la que él mismo posee. Sobre ambos tópicos, el joven originario de Ciudad Constitución platicó con CULCO BCS, sin dejar de tocar otros temas como los escritores que lo han inspirado o la imagen “ridícula” que se tiene de las personas con discapacidad —y que La Paz “está de la chingada” para que éstas se muevan con facilidad en sus banquetas.

Nació en la cabecera municipal de Comondú el 18 de junio de 1988, y aunque es de signo Géminis, le gusta más presumir su horóscopo chino: “el Año del Dragón. Por que todos los demás están bien culeros: el Año de la Rata, del Puerco; a mí me tocó el Dragón y lo aprovecho”. Desde 2006 vive en esta ciudad y trabaja como maestro en el Tecnológico de La Paz, de donde egresó como Ingeniero en Sistemas. A pesar de que se considera tímido, admite que ante un micrófono es otro, así que ante la entrevista no se intimidó nada; justo un día antes de esta charla había ido a promocionar su libro a la Secundaria 17, en esta ciudad, donde les confesó a los adolescentes que esa “había sido la etapa más horrible de su vida” y que no se preocuparan, porque “eso de que eres bien ojete se va a terminar”.

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“En El Valle no pasa mucho, entonces ahí las infancias son muy tranquilas. Eso fue otra cosa que definió poquito mi gusto por la literatura; nada más había dos canales, entonces te aburrías muy rápido en la televisión y agarraba los libros de la escuela y me los acababa (…) Hasta la secundaria empecé a leer libros como tal, ahorita me avergüenza lo que leía al principio, ¡ya no leería esa literatura de autoayuda de pacotilla con la que empezaba en secundaria!”.

Sobre los autores y libros que lo inspiraron para animarse a escribir, luego de pensarle mucho, dijo “¡Hemingway! El tratamiento de Hemingway en Por quien doblan las campanas. Se le conocía porque era muy seco en la cuestión romántica de sus personajes y luego sale con eso que yo considero una de las historias de amor más bonitas de la literatura; y El viejo y el mar: la única razón por la que quiero pescar es porque leí El viejo y el mar (…) ¡García Marquez! recuerdo estar en el Tecnológico, o en la prepa, y la sensación de querer salir de clases porque tenia Cien años de soledad en la casa y quería llegar a leerlo, y cuando pasa eso es hermoso (…) El Quijote es otra de las influencias fuertes. Cuando lo conocí en la Secundaria no me pareció atractivo, pero cuando lo leí en el Tec me di cuenta que podía ser divertida, eso se me hizo muy revelador, que pudiera haber un libro que fuera divertido”.

Pequeños y crueles

En semanas recientes, José Luis Gómez Torres presentó su primer libro: 21 Desencantos, 21 minificciones fáciles de leer y de encantar, pues sin rubor alguno, en estos relatos cortos y crueles el autor hace experimentar a sus personajes amargos tragos, y —todavía— es capaz de hacernos soltar una carcajada. Aunque algunos fueron escritos desde 2011, “el grueso del los cuentos se desencadenaron en el Taller de la Serpiente, donde entreé en 2015 o finales de 2014 (…) Los empecé a escribir por una convocatoria nacional (la “Julio Torri”). Ilusamente, pensé, pues nunca podía completar las 80 pinches cuartillas, pero a partir de que salí de la carrera decidí que quería escribir. Cuando empecé a buscar, eventualmente salió el nombre de Raúl Cota; no sabía si era para publicar o empezar a colaborar, yo no sabía de qué iba, pero no sólo me contestó sino que me habló. Para mí el taller es el momento en el que yo me empecé a sentir escritor”.

Un importante detonador para querer ser escritor —contó—, fue cuando leyó unos consejos de Ray Bradbury, “quien decía que al principio también le costaba mucho trabajo escribir, igual que a todos (…) Cuando él contaba que rentaba una máquina de escribir, ¡por que ni siquiera tenía una máquina de escribir!, se me hizo como una cachetada ‘tienes todo para hacer algo que a otros les costó mucho trabajo, ¿porqué no lo estás haciendo?’, me dije”. También confesó que generalmente escribe pensando sus cuentos como cortometrajes, “el logro máximo que yo concibo es que lo que escriba después pudiéramos llevarlo al cine”, y aunque aún no define si luego escriba una novela o un guión, dijo que le gustaría que los personajes fueran gente como en la vida real, “no tan guapas”.

FOTO: Alejandro Savant.

Nada de ‘angelitos’

José Luis Gómez Torres nació con atrofia muscular espinal tipo II, lo que le dificulta no sólo caminar, si no que la enfermedad puede avanzar hasta parar algunas de sus funciones básicas. “Esa condición de discapacidad es congénita. Yo nací sin poder caminar porque mis músculos no son lo suficientemente fuertes para cargar mi cuerpo —este hermoso cuerpo. Entonces, nunca pude caminar, pero además es una condición progresiva: eventualmente algunos músculos más importantes que las piernas o los brazos me van a empezar a fallar, por ejemplo, los de la respiración o el tracto digestivo; es general, todas las señales se ven afectadas (…) No es curable ni tratable, al menos curable; no sé si no es tratable o en el ISSSTE no pueden cargar con esos gastos; hasta donde sé no hay tratamiento, el tratamiento es hacer mucho ejercicio para retrasarla lo más que se pueda”.

Al preguntarle por la imagen que muchas personas se forman de las personas con discapacidad, de que son unos ‘angelitos’ y ‘pobrecitos’, soltó la carcajada. “Tiene partes verdaderas y partes muy ridículas ese concepto. Obviamente hay muchas cosas que no puedo hacer, pero dan por hecho muchas cosas que sí puedo hacer, como ser culero con otras personas, ¡y de eso me arrepiento!, porque te comentaba: recuerdo que fui un niño cruel con otros niños, por lo mismo porque yo me sentía mal, me sentía solo, supongo que tiendes a lastimar cuando te sientes así, por eso era medio ojete con otros morritos, y tenía como este sentido sectario; andaba con mi pandillita, y los demás si me caían gordos, buscaba la manera de joderlos. Entonces, por una parte sí te limita, porque claro que no puedes hacer lo mismo que los demás niños, pero en otros sentidos, sé que no hubiera hecho lo mismo si no tuviera la discapacidad, quizás hubiera estando echando desmadre, ya tendría uno o dos chamacos, y tendría que estar trabajando en uno o dos trabajos, y es una visión que ahorita no me agradaría”.

“Cuando alguien me dicen la frasesita de ‘mira, tú que estás en la silla y los otros muchachos están sanos…’ ¡me rompe los huevos! Por que no es que yo haya hecho cosas a pesar de la discapacidad y estoy haciendo cosas que son dignas de reconocimiento (…) Te ven en una silla de ruedas y dan por hecho que eres bueno o que eres inteligente, y no es así: ni me considero bueno ni me considero especialmente inteligente”, además coincidió en que tener una discapacidad no es un ‘requisito’ para tener talento para escribir —o para lo que sea. “Me acostumbré a que no podía hacer cosas que quería, entonces esa capacidad de tolerancia a la frustración, a la larga te sirve”, aunque sí, admite que su condición “me puso en ciertas condiciones que me llevaron por el camino que ahora tengo y ese camino me gusta”.

Robot para discapacitados

Precisamente, “si no fuera por la discapacidad” —dijo—, quizá no hubiera ideado el proyecto de robot Olín, un exoesqueleto en el que trabaja desde 2013 en el Tecnológico de La Paz, y que ha llamado la atención de medios locales y nacionales por la utilidad que tendría. “Cuando salí de la ingeniero propuse el proyecto de un robot que ayudara a personas con discapacidad a levantarse solas de la cama e ir al baño. Ese proyecto quizá jamas la hubiera tenido de no haber tenido una discapacidad y ahora ha tenido mucho apoyo, como de Conacyt o la Dirección General de Tecnológicos, y que nació obviamente de una problemática real: alrededor de un 5% de la población mexicana tiene alguna discapacidad. Cuando entré a la Maestría decidí que quería hacer algo”.

¿Cómo funciona el robot Olín? “Se acerca al usuario, lo sujeta y es como si tuvieras un traje robot; una vez que te sujeta, la persona se mueve con él (…) Uno los colaboradores hizo un interfaz con el celular, con el bluetooth, y a partir de la cama se ejecuta la rutina y baja a ti, te sujeta y te levanta”, y la idea es que funcione tanto en el hogar como en el trabajo. Explicó que las sillas de ruedas no tienen un área de rotación muy amplia, de manera que, como en su caso, no pueden andar en pasillos estrechos, “se me dificulta andar en bares, porque generalmente son pequeños, es lo que más me lastima de la silla de ruedas, todo lo demás no importa, ¡no saben los bares todo lo que se están perdiendo conmigo”, sonrió.

FOTOS: Cortesía.

El exoesqueleto se desarrolla en el Departamento de Posgrado e Investigación del Tecnológico de La Paz, en el laboratorio de Procesamiento de Imágenes, Visión Artificial y Robótica, y en su desarrollo han participado casi una veintena de personas, desde estudiantes hasta doctores. Ahora se encuentra en la etapa de pruebas, por lo que el producto aún no está disponible. Desde la robótica, esto puede ser muy útil para las personas con discapacidad —él por su cuenta, además, trabaja en desarrollar otra tecnología para que puedan manejar un automóvil—, pero también está en al parte arquitectónica, sensibilizando a ciudadanos y comerciantes para que ellos puedan acceder más comodamente, pues José Luis asegura que ni siquiera el malecón es apto.

En ese sentido, La Paz “esta de la chingada, tú no puedes andar ni siquiera en el malecón, que es la que yo pensaría que debería ser la parte mínima que debería ser accesible, en la cuestión de los locales, ya no hablemos de más lejos (…) A veces son detalles pequeñitos, hay un solo escalón, por ejemplo, creo que a veces es nomás cosa de presentarles la problemática y esa solución no es complicada, pero no están conscientes de esa personas”.

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Escritor y periodista. Nació en Ciudad Constitución, BCS, el 26 de febrero de 1978. Licenciado en Cs. de la Comunicación, por la UABC, en Mexicali, BC, en 2002. Autor de “Prólogos a la muerte”, Premio Estatal de Cuento “Ciudad de La Paz” en 2013, y de “Caperucita Roja, muy roja”, Estatal de Dramaturgia en 2015. Fue reportero web y editor de medios digitales. Es director y fundador de CULCO BCS. Premio Estatal de Periodismo 2017 en la categoría de “Entrevista”.

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